Sumario
1. INTRODUCCIÓN
El capitalismo de plataforma está ocasionando profundas transformaciones en la sociedad urbana al acelerar nuevas dinámicas sociales y culturales en la era digital (Srnicek, 2020). Nos encontramos ante un amplio cambio social y urbano propiciado por nuevos patrones de consumo y una globalización asimétrica de la cultura digital, donde los GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft), NATU (Netflix, Airbnb, Tesla, Uber), los BATX (Baidu, Alibaba, Tencent, Xiaomi) y empresas de plataformas como Deliveroo, Rappi o Glovo se están convirtiendo en algunos de los principales actores en la reconfiguración de este nuevo escenario urbano tecno-social (McNeill, 2021; Hodson y McMeekin, 2021). Estas grandes empresas tecnológicas y de plataformas son cada vez más poderosas y el contexto de pandemia vivida entre 2020 y 2022 han extendido su consumo y dominio sobre ciertas esferas laborales y sociales, tanto en términos de usos como de estilos de vida o nuevas formas emergentes de trabajo. En palabras de Sharon Zukin (2021: 5), «el crecimiento, de hecho, la supervivencia, de las ciudades ahora está interconectado con el poder de la industria tecnológica».
Así, estamos asistiendo a la progresiva digitalización de las ciudades, enmarcadas en un nuevo urbanismo empresarial propio de la «cultura de Silicon Valley» (Zukin, 2021). Esta situación resultaría de nuevas prácticas empresariales y a su intento de adaptarse para seguir acumulando y produciendo capital en un contexto digitalizado y globalizado: se trataría de una transformación adaptativa a las nuevas formas neoliberales de organizar la vida (trabajo, ocio, vida, etc.), en la que plataformas por un lado, y trabajadores bajo demanda, crowdworkers o microtrabajadores, por otro, caracterizan el paradigma de la ‘ciudad plataformizada’ más allá del tecnooptimista paradigma de la smart city.
2. EL CARÁCTER RENTISTA DEL CAPITALISMO DE PLATAFORMA
El capitalismo de plataforma se desarrolla en un momento sociohistórico concreto que algunos autores han denominado como capitalismo rentista (Christophers, 2022). Este capitalismo rentista aparece en un momento en el que los aumentos de productividad no conducen a beneficios sostenibles; por lo tanto, el capital se desplaza de la esfera de la producción a los circuitos terciarios de la inversión de capital, como los servicios, las finanzas o las plataformas digitales (Aalbers, 2008; Harvey, 2001). Este régimen de acumulación se articula y estabiliza principalmente a través de la inflación de los precios de los activos (Adkins et al., 2020). La forma dominante por tanto ya no es la mercancía, sino el activo, que ahora sustituye a la mercancía «como base principal del capitalismo contemporáneo» (Birch & Muniesa, 2020, p. 2). Estos ingresos basados en activos se asocian a la extracción más que a la creación de valor (Christophers, 2022), dando lugar a esquemas económicos de «beneficios sin producción” (Lapavitsas, 2014). Una característica principal de este régimen es que los activos se poseen y controlan no por el bien de la producción, sino para obtener una renta económica duradera de ellos (Birch & Muniesa, 2020). El objetivo es extraer una renta de la propiedad y el control de un activo, siendo el actor que recibe el pago «por el mero hecho de controlar algo valioso» (Christophers, 2022:19) el rentista. De este modo, la revalorización de activos y la acumulación de rentas a través del control de activos, se convierten en una característica principal del capitalismo contemporáneo. Esto constituye «un modo de organización económica en el que el éxito se basa principalmente en lo que se controla, y no en lo que se hace (Christophers, 2022:21). La propiedad de activos pasa a ser más importante que el empleo o los salarios como determinante de la posición de clase, que se reconfiguran en base al sistema de propiedad de estos activos (Adkins et al., 2020). Dentro del capitalismo rentista, existen múltiples tipos de activos básicos de los que extraer rentas, como los financieros, la propiedad intelectual, las reservas de recursos naturales o las plataformas digitales (Christophers, 2022; Birch y Muniesa, 2020).
Christophers (2020) ha clasificado las plataformas rentistas en cuatro grupos. Plataformas laborales (Deliveroo, Uber); Plataformas de capital (Airbnb, SocialCar; Plataformas de mercancías (ebay); Plataformas de atención (Facebook, Google). Como se puede observar, el capitalismo de plataforma es muy desigual en relación a las posibilidades que deja a la población para explotar sus activos. Las propiedades se convierten en un elemento central de este ecosistema de plataformas. Por lo tanto, las posibilidades de participar y de obtener rentas a través de las plataformas, están determinadas por la posición socioeconómica de partida cada persona, por lo que se trata de una economía que amplía las desigualdades socioeconómicas previas.
Tomemos el caso de la plataformización del entorno construido. Airbnb se ha convertido en el caso más sonado al respecto. Los caseros y los inversores ahora pueden obtener un mayor rendimiento de sus propiedades si se las alquilan temporalmente a turistas o a otra población flotante, en lugar de alquilárselas a la población permanente (a quienes habitan la ciudad). Si bien Airbnb es el caso más sonado, durante los últimos años numerosos autores han introducido nuevos conceptos para señalar cómo esta lógica se extiende sobre el conjunto de la ciudad. Shaw (2020) ha introducido el término «plataformas inmobiliarias» para describir cómo las recientes innovaciones en tecnología digital están transformando abruptamente los mercados inmobiliarios urbanos. Para Fields y Rogers (2021), las plataformas inmobiliarias se desarrollan principalmente para aumentar el valor de cambio de las propiedades y, por tanto, remodelan las geografías de la inversión inmobiliaria y los flujos de capital financiero. Estas plataformas reconfiguran las relaciones entre propietarios, inversores, profesionales inmobiliarios, inquilinos y residentes, lo que facilita la dinámica de producción y explotación capitalista y reconfigura las relaciones de poder dentro de los mercados inmobiliarios. Fields (2022) ha introducido el concepto de «automated landlord» en referencia a la plataformización de la gestión de inquilinos y propiedades inmobiliarias, , que reafirman la vivienda como un activo líquido (Fields, 2022). En la misma línea, Sadowski (2020) utiliza el concepto de «Internet of Landlords» en referencia a cómo la tecnología es materialmente esencial para nuevas fuentes de alquiler, nuevas infraestructuras de relaciones rentistas y nuevos mecanismos de extracción y cercamiento.
Siguiendo a Zukin (2020), la «espacialidad de la producción tecnológica» se refleja en un espacio urbano donde se promueven y recrean nuevas normas socioculturales en el tejido urbano, como espacios de coworking (Putra y Agirachman, 2016) u oficinas tecnológicas que reflejan el poder de estas empresas tecnológicas y su relación con el control monopolístico del suelo y las políticas de desarrollo económico. Según el informe de CBRE Consulting (2021), en los últimos cinco años el sector tecnológico se ha consolidado como el mayor inquilino del mercado español de oficinas, siendo el primer inquilino por volumen de contratación en Barcelona, con un 28% de la superficie total, y el segundo en Madrid, con un 18% del total, sólo superado por las empresas del sector servicios (22%). Un ejemplo de ello es el imperio de capital inmobiliario y de oficinas WeWork (cotizado en bolsa y con fuertes aportaciones de capital riesgo), que está construyendo lugares de trabajo y viviendas de co-living (Von Zumbusch y Lalicic, 2020) en todo el mundo, generando dinámicas de cambio en las formas de organización del trabajo y de la ciudad.
Tres artículos del monográfico se centran en esta la influencia del capitalismo urbano en las dinámicas urbanas. En el artículo Glovopolis: La urbanización del capitalismo digital en Barcelona, Greig Charnock y Ramón Ribera-Fumaz analizan los procesos contemporáneos de urbanización del capitalismo de plataforma a partir de una serie de desarrollos teóricos del geógrafo David Harvey, para después analizar los casos del distrito de innovación de Barcelona 22@ y la plataforma Glovo. En el artículo Desposesión, gentrificación y capitalismo de plataforma: el caso de Divino Pastor nº9, Álvaro Ardura, Eva García y Andrés Rodríguez analizan cómo los procesos de gentrificación evolucionan a partir del capitalismo de plataforma, tomando como caso de estudio un edificio en el centro de Madrid. Este edificio, originalmente de titularidad pública, fue temporalmente un centro social okupado que terminó convertido en edificio de pisos turísticos comercializados en Airbnb, con una hamburguesería que funciona como dark kitchen que sirve comida a domicilio a través de aplicaciones como Glovo. En su artículo Los discursos de los huéspedes de Airbnb en Lima-Perú, Roberto Retes y Marco Lovón analizan los discursos de los huéspedes de Airbnb en Lima (Perú), y cómo estos influyen en la reputación de los anfitriones y en la producción de información de utilidad para el turismo potencial. Los autores concluyen que, desde una perspectiva crítica, estos discursos alimentan el capitalismo de plataforma.
3. LOS BRACEROS DE LAS PLATAFORMAS
¿Pero qué sucede cuando no se posee ningún activo y cuando tu único activo es tu fuerza de trabajo? Como hemos anticipado, dependiendo de la economía de plataforma y del bien que se posea, el tipo de plataforma que opera determinará la posición del sujeto respecto a la propiedad y su trabajo en la plataforma en cuestión. En otras palabras, en una ciudad de plataformas, es más común pensar que los trabajadores de la periferia serán los «braceros» de los servicios de reparto por la ciudad (Uber, Deliveroo, Amazon), mientras que una clase rentista propietaria de viviendas puede convertirlas en bienes y subcontratarlas a plataformas como Airbnb, Wimdu o Booking.
Es la cara oculta de la plataformización del tejido urbano, que destaca por la aparición de nuevas formas de precariedad laboral (Hill, 2015; Ravenelle, 2020; Frenken et. al., 2020; Koutsimpogiorgos et al., 2020), con bajos salarios y menor protección en los sectores más bajos (Cañada e Izcara, 2021), así como la expansión de lo que denominamos «gig workers». También conocidos como trabajadores a la carta, crowdworkers o microworkers, estas economías de subsistencia, se distinguen por la la hiperflexibilidad y la virtualidad (Shipside, 2002) y una alta incertidumbre biográfica, caracterizadas también por el hecho de que los empleadores sortean -en muchas ocasiones bajo prácticas ilegalesla responsabilidad de contratación directa, el propio estatuto de los trabajadores o la reciente ley Rider. La relación entre empleador y empleado es temporal o muy limitada en el tiempo debido a esa relación virtual de trabajo, basada aparentemente en criterios cientificistas, propios de un nuevo taylorismo digital y a un algoritmo omnipresente y omnipotente. Nos referimos a microempleos desempeñados por trabajadores digitales y analógicos a la carta, que dependen de estas economías y proceden en su mayoría del Sur Global; jóvenes y mujeres que trabajan en el espacio físico y dan vida a los servicios de estas economías tecnológicas y de plataforma. Este grupo de trabajadores, que presenta los mayores niveles de flexibilidad e inseguridad laboral, se organiza bajo la lógica de la precariedad y la incertidumbre (Gill y Pratt, 2008; Storper y Scott, 2009): empleo frágil, efímero, basado en clicks y en la temporalidad.
De hecho, España tiene la tasa de trabajadores de plataformas digitales más alta de toda Europa (Brancati et al, 2020): alrededor del 2,6% de la población activa realiza su trabajo principal a través de plataformas digitales. Además, si sumamos los que trabajan en ellos esporádicamente, la cifra se eleva al 18%. Se trata de trabajos en plataformas de trabajo en línea que incluyen contabilidad, servicios legales, diseño, traducción, publicación y desarrollo de software, y donde el trabajo in situ (entrega y transporte urbano) representa el 20% del trabajo de plataforma (Balaram et al. 2017). Este enfoque principal en el trabajo de entrega y transporte hace que otras formas precarias de trabajo tecnológico sean invisibles, como la experiencia de las mujeres con el trabajo en plataformas (por ejemplo, trabajos de cuidados), como se señala en el informe Digital Future Society 2020.
El monográfico atiende estas cuestiones desde diversos prismas en 4 estudios. El artículo Revitalización sindical y nuevo sindicalismo en el capitalismo de plataformas: una comparación de los casos de España y Portugal en sector del reparto digital de Sanz y Arasanz, compara las estrategias de revitalización sindical que se han dado en los últimos tiempos en España y Portugal a tenor de la emergencia del reparto digital de comida a domicilio, tanto desde los sindicatos considerados tradicionales, como desde asociaciones de repartidores y trabajadores precarios que se han ido construyendo en paralelo al crecimiento de estas plataformas. Por su parte, Allen_Perkins y Montserrat Cañedo en Andamiajes y derivas: la mediación algorítmica en la práctica de los riders, han querido acercarse desde una perspectiva etnográfica a la cotidianeidad de las prácticas laborales de los trabajadores de reparto de comida a domicilio, los riders; e en un sentido similar, el estudio Jerarquía y anarquía. Sobre los algoritmos y las astucias y resistencias de los riders que nos presentan Bergua, Montañés y Báez, explica las estrategias, adaptaciones y negociaciones de estos repartidores. Finalmente, en Aprovechando y expandiendo la hiperflexibilización del trabajo. El caso de Uber y Cabify en España, Víctor Riesgo nos expone los mecanismos empleados para lograr implantar el modelo Uber en España, principalmente a partir del afianzamiento de estas nuevas tecnologías asociadas a un modelo de trabajo plataformizado y a la flexibilización del mercado laboral en el ciclo de crisis anterior, que ha conllevado una hiperflexibilización de las condiciones de los trabajadores uberizados a merced del empleo de los algoritmos aplicados a la gestión del trabajo.
El monográfico que hemos coordinado y que aquí presentamos espera ser una pequeña pero necesaria contribución al estudio y comprensión de la plataformización urbana. Nuestro objetivo ha sido observar cómo el capitalismo de plataforma está transformando las ciudades, las formas del trabajo y los estilos de vidas urbanos de forma desigual y asimétrica. Donde la posición de clase (el capital económico, cultural, o social), junto a factores como el origen étnico o el género, influyen en la forma en que se participa y los efectos que tiene para los distintos grupos sociales. Para algunos, significa ampliar sus posibilidades de consumo y/o aumentar los beneficios que obtienen de sus activos. Para otros, representa una mayor precariedad, donde la inseguridad se extiende del trabajo a todos los ámbitos de la vida urbana cotidiana. En definitiva, cómo el capitalismo de plataforma está produciendo entornos urbanos que refuerzan las posiciones de clase y aumentan la desigualdad.
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Notas