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La participación comunitaria y la afirmación de la comunidad. Estudio de caso de la Asociación Cultural "El Corralón"
Community participation and community affirmation. Cultural Association «El Corralón», a case study
EMPIRIA. Revista de Metodología de las Ciencias Sociales, vol. 60, pp. 71-93, 2024
Universidad Nacional de Educación a Distancia



Recepción: 02 Julio 2021

Aprobación: 29 Marzo 2023

DOI: https://doi.org/10.5944/empiria.60.2024.39282

Resumen: En los últimos años se viene advirtiendo un deterioro del sentimiento comunitario producido por factores como la crisis económica y sanitaria. De este modo, el objetivo principal de este trabajo es comprobar el sentido de comunidad que presenta un colectivo asociativo mediante el sentimiento de pertenencia que muestran sus miembros. En un pequeño municipio de la “España Vaciada”, Otones de Benjumea (Segovia), actualmente con apenas 50 habitantes, se creó informalmente en 1976 la Asociación Cultural “El Corralón” con el ánimo de promover la cultura para el desarrollo personal y colectivo de sus asociados y simpatizantes. Mediante un estudio de caso, se recogen datos provenientes de los archivos documentales de la propia Asociación y de 16 informantes clave para conocer el impacto que ha tenido esta entidad entre la población afín al municipio. Los resultados analizados indican que la implicación de sus asociados supone el capital social dinamizador de su buen funcionamiento y la cultura se ha convertido en el atributo más característico de sus propuestas. Por tanto, la Asociación ha conseguido ser un instrumento de afirmación de la comunidad basado en la recuperación del patrimonio y la memoria, con atributos distintivos que la confiere rasgos de identidad.

Palabras clave: Participación comunitaria, asociacionismo, capital social, patrimonio cultural, identidad.

Abstract: In recent years, a deterioration of the community feeling has been noticed due to factors such as the economic and health crisis. Thus, the main objective of this work is to verify whether the sense of community that an associative group presents overcomes these and other adversities through the feeling of belonging shown by its members. In a small municipality of “Empty Spain”, Otones de Benjumea (Segovia), currently with barely 50 inhabitants, the Cultural Association “El Corralón” was informally created in 1976 with the aim of promoting culture for the personal and collective development of its associates and sympathizers. Through a case study, data are collected from the Association’s own documentary archives, from participant observation and from 16 key informants to learn about the impact this entity among the population related to the municipality. The results analyzed indicate that the involvement of its associates is the social capital that has been the driving force behind its good functioning and that culture has become the most characteristic attribute of its proposals. Therefore, the Association has succeeded in being an instrument of community affirmation based on the recovery of heritage and memory, with distinctive attributes that give it identity traits with respect to other associative proposals.

Keywords: Community participation, associationism, social capital, cultural heritage, identity.

1. INTRODUCCIÓN

Los movimientos migratorios de las zonas rurales a núcleos de población con mayores ofertas laborales están suponiendo para muchas comarcas españolas un grave problema. Las innovaciones aplicadas a las faenas agrícolas y ganaderas, los oficios perdidos, la escasez de los servicios básicos o el envejecimiento de la población son algunas de las causas que están provocando un desarraigo hacia unos espacios anteriormente más habitados y con más actividad social (Cortizo-Álvarez 2020). Especialmente es más acusado este problema en las zonas del interior de la Península Ibérica como Castilla y León, que presenta una densidad de población de 26,1 habitantes por kilómetro cuadrado, y sigue bajando.

Esta situación que viene gestándose desde hace varias décadas convierte a este territorio en un ámbito de acción poco atractivo para fijar población, si se consideran las condiciones que habitualmente se desarrollan en las zonas urbanas: mayores alternativas de ocio y más oportunidades de empleo (Montes 2020). Ante esta precariedad que se vive en estos espacios, los habitantes que aún residen en ellos y las personas que siguen vinculadas con estos lugares buscan alternativas para dinamizar el día a día de sus municipios para generar así buenas expectativas, tanto económicas como sociales. Por tanto, se hace necesaria la implementación de proyectos de desarrollo integral en zonas rurales deprimidas, que fijándose objetivos de desarrollo económico, social o cultural revitalicen esos lugares (Hernández-Montes 1999). Entre las posibles alternativas se plantea la posibilidad de desarrollar actividades asociativas vinculadas a la puesta en funcionamiento de actividades culturales y patrimoniales (Camarero y González 2007), que promueven un crecimiento del colectivo a través de los lazos de dependencia que se van tejiendo a lo largo del tiempo.

En este artículo se plantea como objetivo principal a investigar: valorar la incidencia que tiene la AC “El Corralón” en un núcleo rural pequeño, Otones de Benjumea (Segovia), como dinamizadora de la vida sociocultural de sus socios y simpatizantes para conseguir un mayor vínculo con la localidad y evitar así el desarraigo al que se ven abocadas este tipo de comarcas. Para resolver este objeto de estudio se plantean otros hitos que completan el principal, tales como: evaluar la importancia de la recuperación del patrimonio y la promoción de las actividades culturales como elementos clave para dar más sentido de pertenencia al grupo y comprobar si estas actuaciones adquieren rasgos de identidad que reconocen el trabajo de la Asociación con unos atributos propios.

2. ANTECEDENTES Y MARCO TEÓRICO

2.1. La participación comunitaria

Por regla general, las comunidades presentan relaciones corporativas de reciprocidad, complementariedad y redistribución (Rodrigo-Contreras 2017). Este tipo de relaciones están marcadas por normas y comportamientos que en muchas ocasiones no están escritas pero que favorecen el funcionamiento de estas. Sin embargo, según Putnam (2000), en los últimos años se advierte una crisis del capital social que conlleva cierta decadencia del sentimiento comunitario. Por otro lado, la creación de diferentes organizaciones con fines diversos (asociaciones, federaciones, fundaciones, ONG, plataformas, coordinadoras, etc.) ha permitido realizar unas soluciones proactivas en favor de sus miembros y con más intensidad en lugares que cuentan con poca población. Según Esparcia (2017), en las zonas rurales se está produciendo un fortalecimiento del capital social de cohesión (bonding), que favorece la integración entre los diferentes colectivos y estructuras socio-relacionales. Como actores colectivos, las asociaciones de distinta naturaleza son las protagonistas en lanzar estrategias de mejora en su entorno de influencia. Por tanto, el rasgo distintivo de estas agrupaciones es proponer proyectos que se vinculen con los intereses de sus componentes (Sánchez 1999) y mejoren las condiciones de vida de sus integrantes (Wandersman 1984). Más si cabe cuando existe un fuerte apego al lugar de procedencia de los integrantes que refuerza aún más el sentido de comunidad (Pretty, Chipuer y Bramston 2003) Para que la participación comunitaria fluya correctamente es necesario que se conjuguen una serie de elementos si se desea que ésta se mantenga en el tiempo (Sánchez 1999), entre los que destacan: a) el sentido de comunidad, que se manifiesta en una identificación con los otros y les induce a participar en proyecto comunes; b) la organización, con estrategias de acción conjunta para administrar los recursos humanos y materiales en asambleas o comisiones; c) el liderazgo, con personas que están al frente de las ideas pero que a su vez hacen partícipes de las mismas al resto del colectivo; y e) la meta, como el objetivo que orienta las acciones de los asociados y a la vez les aglutina. Además de estos factores determinantes, la participación comunitaria necesita de una relación positiva con el sentimiento de comunidad. Ésta, en algunos casos, viene determinada por: a) el entorno físico que comparten (Blocher y Biggs 1986), así como por participar de las mismas costumbres, tradiciones y formas de vida; b) el apoyo social (Barrón, Lozano y Chacón 1988), ya que el sujeto se siente querido y valorado compartiendo con los demás individuos obligaciones mutuas; y c) el empoderamiento (Gil, Pons, Grande y Marín 1996), por el que la propia comunidad advierte que posee medios y procedimientos suficientes como para ser su propio agente de cambio.

2.2. El asociacionismo como motor de cambio

Una asociación es “una unión voluntaria de personas o de grupos en torno a un objetivo común” (Miranda 2003: 157). Por esta razón, el tejido asociativo se estima muy oportuno para el desarrollo de las comunidades menores, precisamente por la creación de un fuerte arraigo entre sus miembros basado en unas interrelaciones pactadas bajo unas normas aceptadas por el colectivo y una mayor capacidad de autogestión (Alberich y Espadas 2011). En este proceso de participación se suelen seguir unas directrices para su correcto funcionamiento: a) informar sobre el contexto de actuación; b) consultar a los miembros sobre las posibles propuestas; c) tener la capacidad de decisión por parte de los asociados; d) velar por el cumplimiento de las decisiones tomadas; y e) administrar autónomamente los recursos que se poseen (Ibáñez, Urioste, Paláu, Larrea y Ángeles 1988). De este modo, cualquier iniciativa, en muchos casos marcada con un sello de creatividad (Cordeiro 2017), es utilizada para reforzar los rasgos identitarios de ese tipo de colectivo que favorece los vínculos y la cohesión para utilizarlos como instrumentos para el empoderamiento comunitario.

Como se puede apreciar, las relaciones internas en las asociaciones están marcadas por la participación, fundamento del capital social, que “representa una serie de valores y patrones de comportamiento social e institucionalmente determinados para transformar la energía humana en relaciones sociales productivas” (Jeannotte y Stanley 2002: 134). Esta manera de organizarse y funcionar de un grupo humano es un espacio efectivo de aprendizaje para la democracia. Los individuos se reconocen en sus convicciones, cumplen tareas útiles, se hacen oír, ejercen influencia y provocan cambios; en un claro ejercicio de ciudadanía (Lazcano y San Salvador 2018). La participación en la ruralidad, más allá de recuperar servicios, supone una dimensión de la sociabilidad como parte de una cultura democrática más inclusiva y transformadora. La identidad de pueblo y su proyecto se erigen en elementos clave que espolean la participación en entornos no urbanos (Gómez-Nicolau, Querol, Ginés, Requena-Mora y Arjona-Cardona, 2021). Precisamente a los asociados de estas agrupaciones en entornos poco poblados lo que más les importa es que sean capaces de crear climas favorables para el entendimiento y la cohesión. La vinculación con la asociación, y por extensión con el municipio donde se desarrolla su actividad, está marcada por un clima amable que facilita “la evasión frente a las preocupaciones, ansiedades y premuras” (Ariño 2004: 103).

Según la clasificación que establece Ariño (2004), se establecen varios tipos de asociaciones, según el marco de actuación sobre el que intervienen: culturales y educativas, festivas, deportivas, de defensa cívica, de salud, de convivencia, de solidaridad internacional, de servicios sociales, ambientales y de desarrollo y de promoción comunitaria. En concreto, las orientadas a la actividad cultural se marcan como objetivos prioritarios el poner en valor el patrimonio cultural, sus tradiciones, el ocio y la ocupación del tiempo libre. Como comenta Ariño (2006), este tipo de asociaciones actúan como infantería de la política cultural, entendiendo que la cultura es todo aquello que da sentido a la realidad que nos rodea, nos distingue como individuos únicos y nos ayuda a relacionarnos con los demás, ya que es en ella donde se hallan “nuestros principios, deseos, valores y perspectivas” (Rish 2005: 38). Por esta razón se convierten en entidades con un fuerte potencial de “integración social en las comunidades locales, siendo verdaderos espacios para agregar afectos, emociones, sentimientos […] que trascienden el ámbito individual” (Moyano 2009: 8). Además, se presentan como un gran dinamizador en el ámbito local, más si cabe cuando se dedican a la organización y gestión de eventos que les proporcionan diversión y entretenimiento (Alexander 2000).

Aunque en las últimas décadas se ha elevado su número, la esperanza de vida de las asociaciones suele ser corta. Algunas de las razones por las que en muchos casos la actividad disminuye, hasta en ocasiones hacerlas desaparecer, es por el escaso nivel de compromiso de sus asociados, la falta de liderazgo, las dificultades para acceder a los recursos económicos privados y públicos (de la Torre 2005) y la desinformación que algunas veces a los socios no les hace tener un conocimiento suficiente de los proyectos a realizar (San Salvador del Valle 2000). Para evitar este posible abandono, entre sus gestores se genera un gran interés por ampliar la base social, buscan un mayor compromiso en la participación y gestión, sondean posibles patrocinadores comprometidos con el proyecto y están atentos a la oferta de subvenciones y fondos públicos para llevar a cabo sus propuestas.

2.3. La asociación cultural y su contribución al sentido de pertenencia

En el caso de los territorios poco habitados, la identidad es un factor determinante para gestionar proyectos e iniciativas que garanticen su continuidad en el tiempo. Este interés por potenciarla puede hacer poblar zonas rurales en estado casi de desaparición demográfica (García 1994) y así conseguir reactivar a una población que estaba abocada a la apatía. Especialmente en el plano social, el sentimiento de identidad potencia los valores culturales de un grupo mediante la participación de las normas, los hábitos, las leyes y los prejuicios (Zimerman 1993). Este sentimiento desarrolla el concepto de pertenencia, puesto que sus participantes internalizan todas las similitudes que unen al grupo, en un reconocimiento del “nosotros” que les hace diferenciarse de “los otros” (Bernuz y Susín 2003). De este modo, pertenecer a un colectivo adquiere unas connotaciones de arraigo al compartir unos atributos que les confiere unidad con respecto a otras realidades, aunque este proceso es, en muchas ocasiones, largo y difícil (RiveraEscribano, 2022). Estas diferencias están más acusadas cuando se evalúan las acciones realizadas por cada grupo. Así, habría que reflexionar sobre la relación causal entre identidad y acción social (De Francisco y Aguiar 2003), si la primera es el origen de la segunda o viceversa.

La convocatoria de eventos de diferente tipo, especialmente los relacionados con la cultura, es un ejemplo de la acción social que una asociación puede desarrollar. Este dinamismo se ve concretado en actividades que reportan una activación de la existencia entre sus habitantes con la puesta en marcha de una variada gama de actuaciones transformadoras de su calidad de vida. Entre otras propuestas destaca la recuperación de la memoria, histórica o patrimonial (Maldonado 2010), como un indicador favorable para conseguir el capital cultural (Bourdieu, 1983), que supone, en su forma objetivada, la acumulación de una serie de bienes (libros, cuadros, materiales de estudio, etc.). Así, esta identidad transfiere a las propias personas que integran un colectivo social, en este caso la asociación. Un sentimiento de pertenencia tanto por compartir proyectos comunes como por tener una vinculación con el lugar del que proceden (Grubits y Vera-Noriega 2005). Además, el término cultura va íntimamente ligado al de identidad, ya que la cultura considera que un grupo social o una sociedad comparte ciertos atributos que les hace diferentes de otros colectivos y a la vez les cohesiona debido a su modo de vida, su sistema de valores y sus tradiciones (Molano 2006).

2.4. La Asociación Cultural “El Corralón”

Otones de Benjumea se encuentra en la provincia de Segovia, en un territorio marcado por la despoblación y el éxodo continuo de sus habitantes. Una localidad que en los años sesenta del siglo XX alcanzó los 400 vecinos y que actualmente llega a los 52 residentes, según el último dato del INE de 1 de enero de 2022. Una población escasa que sigue viviendo de las explotaciones agrarias de secano y de las ganaderas, especialmente de la porcina. Esta progresiva despoblación y el posible desapego al municipio de la población no residente es quizás la razón fundamental por la que algunos de sus habitantes se interesaron por evitar su decadencia. Entre las iniciales propuestas se ofreció un marco de referencia agradable que atrajera a todos aquellos que se alejaron de sus orígenes. Unas actividades que generaban una mayor sociabilidad entre los vecinos y los no residentes para conseguir que no se desvincularan de sus raíces. Entre estas propuestas decidieron que la promoción de la cultura podía ser un medio ideal para promover ámbitos de desarrollo personal y colectivo y, de este modo, mejorar la convivencia.

La Asociación Cultural “El Corralón” de Otones de Benjumea (Segovia) fue creada en 1976, pero constituida legalmente el día 7 de octubre de 1983 (según aparece en los archivos de la Asociación y en los documentos en su página web, https://otones.es/author/asociacionculturalelcorralon/, y en sus redes sociales, https://es-la.facebook.com/acelcorralon/). Hasta ese momento no había existido ninguna experiencia asociativa de este tipo. Sus socios son en su mayoría vecinos del pueblo y sus familiares, que suelen acercarse a la localidad en fechas señaladas. Se ha consolidado en la actualidad una base cercana a los 400 socios. Es una entidad sin ánimo de lucro que se rige por lo dispuesto en la Legislación vigente en sus Estatutos y, en su caso, por los acuerdos adoptados por su asamblea general y por los órganos directivos en el marco de su competencia. Tiene su domicilio social en Otones de Benjumea (Segovia) y su ámbito de actuación es el medio rural y, por extensión, el de toda la provincia de Segovia y el de su autonomía, Castilla y León.

Más de cuarenta años de existencia avalan esta iniciativa asociativa, que comienza en los albores de la Transición democrática en España. Un grupo de jóvenes, estudiantes universitarios que habían salido a cursar fuera de la provincia de Segovia sus carreras vinculadas, preferentemente, al ámbito de la Educación, se interesa por relanzar la vida de su entorno y propone dar una visión diferente a las fiestas populares transmitiéndoles un aire más cultural. A las clásicas celebraciones religiosas y verbenas musicales se unieron otras relacionadas con el teatro, la gastronomía, las exposiciones, las conferencias, los concursos de pintura o las actuaciones en el medio ambiente. Este nuevo planteamiento cala entre los vecinos con una acogida muy positiva. Su funcionamiento es participativo, con la asamblea general de socios y la junta directiva como los órganos de gobierno de la Asociación. La junta directiva, en la que recaen también las competencias de gestión y representación, se renueva anualmente por sorteo entre todos sus socios, estableciendo diferentes categorías de participación según los grupos de edad para conseguir un mayor reparto de responsabilidades.

El camino transcurrido en estos años de existencia ha pasado por momentos diferentes, algunos de ellos bastante críticos. En concreto, durante los años 1991 y 1992 el cansancio de los miembros más activos lleva a la casi paralización de las actividades organizadas por la Asociación. Esta situación de estancamiento es aprovechada para realizar un período de reflexión entre los socios. Se llega a la conclusión de que éstos no solo deben ser receptores de todos los eventos que se organizan, sino que se les debe exigir un mayor grado de compromiso. Para realizar una mejor gestión de los recursos materiales y humanos se decide, según se refleja en el acta de la Asamblea de la Junta Directiva de 5 de mayo de 1992, que los miembros de la ésta se renueven anualmente mediante un sorteo en el que se incluyan a todos los socios mayores de 18 años, agrupándoles según las edades. La Asociación cuenta para la realización de sus actividades con diferentes fuentes de financiación, la más importante se refiere a las cuotas anuales de los asociados. También, en ciertos períodos se tiene que recurrir a cuotas extraordinarias para poder hacer frente a las obras de rehabilitación de distintos edificios e instalaciones de uso comunitario. En otros casos, se reciben donaciones privadas a favor de la Asociación o bien se reciben subvenciones concedidas tanto por entidades privadas como públicas, además de cualquier otro ingreso que proviene de solicitudes que la legislación permite. A este respecto, teniendo en cuenta el promedio de los últimos ejercicios, el presupuesto ordinario anual puede cifrarse en torno a los 30.000 euros.

Entre los intereses fundamentales que esta Asociación se ha marcado se encuentra la promoción de la cultura en el medio rural, especialmente en una zona muy despoblada, en línea con lo que demandan Gómez-Nicolau, Querol, Ginés, Requena-Mora y Arjona-Cardona (2021: 92), que indican que “los habitantes deben implicarse para tener una oferta cultural, para hacer frente a procesos de degradación ambiental y paisajística y para transformar las realidades”. En este sentido, se insta a promover ámbitos de desarrollo personal y colectivo para mejorar la convivencia de sus vecinos y amigos, disfrutar del tiempo libre y generar lazos de amistad que generen la sociabilidad y aleje a sus ciudadanos de la soledad (Díez-Modino y Pardo-Fanjul 2020).

Por otra parte, y siguiendo la estela de la actividad cultural, otro objetivo prioritario de la Asociación es hacer participar a los socios en creaciones artísticas que puedan generar proyectos de progreso y transformación social como: representaciones de teatro, exposiciones, presentaciones de libros, conmemoraciones, etc. Por último, hay que destacar el desarrollo de la actividad de recuperación y puesta en valor del patrimonio cultural, tanto del histórico, etnográfico como pedagógico, mediante la colaboración y participación con otras entidades públicas como la Diputación Provincial, la Asociación de Desarrollo Local “Segovia Sur” o el propio Ayuntamiento del municipio. Fruto de este interés y deseo comunal se consigue organizar el Museo Etnográfico y el Museo Pedagógico “La última escuela”, que han conseguido una gran repercusión entre la población y han acercado a miles de visitantes a la localidad (Cerezo-Manrique y CerezoManrique 2016).

3. METODOLOGÍA

Para la realización de esta investigación se ha decidido emplear un paradigma cualitativo, ya que con él se pueden comprender mejor los acontecimientos y estudiar la vida social en su propio contexto (Pérez-Serrano 1994). De este modo se ha podido acercar al entorno social de la AC “El Corralón”, tanto desde la opinión que tiene cada uno sobre sí mismo como de lo que ocurre a su alrededor para interpretar una realidad (Taylor y Bogdan 2002). Con este planteamiento metodológico inicial se impone el estudio de caso como la técnica ideal de investigación para este trabajo, puesto que se trata precisamente de comprender esta realidad o entender mejor “el significado de una experiencia” (Pérez-Serrano 1994: 81).

Para construir el caso, según detalla Coller (2005: 29), se plantea la siguiente pregunta inicial: ¿Cómo una Asociación Cultural en un municipio de escasa población consigue atraer la atención de sus asociados, en su mayoría no residentes, para despertar en ellos un sentimiento de identidad comunitario? Por tanto, este es un caso sobre la afirmación de la colectividad a través de la actividad desarrollada por esta Asociación. Para resolverlo se analiza la evolución y trayectoria de la AC “El Corralón” a lo largo de más de sus cuatro décadas de existencia para buscar explicaciones que den respuesta a este interrogante. De modo que el caso es relevante por su naturaleza única, ya que supone una excepcionalidad en cuanto a su impacto en la sociedad, que puede ser replicable en otros contextos similares; y el objeto de estudio es la propia Asociación y la actuación que ha realizado en la recuperación de la memoria y las tradiciones de este municipio que hace sentir el pueblo como propio a sus asociados y simpatizantes.

En cuanto al tipo de caso, y siguiendo la clasificación realizada por Coller (2005), según el alcance es específico puesto que se detalla la historia de la AC, se analizan sus objetivos y se comentan los cambios que ha experimentado. Atendiendo a su naturaleza, es ejemplar pues es un ejemplo ilustrativo de un fenómeno social de integración de la población bajo un mismo proyecto; por el tipo de acontecimiento es mixto, ya que recurre a acontecimientos ocurridos en el tiempo, como son los años de existencia de la AC para explicar el hecho que configura el caso: el sentimiento de comunidad de un colectivo a través de las acciones generadas por esta Asociación. Según el uso del caso es exploratorio (descriptivo), al mostrar lo que ha ocurrido en la AC y las opiniones que se desprenden de sus actuaciones por parte de los asociados y vinculados, sin plantear hipótesis previas. Es descriptivo al dar cuenta de un acontecimiento excepcional, además de tratarse de un caso intrínseco (Chetty 1996), ya que la materia investigada en sí misma ofrece un alto interés. Por último, hay que comentar que también se ajusta a un estudio organizativo histórico (Heras-Montoya 1997), al centrarse en la evolución en el tiempo de una organización con un enfoque diacrónico al emplear técnicas de recogida de información como la entrevista y el análisis documental.

3.1. Diseño de la investigación y técnicas de recogida de datos

En la elaboración de este trabajo se han tenido en cuenta las recomendaciones que indican Henríquez y Zepeda (2004). Se ha utilizado una triple vía de recogida de información: el análisis documental, la observación y las entrevistas. En cuanto al análisis documental, se ha procedido a realizar una actividad planificada y sistemática (Bisquerra y Alzina 2004) mediante la búsqueda de información acerca de la AC “El Corralón”, que se encuentra registrada en el archivo documental de ésta. En este sentido se ha recabado información tanto de las actividades realizadas a lo largo de los años, de los datos que reflejan su gestión económica, del funcionamiento de sus museos y de la reglamentación utilizada para la administración de los órganos directivos. También se procedió a conocer de primera mano el funcionamiento de esta Asociación asistiendo a algunas de sus actividades convocadas como observadores participantes. En ellas se pudo advertir y registrar tanto su desarrollo como el nivel de aceptación, satisfacción y compromiso de los participantes.

Por otro lado, se ha utilizado la entrevista semiestructurada como medio para recoger información de varios participantes (informantes) mediante un muestreo intencional (Durante 2000). La duración de ésta osciló entre los 45 minutos y una hora, en el lugar acordado por el entrevistado. Fueron grabadas con su consentimiento en formato audio y posteriormente transcritas para poder proceder a un mejor análisis. En total se formalizaron 16 entrevistas, de las que ocho correspondían a varones y el resto a mujeres, con edades comprendidas entre los 27 y los 70 años, destacando las seis relacionadas con personas vinculadas con la docencia, tres al ámbito de la medicina, dos a la ganadería, otras dos son amas de casa y el resto corresponden a un miembro de una Asociación para el Desarrollo Rural, un agente inmobiliario, un empresario de turismo rural y un técnico cultural de una institución pública. El contacto con los informantes elegidos se hizo inicialmente mediante un correo electrónico masivo. Unos pertenecían, como socios, a la Asociación, y en los casos que no lo eran declaraban tener alguna vinculación con sus miembros. Se les explicó cuál era la finalidad de ésta, así como se les comunicó que se respetaría el anonimato en todo momento, ofreciéndoles la posibilidad de acceder al resultado final del trabajo para dar su consentimiento (Pujadas-Muñoz 2002).

En cuanto a los perfiles que cumplían los entrevistados, se siguieron unos criterios de selección conformándose como unos “casos ideales-típicos” (Íñiguez 2003: 108). Se estructuraron cuatro grupos de informantes que atendían a tres criterios: Ser residente o no de Otones de Bejumea, ser socio o no de la AC y tener vinculación familiar o no con los miembros de la AC o con algún vecino. De este modo, para su identificación, se establecieron 4 códigos para cada grupo, más el número adscrito a cada persona: No Residente, No Socio y Sin Vinculación Familiar (NResNSocNFam); No Residente, Socio y Sin Vinculación Familiar (NResSocNFam); No Residente, Socio y con Vinculación Familiar (NResSocFam) y Residente, Socio y con Vinculación Familiar (ResSocFam). Posteriormente, para completar el análisis de los resultados, se escogieron los párrafos o expresiones más significativos, tratando de organizarlos en los diferentes temas o categorías a priori planteados. Se ha estimado oportuno incluir estos mensajes de los informantes en el propio análisis para no perder el hilo narrativo de la exposición.

Inicialmente se partió de un guion de preguntas que trataba de organizar la información más significativa que se quería obtener (Andrea-Trindade 2016). En esta ocasión, las preguntas se redactaron de forma que, aunque han seguido un orden establecido, éstas se han adaptado al informante atendiendo a las características personales y/o profesionales que presentaba cada uno. Las cuestiones planteadas han abarcado lo temas relacionados con el objetivo principal y los objetivos específicos que han guiado la investigación (Ryan y Rusell Bernard 2003). Entre los indicadores que se han utilizado destacan los siguientes: la vinculación con el pueblo, el conocimiento sobre la AC, el grado de implicación en la organización de las actividades, la repercusión que tienen estas actividades, la valoración de la programación cultural, las actividades más destacadas y valoradas, la imagen al exterior que proyecta la AC y sus museos, la repercusión de la AC en el pueblo y en la vida de sus vecinos y asociados y la valoración como identidad cultural de Otones de Benjumea.

Con estos indicadores, y para poder realizar mejor el posterior análisis de la información, se ha establecido un sistema de categorías y subcategorías emergentes (Rodríguez-Gómez, Gil-Flores y García-Jiménez 1999) que se organizó en cuatro bloques (Tabla 1): vinculación con el pueblo de Otones de Benjumea, la Asociación Cultural “El Corralón”, la recuperación patrimonial: la actividad museística y la valoración de la actividad cultural que ha desarrollado esta Asociación.

Tabla 1
Cuadro de categorías y subcategorías

Fuente: Elaboración propia

4. RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Para realizar el análisis de los resultados y la discusión se van a seguir los 4 temas-categorías que guían este estudio. Los resultados presentan tanto una descripción de las diferentes situaciones analizadas como una interpretación y discusión de éstas, que dan como consecuencia una visión global del caso.

4.1. Vinculación con el pueblo de Otones De Benjumea

Las personas entrevistadas presentan una vinculación con Otones que varía entre las que han nacido o residido allí o tienen vinculación familiar y aquellos profesionales o personas que tienen relación con algún vecino o socio. Así, nos encontramos con personas que han nacido y siguen residiendo en Otones: “nací en Otones y siempre he vivido aquí” (Res-Soc.Fam4). Han residido durante una época de su vida y siguen viniendo regularmente, “soy natural de Otones y llevo vinculado a mi pueblo toda la vida. He regresado habitualmente en fines de semana y períodos vacacionales” (NRes-Soc-Fam2). Otros no han nacido ni tienen vinculación familiar con nadie del pueblo, pero se sienten cercanos a sus gentes haciéndose incluso socios de la AC: “soy una profesional sanitaria y voy al pueblo regularmente” (NRes-Soc-NFam2), “soy amiga de una persona de allí y lo visito con frecuencia” (NRes-Soc-NFam1). Por otro lado, dependiendo de la época del año, tanto los jóvenes como los mayores se administraban el tiempo de tal modo que el trabajo se compaginaba con el ocio, casi siempre marcados por la edad y el género: “Lo pasábamos bien. En Otones éramos bastantes niños viviendo y no nos aburríamos, jugábamos mucho” (Res-So-Fam4). Por tanto, se percibe un claro arraigo de las personas con el territorio, bien sea con relación al espacio físico como con el simbólico (Grubits y Vera-Noriega 2005), que favorecerá el concepto de comunidad (Hombrados y López, 2014).

El éxodo rural, que comenzó a finales de los años cincuenta y sobre todo en los años sesenta, penalizó el acceso a las infraestructuras y los servicios (Collantes y Pinilla 2020). Sin embargo, en Otones durante los años setenta todavía se mantenía una población estable que posibilitaba, especialmente durante el verano, el que se pudieran juntar para realizar algunas actividades que entretenían y daban alegría a sus gentes: “Política, social y económicamente todo era muy diferente, había mucha precariedad, mucho conformismo, poca iniciativa y participación en los asuntos ciudadanos. Esto no quiere decir que fuera aburrida” (NRes-Soc-Fam2).

Precisamente con los cambios renovadores impulsados durante la Transición y gracias a la implicación de un grupo de jóvenes universitarios se impulsó otro dinamismo entre la población: “Me encantaba hacer los teatros, pasábamos todo el verano ensayando, preparando los decorados, etc.” (Res-Soc-Fam4). Sin embargo, es más llamativa la relación que tienen otras personas que no tienen vinculación familiar con Otones y que se han visto atraídas por diversas razones: “Me habían contado que desde la AC se estaba intentando restaurar la antigua escuela para recuperar materiales,” (Res-NSoc-NFam3); “Por motivos laborales he ido muchas veces a Otones, sobre todo a tramitar expedientes de financiación” (NRes-NSoc-NFam2); “He vuelto por sus fiestas y sus actividades culturales” (NRes-Nsoc-NFam4). Como se puede apreciar, lo rural presenta connotaciones positivas y resulta ser un elemento importante en la identidad social. La vida en los pueblos siempre se ha caracterizado por la cercanía entre sus vecinos, todos se conocen y suelen vivenciar cualquier acontecimiento como si fuera propio. Como indican Vallejo, Moreno y Ríos (2017), la identificación de las personas con el espacio que comparten facilita el sentimiento de comunidad y se consigue una mayor sensación de pertenencia. Precisamente estos valores se van a convertir en referentes para la acción colectiva (Camarero y González 2007) que pondrá en marcha la AC “El Corralón”.

4.2. Origen, trayectoria y estructura de la Asociación Cultural “El Corralón"

Las asociaciones tienen una adecuada estructura en la que los individuos que la forman se reconocen en sus convicciones y en las tareas útiles a realizar (Lazcano y San Salvador 2006), siempre con un ánimo de provocar cambios en el entorno donde operan. Así, en Otones, desde una reflexión inicial por parte de las personas que ejercieron de líderes del proyecto, se plantearon un escenario posible para superar las carencias que se detectaban (Ferreira-Herrera 2015). En este caso, los principios de libertad y democracia que se vivían en la España postdictadura en 1976 van a inspirar a los jóvenes universitarios de la localidad. Se propusieron realizar cambios en la vida de los habitantes del pueblo para fomentar una relación con la comunidad a través de conductas participativas (Moreno, Ríos y Vallejo, 2013) que favorecerían el empoderamiento de sus gentes (Zimmerman, 2000).

Primeramente, se acordó crear una comisión, que se encargaba de preparar de manera diferente los eventos festivos tradicionales: “El origen, según tengo entendido, comenzó como una comisión de fiestas” (Res-Soc-Fam1). Entendían que ese cambio debería centrarse en la promoción de la cultura y en atraer a los que vivían fuera de Otones para que no se desvincularan definitivamente: “[…] Se trataba de convocar actividades innovadoras (teatro, música tradicional castellana, concursos, medio ambiente, recuperación de tradiciones, etc.), atrayentes y, en general, del agrado de los vecinos” (NRes-Soc-Fam2). La difusión de la cultura, en este caso, se convirtió en uno de los objetivos prioritarios que se marcó esta AC, puesto que tiene un impacto positivo en las costumbres al fomentar las capacidades creativas de los ciudadanos y convertirlos así en un motor de cambio. Gracias a la colaboración de los individuos que forman parte del colectivo asociativo se consigue un modelo de ciudadanía inclusiva (Alberich y Espadas 2011), convirtiéndose en un efectivo capital social puesto que comprende los tres elementos básicos que lo componen: red social, confianza y recursos (humanos y materiales) (Herreros 2007).

Con esta primera puesta en práctica de algunas iniciativas innovadoras hasta ese momento, se empieza a gestar la idea de formalizar unos objetivos a desarrollar dentro de un marco legal asociativo en los primeros años de los 80 del siglo XX. Así, en 1983 deciden “constituirse en Asociación Cultural” (NRes-SocFam3), a la que llamaron “El Corralón” (en referencia a un espacio muy frecuentado por los vecinos de la localidad). Con la Asociación ya legalmente constituida, según el acta de 7 de octubre de 1983, y con una junta directiva definida se establece la razón de ser de ésta mediante la declaración de objetivos que pretende cambiar el devenir de una pequeña zona rural de la provincia de Segovia: “Recuperar espacios para uso comunitario, realizar actividades, especialmente de carácter cultural, durante todo el año” (NRes-Soc-Fam4); “[…] y mantener el pueblo con vida a pesar de la despoblación” (Res-Soc-Fam2). Estos propósitos están en la línea que han indicado algunos investigadores en Ciencias Sociales, que diseñan un nuevo marco de actuación asociativo en estas zonas geográficas marcadas por el desarrollo de los espacios rurales (Martín 2002, Putnam, 2000). Sin embargo, como ocurre generalmente en cualquier entidad asociativa,

la línea de actuación pasa por momentos de duda y se aconseja nuevos plan teamientos. Como indica Moscoso (2005: 84), aunque los proyectos participativos tengan la aprobación del colectivo, “esa capacidad de actuar de forma comunitaria también está sujeta al grado de identificación de los miembros que la conforman”. Así, pasados casi diez años desde la constitución formal de la AC, se encuentran dificultades para el relevo (Alberdich y Espadas 2011). El cansancio entre los miembros de la junta directiva hace acto de presencia.: “La Asociación pasó por una etapa crítica a principios de los 90. La razón fue la falta de relevo para ocupar los cargos de la junta directiva” (NRes-Soc-Fam2). Entre las dos opciones que se barajaban para decidir el futuro de AC se optó por la más proactiva. Por eso se decidió, en 1991, según el acuerdo tomado por la junta directiva el 8 de septiembre, que ésta se constituiría de manera rotatoria entre todos sus componentes, casi 400, lo cual se reflejó en sus estatutos. Con esta medida se lograba que todos los asociados experimentaran la sensación de poder decidir qué hacer durante un año, darse cuenta del trabajo que conllevaba y, sobre todo, adquirir la emoción de haber colaborado: “En mi opinión siempre es muy satisfactorio colaborar con las actividades de la Asociación, aportas algo a tu pueblo y contribuyes a la unión de la gente” (Res-Soc-Fam3). Este modelo de “gestión participativa” (Palacios-González 2017: 13) “ha resultado vital para la pervivencia de la propia Asociación” (NRes-Soc-Fam3).

Las actividades desarrolladas por la AC a lo largo de los años han sido muy diversas, muy relacionadas con lo que Bourdieu (1983) denomina “capital cultural”. Entre las más destacadas podemos incluir las relacionadas con el museísmo, el teatro, la música y las danzas regionales, los deportes y juegos tradicionales, las intervenciones medioambientales, las diversas exposiciones, la recuperación de algunas tradiciones o la gastronomía; entre otras. Como comenta AguilarCriado (2005: 54), “la recreación y la evocación de la naturaleza, del territorio y de la tradición conforman el conjunto de significados y símbolos que dotan a estos productos de un valor añadido”. También son muy destacables las actuaciones emprendidas para acondicionar o rehabilitar espacios que estaban casi en ruina y que se han recuperado para el uso comunal. Estas obras se han realizado gracias al esfuerzo de los propios socios y de la captación de fondos europeos (LEADER y PRODER, fundamentalmente): “Creo que el gran cambio que se vivió dentro de la Asociación estuvo ligado a las reformas llevadas a cabo en los locales de la Asociación, la rehabilitación de la Casa del Marqués, la creación de los museos, el local social y, ya más recientemente, la habilitación de los espacios deportivos y recreativos, las campañas de plantaciones de arbolado, la recuperación de los humedales y el embellecimiento del pueblo” (NRes-Soc-Fam3).

4.3 La actividad museística

Como ya se ha comentado, la recuperación del patrimonio y la reivindicación de las tradiciones y costumbres de la localidad han sido unos objetivos prioritarios de la Asociación, sobre todo con la creación de la actividad museística (Arrieta 2009). En 1996 se convocaron dos exposiciones que tendrían como objetivo la recuperación de las tradiciones mediante la aportación de materiales y objetos personales de los asociados que pudieran dar luz a una memoria colectiva. De este modo se fueron recogiendo en una exposición titulada “La última escuela de Otones de Benjumea”: los libros de texto y de lectura que usaron los vecinos, las fotografías de los maestros y alumnos, los cuadernos de tareas, los juegos y juguetes, el mobiliario, los recursos didácticos, etc. Y en otra, denominada “Remembranzas”, se hizo acopio de los útiles del hogar, el ajuar de la casa, los aperos agrícolas y ganaderos, etc.: “En cuanto al Museo Pedagógico, se hizo una primera exposición con los materiales que había en las escuelas […]. Por lo que se refiere al Museo Etnográfico, se pidieron prestados a los miembros de la asociación herramientas y otros muchos objetos antiguos que se ubicaron en un viejo caserón del siglo XIX, posteriormente rehabilitado, constituyéndose allí definitivamente este museo” (NRes-Soc-Fam2). Estas iniciativas, sin quererlo en un inicio, se convirtieron en una fuente de creación de la identidad colectiva. De acuerdo con González de Vallejo (2009), estas propuestas son utilizadas como el canal para desarrollar el territorio y abrir sus actuaciones a otros colectivos (González de Vallejo 2009).

Se formó dentro de la junta directiva de la AC una comisión de coordinación de los futuros museos Pedagógico y Etnográfico, formada por voluntarios, en la que cada persona aportaba sus conocimientos y disposición, como un equipo multidisciplinar: “[…] Incluso he hecho muchas visitas guiadas, sin ser experta en la materia (Res-Soc-Fam4); “Siempre participo en la limpieza de los materiales cuando se convocan las hacenderas” (NRes-Soc.NFam2) Los museos consiguieron aumentar sus fondos y ante la demanda de visitantes se ampliaron y se habilitaron nuevos espacios.

Los visitantes, según se recoge en la página web de la AC, declaran que después de pasar por los museos éstos no les deja indiferentes. En algunos casos analizan con profundidad lo que allí observan y en otros les hace sentir sentimientos de nostalgia: “Para algunos nos supone volver a nuestra infancia y para los jóvenes, conocer de dónde partíamos hasta llegar a donde estamos (NRes-Soc-NFam3). Por tanto, además de poner en valor el patrimonio educativo tangible se consigue “sensibilizar al sujeto hacia los sentimientos de quienes nos acontecieron en el pasado histórico de la educación” (Álvarez-Domínguez 2007: 18).

4.4. Valoración de la actividad cultural desarrollada

Como ya se ha indicado, la producción cultural realizada por esta AC es muy variada, según la memoria de actividades recogida en la concesión del premio otorgado en 2018 por la Diputación de Segovia en el apartado de Cultura (“El Adelantado de Segovia”, viernes 8 de febrero). Las actividades solidarias, las recreativas, las religiosas, las medioambientales o las relacionadas con la recuperación del patrimonio suponen su fundamental marco de actuación. Sus propuestas están asociadas a una responsabilidad social (Durán 2013), al pretender cumplir las expectativas de sus asociados. Como consecuencia, el resultado de esta oferta incrementa la sensibilidad de la población autóctona y de los visitantes hacia el patrimonio cultural, de tal modo que dota de recursos que refuerzan su identidad y memoria. Esta actitud está lejos de la resignación que presenta habitualmente la población de espacios parecidos a Otones. Como indican Vallejo, Moreno y Ríos (2017), la participación está unida a una visión de cambio que posibilita una transformación del medio.

Entre las actividades más valoradas por las personas que tienen menos vinculación con la Asociación se encuentran aquellas que se incluyen en las semanas culturales y las fiestas patronales: “[me llaman más la atención] Las programadas en verano, en la Semana Cultural, las vinculadas a las hacenderas, a las fiestas del municipio, las deportivas, el teatro; en definitiva, todas” (NResNSoc-NFam2). En cuanto a las opiniones provenientes de las personas residentes y de las no residentes, pero con una fuerte vinculación familiar, hay una mayor diversidad de pareceres. Las más valoradas son aquellas que congregan a más personas como los actos comunitarios y los conciertos de música o el teatro: “Se valoran mucho las actividades de tipo festivo y cultural, donde se reúnen amigos y familiares que no se ven desde hace tiempo, como en la matanza” (Res-SocFam3).

Con respecto a la repercusión de la actividad cultural de la Asociación fuera del entorno de Otones de Benjumea, entre los residentes y los socios con fuerte vinculación familiar se estima que el rasgo de identidad es un aspecto diferenciador con respecto a otras localidades de alrededor, lo cual les hace sentirse orgullosos de su pueblo: “Opino que Otones es un referente para los pueblos de alrededor por la oferta cultural y la participación de la gente (Res-Soc-Fam2). En el caso de las personas menos implicadas con el proyecto de la Asociación, también ensalzan la gran tarea de promoción cultural que se hace. Valoran que siendo un pueblo tan pequeño sus socios se comprometan con actuaciones de gran calado: “Las actividades que realiza la Asociación tienen mucha repercusión en el entorno” (NRes-NSoc-NFam2).

De manera general, el aspecto más apreciado, tanto por los más vinculados a la AC como por los que menos, es el trabajo compartido de sus socios para sacar adelante los proyectos. Esta implicación de las personas quizás sea el rasgo distintivo que hace diferenciar a esta Asociación de otras propuestas de zonas cercanas y que define su identidad (Camarero y González 2007; Fonte y Ranaboldo 2007). En la línea de trabajo expresada por Moyano-Estrada (2009), esta apuesta colectiva de los socios de la AC “El Corralón” supone un capital social basado en querer mantener sus raíces y potenciar sus tradiciones con el ánimo de dar un mayor vigor social a esta localidad.: “Otones proyecta una imagen de unión y solidaridad” (NRes-NSoc-NFam2); “En medio de una España despoblada, este tipo de asociaciones y de vecinos que luchan por mantener sus raíces, cuentan con todo mi ánimo y respeto” (NRes-NSoc-NFam4), “Creo que es una de las principales funciones de la Asociación, mantener la identidad de la gente de Otones y que sigan sintiéndose de aquí. Ser de pueblo ya no es tener un estigma” (Res-Soc-Fam3);

Mediante el concepto de identidad se ha involucrado a un colectivo de personas que comparten un sentimiento de vinculación con su entorno físico (Bákula 2000). Como indica la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (2005), por este sentimiento de unión entre las personas residentes o vinculadas que participan de un proyecto cultural definido, como es el caso de Otones de Benjumea y su AC, se desarrolla una identidad que manifiesta un fuerte apego a su tierra y a una manera particular de proyectar la cultura.

5. CONCLUSIONES

Esta investigación aporta un ejemplo de cómo una asociación cultural creada en un entorno poco habitado y con tendencia a su desaparición supera la actitud resignada y catastrofista que suele invadir a los habitantes de espacios con fuerte desarraigo. Se comprueba que gracias a una iniciativa como la creación de este tipo de entidad se puede conseguir un mayor apego al lugar, un elevado sentido de comunidad y un mayor capital social gracias a la participación de sus socios. Tanto los residentes como los que no lo son, pero con un fuerte arraigo familiar, valoran muy positivamente el carácter dinamizador de la vida sociocultural que ofrece la AC; y aquellos que no tienen tanta vinculación aprecian el interés de los asociados por potenciar las acciones comunes de encuentro.

Estos resultados están en la línea de los trabajos realizados por Manzo y Perkins (2006) y Vázquez (2010). Se ha demostrado que la relación entre las tres variables citadas anteriormente ha logrado la construcción de un “nosotros” con fuertes rasgos de identidad (Gravano 1995). Este hecho reafirma la idea de Vallejo, Moreno y Ríos (2017), que determina que la participación está unida a la visión de cambio, concibiendo los participantes como agentes de transformación que tienen el control sobre el devenir de los acontecimientos, alejándoles de esa habitual visión fatalista que suele invadir a los pobladores de este tipo de espacios.

El desarrollo de esta AC ha cumplido los objetivos que se marcó en sus orígenes: posibilitar el reencuentro con sus familiares y amigos de toda la vida en las actividades programadas por esta Asociación a lo largo de sus más de 45 años de existencia. Por otro lado, el hecho de poder participar los socios en la gestión formando parte de la junta directiva cuando les toque por sorteo apoya la tesis de la necesidad de implicación en la puesta en marcha de todas las iniciativas, especialmente la rehabilitación de espacios comunes y la recuperación del patrimonio etnográfico y educativo, generando un mayor sentimiento de comunidad. Este hecho es especialmente apreciado por los no residentes sin vinculación con el pueblo, pues perciben que el esfuerzo colectivo es el motor del buen funcionamiento de las acciones programadas. Por tanto, a través del desarrollo de sus actividades, Otones de Benjumea se convierte en una colectividad que transmite complicidad entre sus miembros, gracias a la participación democrática en los órganos de gestión, en la línea de lo expresado por Xu, Perkins y Chow (2010). El trabajo voluntario colaborativo es una seña de identidad producto de un proceso de socialización al hacer partícipes a la colectividad.

La apuesta por una oferta cultural de calidad ha cohesionado a sus socios y les ha hecho sentirse orgullosos, en especial por la creación y conservación de sus museos y la rehabilitación de los espacios comunales. Para los residentes y asociados con vinculación con el pueblo es un motivo de orgullo poder recibir a muchos visitantes que reconocen la valía de los elementos expuestos y las obras realizadas. Y para los no asociados y con menor arraigo a la localidad, aprecian el esfuerzo por recuperar la memoria y las tradiciones, no sólo de los habitantes de Otones sino de todas aquellas personas que fueron estudiantes en diferentes épocas históricas y bajo distintas leyes educativas, así como también valoran positivamente que la AC se implique en dar a conocer algunos oficios ahora en desuso. Por tanto, se han creado grandes expectativas para todos aquellos que quieran estudiar y conocer los materiales etnográficos expuestos, así como también han despertado la curiosidad por estos temas que, o bien les evocan sentimientos de nostalgia o bien tienen su primer acercamiento a unos contenidos desconocidos para ellos. El trabajo que realizan sus miembros se convierte en su mejor valor patrimonial, en su auténtico capital social, que hace desarrollar sentimientos de pertenencia e integración social, tal como señalan Cohen, Gottlieb y Underwood (2000). Por tanto, la Asociación ha conseguido ser un instrumento de afirmación de la comunidad basado en la recuperación del patrimonio y la memoria, con atributos distintivos que le confiere rasgos de identidad propios.

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