Resumen: Las evidencias muestran que la presencia de terceras personas mientras se responden encuestas puede comprometer la calidad de los datos, ya que las personas encuestadas podrían ser más reticentes a responder preguntas de naturaleza sensible y/o proporcionar respuestas menos precisas. El principal objetivo de este estudio consiste en analizar la influencia de la ubicación y la presencia de terceros en las respuestas a una encuesta sobre temática sensible, como es la violencia en la pareja. Utilizando datos de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer realizada en el año 2019 en España (n = 6.563), este estudio identifica algunos de los factores relacionados con la revelación de experiencias de victimización sufridas en el ámbito de la pareja actual. Para ello, se estimaron una serie de modelos de regresión logística, utilizando cada categoría de violencia (i.e., violencia física, emocional, sexual y conductas de control) como variables dependientes. Las variables independientes incluyen factores relacionados tanto con el lugar donde se llevó a cabo la encuesta como las personas que se encontraban presentes durante la misma. También se incluyeron una serie de características personales de las mujeres encuestadas (p.ej., edad, situación laboral, discapacidad), sus parejas (p.ej., sexo, nacionalidad) y una serie de variables que hacían referencia a la relación de pareja (p.ej., tiempo de relación, persona que aporta más ingresos al hogar). Los resultados muestran que el lugar donde se realiza la encuesta y la presencia de hijos/as durante la misma se relacionan con la revelación de violencia. También se encontró que las entrevistadoras indicaron en mayor medida sospechar situaciones de ocultación de violencia cuando los/ as hijos/as estaban presentes y cuando se habían reportado conductas de control y/o violencia emocional. Los hallazgos pueden emplearse desde una perspectiva aplicada para mejorar la formación que reciben las personas entrevistadoras e informar los protocolos de recogida de datos para encuestas que abordan temáticas sensibles.
Palabras clave: Encuesta mediante entrevista personal, confidencialidad, victimización, calidad de los datos, error de medida.
Abstract: Evidence shows that the presence of third parties during face-to-face interviews can compromise data quality, as respondents may be more reluctantto answer sensitive questions and/or provide less accurate answers. This study analyzes the influence of both location and third-party presence on respondents’ answers to sensitive questions. Using data from the Violence against Women Macro-Survey conducted in Spain in 2019 (n = 6,563), this study identifies some of the factors associated with the disclosure of intimate partner violence experiences within the current relationship. To do so, a series of logistic regression models were estimated, using each category of violence (i.e., physical, emotional and sexual violence, as well as controlling behaviors) as dependent variables. Independent variables include factors related to both the location where the interview took place and the people who were present during it. A series of personal characteristics of the respondents (e.g., age, employment status, disability), their partners (e.g., sex, nationality), and some variables referring to the relationship (e.g., relationship length, breadwinner) were also included. Results show that both the location where the interview took place and the presence of children are associated with the disclosure of violence experiences. It was also found that the interviewers more frequently recorded that they suspected situations of under-reporting when children were present, and when controlling behaviors and/ or emotional violence had been disclosed. These findings can be used from a practical perspective to inform interviewer training and data collection protocols when sensitive data is collected.
Keywords: Face-to-face interviews, confidentiality, victimization, data quality, measurement error.
El Rol de la Ubicación y la Presencia de Terceras Personas en la Revelación de Experiencias de Violencia en la Pareja en una Encuesta Personal
The Role of Location and Third-Party Presence in the Disclosure of Intimate Partner Violence Experiences in a Face-to-Face Survey
Recepción: 10 Mayo 2022
Aprobación: 02 Mayo 2023
La violencia sufrida por las mujeres en sus relaciones de pareja es uno de los problemas sociales y de salud pública más graves en el mundo (Organización Mundial de la Salud 2021). De acuerdo con los datos proporcionados por la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer realizada en 2019 en España, un 32,4% de las mujeres mayores de 15 años ha sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida por parte de su pareja actual o parejas pasadas (Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género 2020). De ellas, un 31,9% ha sufrido violencia psicológica y un 14,2% violencia física y/o sexual. A pesar de su elevada prevalencia, los datos ponen de manifiesto que el porcentaje de denuncia de estas agresiones es muy inferior. Como muestra de ello, solo un 21,7% de las mujeres que indicaron haber sufrido violencia física, sexual o emocional denunció formalmente los hechos. Además, las estadísticas muestran que existe una diferencia notable entre la denuncia de la violencia ejercida por la pareja actual y por parejas pasadas. Así, un 5,4% de las mujeres que sufrieron violencia física, sexual o emocional por parte de sus parejas actuales denunciaron los episodios de violencia a la policía o en el juzgado, mientras que este porcentaje ascendió al 25,0% cuando se trataba de violencia ejercida por parejas pasadas (Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género 2020).
Estas discrepancias en las cifras evidencian un subregistro conocido como cifra negra, que aumenta sustancialmente en los supuestos en los que la violencia se produce en el marco de la pareja actual (Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género 2020). Esto pone de relieve la importancia de recabar datos autoinformados que complementen las estadísticas procedentes de registros oficiales y proporcionen estimaciones más precisas de la magnitud de la violencia ejercida contra las mujeres. Especialmente, en aquellas manifestaciones de violencia menos drásticas, como la violencia emocional o las conductas de control, que no siempre se encuentran tipificadas como delito y donde se hacen más presentes algunas de las razones que las mujeres citan para no denunciar (p.ej., no dar importancia a la violencia sufrida).
Debido a que solo una pequeña parte de las agresiones que sufren las mujeres en el ámbito de la pareja son denunciadas por ellas mismas o por otras personas o instituciones, es importante complementar los datos procedentes de registros oficiales con datos de autoinforme. Pese a que existe unanimidad en afirmar que los datos autoinformados presentan ventajas con respecto a los recabados por organismos oficiales, se han detectado una serie de deficiencias metodológicas en la producción de datos que pretenden detectar y visibilizar los abusos que sufren las mujeres en sus relaciones de pareja. Entre ellas, sehan destacado problemas de definición y operacionalización de los conceptos, el sesgo de recuerdo, el orden de presentación de las preguntas y el sesgo de deseabilidad social (Casado et al. 2012; Cerezo & Izco 2022; Delgado 2014; Ferrer et al. 2006; Ruíz-Pérez et al. 2007). Concretamente, se ha señalado la ambigüedad de términos como violencia y conflicto, utilizados en las primeras macroencuestas de violencia contra la mujer (años 1999, 2002 y 2006) (Casado et al., 2012). También se ha apuntado al sesgo de recuerdo, promovido por un recuerdo deficiente o incompleto de las personas encuestadas, especialmente cuando las preguntas utilizan marcos temporales amplios (Pensando en todos estos incidentes de tipo sexual de los que me ha hablado, ¿sucedió/sucedieron antes o después de que Ud. cumpliese los 15 años de edad?). Todo ello pone de relieve que los datos de autoinforme no son inmunes a los errores de medición.
Las evidencias muestran que esta fuente de error, que en metodología de encuestas se utiliza para describir la distancia entre la respuesta de la persona encuestada y su valor verdadero (Biemer 2010), tiende a incrementarse con la sensibilidad del tema (Tourangeau & Yan 2007). Esto ocurre por el sesgo de deseabilidad social, por el que las personas encuestadas mostrarían una menor disposición a revelar respuestas que pueden ser comprometidas u ofrecer una imagen negativa de ellas (p.ej., consumo de sustancias) y una mayor disposición a desvelar conductas consideradas deseables socialmente (p.ej., voluntariado). Este sesgo de deseabilidad social ha sido acreditado ampliamente, si bien su influencia depende, entre otros factores, del procedimiento de administración del cuestionario. En este sentido, se ha hallado que cuando los entrevistadores son los encargados de administrar el cuestionario (entrevistas personales, telefónicas o realizadas por videollamada) o están presentes durante su recolección, las personas encuestadas tienden a proporcionar respuestas más deseables socialmente que en encuestas autoadministradas donde no hay un entrevistador presente (Kreuter et al. 2008; Tourangeau & Yan 2007). Esto ha sido explicado haciendo alusión a la mayor confidencialidad que ofrecen las encuestas autoadministradas. No obstante, este procedimiento de administración de encuestas, que ha aumentado notablemente en los últimos años, también presenta desventajas (Díaz de Rada 2011). Entre ellas, se ha destacado el control limitado que se tiene sobre quien completa el cuestionario en las encuestas autoadministradas, lo que puede derivar en sesgos o inexactitudes en los datos. Otra de sus limitaciones es la cantidad de información que se puede recopilar; debido a la relación más cercana, las encuestas personales permiten realizar encuestas más largas, como la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer. Otro inconveniente asociado a este procedimiento es que al no haber una persona entrevistadora presente durante la recopilación de los datos, no permite aclarar posibles dudas. Un riesgo que surge en el ámbito ético es que las encuestas autoadministradas, especialmente las que son en papel, pueden ser interceptadas y leídas por otros miembros del hogar, por lo que podrían poner en riesgo a las mujeres si se trata, por ejemplo, de una encuesta sobre violencia de género (McNeeley 2012). Por su parte, en las encuestas autoadministradas de forma online, también podrían darse problemas de accesibilidad en personas con habilidades digitales básicas y/o falta de acceso a dispositivos electrónicos y/o Internet.
La presencia de entrevistadores no solo influye en el error de medición a través de la mayor o menor confidencialidad percibida, sino también de las características sociodemográficas de las personas entrevistadoras (edad, sexo, raza y/o etnia), sus rasgos de personalidad, comportamientos e interacciones con las personas encuestadas (Olson et al. 2020). Por ello, la mayor parte de las encuestas realizadas en el ámbito de la violencia contra las mujeres, como la Encuesta Europea de Violencia contra las Mujeres y la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, utilizan únicamente mujeres entrevistadoras. Además de su impacto en el error de medición, las temáticas sensibles influyen en la ausencia de respuesta, tanto a nivel de ítem (no respuesta a preguntas concretas) como a nivel de unidad (no respuesta por parte de las unidades muestrales) (Yan 2021). En consecuencia, reducir los errores de medición y representación en las encuestas de victimización constituye una prioridad para obtener estimaciones precisas.
También se ha encontrado que el lugar donde se realizan las encuestas puede afectar a la percepción de privacidad de las personas encuestadas y, en consecuencia, a la divulgación de información (Tourangeau & Yan 2007). La presencia de terceros, es decir, de personas ajenas al entrevistador o la persona entrevistada, también podría afectar a las respuestas de las personas entrevistadas (Milewski & Otto 2017; Mneimneh et al. 2018). Este efecto es conocido como “third-party-present-effect” y hace referencia al mecanismo medianteel cual las personas entrevistadas modularían sus respuestas ante la presencia de terceras personas. Como muestra de ello, Aquilino (1993) encontró que las personas encuestadas proporcionaban respuestas más positivas a las preguntas sobre la importancia del matrimonio en presencia de sus cónyuges. No obstante, los resultados no son concluyentes y otros estudios no han encontrado que la presencia de terceras personas afecte a las respuestas de las personas encuestadas (Lau et al. 2017; Quetulio-Navarra et al. 2015). Esta inconsistencia en los hallazgos puede explicarse porque la presencia de terceros parece afectar de manera distinta en función de la naturaleza de las preguntas, de la relación personal de las personas encuestadas con los espectadores, y de la información de la que estos dispongan (Milewski & Otto 2017; Mneimneh et al. 2015, 2020). En este sentido, las evidencias muestran que la presencia de terceras personas puede provocar que las personas entrevistadas oculten cierta información o respondan con mayor deseabilidad social (Aquilino 1993), mientras que en otros supuestos puede actuar como un “detector de mentiras” (Boeije 2004). Como señalaron Aquilino et al. (2000), parece que el impacto de la presencia de terceras personas varía en función de si el espectador es conocedor de la información que se le ha solicitado a la persona encuestada y si esta teme alguna repercusión por revelarla al espectador.
Las discrepancias entre la prevalencia de mujeres que se reconocen víctimas de violencia en sus relaciones de pareja y las que ponen en conocimiento de las autoridades los episodios de violencia sufridos son evidentes. Por ello, la Organización Mundial de la Salud (2021) ha manifestado que las estimaciones más precisas sobre la prevalencia de violencia en la pareja son las obtenidas mediante encuestas poblacionales representativas. No obstante, y a pesar de sus numerosos beneficios, las personas expertas coinciden en señalar la conveniencia de dar respuesta a una serie de cuestiones que derivan de decisiones metodológicas, puesto que las mismas podrían afectar a la validez y precisión de los datos recogidos mediante instrumentos autoinformados (Ferrer-Pérez & Bosch-Fiol 2016). Entre ellas, Ruiz-Pérez et al. (2007) ponen de manifiesto que la propia naturaleza del fenómeno, caracterizado por su privacidad y el entorno íntimo en el que se produce, dificultan que el problema se pueda observar directamente. Además, los autores apuntan que el miedo y los sentimientos de culpa y vergüenza podrían explicar las tasas elevadas de no respuesta y ocultación.
En España, la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, realizada por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género (en adelante DGVG), es la fuente de datos más relevante sobre la violencia que sufren las mujeres en sus relaciones de pareja. Sin embargo, una serie de investigaciones han puesto de manifiesto ciertas limitaciones con las que cuenta este instrumento y que podrían comprometer la calidad de los datos que genera (Casado et al. 2012; Cerezo & Izco 2022; Ferrer-Pérez & Bosch-Fiol 2016). No obstante, la mayor parte de los estudios se han centrado en el análisis de los indicadores utilizados para evaluar la prevalencia de violencia en la pareja, por lo que todavía son numerosos los aspectos metodológicos en torno a esta encuesta que no han sido examinados y que podrían afectar a la precisión de sus estimaciones (Ferrer-Pérez & Bosch-Fiol 2016). Como muestra de ello, a pesar de que los modos autoadministrados se asocian con un mayor anonimato y una menor deseabilidad social (Kreuteret al. 2008; Yan 2021), la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer es administrada por entrevistadoras, lo que puede contribuir a incrementar las tasas de cooperación y respuesta, pero podría aumentar el riesgo de que las respuestas sean menos veraces (Tourangeau & Yan 2007). Como señaló Tjaden (2005: 223) en relación con la producción de datos sobre violencia de género, “se necesita investigar los efectos del contexto de la encuesta, del sexo del entrevistador y del marco de las preguntas”.
Con el propósito de examinar el modo en que una serie de variables relacionadas con la administración de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, como la ubicación desde donde se responden las preguntas y la presencia de terceras personas, podrían afectar a la tendencia de las mujeres encuestadas a revelar experiencias de victimización sufridas en el ámbito de la pareja actual, el presente estudio responde a un doble propósito. En primer lugar, analiza los efectos de la ubicación y la presencia de terceras personas en la revelación de las experiencias de violencia sufridas por las mujeres en sus relaciones de pareja actuales. En segunda instancia, se profundiza en el estudio de los factores asociados a la percepción de ocultación de situaciones de violencia por parte de las entrevistadoras. Se espera que el presente estudio arroje evidencias que permitan proporcionar directrices para la mejora de la administración de encuestas que tienen como objeto central temáticas sensibles.
Sobre la base de las investigaciones previas se plantean una serie de hipótesis basadas en cada uno de los objetivos propuestos. En relación con el primer objetivo:
H1: El lugar donde se realiza la entrevista afectará a la revelación de las experiencias de victimización, de tal forma que realizar la entrevista en el interior del domicilio se asociará con una mayor divulgación de experiencias de victimización en comparación con realizarla en la puerta o en otros lugares.
H2: La presencia de terceras personas durante la entrevista afectará a la divulgación de experiencias de victimización. Además, se espera que este efecto varíe en función del tipo de relación de la entrevistada con los espectadores. Concretamente, se espera que la revelación sea menor entre las mujeres que responden en presencia de sus parejas.
El segundo objetivo se plantea como una pregunta de investigación, si bien se espera que la localización y la presencia de terceras personas afecte de forma similar a lo especificado en las dos primeras hipótesis. En este sentido:
H3: Realizar la entrevista en la puerta del domicilio se asociará con una mayor percepción de ocultación por parte de las entrevistadoras de situaciones de violencia.
H4: Realizar la entrevista en presencia de terceras personas se asociará con una mayor percepción de ocultación de situaciones de violencia por parte de las entrevistadoras.
4.1. Fuente de Datos
Los datos analizados en este estudio proceden de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer (Estudio CIS 3.235), realizada en el año 2019 porel Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en el marco de un convenio establecido con la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género. La Macroencuesta es la operación estadística más relevante que se realiza en España, aproximadamente cada cuatro años, para medir la prevalencia de violencia contra las mujeres. La Macroencuesta de 2019 es la sexta que se realiza en España y su principal objetivo es conocer la proporción de mujeres de 16 o más años residentes en España que han sufrido o que sufren algún tipo de violencia por el hecho de ser mujeres.
La población objeto de estudio fueron las mujeres de 16 o más años residentes en España. En el presente estudio se utilizó como muestra analítica a aquellas mujeres que indicaron tener pareja en la actualidad (n = 6.563; el 68,6% de la muestra)1. El ámbito de la encuesta fue nacional y el muestreo fue polietápico, estratificado por conglomerados. Las unidades primarias de muestreo (municipios) se estratificaron según el cruce de las 17 Comunidades Autónomas y las dos Ciudades Autónomas con su tamaño, medido por la población residente en el mismo. Los cuestionarios se administraron mediante entrevista personal asistida por ordenador (CAPI) utilizando tarjetas en las preguntas más sensibles para incrementar la privacidad.2 El trabajo de campo fue realizado exclusivamente por entrevistadoras mujeres entre el 12 de septiembre y el 1 de diciembre de 2019. La duración media de las entrevistas fue de 21 minutos (DT = 13 minutos). El fichero de microdatos y el cuestionario están disponibles tanto en la página web de la DGVG3 como en la página web del CIS4.
4.2. VARIABLES
Las variables dependientes fueron cuatro constructos que evalúan si la entrevistada había indicado haber sufrido violencia física, psicológica, sexual o conductas de control por parte de su pareja actual. Estas variables binarias (presencia – ausencia) se construyeron a partir de los ítems que hacían referencia a cada una de las categorías más amplias de violencia (véase Materiales Complementarios)5 y la respuesta positiva a uno de los ítems supuso la codificación positiva a ese tipo de violencia:
Violencia física (α = ,80). Se evaluó a través de siete preguntas (M1P4_0_1 y M1P4_0_7) cuyas opciones de respuesta fueron de tipo dicotómico sí/no.
Violencia psicológica (α = ,75), evaluada mediante siete ítems (M1P3_0_1 y M1P3_0_7) con opciones de respuesta dicotómica sí/no.
Violencia sexual (α = ,83). Se evaluó mediante ocho ítems (M1P5_0_1 y M1P5_0_8), con opciones de respuesta de tipo dicotómico sí/no.
Conductas de control (α = ,85), evaluadas mediante once ítems que se encuentran entre las preguntas M1P1_0_1 y M1P1_0_11. Las opciones de respuesta fueron “frecuentemente”, “algunas veces” y “nunca”. Las respuestas fueron dicotomizadas para distinguir entre quienes sí habían sufrido esta forma de violencia por parte de su pareja actual (“frecuentemente” y “algunas veces”) y quienes no (“nunca”).
También se incluyó como variable dependiente la ocultación (“¿Cree que la entrevistada ha ocultado alguna situación o caso de violencia?” cuyas categorías de respuesta fueron “sí”, “creo que sí”, “creo que no”, “no con toda seguridad”6), una pregunta dirigida a las entrevistadoras y situada al final del cuestionario sobre la percepción de ocultación de situaciones de violencia por parte de las encuestadas. Esta variable se incluyó como dependiente en los análisis con el propósito de examinar los factores asociados a la percepción de encubrimiento de las situaciones de abuso.
Basándose en las evidencias previas, se incluyeron como variables independientes una serie de variables relacionadas con la entrevista y cuya información fue proporcionada por las entrevistadoras, como fueron el lugar de realización de la entrevista (en el interior de la vivienda; en la puerta de la vivienda; en otro lugar), así como quiénes eran las personas que se encontraban presentes durante la misma (progenitores; pareja; hijos/as; otros). También se incluyeron una serie de variables sociodemográficas de las entrevistadas, como fueron la edad (en rangos), el nivel educativo (sin estudios o estudios primarios; secundaria 1ª etapa; secundaria 2ª etapa; F.P.; estudios superiores), la nacionalidad (española o española y otra; otra nacionalidad), la situación laboral (trabaja; jubilada o pensionista; desempleada o estudiante; trabajo doméstico no remunerado) y la discapacidad (sí; no).
Asimismo, se incluyeron una serie de variables personales de la pareja, como fueron el sexo (hombre; mujer), la nacionalidad (española o española y otra; solo otra nacionalidad) y la situación laboral (trabaja; jubilado/a o pensionista; desempleado/a o estudiante), y una serie de variables relacionadas con la relación entre ambos miembros de la pareja. Dentro de este grupo se incluyeron el tiempo de relación (menos de 4 años; entre 4 y 10 años; entre 11 y 20 años; entre 21 y 30 años; más de 30 años), la situación legal (casada o pareja de hecho registrada; pareja sin vínculos legales), la diferencia de edad entre los miembros de la pareja, la convivencia con la pareja actual (sí; no), los ingresos del hogar y la aportación de ingresos al hogar (aportan los mismos ingresos; la entrevistada aporta más; otra persona aporta más).
Las variables relacionadas con las características personales de las mujeres encuestadas, así como aquellas referidas a sus parejas y a la relación que ambos mantienen fueron introducidas en los modelos para controlar su efecto. La selección de las variables se fundamenta en el marco conceptual ecológico propuesto por Heise (1998), que estructura los factores asociados a la violencia contra las mujeres en factores individuales; de la relación de pareja; de la comunidad de residencia; y factores asociados a la estructura económica, política y a la cultura del país. Entre los factores de riesgo individuales se encuentran la edad, padecer una discapacidad, ser inmigrante, tener bajos recursos económicos y estar desempleada (Capaldi et al. 2005; Puente-Martínez et al. 2016; Sanz-Barbero et al. 2014). En relación con los factores asociados a la relación de pareja, se han identificado el estado civil, la duración de la relación y el rol de sustentador principal (Alonso-Borrego & Carrasco 2018; Carboné-López & Kruttschnitt 2010; Chan et al. 2011). Concretamente, se ha encontrado que las tasas de violencia física y emocional son más bajas entre las parejas que no están casadas. A su vez, se ha hallado que cuanto mayor es el tiempo de relación, mayores son los niveles de conflictividad (Carboné-López & Kruttschnitt 2010). También se ha encontrado que las mujeres que tienen relaciones donde ambos miembros de la pareja trabajan presentan menor riesgo de violencia en comparación con aquellas donde solamente trabaja el hombre (Alonso-Borrego & Carrasco 2018). Asimismo, es importante remarcar que los datos proceden de una fuente secundaria, por lo que la selección de las variables estuvo determinada por su disponibilidad.
4.3. Análisis de Datos
Para el procesamiento y tratamiento estadístico de los datos se utilizó el programa Stata 16. En primer lugar, se describieron las variables intervinientes en el estudio y se examinó el porcentaje de mujeres que indicaron haber sufrido alguna de las formas de violencia estudiadas. También se analizó la correlación entre la revelación de las distintas formas de violencia mediante el coeficiente de correlación de Pearson. A continuación, se estimaron modelos de regresión logística, utilizando cada una de las formas de violencia como variables dependientes, para examinar los factores asociados a la revelación de las experiencias de violencia sufridas. Para finalizar, se estimó un modelo de regresión ordinal, donde la variable dependiente fue la percepción de ocultación de situaciones de violencia, con el propósito de examinar los factores que se relacionan con una mayor sospecha por parte de las entrevistadoras de que las encuestadas estaban encubriendo situaciones de abuso. Los Factores de Inflación de la Varianza (FIV) estuvieron dentro de los límites apropiados (1,01 ≥ FIV ≤ 3,63), sugiriendo que no existen problemas de multicolinealidad en los modelos.
Debido a que algunas de las variables presentaron datos perdidos (véase Materiales Complementarios), se testeó la hipótesis de que los datos estaban perdidos de manera completamente aleatoria (MCAR) mediante el test de Little. Los resultados no refutaron esta hipótesis (χ2 = 598,15; gl = 1,183; p = 1.00), indicando que los análisis efectuados sobre los datos disponibles no producirían estimaciones sesgadas. También quiere destacarse que la prevalencia y el patrón de datos perdidos podrían estar motivados por la temática sensible de la encuesta y las experiencias de violencia de las mujeres encuestadas, por lo que la imputación de los datos podría no resultar ética en este supuesto (véase Skafida et al., (2022) para una mayor reflexión sobre esta cuestión). Para realizar los análisis estadísticos se utilizaron los factores de ponderación incluidos en la Macroencuesta para ajustar por el diseño muestral y la falta de respuesta.
En la Tabla 1 se recogen los estadísticos descriptivos de todas las variables incluidas en el estudio. Como se muestra, el 11,3% de las mujeres indicaron haber sufrido una o más conductas de control por parte de sus parejas actuales, el 8,4% alguna forma de violencia psicológica, el 1,9% violencia sexual y el 1,6% violencia física. En la mayoría de los casos (96,1%) las entrevistadoras indicaron no sospechar que se hubieran ocultado situaciones de violencia.
En relación con el lugar donde se realizaron las entrevistas, aproximadamente tres de cada cinco (62,9%) tuvieron lugar en la puerta de la vivienda y en un 11,1% de las ocasiones las entrevistadas se encontraban acompañadas. Dentro de este porcentaje, en el 40,9% de las veces las entrevistadas respondieron acompañadas de sus parejas, seguido de un 33,0% que respondió en presencia de sus hijos/as y un 23,8% que lo hizo en presencia de otras personas.
En relación con el perfil sociodemográfico de la muestra, una amplia mayoría (91,9%) indicó tener nacionalidad española y en torno a la mitad de las participantes (50,7%) señaló estar empleada. Por su parte, aproximadamente siete de cada diez mujeres (73,1%) indicaron estar casadas o formar una pareja de hecho registrada. Por lo que se refiere a las características personales de sus parejas, la mayoría de las encuestadas indicó tener una pareja de sexo masculino (98,8%) y nacionalidad española (91,7%). Además, en un 66,2% de las ocasiones las mujeres indicaron que su pareja trabajaba.
En lo que concierne a las variables sobre la relación de pareja, aproximadamente la mitad de las entrevistadas (49,9%) indicó tener una relación de más de 20 años. También un porcentaje elevado de mujeres (89,8%) indicó estar conviviendo con su pareja actual. Por último, en aproximadamente seis de cada diez casos (62,2%) la persona que aportaba más ingresos al hogar era alguien diferente a la encuestada.
En relación con la asociación entre la revelación de las distintas formas de violencia estudiadas, en general, las correlaciones fueron moderadas. La asociación más fuerte se produjo entre haber sufrido experiencias de violencia psicológica y conductas de control (r = ,51; p ≤ ,001; n = 6.561), seguida de violencia física y psicológica (r = ,40; p ≤ ,001; n = 6.563) y violencia sexual y psicológica (r = ,38; p ≤ ,001; n = 6.559). En los demás casos (violencia física‒conductas de control, violencia sexual‒conductas de control y violencia sexual‒violencia física) las correlaciones fueron positivas, aunque más débiles (,27 < r < ,34).
Para examinar los factores asociados a la revelación de las distintas formas de violencia estudiadas, se estimaron una serie de modelos de regresión logística. Los resultados de los modelos se presentan en la Tabla 2. Como se muestra, el lugar de realización de la encuesta y la presencia de terceras personas fueron variables significativas en todos los modelos. Concretamente, los resultados mostraron que la presencia de hijos/as se asocia con una mayor probabilidad de revelar violencia física (OR = 3,81; p = ,002), violencia psicológica (OR = 1,95; p = ,021) y conductas de control (OR = 1,72; p = ,036). Tambiénse halló que realizar la entrevista en la puerta de la vivienda, en lugar de en su interior, se asocia con una menor probabilidad de revelar episodios de violencia psicológica (OR = 0,50; p ≤ ,001), violencia sexual (OR = 0,44; p = ,002) y conductas de control (OR = 0,59; p ≤ ,001).
Con respecto a las variables de control, se encontró que las mujeres que indicaron tener una discapacidad presentaban mayores probabilidades de manifestar violencia física (OR = 3,40; p≤,001), violencia psicológica (OR = 2,39; p ≤ ,001) y conductas de control (OR = 1,63; p = ,009). También se encontró que las mujeres con estudios superiores, en comparación con las que indicaron no tener estudios o tener estudios primarios, presentaron una menor probabilidad de revelar violencia física (OR = 0,20; p = ,009). Resultados similares se encontraron en el modelo de violencia psicológica, donde las encuestadas con estudios secundarios de segunda etapa, en comparación conlas mujeres que indicaron no tener estudios o tener estudios primarios, presentaron menores probabilidades de revelar episodios de violencia psicológica (OR = 0,57; p = ,041). En relación con la edad de las encuestadas, los hallazgos mostraron que esta variable resultó significativa en los modelos estimados para la revelación de violencia sexual y conductas de control. Concretamente, las encuestadas con edades comprendidas entre los 50 y los 59 años y aquellas con edades superiores a 70 años, en comparación con las encuestadas del grupo de edad más joven (16-29 años), presentaban menores probabilidades de revelar violencia sexual (véase Tabla 2). También se halló que las encuestadas con edades entre los 50-59 años, en comparación con las encuestadas del grupo de edad más joven (16-29 años), presentaban una menor probabilidad de declarar haber sufrido conductas de control (OR = 0,47; p = ,007).
Por último, los resultados mostraron que el tiempo en la relación fue una variable significativa en la revelación de violencia física. Concretamente, se halló que la divulgación de violencia física era mayor entre las encuestadas que llevaban entre 4 y 10 años con su pareja actual (OR = 3,73; p = ,038) y más de 30 años (OR = 5,52; p = ,024), en comparación con las que mantenían una relación de menos de cuatro años. También se halló que la probabilidad de que las encuestadas indicaran haber sufrido violencia física y/o conductas de control era mayor entre aquellas que indicaron que ellas mismas u otras personas aportaban más dinero al hogar en comparación con aquellos hogares donde ambos miembros contribuían por igual (véase Tabla 2). Las encuestadas que indicaron tener una relación de pareja sin vínculos legales presentaban mayor probabilidad de revelar haber sufrido violencia psicológica en comparación con las que indicaron estar casadas o formar una pareja de hecho (OR = 1,80; p = ,002).
Para finalizar, y con el propósito de examinar las variables asociadas a la percepción de ocultación de las experiencias de violencia, se estimó un modelo de regresión ordinal utilizando como variable dependiente la ocultación (recodificada para que valores más altos representaran una mayor probabilidad de ocultación). Como se recoge en la Tabla 3, las entrevistadoras indicaron más frecuentemente sospechar de situaciones de ocultación en los casos en los que la encuesta se realizaba en la puerta de la vivienda, en lugar del interior (OR = 1,33; p = ,001), cuando se respondía en presencia de los hijos/as (OR = 1,83; p = ,003) y cuando se revelaban episodios de violencia psicológica (OR = 1,76; p = ,001) y conductas de control (OR = 1,53; p = ,003). También se encontró que la probabilidad de que las entrevistadoras percibieran que se estaban ocultando situaciones de violencia fue mayor cuando las entrevistadas tenían edades comprendidas entre los 40 y los 49 años (OR = 1,42; p = ,029) y los 60 y los 69 años (OR = 1,74; p = ,025), en comparación con las mujeres del grupo de edad más joven (16-29 años). Por su parte, las entrevistadoras indicaron sospechar menos frecuentemente la ocultación de situaciones de violencia cuando la pareja era una mujer (OR = 0,34; p = ,013), las entrevistadas tenían estudios superiores, en comparación con las que no tenían estudios o tenían estudios primarios (OR = 0,64; p = ,003), cuando indicaban tener una discapacidad (OR = 0,75; p = ,042), cuando la cuantía de los ingresos del hogar era mayor (OR = 0,94; p = ,023) y cuando indicaron que el tiempo que llevaban con su pareja era igual o superior a 11 años (véase Tabla 3).
La presente investigación examina la influencia de la ubicación y la presencia de terceras personas en la revelación de experiencias de violencia sufridas por las mujeres en sus relaciones de pareja actuales en una encuesta personal. Asimismo, se analizan una serie de variables asociadas a la percepción de ocultación de situaciones de abuso por parte de las entrevistadoras. Con ello, se pretende arrojar evidencias que permitan proporcionar directrices para la mejora de la administración de encuestas que tienen por objeto central temáticas sensibles. Tomados en conjunto, los resultados ponen de manifiesto que ciertas variables relacionadas con el contexto en que se realizan las encuestas, como son la ubicación y la presencia de terceras personas, así como una serie de variables personales de las mujeres, sus parejas y la relación que ambos mantienen, afectan a la revelación de experiencias de violencia sufridas en la pareja y a la percepción de ocultación de situaciones de violencia por parte de las entrevistadoras. En relación con la ubicación y la presencia de terceros, los resultados muestran que realizar la encuesta en la puerta del domicilio se asocia con una menor tendencia a desvelar experiencias de victimización y una mayor percepción de ocultación de situaciones de violencia por parte de las entrevistadoras.
Estos hallazgos respaldan las hipótesis H1 y H3 y son consistentes con investigaciones previas que sugieren que la percepción de privacidad de las personas encuestadas es relevante, especialmente al responder preguntas sensibles(Tourangeau & Yan 2007). Además, ser entrevistado en lugares públicos, como la puerta del domicilio, puede favorecer la presencia de terceros no convivientes, propiciando que las personas encuestadas tengan menor sensación de privacidad en el momento de responder (León & Aizpurúa 2018). A pesar de ello, es importante puntualizar que dentro del domicilio es generalmente más probable la presencia de convivientes, entre los que a menudo se encuentra la pareja. De hecho, en el presente estudio, la pareja fue la persona que más frecuentemente se encontraba presente cuando la encuestada no estaba sola (40,9%). Como señalaron Ruiz-Pérez et al. (2007), resulta vital tener presente que las mujeres que sufren violencia en sus relaciones de pareja a menudo se encuentran acompañadas por la pareja en el momento de realizar la entrevista o la encuesta, lo que supone un desafío a nivel metodológico, especialmente porque una de las formas de control más extendidas que los agresores ejercen sobre sus víctimas es el aislamiento social (lo que en muchas ocasiones implica que las mujeres no pueden realizar tareas básicas solas).
Los resultados también muestran que la presencia de hijos/as durante la encuesta aumenta la tendencia a revelar experiencias de victimización (H2) y se relaciona con la percepción de ocultación de situaciones de violencia por parte de las entrevistadoras (H4). Estos hallazgos respaldan parcialmente las hipótesis planteadas al mostrar que la presencia de terceras personas afecta a la revelación y la percepción de ocultación de experiencias de violencia. No obstante, los hallazgos en relación con la segunda hipótesis no van en la dirección esperada y muestran que, en esta muestra, la presencia de hijos/as aumenta la tendencia a revelar experiencias de violencia, mientras que no se encontró que la presencia de la pareja afectara de manera significativa a su divulgación. Como señalaron Aquilino et al. (2000), si las personas presentes durante la entrevista conocen la información, las personas encuestadas podrían no presentar dificultades para divulgarla, lo que contribuye a explicar que en el presente estudio la presencia de hijos/as no afectase a la divulgación de experiencias violentas. No obstante, es importante señalar que no se cuenta con información sobre la edad de los hijos/ as y la influencia de su presencia podría variar en función de la misma (infantes versus adolescentes). Además, otra limitación hace referencia a la naturaleza dicotómica de la variable presencia de terceros. No se tiene información sobre la forma en que se codificó esta variable, pero dada su naturaleza binaria, es posible que los hijos/as solo estuvieran presentes en algún momento de la entrevista, pero no necesariamente cuando la entrevistada se encontraba respondiendo estas preguntas en particular.
Sin embargo, la presencia de hijos/as durante la encuesta no se asoció con la mayor revelación de experiencias de violencia sexual. Esto podría deberse a la mayor dificultad para desvelar haber sufrido violencia sexual en presenciade los hijos/as debido a su mayor sensibilidad. No obstante, es importante recordar que la prevalencia de violencia sexual y física declarada por las mujeres en sus relaciones actuales fue muy baja, lo que hace que las estimaciones sean menos confiables. Sobre la falta de relación entre la presencia de la pareja y la revelación de violencia, se debe incidir sobre la forma en que la presencia de la pareja puede haber inhibido la participación de las víctimas, resultando en un subregistro de las situaciones de violencia. La asunción es que si una entrevistadora acude a una vivienda donde se produce una situación de abuso y el agresor está presente, es probable que las mujeres elegibles, al conocer la temática de la encuesta, declinen participar en mayor medida que quienes no han sido víctimas. Esto pone de relieve la importancia de la formación, de manera que las entrevistadoras puedan sugerir regresar en otro momento si detectan que la entrevistada no está sola y establecer seguimientos para las negativas no contundentes.
Los hallazgos en relación con el nivel educativo también tienen implicaciones relevantes al mostrar que las mujeres con estudios superiores revelan en menor medida haber sufrido violencia física por parte de sus parejas actuales. Estos hallazgos podrían deberse a que estas mujeres sufren menos violencia o podrían estar evidenciando que indican haber sufrido menos violencia por deseabilidad social (más intensa en grupos más formados) (Janus 2010). Por otro lado, los resultados muestran que las mujeres de mayor edad fueron menos propensas a revelar episodios de violencia sexual y conductas de control. Estos hallazgos podrían evidenciar la mayor dificultad que experimentan estas mujeres para identificar y/o denunciar formas de violencia que podrían ser especialmente complejas de detectar cuando se producen en el ámbito de las relaciones íntimas. En este sentido, los hallazgos de investigaciones previas sugieren que la infradeclaración en este grupo de mujeres podría estar relacionada con una percepción distinta de la violencia contra la mujer en la pareja (Bonomi et al. 2007), así como la influencia que los movimientos y las políticas feministas podrían tener en la autoidentificación de la problemática en las mujeres más jóvenes.
Los resultados de esta investigación también muestran la importancia de ciertos factores asociados a la percepción de ocultación de violencia. Debido a que los hallazgos del presente estudio muestran que las entrevistadoras indicaron con mayor frecuencia que sospechaban ocultación de situaciones de violencia cuando se revelaban episodios de violencia emocional y conductas de control, nos preguntamos si las mujeres podrían estar ocultando haber sufrido otras formas de violencia que podrían percibirse como más graves, como son la violencia física y/o sexual. Otro hallazgo que debe ser destacado es el que muestra que las entrevistadoras señalaron con mayor frecuencia que percibían ocultación de situaciones de violencia entre las mujeres de mayor edad, lo que pone de relieve que las iniciativas para promover la denuncia del maltrato deben ir dirigidas particularmente hacia estas mujeres.
También se halló que las entrevistadoras indicaron menos frecuentemente percibir ocultación de situaciones de violencia cuando las entrevistadas tenían un mayor nivel de estudios y los ingresos familiares eran más altos. Sin embargo, es preciso recordar que los hallazgos también mostraron que las mujeres con niveles de estudios superiores fueron menos propensas a desvelar episodios de violencia física. Este hallazgo hace que nos preguntemos si podría existir algún sesgo sistemático entre las entrevistadoras a este respecto. Desafortunadamente, no se cuenta con ninguna información sobre ellas (p.ej., edad, nivel formativo) para explorar los posibles efectos de las entrevistadoras y la interacción de las características de las entrevistadoras y las entrevistadas.
A pesar de su contribución a este ámbito de estudio, la presente investigación cuenta con una serie de limitaciones. La primera hace referencia a la utilización de indicadores binarios para evaluar la presencia de terceras personas, lo que no permite conocer si la presencia fue sostenida a lo largo de la encuesta o si se produjo en el momento de responder las preguntas sobre experiencias de victimización. También se quiere señalar la ambigüedad de la categoría de respuesta “en otro lugar” en la variable lugar, ya que podría incluir escenarios muy heterogéneos y haber contribuido a la falta de significatividad en los análisis. En la presente investigación se habla de revelación de experiencias de violencia en la pareja actual, asumiendo que esta refleja la violencia real; no obstante, es sabido que existen errores aleatorios y sesgos sistemáticos que reducen la coincidencia entre una y otra. Otra limitación es que no se cuenta con información sobre el modo en que las entrevistadoras interpretaron la sospecha de ocultación de situaciones de violencia. Además, tampoco se conocen los protocolos de privacidad que emplean7. Por último, no se cuenta con información sobre las entrevistadoras, lo que podría ayudar a esclarecer la medida en que la revelación de experiencias de victimización podría estar influenciada por sus características personales.
De los hallazgos de la presente investigación se derivan tres cuestiones para su reflexión. En primer lugar, las evidencias ponen de manifiesto la importancia de los elementos relacionados con el modo de administrar la encuesta en la tendencia de las mujeres a revelar experiencias de victimización en el ámbito de sus relaciones de pareja actuales, así como en la percepción de ocultación por parte de las encuestadoras de situaciones de violencia.
De los hallazgos también se desprende la conveniencia de crear condiciones que mejoren la privacidad mientras se responden encuestas, sobre todo si la razón para no dar respuestas precisas es la falta de confidencialidad tal y como apuntan los hallazgos del presente estudio. En este sentido, podrían establecerse modos autoadministrados donde las personas entrevistadoras estuvieran presentes, de tal forma que se combinasen las ventajas de ambos métodos.
Por último, en relación con el lugar donde se realizan las entrevistas y la presencia de terceras personas, los hallazgos sugieren que estas variables afectan tanto a la revelación de experiencias de victimización en el ámbito de la pareja actual como a la percepción de ocultación de situaciones de violencia. Por ello, se considera necesario reflexionar si las mujeres entrevistadas contestan ‒o no‒ en mayor medida cuando están solas (y, por ejemplo, si la presencia de terceras personas se justifica porque llegan con posterioridad al domicilio o entran en la habitación donde se está llevando a cabo la entrevista de forma privada) y sobre la necesidad de recoger esta información adicional.
Los hallazgos del presente estudio pueden emplearse para mejorar la formación que reciben las personas entrevistadoras e informar los protocolos de recogida de datos para encuestas que abordan temáticas sensibles. En primer lugar, se recomienda que las personas entrevistadoras promuevan que las entrevistas se realicen dentro del domicilio o en otro espacio privado, en tanto que nuestros hallazgos muestran que la probabilidad de que las mujeres revelen episodios de violencia es menor y la probabilidad de que las entrevistadoras indiquen percibir ocultación de situaciones de violencia es mayor cuando las entrevistas se realizan en la puerta del domicilio. Asimismo, en entrevistas relativamente largas como la Macroencuesta, es presumible que la calidad de los datos sea mejor si las entrevistadoras y las encuestadas se encuentran cómodas.
Otra sugerencia hace referencia a la utilización de bloques autoadministrados que permitan responder secciones particularmente sensibles dentro de encuestas personales de forma más confidencial. De esta manera, aunque la persona entrevistadora esté presente, no escucharía ni vería las respuestas de las personas encuestadas. Asimismo, para favorecer la participación de personas con baja alfabetización y/o problemas de visión en igualdad de condiciones que el resto de las participantes (a quienes no aplicaría el sistema de tarjetas que utiliza la Macroencuesta para las preguntas sensibles) se podrían utilizar modos como ACASI (Audio Computer-Assisted Self-Interviewing), aunque también es importante que los sistemas sean sencillos de manejar para que las personas menos digitalizadas tengan acceso a ellas.
Nuestros hallazgos también muestran la relevancia de que las personas entrevistadoras estén capacitadas en estrategias que les permitan abordar qué hacer si la entrevista se realiza en presencia de terceras personas, especialmente si identifican que estas podrían influir en la participación y/o en la validez de las respuestas, como podría ocurrir con la pareja en una encuesta de violencia de género. En este sentido, la formación estandarizada de las personas entrevistadoras es una herramienta fundamental para reducir la variabilidad entre ellas y garantizar que las encuestas se realizan de manera consistente y conforme a las especificaciones. Íntimamente relacionado con esta cuestión, se quiere destacar la importancia de registrar información sobre las personas entrevistadoras que permita evaluar, y en su caso controlar, el impacto de sus características en los resultados. Para finalizar, se quiere poner de manifiesto la necesidad de implementar protocolos dirigidos a reducir posibles riesgos para las encuestadas, especialmente en situaciones de convivencia con el agresor. Esto supone un desafío a nivel metodológico, ya que cualquier material que se facilite a las encuestadas, por escrito o haciendo uso de medios electrónicos, sobre el tema del estudio y/o sobre los recursos a los que pueden dirigirse para solicitar ayuda y/o denunciar la situación de abuso podría ser interceptado por el agresor, comprometiendo su seguridad. En este sentido, no debe olvidarse que la investigación debe regirse por el principio ético de beneficencia, por el cual se debe buscar el bien para las personas que participen en la investigación.