Reseñas
La fiesta cuartetera es cosa de negros
La fiesta cuartetera es cosa de negros
Opción, vol. 32, núm. 79, pp. 219-221, 2016
Universidad del Zulia

Blázquez, Gustavo (2014): ¡Bailaló! Género, raza y erotismo en el cuarteto cordobés. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Gorla (224 páginas, ISSN: 978-987-1444-30-4, Disponible en tiendas Amazon) En la provincia de Córdoba, la más interior y la segunda más importante de la R. Argentina, existe un fenómeno cultural que cada fin de semana moviliza a miles de personas. El cuarteto cordobés, como se lo conoce afuera o, simplemente el cuarteto, como se lo conoce dentro de la provincia, es al mismo tiempo un fenómeno de la música popular (con más de 70 años de desarrollo), una industria de música y espectáculo (la más importante en términos tanto económicos como de masividad), y el fenómeno social más característico de la cultura cordobesa. Sin embargo, si comparamos con otros fenómenos de la música popular (con el tango argentino, por ejemplo, un caso muy similar en no pocos aspectos), se hace evidente la casi total ausencia de trabajos académicos (historiográficos, antropológicos, musicológicos, literarios, etc.) sobre este fenómeno musical/social del interior argentino.
Y esto es así en parte porque todo lo que se produce en el marco del cuarteto (música, poesía, danza, rituales, etc.) se lo juzga como carente de valor, ya sea artístico, histórico, antropológico o sociológico. Todavía más, se lo considera como la clase de manifestaciones culturales de ese otro social al cual se teme y se prefiere ignorar.
Pero el cuarteto, lejos de ser un fenómeno simple o carente de valor, es un fenómeno sin el cual no se podrían comprender las subjetividades juveniles contemporáneas en esa ciudad. Cada fin de semana los jóvenes de clase baja y media-baja de la ciudad se preparan para asistir al baile, un ritual que trama música, cuerpos, danzas, ídolos y consumos.
Gustavo Blázquez presenta en este libro una exhaustiva etnografía de esas ritualidades, como revisión y ampliación de lo que fuera su tesis doctoral y que se plasmara en un libro que ya es un clásico en la materia: Músicos, mujeres y algo para tomar. Los mundos de los cuartetos de Córdoba. En esta oportunidad retoma más brevemente algunos puntos tratados en aquel libro (los mundos de los cuartetos, sus orígenes, sus variaciones estilísticas, el funcionamiento de la industria de producción de los bailes, etc.) pero traza algunos vectores nuevos, tal vez los más interesantes desde el punto de vista socioantropológico.
En esta entrega Blázquez nos invita a conocer el modo como estos jóvenes cuarteteros asumen distintas identidades de género en esos rituales que conforman el baile, cómo devienen varones y mujeres, y cómo en ese mismo gesto se reproducen jerarquías sociales y formas de dominación con trazas de raza, de clase y de género.El análisis aborda desde los modos como los jóvenes se alistan para ir al baile, los preparativos y requerimientos que de manera diferencial determinan los desafíos que los varones y mujeres deben superar para poder ir, pasando por los distintos modos que tienen de habitar el salón del baile y los modos de bailar la música. Estos dos últimos, los modos de ocupar el espacio y los modos de bailar, devienen signos que producen-reproducen diferencias durante la fiesta, marcando distinciones entre grupos de sujetos y organizándolos jerárquicamente. Y estas jerarquías no son solamente dos (arriba y abajo, dominante y dominados), sino que se multiplican: están los de arriba del escenario, los de abajo pero bien cerca, los que habitan los lados y los que ocupan el fondo del salón. A su vez, en cada espacio hay cuerpos que visten y danzan, y en diferentes (diferenciantes) maneras de vestir y de danzar se producen nuevas separaciones y se reproducen jerarquías sociales. La complejidad y riqueza del análisis da por tierra con las miradas simplistas que sólo ven dominantes y dominados, y muestra cómo (dentro de la propia fiesta popular) no hay quien no sea, en relación a la mirada del que habita el espacio contiguo, un negro.
Negros, precisamente, es como desde las clases medias y altas se los designa a estos jóvenes. Negros “de alma” dicen, como si así la discriminación fuera más legítima porque no proviene del color de piel sino de la clase social que se les inscribe en los modos de hablar, de habitar, de festejar, etc. Vale decir, en su cultura. En Córdoba, sostiene Blázquez, se ha des-racializado a los negros y se ha racializado a los subalternos. Así, lo que antes era estigma de por vida de alguien, asociado a condiciones biológicas, pasó a ser un fantasma que los acecha a todos por estar asociado a algo tan inmaterial como el alma o, mejor dicho, a la cultura. Cualquiera puede, entonces, devenir un negro, si su performance no se ajusta a las normas siempre cambiantes y siempre ambivalentes que rigen el baile. Porque esa marca de clase que los coloca en posición de inferioridad social se ha colado en su propia fiesta, en su lenguaje, en su mirada sobre los pares. Así, dentro del propio baile, negro le dicen ellos mismos al que habita el espacio contiguo y cuya performance no respeta las normas, y negra es la que baila demasiado provocativamente.
En cada baile, en cada fiesta, la reiteración iterativa de esas ritualidades, que Blázquez describe con detalle, contribuye a performar las subjetividades de muchos bailarines y bailarinas jóvenes. Lo hace a través de prácticas heterosexualizadoras que, al mismo tiempo, reproducen un discurso discriminador tanto hacia otras sexualidades como hacia sí mismos y hacia los pares.
Notas de autor