Karl R. Popper, Heráclito y la invención del logos. Un contexto para la Filosofía de las Ciencias Sociales

José Vicente Villalobos Antúnez

Karl R. Popper, Heráclito y la invención del logos. Un contexto para la Filosofía de las Ciencias Sociales

Opción, vol. 33, núm. 84, pp. 4-11, 2017

Universidad del Zulia

El retorno a los “filósofos iniciales” fue un tema recurrente en el intrincado período que representó para la humanidad el ya no tan recientemente finalizado siglo XX1. Ciertamente, si recurrimos a los postulados de la metafísica y la ontología que representaron lo que podríamos llamar anacrónicamente un “giro copernicano” en los estudios sobre el ser, puede verse a su más destacado representante, Martin Heidegger, justamente en la fase juvenil de ese siglo, expresar la necesidad de recurrir a las ideas iniciales de la filosofía; en especial, aquellas que se ocuparon del quehacer ontológico y metafísico, pues a su entender, la “pregunta por el ser” se encontraba en el más aletargado olvido2, para cuyo rescate había que emprender un camino tomado solo en la antigüedad por intermedio de Parménides. Las rutas de ese camino le llevan a interpretar al logos como una de las grandes aportaciones a la filosofía, y como uno de los importantes atributos del ser.

Así, tenemos que en las primeras décadas de ese “siglo perdido”, como pudiera llamársele, dadas las implicaciones que sobre la vida global produjo y produce el conocimiento, en cuanto a lo que a la humanidad de lo humano se refiere el accionar social de esa centuria, hay un intento serio y de grandes proporciones filosóficas para retomar el tema del ser, cuestión que Heidegger se propone con fuerza argumentativa como un nuevo advenimiento de la Filosofía Presocrática, a través de sus estudios sobre la ontología clásica; en especial, a lo interno de su obra dedicada al tema: Ser y tiempo.

En aquél texto, Heidegger retoma la pregunta por el ser que Parménides dejó prefigurada como una cuestión esencial de la filosofía y de las reflexiones sobre la naturaleza humana; pero también, es bueno decirlo, que desde los estudios sobre la filosofía previa al socratismo el filósofo alemán también hace un abordaje de gran significado para la comprensión de ese importante período filosófico, a través de sus estudios sobre la obra del más destacado de los filósofos iniciales, en opinión de muchos, Popper incluido. Este filósofo inicial, quien además es conocido por la historiografía de mayor circulación en la historia de las ideas como El Oscuro, representa para las ideas contemporáneas un pivote ontológico con repercusiones conocidas para la historia de la filosofía de los últimos ochenta años. En efecto, Heidegger, junto con Eugen Fink3, se adentran en los intríngulis filosóficos que el efesino Heráclito dibujara desde la antigüedad como una de las primeras descripciones acerca de la naturaleza del ser, y del más acabado fenómeno descriptivo de su accionar: el logos. Este último aspecto de la filosofía del presocrático, es de marcada ocupación por parte de otros de los grandes filósofos del siglo XX, Karl R. Popper; aunque esta vez desde la atalaya que reconstruye en torno de los aspectos filosóficos y epistemológicos de la ciencia, también con grandes repercusiones para la era del auge del conocimiento, como también se le conoce al siglo pasado. Hay que decir que estas repercusiones son de menor intensidad para la filosofía que las de los estudios sobre el ser; pero, necesario es no negarlo, de una indiscutible profundidad, generadora a su vez de otra tradición filosófica, especialmente en cuanto al enfoque que se evidencia en el contexto de las conjeturas y refutaciones que argumentalmente le atribuye a Heráclito el filósofo austríaco.

Ciertamente, Karl R. Popper plantea que uno de los filósofos presocráticos más audaces, al menos en cuanto al procedimiento filosófico se refiere, es justamente Heráclito y su invención del logos. Así como el ser para Heráclito tuvo su pivote estructural en el poema de Parménides, también para el austríaco el logos representa una de las mayores aportaciones para el inicio de la filosofía. De acuerdo con sus constantes afirmaciones, expresa que su audacia se compara con la del discípulo de Tales, el también jonio Anaximandro, especialmente con su manera de pensar la cosmología, esta última según Popper expresada justamente como forma de “pensar” el mundo; esto es, no desde laexperiencia, como luego se constata en el discípulo de este último filósofo griego discípulo de Tales (me refiero a las enseñanzas que recibió Anaxímenes de su maestro Anaximandro), sino en la abstracción, base del racionalismo crítico popperiano; en ese sentido, según esta mirada, Anaximandro expresa una idea acerca del origen del Universo no basada en la experiencia (se refiere al equilibrio y armonía de la Tierra en el espacio, sin sujeción a ningún soporte universal, como pensaron Tales y Anaxímenes, desviando lamentablemente después su atención hacia la experiencia), cuestión por la que merece un lugar en la argumentación de Popper y su insistente idea de negar el inductivismo como forma de progreso de la ciencia.

Pues bien, para Popper4, la idea del logos como invención filosófica, debida a Heráclito al expresarla este como descripción de la naturaleza humana y como atributo del ser, así como la idea del cambio, la cual, como afirma, ya se encontraba en la filosofía de Anaximandro, ambas como propiedad de todo cuanto existe y acontece, son parte de lo que estos filósofos expresaron en tanto creaciones audaces de sus respectivos intelectos. Con relación a Anaximandro, agrega además que su invención del equilibrio de la Tierra en el espacio, es indicativo del gran influjo que dio el razonar como forma de expresión de las ideas presocráticas. A Popper no le quedan dudas acerca del aporte de este filósofo para la ciencia moderna, al menos hasta la aparición de Maxwel, según cree firmemente. Sin embargo, en este sentido de los aportes a la posteridad en el campo científico, Popper le atribuye a Heráclito uno de los mayores inventos de la filosofía, por el solo hecho de haberla pensado. En realidad se trata de dos ideas: la del logos como atributo del ser, y la del cambio como estructura del mundo. Heráclito parece querer decir que el cambio es la estructura del mundo, cuestión que es representada por la idea del logos, pues a través de ésta se pueden afirmar consecuencias acerca del devenir del hombre y de la naturaleza. Así, puede afirmarse que Popper atribuye a Heráclito la razón del cambio como dimensión característica de esas dos entidades (hombre y naturaleza), de manera que asienta parte de su concepción refutacionista y conjetural en la estructura de pensamiento de los pensadores “del inicio”.

Por las razones que anteceden, quisiera detenerme en estos comentarios editoriales en la idea de “cambio”, en vista de las consecuencias que la modernidad tardía, e incluso la era posmoderna que transitamos, le da a esta concepción no determinista del mundo, pero que las ciencias devenidas en el curso de los años seculares quisieron endosarle, especialmente en lo atinente a la fundamentación epistemológica del método científico en general, y a la fundamentación epistemológica de las ciencias sociales en particular. Una de las cuestiones que más llama la atención al filósofo austríaco, es que los detractores de Heráclito pretenden hacer ver que sus aportes son insignificantes, al menos en cuanto al razonamiento mismo se refiere. Ciertamente, Popper defiende la doctrina heracliteana del cambio al contraatacar los argumentos de Burnet quien afirma que la doctrina del griego no era nueva, y que todo se debía a la ansiedad del filósofo presocrático al intentar expresar la doctrina del flujo universal producto de sus condiciones y relaciones personales y sociales, de donde para sus detractores proviene justamente esa ansiedad filosófica. Incluso, Popper indica que Kirk y Raven son de la opinión de que todos los pensadores presocráticos eran partidarios de esta cosmología, restándole con ello la originalidad que Popper defiende en el Efesino.

En este orden de ideas, el filósofo austríaco lo que está diciendo es que los pensadores que siguieron a Heráclito, no lograron ver la originalidad de su pensamiento en lo referente a la cosmología, ni mucho menos en lo tocante a los atributos de la naturaleza humana. Ambas ideas, cambio y logos, necesitaron más de 2.400 años para ser comprendidas a cabalidad, pues afirman que no es lo mismo decir en sentido estático “hay fuego en la casa”, que decir en un sentido fluido “la casa está ardiendo”. De acuerdo con lo primero, se estaría en el ámbito de un incidente en la naturaleza, aislado, no conectado con el flujo de la realidad; pero conforme con lo segundo, se está en presencia de un flujo, de un proceso, de una complejidad interconectada muchas veces no visible al común de la gente (quienes se comportan como “niños”); y es esto por lo que a Heráclito se le coloca en el terreno de lo innovador en el mundo presocrático: la idea del flujo constante; la idea del cambio perenne, pues nada permanece inmóvil. Por ello afirma Popper que los detractores de Heráclito no distinguen la diferencia del mensaje entre los filósofos milesios (en referencia a Tales, Anaximandro, Anaxímenes y Heráclito).

La cuestión central de todo este argumento es que Popper afirma que la innovación heracliteana consiste en el hecho de que todo está en movimiento; nada permanece estático; esto es, todo el universo está en constante transformación, de manera que las tentativas de solución a los problemas referidos al preguntar cosmológico devenidas luego, se deben a este gran descubrimiento: Parménides, Demócrito, Platón, Aristóteles; todas las propuestas filosóficas de estos pensadores penden de la idea original de Heráclito, pues son tentativas cuyo origen se encuentra en la concepción del flujo constante. Para Popper es difícil negarle a este filósofo presocrático el verdadero aporte que representa el cambio frente a la concepción del mundo eterno de la cultura griega. Incluso, afirma nuestro intérprete que esta idea pudo haberle venido a Heráclito de los difíciles momentos de tormenta política que vivió en su Éfeso natal, debido a los grandes trastornos sociales y políticos que le tocó vivir5. Heráclito, al vivir un momento histórico de revolución social, debido a las grandes tensiones en el seno de la ciudad, tuvo la necesidad de pensar en la forma en cómo se suceden los cambios sociales y políticos, extrapolando con ello ese pensar hacia el todo como universo total. Fue el primer pensador en ocuparse de los cambios sociales, a través del logos y de la idea de cambio: vio la forma en la cual a las aristocracias tribales les tocó ceder ante los influjos de la democracia que emergía como sistema. Como lo recoge la historiografía más antigua (Tucídides y su narración sobre la historia de la guerra del Peloponeso), con el correr de los años, este sistema basado en el demos, luego de grandes confrontaciones, decantó en lo que se conoce como el Siglo de Pericles, de grandes repercusiones para la historiografía política y filosófica, de innumerables aportes para la comprensión de los males de la política, pero también para la comprensión de lo bueno que representa para la vida en sociedad el sistema democrático.

De toda esta postura heracliteana sobre el logos y el cambio por la cual se interpretan los problemas sociales, se deduce en este filósofo la teoría de la “dinámica social”, frente a la teoría predominante en su época de la “estática social”. Popper afirma que la dinámica de la naturaleza en la filosofía de Heráclito, le vino de su teoría acerca de la dinámica social. ¿Cómo llega Popper a esta concepción presunta del Filósofo de Éfeso? Veamos. Una de sus más grandes preocupaciones acerca de la vida humana es la guerra; de ella afirma que es causa de cambios y es principio creador de cambios, especialmente de las diferencias existentes entre los hombres. Pero lo más importante, a mi modo de ver en el argumento de Popper, es que ve esta postura heracliteana como una posición moral, pues al final de todo, de acuerdo con Heráclito la guerra hace justicia, es decir, su resultado siempre es justo. El filósofo griego afirma que la guerra es universal, y como tal, al ser también la justicia pugna, todos los acontecimientos en su devenir se desarrollan a través de “la lucha” y por “necesidad”, emergiendo constantemente del fragor del pólemos las hazañas y méritos que enaltecen al hombre. De ello entonces se deduce que el mérito, al ser medido por el éxito en la guerra o en la lucha, es un constante fluir; es dinámico como dinámicas son la lucha y la guerra. De este argumento a su teoría de la identidad de los opuestos hay solo un paso en la argumentación del historicismo que se le atribuye.

Con respecto a esto último, vale la pena referir unas breves líneas para entender el papel del logos y del cambio en la teoría social que Popper le atribuye a Heráclito desde el historicismo que el mismo Popper denuesta. Para ello hay que hilar con cuidado para evitar confusiones, y destaquemos el dato que recoge Popper referente a la vida del filósofo presocrático en la ciudad que lo vio crecer; destaca que las leyes son vulneradas por el constante cambio, sufrido al fragor de las luchas y las guerras -argumenta con decepción-, a pesar de la defensa que pone en juego Heráclito para que se mantengan las leyes antiguas; ese dato es consecuencia de su concepción del cambio: que todo fluye. Para Heráclito, todo cambia; el orden social no es eterno, por lo que es necesario conducirse como adulto, asumiendo la idea del cambio como parte de la naturaleza social, muy a su pesar (lo que más desea es que la ley sea preservada). De allí que esta idea sea parte, no solo de su postura acerca de la vida en sociedad sino, de los argumentos del historicismo en general, según Popper. Lo que se quiere significar es que lo determinante en Heráclito es que el cambio es constante, no se detiene, y por tanto, hay un historicismo particular centrado en la idea fija del cambio.

Sin embargo, al afirmarse que “todo cambia”, Popper destaca que estetodo padece una de las más perniciosas características de la vida social y del historicismo: atribuirle una importancia excesiva al cambio, junto con la creencia de una ley del destino, “inexorable e inmutable”, en palabras del austríaco. Y esto es una característica de la mayoría de los historicistas, especialmente de quienes afirman que es necesario un esfuerzo extraordinario para poder predecir el destino de la sociedad a partir de los cambios necesarios. El historicista hace intentos, creemos que es lo que está en la idea de Popper, por hacer coincidir el destino de la sociedad con los cambios que se operan. Esto puede hacer deducir la idea de que todo cambio, por necesario que sea desde el punto de vista lógico, dada la doctrina presentada, conduce a un fin determinado, cuestión con la que Popper no congenia; todo lo que hay que hacer es entenderlo e interpretarlo en su sentido originario. Y sin embargo…

Sin embargo, la invención del logos como argumento, como razón, como idea,6 puede ser entendida, no solo por los aportes de Popper en su interpretación sino por los cada vez más numerosos estudios referentes al tema, como una de las más grandes aportaciones de la filosofía presocrática a la cultura filosófica universal, más aún, a mi modo de ver, a la filosofía de todos los tiempos. Pero, si se le asocia al historicismo particular, tal como lo entiende Popper, es decir, como una doctrina que establece que hay un destino del hombre por intermedio de la idea de cambio, entonces todo lo que hay que hacer es descubrir sus leyes y su lógica para entender los acontecimientos del hombre y de la historia a través de dicha idea. De allí que si se interpreta la doctrina de Heráclito inserta en las razones del historicismo en general, sería malentender el sentido de sus argumentos: la historia humana es la historia de la guerra y de la imposición de la justicia; por ello, las consecuencias de los cambios que se suceden como principal característica social. Entender esto es una cosa, y comprender la historia humana y los hechos sociales en general como predestinados, es un error propio del historiador que quiere hacer entrar en sus argumentos el destino de la sociedad.

Por estas razones, por este logos, es que hay que volver a los presocráticos y reinterpretarlos a la luz de los descubrimientos científicos y de los hechos sociales que caracterizan al mundo de hoy, esto es, al mundo del tecnoconocimiento, cuestión de la que ya hemos expresado algunas ideas.

Finalmente, citemos unas palabras de Popper en torno a este tema, pues representa un eslabón en la teoría social de este filósofo, cuyo racionalismo se centra en las ideas de logos y cambio del presocratismo enmarcado por Heráclito de Éfeso; así, afirma que “…el enfoque historicista de las ciencias sociales ofrece resultados verdaderamente pobres…”. Por ello, hacer intentos de entender la sociedad desde estas categorías del pensamiento abstracto, implica considerar las implicaciones lógicas y científicas en el seno del falsacionismo popperiano. Se debe entender el logos y la doctrina del cambio, como parte de las sociedades dinámicas, y no desde las sociedades estáticas, como pudiera entenderse del positivismo imperante en la cultura científica de la modernidad.

Notas

1 Véase por ejemplo, el texto de Gadamer publicado en alemán en 1996, y traducido al español en 1999. GADAMER, Hans Georg. 1999. El inicio de la filosofía occidental, Paidos, Madrid (España).
2 Ver en Ser y tiempo de 1926. Edición digital, traducción y notas de Jorge Eduardo Rivera: http://www.philosophia.cl
3 Ver el texto de ambos. HEIDEGGER, Martin y FINK, Eugen. 1986. Heráclito, Ariel Filosofía, Barcelona (España).
4 Ver en Popper, Karl R. 1972. Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico. Paidos Ediciones, Barcelona (España).
5 Estas afirmaciones se encuentran en el texto de Popper de 1945, traducido en 1984. POPPER, Karl R. 1984. La sociedad abierta y sus enemigos, Ediciones Orbis, Barcelona (España).
6 La historiografía contemporánea prefiere no traducir el término, como se explicita claramente en los trabajos de Heidegger, y del mismo Popper, aunque este a veces lo traduce por “razón”.

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