Reseñas y comentarios bibliográficos
Buenos días a todas y a todos. Quisiera transmitirles el saludo y la felicitación de la presidenta de El Colegio de México, Silvia Giorguli, quien como ustedes saben es socióloga, demógrafa e integrante del Centro de Estudios Demográficos Urbanos y Ambientales (CEDUA). Es un privilegio estar aquí. Le agradezco a Landy Sánchez, directora de este centro de estudios, por haberme invitado a celebrar los sesenta años del Centro, y hacerlo compartiendo la mesa con tan apreciadas colegas. Saludo con gusto a Clara Salazar, directora de la revista Estudios Demográficos y Urbanos, y a Edith Pacheco y a Martha Schteingart, quienes han hecho dos extraordinarias presentaciones sobre los dos campos en los que participa la revista desde cerca de cuatro décadas. Saludo también con mucho gusto a quienes han dirigido el Centro y la revista, a todos mis colegas, a los egresados, a nuestros estudiantes y al personal administrativo, que de muchas formas hace posible que el trabajo del Centro no se detenga. Todos han contribuido de diversas maneras a la consolidación de este sexagenario lleno de vitalidad que es el CEDUA. Saludo también con respeto, porque así lo inspira su trabajo, y con afecto, porque así lo inspira su persona, a la editora, ya por muchos años, de la revista, Lety Argüelles.
Cuando recibí la invitación para participar en esta ceremonia, me propusieron hablar de “las revistas de El Colegio de México”, interpretando que el enfoque con el que debía tratar ese tema era el sugerido por el título del evento “60 años del CEDUA. Una lectura de su trayectoria intelectual a través de su revista”. Rápidamente pensé que lo mejor era declinar la invitación: lo primero que se me vino a la cabeza fue que no me sería posible preparar algo para hablar de todas las revistas de El Colegio, y menos aún de proponer algunos elementos sobre la trayectoria intelectual de la institución a través de esas publicaciones. Tanto Clara Salazar como Landy Sánchez me tranquilizaron autorizándome a no sujetarme a ese tema y acordamos dejar el título de mi participación como se encontraba en las primeras versiones del programa. Les pido entonces muy atentamente ignorar el título que el programa da a mi intervención y aceptar mis disculpas.
Renuncié a hacer aquí una reflexión sobre las revistas de El Colegio y las trayectorias académicas de las que ellas dan cuenta porque, además del trabajo monumental que ello supone, es una tarea que reclama las habilidades del historiador que, como saben, no son las mías: habría sido necesario identificar el contexto, las condiciones y las motivaciones de la creación de cada revista, pero sobre todo, conocer cada disciplina para identificar las temáticas, las escuelas, las discusiones, y saber interpretar eso que indican las referencias bibliográficas de los textos.

Por otro lado, la diversidad de las revistas de El Colegio vuelve la tarea aún más compleja: las diez revistas académicas que hoy se editan en esta institución han seguido trayectorias que les son propias: iniciaron en diferentes momentos, los grupos que, en cada caso, fueron portadores de esos proyectos estaban integrados por personas de disciplinas científicas específicas, con horizontes profesionales variados y supongo que tenían concepciones de la investigación no necesariamente homogéneas.
La Nueva Revista de Filología Hispánica, cuyo propósito es contribuir a la investigación científica de la lengua española y las literaturas hispánicas, empezó a ser publicada en El Colegio de México en 1947. Recuperó la vocación de la Revista de Filología Hispánica, interrumpida por la llegada de Perón al poder en Argentina, que a su vez había sido una respuesta a la derrota de los republicanos españoles en 1939 y a su consecuente exclusión de la Revista de Filología Española (Pedrazuela, 2015). La Nueva Revista de Filología Hispánica fue creada gracias al decidido impulso de Alfonso Reyes y a la oportuna llegada de Raimundo Lida. Actualmente, como saben, se publican dos números por año y, sí, es la revista más longeva en esta institución.
Le sigue en antigüedad Historia Mexicana, revista trimestral especializada en “la indagación del pasado”, que publica artículos, reseñas y ensayos críticos sobre fuentes documentales y obras históricas. Esta revista tuvo como su primer director a Daniel Cosío Villegas, y como cofundador nada menos que a Alfonso Reyes.
Después aparecieron Foro Internacional, fundada en 1960 también por Don Daniel; Estudios de Asia y África, que apareció como Estudios Orientales en 1966; Economía y Demografía en 1967; Estudios Sociológicos en 1983; Estudios Demográficos y Urbanos, así como Estudios Económicos, en 1986; Cuadernos de Lingüística en 2013; el Anuario Asia Pacífico, en 1993; y la Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género en 2015.
Además de las diferencias en sus cronologías, en las orientaciones disciplinarias y en las conformaciones de sus equipos responsables a través del tiempo, tampoco son idénticas en la forma como presentan sus contenidos: varían en la importancia que otorgan a las reseñas y las notas, en la recurrencia de los números temáticos, y también en su periodicidad: podemos encontrar las de publicación semestral; como Estudios Económicos; las cuatrimestrales, como Estudios Demográficos y Urbanos, y las de publicación continua, como Cuadernos de Lingüística.
Algunas han transitado a la versión electrónica sin dejar de ofrecer a sus lectores una versión impresa, mientras que otras desde su inicio son únicamente digitales. En fin, algunas publican sus contenidos en español e inglés, como Estudios Económicos, mientras que otras resguardan su idioma original, como la Nueva Revista de Filología Hispánica, resueltamente volcada a su estudio. Qué decir, por último, de los aspectos de la organización interna en cuanto a sus comités editoriales, sus rutinas y su vertiginoso tránsito a la era digital, en lo que, teniendo actividades similares, cada revista ha seguido un itinerario propio.

Si bien marcan la labor cotidiana de quienes las diseñan y elaboran, estas diferencias no conciernen a los objetivos cardinales de esas revistas. Todas ellas se acercan en su propósito que, expresado con diferentes formulaciones, se refiere a la publicación de trabajos originales basados en investigaciones académicas rigurosas para, con ello, participar en la difusión del conocimiento en cada una de sus disciplinas. Todas son espacios de diálogo y discusión, todas operan con la rigurosa revisión de pares y todas, lo sabemos, son escrupulosas en observar buenas prácticas de ética editorial.

Como podrán adivinar, estas consideraciones no me autorizarían a aventurar siquiera alguna idea general de la trayectoria intelectual de la que dan cuenta estas revistas, y por ello me limito en los minutos que me quedan a compartirles un par de consideraciones respecto a la nueva época de nuestra revista Estudios Demográficos y Urbanos.
Sabemos que uno de los cambios que marca esta nueva época es que la revista ha dejado de imprimirse. Pensando en criterios estrictamente gerenciales, se entiende fácilmente que, a lo largo de los últimos años, debido a las facilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, las prácticas de lectura han evolucionado sustancialmente. Esa transformación ha hecho evidente que el costo de la impresión y de la logística que supone la distribución de la revista impresa no se justifica por el número de lectores ni lecturas que son posibles en ese soporte.
La irrupción e incesante mejora de lo digital vuelve todavía más significativa la distancia entre la eficiencia del ejemplar impreso y del que sólo se edita electrónicamente. Frente a los 300 ejemplares que se distribuían de la versión impresa (900 si pensamos en los que se imprimen y distribuyen durante un año), resultan abrumadores los números relacionados con las consultas y descargas a través de medios digitales: sólo en 2022 la base de datos Redalyc registró casi 44 mil descargas de los artículos de la revista, mientras que en la plataforma Jstor se registraron casi 13 mil solicitudes de consulta o descarga ese mismo año. El impacto de la revista es hoy incuestionable pues, de acuerdo con el trabajo de nuestros bibliógrafos, 79% de sus artículos han sido citados.
La revista atraviesa sin duda un presente radiante que sólo puede explicarse por la infatigable labor del personal que directamente se ha ocupado de ello, como Manuel Ángel Castillo y Rosi Ferrer en el pasado reciente, y ahora Clara Salazar y Alina Sánchez, acompañados los cuatro por Lety Argüelles; por el acompañamiento atento y comprometido de los consejos editoriales; por la invisible y generosa labor de los evaluadores; y por la colaboración benévola y profesional de los numerosos autores cuyos textos han contribuido a construir la reputación que hoy tiene Estudios Demográficos y Urbanos.
A pesar de la cantidad de consultas, descargas y citas, y del número creciente de manuscritos que mensualmente se reciben para ser evaluados, síntomas de la buena marcha de la revista y augurio de una exitosa nueva época, debo confesar que el futuro de la revista también me suscita cierta incertidumbre.
En 1986 la revista Estudios Demográficos y Urbanos fue creada con la aspiración de tener un espacio de diálogo interdisciplinario y plural para lograr un conocimiento amplio y para difundirlo. Dado que ese conocimiento, basado en investigaciones sobre la dinámica poblacional y la reconfiguración de los espacios urbano y regional, exigía espacios de reflexión teórico-metodológicos, la revista los ofrecía. También se proponía publicar la producción científica reciente, así como constituir un espacio de información y difusión bibliográfico de información sobre reuniones, eventos y programas vinculados con la temática poblacional y urbana; y con ese objetivo esperaba contribuciones de los investigadores del entonces Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano (CEDDU), pero también de estudiosos y científicos de otras instituciones académicas. Ciertamente, no se lee en ese primer número una declaración similar a la que hacía Claudio Stern cuando presentó Estudios Sociológicos como “órgano de expresión de los profesores-investigadores del CES y también foro de intercambio entre los sociólogos latinoamericanos” (Stern, 1983, p. 7), pero lo cierto es que, como lo hizo ver Martha Schteingart en su presentación esta mañana, y como discretamente está señalado en la presentación de la revista Estudios Demográficos y Urbanos, ésta también fue concebida como un espacio para la difusión de la producción científica de los miembros del CEDDU (El Comité Editorial, 1986).
Hago esta referencia porque me pregunto si las exigencias que impone la carrera por la inscripción en los índices y por la conquista de citas está volviendo impracticable que nuestra revista publique los trabajos de los investigadores del centro al que está adscrita. Mi duda es también respecto a la orientación temática y metodológica de la publicación y, concretamente, respecto a si terminará por ser completamente ajena a las temáticas y orientaciones metodológicas de las investigaciones que constituyen la agenda del CEDUA. En una reflexión sobre Politix, una revista de ciencia política, Pierre Favre (2012) analizó cómo ésta pasó de ser una revista de “escuela” a una revista “mainstream”; es decir, pasó de ser una publicación en la que las problemáticas eran compartidas por los textos publicados, las bibliografías eran propias a las de los sistemas cerrados de referencias y en la que era posible identificar a sus padres fundadores, a ser una revista con problemáticas más específicas, propias a cada subdisciplina, en la que las referencias teóricas canónicas tienden a escasear, en la que los trabajos son más reivindicados al empirismo y en la que las referencias a trabajos, en ese caso en francés, estarían en minoría. Pierre Favre se pregunta sobre todo si ese cambio y la sustitución de problemáticas y enfoques se explica por la sustitución de generaciones. Me cuestiono si esto estaría detrás de los cambios de los que nos han hablado Martha Schteingart y Edith Pacheco, y me pregunto también si en el momento en que los futuros historiadores traten de explicar la trayectoria de la revista Estudios Demográficos y Urbanos, identificarán una transición similar, de revista de “escuela” a revista “mainstream”. Me pregunto qué destino le depara a la publicación respecto a la difícil compenetración entre los dos campos de estudio a los que está dedicada, y que se refleja en que, más que articular discusiones entre esas dos áreas de estudio, ha dedicado de forma alternada sus números a la demografía y a los estudios urbanos.
Mi preocupación es pues sobre la continuidad de su vocación como vehículo de difusión del trabajo de los investigadores del Centro, sobre la orientación temática y disciplinaria, sobre el lugar de la dimensión crítica en lo publicado; y con ello me pregunto cuáles serán los rasgos, en cuanto a densidad temática y metodológica, de Estudios Demográficos y Urbanos en su llamada “nueva época”, y cómo es que constituirá, puesto que creo que lo seguirá siendo, un buen registro, un buen referente para identificar, a través de sus páginas, la trayectoria intelectual y académica de El Colegio y de los estudios demográficos y urbanos.
Esas dudas, ínfimas y quizá insignificantes, no podrán en ningún caso disuadirme de desearle una larga vida a nuestra revista y expresarle mis más sentidas felicitaciones al CEDUA.
Referencias bibliográficas
El Comité Editorial. (1986). Presentación. Estudios Demográficos y Urbanos, 1(1), 5. https://doi.org/10.24201/edu.v1i1.1688
Favre, P. (2012). Politix, 1988-2012: Changement de génération, basculement de paradigmes. Politix, 100(4), 41-62. https://doi.org/10.3917/pox.100.0041
Pedrazuela, M. (2015). Alfonso Reyes y la filología: entre la Revista de Filología Española y la Nueva Revista de Filología Hispánica. Nueva Revista de Filología Hispánica, 63(2), 445-468. https://doi.org/10.24201/nrfh.v63i2.29
Stern, C. (1983). Presentación. Estudios Sociológicos, 1(1), 5-7. https://estudiossociologicos.colmex.mx/index.php/es/article/view/1308/1308
Notes