Conferências

PERSPECTIVAS DE REFORMA Y REVOLUCIÓN EN AMÉRICA LATINA

Francisco Domínguez
Universidad de Middlesex, Reino Unido

PERSPECTIVAS DE REFORMA Y REVOLUCIÓN EN AMÉRICA LATINA

Revista de Políticas Públicas, vol. 22, pp. 49-86, 2018

Universidade Federal do Maranhão

Recepción: 20 Enero 2017

Aprobación: 15 Abril 2018

Resumo: Este artigo analisa a complexa relação reforma-revolução em e através das complexidades formuladas pela, por enquanto, exitosa ofensiva neoliberal na América Latina. Tal processo se beneficiou e capitalizou das dificuldades associadas à crise do crédito mundial e que gerou problemas de déficits orçamentários aos governos progressistas e revolucionários em toda a região.

Palavras-chave: Reforma, revolução, ofensiva neoliberal, América Latina.

Abstract: This article analyzes the complex relationship between reform and revolution in and through the complexities formulated by, for the time being, successful neoliberal offensive in Latin America. Such a process has benefited and capitalized on the difficulties associated with the global credit crisis and has generated problems of budget deficits for progressive and revolutionary governments throughout the region.

Keywords: Reform, revolution, neoliberal offensive, Latin America.

1 INTRODUCCIÓN

Este año, 2017, se celebra el centenario de la Revolución Bolchevique en un momento histórico y político de confusión e incertidumbre en América Latina, debido a la contraofensiva continental de la derecha neoliberal liderada, impulsada, financiada y organizada por Estados Unidos. Este año, es también el aniversario 58 de la Revolución Cubana, prueba viviente en nuestro continente de la vigencia del ejemplo de la experiencia bolchevique, con todas las especificidades y diferencias entre la una y la otra.

Esta ofensiva neoliberal se ha beneficiado y ha capitalizado de las severas dificultades económicas asociadas con la crisis del crédito mundial que se desencadenó en 2007 y que generó graves problemas de déficits presupuestarios a los gobiernos progresistas y revolucionarios en toda la región. El agresivo resurgimiento del neoliberalismo ha cobrado ya varias víctimas: el derrocamiento de los gobiernos progresistas y reformistas de Honduras (2009), Paraguay (2012), Brasil (2016), su derrota en Argentina, su descarrilamiento – es de esperar momentáneo – en Ecuador y una amenaza de muerte en Venezuela. Esta ofensiva es continental en el sentido de que aunque se concentra con mayor intensidad en algunos países considerados claves por el imperialismo yanqui, como los mencionados, no se exceptúa ninguno de ellos, dado que incluye a Bolivia, Nicaragua, Colombia y hasta los más pequeños de los países del Caribe de habla inglesa.

Todos han sido sometidos a años de desestabilización que en el caso de Venezuela se remonta a 1999, momento del triunfo presidencial de Hugo Chávez. Hasta el momento de los éxitos de la contraofensiva neoliberal existía la precepción generalizada de que la relación entre reforma gradual y revolución en la región, aunque compleja y no exenta de contradicciones, era armoniosa, y que el avanzado proceso de integración regional contribuía de manera decisiva a limar y/o aminorar las inevitables asperezas y complejidades implícitas en el intento de transformación estructural de la sociedad capitalista en América Latina. Los procesos revolucionarios (aquéllos que deliberadamente procuran trasformar estado y economía para avanzar al socialismo) tales como Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y las experiencias reformistas (aquellos procesos que contradicen o complican la lógica del capitalismo neoliberal con políticas redistributivas y nacionalistas, pero que no apuntaban, a la transformación socialista del estado o de la economía) colaboraron armoniosamente a través del objetivo común de la integración regional.

Un problema adicional es que los procesos, definidos aquí como revolucionarios, han procurado las trasformaciones socialistas por medio no del asalto revolucionario al poder – a la cubana, a la bolchevique – sino que se ha realizado a través de medios pacíficos, electorales que ha permitido profundas transformaciones estructurales de la sociedad, economía y estado. Sin embargo, compartimos la posición generalizada de los participantes las VIII Jornadas de Políticas Públicas de la Universidade Federal do Maranhão (UFMA) de que no existe una contradicción irreconciliable entre reforma y revolución. Una paradoja interesante es que en Cuba, la reforma economía, fuertemente asociada con Raúl Castro, ha sido desplegada para reducir la excesiva socialización de la economía cubana para adaptarla, por una lado, a los requerimientos del principal motor de crecimiento de la economía cubana, el turismo, y por otra, resolver sus bajísimos niveles de productividad para así poder sostener el gigantesco estado de bienestar que la revolución he desarrollado en 58 años de existencia. Este artículo analiza la compleja relación reforma-revolución en y a través de las complejidades planteadas por la, por ahora, exitosa ofensiva neoliberal en América Latina.

2 LAS TRES OLEADAS REVOLUCIONARIAS EN AMÉRICA LATINA: 1959, 1979 y 1998

Es inevitablemente arbitrario hablar de oleadas desde 1959, año de la revolución cubana, puesto que esta última fue al resultado de una oleada anterior que había afectado a Colombia, Guatemala y otros países de la región que influenciaron la gesta fidelista. Sin embargo, así como toda derrota es un corte en un proceso de ascenso de las masas insurgentes, todo triunfo es a su vez un impulso contagioso y amplificador de la resistencia y/o insurgencia de los pueblos.

Cuba revolucionaria ha llevado a cabo la transformación estructural socialista más completa tanto de su economía como de su estado, que surgió literalmente de los escombros del estado batistiano, diseñado por el imperio yanqui en un período de unas seis décadas. De la misma manera, la ruptura de Cuba de los lazos y ataduras económicos, políticos y de casi toda otra índole con el imperialismo yanqui fue prácticamente total. Tanto la expropiación del capital como la ruptura total con el imperialismo ocurrieron en un período aproximado de dos años en un desafío a la hegemonía yanqui en el hemisferio occidental sin precedentes en la historia del continente.

La oleada revolucionaria cubana evidenció corrientes políticas insurgentes en prácticamente todo el continente, en un período en que se pensó que el estilo y modo fidelista de asalto al poder – más conocido como la estrategia del foco – era el único camino.1 Buscando emular la experiencia fidelista, surgieron grupos y organizaciones guerrilleros and Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Guatemala, Brasil, e incluso, Uruguay. Esta vía terminó con la derrota de la guerrilla del Che Guevara en Ñancahuazú, Bolivia y su asesinato el 8 de octubre de 1967. Con el beneficio de la retrospectiva hay que concluir que la estrategia del foco era profundamente errónea pues condujo a la derrota a muchos esfuerzos voluntaristas en unos cuantos de países latinoamericanos, pero que sin embargo, sembró la región de organizaciones políticas que, como el Frente Sandinista de Liberación (FSLN) de Nicaragua, tendrían actuaciones históricas destacadas en la lucha de clases de este pequeño país centroamericano.2

Más de un comentarista radical de la revolución cubana percibió la culminación política del abandono de la estrategia del foco con el apoyo vigoroso –aunque no exento de críticas – a la vía pacifica al socialismo de Salvador Allende en Chile en 1970.

La vía chilena al socialismo de Allende explícitamente excluía el asalto revolucionario al poder y enfatizaba la transformación de la sociedad por medios legales y constitucionales, aunque presuponía grandes movilizaciones de las masas del campo y la ciudad, la creación de instituciones de auto-organización de trabajadores, campesinos y obreros, así como la profundización de la reforma agraria, la nacionalización de la principal riqueza del país, el cobre en manos de multinacionales yanquis, y también la socialización (por medio de la confiscación con compensación) de las empresas capitalistas más importantes del país. El objetivo explícito de Allende y su gobierno fue el de construir una sociedad socialista, pero el programa de Allende prácticamente no incluía propuesta alguna para ya sea reformar o promulgar una nueva constitución, ni menos para re-estructurar las instituciones claves del aparato de estado, lo que resultó ser particularmente contraproducente en relación a las fuerzas armadas. En otras palabras y en relación a nuestra discusión, la reforma de Allende, a diferencia de las reformas en digamos Argentina y Brasil contemporáneos, contenía una lógica revolucionaria.3 Muchos análisis críticos señalaron correctamente en la época que si no se adoptaban medidas políticas radicales de auto-defensa (milicias populares, desarme de los fascistas, despido de los militares sediciosos, arresto de los saboteadores de la economía, etc.) las posibilidades de éxito del experimento chileno serían más que dudosas.4

La vía chilena logró, involuntariamente, reforzar una corriente más bien reformista que revolucionaria, no en América Latina sino fundamentalmente en Europa: el Eurocomunismo. Este último extrajo las conclusiones más incorrectas imaginables, pues argüía que la social democratización de los partidos comunistas de Europa Occidental, a partir de la experiencia de Allende, era el camino para la formulación de un acuerdo de larga data (décadas) con los partidos de la burguesía y la burguesía misma en lo que el Partido Comunista Italiano denominó el compromiso histórico. (MANDEL, 1977; RIQUELME, 2015). Al contrario, la coalición de la Unidad Popular que llevó a Allende al gobierno se opuso terminantemente a un acuerdo electoral con la burguesía chilena.

Luego tenemos la oleada desatada por la revolución sandinista en Nicaragua de 1979 que afectó contagiosamente principalmente a El Salvador y Guatemala, en donde organizaciones guerrilleras de masa fueron capaces de presentar un reto revolucionario armado al dominio de la oligarquía. De no ser por al apoyo criminal, asesino, decisivo y gigantesco por toda la década de 1980 a 1990, de Estados Unidos, no sólo la revolución sandinista habría sobrevivido, la guerrilla habría probablemente triunfado en El Salvador y Guatemala con consecuencias positivas incalculables.5

Curiosamente, la revolución sandinista combina rasgos salientes de su homóloga cubana así como también de las complejidades del proceso que llevó a Allende a la derrota. El FSLN llega al poder luego de la ofensiva guerrillera en tres frentes que toman el poder y se convierten en el estado, pero, a diferencia de Cuba, deciden optar por la democracia pluripartidista como en el Chile de Allende. Sería injusto condenar al FSLN por haber intentado combinar el máximo de democracia, incluyendo la participación legítima de la derecha pro yanqui en el juego político nacional con la construcción de un estado obrero cuyo componente central fueron la fuerza armada y la policía sandinista, además de una nueva constitución que procuraba refundar la nación sobre bases políticas revolucionarias. La derrota electoral, democrática, del sandinismo en febrero de 1990, acontece luego de prácticamente diez años de guerra de desgaste contra los mercenarios de la Contra financiados, organizados, armados y dirigidos por EE.UU., guerra que desangró a la nación, destruyendo su economía, fomentando el descontento social, encima de un bloqueo financiero y económico yanqui brutal. Todo esto en un contexto dominado por la permanente amenaza de intervención militar yanqui directa, intención confirmada por la invasión yanqui de Panamá en diciembre de 1989 que resultó en el derrocamiento y arresto de Manuel Antonio Noriega, la destrucción total del edificio político torrijista y la masacre en unos pocos días de miles de panameños que intentaron resistir la invasión. (TRENT, 1992)6.

La guerra de desgaste contra Nicaragua y la invasión de Panamá, que preanunciaban una invasión militar contra Nicaragua sandinista, ocurren en un contexto dominado por la invasión yanqui de la pequeña isla de Grenada en 1983, luego del surgimiento de divisiones graves en el interior del Movimiento New Jewell, organización política revolucionaria que había tomado el poder en 1979, derrocado a Eric Gairy, corrupto dictador pro-yanqui y estableciendo un gobierno aliado de Cuba y Nicaragua.7 El impacto desmoralizador que tanto la invasión y derrocamientos del gobierno revolucionario de Grenada, dirigido por Maurice Bishop, como del gobierno de Panamá de Noriega, y la completa dislocación de la economía y sociedad nicaragüenses que la guerra de desgaste causaron sobre la base popular del sandinismo no pueden subestimarse.

La derrota sandinista de febrero de 1990 produjo un proceso de reflexión que llevó a varios dirigentes revolucionarios de América Central, especialmente en El Salvador, Guatemala y Nicaragua, pero también en otros países de la región, a concluir de que la insurrección revolucionaria para tomar el poder por asalto simplemente no era posible y que había que reajustar la estrategia para desarrollar y lograr el máximo de hegemonía política y cultural en la sociedad a fin de minimizar la posibilidad de la agresión imperialista. Algunos llegaron hasta a concluir que todo intento, revolucionario o reformista de transformación socialista, debido al inmenso poderío yanqui, estaba condenado al fracaso.8

Un Estados Unidos mucho más relajado luego de la derrota sandinista y del derrocamiento de los gobiernos de Grenada y Panamá, adoptó una táctica más sofisticada de pacificación de la region impulsando procesos de paz particularmente en los países donde la guerrilla era fuerte como Guatemala y el Salvador. La derrota del Sandinismo y los procesos de paz en América central en los 1990 dieron término a la segunda ola revolucionaria. A nivel mundial, los triunfos regionales del imperialismo yanqui se ven dramáticamente reforzados por la caída del Muro de Berlín en 1989, el desmoronamiento de todo el Este Europeo socialista y finalmente el derrumbe de la Unión Soviética en 1991.9

2.1 Origen de la oleada revolucionaria actual – la noche neoliberal

La contrarrevolución económica involucrada en el desencadenamiento del neoliberalismo contó entonces con condiciones cada vez más auspiciosas desde el derrocamiento de Allende en 1973 en Chile. Washington no sólo había sido capaz de derrotar la amenaza que representó el intento socialista de Allende, sino que en los 1980 además ahogó a sangre y fuego el desafío planteado por las revoluciones en Nicaragua y Grenada y la actividad guerrillera en El Salvador y Guatemala. Si a esto se le agrega su triunfo contra el bloque soviético incluyendo la caída del régimen comunista en la propia Unión Soviética, deja al Hegemón yanqui en el zenit de su apogeo dominando un mundo unipolar. Tal era su confianza en sí mismo que en 1991 el entonces Presidente de los Estados Unidos, George Bush Sr, propuso la creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que, bajo la guisa del libre comercio, se proponía la colonización y subordinación total de las economías del hemisferio.

Las políticas neoliberales aplicadas a partir de la caída de Allende, crearon niveles de desigualdad y exclusión social escalofriantes, así como niveles de pobreza que alcanzaron casi el 50% de la población de toda la subregión en 1990, la mitad de cuyo porcentaje se encontraba en situación de extrema pobreza. El desempleo alcanzó niveles casi sin precedentes históricos; la deuda externa se convirtió no sólo en terrible lastre económico en las altamente dependientes economías de la región sino que además sirvió para encadenar a América Latina a una servidumbre financiera cuyas manifestaciones tangibles fueron los temibles programas de ajuste estructural impuestos por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), cuyas consecuencias exacerbaron de las lacras sociales descritas. El párrafo a continuación describe la situación de la región con exactitud:

El contexto regional, con excepción de Cuba, estaba abrumadoramente dominado por gobiernos neo-liberales e intensamente pro-Estados Unidos. Literalmente desde México a Tierra del Fuego, los gobiernos se ocupaban afanosamente de privatizar los bienes estatales; eliminar o reducir los remanentes de los ya precarios sistemas estatales de bienestar; abrir sus economías a codiciosas empresas multinacionales a las que abyectamente se ofrecían condiciones escandalosas para operar dentro de la economía nacional; otorgar vergonzosas concesiones a las petroleras cuya operación ha conllevado el desplazamiento violento de comunidades indígenas; desregular los mercados financieros convirtiendo así el terreno nacional en paraíso para las nefastas (y frecuentemente criminales) actividades de especuladores inescrupulosos; contratar mayor deuda externa en condiciones cada vez peores; aplicar niveles cada vez más severos de austeridad; y violar sistemáticamente los derechos humanos por medio de la represión policial, encarcelamiento ilegal de personas, el uso generalizado de la tortura, las ejecuciones extrajudiciales, y las desapariciones, todo lo cual dejó un reguero de destrucción humana, social y económica terrible. Además, la soberanía nacional de los países de América Latina, con la excepción de Cuba, había sido casi eliminada. (DOMÍNGUEZ, 2014).

Es la resistencia de las masas a las severas consecuencias del neoliberalismo que creará las condiciones para el surgimiento de amplios movimientos sociales que desde 1980 hasta finales de la década de 1990 y comienzos del siglo XXI desafiaron en muchos casos exitosamente los peores aspectos del neoliberalismo. En varios países estos poderosos movimientos sociales adquirieron ribetes revolucionarios logrando tumbar varios gobiernos en Bolivia, Ecuador, Argentina y casi en Venezuela. Pero es el por ahora del joven teniente coronel venezolano, Hugo Chávez, que aceptando el fracaso de un intento insurreccional el 4 de febrero de 1992, siembra las bases políticas e ideológicas del movimiento bolivariano que dominará la política del continente durante casi toda la primera década del siglo XXI.

La característica más saliente de los movimientos sociales de este período es su naturaleza amplia puesto que incorpora a sectores sociales pobres y heterogéneos. Incluye desde sectores pobres sin empleo, hasta grupos de comerciantes del hipertrofiado sector informal de la economía, pasando por obreros, campesinos, habitantes de las barriadas miserables de las principales ciudades de los países de la región, empleados y trabajadores del diezmado sector público, profesores, generalmente sus familias, y miembros del contorno social que rodea y que es cercano a cada uno de estos sectores. Además, incluye a jóvenes, mujeres, artistas y ocasionalmente hasta sectores de las clases medias, pero también a sindicatos, asociaciones de vecinos, grupos religiosos, comunidades de base, estudiantes secundarios y universitarios, ex mineros, y muchas otras categorías. Las movilizaciones más renombradas de este período son las de los piqueteros en Argentina y las ‘guerras’ del agua y del gas, y la de los cocaleros en Bolivia. Uno de los fenómenos más interesantes de la actividad de estos movimientos sociales es que en muchos casos los pone en confrontación directa con la fuerza plena de estado, lo que plantea la necesidad de cambio de gobierno para la solución de su situación. En otros casos los confronta frontalmente con el capital multinacional más voraz, lo que les lleva a plantearse una estrategia económica anti-neoliberal para el país para lo que se requiere no sólo un nuevo gobierno sino un nuevo estado. (NESO, 2013).

La movilización militante y radical de los movimientos sociales fue decisiva en la caída de varios gobiernos. En diciembre de 2001 en Argentina hubo cinco presidentes en 10 días e incluyó la huida en helicóptero desde el palacio presidencial del Presidente Fernando de la Rúa. En Bolivia los movimientos sociales también forzaron la renuncia apresurada del Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003(también con huida del palacio presidencial en helicóptero), pero su presión llevó al presidente que substituye a Lozada, Carlos Mesa también a renunciar en 2005. Y en Ecuador, entre 2000 y 2007 hubo cinco presidentes, dos de ellos por insurrección popular. En Venezuela, en 1989 la implementación de un programa de ajuste estructural fondomonetarista causó la explosión social más intensa de la historia de ese país lo que le quebró la espalda el ancien régime de la IV República y abrió las compuertas para la elección tumultuosa del carismático líder bolivariano, Hugo Chávez, en el primer gobierno anti-neoliberal desde 1979.

El gobierno bolivariano de Chávez arriba a la escena latinoamericana en un momento político lleno de potencialidades progresistas, pero en un contexto en que Venezuela, conjuntamente con Cuba, son apenas dos islas radicales en el océano neoliberal que es América Latina. Chávez tiene que enfrentar la ira del imperio yanqui que lo somete a intensos planes desestabilizadores cuyo objetivo es derrocarle, y cuyas peores manifestaciones fueron el breve golpe de estado de abril de 2002 y el paro petrolero de 2002-2003 que casi quebró la economía del país.10 Esta soledad bolivariana terminó con la llegada al gobierno de Luis Inácio Lula da Silva en Brasil, electo en 2002 e investido como presidente en 2003. Pero de allí se desataría un torrente de gobiernos progresistas y revolucionarios en toda la región Argentina en 2003 (Néstor Kirchner), Uruguay en 2005 (Tabaré Vásquez), Bolivia en 2006 (Evo Morales), Honduras en 2006 (Manuel Zelaya), Nicaragua en 2007 (Daniel Ortega), Ecuador en 2007 (Rafael Correa), Argentina en 2007 (Cristina Fernández, esposa de Néstor Kirchner), Paraguay en 2008 (Fernando Lugo), El Salvador en 2009 (Mauricio Funés) y Perú en 2011 (Ollanta Humala). Uruguay y Brasil han elegido ex guerrilleros como presidentes: José Mujica (2010) y Dilma Rousseff (2011), respectivamente. Además, los siguientes presidentes han sido reelegidos: Correa (2009 y nuevamente en 2013), Evo Morales (2010), Daniel Ortega (2011), y Chávez (2006 y nuevamente en 2012). (DOMIGUEZ, 2014).

Desafortunadamente, la crisis del crédito que golpeó a la economía mundial afectó adversamente a las economías de América Latina principalmente debido al término del boom de las commodities, llevando a una caída substancial de las exportaciones de materia primas, de las cuales las economías de la región son altamente dependientes, produciendo severos problemas presupuestarios, caídas del PIB, lo que complicó substantivamente la continuación de la enorme cantidad de programas de políticas públicas, de redistribución del ingreso, de expansión de la educación, salud, infraestructura y apoyo estatal al desarrollo económico general. El aspecto más adverso de esta situación fue la capitalización política que hizo la derecha continental en colusión con el imperio yanqui de las dificultades que presentó la crisis económica a los gobiernos progresistas desencadenando bien financiados y bien estructurados programas de desestabilización cuya finalidad era tumbarlos. Así el imperio yanqui, que, como lo demuestra Venezuela, no ha cesado de realizar acciones subversivas y desestabilizadoras para mantener su hegemonía, y ha logrado derrocar al gobierno del Presidente Manuel Zelaya de Honduras (2009), del Presidente Fernando Lugo en Paraguay (2012), la Presidente Dilma Rousseff en Brasil (2016), y ha obtenido victorias electorales en Honduras (2010 y 2014), Guatemala (2012 y 2016) México (2012), Paraguay (2015), Argentina (2015), y Perú (2016).

3 LA ARQUITECTURA DE LA INTERVENCIÓN YANQUI

Si los gobiernos progresistas y revolucionarios del continente hubieran tenido que lidiar solamente con las consecuencias de la crisis económica mundial, probablemente todos ellos habrían sobrevivido y sorteado airosos las dificultades que la contracción drástica de la actividad económica mundial creó. Para prueba está el hecho que el gobierno venezolano ha sobrevivido los efectos terribles de la crisis en su economía y sociedad y que al gobierno brasileño de Dilma Rousseff se le derrocó en un golpe constitucional, en uno de los espectáculos más vergonzosos y más corruptos de la historia de ese país, luego de una campaña de satanización mediática intoxicante contra Dilma, Lula y el PT desencadenada en 2013. En Paraguay, otro golpe constitucional que derrocó al Presidente Fernando Lugo en 2012 también ocurre en el contexto de un plan desestabilizador que había comenzado casi desde el momento de investidura en 2008. En Argentina, la derrota del Kirchnerismo en las elecciones de 2015 ocurre en un contexto dominado por una campaña de desestabilización financiera, política y mediática sin precedentes en ese país que para 2015 ya llevaba cuatro años de duración. Hubo un intento de golpe de estado contra el Presidente de Ecuador en 2010 luego de una intentona desestabilizadora – similar en sus técnicas de movilizaciones de calle violentas a las que se ha sometido a Venezuela - durante la cual Rafael Correa casi fue asesinado. Los gobiernos de El Salvador y Nicaragua también han sufrido los efectos de planes desestabilizadores violentos. Sin embargo, es Venezuela que ha sido sometida a las peores técnicas de desestabilización violenta, financiera, económica, política y social y a una guerra económica que, en el contexto de la crisis mundial, ha causado sufrimientos inmensos a su pueblo. El factor externo de todos estos planes de desestabilización - Washington – ha sido decisivo, y el rol de los medios de comunicación tanto nacionales pero especialmente los internacionales, ha sido más decisivo aún.

Todos los planes de desestabilización mencionados son articulados, financiados, organizados e impulsados por un aparato nebuloso, semi-secreto, sigiloso, bastante hermético y nada transparente, pero sobre todo increíblemente poderoso y extremadamente bien financiado que reside en Washington DC y en cuyo ápice está el Departamento de Estado de los Estados Unidos, es decir, el ministerio de relaciones exteriores, y que conforma la arquitectura de la intervención externa yanqui. ¿Cómo está estructurada la arquitectura de la intervención externa yanqui?

Las instituciones claves, conjuntamente con el Depto. de Estado, son los Comités de Relaciones Exteriores tanto del Congreso como del Senado, la CIA, y el Pentágono y su Comando el Sur. Es el Depto. de Estado quien implementa así como contribuye al diseño de la política exterior yanqui hacia todos los países del mundo. Una parte importante del diseño de la política exterior recae en los Comités de Relaciones Exteriores del Congreso y del Senado, quienes, entre otros elementos, se basan en informes de think tanks, de la CIA, y otros organismos que alimentan el proceso. La CIA, históricamente ha estado encargada de crear las condiciones de la intervención para obtener los objetivos de política exterior deseados en un país específico. Y, si la obtención del objetivo deseado en un país especifico requiere ya sea amenaza de acción militar –maniobras militares en las costas o en una nación vecina el país blanco – o intervención militar directa, entonces se activa la rama pertinente del Pentágono, en nuestro caso, el Comando del Sur – como ocurrió con la invasión de Panamá en 1989. En 1989 27.000 Marines invadieron ilegalmente Panamá, arrestaron a Manuel Antonio Noriega, derrocaron el gobierno panameño, desmantelaron las fuerzas armadas de ese país, y masacraron unos 5.000 panameños en unos pocos días (a Pinochet le tomó 17 años de dictadura brutal para asesinar la misma cantidad en Chile).

Inmediatamente debajo jerárquicamente se ubican la US Agency for International Development (USAID – Agencia Norteamericana para el Desarrollo Internacional), la National Endowment for Democracy (NED - Fundación para la Democracia), la Oficina de Iniciativas de Transición (OTI) y el American Institute for Free Labour Development (AIFLD – Instituto Americano para el Desarrollo de Sindicalismo Libre) tristemente célebre por sus intervenciones en todos los países de América Latina y cuyo descrédito llevó a su reemplazo por el American Center for International Labor Solidarity (ACILS – Centro Internacional de Solidaridad Sindical).

USAID es supuestamente una agencia de cooperación que se preocupa de desarrollar programas de asistencia a la agricultura y seguridad alimentaria, programas de educación, erradicación de la pobreza extrema, es decir, asuntos humanitarios hacia los países subdesarrollados. Sin embargo, la USAID “[…] se ha convertido durante el siglo XXI en uno de los actores principales de la contrainsurgencia bajo la nueva doctrina de Guerra Irregular de Washington” la cual “[…] tiene como objetivo el control sobre la población civil y la neutralización del estado, y su táctica principal es la contrainsurgencia, que es uso de técnicas indirectas y asimétricas, como la subversión, la infiltración, las operaciones psicológicas, la penetración cultural y la decepción militar.” (ALLARD; GOLINGER, 2009, p. 27-28) y el financiamiento multimillonario de grupos políticos, ONGs, medios de comunicación, asociaciones civiles, think tanks, y otras organizaciones a objeto de fomentar la subversión contra aquellos gobiernos que Washington quiere derrocar. Solamente entre los años 2009 y 2010 el presupuesto del Depto. de Estado y de USAID para programas como la promoción de la democracia en Bolivia, Ecuador, Honduras y Nicaragua fue de US$463 millones, además de US$447 para el año 2010 para “[…] mejorar la seguridad, fortalecer las instituciones democráticas, promover la prosperidad e invertir en la gente.” en América Latina. (ALLARD; GOLINGER, 2009, p. 27-28). La institución clave de esta penetración silenciosa ha sido el NED, fundada por Ronald Reagan en 1983 y responsable ante el Congreso y que en sólo 8 años a partir de 2002 – luego del golpe de estado contra Chávez – inyectó más de US$100 millones a grupos de oposición en Venezuela. (GOLINGER, 2014). El padre de la NED, Allen Wenstein, dijo: “Mucho de lo que hacemos hoy era hecho encubiertamente por la CIA hace 25 años atrás”.

La OTI, fundada en 1994por George Bush Sr, es parte del Buró para la Democracia, Conflicto y Asistencia Humanitaria de la USAID y tiene la función de ser catalizador de transiciones. Así, por ejemplo, Condoleezza Rice nombró a Caleb McCarry, Coordinador de la Transición para “[…] acelerar el fin de la dictadura en Cuba” en 2005 (BRENNER; JJIMENEZ, 2006).11 EE.UU. estableció la OTI en Venezuela en agosto de 2002 y recibió decenas de millones de dólares “[…] manteniendo vivo a diferentes grupos de oposición y ayudando crear nuevas organizaciones para seguir con sus planes desestabilizadores” (GOLINGER, 2009). En 2005 la OTI en Venezuela financió programas de liderazgo entre los estudiantes universitarios, el 2007 “[…] financió gran parte de las movilizaciones y las estrategias del llamado ‘movimiento estudiantil’ de la derecha que salió a las calles de Venezuela en defensa del canal de televisión golpista RCTV.” (ALLARD; GOLINGER, 2009, p. 23). Para 2008 la USAID financiaba “[…] más de 68 programas/organizaciones venezolanas orientadas hacia el desarrollo de las campañas políticas y estrategias comunicacionales de las fuerzas opositoras.” (ALLARD; GOLINGER, 2009, p.27, 42 y 43).

El AIFLD, entre muchas otras actividades a nivel mundial no sólo participó en los derrocamientos de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, João Goulart en Brasil en 1964, Salvador Allende en 1973, sino que además contribuyó a desarrollar apoyo sindical para las dictaduras militares que resultaron de la destrucción de la democracia en estos países. (ALEXANDER, 2009). Hay fuerte evidencia que indica que la AIFLD brindó apoyo a los Contras en Nicaragua y a la contrainsurgencia en El Salvador. El ACILS, creado en 1997, fue el resultado de la fusión de cuatro institutos del trabajo encargados respectivamente de Asia, América Latina, África y Europa del Sur, y jugó un rol clave en el golpe contra Hugo Chávez en abril de 2002. La Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), organización sindical asociada políticamente a los partidos y régimen previo a Chávez, apoyó activamente el golpe de 2002 con una huelga general indefinida. Nada dio mayor apariencia de legitimad al golpe que el apoyo de los trabajadores venezolanos brindado por la CTV contra la tiranía chavista.

En el siguiente escalón del aparato injerencista yanqui se encuentran instituciones de carácter privado, es decir, no fiscalizables por ente público alguno, pero instrumentos altamente poderosos tanto en influencia como en recursos lo que los convierte en un complemento ideal de la desestabilización. Estas son el National Democratic Institute (NDI – Instituto Democrático Nacional), el International Republican Institute (IRI – Instituto Republicano Internacional), Center for International Private Enterprise (CIPE – Centro para la Empresa Privada Internacional), y Transparency International (TI – Transparencia Internacional). El NDI y IRI son institutos de los partidos Demócrata y Republicano respectivamente y sus máximos jefes son Madeleine Albright, ex Secretaria de Estado de Bill Clinton, y el Senador John McCain, respectivamente. Ambos fervientes partidarios de la intervención yanqui en el mundo, es decir neocons o halcones de la política exterior yanqui. El NDI y IRI tienen además la función de canalizar recursos del sector privado a las actividades de desestabilización contra cualquier gobierno considerado enemigo de EE.UU. El CIPE es el brazo empresarial del Depto. de Estado y de la NED y tiene, entre otras, la función de financiar, asistir y guiar las actividades de los grupos empresariales en los países sometidos a intervención. TI, fundado en 1993, es una organización que produce informes regulares en la forma de índices de corrupción pretendiendo ser una institución independiente y sobre técnica cuyos informes son objetivos. Sus reportes aparecen convenientemente en los momentos más álgidos de campañas mediáticas contra gobiernos sometidos a procesos de desestabilización. Por ejemplo, en agosto de 2017 TI emitió un comunicado cuyo título es elocuente respecto de su objetividad técnica: Venezuela: Sin poder judicial independiente, no hay democracia. (TRANSPARENCIA INTERNACIONAL, 2017). El hecho de que el IRI solo, conduzca programas en más de 100 países nos da una idea de la significancia de su actividad. Como regla general allí donde interviene el NED estarán también el IRI, el NDI, el CIPE y la TI.

El Depto. de Estado, USAID, la NED y la CIA coordinan, colaboran o guían las actividades de muchos think tanks, de la Comisión Inter Americana de Derechos Humanos (CIDHSIP), la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), la Fundación Konrad Adenauer (FKA), la Fundación Friedrich Ebert (FFE), la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) y literalmente cientos sobre cientos de ONGs.

SIP es la asociación de editores, directores de diarios, periódicos y agencias informativas de todo el hemisferio (Latinoamérica, EE.UU. y Canadá) y se supone que defiende la libertad de prensa supuestamente amenazada por gobiernos autoritarios de izquierda. La SIP representa a más de 1300 periódicos en 30 países que conjuntamente suman 45 millones de ejemplares. La SIP es un foro que permite a la prensa escrita coordinar y armonizar sus actividades en todo el hemisferio y dado que como regla general, la tónica, los temas y la narrativa de la llamada defensa de la libertad de prensa contra algún gobierno se decide en Washington en el Depto. de Estado, el tipo de periodismo que la inmensa mayoría de estos medios hace es más que previsible. La actividad de la SIP, sin embargo, está muy lejos de la defensa de la libertad de prensa, un investigador concluye que “[…] la historia de la SIP es la historia de los golpes de estado contras los gobiernos constitucionales en los que estuvo involucrada […] su papel real era y es destruir todo intento de rebelión contra los intereses coloniales y neocoloniales de Estados Unidos.” (SERRANO, 2016). En 1950 la SIP eligió al dictador nicaragüense Anastasio Somoza como ángel tutelar de la libertad de pensamiento, en los 1970 fue cómplice del golpe de Pinochet contra Salvador Allende, participó activamente el golpe contra Chávez en 2002, y en el siglo XXI se ha dedicado a atacar lo que califica como populismo autoritario. (SERRANO, 2016).

Las fundaciones FKA y FFE expresan la actividad política y las posiciones intelectuales de la derecha y la socialdemocracia europeas, respectivamente. La primera asociada fuertemente con la Democracia Cristiana alemana y la segunda al SPD de Alemania, ambas instituciones, siguiendo la línea de sus corrientes políticas, son intensamente hostiles al conjunto de la izquierda mundial y también latinoamericana. Uno de los esfuerzos intelectuales de la FKA tiene como título La Vía a la Ruina de Venezuela (Venezuela’s Road to Ruin) de octubre de 2016. (SUHR, 2016). El FFE en Venezuela tiene estrechas relaciones con partidos como el Movimiento Al Socialismo (MAS), Acción Democrática (AD) y la central sindical (CTV), todos acticos miembros de la Oposición Venezolana, y todos embarcados en derrocar el gobierno bolivariano. Por ello, es lógico que la Internacional Socialista aceptara como partido miembro a la violenta organización venezolana de extrema derecha, Voluntad Popular.

FAES es liderada y dirigida por el ex presidente español José María Aznar, y como think tank, una de sus obsesiones es el gobierno bolivariano de Venezuela, aunque su interés incluye a toda la izquierda latinoamericana. FAES contribuye substancialmente a organizar, liderar, guiar y activar al conjunto de la derecha latinoamericana. En una charla para la archi-reaccionaria Heritage Foundation, Aznar declaró que el “[…] objetivo más importante para la FAES era derrotar dramáticamente al proyecto del socialismo del siglo XXI.” (DOMINGUEZ; LUDLAM; LIEVESEY , 2011, p. 49). FAES recibe substancial financiamiento del gobierno de España (60%) y el resto en donaciones privadas.

El IPYS alega que despliega acciones de difusión, promoción y defensa al ejercicio del derecho fundamental a la Libertad de Expresión para lo cual administra un sistema de monitoreo de las libertades informativas. Cada año el IPYS auspicia, con TI y Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación (COLPIN) un congreso que reúne a unos 200 periodistas de una docena de países. Uno de los miembros del Consejo Asesor del capítulo Venezuela de IPYS es Alfredo Meza, que es periodista de El País, periódico español, en donde está específicamente encargado de cubrir la noticia sobre Venezuela, y en la que practica un periodismo intensamente amarillo y satanizador del proceso bolivariano.

A todo lo dicho se debe agregar una cantidad apreciable de think tanks en todo el mundo, y en el propio EE.UU., redes de partidos políticos conservadores y derechistas a nivel de continentes, así como también en América Latina. Y el apoyo entusiasta de las grandes y poderosas redes de comunicación que bombardean diariamente y cada minuto a la humanidad con propaganda intoxicante. Por ello, resulta asombroso constatar que varios de los gobiernos sometidos a planes de desestabilización, como el venezolano, sobrevivan, pero no sorprende que muchos, como el brasileño, sean tumbados.

4 LOS ‘TRIUNFOS’ DE LA DERECHA – HONDURAS, PARAGUAY, ARGENTINA, BRASIL

Los triunfos de la derecha en algunos países de la región aunque no deben de ninguna manera subestimarse, tampoco deben exagerarse. Sin duda, el derrocamiento de Dilma Rousseff en Brasil y la derrota del Kirchnerismo en Argentina han alterado la relación de fuerzas continentales drásticamente. Sin embargo, en más de un sentido, estas victorias tienen algo de pírrico. Macri en Argentina, aunque triunfó electoralmente, lo hizo por un margen bastante precario de 2.5%.

En el caso brasileño, la destitución de Dilma Rousseff ocurre de la forma más ilegítima imaginable, por medio de un vergonzoso voto orquestado por una pandilla de políticos intensamente involucrados en todo tipo de corruptelas. Éstas van desde recibir jugosas comisiones de empresas privadas relacionadas con la investigación del Lava Jato de la empresa estatal de Petróleo, Petrobras, a pagos para bloquear las investigaciones que se les acercaban peligrosamente, por votar a favor de la destitución de Dilma, incluyendo pagos mensuales ilegales a políticos presos por corrupción para comprar su silencio, hasta extrañas conexiones con el narcotráfico que probablemente ya existían, pero que probablemente se han incrementado debido a que todo el escándalo que ha explotado alrededor de la Cleptocracia dirigente, ha hecho mucho más difícil obtener recursos regulares para mantener la corrupción.

Las derrotas en Honduras y en Paraguay tampoco deben subestimarse. En estos países la oligarquía es bastante más brutal que en Argentina y Brasil y no ha escatimado en utilizar la violencia estatal y paraestatal, recurriendo, incluso, a ejecuciones extrajudiciales para disciplinar el movimiento de masas y las manifestaciones de oposición a su dominación.12 En consecuencia la lucha en estos países se ha endurecido significativamente, sin embargo, en ambos países el movimiento social se ha visto reforzado, y sobre todo continúa resistiendo vigorosamente la embestida neoliberal de sus clases dominantes, incluso obteniendo algunas victorias parciales significativas.

En Honduras, la presión del movimiento social forzó el regreso pactado de su líder, Manuel Zelaya, y ha transformado el movimiento de resistencia contra los golpistas en un partido-movimiento social unitario, radical que incluye todos los sectores de los desposeídos, incluso sectores de la intelectualidad y de las clases medias, algo que no existía cuando la derecha derrocó a Zelaya en el 2009: LIBRE (Partido Libertad y Refundación), que se ha convertido en una fuerza electoral y política formidable. (FELIPE, 2013).

En Paraguay, el derrocamiento del presidente Lugo dejó a las masas en un estado de confusión y parálisis relativa, pero la recuperación ha sido rápida. El movimiento se ha reestructurado incluyendo elementos del período de Lugo, en un también partido-movimiento social, el Frente Guasú que se perfila como una alternativa al neoliberalismo de la oligarquía paraguaya, las multinacionales, y EE.UU., y sus parlamentarios apoyan incondicionalmente la lucha extra parlamentaria de campesinos, obreros, indígenas, mujeres, trabajadores estatales, y otros grupos.13

Y en Argentina y Brasil, el triunfo de la derecha ha significado un retroceso gigantesco respecto de los derechos económicos, sociales y políticos de millones de argentinos y brasileños. Aunque la resistencia a las imposiciones de políticas neoliberales y a los ataques a los derechos democráticos no haya todavía producido un revés cualitativo en los designios de los gobierno tanto de Macri como de Temer, no cabe duda que el tamaño y la amplitud de la resistencia, pese a algunos reveses electorales – que no deben ser subestimados – ofrece buenos augurios para el futuro.

La mayor dificultad de los triunfos de la derecha (derrocamientos de gobiernos progresistas, victorias electorales) es que la implementación de políticas neoliberales está causando daño (en algunos casos irreparable) a las economías de estos países, los niveles de resistencia contra el neoliberalismo tiende a ser combativo y masivo, con huelgas, manifestaciones, marchas, enfrentamientos con las fuerzas de orden y la articulación de demandas que forman parte de una agenda alternativa que implican la necesidad de un nuevo gobierno estructurado sobre bases constitucionales diferentes. El sólo abordar el excesivo y violento endeudamiento argentino post Macri requerirá confrontaciones profundas con el FMI, BM y Estados Unidos. Lula, en Brasil, ya habla de la necesidad de preparar las condiciones para una Asamblea Constituyente que modifique el estado para obviamente impedir una repetición del vergonzoso comportamiento de las instituciones claves del estado (poder judicial, congreso, senado, policía federal, etc.) durante la crisis del Lava Jato y la destitución de Dilma Rousseff. Si bien los gobiernos de la derecha son represivos los triunfos de la derecha no tienen la equivalencia de una derrota histórica del proletariado y sus aliados como significó en España con Franco o en Chile con Pinochet. Por supuesto que en la lucha de clases no hay nada garantizado, pero existen todos los ingredientes para la recomposición de la izquierda en toda la región sobre bases ideológicas y políticas más sólidas.

5 LOGROS DE LA OLEADA ACTUAL

Cada oleada revolucionaria en América Latina ha dejado memorias y experiencias positivas. La revolución cubana no sólo logró sobrevivir sino que demostró que se puede establecer y desarrollar un modelo de sociedad en la que el ser humano sea el centro de la atención de la política y la sociedad. Los índices de desarrollo humano de Cuba no tienen comparación en el mundo. Y esto pese a las inevitables distorsiones de más de 50 años de bloqueo ilegal yanqui y de ser una economía bajo asedio y amenaza militar permanente.

La revolución nicaragüense probó que es posible destruir el régimen dictatorial y corrupto de una dictadura dinástica de 40 años de duración y reemplazarlo por uno democrático que se basa en principios constitucionales de progresos social y desarrollo humano y demostrar que pese a la derrota electoral sufrida en 1990, causada principalmente por la década de guerra de desgaste organizada y financiada por Estados Unidos, se respete la voluntad democrática de la mayoría de los nicaragüenses, incluso contra la revolución. Pero por sobre todo, demostró que se habían creado bases de conciencia suficientes para retomar el proceso revolucionario en un futuro próximo.

La reciente oleada desencadenada por el por ahora de Hugo Chávez, en febrero de 1992, ha demostrando que se puede además no sólo mejorar substancialmente el estándar de vida de millones sino que además se puede afirmar la soberanía nacional con vigor y orgullo obligando al capital multinacional a comportarse, a ser un socio bajo nuestra tutela mayoritaria, a obligarle a pagar impuestos substancialmente más altos para el desarrollo nacional, e incluso nacionalizarle sus inversiones y pertenencias en beneficio de la nación. Y, pese a las dificultades actuales del proceso, demostró que todo esto y mucho más se puede hacer mejor desarrollando la integración regional, procurando independizarse de la hegemonía yanqui creando organismos e instituciones funcionales para esta integración.

El estándar de vida de millones cambió gracias a las políticas post-neoliberales y anti-neoliberales que se implementaron desde 1998. En 1990 el nivel de pobreza en toda la región fue de 48,4% cayendo a 29% en 2015, es decir una cantidad aproximada de 60-70 millones de latinoamericanos salieron de la pobreza. La educación se expandió desde el nivel primario hasta la educación superior con la creación de decenas de nuevas universidades con mejoras substanciales para la profesión de educador a quienes se les restauró la dignidad así como se le mejoró sus ingresos. Y toda la población se benefició de programas de expansión de salud y educación gratuita que también beneficiaron a millones. Además hubo significativos progresos en mejoras en la infraestructura de muchos de los países de la región, así como en el transporte público. Y como corolario hubo substanciales mejoras en los sistemas de pensiones y en la situación de los pensionados. Obviamente, todo lo señalado ocurrió con variaciones importantes de país en país.

A nivel de la soberanía, varias bases militares yanquis fueron cerradas en Bolivia, Ecuador y Venezuela, aunque EE.UU. logró un acuerdo con Colombia bajo Álvaro Uribe por el cual obtuvo el derecho a instalar siete bases militares bajo su total control político, administrativo, y militar. En contrapartida, se logró un acuerdo de paz con la FARC que, de consolidarse, hará que estas bases sean innecesarias.

Tal vez el logro mayor de este período ha sido el desarrollo de la conciencia ciudadana de cientos de millones de latinoamericanos hombres y mujeres que han comprendido que el concepto de ciudadanía va mucho más allá del derecho a votar de vez en cuando por individuos que nos van a gobernar, sino que lo han entendido en su integralidad, es decir, como el derecho a salud, educación, empleo, vivienda dignas así como su derecho inalienable a ser un ente activo en el proceso político a través de sus propias organizaciones sociales. Esta oleada revolucionaria se ha caracterizado por haber sacado de la oscuridad social v política de excluido a decenas de millones de latinoamericanos. Es decir, si se ha sufrido derrotas a manos de fuerzas conservadoras y reaccionarias, éstas son mucho más difícil de mantener y consolidar debido precisamente a que los ataques neoliberales se orientan a la erradicación de los derechos socio-económicos y políticos del ciudadano, que es diametralmente incompatible con esta nueva conciencia de ciudadanía desarrollada en esta oleada revolucionaria.

6 EL SURGIMIENTO DE UNA NUEVA GEOPOLÍTICA MUNDIAL MULTIPOLAR

La ofensiva reaccionaria dirigida por EE.UU. cuyo objetivo es la restauración conservadora en todo el continente se parece mucho a las agresiones orquestadas desde Washington en el siglo XX, pero con una diferencia cualitativa crítica, la hegemonía mundial yanqui se encuentra en franca decadencia, decadencia que confronta no sólo la rebelión – temporalmente complicada – de los pueblos de su ‘patio trasero sino su incapacidad de imponer completamente su voluntad – pese al rastro de destrucción que he dejado – a los pueblos del Medio Oriente en donde sufre financieramente costosísimas derrota militar tras derrota militar, cuya hegemonía sobre Europa capitalista se ha debilitado substancialmente con la Unión Europa y el lanzamiento del Euro, pero sobre todo, debido a que su economía se encuentra en un estado crítico de disfuncionalidad. A todo ello se debe agregar el vigoroso ascenso económico de China que se ha convertido en la primera economía del mundo que es, además, tanto la principal fuente del crecimiento económico del mundo como la economía de crecimiento más alto y más rápido del planeta. (ROSS, 2017). Esta realidad explica en parte la oleada revolucionaria de 1998 adelante, y también explica tanto la ferocidad del intento de restauración conservadora en la que Washington se he embarcado como el fracaso de destruir varias de las revoluciones, pese a sus persistentes intentos, que en el caso de Venezuela es de 18 incesantes años de duración.

Las razones de la decadencia de EE.UU. son de carácter estructural, han adquirido ribetes de gravedad y se originan en el terreno doméstico, producto de la excesiva aplicación del neoliberalismo que ha llevado al sector financiero de la economía a niveles de desbocamiento sin precedentes.14 En volumen, EE.UU. tiene la deuda publica más grande del planeta, US$21 trillones, que debido a todas las dificultades estructurales que el país enfrenta, tiende a crecer, y su PIB es de US$17 trillones, que debido a las mismas razones, tiende a decrecer o a crecer menos rápido que la deuda, que representa ya aproximadamente 105% de su Producto Interno Bruto (PIB). El déficit en 2016 fue de aproximadamente de US$544 billones, 2.7% del PIB. Los sueldos y salarios son en media hoy, 2017, más bajos que en 1999, mientras que simultáneamente la desigualdad ha aumentado exponencialmente: el ingreso del 20% más rico de la sociedad es hoy mayor que el ingreso combinado del 80% restante. La tasa de inversión en la economía como un todo es baja, debido a que los niveles de ahorro son también bajos por lo que la administración Trump, como lo hiciera George Bush Sr con Japón en 1987, procura fuentes no yanquis de financiamiento para la inversión en la economía doméstica y sólo hay dos fuentes con suficientes recursos para realizar este objetivo: China y Alemania. (ROSS, 2017). Esto explica la reducción del gasto militar que Obama implementó de US$661 en 2009 billones a US$604 billones en 2016. En 2016 EE.UU. fue responsable del 36% del gasto militar del mundo, lo que equivalía a un total de $US604 billones (casi cuatro veces el PIB de Cuba). (WANG, 2017). Pero, en su primer presupuesto, el presidente Donald Trump solicitó un incremento de US$54 billones para defensa (CENTRO DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS ESTRATÉGICOS, 2017), justo cuando la nación enfrenta graves problemas económicos estructurales, como la infraestructura que en parte importante se está desmoronando. Según el informe de 2016 de la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles, EE.UU. (ASCE) necesita US$3.6 trillones de aquí al 2025 para elevar la infraestructura de la nación al grado ‘B’, y que se está reduciendo el financiamiento para la infraestructura por alrededor de US$1.4 trillones. La ASCE asevera que si la brecha en la inversión en la infraestructura del país no se resuelve, se espera que la economía pierda casi US$4 trillones con una pérdida de unos 2.5 millones de empleos para 2025. (AMERICAN SOCIETY OF CIVIL ENGINEERS, 2016). Es decir, precisamente cuando EE.UU. necesita más recursos para mejorar su inversión e infraestructura domésticas, reducir el gasto improductivo (militar), y aumentar las rentas del estado, Trump anuncia la mayor reducción de los impuestos de la historia con 20 puntos menos para las corporaciones. (PARDO, 2017). Es decir, en su decadencia el imperio yanqui se ha vuelto substancialmente menos efectivo en su injerencismo, en una situación en que el financiamiento del aumento de su agresividad profundiza su decadencia.

En comparación, China, aparte de crecer a una tasa por lo menos tres veces mayor que la de EE.UU., situación que se mantendrá en la próxima década, de jugar un rol central en programas de inversión de una cantidad de países en América Latina, África y los BRICS, de haber lanzado el Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura, involucrando a unos 60 países (entre los cuales están naciones como Alemania, el Reino Unido, Francia, España, además de Rusia, Corea del Sur, Brasil Venezuela, Sud África, etc.), se ha embarcado en un programa de inversión en infraestructura supranacional, La Nueva Ruta de la Seda, probablemente una de las mayores de la historia de la humanidad. Se calcula que en la próxima década La Ruta de la Seda significará una inversión en infraestructura beneficiando más de 60 naciones ascendiendo a un total de US$5trillones. (CHINA'S..., 2016, p. 5).

La nueva ruta abarca a 60 países y combina una ruta terrestre y una vía marítima que conecta China con Europa a través de Asia Sur-Oriental, Asia Central y Oriente Medio. En la ruta se encuentra un 75 por ciento de las reservas de energía conocidas, afecta a un 70 por ciento de la población mundial y se genera un 55 por ciento del PIB mundial. (CHINA…, 2016, p.3).

Según el FMI, desde 1978, fecha de la implementación de la reforma económica, hasta 2017, China ha sacado 800 millones de personas de la pobreza, el aumento más grande en el estándar de vida en la historia de la humanidad. (WORLD…, 2017).

Lo que está aconteciendo en China debiera estimular la curiosidad de todo aquel interesado en la relación dialéctica entre reforma y revolución que ha acontecido en este país, especialmente a partir de 1978. El Centro Celso Furtado nos ha beneficiado con la publicación de un tomo precisamente sobre estos extraordinarios desarrollos en la China contemporánea, el conocido especialista brasileño, Marcos Costa Lima, miembro fundador y actual coordinador del Instituto de Estudos da Ásia de la UFPE, publicó el trabajo colectivo Perspectivas Asiáticas (2016). (CENTRO INTERNACIONAL CELSO FURTADO DE POLÍTICAS PARA O DESENVOLVIMENTO, 2016).

6.1 La naturaleza de nuestras revoluciones

La relación dialéctica entre los procesos de reforma y revolución han a su manera demostrado que no hay incompatibilidad absoluta entre ellos y que ambos pueden perfectamente colaborar en aras del bien común continental y que es correcto no erigir precondiciones o barreras ideológicas o filosóficas para fomentar tal colaboración. Pero está claro que enfrentados con una arremetida reaccionaria de fondo por parte de las burguesías latinoamericanas en alianza con el imperialismo yanqui y europeo, como la actual, las revoluciones han sobrevivido, pese a las intensas y devastadoras, mientras que los procesos reformistas no han tenido la misma suerte.

La diferencia no radica en haber utilizado la vía electoral, puesto que los procesos de reforma y los revolucionarios han accedido al gobierno por el voto, característica que les había diferenciado en el pasado, como por ejemplo entre la vía pacífica de Allende y la revolución cubana. Aunque es posible es inimaginable que se intente la vía revolucionaria a la cubana ya sea en Brasil, Argentina, Paraguay, u Honduras, países que han visto sus procesos de reforma temporalmente derrotados por la derecha. Incluso la guerrilla colombiana ha decidido optar por la estrategia electoral. La izquierda latinoamericana en el continente como un todo continuará su estrategia electoral, ya sea para continuar la reforma o la revolución. Es posible sin embargo imaginar que se desarrolle una perspectiva insurreccional si Estados Unidos llevara a cabo su amenaza de invadir militarmente Venezuela.

En el contexto de la estrategia electoral la gran diferencia estriba en que los procesos de reforma intentan desarrollar políticas en beneficio de las mayorías sin procurar substancialmente alterar ni las estructuras estatales existentes, ni la configuración esencial de la economía capitalista doméstica. Los procesos revolucionarios, en cambio, se han caracterizado por refundar la nación sobre nuevas bases constitucionales y, en mayor o menor grado, han procedido a transformar la estructura de clase del estado y de la economía capitalista nacional, proceso que tanto en Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela (que incluyo en la categoría de revoluciones) no ha concluido.

No hay espacio aquí para analizar todas las experiencias revolucionarias del siglo XXI, por lo que nos concentraremos en algunos aspectos centrales de Bolivia y Venezuela. Se trata de qué símbolos, narrativas, e imaginarios utilizan estas revoluciones y por qué debieran ser motivo de curiosidad intelectual, académica y política de los participantes de las Jornadas de Políticas Publicas.15 Por ello la sección que sigue procura provocar reflexiones planteando algunas cuestiones de interés intelectual y académico y haciendo preguntas pertinentes a esta temática.

La promulgación de nuevas constituciones y el llamado a la elección de asambleas constituyentes en estas revoluciones han sido el mecanismo legitimador de la transformación estructural. La transformación es cualitativamente tan profunda que es la población indígena, otrora despreciada, excluida, discriminada, oprimida y explotada, que en gran medida determina la orientación y dinámica del gobierno, la economía y la política en Bolivia. Aparte de que el presidente es aymara, sus lenguas, culturas y costumbres tienen no sólo formalmente estatus constitucional sino que la mayoría de la sociedad las reconoce como propias con orgullo.16 Y, las fuerzas armadas, de conscripción esencialmente indígena, han respetado las nuevas normas constitucionales incluso en momentos altamente difíciles como durante el intento combinado yanqui y oligarquía racista de fracturar la nación, derrocar a Evo Morales, y crear un nuevo país en el Este de Bolivia, en la llamada Media Luna, en 2008. Esto es de alta significación dado que las fuerzas armadas son las que han llevado a cabo más golpes de estado que cualquiera otra del continente.

En Bolivia, una de las figuras movilizadoras del imaginario político de las masas es Tupak Katari, líder de la insurrección indígena de 1781 que mantuvo bajo sitio a la ciudad de la Paz por meses, y que al ser derrotado por las fuerzas coloniales españolas (fue descuartizado por caballos en la plaza pública) habría proféticamente dicho: !Yo moriré pero volveré y seré millones! Pese a que Tupak Katari llevó a cabo la acción más heroica del pueblo boliviano contra el colonialismo español, 190 años después durante el gobierno indígena de Evo Morales se ha reconocido esta hazaña con la erección de una estatua en su homenaje en Achocalla, cerca de La Paz. La estatua fue inaugurada por el Viceministro de Descolonización del Estado Plurinacional de Bolivia con esta motivación: “Está destinada a desmontar el racismo estructural contenido en la educación formal principal, teniendo como objetivo principal el promover los valores históricos ancestrales de héroes indígenas.” (SORUCO, 2015).

La estatua representa a Tupak Katari y a Bartolina Sisa, su esposa y compañera de lucha con quien conjuntamente dirigió el levantamiento; ella también fue ejecutada. La significancia de Tupak Katari para la izquierda revolucionaria y el movimiento indigenista del país, se expresó en la conformación del grupo guerrillero que llevaba su nombre – Ejercito Guerrillero Tupak Katari – y del cual fue dirigente Álvaro García Linera, actual vicepresidente de Bolivia, uno de los mejores intelectuales marxistas de todo el continente, actividad por la cual estuvo en la cárcel por cinco años.

Como consecuencia del neoliberalismo entre 1971 hasta 2005, el combativo proletariado boliviano prácticamente desapareció, fue disgregado y dispersado principalmente debido al cierre de la minería del estaño. En la década de 1990 y en el siglo XXI los poderosos movimientos sociales que llevaron a Evo Morales a la presidencia, son articulados por el movimiento indígena que “[…] son la columna vertebral articuladora de otros grupos sociales y otros modos locales de unificación, influenciados por la actividad económica y cultural campesino-indígena, y hacen de esta acción colectiva, más que un movimiento social, un movimiento societal [...]” (LINERA, 2009, p. 460-461).

Los cambios introducidos en Bolivia por El gobierno de Evo Morales desde 2005, en un proceso difícil, lleno de amenazas, intervención yanqui, y violencia, ha ido bastante más lejos que un reconocimiento simbólico del rol de Tupak Katari y Bartolina Sisa. Ha involucrado la promulgación de una nueva constitución anti-neoliberal y revolucionaria que ha declarado a Bolivia un Estado Plurinacional en el que se oficializa la existencia de 39 idiomas, español siendo sólo uno de ellos, con derechos culturales específicos para la mayoría indígena de la nación. Nunca se ha realizado tanto a favor de la mayoritaria población indígena de este país en sus 192 años de existencia. El partido que articula y organiza el conjunto de los movimientos sociales de Bolivia, el Movimiento Al Socialismo (MAS), que es el partido de gobierno, está construyendo una sociedad socialista.

Lo que debiera intrigar a intelectuales, investigadores y académicos es no sólo la capacidad movilizadora del simbolismo de las luchas indígenas del pasado, cuya figura máxima es Tupak Katari, sino desentrañar qué ha hecho que la fuerza motriz de la revolución de Bolivia sea un movimiento esencialmente indígena, compuesto de 36 etnias indígenas. Peor aún, si originalmente los grupos indígenas eran campesinos, una proporción substancial ha abandonado las áreas rurales emigrando a las ciudades donde engruesa las filas del gigantesco y paupérrimo sector informal de la economía (CUÉ, 2009), principalmente como comerciantes, es decir, sociológicamente pequeños burgueses. ¿Qué explica que no sólo se identifiquen con los objetivos políticos del gobierno de MAS, sino que sean parte de la fuerza motriz de la revolución socialista boliviana?

Pero es en Venezuela, pese a las graves dificultades que la revolución enfrenta, donde el proceso de transformación del estado, la economía y sociedad es más avanzado. Las masas han sido empoderadas a través del ‘estado comunal’ a niveles extraordinarios, la industria más importante del país, el petróleo, no sólo está nacionalizada sino que su renta se utiliza en su mayoría en el desarrollo social y económico de su pueblo. Se han además nacionalizado las industrias de la electricidad, acero, telecomunicaciones, cemento, parte importante de la banca, una enorme cantidad de la tierra arable del país, y otras áreas. La constitución bolivariana de 1999 es, después de la cubana, la más radical del continente, pues es explícitamente anti-neoliberal. Está, además, la extraordinaria transformación ideológica, cultural y política de las fuerza armadas que se declaran formalmente por la construcción del socialismo del siglo XXI. Y si a esto agregamos la Milicia Bolivariana, es decir, literalmente el pueblo en organizado en milicias armadas para la defensa de la nación, que hoy en día cuenta con unos 300.000 miembros y que goza de estatus constitucional, tenemos que concluir que el estado que existe hoy en 2017 es fundamentalmente diferente del que existía en 1999, año en que se aprobó la constitución bolivariana en referendo popular.17

La más reciente manifestación de la transformación revolucionaria del estado la encontramos en la recientemente elegida Asamblea Nacional Constituyente (ANC). El mundo y los medios capitalistas en todo el mundo han reaccionado con horror ante la ANC no porque sea antidemocrática – como falsamente arguyen – sino porque comprenden que ésta representa otro salto cualitativo tanto en la aplicación de la constitución bolivariana como en la profundización de la transformación de la naturaleza de clase del aparato del estado venezolano. La ANC es perfectamente legal y constitucional y está consagrada en los Arts. 347, 348 y 349 de la constitución bolivariana de 1999, fue elegida por voto secreto, directo y universal, y es plenipotenciaria, es decir, tiene autoridad por sobre todas las demás instituciones estatales siempre y cuando no contradiga los parámetros de la constitución (art. 350º). La composición de la ANC es de 543 constituyentistas elegidos de la siguiente manera: 364 elegidos territorialmente según la división administrativo-política del país, los empresarios eligen 5, pescadores y campesinos 8, 5 por las personas con discapacidad, 24 por los estudiantes, 79 por los trabajadores, 24 por las comunas y consejos comunales (organizaciones de base de la democracia venezolana) y 28 por los pensionados. (¿EN QUÉ..., 2017). No es prefecta, pero la ANC es probablemente el parlamento más democrático del planeta.

No ha sido por arte de magia de Hugo Chávez, pero el líder del socialismo bolivariano fue capaz de convertir a Simón Bolívar en el símbolo de la revolución socialista de Venezuela. Simón Bolívar, si bien fue el libertador no sólo de Venezuela, sino que dirigiendo en persona y en el terreno militar liberó también Colombia, Ecuador, Perú y creó Bolivia, era miembro de probablemente la familia venezolana más oligárquica en el siglo XIX.

Carlos Marx se refiere a Bolívar como “[…] el típico aristócrata [latino]americano, deseoso de mantener sus privilegios, carece de cualidades propias, es heredero del poder familiar, falto de profesionalismo y derrochador de recursos, lo que habría generado pérdidas materiales y militares cuantiosas e incomprensibles.” (PEREDO, 2010, p. 69) y a quien Marx consideró un canalla, cobarde y cruel.18 Pero la burguesía venezolana parece comprender el uso movilizador que hace Chávez de la imagen y figura de Bolívar bastante mejor que Carlos Marx, puesto que detestan su figura histórica, especialmente ahora en su carnalidad chavista de emblema del socialismo bolivariano del siglo XXI. Hugo Chávez al presentar a un Bolívar como emblema de la revolución socialista no manipula demagógicamente al pueblo, hay suficientes elementos en el pensamiento del libertador que lo justifican. La cuestión es ¿qué descubrió Chávez en Bolívar que lo transformó en este símbolo de la revolución? Por último ¿es sólo la figura histórica de Bolívar que Chávez rescató como símbolos del socialismo bolivariano?

Más intrigante aún es el hecho de que la fuerza motriz de la revolución bolivariana en su período inicial y crucial, no fueron ni la clase obrera ni el campesinado, sino los pobres habitantes de las favelas de las grandes ciudades, especialmente Caracas. La clase obrera organizada sindicalmente en la central sindical CTV de orientación socialdemócrata, participó activamente en colaboración con la clase dominante y el imperialismo yanqui en todos los intentos de derrocamiento violento de Hugo Chávez entre 1999 hasta 2005, cuando dejó de ser un factor relevante. Como consecuencia directa de la sobre especialización en la extracción y exportación de petróleo, Venezuela es una país casi sin campesinos, puesto que el 96% de la población vive en el sector urbano. A todo ello debe agregarse que, probablemente debido a su extracción de clase media, el grueso de la intelectualidad de izquierda venezolana fue hostil a Chávez desde el primer momento, hostilidad que en gran medida mantiene. Y más complejo aún es el hecho de que Chávez se declarara cristiano católico, bolivariano y marxista al mismo tiempo. Explicar esto sólo como demagogia seria profundamente superficial.

La ofensiva reaccionaria continental dirigida desde Washington correctamente ha concentrado sus fuegos en Venezuela bolivariana, puesto que representa el mayor desafío, no sólo a la hegemonía hemisférica de EE.UU. sino al sistema capitalista, principalmente porque su éxito probaría que es posible la transformación revolucionaria del estado y la economía para la construcción de una sociedad socialista expandiendo la democracia, no restringiéndola, democracia que ha ocurrido incluso durante los álgidos períodos de desestabilización derechista desencadenados desde el Depto. de Estado.

En otras palabras, la riqueza de las experiencias de revolución y reforma en América Latina en el último período (1998-2017) es extraordinaria tanto desde el punto de vista ideológico, así como económico, social, político, y cultural. Hay toneladas de material al respecto, incluyendo data, estadísticas, análisis, libros artículos, documentales, debates, y mucho más. Llama intensamente la atención la escasez, casi ausencia de trabajos sobre el tema en las VIII Jornadas de Políticas Públicas cuyo título fue Un Século de Reforma e Revolucão 1917-2017, especialmente considerando que ha habido decenas de intentos reformistas en América Latina y unas cuantas revoluciones durante este período, y que hay una galería bastante impresionante en calidad intelectual así como una cantidad substancial de intelectuales orgánicos en el sentido gramsciano del término que nos han legado un acervo formidable. Entre nuestros intelectuales están José Carlos Mariátegui, José Martí, Rui Mauro Marini, y Carlos Fonseca Amador, sólo para mencionar los que obligatoriamente todo estudiante e investigador interesado en los procesos de reforma y revolución en América Latina debe incorporar en su universo intelectual.

Llama también poderosamente la atención la presentación de muchos trabajos de la realidad brasileña estructurados a partir de intelectuales marxistas europeos, principalmente franceses en lo que se percibe una excesiva ideologización de estos análisis. No se tiene la intención aquí de sugerir que los marcos de referencia intelectual o metodológica de tales intelectuales sean abandonados o desechados, de ninguna manera. Hay allí un campo rico de comprensión intelectual que debe continuar, pero que deben ser usados para ser aplicados a la comprensión de nuestra realidad latinoamericana historia o contemporánea en combinación con los análisis y escritos de la rica intelectualidad orgánica de nuestro continente.

7 CONCLUSIÓN: ¿pesimismo u optimismo?

Es perfectamente comprensible que luego de tan serios retrocesos y reveses que la izquierda ha sufrido a nivel continental, especialmente el derrocamiento de la presidente de Brasil, Dilma Rousseff y la impotencia del movimiento de masas en ese país de rectificar la situación, restaurar la democracia y un gobierno legítimo que verdaderamente exprese la voluntad del pueblo brasileño, exista una atmósfera dominada por el pesimismo, pesimismo que sobrepasa las fronteras del gigante sudamericano.

Responder a la pregunta ¿pesimismo u optimismo? con la famosa y archirrepetida frase de Antonio Gramsci, Pesimismo del intelecto, optimismo de la voluntad ayuda en cuanto indica el método político obligatorio de aquéllos que procuran construir un mundo mejor. Es decir, no hay espacio ni para hacerse falsas ilusiones pero mucho menos para desanimarse, no importa cuán auspiciosas puedan ser las condiciones subjetivas ni cuán desfavorables sean las condiciones objetivas. Pero la crisis que asola América Latina desde ya al menos por siete décadas, se caracteriza porque, como lo dijo Gramsci mismo, lo nuevo no acaba de nacer, y lo viejo no termina de morir. Es la porfiada voluntad de justicia de los plebeyos, sin embargo, la que hace renacer persistentemente la potencialidad de lo nuevo.

Para lograr que lo viejo termine de morir, los pueblos de América Latina han intentado reforma, revolución, y revolución por vía de la reforma. Estas experiencias han tomado la forma de insurrecciones espontáneas, guerra de guerrillas, toma insurreccional del poder, vía pacífica al socialismo, toma insurreccional del poder con democracia pluripartidista, reforma sin transformación estructural del estado, y vía electoral con transformación revolucionaria del estado y la economía.

Cada oleada resultante de procesos revolucionarios en América Latina, de manera típica en la lucha de clases, ha tenido flujos y reflujos, en que lo viejo ha logrado infringir derrotas de naturaleza histórica de las cuales aún no nos hemos recuperado completamente, como el derrocamiento violento de Salvador Allende en Chile en 1973. Sin embargo, luego del pinochetazo de 1973 y las dictaduras militares de los 1970, las derrotas y/o retrocesos de los 1990 adelante no han tenido el carácter cualitativo de la destrucción de la democracia en Chile a manos de los gorilas. Como lo hemos señalado en este artículo, el vigor, organización, conciencia política, y capacidad de resistencia de los movimientos sociales y los partidos de izquierda con los que colaboran se han mantenido intactos y en algunos casos se han robustecido. Uno de los aspectos más interesantes de este robustecimiento relativo es la capacidad de aprender y sacar lecciones de las derrotas para la continuación de la lucha. Este proceso de aprendizaje, no obstante, es desigual y combinado, pero no deja de ser real. Así, por ejemplo, se ha convertido en un lugar común en Brasil que no será posible reanudar ni siquiera un programa de reformas incluso más moderado que el aplicado por el PT desde 2002 hasta 2016 sin una reforma substancial de las estructuras podridas del aparato estatal. De allí la necesidad de comenzar un nuevo proceso de reforma con una Asamblea Constituyente. Se debe agregar que tanto las revoluciones ecuatoriana, boliviana, nicaragüense y sobre todo venezolana, todas llenas de complejidades, han logrado sobrevivir los peores embates del imperialismo.

El impulso de lo nuevo de nacer no ha parado y ha logrado recuperar su vigor incluso luego de terribles derrotas como en Nicaragua, que es un caso emblemático en este respecto. Luego de 40 años de dictadura somocista y unos 20 años de lucha guerrillera el Sandinismo logró instaurar una democracia social revolucionaria, audacia por la que pagó caro con la casi destrucción de su economía, y la muerte en la guerra de desgaste dirigida y financiada desde Washington de unos 50.000 nicaragüenses, que deben agregarse a los aproximadamente 50.000 que fueron asesinados en unos pocos días durante la primera y segunda insurrecciones lanzada por el FSLN en 1978 y 1979. La inmensa mayoría de los muertos de la guerra fueron jóvenes combatientes, enfermeras, médicos, alfabetizadores, maestros, agrónomos, campesinos, trabajadores, funcionarios del estado revolucionario, es decir, lo mejor de la sociedad. La guerra y la dislocación económica que conllevó produjeron niveles de inflación acumulada de 33.000% en 1988. En otras palabras, típicamente EE.UU. castigó la audacia del pueblo sandinista convirtiendo a Nicaragua en un infierno en la tierra. Considerando que Nicaragua Sandinista fue blanco de la agresión de la maquinaria militar más poderosa de la historia de la humanidad, es un milagro que la revolución haya sobrevivido por una década. Y a los sufrimientos de la derrota de febrero de 1990, el pueblo nicaragüense tuvo que soportar el regreso virulento del neoliberalismo que perduró durante los gobiernos de derecha por 17 años hasta el nuevo triunfo electoral en 2006, cuando obtuvo 38.7% del voto. El FSLN iba a repetir esta hazaña en las elecciones de 2011 cuando ganó las elecciones presidenciales con más del 62% del voto, y nuevamente en las elecciones presidenciales de 2016 cuando este porcentaje subió a más del 72%. En 2006 el FSLN obtuvo 38 diputados de un total de 91; este número subió a 62 en 2011; y en 2017 esta cifra subió a 71 diputados. Y para las elecciones municipales de 2012 el FSLN obtuvo 134 de las 153 municipalidades del país. Parafraseando a Obama, Nicaragua prueba que sí se puede.

Al observar la evolución de Nicaragua desde 1979 hasta 2017 los estrategas del Depto. de Estado de EE.UU. deben preguntarse

¿qué hay que hacer para que los nicaragüenses desistan de su porfiado impulso por la justicia? Tal vez se les pueda explicar su fracaso con las inmortales palabras de la Primera Declaración de La Habana emitida por Fidel Castro el 4 de febrero de 1962:

Ahora, sí, la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados de América Latina, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. […] Porque esta gran humanidad ha dicho ¡Basta! y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente.

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Notas

1 Respecto de las diferencias entre el Che y Fidel sobre la estrategia a seguir no sólo en el continente y si aliarse estratégicamente a China o la Unión Soviética ver Jorge Castañeda, Compañero: the Life and Death of Che Guevara, Vintage Books, 1998; John Lea Anderson, Che Guevara: A Revolutionary Life, Bantam, 1997; y Pablo Taibo II, Ernesto Guevara también conocido como el Che, Planeta, 2009.
2 Al respecto de la verdaderamente numerosa cantidad de organizaciones guerrilleras que surgieron al calor de la revolución cubana ver el informativo trabajo de Richard Gott (1973).
3 Ver detalles de la vía chilena al socialismo como fue planteada por Allende mismo antes de llegar al gobierno. (SALVADOR, 2009).
4 Entre los críticos constructivos más sagaces encontramos a Regis Debray, Conversación con Allende, Siglo XXI Editores S.A., México, 1971.
5 Se puede tener una idea de los niveles de apoyo yanqui a los escuadrones de la muerte y la Contra en estos tres países en esa década en Dirk Krujit (2008).
6 Sobre la guerra contra el primer gobierno sandinista ver Daniel Ortega (1989).
7 Sobre la invasión yanqui de Grenada ver Hugh O’Shaughnessy (1984).
8 Ver el intensamente pragmático y realista libro de Jorge Castañeda, Utopía Desarmada, Ariel, 1995; Castañeda (1995), ferviente partidario de la revolución Sandinista, cuya derrota le llevó primero a un escepticismo reformista que ha evolucionado hasta convertirlo en uno de los críticos duros de la izquierda latinoamericana y adoptando posiciones de extrema derecha.
9 Debe ser difícil para las nuevas generaciones apreciar tanto la enormidad del impacto de la caída del campo socialista en cuanto a la viabilidad de la construcción de una sociedad socialista como la gigantesca confusión que sembró en la izquierda, especialmente en Europa. Ver interesante artículo de James Petras (1990).
10 Sobre el golpe de estado ver Abril Memorias de un Golpe de Estado, MINCI, 2012, y sobre el paro petrolero ver Un Registro del Sabotaje Petrolero, MINCI, 2011. (VENEZUELA, 2012, 2011).
11 Ver detalles de la política yanqui de derrocamiento violento del gobierno de Cuba, especialmente las extraordinariamente amplias ramificaciones de la injerencia a todo el aparato estatal de EE.UU. Y sobre todo la cantidad de recursos disponibles para este objetivo: Philip Brenner y Marguerite Jimenez (2006).
12 Sobre la represión en Honduras ver Global Witness (2017) y sobre Paraguay ver Gerardo Halpern (2013).
13 Este número del Boletín Informativo del Frente Guasú (PARAGUAY, 2017) nos da una idea del nivel de resistencia que hay en Paraguay.
14 Es lo que sugiere convincentemente Pedro Aspe (LOS ORÍGENES…, 2009), ex Secretario de hacienda de México.
15 En las VIII Jornadas de más de 300 trabajos, sólo tres se centraron en analizar y analizar procesos políticos en el resto de América Latina.
16 Un hermoso libro explica el potencial revolucionario de la población indígena en Bolivia, Álvaro García Linera (2009).
17 Ver a este respecto, Francisco Domínguez (2007).
18 Marx escribió en enero de 1858 el artículo Bolívar y Ponte en donde hace estas caracterizaciones, ver detalles en Mario Fabregat Peredo (2010).
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