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ENTRE LA INVISIBILIDAD Y LA HIPERVISIBILIDAD: LA EXPERIENCIA DEL RACISMO EN CITIZEN. AN AMERICAN LYRIC DE CLAUDIA RANKINE1
Between invisibility and hypervisibility: the experience of racism in Claudia Rankine’s Citizen. An American Lyric
ENTRE LA INVISIBILIDAD Y LA HIPERVISIBILIDAD: LA EXPERIENCIA DEL RACISMO EN CITIZEN. AN AMERICAN LYRIC DE CLAUDIA RANKINE1
Revista de Humanidades, núm. 47, pp. 11-31, 2022
Universidad Nacional Andrés Bello
Recepción: 04 Enero 2021
Aprobación: 18 Mayo 2021
Resumen: En este artículo analizo Citizen. An American Lyric (2014) de la escritora jamaicano-estadounidense Claudia Rankine. Citizen ofrece una aproximación multimodal y polifónica al racismo en Estados Unidos y se centra en el impacto que este tiene sobre las vidas de las personas y comunidades negras, que son sometidas a experiencias cotidianas, repetitivas e insidiosas de microagresiones raciales, a la vez que viven con el miedo a ser víctimas de la violencia policial, o que esta les arrebate a sus seres queridos. Citizen yuxtapone escenas de microagresiones racistas con otras en las que la violencia es manifiesta, dando cuenta del complejo engranaje que produce y perpetúa el racismo en Estados Unidos. Propongo también en mi lectura que el eje de invisibilidad e hipervisibilidad presente en el libro expone aspectos centrales de las experiencias de discriminación que afectan a la población afroestadounidense.
Palabras clave: Claudia Rankine, Citizen, racismo.
Abstract: In this article I analyze Citizen. An American Lyric (2014) by Jamaican-American writer Claudia Rankine. Citizen offers a multimodal and polyphonic approach to racism in the United States, addressing its impact on the lives of black individuals and communities. Black people are subjected to daily, repetitive and insidious experiences of racial micro-aggression, while living in fear of police violence. Citizen juxtaposes scenes of racist micro-aggressions with others in which racist violence is overt, providing an account of the complex mechanism that produces and reproduces racism in the United States. My reading of Citizen also proposes that the axis of invisibility and hypervisibility in the book allows us to account for central aspects of the experiences of discrimination suffered by the African-American population.
Keywords: Claudia Rankine, Racism.
Lo que me asombraba y me indignaba no eran tanto las cosas que decía sino la manera de decirlas. Era como si yo no hubiera estado ahí, de pie, en el umbral de la habitación. Hablaban de mí, pero al mismo tiempo me ignoraban. Me borraban del mapa humano. Yo era un no ser. Un ser invisible.
Maryse Condé, Yo Tituba, bruja negra de Salem
1. Introducción
El poema “New Windows” de la escritora jamaicana-estadounidense Claudia Rankine comienza con el recuerdo de la voz lírica de su vuelo migratorio de Jamaica a Estados Unidos. Desde el presente de la escritura, este cambio de país inaugura una serie de encuentros con personas blancas que confunden o malinterpretan la posición social de la hablante. Ya de adulta, mientras viaja en otro avión, un pasajero le habla porque “he wished to understand how he came to be sitting next to me in first class” (19)2. En otra estrofa del poema un vendedor de ventanas toca a la puerta de la casa de la hablante y cuando ella le abre le dice que necesita hablar con su empleador. Estas situaciones son conectadas en el poema con el vuelo migratorio, en que la azafata le da un chaleco y le dice: “This is America, she told me, cold, not like the West Indies. One needs a jacket of some kind here”3 (19, cursivas en el original). El frío al que alude la azafata y la necesidad de protección representada en algún tipo de chaleco aparecen como una advertencia para lo que serán experiencias frecuentes de la hablante en el país de destino: interpelaciones que la ubican en un lugar distinto y de menor estatus simbólico al que tiene (puede viajar en primera clase, es la dueña de casa). El poema no explicita que la hablante es negra. Esto queda claro más que por la referencia a su origen antillano por la forma en que es tratada por sus interlocutores: el primero es un “white southern businessman”4, mientras el segundo destaca por sus ojos azules y pelo rubio. Al final la sujeto lírico observa sus ventanas antiguas y señala que debe pensar en unas nuevas, remitiendo al título del poema. Podemos interpretar esto como la necesidad de crear nuevos cristales y marcos de referencia para reinventar las interacciones entre blancos y negros, lo que requiere de la lucha contra los estigmas y categorías preestablecidas con que los primeros tratan a los segundos.
Claudia Rankine es una poeta, dramaturga y académica jamaicana-estadounidense que investiga las relaciones raciales en Estados Unidos. En 2017 fundó el Racial Imaginary Institute, laboratorio cultural en el que “the racial imaginaries of our time and place are engaged, read, countered, contextualized and demystified”5 (“TRII”). El instituto dedica sus esfuerzos a investigar cómo se configura la blanquitud (whiteness) en Estados Unidos y su impacto en las relaciones entre personas blancas y de grupos racializados. El interés de Claudia Rankine por los imaginarios racistas y sus expresiones sociales se expresa también en su producción literaria; sus dos últimos libros –Citizen: An American Lyric (2014) y Just Us: An American Conversation (2020) – desarrollan una aproximación poética, ensayística y multimodal a estos temas.
En este artículo propongo una lectura de Ciudadana. Una lírica estadounidense7, libro en el que, al igual que en el poema “New Windows”, se recrean situaciones cotidianas en las que la relación entre personas blancas y negras está permanentemente mediada por prejuicios y estereotipos. Ciudadana es un texto poderoso, complejo y desafiante en su carácter multimodal e indeterminación genérica. Angela Hume lo describe como un poema-collage, término que hace justicia a la centralidad de la poesía en el texto, a la vez que destaca su carácter híbrido. El libro está dividido en siete apartados que reúnen poemas en prosa, en verso, textos ensayísticos y guiones para videos, además de fotografías, capturas de pantalla y reproducciones de obras de artistas negros contemporáneos. El eje central que articula los textos es el racismo y la configuración de una sociedad atravesada por la línea divisoria entre negro y blanco. Un grupo de poemas y ensayos se detiene en las experiencias de afroestadounidenses que sufren regularmente microagresiones racistas. Otro conjunto de textos se enfoca en el racismo sistémico, expresado en la violencia institucional que representan los asesinatos de jóvenes negros por parte de la policía, así como también en el funcionamiento de las instituciones deportivas, educativas y de servicio público, entre otras.
Propongo que al yuxtaponer las escenas de un racismo cotidiano –muchas veces invisibilizado e incluso negado– con las expresiones más abiertamente agresivas e incluso letales del racismo, Ciudadana recrea el complejo engranaje que produce y perpetúa el racismo estadounidense. Para ello, Rankine vincula en este libro las agresiones racistas cotidianas, de baja intensidad, que no suelen ser cuestionadas ni sancionadas, con el racismo institucionalizado8 y, especialmente, los actos de racismo que terminan con la vida de muchos afroestadounidenses, sobre todo hombres jóvenes. El funcionamiento articulado y la imbricación de estas dos dimensiones produce sentimientos de angustia y agobio en los miembros de las comunidades negras. Se muestra, a su vez, que el racismo hunde sus raíces en la historia de Estados Unidos, país en que las huellas de la esclavitud, la guerra de secesión y la discriminación del período de reconstrucción siguen muy presentes9.
2. Entre la visibilidad y la invisibilidad: las múltiples caras del racismo
Diversas disciplinas de las humanidades y las ciencias sociales han descrito e investigado los mecanismos a través de los cuales se crean y reproducen las desigualdades sociales. Entre dichos mecanismos se cuenta la construcción de las personas racializadas como otros, cuya diferencia racial es vista como un déficit. En el campo de la sociología, el interaccionismo simbólico ha mostrado cómo, aun cuando la desigualdad se percibe completamente institucionalizada, su reproducción depende de las interacciones cara a cara (Schwalbe y otros 420). Los estudios contemporáneos sobre racismo muestran cómo a partir de los avances logrados por el movimiento por los derechos civiles en los años 1950-1960 muchos actos racistas tienen un carácter más sutil y ambiguo, lo que en ningún caso significa que no sean problemáticos (Lewis y otros).
La teoría crítica de la raza (Critical Race Theory), por otra parte, partió del ámbito legal para ampliarse posteriormente al estudio de problemas de raza y racismo con enfoques interdisciplinarios que incluyen las ciencias sociales, las humanidades y la educación. En este marco, Daniel Solórzano y Lindsay Pérez llevaron a cabo una investigación cuyos resultados presentan en el libro Racial Microaggressions: Using Critical Race Theory to Respond to Everyday Racism (2020). Allí definen las microagresiones raciales como “one form of systemic, everyday racism used to keep those at the racial margins in their place”1011 (75). Estas consisten en ataques verbales o no verbales dirigidos a personas racializadas y a menudo asumen formas sutiles e indirectas, lo que muchas veces las vuelve poco evidentes o ininterpretables para quienes las sufren. La acumulación en el tiempo de estos ataques tiene un impacto psicológico y fisiológico en las personas agredidas (75). Se combinan así, perniciosamente, el carácter muchas veces sutil o ambiguo de las agresiones con su presencia constante en la vida de sus víctimas. Según Derald Sue, las microagresiones afectan la autoestima, provocan rabia y frustración y tienen importantes consecuencias a corto y largo plazo sobre la salud mental y física de quienes las sufren (6).
Claudia Rankine compone los poemas en prosa de la primera parte del libro a partir de los relatos de personas conocidas que sufrieron microagresiones raciales, entrelazados con sus propias vivencias (Hudson y otros). Otros apartados del libro recogen material de fuentes diversas –noticias, programas de televisión, youtube– y dialogan con textos teóricos, ensayísticos y literarios, lo que da un carácter polifónico a Ciudadana. Si bien estos puntos de partida para pesquisar diversas microagresiones tienen aspectos en común con las investigaciones etnográficas o sociológicas, el libro entrega una elaboración artística de todo ese material. Con su arquitectura intermodal, y aprovechando las posibilidades de desplazamiento y reconfiguración de los sentidos que ofrece el montaje, el texto crea y recrea, en términos verbales y visuales, el impacto del racismo sobre la vida cotidiana de los afroestadounidenses. Ofrece así una especie de caleidoscopio de imágenes y vivencias con potencialidad de generar, en sus lectores, el agobio y asfixia que sienten las personas racializadas. Ciudadana deja de lado recursos del uso cotidiano o no literario del lenguaje –como la economía– para intensificar la fuerza significante que contienen otros aspectos formales, como la repetición12.
Rankine configura un conjunto de poemas en prosa construido con las historias de microagresiones raciales que le han contado y en los que la hablante poética se dirige a un tú, ubicado en la mayor parte de los casos en la posición de víctima. Como señala Denise León, cada vez que “el lector recorre los versos se encontrará hablando consigo mismo, verbalizando y, al mismo tiempo, experimentando los modos en los que el racismo se aloja en las conductas y en los discursos a partir de ciertos estereotipos aprendidos y legitimados socialmente” (58).
Muchas de las escenas de Ciudadana muestran microagresiones que apuntan a la invisibilización de las personas racializadas. Por eso propongo que en torno al eje invisibilidad/hipervisibilidad se articula gran parte del entramado racista expuesto por el libro. Es así como, en el primer polo, se ubican aquellas acciones fundadas sobre la negación de la presencia del otro racializado, el que –como señala Tituba en el epígrafe de este artículo– se ve despojado de su humanidad, borrado, transformado en un no ser. La negación puede darse en el sentido que comenta la protagonista de la novela de Condé –cuando hablan delante de ella como si no existiera–, y también como un desconocimiento generalizado de la participación y la contribución de los grupos racializados en la sociedad. Todo esto contribuye a la transmisión de mensajes que inferiorizan y buscan mantener la subordinación de las personas negras. Por su parte, el polo de la hipervisibilidad resulta evidente en las situaciones en que las personas negras son perseguidas por motivos epidérmicos, por la diferencia encarnada en su color de piel. Ya en Piel negra, máscaras blancas, Frantz Fanon había señalado cómo los negros están sobredeterminados desde el exterior, lo que los hace esclavos de su apariencia (15). Sartre, por su parte, después de una visita a Estados Unidos en 1945, reflexionó sobre “la invisibilidad de la mirada negra”, la que parecía incapaz de formar parte de la lucha por el reconocimiento (Staudigl).
Tanto hombres como mujeres negras han debido soportar la violencia sistémica que históricamente ha conllevado la construcción de sus cuerpos como hipersexualizados –lo que constituye otra dimensión de la hipervisibilidad–. Las vivencias cotidianas de los sujetos y comunidades afroestadounidenses involucran tanto la deshumanización asociada a la invisibilización, como los peligros a los que los expone el hecho de ser epidérmicamente notorios para los sistemas de vigilancia y control social. Las fotos y obras de arte que incluye Rankine en Ciudadana buscan introducir una visibilidad distinta: una que escape a las determinaciones de la invisibilización e hipervisibilización impuestas por el supremacismo blanco. Estas imágenes –fotos, pinturas, grabados, esculturas de artistas negros contemporáneos– experimentan y juegan con la piel, los rostros y los cuerpos negros, desde perspectivas que rompen con la exterioridad que caracteriza las miradas blancas desde las que suelen ser retratados.
Ciudadana comienza con una escena en la que el tú al que se dirige la voz lírica –que podemos pensar como la hablante desdoblada– rememora un episodio de su infancia que desde el presente de enunciación le cuesta comprender. El recuerdo surge de una serie de evocaciones, que afloran “cuando estás sola y demasiado cansada incluso para encender cualquiera de tus dispositivos, te permites recrearte en un pasado que se arrellana entre tus almohadas” (15). El cansancio y la soledad reaparecen en otros momentos del libro, y pueden ser leídos como efecto de la suma de experiencias dolorosas que recoge. En el recuerdo, una compañera blanca le pide a la hablante que la deje copiar en los exámenes, a lo que ella accede. A modo de agradecimiento la niña blanca le dice: “hueles bien y tienes rasgos de persona blanca” (15). Además de recordar esas palabras, en que blanquear al otro aparece como un modo de reconocerlo, la hablante piensa en la profesora, que nunca descubrió el engaño y, finalmente, llega a la conclusión de que fue porque “a lo mejor ni siquiera se ha dado cuenta de que te sientas ahí” (15).
Si bien el episodio es presentado en un tono calmo, en que la hablante parece especular de manera relativamente distanciada sobre el significado de las palabras de la compañera y de la reacción de la profesora, la imagen y el poema que le siguen dan paso a emociones muy distintas. Primero encontramos una foto a color de una típica calle de suburbio solitaria, con dos casas blancas grandes distanciadas entre sí y una con un auto blanco en la entrada (no es inocente la repetición del adjetivo blanco en la descripción que ofrezco acá). En una curva se distingue una señal con el nombre de la calle: Jim Crow Rd. Con el término Jim Crow se hace referencia al conjunto de leyes que mantuvieron la segregación racial en Estados Unidos después de la Guerra de Secesión. A esta imagen le sigue el segundo poema, que reproduzco en su totalidad, porque me permite profundizar en varios temas recurrentes en el libro:
Algunos momentos bombean adrenalina al corazón, secan la lengua y obstruyen los pulmones. Como un trueno te ahogan en el ruido, no, como un rayo te fulminan la laringe. Tos. Cuando sucedió, me quedé sin palabras. ¿Nunca has dicho eso? ¿No se lo dijiste a una amiga íntima que, al principio de vuestra amistad, cuando estaba distraída, te llamaba por el nombre de su asistenta negra? Dabas por sentado que vosotras dos erais las únicas personas negras de su vida. Al final dejó de hacerlo, aunque nunca admitió el lapsus. Y tú nunca se lo reprochaste (¿por qué no?) y, sin embargo, no logras olvidarlo. Si esto fuera una tragedia familiar, y bien podría serlo, este sería tu error fatal: tu memoria, vehículo de tus sentimientos. ¿Te sientes herida porque es la típica situación de ‘todos los negros se parecen’, o porque te confunde con otra a pesar de haber sido tan íntimas? (17)
El tono calmo del primer poema da paso en el segundo a uno de agitación, en que el cuerpo experimenta sensaciones de ahogo. Shermaine Jones propone el concepto de asfixia afectiva para dar cuenta de la sensación de ahogo que produce la demanda de autocontrol emocional en las personas negras: “Affective asphyxia results from the expectation that black people must choke down the rage, fear, grief, and other emotions that arise when confronted with racism and racial microaggressions”13 (38). Existe una brecha en este poema entre lo que la hablante siente y sus esfuerzos por comprender qué es lo que realmente la afecta tanto de la confusión de su amiga. Aparentemente la situación no es tan grave, pero aún así resulta dolorosa y queda grabada en la memoria. Muchas de las escenas que construye el libro funcionan de ese modo: frente a palabras o situaciones que pueden tener diferentes grados de agresividad el tú se siente fuera de lugar y duda sobre el sentido de lo que ha vivido. Esto genera una sensación de malestar difuso, que lleva a revivir la escena horas o incluso días después del episodio: “Y tú nunca se lo reprochaste, (¿por qué no?)” (7).
En el poema citado, se aborda también la dificultad que siente la hablante para conservar relaciones de intimidad con personas blancas, lo que reaparece en muchos momentos del libro. La hablante no niega que sea posible construir esas relaciones, pero en ciertos momentos –a través de una palabra que revela una confusión, como cuando la amiga la llama con el nombre de su asistenta, o a partir de comentarios vagamente ofensivos– se reinstala una grieta y vuelve a dibujarse la división blanco-negro. En otro poema de la primera parte se explica esa dificultad a partir de la idea de que las personas “se debaten entre el ‘yo histórico’ y el ‘yo yo’” (24). El yo histórico –que carga con el peso de la historia racista de Estados Unidos– sería responsable, finalmente, de esos momentos que quiebran la intimidad entre blancos y negros. Lo que me interesa destacar de esta dimensión del libro es que las microagresiones no surgen solo de las personas abiertamente racistas. Hay ejemplos de eso también, pero su impacto es menor en la hablante que cuando se enfrenta a los comentarios racistas de personas cercanas. De este modo, el poemario expone cómo la ideología racista permea todo el tejido social e impacta negativamente en los vínculos humanos.
Es importante tener presente que a través de mecanismos como la introyección también las personas racializadas contribuyen a la reproducción del racismo que afecta todas las relaciones humanas; y esto, en su calidad de eje estructurante de la sociedad, tiene efectos en la subjetivación de todos los individuos. Pero en los afroestadounidenses esto posee una dimensión particular, que W.E.B. Dubois explicó a inicios del siglo XX con el concepto de doble conciencia. Para Dubois, a los negros estadounidenses la sociedad les niega la posibilidad de tener una conciencia de sí mismos (self-consciousness) y les provoca la sensación de verse siempre a través de los ojos de otros, de medir su alma con los valores de un mundo que los desprecia y mira con compasión (7). Si bien muchas cosas han cambiado desde la época en que Dubois desarrolló estas ideas, el libro de Rankine muestra magistralmente que el peso de la mirada blanca y la escisión que provoca en la autopercepción de los afroestadounidenses sigue siendo una problemática vigente.
Como ya señalé, muchas de las microagresiones racistas funcionan a través de la invisibilización del otro racializado (un caso muy concreto es el poema en que se muestra a un comprador que en la farmacia se adelanta en la fila a una mujer negra y cuando le llaman la atención dice que de verdad no la vio). Del otro lado de la moneda, el libro muestra los riesgos a los que se ven expuestos los afroestadounidenses por su hipervisibilidad epidérmica que, en los poemas, es relacionada con la criminalización y los asesinatos de jóvenes negros generalmente por la acción policial. Si bien esto se encuentra muy presente en el debate público estadounidense contemporáneo –piénsese en la fuerza que ha adquirido el movimiento Black Lives Matter–, me parece que la mirada de Rankine incorpora además su experiencia de migrante jamaicana. Para ella la migración a Estados Unidos constituye un quiebre respecto de sus experiencias como mujer negra, lo que se evidencia en el poema “New Windows”. Aunque la sociedad jamaicana también enfrenta sus propias formas de racismo –basta leer las memorias de Stuart Hall para convencerse de ello–, este no tiene las mismas características que en Estados Unidos, donde los afrodescendientes son una minoría visible y excluida. La literatura de migrantes afrocaribeños en Estados Unidos suele detenerse en estas diferencias, que constituyen un factor adicional de dificultad para su inserción en la sociedad de destino.
En su ensayo autobiográfico “Walking while Black”, el escritor jamaicano Garnette Cadogan relata que durante su infancia y adolescencia le gustaba mucho caminar por su ciudad, Kingston. Pero fue recién en Estados Unidos donde corrió verdaderos riesgos en la calle: el temor que la gente sentía frente a su presencia de hombre negro joven lo convertía en fácil blanco de denuncias y arrestos. El temor a dar miedo lo llevó a cambiar su modo de caminar, de aparecer en el espacio público, de relacionarse con otras personas: “I realized that what I least liked about walking in New York City wasn’t merely having to learn new rules of navigation and socialization–every city has its own. It was the arbitrariness of the circumstances that required them, an arbitrariness that made me feel like a child again, that infantilized me”14. Una amiga le hace ver que su modo de caminar es “A pantomime undertaken to avoid the choreography of criminality”15 (https://lithub.com/walking-while-black/).
La asociación entre negros y criminalidad presente en el imaginario racial estadounidense es captada y expuesta en el verso de Ciudadana que insiste en que: “Y no eres el tipo pero encajas con la descripción porque solo hay un tipo que encaja con la descripción” (111, 114, 115). Por más que se esfuercen por caminar y comportarse de un modo alejado del estereotipo del criminal, los negros, sobre todo si son jóvenes, siempre son vistos con desconfianza y encajan con la descripción. Esto último se relaciona con los perfilamientos raciales que guían la actuación policial, los que llevan a detenciones arbitrarias y a un uso excesivo de la fuerza con altas probabilidades de terminar en la muerte de los sospechosos.
El apartado VI del libro está compuesto por guiones para video en colaboración con John Lucas16. Tres de estos guiones se presentan como memoriales para jóvenes negros asesinados por la policía o por civiles racistas (“En memoria”), lo que permite visibilizar y rescatar sus nombres e historias, un gesto muy importante en la historia de las luchas afroestadounidenses. “En memoria de Trayvon Martin”, se lee como un poema elegíaco en que la hablante se hermana a Martin –joven universitario negro asesinado por un civil el 26 de febrero de 2012 en Florida– y a todos los jóvenes negros encarcelados y asesinados: “cada hermano, mi hermano, querido hermano, mis queridísimos hermanos, querido corazón…” (95).
El dolor del presente, provocado por las detenciones arbitrarias y las vidas arrancadas, hunde sus raíces en la historia violenta de los afrodescendientes en Estados Unidos:
Esos años míos y de mis hermanos, y los de antes, los años de las travesías, de las plantaciones, de las migraciones, de las segregaciones de Jim Crow, de la pobreza, de los barrios marginados, de los perfiles raciales, de uno de cada tres, de cada dos trabajos […] se acumulan en las horas dentro de nuestras vidas de las que todos colgamos, la soga dentro, el árbol dentro, sus raíces son nuestras extremidades, la garganta rebanada y cuando abrimos la boca para hablar, flores, oh flores, no hay cielo azul, hermano, querido hermano, solo tristeza, más o menos. (95)
La enumeración de situaciones de opresión y discriminación que comienzan con la trata transatlántica se ve reforzada con el verbo acumular, que condensa toda esa historia contenida en la vida de cada afroestadounidense contemporáneo. Las marcas, huellas, objetos asociados a la violencia racista se incrustan en cada cuerpo, que cuelga, que porta la cuerda, las raíces del árbol, el tajo en la garganta. El lamento por Martin es así, al mismo tiempo, un lamento “por todos los afroamericanos asesinados violenta o injustamente, por los horrores de la esclavitud, las migraciones, la pobreza, el odio, la segregación y la explotación que aquellos que el poema considera –mis más queridos hermanos– han sufrido y que se acumulan en el texto creando un efecto expansivo” (León 62).
La penúltima página del apartado VI presenta una lista de nombres que aparecen después de la frase “En memoria de…”. Se visibilizan y honran así los muertos por la violencia racista; la lista queda abierta, con espacio para nuevas víctimas. Claudia Rankine profundiza en esta situación de vulnerabilidad de las vidas afroestadounidenses en el artículo “The Condition of Black Life is one of Mourning”, donde se refiere al estado de temor permanente en que viven las comunidades negras en Estados Unidos frente a la alta probabilidad de perder la vida debido a la violencia policial. Esta dimensión también es el núcleo del libro Between the World and Me (2015) del periodista y escritor afroestadounidense Ta-Nehisi Coates. Frente a la reacción de su hijo adolescente cuando escucha la noticia de que un policía acusado de matar a un negro fue exculpado, Coates escribe una larga carta en la que comparte con su hijo sus reflexiones sobre lo que significa ser negro en Estados Unidos y el miedo que tiene al verlo crecer en un mundo tan hostil.
3. Cuando finalmente estalla la rabia
Ciudadana se detiene en el funcionamiento del racismo en distintos niveles y escalas, entrelaza las microagresiones cotidianas con las dimensiones institucionalizadas que se manifiestan tanto en la violencia policial como en el mundo del deporte. En el segundo apartado del libro, de carácter ensayístico, Rankine reflexiona sobre el lugar que ocupa la rabia en la vida de las personas negras en Estados Unidos. Además de distanciarse de la propuesta del youtuber Jaysson Musson, quien afirma irónicamente que “la furia de los negros tiene un valor comercial” (33), la autora analiza la situación de dos deportistas contemporáneos, la tenista Serena Williams y el futbolista Zinadine Zidane, quienes reaccionan airadamente a los ataques racistas que recibieron en distintos momentos de sus carreras. En adelante me enfocaré especialmente en el caso de Williams por su rol central en este apartado y su reaparición en los poemas finales del libro.
La historia de Serena Williams lleva a la voz narrativa a recordar la frase de Zora Neale Hurston “Me siento más negra cuando me lanzan contra un fondo rematadamente blanco” (cit. en Rankine 35). En este caso el fondo blanco refiere al mundo del tenis, que expresó todo su racismo cuando jugadores, instituciones y espectadores estadounidenses rechazaron la presencia de las hermanas Williams en sus campeonatos (en la final del campeonato de Indian Wells en 2001, Serena Williams fue abucheada e insultada por los asistentes, lo que provocó que ella y su hermana no participaran de ese torneo durante muchos años). A la luz de un estallido de rabia de Serena Williams en la semifinal del Abierto de Mujeres de Estados Unidos en 2009, el texto reconstruye una serie de momentos previos en los que la tenista se contuvo frente a diversas decisiones injustas del juez de línea que la perjudicaban. A partir de la reconstrucción de su trayectoria deportiva, la voz enunciadora señala: “Durante años has atribuido a Serena el tipo de resiliencia que solo corresponde a quienes existen en el celuloide. Ni su padre, ni su madre, ni su hermana, ni el clan Nike podían protegerla en última instancia de las personas que consideraban que el cuerpo de Selena no tenía cabida en su cancha, en su mundo” (36). Pero la resiliencia y la adaptación no pueden durar para siempre: el cuerpo va acumulando las humillaciones y en algún momento estalla. El problema es que como la reacción no es considerada proporcional al estímulo, Serena Williams es sancionada y tildada de loca: “En 2009 pronuncia, con retraso, las palabras que debería haberle dicho a la jueza de silla en 2004” (38).
La fantasía de blanquitud de la que habla Ta-Nehisi Coates en el ya referido Between the World and Me (no dice “blancos” sino “personas que se creen blancas”) se sostiene en la exclusión de quienes son considerados otros raciales, en el fortalecimiento de aquellas fronteras que refuerzan las diferencias construidas a través de esos gestos. Si bien en la historia que reconstruye Rankine en su libro la mayoría de las veces es posible identificar a las personas que actúan en forma racista contra Williams, la conclusión a la que llega es que todo el sistema del tenis está articulado en esos términos: “Tal vez sea así como se percibe el racismo, independientemente del contexto: de repente, las reglas por las que todos los demás se rigen no valen para ti” (39). En la cita de Cadogan, también aparece la arbitrariedad como un elemento perturbador de su experiencia en Estados Unidos. En su caso siente que la “arbitrariedad de las circunstancias” lo infantilizaba. Con el caso de Selena vemos cómo no solo se la perjudica de manera sistemática en su juego –cobrándole faltas inexistentes o que son perdonadas a sus contrincantes–, sino que se espera que no reaccione, más bien que se adapte, que no haga escándalo.
4. Algunas reflexiones finales
Frente a todo el espectro de actitudes de discriminación y exclusión fundadas en el color de la piel, la población negra en Estados Unidos ha debido desarrollar una serie de estrategias de adaptación, aceptación y también de negación. Claudia Rankine relata cuánto le costó protestar contra actitudes y expresiones que sentía como microagresiones (Hudson). Por mucho tiempo, frente al temor a ser vista como excesivamente radical y a distanciarse de sus colegas prefería callar. Este silencio es, para ella, un problema que debe enfrentarse, ya que contribuye a naturalizar gestos y expresiones agresivas, al tiempo que borra las memorias de estas vivencias. Frente a la acción conjunta de los polos de visibilización e invisibilización a los que me he referido en este artículo, interpreto Ciudadana también como un llamado a visibilizar los lenguajes y las formas insidiosas en que operan las microagresiones. Hacerlo no es fácil porque puede terminar en una exposición difícil de manejar para la persona atacada. Pero a la vez podría ser una vía para salir de la posición de víctima y para la elaboración de marcos de interpretación a la incomodidad, extrañeza, fastidio, que Ciudadana asocia a los momentos de microagresión racista. El libro de Rankine releva la importancia de visibilizar las microagresiones para transformar una realidad en que la reiteración de la violencia simbólica y la sensación de falta de escape agobian y aprisionan a los sujetos racializados. Para la autora esto requiere de un reconocimiento del carácter histórico que tiene la configuración racista de Estados Unidos y de la lucha contra sus impactos en las condiciones de vida de los afroestadounidenses.
Leer el título del libro como una pregunta –que es lo que propone la autora en una de sus entrevistas (“I called it Citizen because I wanted to ask: who gets to hold that status– despite everyone technically having it? How is it embodied and honoured? The title contains a question”)17 (Kellaway) devela el carácter precario de la ciudadanía de los afroestadounidenses, que se ven permanentemente afectados y amenazados por decisiones políticas que los relegan a vivir en urbanizaciones precarias (uno de los guiones para videos muestra cómo el huracán Katrina afectó sobre todo a la población negra y pobre de Nueva Orleans, la que no fue auxiliada a tiempo), a ir a escuelas con menores recursos y a recibir peores sueldos por los mismos trabajos. Pero además, los afroestadounidenses reciben permanentemente el mensaje de que deben esforzarse el doble, ser el doble de buenos y, como muestra Rankine con el ejemplo de Serena Williams, deben aprender a controlar su rabia. En uno de los versos del último apartado del libro se retoma esta asociación entre ciudadanía estadounidense, racismo institucionalizado y mandatos de adaptación: “Sí, y así es como te conviertes en ciudadana: Venga. Déjalo estar. Sigue adelante” (157). El libro, en su heterogénea composición, es un llamado a toda la sociedad estadounidense a darse cuenta de lo que significa sufrir cotidianamente un racismo hecho de microagresiones y situaciones de discriminación y violencia explícita. Si bien el lector ideal que construye el libro coincide con ese tú al que se dirige la hablante y que lleva en su piel las huellas de microagresiones y pérdidas de vidas negras, también encontramos en él una apelación a personas blancas, que a través de la lectura podrían tener algún tipo de acceso a la experiencia agobiante de la tensión entre invisibilidad e hipervisibilidad a la que me he referido. Considerando además que, como vimos, muchas microagresiones racistas no son intencionadas ni vistas como tales por quienes las realizan, la lectura de Citizen puede contribuir a la toma de conciencia del impacto que tienen los mensajes verbales y no verbales de blancos sobre no-blancos. De modo más o menos abierto el libro critica la liviandad con que algunas personas blancas pueden hacer comentarios agresivos, no importa si consciente o inconscientemente, y reclama por su incapacidad para protestar cuando son testigos de microagresiones racistas. Su lectura deja claro que lo que W.E.B. Dubois definió como el problema del siglo XX en Estados Unidos, sigue absolutamente vigente ya transcurridas dos décadas de la centuria actual: “for the problem of the Twentieth Century is the problem of the color line”18 (3).
Bibliografía
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Notas