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Fecundidad adolescente, unión y crianza: un nuevo escenario en América Latina
Adolescent fertility, union and upbringing: a new scenario in Latin America
Fecundidad adolescente, unión y crianza: un nuevo escenario en América Latina
Revista Latinoamericana de Población, vol. 8, núm. 15, pp. 35-64, 2014
Asociación Latinoamericana de Población

Recepción: 30 Abril 2014
Aprobación: 23 Diciembre 2014
Resumen: Resumen La reproducción en la adolescencia sin formación de unión se está incrementando en la región, lo que acarrea el aumento de las madres adolescentes que siguen viviendo en el hogar de su familia. En principio, la maternidad sin pareja parece adversa; pero, la permanencia en el hogar parental puede suplir, al menos parcialmente, la ausencia de pareja. La magnitud de este apoyo familiar, así como sus características y distinciones según nivel socioeconómico casi no ha sido estudiada en la región con un enfoque comparativo. Por ello, en esta investigación se actualizan las cifras y se describen tendencias, segmentadas según nivel socioeconómico, de la maternidad adolescente sin pareja y de la maternidad adolescente con permanencia en el hogar de la familia, y se evalúa el efecto de dicha permanencia sobre indicadores socioeconómicos de la madre y el bebé en comparación con la maternidad adolescente tradicional (con formación de nuevo hogar)
Palabras clave: fecundidad adolescente, familia, unión, desigualdad social.
Abstract: Reproduction during adolescence bypassing union formation is on the rise in the region. This carries an increase of teen mothers who remain living in their family household. In principle, single motherhood seems to have adverse effects. However, staying in the parental household can make up, at least partially, for child upbringing without a partner. The magnitude of this family support, as well as the support features and variability according to socioeconomic stratum, have seldom been objects of study with a comparative approach in the region. Thus, this paper updates figures and describes trends in single teenage motherhood, as well as “dependent” teenage motherhood (without the formation of a new household); and assesses the effect of this fertility on the teenager’s and baby’s socioeconomic indicators, compared to the traditional teenage motherhood (with new household formation)
Keywords: adolescent fertility, family, union, social inequality.
Introducción, antecedentes y objetivos
La reproducción biológica implica cuidado tanto para los progenitores, en particular la gestante, como para el bebé. En el sector salud, este cuidado se canaliza mediante los programas de atención materno-infantil, centrados en el embarazo, parto, puerperio y lactancia. Luego, otros programas públicos, típicamente sectoriales, apoyan la fase de formación de los niños –al menos, la infancia y la adolescencia–. Existen, además, políticas, leyes y programas que procuran compensar, parcialmente, a los progenitores por los costos de diverso tipo que implica la crianza. Las licencias maternales y paternales, las causales para ausentarse del trabajo asociadas al cuidado de los hijos, los subsidios por hijos, etc., forman parte de esta arquitectura de protección y cuidado social de la reproducción.
Esta arquitectura supone que los progenitores, aunque requieran ayuda, son los protagonistas del cuidado vinculado con la formación de los/as niños/as. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando los progenitores se encuentran aún en formación y tienen diversas desventajas para acometer la compleja tarea de la crianza? Más específicamente, ¿cómo pueden los progenitores adolescentes desempeñar este papel principal que define la estructura de protección y cuidado social de la reproducción?
Se trata de una pregunta clave en América Latina, donde los niveles de fecundidad adolescente son muy elevados, tanto en términos comparativos internacionales (solo inferiores a los de África al Sur de Sahara) como respecto de sus niveles de fecundidad total (que están bajo la media mundial) y de sus niveles de desarrollo humano (“países de ingresos medios”). Tan importante como lo anterior es que la proporción del total de nacimientos que corresponde a madres adolescentes es la más alta del mundo (casi 18% en 2010) (Rodríguez, 2012). Y en esa misma línea, los últimos datos censales disponibles sugieren una fuerte resistencia a la baja de los índices de unión entre las adolescentes (Gráficos 1 y 2). No se trata de que la mayor parte de las adolescentes se una en esta fase de la vida; de hecho, el Gráfico 2 muestra que a los 19 años casi el 70% de las adolescentes permanece soltera (con variaciones nacionales). Tampoco se trata de que el calendario de la nupcialidad esté inmutable, ya que otros indicadores muestran una gradual, aunque tímida, postergación. Lo que ocurre es que parece haber un núcleo duro de iniciación nupcial temprana, asociado a la resistencia a la baja de la fecundidad adolescente antes comentada.
La urgencia de esta pregunta en la región se refuerza porque los vínculos de esta reproducción con el cuidado se dan en el marco de un cambiante escenario nupcial y doméstico de la fecundidad adolescente. En efecto, la evidencia acumulada sugiere una mutación no menor en dicho patrón nupcial. Hasta la década de 1970 –en promedio y a grandes trazos, porque hay especificidades nacionales y subnacionales importantes–, la reproducción en la adolescencia se producía básicamente en el contexto de una unión temprana; por cierto, la relación causal no era forzosamente unidireccional, por cuanto, con alguna frecuencia, la unión era el resultado del embarazo, producto de la presión social y familiar tendiente a evitar la maternidad soltera. Con todo, esta última también acontecía y formaba parte de un legado histórico cuyas raíces se remontan a la Conquista (Montesino, 1997). Así las cosas, la reproducción adolescente formaba parte del “patrón tradicional de fecundidad”, el mismo que, además de promover una iniciación nupcial y reproductiva tempranas y vinculadas, limitaba el rol de la mujer al ámbito de la reproducción biológica y doméstica y la destinaba a tener un número elevado de hijos (o tantos como se pudiera).

Nota: En la pregunta sobre situación conyugal, NS –NR se consideran nunca unidas.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010

Nota: En la pregunta sobre situación conyugal, NS-NR se consideran nunca unidas.
Fuente:Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010.
Fuente:Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010

Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010En la actualidad hay elementos novedosos. Una fracción creciente de las madres adolescentes no se encuentra unida, es decir no convive con una pareja que pudiera ser el padre del bebé. Así se aprecia en el Gráfico 3, donde se observa que la mayor parte de los países con censos de 2010 registran, entre las adolescentes, índices de “maternidad sin convivencia con compañero”1 superiores al 35%, que, en algunos casos, se acerca al 50%. Este cambio puede estar ligado a transformaciones más profundas de la reproducción adolescente. Pero hay hipótesis alternativas respecto de su sentido:
En primer lugar, podría pensarse que la maternidad sin pareja se enmarca en la segunda transición demográfica y revela un empoderamiento femenino o una creciente fragilidad (postmoderna si se quiere) de las uniones. Sin embargo, tal hipótesis resulta contradictoria con uno de los componentes bien documentados de esta segunda transición, cuales la postergación de la fecundidad (Esteve, García-Román y Lesthaeghe, 2012).
Por otro lado, podría argumentarse que la maternidad adolescente sin pareja responde a lo que se ha denominado una “modernidad sexual truncada” (Rodríguez, 2009), pues el aumento de la actividad sexual prematrimonial, variable intermedia clave para esta tendencia, no se acompaña de un aumento similar en la protección anticonceptiva desde el inicio de la vida sexual, y en cambio acontece en un marco de persistente asimetría de género –justamente la que se evidencia en la ausencia de los padres de los bebés de madres adolescentes– y de relajamiento de las normas tradicionales que imponían, al menos parcialmente, la unión post concepción o nacimiento en el caso de la actividad sexual prematrimonial.
Por último, y en vinculación con el planteamiento anterior, se encuentra la hipótesis de un creciente protagonismo de la familia, que se moviliza ante un evento disruptivo para las muchachas y que, a diferencia del pasado, ofrece una opción a la unión post concepción, mediante la permanencia de la muchacha en el hogar, lo que no solo la favorece en términos de recursos para criar a su hijo sino que también le libera tiempo (los abuelos, es decir los padres de la muchacha, en particular la madre, ayudarían a criar al niño), reduciendo el riesgo de dedicación exclusiva a la crianza y abriendo espacio para la continuidad de la trayectoria educativa y laboral. Se trataría, entonces, de una “maternidad adolescente dependiente” –dependencia que podría ocurrir, también, por traslado al hogar de sus suegros ode otros parientes significativos–, distinta a la del pasado, que solía suponer la formación de un nuevo hogar. Este escenario emergente modifica el sentido social y los efectos de esta reproducción. Asimismo, obliga a considerar en el análisis a la familia de origen de los progenitores adolescentes, en particular a las abuelas de sus bebés.
Entonces, usando microdatos de los censos de la década de 2010 –de ocho países (aunque para ciertos análisis se usa un número menor) seleccionados exclusivamente por ser aquellos con microdatos censales de 2010 disponibles–, la investigación apunta a responder a tres preguntas:
La primera pregunta atañe a las tendencias de la situación nupcial y doméstica de las madres adolescentes: a) en el caso nupcial, el objetivo es evaluar tanto la distinción general entre soltera y resto, por una parte, como la distinción según formalidad de la unión (con y sin papeles); b) en materia doméstica, interesa comparar, en primer lugar, entre formación o no de un hogar, identificando como subgrupo a las que forman un hogar pero siguen residiendo en las viviendas de sus familias de origen (o de la familia de origen de la pareja); y, en segundo lugar, dentro de las que permanecen en el hogar, se trata de diferenciar aquellas que residen en el hogar de sus progenitores (o abuelos) y aquellas que viven bajo otras condiciones.
La segunda pregunta refiere a las desigualdades socioeconómicas vinculadas a las dos tendencias anteriores, pues hay hipótesis encontradas al respecto; por ejemplo, aunque las muchachas de mayores recursos económicos estarían en mejores condiciones para formar un nuevo hogar, sus familias también tienen más opciones para ofrecer permanencia en el hogar de origen. Adicionalmente, hay patrones culturales de matri y virilocalidad que influyen en estas decisiones, amén de pautas arraigadas de convivencia como respuesta a eventos adversos, en particular en los sectores populares. Ante esta ambigüedad teórica, los datos debieran ser claves para evaluar la fortaleza de las hipótesis en pugna.
Finalmente, la tercera pregunta remite al efecto que tiene esta permanencia en el hogar de origen sobre algunas de las desventajas típicamente asociadas a la reproducción temprana, como la deserción escolar y la inserción laboral de las madres y la salud de los bebés. El análisis relativo a estos efectos procurará controlar otros factores intervinientes relevantes, como la edad de la madre, la zona de residencia y la condición socioeconómica de las familias, para intentar captar el efecto neto de la permanencia de las madres ado lescente en el hogar de origen.
Marco de referencia
América Latina enfrenta cuatro asuntos que se examinan conjuntamente en este estudio:
En primer lugar, la alta fecundidad adolescente, que puede generar adversidades importantes para esas madres, las cuales deben ser evaluadas considerando el sesgo socioeconómico de esta maternidad, mucho más frecuente entre los grupos desaventajados (pobres, rurales, indígenas).
En segundo lugar, la persistencia de un síndrome de unión-maternidad temprana, que puede considerarse “tradicional” –es decir, debido a normas y prácticas de larga data y ancladas en fuerzas materiales y culturales con una larga historia, en contextos rurales e indígenas– o “marginal” –es decir, ocasionado principalmente por fuerzas que impiden o debilitan la integración cabal a la sociedad moderna por pobreza, falta de oportunidades e incertidumbres vitales, en contextos urbanos.
Y en tercer y cuarto lugar, dos aspectos que están claramente entrelazados: el aumento de la maternidad adolescente “sin pareja” y sin emancipación doméstica –es decir, sin construcción de un hogar propio–, que podría etiquetarse como “maternidad adolescente dependiente”.
En principio, ninguno de estos asuntos pueden vincularse teóricamente con la “modernidad” o la segunda transición demográfica, ni siquiera la maternidad sin pareja, porque se trata de adolescentes que, obviamente, no postergan su reproducción –como se espera ocurra bajo la segunda transición demográfica– y porque la condición de no tener pareja suele ser resultado del abandono y de la asimetría de género y no de decisiones planificadas de la muchacha o del empoderamiento femenino.
Sin embargo, sí podría asociarse a una suerte de “modernidad truncada”, porque se vincula a una actividad sexual premarital que no se ejerce con un control moderno (anticonceptivo) y que provoca un efecto que, más bien, dificulta un desempeño “moderno” y difícilmente gatilla la emancipación. Justamente, esta combinación de aumento de la maternidad adolescente soltera y de “reproducción adolescente dependiente” (dos caras de una misma moneda) se presta para interpretaciones teóricas disímiles, ya que puede experimentarse como una condición que se añade a las desventajas propias de la reproducción temprana por la ausencia de progenitor o, por el contrario, puede considerarse una vía para eludir, al menos parcialmente, la condena a un rol doméstico y subalterno en condiciones precarias que implica el síndrome unión-maternidad temprana.
Justamente, en este último interrogante conceptual se centra el documento, cuya hipótesis central es que la permanencia de las madres adolescentes sin pareja en el hogar de origen (es decir, de la familia de origen, normalmente los progenitores de la adolescente) tiende a mitigar los impactos adversos de esta maternidad temprana y sin presencia de la pareja, por cuanto la maternidad con pareja y en un hogar independiente suele imponer a las madres adolescentes una carga doméstica y de crianza muy absorbente que normalmente acaba con la adolescencia y restringe a las muchachas a roles tradicionales de género y socialmente subalternos. Se trata de una hipótesis novedosa y hasta cierto punto provocadora, pero que está lejos de ser antojadiza, pues sus fundamentos teóricos son claros: el apoyo familiar que significa la extensión del período de permanencia en el hogar de origen luego de haber tenido un hijo implica un flujo de recursos desde la generación mayor a la menor y libera tiempo para que la adolescente pueda, al menos, terminar su formación escolar luego de la maternidad. Desde luego, hay alternativas a los dos polos comparados en este trabajo –por ejemplo, madres adolescentes con compañeros pero sin formación de nuevo hogar porque la pareja reside en el hogar de uno de de los dos; o madres adolescentes sin pareja y fuera del hogar de origen–; tales alternativas pueden pesquisarse con el censo, lo que se hará de manera exploratoria. Pero también hay alternativas que no pueden explorarse con el censo y que deberían investigarse con otras fuentes de datos –por ejemplo, madres adolescentes que residen en su hogar de origen y que no conviven con su pareja pero que mantienen una relación romántica y de colaboración en la crianza.
Nuestra hipótesis central reconoce el aporte de varios enfoques. Por una parte, el de aquellos que destacan el protagonismo de la familia en América Latina (en particular, de la denominada familia extensa) como red de apoyo para sus miembros ante vicisitudes y crisis de distinto tipo.2 En principio, de tales enfoques se desprende que la permanencia en el hogar parental de las madres adolescentes debiera ser más frecuente entre los grupos de menor nivel socioeconómico, históricamente más marcados por este protagonismo de la familia como red de apoyo. Sin embargo, hay ambigüedad teórica por cuanto estos grupos también son los más marcados por pautas tradicionales de unión temprana, las que incentivan la salida del hogar de origen de las madres adolescentes.
Por otra parte, están los enfoques que subrayan la sinergia entre la mayor cantidad de recursos para invertir en los hijos y el mayor costo de oportunidad del embarazo adolescente que se verifica entre las familias de nivel socioeconómico alto. En virtud de lo anterior, estas familias tendrían mejores condiciones objetivas y actitudes más proclives a mantener a las madres adolescentes en su seno. Una consecuencia teórico-metodológica de este enfoque es que resulta imprescindible controlar el factor socioeconómico para examinar la relación, porque esta mayor capacidad de “retención en el hogar parental” de los estratos acomodados contamina las relaciones generales entre la inserción y el desempeño social (educativo, en el caso de este documento) de las madres adolescentes.
Fuentes de datos y metodologías
Fuentes
Como se señaló antes, la principal fuente de datos que se emplea en esta investigación son los microdatos censales de las rondas de los censos de 1990, 2000 y 2010 de ocho países de América Latina: Brasil, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
Métodos, técnicas y procedimientos
El presente estudio se basa en comparaciones absolutas y relativas de medias de la variable de desempeño social de interés –años de escolaridad–3 según las variables condicionantes –maternidad (Madres v/s No Madres); maternidad e inserción doméstica (hijas del jefe, cónyuges del jefe, total); maternidad y nivel socioeconómico; y maternidad, inserción doméstica y quintil de ingresos– controlando por edad simple. Dado que la fuente corresponde a microdatos censales, los resultados de las comparaciones pueden considerarse los parámetros del universo; por ende, valores no nulos son estadísticamente significativos por definición. La magnitud relativa de la diferencia (respecto de la situación que, de acuerdo con la hipótesis del estudio, es desventajosa) servirá como indicación de la importancia de la asociación (en términos de mejoramiento del desempeño social en puntos porcentuales).
Variables
Maternidad adolescente: todas las muchachas menores de 20 años que reporten al menos un hijo nacido vivo en la consulta censal respectiva serán consideradas Madres adolescentes. Las que declaren no haber tenido hijos nacidos vivos o no respondan esa preguntan serán consideradas No Madres.
Inserción doméstica y estado civil: la relación de parentesco con el jefe de hogar definirá la inserción doméstica.4 La cantidad de categorías de parentesco que consulta cada censo varía significativamente, pero, en general, la categoría hija predomina ampliamente y la suma de las categorías hija y cónyuge se mantiene relativamente estable y se mueve entre el 70% y el 88% del total, dependiendo del país y el año –como se aprecia en el Gráfico 4–. Como la hipótesis central del estudio plantea que para las madres adolescentes la permanencia en el hogar parental se asocia con mejores índices socioeconómicos que los que se asocian con la formación de un nuevo hogar, entonces, en la práctica, la variable inserción doméstica que se usará en este estudio tendrá solo dos categorías: hijas del jefe(a) de hogar y cónyuges (formales o informales, esposas legales o convivientes) del jefe de hogar.
Nivel socioeconómico. La obtención del índice socioeconómico se basa en la combinación de bienes de consumo –Índice de Bienes (ib)–, mayoritariamente electrodomésticos, y hacinamiento –Índice de Hacinamiento (ih)–, entendido como la densidad poblacional media por dormitorios utilizados exclusivamente para dormir. La densidad de personas por dormitorios tiene por objeto representar el espacio físico de que disponen las personas dentro de un hogar o vivienda.
En el caso del Índice de Bienes (ib) se busca generar un índice ponderado en cuatro pasos: i) primero se obtiene el índice de penetración del bien, que corresponde al porcentaje de hogares que cuenta con él y que, bajo condiciones de normalidad, debiera tener una asociación estrecha con el valor monetario del bien (a mayor costo menor penetración); ii) luego se calcula el complemento a 100 de este índice de penetración, que puede denominarse índice de escasez y que se obtiene mediante resta (100 – % de penetración); este índice constituye la base del ponderador asociado a la tenencia de cada bien; iii) se suman estos ponderadores de penetración y luego se recalculan para normalizarlos y asegurar que los hogares con todos los bienes considerados reciban un puntaje de 1,000; iv) finalmente, se suman los ponderadores estandarizados y se obtiene un índice cuantitativo cuyo recorrido teórico es de 0 (hogares que carecen de todos los bienes considerados en el índice) a 1,000 (hogares que cuentan con todos los bienes). El ib muestra los bienes utilizados en cada censo y país.
Para obtener el Índice de Hacinamiento (ih), se determina el valor máximo registrado en el país (en este caso, como en el anterior de los bienes, solo se consideran las viviendas particulares ocupadas, que son más del 99% del total de viviendas ocupadas en los países analizados). En caso de existir viviendas con 0 dormitorios, a estas se les asigna el valor máximo hallado previamente, pues se considera que, por definición, presentan un hacinamiento elevado. Luego, el Índice de Hacinamiento a usar en combinación con el de bienes se construye mediante un algoritmo que permite asegurar un recorrido téorico de 0 a 1,000, teniendo cero los hogares con el nivel de hacinamiento más alto del país y tendiendo a 1,000 aquellos con el menor hacinamiento. Dicho algoritmo es: ih= 1,000 - (1,000 x Densidad personas por dormitorio/Máximo valor de densidad personas por dormitorio de la ciudad). Para finalizar, para cada hogar o vivienda se suman ambos índices, obteniéndose así el Puntaje Total (pt) –pt = ib + ih– que se distribuye de 0 a 2,000. Este índice permitió definir quintiles, que en la mayor parte de los países son bastante precisos.
Años simples de escolaridad. Se trata de la cantidad de grados de escolaridad aprobados en los niveles primario y secundario y de los años completados en estudios superiores (universidad, posgrado, institutos técnicos superiores, etc.). Corresponde a la autodeclaración de las persona sin presentación de evidencia de apoyo. Normalmente no se pregunta de forma directa, aunque hay excepciones, sino que se consulta por el último nivel de estudio alcanzado –preprimario, primario, secundario, técnico superior, universitario, posgrado– y luego el curso, grado o año técnico más alto completo dentro de ese nivel.5 No siempre es posible clasificar a todas las personas, sea por respuestas omitidas o por imposibilidad de asignar valores con la debida confianza por limitaciones de las preguntas usadas en el censo.

Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010.Diagrama 1: Equipamiento del hogar usado en el indicador de nivel socioeconómico, según país y año
| País | Año | |
| 2000 | 2010 | |
| Brasil | ||
| Aire acondicionado | Automóvil | |
| Automóvil | Celular | |
| Computador | Computador | |
| Horno microonda | Internet | |
| Lavadora | Lavadora | |
| Refrigerador | Moto | |
| Teléfono fijo | Refrigerador | |
| Televisor | Teléfono fijo | |
| Videograbador | Televisor | |
| Costa Rica | ||
| Automóvil | Automóvil | |
| Computador | Celular | |
| Horno microonda | Computador | |
| Lavadora | Internet | |
| Refrigerador | Motoneta | |
| Teléfono fijo | Notebook | |
| Televisor | Plasma | |
| Teléfono fijo | ||
| Televisor | ||
| TV cable | ||
| Ecuador | ||
| Celular Computador | ||
| Internet | ||
| Teléfono fijo | ||
| TV cable | ||
| México | ||
| Automóvil | Automóvil | |
| Computador | Celular | |
| Lavadora | Computador | |
| Licuadora | Internet | |
| Refrigerador | Lavadora | |
| Teléfono fijo | Refrigerador | |
| Televisor | Teléfono fijo | |
| Videograbador | Televisor | |
| Panamá | ||
| Aire acondicionado | Aire acondicionado | |
| Automóvil | Automóvil | |
| Celular | Celular | |
| Computador | Computador | |
| Lavadora | Internet | |
| Refrigerador | Lavadora | |
| Teléfono fijo | Refrigerador | |
| Televisor | Teléfono fijo | |
| Ventilador | Televisor | |
| TV cable | ||
| Ventilador | ||
| Rep. Dominicana | ||
| Aire acondicionado | Aire acondicionado | |
| Automóvil | Automóvil | |
| Computador | Celular | |
| Internet | Computador | |
| Lavadora | Internet | |
| Refrigerador | Lavadora | |
| Teléfono fijo | Refrigerador | |
| Televisor | Teléfono fijo | |
| Uruguay | ||
| Automóvil | Televisor Automóvil | |
| Computador | Celular | |
| Horno microonda | Computador | |
| Lavadora | Internet | |
| Refrigerador | Moto | |
| Teléfono fijo | Refrigerador | |
| Televisor | Secadora | |
| Videograbador | Teléfono fijo | |
| Televisor | 
Fuente: Elaboración propia
Fuente: Elaboración propiaResultados
Tendencia de la maternidad adolescente vivida como “hija del jefe de hogar”
Como se aprecia en el Gráfico 5a, en los ocho países que ya cuentan con la base REDATA Mde microdatos del censo de la ronda de 2010 se registra una tendencia alcista del porcen-taje de madres adolescentes que son hijas del jefe de hogar. Esta tendencia se verifica en todas las edades, por lo cual puede descartarse que se deba a cambios de la composición etaria de las madres adolescentes.6 Tan importante como la tendencia son los niveles, que, de acuerdo con los censos de la ronda de 2010, se mueven entre un 28.9% (Ecuador) y un 43.1% (Costa Rica). Si a estas cifras se suman los porcentajes de madres adolescentes que son nueras o nietas del jefe de hogar, entonces en cinco de los ocho países (las excepciones son Brasil, Ecuador y República Dominicana con 47.6%, 43.2% y 47.2%, respectivamente) más de la mitad de las madres adolescentes reside en un hogar liderado por su progenitor, el de su pareja o su abuelo/a (Gráfico 5b).7 En todos los casos, la probabilidad de experimentar “maternidad adolescente dependiente’ disminuye con la edad (Gráficos 5a y 5b), lo que se vincula con las capacidades progresivas de autonomía de las muchachas y factores sociales y culturales relacionados con las relaciones entre progenitores e hijos.
Vale decir, las últimas cifras disponibles ratifican la relevancia del tema, toda vez que la familia directa de la madre adolescente parece adquirir un protagonismo creciente como proveedora de apoyo (techo y comida al menos, porque eso es lo mínimo que implica la convivencia en un hogar) para estas madres tempranas. En cinco de los ocho países con cifras disponibles, para la mayoría de las madres adolescentes, la situación doméstica en la que se da su maternidad y crianza es la permanencia en el hogar de origen o el traslado al hogar de origen de su pareja.
La tendencia anterior no es exclusiva de las madres adolescentes. En efecto, como se aprecia en el Gráfico 5c, entre las adolescentes No Madres también aumenta la proporción de muchachas que viven con su familia de origen. Sin embargo, de dicho gráfico también se desprende nítidamente que el aumento de corresidencia con los progenitores (o con los abuelos o incluso con los suegros) es mucho más intenso entre las madres adolescentes.
Cabe subrayar que estos resultados no deben interpretarse como ausencia de pareja. Claramente no es el caso de las madres adolescentes que son “nueras del jefe de hogar” donde casi con seguridad conviven con su pareja, solo que como núcleo familiar subordinado. Pero, en el caso de las hijas del jefe, estas perfectamente pueden estar viviendo con su pareja como núcleo familiar subordinado o pueden mantener una relación romántica a distancia (sin convivencia) con el padre del bebé. Por ello, finalmente el foco de este texto no está tanto en la maternidad sin pareja –un tema relevante en sí y ciertamente vinculado al del apoyo familiar a las madres adolescentes, pero que amerita una investigación específica –, sino en la indagación preliminar del efecto que esta permanencia en el hogar parental de la madre adolescente podría tener para la trayectoria educativa (acumulación de años de estudio en función de la edad simple) de esas madres.

Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010.

Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010

Nota: * Los países considerados en este caso son siete: Brasil, Costa Rica, Ecuador, México. Panamá, Uruguay y Venezuela.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 1990, 2000 y 2010.Relación entre parentesco de las madres con el jefe de hogar, edad simple y nivel socioeconómico
Como se advierte nítidamente en el Gráfico 6, donde se despliegan datos de los tres países con censos de la ronda de 2010 en los cuales es posible calcular los quintiles socioeconómicos con la metodología explicada en el marco metodológico, la probabilidad de ser madre adolescente que reside como hija del jefe de hogar no es independiente del nivel socioeconómico sino que tiende a elevarse a la par de este nivel. Se trata de una tendencia virtualmente monotónica en los casos de Costa Rica y Panamá; en cambio, en Ecuador esta relación solo opera para el quintil superior ya que la tendencia entre el primero y el cuarto quintil es más bien al descenso de esta probabilidad con el aumento del quintil. En resumen, lo que es válido para los tres países es que las madres adolescentes pertenecientes al quintil socioeconómico superior tienen, para todas las edades y para el grupo 15-19 en su conjunto, una mayor probabilidad de permanecer en el hogar de su(s) progenitor(es).
Este hallazgo abona a los enfoques teóricos que relevan las capacidades socioeconómicas y las estrategias de inversión de capital humano (vía educación) de los hogares más pudientes, ya que esta combinación de factores parece estar en la base de la mayor retención en el hogar de origen de las madres adolescentes que tienen los hogares del quintil socioeconómico superior.8 Con todo, el peso de los factores socioculturales también puede ser importante en ambos extremos del espectro socioeconómico. En el caso del extremo superior, los embarazos durante la adolescencia mucho menos frecuentes que en el extremo inferior pocas veces son resultado de estrategias nupciales tradicionales, de uniones tempranas o de deseos explícitos de ser madre; en su gran mayoría se trata de “accidentes”, actos fallidos, descuidos o acciones irreflexivas.9 Por ello, estos embarazos suelen ser no planificados y al margen de una unión (sea porque nunca se materializó o porque se rompió), quedando como única alternativa de apoyo la familia, la cual, además, tiene claridad sobre los efectos complejos que el truncamiento de la trayectoria escolar puede significar para el futuro de la muchacha. Esto último ciertamente refuerza su disposición a mantener en su seno a la madre adolescente con su bebé. En el otro extremo, las uniones tempranas son más frecuentes y la falta de opciones puede incentivar la maternidad temprana como vía para salir del hogar o de transición hacia la adultez. Con ello favorece la maternidad en unión y en nuevo hogar (eventualmente en la misma vivienda debido a la precariedad económica, pero como unidad doméstica separada).

Fuente: Elaboración de los autores. Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de la década de 2010 para los tres países.
Fuente: Elaboración de los autores. Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de la década de 2010 para los tres paísesJustamente este contrapunto conceptual está en la génesis de este estudio, por cuanto cabe contrastar la intuición de que la maternidad temprana en condiciones de unión y de formación de un nuevo hogar con dos progenitores es favorable para las muchachas con la hipótesis contra intuitiva de que las madres adolescentes podrían estar mejor sin unirse y manteniéndose en el hogar de sus progenitores. Obviamente, la opción de permanecer nulípara durante la adolescencia –que es la más favorable y la que debiera ser incentivada por las políticas públicas– no se considera en este cotejo. El hallazgo empírico que surge del Gráfico 3 también está en la génesis del estudio, porque el sesgo socioeconómico de la maternidad adolescente vivida como “hija del jefe de hogar” invalida las comparaciones directas de desempeño y bienestar entre madres adolescentes de diferentes inserciones domésticas. En efecto, resulta necesario controlar el factor socioeconómico para capturar el efecto neto que tiene, para las madres adolescentes, la disyuntiva entre formar un nuevo hogar o quedarse en el hogar de los padres. En las siguientes secciones se avanza sobre este tema.
Logro escolar y maternidad por edad simple
La acumulación de escolaridad debe diferir significativamente entre las adolescentes que no han sido madres y aquellas que ya lo han sido, porque objetivamente la maternidad complica la realización de una trayectoria educativa normal. Ahora bien, esta diferencia no debe interpretarse en un sentido causal estricto, dado que, aunque el argumento sobre las complicaciones que entraña la maternidad para la trayectoria escolar tiene, efectivamente, un sentido causal, tal sentido es teórico y no captura la bidireccionalidad de ambas variables. En verdad, esa diferencia puede deberse a salidas prematuras (deserción) de la escuela o incluso a exclusión de la misma desde la infancia. En tal caso, la ausencia de una trayectoria escolar normal es el antecedente y factor de riesgo para la maternidad temprana. En general, los datos del censo no permiten desentrañar esta causalidad, por cuanto no se efectúan consultas sobre el momento en que se truncó la trayectoria educativa y la condición de embarazo o maternidad en dicho momento. Con todo, la constatación de esta diferencia es crucial para el presente estudio, porque de no existir sería difícil justificar una preocupación teórica y práctica por la relación entre maternidad temprana y acumulación de capital educativo.
El Cuadro 1 es elocuente respecto de la existencia –vigencia, si se quiere– de esta diferencia. Sin excepciones nacionales, temporales y etarias, las adolescentes No Madres registran mayores años de escolaridad que sus contrapartes etarias (misma edad simple) que ya han sido Madres. Estas diferencias absolutas tienden a abultarse con la edad, lo que no cabe interpretar en términos sustantivos ya que puede deberse al aumento de los años de escolaridad con la edad en esa fase de la vida.
| País y Año | Edad y años de escolaridad | |||||||||||
| 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | Total grupo | |
| Costa Rica, 2000 | NA | NA | NA | 1.8 | 2.0 | 2.0 | 2.2 | 2.3 | 2.5 | 2.7 | 2.9 | 0.9 | 
| Costa Rica, 2011 | NA | NA | 0.0 | 0.1 | 0.9 | 1.5 | 1.6 | 2.1 | 2.3 | 2.4 | 2.7 | 0.6 | 
| Ecuador, 2001 | NA | NA | 0.9 | 1.8 | 1.4 | 1.8 | 1.9 | 2.2 | 2.0 | 2.2 | 2.4 | 0.8 | 
| Ecuador, 2010 | NA | NA | 0.0 | 0.1 | 0.9 | 1.5 | 1.6 | 2.1 | 2.3 | 2.4 | 2.7 | 0.6 | 
| México, 2000 | NA | NA | NA | NA | NA | 2.0 | 2.2 | 2.2 | 2.4 | 2.4 | 2.5 | 1.8 | 
| México, 2010 | NA | NA | NA | NA | 0.5 | 1.4 | 2.0 | 1.9 | 2.2 | 3.1 | 3.3 | 1.1 | 
| Panamá, 2000 | NA | NA | 0.5 | 1.8 | 2.6 | 2.7 | 2.8 | 2.9 | 3.2 | 3.3 | 3.5 | 1.2 | 
| Panamá, 2010 | NA | NA | NA | 1.6 | 1.6 | 1.8 | 2.1 | 2.4 | 2.8 | 2.6 | 2.8 | 0.8 | 
Notas: (a) No Madres incluye a mujeres sin declaración en la pregunta por hijos nacidos vivos; (b) promedio de años de escolaridad, usando programas elaborados por CELADE para el cálculo de la escolaridad de la población migrante (http://www.cepal.org/migracion/migracion_interna/).
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro países.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro paísesPor ello, en el Gráfico 7 se presenta el diferencial relativo por edad simple, calculado como cociente entre el diferencial absoluto (Cuadro 1) y los años de escolaridad de las madres (no mostrados en el documento, pero disponibles a solicitud) por edad simple. Lo que se observa es un cambio significativo entre los censos de 2000 y los de 2010. Las líneas con símbolo (triángulo) corresponden a censos de la década de 2000 y las líneas sin símbolos a los censos de 2010. Se aprecia que en los cuatro países ha habido una caída importante del diferencial en todas las edades y que esta ha sido mucho más acentuada en las edades iniciales de la adolescencia. Como resultado, el patrón vigente en 2000 diferencial estable o ligeramente decreciente con la edad– dio paso a uno bien distinto creciente con la edad–. Esto último puede deberse a las iniciativas impulsadas por los gobiernos tendientes a retener a las madres adolescente en la escuela, que se despliegan con mucha más intensidad para las muchachas menores de 18 años (en edad de asistir al sistema escolar secundario). Gracias a estas medidas, los efectos “rezago y deserción” derivados de la maternidad temprana parecen haberse reducido; y, con ello, ha caído el diferencial de escolaridad entre Madres y No Madres, sobre todo entre los 15 y 18 años de edad.

Nota: La diferencia relativa está calculada como el cociente entre el diferencial absoluto y los años de escolaridad de las Madres (años escolaridad Madres – años escolaridad No Madres)/ años escolaridad Madres).
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro países.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro paísesLogro escolar y maternidad, los controles básicos: edad simple y quintil socioeconómico
Dado que el nivel socioeconómico de los hogares es un condicionante clave de la trayectoria escolar en América Latina –la región más desigual del mundo–, la relación entre maternidad adolescente y acumulación de años de estudio verificada en el acápite previo puede ser espuria porque la maternidad adolescente está inversamente relacionada con el nivel socioeconómico. Entonces, una primera precaución metodológica es verificar si esta relación entre maternidad adolescente y trayectoria o logro escolar (medido con los años de estudio acumulados) se mantiene una vez controlado el nivel socioeconómico. Para ello, en el Cuadro 2 y el Gráfico 8 se recurre nuevamente a los quintiles socioeconómicos usados en el Gráfico 6 (lo que restringe la cantidad de países disponibles solo a tres). Para mantener el control de la variable edad, se comparan los resultados para tres edades simples (15, 18 y 20). En el Cuadro 2 se presentan las diferencias absolutas y se aprecia que, casi sin excepción, las Madres adolescentes registran menor escolaridad promedio que las No Madres en las tres edades y en todos los quintiles socioeconómicos. Los datos del dicho cuadro sugieren, además, una tendencia descendente con el nivel socioeconómico de la brecha educativa entre Madres y No madres; más aún, apuntan al fortalecimiento de esa relación en el tiempo. Aquello se aprecia más clara y rigurosamente en el Gráfico 8, que presenta el diferencial relativo de escolaridad, el cual disminuye en el tiempo para todos los quintiles socioeconómicos y se reduce casi monotónicamente con el aumento del nivel socioeconómico. Incluso en un país (Panamá 2010) el diferencial en el quintil superior a la edad 15 es negativo, vale decir, la escolaridad media de las No Madres es inferior a la de las Madres.
| País y año | Edad 15 | Edad 18 | Edad 20 | ||||||||||||
| Quintil 1 (más pobre) | Quintil 2 | Quintil 3 | Quintil 4 | Quintil 5 (más rico) | Quintil 1 (más pobre) | Quintil 2 | Quintil 3 | Quintil 4 | Quintil 5 (más rico) | Quintil 1 (más pobre) | Quintil 2 | Quintil 3 | Quintil 4 | Quintil 5 (más rico) | |
| Costa Rica, 2000 | 1.1 | 1.5 | 1.1 | 1.7 | 0.8 | 1.6 | 1.5 | 1.5 | 1.6 | 1.3 | 1.5 | 1.8 | 1.6 | 1.8 | 1.7 | 
| Costa Rica, 2011 | 1.1 | 1.0 | 0.5 | 0.4 | 0.2 | 1.5 | 1.5 | 1.1 | 1.4 | 1.2 | 1.6 | 1.5 | 1.5 | 1.6 | 1.4 | 
| Ecuador, 2010 | 0.9 | 0.8 | 0.5 | 0.8 | 0.2 | 1.2 | 1.2 | 1.0 | 0.9 | 0.5 | 1.2 | 1.1 | 1.2 | 1.0 | 0.6 | 
| Panamá, 2000 | 2.3 | 1.8 | 1.4 | 1.5 | 0.7 | 2.4 | 2.4 | 1.8 | 1.8 | 1.1 | 2.8 | 2.2 | 2.2 | 1.8 | 1.7 | 
| Panamá, 2010 | 1.5 | 0.9 | 1.0 | 0.3 | -0.1 | 1.9 | 1.9 | 1.7 | 1.1 | 0.5 | 2.2 | 1.8 | 1.8 | 1.1 | 0.9 | 
Nota: Ecuador no presenta datos del Censo de 2001 porque este no permite calcular el quintil socioeconómico.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los tres países
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los tres países

Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los tres países
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los tres paísesLogro escolar y maternidad, los controles básicos: inserción doméstica y edad simple
Los Gráficos 9 y 10 tienen como único propósito verificar si la magnitud de las diferencias relativas de años de escolaridad entre Madres y No Madres se mantiene controlando inserción doméstica y edad simple. Los dos gráficos muestran que tal diferencial existe, lo que es un primer indicio relevante ya que en el origen de este estudio está el interés en cuantificar un eventual “efecto protector” de la permanencia en el hogar parental para las madres adolescentes. Estos primeros resultados trivariados permiten una primera aproximación –limitada a los efectos de contraste empírico de esa hipótesis principal de este documento– a la cuantía y patrón por edad del diferencial educativo y al mencionado eventual efecto protector de la inserción doméstica como hija del jefe de hogar para las madres adolescentes.
Claramente, mantenerse como hija del jefe de hogar no elimina el diferencial educativo entre No Madres y Madres, el que en los censos más recientes se mueve entre un 12% y un 30% según la edad y el país, proporción menor a la registrada por los censos de 2000 –que superaba el 30% en todas las edades en la mayoría de los países, superando el 60% para la edad de 15 años en Costa Rica 2000.

Nota: La diferencia relativa está calculada como el cociente entre el diferencial absoluto y los años de escolaridad de las Madres (años escolaridad Madres - años escolaridad No Madres)/ años escolaridad Madres).
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro países.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro países

Nota: La diferencia relativa está calculada como el cociente entre el diferencial absoluto y los años de escolaridad de las Madres (años escolaridad Madres - años escolaridad No Madres)/ años escolaridad Madres).
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro países.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro países.En el caso de las cónyuges del jefe, las diferencias entre Madres y No Madres también existen, pero tienden a ser menores que las registradas para las hijas del jefe y, sobre todo, tienden a un aumento sistemático con la edad, bien diferente a la estabilidad relativa o aumento ligero que registran las hijas del jefe de hogar. Esta menor diferencia no puede interpretarse como evidencia contraria a la hipótesis del “efecto protector de la permanencia en el hogar” por cuanto solo se están comparando muchachas que son cónyuges del jefe de hogar. En cambio, sí sugiere que el evento unión puede tener, sobre la trayectoria educativa, un impacto similar que el evento reproducción en la adolescencia (ambos obstáculos); por ello, la maternidad no genera gran diferencia entre las adolescentes que son cónyuges del jefe de hogar.
Logro escolar y maternidad: el efecto específico del arreglo doméstico y la transición a la vida adulta, controlando la edad y el nivel socioeconómico
En el Cuadro 3 se exponen los años de escolaridad por edad simple de las madres según tres tipos de inserción doméstica: hijas del jefe, cónyuges del jefe o jefes directamente. De manera sistemática se aprecia que las hijas registran mayor escolaridad que las cónyuges, lo que es un primer indicador específico del eventual “efector protector” de la permanencia en el hogar de origen de las madres adolescentes. En cambio, de la comparación entre hijas del jefe de hogar y jefas de hogar surge un cuadro más bien variopinto, que puede deberse, en algunos casos, a la inestabilidad de las cifras de las jefas de hogar que en ciertas edades son muy pocas (pese a tratarse de censos). Por esto último, la comparación sistemática que se hará en el resto del documento será entre madres adolescentes hijas del jefe de hogar y el total de las madres adolescentes y entre madres adolescentes hijas del jefe de hogar y madres adolescentes cónyuges del jefe de hogar.
| País y año | Condición de maternidad | Edad y años de escolaridad | |||||||||||
| 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | Total grupo | ||
| Costa Rica, 2000 | Hijas | ND | ND | ND | 4.3 | 4.9 | 5.2 | 5.7 | 6.2 | 6.6 | 7.0 | 7.3 | 6.7 | 
| Cónyuges | 2.3 | 3.9 | 4.6 | 4.9 | 5.3 | 5.7 | 6.0 | 6.3 | 5.9 | ||||
| Jefe | NA | NA | NA | NA | 3.0 | 4.7 | 5.4 | 5.5 | 6.2 | 6.2 | 6.5 | 6.2 | |
| Total | ND | ND | 4.0 | 3.9 | 4.4 | 4.8 | 5.3 | 5.7 | 6.1 | 6.3 | 6.6 | 6.2 | |
| Costa Rica, 2011 | Hijas | ND | ND | 5.4 | 6.2 | 6.4 | 6.6 | 7.1 | 7.5 | 8.1 | 8.4 | 8.7 | 8.1 | 
| Cónyuges | 5.0 | 5.5 | 5.5 | 6.1 | 6.4 | 7.0 | 7.3 | 7.5 | 7.1 | ||||
| Jefe | NA | NA | NA | NA | 6.0 | 5.0 | 6.7 | 6.9 | 7.3 | 7.5 | 7.6 | 7.4 | |
| Total | ND | ND | 5.3 | 6.2 | 6.1 | 6.2 | 6.7 | 7.0 | 7.5 | 7.8 | 8.0 | 7.6 | |
| Ecuador, 2001 | Hijas | ND | ND | 4.4 | 4.6 | 5.2 | 5.2 | 5.6 | 6.1 | 6.3 | 6.8 | 6.8 | 6.4 | 
| Cónyuges | 3.9 | 3.1 | 4.8 | 4.6 | 5.2 | 5.6 | 5.6 | 6.1 | 6.1 | 5.8 | |||
| Jefe | NA | NA | 3.4 | 4.0 | 4.5 | 4.5 | 5.2 | 5.5 | 5.9 | 6.0 | 6.2 | 5.9 | |
| Total | ND | ND | 3.9 | 3.7 | 4.9 | 4.9 | 5.3 | 5.8 | 5.9 | 6.3 | 6.3 | 6.0 | |
| Ecuador, 2010 | Hijas | ND | ND | 5.5 | 6.3 | 6.7 | 7.1 | 7.6 | 8.4 | 8.8 | 9.3 | 9.5 | 8.8 | 
| Cónyuges | 5.0 | 5.4 | 6.3 | 6.5 | 7.1 | 7.5 | 7.7 | 8.1 | 8.3 | 7.9 | |||
| Jefe | NA | NA | 5.1 | 7.2 | 6.7 | 6.8 | 7.0 | 7.7 | 8.0 | 8.4 | 8.6 | 8.2 | |
| Total | ND | ND | 5.3 | 5.9 | 6.5 | 6.8 | 7.3 | 7.9 | 8.2 | 8.6 | 8.8 | 8.3 | |
| México, 2000 | Hijas | ND | ND | ND | ND | ND | 6.0 | 6.2 | 7.0 | 7.3 | 7.6 | 7.7 | 7.4 | 
| Cónyuges | 5.3 | 5.7 | 6.0 | 6.1 | 6.7 | 6.7 | 6.5 | ||||||
| Jefe | NA | NA | NA | NA | NA | 4.6 | 5.8 | 6.0 | 6.3 | 6.6 | 6.6 | 6.4 | |
| Total | ND | ND | ND | ND | ND | 5.6 | 5.9 | 6.3 | 6.5 | 7.0 | 7.0 | 6.7 | |
| México, 2010 | Hijas | ND | ND | ND | ND | 7.2 | 7.3 | 8.0 | 8.8 | 9.2 | 9.5 | 10.3 | 9.5 | 
| Cónyuges | 6.2 | 6.8 | 7.6 | 7.7 | 8.3 | 8.5 | 8.9 | 8.5 | |||||
| Jefe | NA | NA | NA | NA | 6.2 | 7.1 | 7.1 | 7.1 | 7.9 | 8.7 | 9.2 | 8.6 | |
| Total | ND | ND | ND | ND | 7.0 | 6.9 | 7.8 | 8.2 | 8.6 | 9.0 | 9.5 | 8.9 | |
| Panamá, 2000 | Hijas | ND | ND | 4.2 | 4.6 | 4.3 | 5.2 | 6.0 | 6.6 | 7.2 | 7.7 | 8.0 | 7.2 | 
| Cónyuges | 6.2 | 4.7 | 4.8 | 5.2 | 5.9 | 6.2 | 6.6 | 7.0 | 7.3 | 6.8 | |||
| Jefe | NA | NA | NA | NA | 3.8 | 4.6 | 5.8 | 6.1 | 7.1 | 7.3 | 7.6 | 7.2 | |
| Total | ND | ND | 5.0 | 4.5 | 4.4 | 5.1 | 5.8 | 6.4 | 6.8 | 7.3 | 7.5 | 6.9 | |
| Panamá, 2010 | Hijas | ND | ND | ND | 5.3 | 6.4 | 6.8 | 7.2 | 7.7 | 8.3 | 8.9 | 9.2 | 8.4 | 
| Cónyuges | 3.0 | 5.2 | 5.4 | 6.2 | 6.6 | 7.2 | 7.9 | 8.3 | 7.6 | ||||
| Jefe | NA | NA | NA | NA | 4.4 | 5.3 | 5.7 | 6.9 | 8.5 | 7.5 | 8.8 | 8.2 | |
| Total | ND | ND | ND | 4.9 | 5.6 | 6.3 | 6.8 | 7.2 | 7.8 | 8.4 | 8.7 | 8.0 | |
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los Censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro países
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los Censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro paísesEn el Gráfico 11 se presenta el primer cotejo, que pone en evidencia un patrón claro, pues, sin excepción etaria o nacional, las madres adolescentes que son hijas del jefe de hogar registran mayores niveles de escolaridad que el conjunto de las madres; este diferencial se mueve entre un 2% y un 12%. Y en el Gráfico 12 se aprecia que se acentúa cuando la comparación se efectúa entre las madres adolescentes que son hijas del jefe de hogar y aquellas que son cónyuges del jefe de hogar, ya que en algunos casos supera el 25% y en la mayor parte de las observaciones se mueve entre un 10 y un 15%. De esta última comparación no surge un patrón diferenciado por edad ni tampoco una distinción neta entre la relación existente en los censos de 2000 y la registrada en los censos de 2010.

Nota: La diferencia relativa está calculada como el cociente entre el diferencial absoluto y los años de escolaridad de las madres hijas del jefe (años escolaridad madres hijas del jefe – años escolaridad madres/ años escolaridad madres).
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro países.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro países

Nota:La diferencia relativa está calculada como el cociente entre el diferencial absoluto y los años de escolaridad de las madres hijas del jefe (años escolaridad madres hijas del jefe – años escolaridad madres/ años escolaridad madres).
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro países.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los cuatro países.Ahora bien, el gráfico clave para el contraste empírico de la principal hipótesis de este documento es el Gráfico 13, en el que se advierte que, incluso controlando el nivel socioeconómico, las madres adolescentes que son hijas del jefe de hogar registran una escolaridad significativamente mayor que aquellas que son cónyuges del jefe de hogar. Este diferencial es más errático cuando se trata de madres de 15 años. Tal vez el hallazgo más importante es que, aun cuando se trata del quintil superior, hay un diferencial favorable a las hijas del jefe, lo que sugiere que efectivamente la permanencia en el hogar puede tener un efecto neto de la edad y del nivel socioeconómico en el permanecer en la escuela.

Nota: La diferencia relativa está calculada como el diferencial absoluto entre las hijas y las cónyuges, divido entre los años de escolaridad de las cónyuges: años escolaridad hijas – años escolaridad cónyuges/ años escolaridad cónyuges.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los tres países.
Fuente: Elaboración de los autores, Procesamiento especial de bases de microdatos disponibles de los censos de las décadas de 2000 y 2010 para los tres países.Discusión y conclusiones
Cabe señalar que los objetivos planteados al principio de este artículo se han cumplido, pues describimos las tendencias de la maternidad adolescente “dependiente” (sin formación de nuevo hogar), determinando los patrones que emergen al respecto al considerar el gradiente socioeconómico y alcanzando un primer acercamiento al nivel educativo de las madres adolescentes según su condición de hijas versus cónyuges del jefe de hogar.
De acuerdo con datos censales levantados en América Latina en las últimas tres décadas, pudimos constatar una tendencia de reproducción en la adolescencia cada vez más alejada del tradicional contexto de uniones tempranas. En efecto, emancipación y reproducción tempranas ya no van de la mano con la frecuencia con que solían hacerlo hasta la década de 1970. En las últimas décadas, una fracción creciente de madres adolescentes no forma una unión estable; y se verifica una tendencia al alza entre las que declaran ser hijas del jefe de hogar. De hecho, si se toma en cuenta también a las que son nueras o nietas del jefe de hogar, llegan a sumar más de la mitad de las madres adolescentes en cinco de los ocho países examinados.
Dado el conocido sesgo socioeconómico que presenta la fecundidad adolescente, el nuevo patrón de la maternidad a esa edad en el seno de la familia parental se presta para interpretaciones teóricas disímiles. Se han presentado enfoques que sostienen que la permanencia en el hogar parental de las madres adolescentes debiera ser más frecuente entre los grupos de menor nivel socioeconómico; pero, por otro lado, se ha discutido la ambigüedad que esto acarrea, pues los grupos menos acomodados son los más marcados por las uniones tempranas, las cuales incentivan la salida del hogar de origen de las madres adolescentes.
Los censos analizados parecen echar luz sobre esta cuestión: confirman que este Fenómeno –el de vivir la maternidad adolescente como hija del jefe de hogar– tiene una interacción diferenciada según el nivel socioeconómico de la familia de origen. Hemos encontrado que, en los países estudiados, la probabilidad de que las madres adolescentes permanezcan en casa es indefectiblemente mayor en los estratos más acomodados que en los más desaventajados, lo que da sustento a los enfoques que, al componente cultural y al bien documentado papel que desempeña la familia como espacio de cohabitación y solidaridad en la región (que, desde luego, no debe oscurecer las múltiples lagunas y debilidades que presenta esta institución), añaden la importancia de la disponibilidad de recursos de las familias para invertir y cuidar a sus hijos, fenómeno que podría acentuarse cuando la descendencia se reduce por efecto de la caída de la fecundidad.
Este novedoso hallazgo ya tiene profundas implicaciones en el funcionamiento de las familias. Si, como en el pasado, las familias siguen siendo actores clave del acceso a la educación y a otros recursos sociales, entonces, los cambios en su estructura y funcionamiento son un importante objeto de estudio (cepal 2014). En particular, el que las madres adolescentes tiendan a permanecer en el hogar parental parece ser un mecanismo familiar de enfrentamiento de los desafíos que implica esta maternidad.10 El hecho de que este mecanismo opere con mayor frecuencia en los quintiles socioeconómicos más ricos –en principio, los más preparados para aportar a solventar los costos de una eventual emancipación (por ejemplo, los de alquiler o los de manutención de un hogar independiente de la madre adolescente)– sugiere que, en su caso, los costos de oportunidad que pudiera enfrentar la madre adolescente pesen tanto o más que los costos directos del eventual apoyo económico en caso de una emancipación. Adicionalmente, esta mayor permanencia de las madres adolescentes en los hogares de quintiles socioeconómicos superiores revela una propensión decreciente a imponer “arreglos” de pareja (sea matrimonios o convivencia) luego de los embarazos y sugiere una atenuación del estigma de la maternidad temprana extramatrimonial, aunque esto último debiera ser indagado con más profundidad con estudios etnográficos.
Por cierto, este hallazgo no significa que la “maternidad adolescente dependiente” sea un fenómeno más común en los hogares de más alto nivel socioeconómico. De hecho, en estos, por lejos, la situación más común es la de adolescentes que no tienen hijos durante su adolescencia. La constatación que surge del estudio es que, en los relativamente pocos casos en que una adolescente del quintil socioeconómico superior se convierte en madre, sus probabilidades de permanecer en el hogar de origen son mucho mayores respecto de sus contrapartes de niveles socioeconómicos inferiores.
Hay un hallazgo que llama al debate y que requerirá un examen mucho más cercano y minucioso. Los datos muestran una abrumadora evidencia de que la maternidad adolescente dependiente se asocia a una acumulación de años de escolaridad mayor a la registrada por las madres adolescentes que se han emancipado y que en los censos se declaran como cónyuges del jefe de hogar. De hecho, esta asociación se mantiene incluso luego de controlar por quintil socioeconómico. Para todos los niveles socioeconómicos, aun cuando se trate del quintil superior, hay un diferencial favorable a las hijas del jefe, lo que sugiere efectivamente un efecto neto de la edad y del estrato socioeconómico en la permanencia en la escuela.
Tenemos entonces, una cuádruple expresión de la desigualdad: primera, la fecundidad adolescente es sistemáticamente más alta en los sectores más desaventajados; segunda, las chicas de los quintiles más acomodados tienden a vivir su maternidad permaneciendo en el hogar parental, mientras que las de los quintiles inferiores tienden a formar uniones; esto repercute en la tercera arista de la desigualdad: el diferencial en años de escolaridad entre adolescentes Madres y No Madres disminuye significativamente para los quintiles socioeconómicos superiores; y está íntimamente relacionado con el cuarto aspecto de la desigualdad: las madres adolescentes que permanecen en el hogar parental (primordial mente, las de sectores más ricos) logran acumular más años de escolaridad que aquellas que se emancipan (primordialmente, las de sectores más populares).
Obviamente, esta conclusión no constituye en absoluto una recomendación a favor de la maternidad adolescente dependiente; la opción más favorable es permanecer nulípara durante la adolescencia. Sin excepciones nacionales, temporales ni etarias, y en todos los quintiles económicos, las adolescentes nulíparas registran más años de escolaridad que sus contrapartes etarias que ya han sido madres. Pero el pertinaz patrón de unión temprana entre las muchachas pobres exige desplegar más acciones para desincentivar este comportamiento y también ampliar las políticas de apoyo directo a las madres adolescentes unidas, ya que esta última condición lejos de suponer una gran ventaja para las muchachas, tiende a retirarlas de la escuela y a confinarlas en roles domésticos tradicionales, lo que limita su futuro como personas y como aportantes de ingresos al hogar.
La fecundidad adolescente y su emergente modo de arreglo familiar, tiene, como se ha constatado numerosas aristas. En este estudio se han explorado por separado varias de ellas. Sin embargo, para poder lograr el potencial de orientar la formulación de políticas, quedan muchos aspectos por visitar. Por ejemplo, confirmar si este fenómeno del “factor protector” se da también en otros países, o examinar otras variables vinculadas al nivel socioeconómico de la madre adolescente y de otros miembros del hogar.
La nueva configuración familiar requiere respuestas de políticas que reconozcan esta creciente diversidad y que no se basen exclusivamente en modelos tradicionales o preconcebidos de familia. Por ejemplo, en vista de la importancia de las familias extensas y de la elevada vulnerabilidad de los hogares multigeneracionales, son fundamentales estrategias para facilitar la solidaridad y el cuidado intergeneracional (cepal, 2014). Con la utilización de técnicas más sofisticadas, los autores pretenden analizar en un futuro las relaciones que se dan entre las diferentes inserciones domésticas y los indicadores de bienestar para las madres adolescentes. De hecho, se hace necesario recurrir a otras fuentes de datos que nos brinden la posibilidad de hacer un análisis con perspectiva de equidad generacional, pues el involucramiento de los padres de la madre adolescente es cada vez más evidente en todos los niveles socioeconómicos, aunque sea más marcado en el quintil más rico. Entonces, la naturaleza transversal de los censos de población imposibilita un examen causal con respecto a nivel socioeconómico, acumulación de capital humano y alternativa de maternidad adolescente dependiente o emancipada. Para esto último, se requieren fuentes más sofisticadas que el censo, por la necesidad de tener datos antes y después de los eventos y casos de interés, lo que puede lograrse mediante módulos de consultas retrospectivas en encuestas especializadas o regulares o mediante encuestas longitudinales o de panel.
Por otro lado, es inevitable relevar que la relación encontrada entre nivel socioeconómico y maternidad adolescente dependiente versus emancipada es un tanto espuria. Por definición, las adolescentes emancipadas tendrán un nivel socioeconómico menor al de su hogar de origen (sea cual sea el nivel), y, por ello, su situación económica no es del todo comparable. Por lo tanto, una investigación que siguiera este hilo de generación de conocimiento debiera apoyarse tanto en estudios cuantitativos de naturaleza longitudinal, como en estudios cualitativos.
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Notas
Información adicional
*: El presente trabajo es una versión revisada de la ponencia presentada en el VI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Población, realizado en Lima (Perú) del 12 al 15 de agosto de 2014