Resumen: Existe un grupo de jóvenes que no se emancipan del hogar familiar o que tienen una emancipación tardía. En la literatura brasileña se les conoce como jóvenes canguro, y México no está exento de tener este fenómeno. El presente artículo tiene como objetivos identificar a los jóvenes de 25 a 34 años que prolongan su partida del hogar familiar, y conocer las variables que inciden para estar en dicha condición. El estudio se basa en un modelo logístico binario que permite identificar la incidencia de las variables (individuales y familiares) sobre la razón de probabilidad de ser o no canguro. Se estudia la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, a partir de la Encuesta Intercensal 2015.
Palabras clave:JóvenesJóvenes,Jóvenes canguroJóvenes canguro,Emancipación tardíaEmancipación tardía,TransicionesTransiciones,Ciudad de MéxicoCiudad de México.
Abstract: Nowadays there is a group of young people who are not independent from their family home or have a late independence process. In Brazil, they are known as young kangaroos. Mexico is not exempt from this phenomenon. The objectives of this article are to identify young people aged 25 to 34 years who prolong their independence from their family home, and to recognize the variables that influence this condition. The study is based on a binary logistic model that allows to identify the incidence of the variables (individual and familiar) on the odds of the probability of being or not a kangaroo. The Metropolitan Area of Mexico City is studied by using the 2015 Intercensal Survey.
Keywords: Young people, Young kangaroo, Late emancipation, Transitions, Mexico City.
Artículo
Cuando los hijos no se van. El caso de los jóvenes canguro en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM), 2015
When Children Do Not Leave.The Case of Young Kangaroos in the Metropolitan Area of Mexico City (ZMCM), 2015

Recepción: 12 Enero 2019
Aprobación: 23 Julio 2019
El concepto de juventud es una construcción social y cultural que se transforma constantemente. Distinguirlo desde su característica de liminalidad (Levi y Shmitt, 1996), es decir, entender a la juventud como este espacio que queda suspendido entre un momento y otro, entre la dependencia infantil y la autonomía adulta —marcada por promesas de adolescencia, la adquisición de facultades, la madurez sexual, la representación de nuevos roles, el tránsito de distintos rituales, la asunción de nuevos poderes y la independencia—, permite entender que el tránsito de la juventud a la adultez depende más de las biografías individuales y menos de la edad cronológica, lo que señala una amplia y compleja heterogeneidad. Puede decirse, entonces, que no hay una sola juventud, sino varias juventudes pero, sobre todo, hay juventudes diversas (Levi y Shmitt, 1996).
Dentro de esta diversidad, en los últimos años ha aparecido un fenómeno nuevo a nivel mundial que tiene que ver con los jóvenes que no se emancipan, al menos no de manera visible, espacial, a partir de una independencia física de su familia de origen, o sea, que no abandonan el hogar familiar. Este fenómeno ha sido registrado de dos maneras. Por una parte, se encuentran los llamados jóvenes boomerang, que refiere a aquellos que habiendo salido del hogar paterno, ya sea para estudiar, unirse o trabajar vuelven al nido familiar. Esta condición ha sido contemplada en varios países: europeos, asiáticos, latinoamericanos —sobre todo en el Cono Sur— en Estados Unidos y Canadá. A la par de este proceso juvenil de salida y retorno al hogar familiar, existe otro grupo denominado jóvenes canguro, que, a diferencia de los primeros, se refiere no soloa aquellos que retornan al hogar, sino que involucra a los que no se han emancipado, a los que continúan viviendo en el hogar de origen, y prolongan la convivencia con sus padres (Da Silva, Rodrigues dos Anjos, Silva Rodrigues y Costa Alves, 2018). De ahí el término de canguro, que remite a permanecer en la bolsa materna.
Este conjunto de jóvenes son parte de la realidad internacional. En Italia han sido llamados bamboccioni o mammoni; kidult (mezcla de las palabras kid y adult) en Gran Bretaña; adultolescents en Estados Unidos o shinghuru (parásito soltero) en Japón —evidentemente un término peyorativo— (Kember, 2004). Desde la psicología han sido estudiados a partir del síndrome de Peter Pan. Para este estudio utilizaremos la denominación de jóvenes canguro, tal como ha sido utilizada fundamentalmente en Brasil (Cobo y Saboia, 2010; Ferreira, Carvalho y Donizete Da Silva, 2009).
Si bien no existe una edad en la cual se determine que todas y todos los jóvenes deben estar emancipados, se ha demostrado que se trata de un fenómeno diferente en cada sociedad. Por ejemplo, en Suecia solo 10 % de hombres y mujeres de entre 18 y 34 años que no tenían hijos vivía con sus padres; en el Reino Unido, en igual situación se encontraba 19 % de hombres y 12 % de mujeres; en Italia la cifra es mucho más alta: 61 % de hombres y 57 % de mujeres (todas las cifras para la primera década del siglo XXI, citadas en NPC [National Poverty Center], 2009). En España, Portugal y Grecia, casi 60 % de los jóvenes de 18 a 34 años de edad vive aún en los hogares de sus padres, cifra que disminuye a 40 % en Francia u Holanda (Aparicio y Crespo, 2017).
En Latinoamérica, la presencia de jóvenes de entre 15 y 29 años reportados como hijos (lo que significa que habitan la casa de sus padres) en diversas encuestas de hogares es frecuente: en familias nucleares (58 %), en extendidas (33 %) o en compuestas (3.3 %); en Brasil, a fines de 2010, uno de cada cuatro jóvenes de entre 25 y 34 años aún vivía con su familia de origen (Mendonça, 2017).
Debido a que en América Latina las cifras reportan que el calendario del abandono del hogar de origen está cambiando y se prolonga la salida del hogar paterno, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha denominado a este fenómeno “síndrome de la autonomía postergada” (Cepal, 2004, p. 82). México no está exento de este fenómeno, aunque hay poca literatura al respecto.
Este documento tiene como objetivo identificar a los jóvenes que no se emancipan y revisar cuáles son sus características y los factores que inciden en su condición. Nuestra población de estudio es aquella que tiene entre 25 y 34 años,1 y que prolonga su emancipación del hogar familiar (asumiéndose como hijos/as de familia). En términos espaciales, el análisis se ubica en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM), un contexto altamente urbano, en tanto la literatura ha señalado que es ahí donde ocurre principalmente este fenómeno. La base de datos que se utiliza es la Encuesta Intercensal 2015 y el estudio se basa en un modelo logístico binario que permitirá analizar la incidencia de las variables (individuales y familiares) sobre la probabilidad de ser o no ser joven canguro.
La hipótesis de la cual partimos es que, si bien la ZMCM es altamente urbana y aparentemente homogénea, en su interior aparece una juventud variopinta que orilla a unos a emanciparse más tardíamente. Esto, vinculado con mercados deteriorados, con el aumento de la escolaridad y con cambios en la concepción de la juventud, hace que las especificidades (individuales, familiares y el origen) de cada joven marquen formas de vida diferentes.
Al artículo lo conforman cinco apartados (incluida esta introducción). En el siguiente se revisa la literatura que ha abordado el tema, sus enfoques y propuestas y se define la que, en este texto, tomaremos para el análisis. Posteriormente se desarrolla la estrategia metodológica; después se detallan los resultados descriptivos y del modelo, para finalizar con un apartado de conclusiones.
Los eventos que tradicionalmente marcan la transición a la vida adulta son la salida de la escuela, la entrada al mercado de trabajo, la primera unión, el abandono del hogar familiar, la llegada del primer hijo, que se han modificado a la par de transformaciones socioeconómicas, demográficas y culturales. Por ejemplo, la edad al matrimonio se ha postergado, el número de hijos ha disminuido, la permanencia en la escuela es cada vez mayor, todo esto vinculado a cambios culturales y a conductas más igualitarias entre hombres y mujeres.
Por otra parte, la situación económica en casi todo el mundo se ha deteriorado y ha lastimado particularmente a la población joven: el desempleo juvenil suele triplicar el de los adultos, sus ingresos suelen ser menores a los de la población de más edad y están más expuestos a los vaivenes de la economía. Estos elementos han contribuido a que, en el contexto nacional e internacional, las pautas y el calendario de emancipación juvenil se hayan transformado y —en gran medida— postergado.
La literatura internacional muestra que dejar la casa de los padres es un hecho que se realiza cada vez a edades más avanzadas, y también ha evidenciado que salir del hogar familiar hoy día ha dejado de ser —necesariamente— un acto de independencia o, mejor dicho: la autonomía que hoy buscan los jóvenes no está ligada per se a salir de la casa de los padres. Esto tiene que ver con las relaciones afectivas y de poder entre hijos y padres que se han transformado posibilitando una mayor negociación para la convivencia de las dos generaciones, al menos en los espacios urbanos que han sido analizados (Henriques, Jablonski y Féres-Carneiro, 2004; para el caso brasileño, Mendonça, 2017; Bernardi, 2007 y NPC, 2009 para el caso europeo; Goldfarb, 2013 para Estados Unidos). Muchos jóvenes incluso reportan tener libertad, un espacio propio en la vivienda de los progenitores y autonomía en el desempeño de su sexualidad, es decir, mantienen independencia en muchos aspectos, lo que permite que el compartir un espacio en común no sea una situación incómoda, al contrario, es visto como un apoyo entre padres e hijos (Mendonça, 2017). Llama la atención que si bien la privacidad y la autonomía son valores apreciados, abandonar el hogar de origen no sigue un calendario regular ni estable entre las nuevas generaciones.
El fenómeno de los jóvenes canguro traspasa fronteras, tiene causas y consecuencias distintas y ha sido analizado en numerosos países y desde varias propuestas teóricas y metodológicas. Una propuesta ampliamente utilizada, dado que en la juventud es donde ocurren las transiciones que llevan a la vida adulta, es la perspectiva de curso de vida. Haciendo uso de ella se ha revisado el proceso de emancipación de los jóvenes. Para México existen varios textos al respecto, por ejemplo, Echarri (2008) y Pérez Amador (2006) desde los inicios de este siglo mostraron que había diferencias entre hombres y mujeres, entre áreas rurales y urbanas, y entre estratos socioeconómicos: las mujeres solían dejar antes que los varones la casa de sus padres, sobre todo las de espacios urbanos, y un elemento disparador para dejar el hogar tempranamente era tener restricciones económicas en el hogar y convivir en espacios conflictivos.
Años después, Pérez Amador (2004), utilizando datos de la primera Encuesta Nacional de la Juventud levantada en 2000, revisa la ocurrencia de las transiciones de los jóvenes, en particular la salida del hogar en función de la unión o de la inserción al mercado laboral. Dentro de sus hallazgos, revela que en el año 2000, de la población de 15 a 29 años, 40 % había ya salido del hogar paterno (35 % hombres y 44 % mujeres). Con base a un análisis muy minucioso, Pérez Amador construye tablas de vida para estimar el calendario de salida del hogar tanto por la unión como por la no unión, y encuentra que la edad para dejar la casa de los padres es distinta: si la salida tiene que ver con la unión, la edad de salida del hogar en el caso masculino se posterga, pero no así en el caso femenino, siendo, además, en el caso de los jóvenes rurales más temprana.
En lo que corresponde al inicio de la vida laboral con respecto a la salida del hogar, Pérez Amador (2004) muestra que el trabajo es una variable que acelera la emancipación residencial y que está vinculada a la consecuente vida en pareja. En los resultados elaborados por la autora, el curso de vida de estos jóvenes —en cuanto a la emancipación residencial se refiere— cobra diferencias en función del sexo, la inclusión laboral y la región de procedencia.
Solís (2016), también para México, analiza las trayectorias de emancipación familiar de tres cohortes de jóvenes de entre 15 y 30 años en las principales ciudades mexicanas (los nacidos entre 1951 y 1953; entre 1966 y 1968, y entre 1978 y 1980) utilizando las historias de vida obtenidas con la Encuesta Demográfica Retrospectiva 2011 (EDER 2011). El autor, identificando las trayectorias maritales y de corresidencia, construye cuatro posibilidades (soltero corresidente, unido neolocal, unido corresidente y soltero independiente) y siete tipologías. Los resultados a los que llega —y que abonan al entendimiento del proceso de emancipación del hogar que se analiza en este artículo— tienen que ver con la amplia diversidad no solo entre las trayectorias, sino en el tiempo de ocurrencia, así: en las generaciones más recientes, aunque los jóvenes se unen, logran en menor medida un nuevo espacio para vivir. Su análisis muestra que para los jóvenes se han reducido las posibilidades de independizarse tanto entre los solteros como entre los unidos.
Dentro de la misma perspectiva, existe un interesante estudio para China que utiliza los datos de historias de vida. Se analiza a jóvenes de Hong Kong y se busca explicar las contradicciones en los que los jóvenes chinos viven: las fuertes tradiciones culturales persistentes y la ideología muy moderna de un gran centro financiero. En Hong Kong, los varones abandonan menos el hogar de sus padres, aunque lo deseen; la tradición les pide apoyar a sus padres y abuelos. Las mujeres, en cambio, se van antes, pero pueden hacerlo porque se unen. Muchos de ellas y de ellos quisieran emanciparse del hogar de origen, pero no lo logran, ya que a la tradición se aúnan los elevados costos económicos y de espera que implica contar con una vivienda (Kwok-fai y Chiu, 2002). La cultura y la problemática económica son variables limitantes para la transición a la emancipación.
Desde los estudios de familia también han surgido trabajos para entender los cambios que ocurren cuando no se cumplen ciertas pautas esperadas entre padres e hijos. En una investigación para Estados Unidos, Newman y Aptekar (2006) mostraron que la organización familiar se trastoca con la permanencia de los jóvenes en los hogares, ocurrencambios en su organización, en sus patrones de formación, en sus relaciones, con implicaciones para las transferencias intergeneracionales. En general, con la permanencia en el hogar de estos jóvenes se modifican normas sociales previamente establecidas. Los autores advierten que la larga estadía en casa de los padres transforma la convivencia al interior de los hogares y no siempre de manera positiva.
En el Reino Unido también se ha mostrado que si bien este aplazamiento en la transición a la vida adulta tiene que ver con las difíciles condiciones económicas que viven los jóvenes (el desempleo, los trabajos de tipo parcial y los bajos ingresos), esta permanencia —o el regreso al hogar— cuando los jóvenes son económicamente activos ayuda al ingreso familiar. Para mantener el bienestar de los hogares muchos padres buscan retener la presencia de los jóvenes económicamente activos por el apoyo monetario que estos pueden ofrecer (Parker, 2012). Análisis como este se insertan dentro de los estudios de las dinámicas familiares; en este sentido, su permanencia resulta una suerte de estrategia de sobrevivencia de algunos hogares.
Desde lo legal y desde la política pública se ha revisado también esta situación juvenil. Goldfarb (2013) muestra —para Estados Unidos— que este fenómeno ocurre entre un número importante de jóvenes en ese país: en 2011, 39 % de la población de entre 18 y 34 años de edad o bien vivía aun con sus padres, o había regresado al hogar familiar en al menos una ocasión. Esta situación, señala la autora, es una forma de desigualdad, dado que se produce de manera diferente según el origen familiar; así, los jóvenes más pobres permanecen porque no cuentan con espacios ni derechos para lograr su emancipación, mientras que los más adinerados no se van porque reciben el apoyo de sus padres de manera incondicional.
Este trabajo corrobora que se trata de un fenómeno en ascenso en Norteamérica, como años atrás lo habían señalado Newman y Aptekar (2006),2 pero sobre todo muestra los vacíos legales, que se profundizan más entre los jóvenes pobres y de padres divorciados o separados, donde se perciben menos apoyos financieros (Goldfarb, 2013). La autora sostiene que ante la ausencia de políticas públicas específicas, la no salida del hogar entre los más pobres perpetúa y agrava la pobreza. El Estado, señala Goldfarb, debería actuar directamente para evitar que esta situación continúe.
Estudios desde una perspectiva sociodemográfica muestran también la situación que guardan estos jóvenes. Italia, por ejemplo, es de los países de la Comunidad Europea que cuenta con uno de los más altos porcentajes de jóvenes que no abandonan o que retrasan la salida de casa de sus padres. Según el Instituto Nazionale di Statistica (Istat), esta prolongada estadía (analizada para la población de 18 a 34 años) se debe en un primer momento a motivos de carácter económico (40.2 %); en seguida, el permanecer en la escuela (34 %) y a una decisión personal (31.4 %) (La Nación, 2010). Según Santarelli e Cottorne (2009, en Cobo y Saboia, 2010), la situación se agrava con la crisis económica: la dificultad de conseguir un empleo, sobre todo para quienes tienen una escolaridad elevada aumenta el número de jóvenes en situación de canguro. Las nuevas dinámicas demográficas inciden también: la postergación de la edad al matrimonio y de la llegada de los hijos entre los y las italianas (Cobo y Saboia, 2010) posibilita que la emancipación también se atrase, así como el incremento en el nivel escolar que hace que con la mayor permanencia en las aulas se prolongue la partida del hogar.
Vincular variables de la estructura demográfica con otros factores, como los comportamientos del mercado residencial, ha servido también para explicar la relación entre la necesidad de nuevas viviendas y las posibilidades de la población (y sus transformaciones) para adquirirlas y así poder abandonar el hogar de los padres. Módenes y López-Colás (2014), a partir de entender el sistema residencial español, sus cambios en el tiempo y vinculado esto con las transformaciones en la estructura de la población, identifican distintas etapas en donde, entre crisis y recesiones, la demanda y la oferta de vivienda se va moviendo dando lugar hoy a una baja demanda neta: por el paro de la inmigración, la baja fecundidad ocurrida en los años ochenta y noventa, más el incremento de la mortalidad de los más envejecidos, pero también por los nuevos arreglos familiares donde los jóvenes buscan independizarse cada vez a edades mayores. Los jóvenes que demandan hoy un espacio propio para vivir en España, ahora deben recurrir al financiamiento hipotecario, lo cual implica contar con ingresos propios y estables para obtenerlo, además los apoyos familiares tienden a restringirse.
También para España y siguiendo con la línea donde lo demográfico se vincula con lo económico —aunque no explicado a la luz de los ciclos del sistema residencial español, como lo hicieran Módenes y López-Colás (2014)—, hay otros análisis que explican la no emancipación de los jóvenes en ese país. Requena (2002) y Bernardi (2007) relacionan aspectos individuales, familiares y del contexto económico imperante y especialmente vinculado con el alza en el costo de la vivienda; si bien no denominan a la población como canguro, sí identifican esta emancipación tardía como una problemática que afecta la vida de la comunidad en general, pero que particularmente impacta a los jóvenes sin posibilidades para autogestarse un espacio propio.
Existe también un conjunto de investigaciones que se interesan en entender, describir y estimar las variables que inciden en la probabilidad de convertirse en un joven canguro, que revisan las características familiares, individuales y el contexto del cual forma parte el joven para identificar su peso en el fenómeno, así: las diferencias urbano-rurales, hombre-mujer o estrato social son el o los ejes que las guían. Buscan evidenciar las desigualdades que orillan a que algunos jóvenes no salgan del hogar paterno. La heterogeneidad en este proceso de emancipación es mostrada en distintos documentos, y los hallazgos brasileños son un evidente ejemplo. Numerosos estudios reportan que la generación canguro se compone, en mayor medida, de jóvenes de clase media que trabajan, con alta escolaridad y solteros (Cobo y Saboia, 2010), que es un fenómeno que ocurre más en espacios urbanos que rurales (Da Silva et al., 2018). El peso del contexto urbano es mostrado para otros universos también, como Vázquez y Ortiz (2018) lo mencionan para el caso mexicano al mostrar que la población indígena presenta una emancipación mucho más temprana, aun entre los indígenas que vive en espacios urbanos, quienes retrasan —con relación a los indígenas del espacio rural— la salida del hogar.
Estamos, sin duda, ante un fenómeno multifactorial, donde lo económico tiene un peso evidente (los jóvenes de los estratos más pobres salen antes de sus casas; Solís, 2016); la situación conyugal marca distancias (los que se unen suelen salir del hogar paterno vs. los solteros o los divorciados y/o viudos; Ciganda y Pardo, 2014; NPC, 2009; Pérez Amador, 2004); el nivel escolar es una variable de peso también (los que cuentan con menor nivel educativo abandonan antes el hogar paterno según datos para Uruguay y para Brasil; Ciganda y Pardo, 2014 para Uruguay, y Da Silva et al., 2018, para Brasil); la variable migración cuenta en el proceso (Vázquez y Ortíz, 2018), así como la falta de empleo y escasez económica (Bernardi, 2007; Kwok-fai y Chiu, 2002; Requena, 2002); las transformaciones en las relaciones intergeneracionales (cambios de actitud por parte de los padres ante la presencia de los jóvenes en los hogares que permiten cierta autonomía e independencia juvenil en el hogar compartido; Mendonça, 2017; NPC, 2009; Stone, Berrington y Falkingham, 2013); las diferencias entre sexos (hay más hombres que mujeres; Cobo y Saboia, 2010; Kwok-fai y Chiu, 2002); la falta de apoyo gubernamental (Goldfarb, 2013); en general, los cambios demográficos (postergación de la edad a la unión y la llegada de los hijos; Goldfarb, 2013; Módenes y López-Colás, 2014; NPC, 2009; Pérez Amador, 2004).
En este proceso, como vemos, juegan muchos elementos. Hoy la autonomía juvenil quizá no solo se manifiesta saliendo del hogar, sino más bien se relaciona con la posibilidad de cada individuo de buscar dónde vivir en mejores condiciones y con menos dificultades. En una sociedad desigual, la asimetría entre los jóvenes hace que sus opciones sean distintas y por lo mismo, que la salida de sus casas ocurra con calendarios diferentes. Desde la perspectiva de la desigualdad buscaremos explicar la presencia en la ZMCM de los jóvenes canguro.
Las experiencias sociales de los jóvenes suelen ser diversas, y esto es así porque sus biografías se van formando en función de sus características, sus oportunidades, y del entorno social donde crecieron y habitan que suele ser desigual. La sociedad, a través de la cultura y la economía crea un sistema de normas y de valores en donde los sujetos se interrelacionan de manera diferente; así, suelen no ser equitativas las relaciones entre hombres y mujeres, entre adultos y jóvenes o entre los que ganan más y los que ganan menos. Estas normas se cumplen y se institucionalizan porque los individuos se mueven en conjunto, en sociedad, distribuidos en grupos que los aglutinan como estratos y clases sociales, con intereses diversos, a veces antagónicos, otras complementarios, y con diferencias en cuanto a los bienes y recursos existentes (Mora, 2005). Sin embargo, dichos valores y normas están bañados de un relativismo histórico que les da movimiento y que va replanteando y reformulando las diferencias,3 creando nuevas redes sociales —importantísimas entre la juventud— que a veces las reducen y otras las amplían. Las desigualdades no son inmutables, pues en ellas está presente la acción y las relaciones humanas (Reygadas, 2008).
Al estudio de las desigualdades se le identifica a partir de tres disciplinas: la economía, que se concentra en estudiar las diferencias según el ingreso monetario; la sociología, que revisa la desigualdad en función de las posiciones sociales de los individuos, y la ciencia política, que se interesa en las instituciones o reglas de asignación de los recursos existentes (Colmex, 2018). En este caso, nos interesan la primera y la segunda, asumiendo que los atributos de la primera, marcan (en muchas esferas) la segunda.
La desigualdad basada en los ingresos es bastante evidente. Aunque ha disminuido en los últimos veinte años (Colmex, 2018; Esquivel, 2015) aun parte de la riqueza sigue concentrándose en unos cuantos ampliando la brecha salarial con el resto de los trabajadores:
La concentración de los recursos económicos en pocas manos lesiona el crecimiento económico debido a dos razones complementarias. Primero, en sociedades con altos niveles de desigualdad en el disfrute del ingreso y de la riqueza suelen elegirse estrategias económicas que benefician a los sectores sociales con mayor poder, en vez de apoyar a los sectores medios y a las clases populares […]. Segundo, en las sociedades donde los mercados de capitales y de seguros son imperfectos, los nuevos proyectos con altos niveles de eficiencia económica y social que podrían llevar a cabo los estratos bajos quedan fuera de sus posibilidades […]. (Cortés y De Oliveira, 2010, p. 12)
A la par, los mercados de trabajo se han deprimido desde fines del siglo pasado, y han dado paso a empleos inestables, informales y con precarias condiciones, lo que da lugar a dinámicas de exclusión laboral y social. Ahora bien, la desigualdad en la distribución del ingreso repercute en diversas arenas: la salud, la educación, la vivienda, el acceso a la tecnología, y segmenta finalmente la vida social. La perspectiva sociológica de la desigualdad se plasma aquí desencadenando dinámicas de exclusión social, en donde los excluidos acumulan desventajas educativas, laborales, sociales, que se imbrican en su forma de resolver la vida diaria.
En el caso que aquí nos ocupa, los jóvenes canguro, la emancipación es resultado de una serie de factores que tienen que ver con la desigualdad, con el lugar que ocupan estos jóvenes en la sociedad. Para unos, los que provienen de un origen social privilegiado quelos arropa y los contiene, retrasar su salida permite aplazar el deterioro económico que podrían tener al alejarse del entorno familiar; para otros, los menos favorecidos, el hogar los expulsa más tempranamente. El acceso desigual a las oportunidades, a determinados recursos, coloca a unos en una posición y a otros en otra. No tratamos de juzgar si una es aceptable y otra abusiva o cuál es la recompensa final que se obtendrá, sino solo evidenciar que en el centro de los mecanismos económicos de producción y distribución de bienes y servicios operan relaciones de poder y procesos simbólicos que configuran accesos desiguales (Reygadas, 2008), y que esto marca diferencias en las decisiones (oportunidades) de los jóvenes.
La estrategia metodológica consistió de cuatro etapas. La primera fue obtener la base final de la ZMCM4 a partir de la Encuesta Intercensal (EI) 2015. Esta se obtuvo con la fusión de las bases de datos de viviendas y la de personas para los municipios y/o alcadlías que forman dicho espacio. La segunda etapa fue la estimación de un índice y su estratificación para identificar tres distintos estratos de la población residente de la ZMCM, basados sobre todo en el acceso a determinados bienes y servicios consumidos por los jóvenes. La tercera etapa consistió en la operacionalización del concepto de jóvenes canguro a partir de datos de la encuesta para posteriormente identificar sus características y el estrato al que pertenecen. En la cuarta etapa se estimó el modelo de regresión logística binaria y con ello se identificaron los principales factores que intervienen en la presencia de jóvenes canguro en los hogares de la ZMCM.
Los datos utilizados son secundarios y se obtuvieron de la EI 2015. El objetivo de esta encuesta consiste en actualizar la información sociodemográfica del Censo de Población y Vivienda 2010 y ser la antesala del que se realizará en 2020. El tamaño de muestra alcanza los 6.1 millones de viviendas con alcance nacional, entidad federativa, municipio y localidades con cincuenta mil o más habitantes (INEGI, 2015).
La EI 2015 se compone de dos bases de datos. La primera hace referencia a las características de las viviendas, tales como tipo de construcción, tamaño y uso del espacio, condiciones para cocinar, tenencia y condiciones de acceso, entre otras. La segunda base cubre aspectos relevantes de los individuos, como registro de nacimiento, situación conyugal, servicios de salud, etnicidad, educación, características económicas, por mencionar algunos.
El tamaño de muestra obtenida de la ZMCM corresponde a 442 840 viviendas que equivalen a 4.5 millones, con 1 645 437 individuos encuestados que representan a 20 892 724 residentes. Al clasificar a los individuos según tres estratos, la muestra resultó de 1 421 610 personas que corresponden al 86.7 % del total de los residentes. La muestra de los jóvenes canguro asciende a 73 285 individuos, mismos que personifican a 1 017 622 y que representan 30.5 % de la población de 25 a 34 años que habitan en la ZMCM.
La identificación de los estratos se hizo a partir de variables que convergen en distintas dimensiones y que hacen referencia a las características de la vivienda y de los individuos. En este sentido, la unidad de análisis la conforman los individuos y no los hogares; en otras palabras, se consideraron los aspectos individuales del conjunto de personas que forman un hogar.
Las dimensiones consideradas para llevar a cabo esta estratificación social fueron tres: la calidad de la vivienda, los ingresos y la escolaridad promedio. La delimitación de las dimensiones se tomó de Echarri (2008), así como de los alcances de la fuente de datos, en este caso la EI 2015. La primera dimensión hace referencia al espacio físico donde conviven los individuos, los materiales de la vivienda y los bienes con los que cuentan, aspectos que muestran su nivel de protección, acceso a servicios y la posesión de bienes. Respecto a los ingresos, se consideró el promedio por hogar, y en cuanto a la escolaridad se tomó al promedio de años de escolaridad de los integrantes, excluyendo a los menores de seis años. A continuación se describe cada dimensión.
Esta dimensión contempla la información respecto al entorno físico donde conviven los integrantes del hogar y se compone de dos aspectos: infraestructura de la vivienda y equipamiento. Respecto a la infraestructura se consideraron los siguientes aspectos: 1) material de techos; 2) sanitario compartido, y 3) hacinamiento. Respecto a los bienes: 1)refrigerador; 2) lavadora; 3) disposición de internet; 4) automóvil; 5) computadora; 6) teléfono fijo, y 7) tenencia de la vivienda.
En el caso que se está estudiando, la primera dimensión no generó muchas diferencias en el análisis, pues en un contexto altamente urbano, la gran mayoría de las viviendas contaron con casi todos los servicios. Por citar un ejemplo, 98.5 y 97.9 % de las viviendas tiene piso y paredes de cemento, respectivamente; 99.7 % cuenta con luz eléctrica, y 99.2 % tiene un sanitario, por lo cual se optó por excluir dichas variables, no así otras como internet, computadora y automóvil, puesto que una de cada dos viviendas cuenta con estos, o con lavadora, ya que 80.5 % de las casas dispone de ella.
En esta dimensión se consideraron variables relacionadas con la actividad económica de los miembros del hogar, tanto su relación con la generación de ingresos, así como la protección social con la que cuentan. Se crearon variables para identificar: 1) los integrantes económicamente inactivos en el hogar; 2) miembros vulnerables en términos económicos; 3) miembros no vulnerables en términos económicos, y 4) los ingresos mensuales totales por hogar.
En esta dimensión se consideró a la escolaridad promedio por hogar. De acuerdo con Echarri (2008, p. 77), la escolaridad promedio incide en la estructura social del hogar en dos vías: la primera como inversión, y la segunda como ascenso en el desarrollo económico, ambos aspectos que determinan el nivel de bienestar del hogar en su conjunto. Por ello se usó como variable proxy del estrato social. Se calculó una variable del promedio de escolaridad en el hogar, y posteriormente se hizo dicotómica para dividir en escolaridad baja cuando los años de escolaridad no superan el nivel básico y escolaridad alta cuando superan dicho nivel.
Todas las variables consideradas en las tres dimensiones se hicieron dicotómicas. Posteriormente se estimó un índice para identificar en tres estratos, y de esta manera se pudo corroborar la presencia de los jóvenes canguro en los hogares con el estrato mejor posicionado.5 Cabe resaltar que este índice no trata de captar la situación de pobreza de la población residente en la ZMCM; los datos muestran que existe muy poca mutabilidad en variables como el material del piso, tipo de paredes, servicio de luz eléctrica, uso de gas, uso de sanitario, disponibilidad de cocina, y por lo tanto, fueron descartadas del índice, cuando tradicionalmente estas variables son determinantes para ubicar en situación de pobreza a la población; más bien, su objetivo es captar la accesibilidad que tienen los individuos más allá de los servicios básicos, debido a que se trata de la zona metropolitana más grande del país, que ofrece, en comparación a otros lugares, mejor disponibilidad de bienes y servicios. Por tanto, el índice estimado capta accesibilidad de los jóvenes para servicios, como televisión, teléfono (para facilitar el acceso a internet), computadora, etc. Estos servicios son importantes, porque hoy los y las jóvenes sociabilizan de manera diferente, el acceso a un auto, a la televisión, al teléfono, a las pantallas, dan sentido a su identidad (Morduchowicz, 2008).
Para identificar el estrato6 de los jóvenes canguro se estimó un índice utilizando el método de componentes principales. Ya estimado el índice se utilizó el estadístico KMO y el test de Bartlett para su factibilidad. Los resultados fueron 0.830 y 0.000 respectivamente, que indican la pertinencia del método a los datos observados. Se obtuvieron dos factores que explican 55.56 % de la variabilidad de los datos. La puntuación de los hogares se obtuvo combinando cada factor con la variabilidad explicada por cada uno de estos. El índice oscila entre un valor inicial de -0.3235 y el final de 1.4689.
Para la estratificación del índice y clasificar a los hogares en tres estratos se utilizó el método de Dalenius y Hodges (1959). Este método propone la estratificación de una sola variable, cuyo procedimiento implica el valor acumulado de la raíz cuadrada de las frecuencias absolutas del índice para posteriormente obtener la raíz acumulada de las frecuencias.
El número de clases J se obtiene de la siguiente forma:
J = min {h * 10, n}
Donde h representa el número de estratos y n el número de observaciones (Xi).
Para los límites de cada clase (Ck) se utilizaron las siguientes fórmulas. El valor mínimo de cada estrato social se obtuvo de la siguiente forma:
El valor máximo de cada estrato se obtuvo de la siguiente manera:
Donde k representa el número de estratos.
Posteriormente se calcula la raíz cuadrada de cada uno y se estima su suma acumulada.
Para conocer el punto de corte de cada estrato se usó la siguiente fórmula:
Donde
es la suma acumulada de las frecuencias de cada clase.
Los puntos de corte de cada estrato se tomarán sobre el acumulado de la raíz cuadrada de las frecuencias en cada clase de acuerdo al siguiente criterio: Q, 2Q, … , (h-1) Q (INEGI, 2010).
La estratificación del índice llevó a identificar de la muestra de la ENOE a los residentes ZMCM en tres estratos, que nominamos: medio-alto, medio y bajo, en donde el estrato medio-alto congrega a 84.9 % de la ZMCM, 10.8 % al medio y 4.3 % al bajo.
Cuadro 1: Población total y jóvenes canguro en la ZMCM según estratos

Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015.La validez de dichos estratos sociales se llevó a cabo con el análisis de consistencia interna y externa de dichos estratos. Para la primera se realizó la comparación de los indicadores incluidos en el índice con el valor obtenido de este. Se verificó que con un valor positivo del índice (estrato medio-alto y medio) el hogar tuviera mayores servicios, accesos e ingresos. Por el contrario, un valor negativo del índice (estrato bajo) estaría indicando que el hogar tiene menor número de servicios y menores ingresos totales. Este análisis mostró que los resultados obtenidos son consistentes. Además la diferencia entre el estadístico y el parámetro es baja.
Para la presente investigación se consideraron las siguientes características para referenciar a los jóvenes canguro:
Con esta clasificación los jóvenes canguro se encuentran en 90.3 % en el nivel alto, 8.0 % en medio y 1.8 % en el nivel bajo. Resultado esperado, en tanto la bibliografía para América Latina ha mostrado que es en los hogares mejor posicionados económicamente donde aparece el mayor número de estos casos.
Esta etapa consistió en estimar y evaluar un Modelo de regresión logística binario con el fin de explicar el efecto que tienen algunos factores individuales y familiares en la presencia de los jóvenes canguro en los hogares. En los Modelos de regresión logística el componente central se denomina razón de probabilidad (odds ratio). Este se define como el cociente de la posibilidad de que un evento ocurra (éxito) entre la posibilidad de que no lo haga (fracaso) p/(1-p) (Silva y Barroso, 2004; O´Connell, 2006). Para el caso que nos ocupa el éxito sería la presencia de un joven canguro en el hogar, el fracaso su ausencia. Matemáticamente la función de distribución logística se expresa de la siguiente forma:
Donde:
Z= Bi + Bj Xi
Pi= Probabilidad del evento i
Bi= Coeficiente i
Xi= Variable independiente i
Para analizar el efecto en las probabilidades de la presencia de adulto-joven canguro en el hogar se estimaron las razones o momios de probabilidad (odds ratio)7 de las siguientes variables —clasificadas en dos categorías—: 1) individuales (el sexo, la edad, la asistencia escolar, los años de escolaridad acumulados y la condición de actividad), 2) del hogar (el sexo del jefe del hogar, la edad del jefe del hogar, el tipo de hogar y tamaño de la localidad). Tal como se observan en el Cuadro 2.

Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015Para la estimación del modelo de regresión logística binario el tamaño de muestra ascendió a 223 678 casos (73 285 canguros, el resto no canguros) que representan a 3 045 685 jóvenes de 25 a 34 años. Se estimaron diez modelos. El primero incluyó la variable sexo, en el segundo se agregó la variable edad, y así sucesivamente hasta llegar al último, el cual contempla las diez variables (ver Cuadro 2). Este procedimiento se hizo para observar el efecto de cada una de las variables en la presencia de los jóvenes canguro en el hogar. Cabe destacar que todas las variables resultaron significativas al 95 % de confianza. Los modelos se estimaron en el programa de STATA 14 para Windows.
Cuadro 3: Modelos de regresión logística binaria para los jóvenes canguro en la ZMCM, 2015

Nota: Todas las variables son estadísticamente significativas al 95 por ciento.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015Como se puede observar el modelo de regresión logística binaria número diez es el más completo. De este último se obtuvo la bondad de ajuste que se muestra en el Cuadro 4. Las diferentes pruebas hacen de él un modelo pertinente y con un buen ajuste a los datos.

Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015La literatura ha mostrado que los jóvenes que se encuentran en la condición de canguro no provienen de espacios necesariamente deteriorados, incluso, para el caso brasileño se ha evidenciado que son parte de los sectores económicos más privilegiados (Henriques et al., 2004); lo mismo sucede en el entorno urbano mexicano, ejemplificado en este caso con cifras para la ZMCM.
Al identificar a los hogares de los jóvenes canguro según el estrato de pertenencia, los resultados muestran que nueve de cada diez pertenecen el estrato con más recursos (que hemos denominado medio-alto); en contraparte, el resto habita en hogares con menos ingresos y servicios. El mismo comportamiento se presenta en las tres entidades que conforman la ZMCM (Ciudad de México, Hidalgo y Estado de México). Asimismo, cabe resaltar que del total de jóvenes canguro se logró identificar el estrato en 92 % de los casos.
Aunque los sectores medio y bajo estén poco representados en el total de la población analizada, las cifras resultaron estadísticamente representativas.8 Por lo tanto, en el Cuadro 5 se presentan algunas estimaciones de los jóvenes identificados como canguro a la luz del estrato que conforman. Para empezar, en general, contrario a lo encontrado en la literatura latinoamericana —específicamente la brasileña— en la ZMCM hay una prevalencia de mujeres no emancipadas de 25 a 34 años (11 puntos porcentuales por arriba de los varones: 41 % hombres, 59 % mujeres). Incluso en el estrato que hemos llamado medio (al que corresponden solo 8 % del total de los jóvenes canguro), 67 % de quienes lo conforman son mujeres. Sin embargo, esta situación de prevalencia femenina solo se presenta en los sectores medio y medio-alto, ya que enel de menores recursos no solo hay poca presencia de jóvenes canguro, sino que aparecen muy pocas mujeres. Parece que los hogares económicamente más pobres y con menos servicios son menos permisibles a la presencia de estos jóvenes, en general, pero menos aún en cuanto a la presencia de mujeres en condición de canguro. Muchas jóvenes mujeres de los hogares pobres tienden a unirse más tempranamente y salen de su hogar familiar, aunque (es probable que) no con esto eviten las carencias, solo que las vivirán en espacios alejados del hogar de origen.9
Con relación al tipo de jefatura del hogar, si bien las cifras descriptivas evidencian que los jóvenes canguro de los tres estratos de este análisis viven en mayor medida en hogares con jefatura masculina, casi la cuarta parte se ubica en hogares encabezados por una mujer. Sin embargo, resalta una relación inversa entre ellos y ellas según el estrato y el tipo de jefatura: para los varones, en términos porcentuales, conforme menor económicamente es su estrato, mayor es la presencia en condición de canguro en hogares con jefatura femenina; entre las mujeres sucede lo contrario: mientras menos recursos tienen aparecen menos mujeres en hogares liderados por otra mujer. Tal parece que conforme va siendo más pobre el hogar, los que son jefaturados por una mujer arropan menos a otras mujeres adultas jóvenes en su espacio familiar, y aceptan más a los hombres.
En cuanto a la escolaridad lograda, los que cuentan con los niveles más altos son los de los hogares mejor posicionados. Llama la atención que el nivel superior y el posgrado es un privilegio que congrega prácticamente solo a los y las canguro del estrato medio-alto, fundamentalmente a ellas. Los sectores medio y bajo concentran a su población en el nivel escolar básico (secundaria y primaria), aunque es de llamar la atención que poco menos de la quinta parte de los varones del estrato bajo cuenta con nivel escolar medio superior. Este dato nos resulta relevante en tanto parece corroborar lo que la literatura ha mostrado (Henriques et al., 2004 para Brasil, y Goldfarb, 2013 para Estados Unidos), que los jóvenes que suelen quedarse son los que logran o quieren aumentar sus habilidades educativas. Aunque esta idea se contrasta con el rubro siguiente de asistencia escolar, donde en el grupo del sector bajo, seis de cada diez jóvenes no asiste ya a la escuela. Realmente los que suelen continuar estudiando –aunque no a gran escala— son los jóvenes del sector con menos carencias (siete por ciento, en promedio).
Con relación a la condición de actividad, en los tres estratos los varones se dedican principalmente al trabajo remunerado,10 aunque en mucha mayor medida los que provienen del estrato medio. Entre ellas, en cambio las de los dos estratos menos favorecidos tienen evidente presencia en los quehaceres del hogar.
Después del trabajo remunerado, son tres las categorías de mayor presencia (ser estudiante, realizar quehaceres y no trabajar), con diferencias contundentes por estrato y sexo: en cuanto al estrato: la asistencia a la escuela es una actividad solo para los y las jóvenes más privilegiados/as económicamente hablando; el trabajo de que hacer del hogar ocurre sobre todo en los medios y bajos, pero aquí las diferencias de género pesan mucho. En la categoría de “quehaceres del hogar”, la brecha entre hombres y mujeres en los tres sectores existe. En el medio-alto alcanza cinco puntos porcentuales, pero es abismal en los sectores medios y bajos, pues ningún varón canguro respondió realizar trabajo doméstico en su hogar. De esta forma, se puede asumir, por estos datos descriptivos, que las diferencias socioeconómicas de los hogares de estos jóvenes marcan también otras desigualdades: mientras más pobre es el hogar, más diferencias de género, menos posibilidades de continuar estudiando y más presencia (de mujeres principalmente) en el trabajo de cuidados y el doméstico.
Cuadro 5: Características de los jóvenes canguro por estrato, ZMCM, 2015 (en porcentajes)

Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015Hasta aquí es posible evidenciar que la situación de estos jóvenes que continúan viviendo en casa de sus padres es distinta en función de las características socioeconómicas del hogar de origen y que marca desigualdades escolares y de género entre los sectores más desfavorecidos. Veamos ahora cuáles son las variables que en una gran ciudad inciden en la prolongación de jóvenes en el hogar familiar.
Como se dijo anteriormente, se estimaron diez modelos con la intención de conocer el efecto de distintas variables en la permanencia de los y las jóvenes canguro en el hogar. El modelo 1 muestra el efecto de la variable sexo, el modelo 2, el efecto de la variable sexo junto con el de la edad, hasta llegar al modelo 10, que muestra el efecto de las diez variables consideradas (Cuadro 2).
A partir de lo anterior es posible observar que la variable sexo (Modelo 1) va perdiendo importancia al incluir más aspectos; en otras palabras, cuando se considera solo esa variable, los hombres jóvenes tienen ligeramente mayor propensión de probabilidad de convertirse en canguro. Sin embargo, al incorporar más características, va disminuyendo dicha posibilidad, es decir, los hombres son menos propensos a entrar a dicha condición, respecto a las mujeres. Esto nos parece un hallazgo importante para el caso mexicano —específicamente para la ZMCM—, ya que contrasta con la literatura, sobre todo para el Cono Sur, donde se ha mostrado que prolifera en esta condición la presencia de varones. En la ZMCM la probabilidad de ser mujer y estar en la condición de canguro es mayor a la de los hombres en el momento en que se incluyen todas las variables. Esta situación, para este caso mexicano altamente urbano, podría estar vinculada con el elemento cultural, donde la permanencia de las mujeres en el entorno familiar es cotidiana y tiene que ver con los apoyos familiares (tanto remunerados con un ingreso como no remunerados con sus actividades domésticas y de cuidado) que ellas realizan al interior de sus hogares (García y Pacheco, 2014; STyFE, 2016).
Respecto a la edad, los resultados señalan (modelo 2) que el incremento de la edad en un año atenúa la presencia de los jóvenes canguro, pero conforme se agregan más variables, la edad va perdiendo importancia; lo contrario ocurre cuando estos jóvenes no asisten a la escuela (modelo 3), donde las cifras muestran que, a pesar de que el efecto es negativo, la inasistencia escolar va tomando mayor importancia cuando se agregan nuevas variables al modelo.
La escolaridad acumulada (modelo 4) y el trabajo (modelo 5) son variables que influyen positivamente en la presencia de los jóvenes canguro; no obstante, la primera variable, la escolaridad acumulada, va perdiendo importancia al incluir otros aspectos, mientras que la actividad laboral recobra fuerza conforme se incorporan nuevas variables; es decir, los jóvenes altamente escolarizados y que están trabajando presentan una probabilidad mayor de permanecer en el hogar familiar por más tiempo en comparación con los menos escolarizados e inactivos. Como sabemos, la independencia del hogar de origen requiere más que el solo anhelo de irse; tiene que ver con tener recursos que permitan una emancipación en condiciones óptimas, o al menos equiparables a las que se tienen en los hogares familiares.
Resumiendo, en cuanto a estos efectos de corte individual (modelo 5), es posible destacar que el nivel de escolaridad y la condición laboral sean las variables que presentan el mayor efecto positivo en la permanencia de los jóvenes canguro en sus hogares de origen. Así, al considerar solo a las características individuales de los jóvenes, los resultados muestran que por cada año acumulado de escolaridad, la probabilidad de que un o una joven no abandone el hogar de origen es de 12 %; en tanto aquellos jóvenes que son económicamente activos tienen 55 % de probabilidad de ser canguro respecto a los que son inactivos. Las demás variables como el sexo de los jóvenes, la edad o la inasistencia a la escuela reducen los momios de probabilidad para estar en esa condición.
Ahora bien, junto con la actividad laboral que representa una variable muy importante en la permanencia de los jóvenes en el hogar de origen, existen otras variables relacionadas con la dinámica familiar, sobre todo el tipo de hogar, con un peso significativo en la propensión de ser joven canguro.
En cuanto a las variables relacionadas con las características del hogar, el modelo muestra que cuando el jefe del hogar es hombre (modelo 6) se debilita la presencia de jóvenes canguro, parece ser que este tipo de hogares son menos permisivos o menos necesitados de la presencia de estos jóvenes en comparación con los hogares con jefatura femenina, tal como se ha corroborado en otros estudios; incluso, el agregar más variables este comportamiento no se afecta.
En cuanto a la edad del jefe de hogar (modelo 7), se percibe un ligero aumento en su efecto al ir agregando variables. Por cada año de edad del jefe de hogar, los momios de probabilidad aumentan 13 % el que los jóvenes no salgan del seno familiar, lo que permite sugerir que los jóvenes canguro son un apoyo importante cuando los jefes de familia envejecen. El efecto de esta variable se mantiene constante. Respecto al tipo de hogar que concentra las razones de probabilidades más altas, se mantiene constante (modelo 8) cuando se considera el acceso a bienes, servicios e ingresos (modelo 9). Con respecto al estrato social de pertenencia, los datos muestran que los jóvenes que se ubican en un nivel medio-alto tienen 20 % mayor probabilidad de ser jóvenes canguro que aquellos que residen en hogares del estrato no medio-alto. Esta cifra que se reduce ligeramente cuando se agrega la variable de tamaño de localidad (modelo 10). Es decir, no se trata solamente del estrato medio-alto, sino de vivir también en áreas densamente pobladas, donde el acceso a servicios, diversos bienes y tecnología es mayor que en las menos pobladas.
Finalmente, al considerar tanto las características individuales como los aspectos familiares se puede observar que el tipo de hogar es la variable que más influye en la presencia de los jóvenes canguro. Cuantitativamente, la evidencia estadística muestra que cuando el tipo de hogar es familiar nuclear, la razón de probabilidad de ser un joven que se queda en casa es de 4.98 veces, en comparación con aquellos jóvenes que residen en hogares no nucleares. Estos resultados permiten visualizar que cuando los hogares son nucleares (integrados por papá, mama e hijos), existe mayor posibilidad de que los jóvenes sean canguros, respecto a los hogares que solo se conforman con un padre o madre, o los extensos. Puede pensarse que en los hogares nucleares los jóvenes tienen mayor atención y/o apoyo por parte de los padres para continuar en el seno familiar, y también quizá más espacio y menos presión de otros miembros adultos y adultos mayores que pudiesen omitir opiniones no acordes con esta emancipación tardía.
El aspecto territorial se observó a través del tamaño de localidad. Los resultados evidencian que los jóvenes canguro tienden a concentrase en zonas densamente pobladas (como se ha evidenciado en Brasil), es decir, en localidades con más de cien mil habitantes. En dicho lugares los jóvenes tienen 17 % mayor posibilidad de ser canguros que aquellos que habitan en zonas menos urbanas (menos de cien mil habitantes).
Transitar a la vida adulta se ha convertido en una suerte de rueda de la fortuna a la que notodos logran subirse, o se suben de manera diferente, y no como tradicionalmente se esperaría. La autonomía en términos de espacio, para vivir una vida responsable, independiente, emancipada, en un nuevo y propio hogar, para muchos jóvenes ha sido dejada de lado; sin embargo, las causas para estar en esta condición que se ha denominado en algunos espacios académicos como canguro —lo que no deja de lado cierto dejo de menosprecio y de estigma— remite a una gran pluralidad en donde intervienen factores tales como la crisis económica, la precariedad laboral, la dificultad de acceder a vivienda digna, la prolongación escolar, el aumento en la edad al matrimonio, los cambios en las dinámicas familiares, nuevas conductas y actitudes al interior del hogar que facilitan, o al menos transforman, la manera de convivir en familia.
En el caso de la ZMCM, espacio altamente urbanizado, aunque con contrastes a su interior, encontramos elementos distintivos sobre esta población no emancipada:
Los jóvenes canguro son un fenómeno en el que participan más mujeres que hombres. Pero, además, ellos tienen menos posibilidades de entrar en esta situación que ellas (según el modelo analizado).
Es una condición que se presenta principalmente entre jóvenes escolarizados, con trabajo y con condiciones laborales no muy precarias.
Se trata de un fenómeno que aparece principalmente en los sectores menos pobres. Posiblemente estos jóvenes ayuden con su permanencia a sostener sus hogares, o también, dada la posición económica privilegiada del hogar, los jóvenes pueden permanecer en ellos debido a que, al no ser pobres, cuentan con apoyo familiar. Creemos que son dos posibilidades que se complementan.
El número e incremento de años escolares y la vida laboral son elementos distintivos en esta población. Si bien no todos los jóvenes retrasan su emancipación para continuar estudiando, hay un grupo que sí lo hace. Ellos y ellas se quedan en la casa familiar para seguir estudiando y aumentar su habilidades formales y así, lograr a futuro, más oportunidades que les permitan salir de su hogar en mejores condiciones. Quienes no permanecen estudiando son económicamente activos y presentan condiciones laborales mejores a las del resto de la población. La permanencia en el hogar puede mirarse como una estrategia de ahorro a futuro, para emanciparse —aunque sea “tarde”— en posiciones más ventajosas.
No todos los arreglos familiares aceptan la permanencia de estos jóvenes canguro, son los nucleares los que les dan cobijo: seguramente son más permisivos, son más pequeños y sobre todo, no hay ojos externos (abuelos, tíos, etc.) que los censuren.
En general, encontramos que la estabilidad laboral y económica no son elementos suficientes para lograr la emancipación.
Para finalizar, si bien todos estos jóvenes analizados cumplen con la condición de no emanciparse, no todos son iguales. Se ha mostrado que los jóvenes canguro, al menos en el caso analizado, son un fenómeno de áreas altamente urbanas, pero su presencia es dispar por género, por edad, por escolaridad y por sector de pertenencia. Se evidencia que ralentizar esta transición hacia la adultez tiene que ver con la desigualdad en que estos jóvenes viven y han crecido y con sus características sociodemográficas: el sexo, el nivel escolar, el tipo y características del hogar. La decisión o necesidad de permanecer en el hogar, es distinta aun en espacios aparentemente homogéneos, como lo es la ZMCM.
Junto a estas desigualdades que causan su condición, el resultado es que la presencia de estos jóvenes en los hogares cambia la vida familiar, y la emancipación tardía o la no emancipación sin duda trastoca las decisiones sobre la formación de la familia. Conceptos como el de nido vacío posiblemente vayan desapareciendo o por lo menos transformándose, pues cada vez menos hogares entrarán en esta posición; la independencia tendrá que ser revisada a la luz de otras variables que no tengan como ancla la salida del hogar paterno. Las transiciones juveniles hacia la adultez van perdiendo sentido tal como han sido hasta hoy revisadas.
*: Una versión parcial de este trabajo fue presentada el VIII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Población 2018.

Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015
Nota: Todas las variables son estadísticamente significativas al 95 por ciento.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Intercensal 2015