Artículo

DOI: https://doi.org/10.31406/relap2020.v14.i1.n26.4
Resumen: En México, el incremento de la población adulta mayor y la situación económica y de salud que esta presenta son elementos que transforman la dinámica de las familias en las que residen. En las familias latinoamericanas, particularmente las mexicanas, la corresidencia suele ser un factor de protección para los familiares envejecidos. No obstante, esta tendencia ha ido modificándose en el tiempo; cada vez se observan más personas mayores viviendo solas. Si bien es cierto que esta población podría recibir algún tipo de transferencias económicas y atenciones de sus familiares que viven fuera del hogar o de personas no familiares, también puede ocurrir que no todas las personas mayores que viven solas reciban apoyo, y que su condición socioeconómica, junto con los deterioros en la salud, las coloque en una situación de vulnerabilidad. Este estudio tiene como objetivo analizar las redes de apoyo con las que cuentan las personas mayores en distintos tipos de hogares. La hipótesis planteada es que la cohabitación con familiares permitirá que las personas mayores cuenten con una red más amplia de apoyo en comparación con quienes residen solos/as.
Palabras clave: Personas mayores, Arreglos familiares, Redes de apoyo, Hogares unipersonales.
Abstract: In Mexico, the increase in older people and their economic and health situation are elements that transform the dynamics of the families in which they reside. In Latin American families, particularly in Mexican families, co-residence is considered a protection factor for older relatives. However, this trend has changed over time, increasing the number of older people living alone. This population could receive some form of transfer and care from their family members who live outside the household or other non-family persons, but also it could happen that not all older persons living alone receive support and that their socio-economic conditions, along with deterioration in health place them in a situation of vulnerability. This study analyzes the support networks that older persons have in different types of households. Our hypothesis is that, for older people, cohabitation with relatives provide a wider network of support in comparison to those living alone. Recibido: 24/1/2019 Aceptado: 1/8/2019 Introducción
Keywords: Older people, Living arrangements, Support networks, One-person household.
Introducción
Algunos estudios indican que, en el curso de vida de las personas, la composición y dinámica de las familias se transforman. En la vejez, particularmente, se han observado cambios en el tamaño y estructura de los hogares (López, 2001; Redondo, Garay y Montes de Oca, 2015). Por ejemplo, en estudios previos, se ha indicado que una estrategia de apoyo de las familias latinoamericanas a sus familiares mayores es el agrupamiento de varias generaciones en un mismo hogar. Esto se debe a que, la mayoría de las veces, la población adulta mayor depende totalmente del apoyo que le otorgan sus familiares, sobre todo en países como México, donde la seguridad social es limitada y no logra cubrir a toda la población (Garay, Montes de Oca y Mancinas, 2012; Pérez y Brenes, 2006; Saad, 2005).
El aumento del número de personas mayores generalmente transforma la dinámica familiar en varios aspectos: la relación de apoyos entre generaciones, la convivencia familiar, la forma como se distribuyen las tareas entre los miembros del hogar, entre otros. En particular, en los hogares se han observado nuevas formas de organización y las siguientes tendencias: disminución en el tamaño de los hogares; menor presencia de hogares nucleares; incremento de hogares con jefatura femenina; mayor “envejecimiento” de los hogares, y contribución económica al hogar tanto de hombres como de mujeres (López, 2001; Redondo et al., 2015). De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid) (INEGI 1992, 2009), los hogares con personas adultas mayores a nivel nacional, entre 1992 y 2009, pasaron de 24.2 a 29.2%. Por su parte, el porcentaje de hogares con menores de 5 años pasó de 47% en 1992 a 30% en 2009 (Montes de Oca y Garay, 2010).
En términos de la composición de los hogares con personas mayores, los arreglos que predominan entre la población adulta mayor mexicana son el nuclear y el ampliado, con una significativa presencia de los hogares unipersonales (Garay y Montes de Oca, 2011; INEGI, 1997; López e Izazola, 1994). Entre 1990 y 2015, la proporción de hogares nucleares con al menos una persona adulta mayor pasó de 48.4 a 42.6 %; los hogares extensos mostraron un incremento: en 1990 representaban 37.2 % y en el 2015 alcanzaron un 40.6 % (Monteiro, Carbajal, Garay, Montes de Oca y Arroyo, 2018). Este último tipo de arreglo familiar se ha asociado con una estrategia de las familias para apoyar a sus integrantes. Por ejemplo, se sabe que los intercambios no solo fluyen hacia las personas mayores, sino también que estas últimas suelen otorgar apoyos a los familiares con los que residen (Garay, Montes de Oca y Mancinas, 2012). Particularmente, se ha destacado el papel de las mujeres mayores, quienes contribuyen con las tareas domésticas y de cuidado cuando residen con sus familiares (Varley y Blasco, 2001).
Un cambio importante en los hogares unipersonales es la tendencia creciente que han tenido desde los noventa y en la última década, pasando del 10.0 % en 1990 a 13.7 % en el 2015 (Monteiro et al., 2018). Algunos estudios sugieren que la conformación de estos hogares puede responder a una situación de autonomía e independencia, o también puede ser producto de una situación de aislamiento y pérdida (Ramos, 1994). En el caso de México, se ha encontrado que una alta proporción de personas mayores se encuentran desprotegidas en cuanto a ingresos y seguro médico se refiere (Garay y Montes de Oca, 2011).
En México, se ha mostrado que las personas mayores que presentan limitaciones tienen más probabilidades de vivir en hogares extensos, lo cual puede ser una forma de arreglo familiar que permite otorgar apoyo de forma más inmediata a sus familiares enfermos. Lo anterior refleja la tradición familista que predomina en Latinoamérica, donde, al no existir las condiciones institucionales que ofrezcan alternativas de cuidado, las familias lo tienen a su cargo (Redondo et al., 2015, Redondo et al., 2018). Otro conjunto de estudios han señalado que la red de apoyo familiar es una de las estrategias más exitosas para la sobrevivencia de las familias en condiciones de pobreza urbana, lo cual muestra, a su vez, que cuando las redes sociales familiares tienen escasez de recursos por falta de dinero y de trabajo, se presentan límites en la capacidad de otorgar apoyo a sus familiares (Enríquez, 2000; González de la Rocha, 1986, 1999; Lomnitz, 1994). Dichas investigaciones no están dirigidas a la población adulta mayor, pero es posible que el comportamiento se reproduzca e incluso se agudice cuando se tiene a familiares envejecidos y enfermos en contextos de pobreza.
En el contexto mexicano, las personas mayores no cuentan con suficientes ingresos y seguridad social. Esto ha provocado que las redes de apoyo informales (familiares y no familiares)1 sean la principal fuente de sustento para cubrir sus necesidades económicas y no económicas. Este estudio analiza las redes de apoyo en los distintos arreglos familiares en los que reside la población adulta mayor, con la finalidad de dar cuenta de si la corresidencia en hogares con familiares “asegura” contar con cierto apoyo por parte de la familia, y si aquellos que viven solos cuentan con apoyo familiar limitado.
Redes de apoyo y envejecimiento
En países como México, en donde una gran parte de las personas mayores tiene escasos recursos económicos y protección social limitada, las redes informales surgen como estrategias de las familias para cubrir necesidades de diversa índole. Los apoyos se pueden dividir en cuatro categorías: materiales, instrumentales, emocionales y cognitivos. Los materiales consideran los flujos de recursos monetarios (dinero, remesas, transferencias) y no monetarios (comidas, ropa, pago de servicios y otros). Los apoyos instrumentales pueden ser: transporte, ayuda en quehaceres del hogar, cuidado y acompañamiento. Los apoyos emocionales se vinculan con las relaciones afectivas, de cariño y confianza hacia las personas. Los apoyos cognitivos hacen referencia a la trasmisión de información, consejos y experiencias (Guzmán, Huenchuan y Montes de Oca, 2003).
Las redes de apoyo se refieren al flujo de intercambios entre familiares, amigos, vecinos y miembros de una comunidad. En estudios previos realizados por la autoras, se ha evidenciado que dichos apoyos pueden cambiar, y no son continuos en el tiempo; por ejemplo, algunos se presentan solamente en situaciones difíciles, como accidentes, muerte de algún familiar, problemas económicos, enfermedades, etc. (Garay, Montes de Oca y Mancinas, 2012). Es decir, que el apoyo recibido u otorgado en edades más jóvenes no necesariamente se mantendrá en la vejez, y si a esto se le agregan problemas económicos y de salud, los apoyos pueden verse más limitados (González de la Rocha, 1999; Guzmán, Huenchuan y Montes de Oca, 2003).
Como se mencionó anteriormente, la población mayor no solo es receptora de apoyos, sino que también puede otorgar diversos tipos de ayuda a sus familiares y no familiares. Así, las abuelas suelen residir con sus hijos/as porque contribuyen a las labores domésticas y al cuidado de los nietos/as (Varley y Blasco, 2001); en otros casos, los hijos/as mantienen su residencia en el hogar de los padres porque no cuentan con recursos para adquirir una vivienda propia (Montes de Oca y Garay, 2010). Algunos estudios han mostrado que en el intercambio de apoyos no siempre existe reciprocidad, incluso se ha indicado que en situaciones difíciles (la muerte de un familiar cercano, enfermedades, accidentes, problemas económicos serios, problemas de trabajo u otra situación considerada grave), la población adulta mayor suele otorgar más apoyo del que recibe (Garay, Montes de Oca y Guillén, 2014; Garay, Montes de Oca y Mancinas, 2012).
Si bien es cierto que la red de apoyo no se reduce exclusivamente al hogar y a la familia, en general se ha mostrado que compartir el mismo espacio con la familia permite que haya cierta protección para las personas mayores. Incluso se ha indicado que el bienestar material de las personas mayores es más alto para aquellas que viven acompañadas en comparación con quienes viven solas (Saad, 2005). Asimismo, se ha indicado que vivir con familiares es una forma de solidaridad intergeneracional, a través de la que se pueden compartir los gastos del hogar (vivienda, alimentación, etc.) y que facilita el flujo de intercambios entre los miembros del hogar (Hakkert y Guzmán, 2004; Montes de Oca, 2004). Sin embargo, no hay que olvidar que la corresidencia no implica relaciones equitativas y armoniosas; como señala Jelín (1995), al interior de las familias existen relaciones de poder, y los recursos y las tareas no se distribuyen de la misma manera entre sus integrantes. A su vez, algunas investigaciones han señalado que el apoyo obligado puede conducir a situaciones de maltrato y violencia de los familiares hacia las personas mayores (Giraldo, 2006; Guzmán et al., 2003; Ortiz y Arroyo, 2017). Lo anterior está fuera de los alcances de este estudio, pero es una muestra de que la corresidencia y los apoyos que puedan otorgarse no necesariamente implican bienestar para las personas envejecidas.
Materiales y método
En 2006, el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade) propuso un Manual sobre indicadores de calidad de vida en la vejez, en el cual enfatiza la importancia de la medición de los entornos físicos y sociales, y su relación con la calidad de vida de las personas mayores. Dentro de los entornos sociales, se consideran una serie de indicadores relacionados con las redes sociales de apoyo que serán considerados para este artículo.2
Indicadores para la medición de las redes de apoyo

De los indicadores mencionados, existen dos que requieren mayor explicación: el tamaño de la red y el nivel de distribución de la red. El primero se obtiene restando el número máximo de personas que apoyan menos el número mínimo, dividido todo entre 3, que son los distintos tamaños de red. Los tamaños de red considerados son: escaso (4 a 7 miembros); medio (8 a 14 miembros), y amplio (15 o más miembros) (Arias, 2004, citado en Celade-Cepal, 2006).
El grado de distribución de la red permite conocer las relaciones y los niveles de intimidad de las personas mayores con sus distintos vínculos con la familia, amistades, el trabajo y la comunidad. Este mapa de red que se presenta en la Figura 1 fue propuesto por Sluzki (1996), en el cual el círculo interior se refiere a las personas con relaciones más íntimas (familiares directos y amigos cercanos); en el círculo intermedio se encuentran las personas con las que se tiene algún contacto, pero no intimidad (familiares intermedios, distintas relaciones sociales), y en el círculo externo están los vínculos con personas conocidas y relaciones ocasionales (vecinos, familiares lejanos, compañeros de escuela o trabajo, conocidos) con los que se tienen relaciones más lejanas.

De acuerdo con Arias (2004, citado en Celade-Cepal, 2006, p. 129), los vínculos de la red se pueden ubicar en 12 sectores, que surgen de la intersección de los 3 círculos (niveles de intimidad) y los 4 tipos de relaciones (familiares, amistades, comunidad, trabajo/estudio). De manera que se pueden considerar tres niveles de distribución de las redes:
Alto: Vínculos en ocho o más sectores.
Medio: Vínculos entre cuatro y siete sectores.
Bajo: Vínculos en máximo tres sectores.
La fuente de datos utilizada para este artículo es la Encuesta sobre Condiciones de Vida de las Personas Adultas Mayores en México3 (Enadis) 2016, la cual es representativa de la población con 60 años y más residente en los estados de Nuevo León, Jalisco y la Ciudad de México (n = 1,157 casos de la muestra sin ponderar, error ± 5.0 %, nivel de confianza del 95 %). Dicha encuesta probabilística se aplicó en los hogares con personas mayores; la duración promedio del cuestionario, no autoadministrado, fue de 40 minutos. Este fue diseñado por las autoras, quienes coordinaron su aplicación en el trabajo de campo. Se incluyó una prueba piloto y el cuestionario fue respondido por las personas mayores, lo cual implicó que debían tener la capacidad para contestar las preguntas. Por tanto, la encuesta excluye a personas con algún problema de demencia, Alzheimer u otro padecimiento mental que les impidiera responder.
El cuestionario consideró diversas temáticas vinculadas con los entornos físicos y sociales de las personas adultas mayores: características sociodemográficas y de la vivienda, apoyos recibidos y otorgados, limitaciones para realizar actividades, violencia y maltrato, participación social en la vejez, imagen social de la vejez, uso y acceso a los espacios públicos, condición y autopercepción de la salud y bienestar subjetivo. A partir de la información obtenida es posible conocer los apoyos otorgados y recibidos, de familiares y no familiares, pero también el tipo de apoyo material e instrumental4 (cuidados, quehaceres de la casa, ayuda en especie, acompañamiento, dinero). Las preguntas sobre los apoyos y sus tipos fueron:
En el último año, ¿ha recibido algún tipo de apoyo de familiares?
En caso de recibir algún apoyo de familiares, se les preguntaba sobre los distintos tipos de apoyo por cada familiar: ¿Con qué frecuencia le dio cuidados? ¿Con qué frecuencia le apoyó con los quehaceres de la casa? ¿Con qué frecuencia le dio comida, despensa, etc.? ¿Con qué frecuencia le acompañó a citas médicas, trámites, cobrar pensión u otra actividad similar? ¿Con qué frecuencia le dio dinero?
En el último año, sin contar los programas sociales, ¿ha recibido algún tipo de apoyo de no familiares?
En caso de recibir algún apoyo de no familiares, se les preguntaba sobre los distintos tipos de apoyo por cada persona: ¿Con qué frecuencia le dio cuidados? ¿Con qué frecuencia le apoyó con los quehaceres de la casa? ¿Con qué frecuencia le dio comida, despensa, etc.? ¿Con qué frecuencia le acompañó a citas médicas, trámites, cobrar pensión u otra actividad similar? ¿Con qué frecuencia le dio dinero?
Para captar los apoyos otorgados por parte de las personas mayores:
En el último año, ¿ha otorgado algún tipo de apoyo de familiares?
En caso de otorgar algún apoyo de familiares, se les preguntaba sobre los distintos tipos de apoyo para cada familiar: ¿Con qué frecuencia cuida a los hijos/as de este familiar? ¿Con qué frecuencia le apoyó con los quehaceres de la casa? ¿Con qué frecuencia le dio comida, despensa, etc.? ¿Con qué frecuencia le dio dinero?
En el último año, ¿ha otorgado algún tipo de apoyo de no familiares?
En caso de otorgar algún apoyo a no familiares, se les preguntaba sobre los distintos tipos de apoyo para cada persona: ¿Con qué frecuencia le dio comida, despensa, etc.? ¿Con qué frecuencia le dio dinero? ¿Qué otros tipos de ayuda les ha otorgado?
Un aspecto que vale la pena clarificar es la construcción de los mapas de red, los cuales se construyeron a partir de las preguntas sobre la recepción de apoyos por parte de familiares y no familiares. A partir de identificar el apoyo, se ubicaba si tenía o no parentesco con la persona adulta mayor, y el tipo de parentesco o relación. De esta manera, se podía distinguir entre esposo/a, hijos/as, hermanos/as, sobrinos/as, amigos/as, compañeros/as de trabajo, vecinos/as, etc.
Resultados
El promedio de hijas/os nacidos vivos se considera como un indicador de los miembros de la red familiar que en algún momento podrían ofrecer apoyo a sus padres o viceversa (Celade-Cepal, 2006). Al respecto se observa que las personas mayores de los distintos hogares tienen un número de hijos/as similar, siendo ligeramente mayor para quienes residen en hogares nucleares con hijos y en hogares extensos (Tabla 1).

Al distinguir el tamaño de red por tipo de hogar, se puede observar que en todos los hogares se mantiene un tamaño de red escaso. Sin embargo, el número de personas vinculadas con la persona mayor que vive sola es menor al de los otros arreglos, y el más alto se presenta en los hogares extensos o compuestos (Tabla 2).

En relación con la distribución de la red, se puede decir que las personas en hogares unipersonales tienen un nivel bajo de distribución (Figura 2); en los hogares con parejas solas y en los nucleares con hijos/as se presenta un nivel medio (Figuras 3 y 4); también las personas en hogares extensos tienen un nivel medio, pero a diferencia de los hogares nucleares, presentan vínculos en 5 sectores (Figura 5).




Al calcular el porcentaje de personas mayores que recibe algún tipo de apoyo informal se obtuvo que este es del 71.7. Distinguiendo por tipo de hogar, las personas mayores que residen en hogares extensos o compuestos reciben más apoyo en comparación con quienes viven en otro tipo de arreglo, siendo el hogar unipersonal el que presenta los niveles más bajos (Gráfica 1). Cabe destacar que cuando se distingue la fuente de apoyo, se encuentra que las personas en hogares nucleares con hijos/as y en hogares extensos reciben en mayor medida apoyo de sus familiares. A su vez, destaca que tanto para las personas que viven solas como las que viven solo con su pareja, los apoyos de no familiares sean más altos en comparación con los otros hogares (Tabla 3).


El otorgamiento de apoyos por parte de las personas mayores tanto a familiares como a no familiares es un indicador de reciprocidad y del funcionamiento de una red informal. Lo anterior es importante no solo porque permite visualizar a la población adulta mayor como activa y no dependiente, sino también porque se ha demostrado en otros estudios (González de la Rocha, 1999) que la reciprocidad fortalece la red de apoyo y hace más probable su sostenimiento en el tiempo. Las personas mayores que otorgan algún tipo de apoyo representan el 7.5 %. Al distinguir por tipo de hogar, se encuentra que quienes otorgan más apoyos son las personas mayores que residen en hogares nucleares con hijos/as y en hogares extensos (Gráfica 2). En todos los casos, la mayoría de los apoyos de la población mayor está dirigida a sus familiares, aunque destaca que un porcentaje importante de las personas en hogares nucleares con hijos/as proporcionen ayuda a no familiares (Tabla 4).


Los distintos tipos de apoyos (cuidados, quehaceres de la casa, comida, acompañamiento y dinero) provienen principalmente de familiares, pero claramente quienes son menos propensos a recibirlos son las personas que viven solas, seguidas de las que viven solo con su pareja. Destaca que el apoyo con dinero esté más presente en los primeros en comparación con los segundos. También, a diferencia del resto de los hogares, en los unipersonales existen mayores porcentajes de personas no familiares que otorgan apoyo a las personas mayores (Tabla 5).

Así como las personas mayores en hogares nucleares con hijos/as y extensos son las que reciben más apoyos, también en estos hogares las personas mayores son quienes otorgan más ayuda a sus familiares, ya sea cuidando niños/as, realizando quehaceres de casa, preparando comida, o bien, proporcionando dinero. Este último tipo de ayuda es el que más otorgan las personas que viven solas y las que residen con su pareja (Tabla 6).

Conclusiones
Los resultados muestran que el tamaño de red en los hogares unipersonales con personas mayores es menor que en otros hogares; además, las personas que viven solas cuentan con un bajo nivel de distribución de la red, la cual se concentra principalmente en amistades (vecinos, conocidos) y familiares (cónyuge, hijos/as, hermanos/as, padres, yerno, nuera, nietos/as, sobrinos/as). La diferencia de los hogares unipersonales con los otros arreglos familiares radica en que en otros hogares se tiene como apoyo a amigos/as (en la categoría de amistades), pero básicamente todas las personas mayores de los distintos hogares distribuyen su red de apoyo en familiares y amistades, lo que provoca un vacío con las relaciones comunitarias y las relaciones laborales. Esto último es importante porque muestra que las familias son el principal sustento de apoyo de las personas mayores, pero ante un envejecimiento demográfico creciente, con menores tasas de mortalidad y fecundidad, se tiene que pensar en alternativas para ampliar las redes de apoyo informales de las personas mayores, además del papel de Estado en la generación de políticas que mejoren las condiciones de vida de la población adulta mayor y fortalezcan su red de apoyo formal.
Los apoyos también fluyen de distinta manera según el tipo de hogar de residencia: se observa que las personas en hogares extensos cuentan con más apoyos en comparación con el resto de los arreglos familiares. No obstante, la cifra de personas mayores que reciben apoyo en los otros tipos de hogares es alta, ya que supera el 60 % en todos los casos. Destaca que las personas solas y las parejas sin hijos/as sean las que más reciben ayuda de no familiares, lo cual permite suponer que las personas que no corresiden con otros familiares tratan de fortalecer lazos de amistad o apoyo con otras personas. En algunas investigaciones se ha observado que las personas mayores en edades más jóvenes (60 a 69 años), suelen otorgar más apoyo a sus vecinos/as y que conforme aumenta la edad, este tipo de ayudas disminuyen (Garay, Montes de Oca y Guillén, 2014).
En el caso del otorgamiento de apoyos por parte de las personas mayores, son las personas en hogares nucleares y extensos las que proporcionan más ayudas, siendo los familiares los principales receptores de ella. Destaca que el cuidado de los nietos/as, la elaboración de comidas, realización de quehaceres domésticos e incluso la aportación de dinero sean las principales ayudas que otorga la población mayor a sus familiares. Esto podría ser un indicador de reciprocidad, ya que si bien las personas mayores residentes en este tipo de hogares son las que más apoyos reciben de sus familiares, también son quienes están otorgando más apoyos. Lo anterior es un ejemplo de que la cohabitación en las familias mexicanas sigue siendo un mecanismo de solidaridad intergeneracional, porque facilita el intercambio entre los integrantes del hogar (Hakkert y Guzmán, 2004; Montes de Oca, 2004; Saad, 2005). Evidentemente, esto no exime los conflictos y desigualdades que se pueden presentar al interior de las familias y que requieren de otros estudios que profundicen en la dinámica familiar en hogares con personas mayores.
Los resultados encontrados han permitido acercarse a la hipótesis de que los hogares unipersonales poseen una red de apoyo menor en comparación con otro tipo de arreglos familiares, pues se ha evidenciado que la red de apoyo informal entre las personas mayores que viven en este tipo de hogares es menor en comparación con otros arreglos familiares. No obstante, pese a las ventajas que parecen observarse en el vivir en familia, no deben dejarse de lado las dificultades que se enfrentan en la actualidad, lo cual puede limitar, en un futuro, poder seguir siendo el sostén económico y moral de los familiares envejecidos. Lo anterior se agudiza si se piensa en la reducción de la fecundidad, lo que se traduce en un menor número de integrantes en las familias y por lo tanto, en menores apoyos potenciales (Quilodrán y Juárez, 2009). Otro aspecto que hay que considerar es la mayor inserción laboral de las mujeres, la cual podría reducir su apoyo en las actividades domésticas y de cuidado (Arriagada, 2017). Adicionalmente, se deben considerar los costos en los que incurren las familias cuando las personas mayores requieren de atención médica, sobre todo en un contexto en el cual no se cuenta con los servicios médicos adecuados (Garay, Montes de Oca y Arroyo, 2018).
Reflexiones finales
La información presentada en este artículo apunta a la importancia de la familia como encargada de proveer apoyo material e instrumental en la vejez. Sin embargo, como se ha mencionado al inicio, este papel ha sido asumido por las familias ante un panorama de desprotección social por parte del Estado. Es por ello que no debe dejarse de lado el papel que tiene el Estado en el bienestar hacia las personas mayores como actor principal y no secundario, ya que hasta ahora el soporte económico y de cuidado ha recaído en las familias (Cepal, 2003). Lo anterior ha llevado a que sean las familias quienes asuman que son ellas las responsables del bienestar de sus familiares envejecidos. Sin embargo, los cambios demográficos, tales como la reducción en la fecundidad, la mayor escolaridad y participación de las mujeres en el mercado de trabajo, la migración y el aumento de la esperanza de vida, pondrán en entredicho la capacidad de las familias para ser el principal soporte de la población adulta mayor (Garay, Montes de Oca y Mancinas, 2012; Huenchuan, 2009; Saad, 2005). Estos cambios incidirán en el tamaño de la red de apoyo familiar, que tiende a su reducción (Cepal, 2003).
Además de los mecanismos de apoyo para las familias y las personas mayores, también es necesario que los individuos fortalezcan sus redes de apoyo social durante el transcurso de su vida, pues ello les permitirá generar reciprocidad en el tiempo. Esto no solo les puede dar mayores posibilidades de recibir y otorgar apoyos, sino también puede traerles beneficios en la salud, pues algunos estudios indican que las interacciones sociales están estrechamente vinculadas con la salud cognitiva de las personas mayores.
En este estudio no ha sido posible adentrarse en la dinámica de las familias, la cual puede marcar grandes diferencias en la forma en que se otorgan los apoyos y su calidad, además de conocer si el dar o recibir ayuda está condicionado por algún tipo de maltrato. También hace falta distinguir por sexo y nivel socioeconómico, ya que ambos aspectos podrían incidir en el intercambio de apoyos; se sabe que las mujeres mayores suelen ser mejor aceptadas en los hogares de los/as hijos/as porque contribuyen en las tareas domésticas y el cuidado de los/as niños/as (Valderrama, 2006; Varley y Blasco, 2001); por nivel socioeconómico, se han señalado los mecanismos de solidaridad que tienen las familias de los estratos más bajos, pero también la incapacidad de estas para sostenerse así mismas en el tiempo (Ariza y de Oliveira, 2007; González de la Rocha, 1999). Además, en el caso de los hogares unipersonales en México, la población mayor más pobre podría estar residiendo en este tipo de hogares.
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Notas