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Migración de las grandes ciudades de América Latina: el efecto rejuvenecedor, 1975-2010
Migration of Latin American Big Cities: The Rejuvenating Effect 1975-2010
Revista Latinoamericana de Población, vol. 13, núm. 26, pp. 150-178, 2020
Asociación Latinoamericana de Población

Artículo

Revista Latinoamericana de Población

DOI: https://doi.org/10.31406/relap2020.v14.i1.n26.7

Resumen: Diferentes teorías prevén un agotamiento económico de las grandes ciudades y una reversión de su atractivo migratorio. Otras teorías pronostican su fortalecimiento como centros de control y comando en la economía globalizada que mantendrán su atractivo migratorio, a la larga selectivo, en términos socioeconómicos. Este debate normalmente no considera la selectividad por edad de la migración, y en particular, el atractivo histórico de las grandes ciudades para los jóvenes. Mediante la explotación novedosa de microdatos censales de las décadas de 1980 a 2010 de una venintena de ciudades grandes de América Latina, se estiman las tasas de migración únicamente internas, por edad, y se calculan los efectos de la migración sobre el crecimiento y la composición etaria de estas ciudades con procedimientos de reciente factura. Los resultados ratifican el pertinaz atractivo de las ciudades para los jóvenes, y que, pese al descenso de este, la migración interna sigue rejuveneciendo a las grandes ciudades.

Palabras clave: Migración interna, Urbanización, Ciudades, Estructura por edad, Juventud.

Abstract: Some theories foresee an economic decline of large cities as well as a reversal of their migratory appeal. Other theories predict its strengthening as centers of control and command in the globalized economy, keeping its migratory appeal, eventually more selective in socioeconomic terms. This debate ignores the selectivity by age of migration, and in particular, the historic attraction of large cities for young people. Then, through the intensive use of census microdata from the 1980s to 2010 of twenty large cities in Latin America, internal migration age rates are estimated and the effects of internal migration on growth and age composition are calculated, the latter by using fresh procedures. The results confirm that cities are still drawing young people, although at a lower rate, and migration still rejuvenates large cities.

Keywords: Internal migration, Urbanization, Cities, Age structure, Life course, Youth.

Introducción

Las grandes ciudades de América Latina y el Caribe —que en el presente texto se definen como aquellas áreas metropolitanas que cuentan con más de un millón de habitantes, en línea con clasificaciones internacionales (DESA, 2018)—, concentran una fracción significativa de la población, los recursos y el poder de la región (Cepal [Comisión Económica para América Latina y el Caribe], 2012; Prado, Jordán y Riffo, 2017; Villa y Rodríguez, 1997). En ese sentido, acaparan una parte sustancial de las oportunidades de bienestar existentes y, al mismo tiempo, arrastran un conjunto creciente de problemas y riesgos para la población que reside en ellas. El pronóstico predominante es que esto último tarde o temprano sobrepasa las oportunidades, y que esta inflexión conduce a la pérdida de atractivo económico y migratorio de las grandes ciudades, que podrían pasar a terreno negativo (Cepal, 2012; Chávez et al., 2016; Pacione, 2009).

Estos pronósticos pasan por alto un atributo crucial: la edad de la población. Desde las denominadas “leyes de la migración” planteadas por Ravenstein a fines del siglo XIX (White, 2016), se reconoce que la edad es una variable decisiva, tanto para la intensidad de la migración como para el sentido o dirección de los flujos migratorios. Esta relación fue formalizada, al menos en lo que refiere al vínculo entre edad y probabilidad de migrar, por Rogers y Castro (1982) y todos los análisis recientes a escala mundial sugieren que el vínculo pervive (Bell et al., 2015).

Por otra parte, numerosos trabajos han mostrado que la edad no solo influye en la intensidad, sino también en la dirección de la migración, porque la edad es el principal eje del ciclo de vida de los hogares y del curso de vida de las personas, y las preferenciales residenciales de las personas están influidas decisivamente por su curso de vida y, por ende, por la edad (Dureau et al., 2002; Dureau, 2014; Florida, 2005; Williamson, 1988). Es por ello que el tema de esta investigación es la migración de las grandes ciudades de América Latina, analizada desde una perspectiva etaria. Más concretamente, su objetivo es examinar el efecto de la migración sobre dos aspectos de la dinámica y estructura etaria de la población: i) el crecimiento demográfico de los grupos etarios en las grandes ciudades, y ii) la composición por edad de la población de las grandes ciudades, con distinciones entre inmigración y emigración.

Cabe destacar que la presente investigación solo considera la migración interna, es decir, el intercambio migratorio de las grandes ciudades con el resto del país. De esta manera, se excluye desde el primer momento cualquier referencia y análisis a la migración internacional. Esta última no se examina porque el censo no permite estimaciones de la emigración internacional en la mayoría de los países incluidos en el estudio, lo que impide aplicar los procedimientos novedosos usados en la investigación.

La investigación usa intensivamente las bases de microdatos en formato Redatam de los últimos censos de población y vivienda oficiales1 con que cuentan siete países de América Latina. Estos siete países cubren la diversidad sociocultural, económica, demográfica y geográfica de la región. Su selección consideró, además, que tenían al menos dos bases de microdatos censales disponibles en Redatam, y que una de ellas correspondía al censo de la década de 2010, para poder ofrecer el análisis más actualizado posible.

Un aporte especial de la investigación radica en su extendida perspectiva temporal (1975-2010) basada en el uso de definiciones transparentes y constantes de las grandes ciudades, lo que permite comparabilidad intertemporal. Esto tiene como contracara el uso de definiciones territoriales que van perdiendo correspondencia con la ciudad efectivamente existente en el pasado, lo que puede influenciar algunos resultados migratorios.

Con base en este análisis empírico, la investigación persigue, a grandes rasgos, tres grandes objetivos: i) estimar el efecto de la migración sobre el crecimiento de la población de las ciudades por edad e identificar cuál es el impacto de la migración sobre la concentración de la población en las grandes ciudades, desagregando este impacto por edad; ii) estimar el efecto de la migración sobre la composición etaria de la población de las ciudades, y iii) vincular los efectos anteriores con potenciales factores determinantes descritos en la literatura sobre el tema, considerando las especificidades de las ciudades analizadas. Luego de esta introducción, la investigación se estructura en las siguientes cuatro secciones:

  • Debate teórico en dos ejes: el relativo a la concentración de la población en grandes ciudades, y el que refiere al atractivo de las grandes ciudades, en particular para los jóvenes. A partir de estos dos ejes se fundamentan cuatro hipótesis para su examen empírico: i) las grandes ciudades han reducido su atractivo migratorio y la migración pierde gradualmente su condición de fuerza concentradora de población en las ciudades grandes; ii) las ciudades grandes atraen más a los jóvenes que al resto de las edades; iii) el atractivo migratorio de las grandes ciudades se ha reducido para todas las edades, pero su reducción ha sido menor para los jóvenes, y iv) como consecuencia de lo anterior, pese a la reducción del atractivo migratorio de las ciudades para los jóvenes, la tendencia del efecto rejuvenecedor de la migración es incierta e incluso podría aumentar.

  • El marco metodológico, que presta especial atención a los procesamientos necesarios para las estimaciones de los indicadores estándares de la migración y, sobre todo, a los procedimientos novedosos aplicados para estimar el efecto de la migración sobre la composición etaria de la población.

  • Los resultados, donde se examinan las cuatro hipótesis derivadas del debate teórico que guían la investigación con los datos necesarios para su evaluación empírica. Primero, se sistematizan y analizan los indicadores estándares de la migración reciente2 por edad obtenidos mediante los procesamientos especiales de las bases de microdatos censales de cada una de las veinte ciudades estudiadas. Su foco es el efecto crecimiento de la migración sobre la población de las ciudades. Y segundo, se exponen y examinan los indicadores sintéticos novedosos del efecto de la migración sobre la composición etaria de las veinte ciudades estudiadas, con especial atención en el efecto sobre la proporción de jóvenes, distinguiendo entre el efecto de la inmigración y de la emigración.

  • Por último, la sección de reflexiones finales, que combina la discusión de los principales hallazgos y resultados, con las conclusiones más relevantes de la investigación y los desafíos para la investigación futura.

Debate teórico

Las visiones homeostáticas o autorreguladoras de la sociedad suponen que una vez superado cierto umbral de concentración de la población en el espacio, aparecen desequilibrios que entrañan costos, deseconomías y desincentivos que desatan fuerzas desconcentradoras, y que finalmente se imponen restituyendo el equilibrio, eventualmente en niveles superiores, o al menos distintos al previo. En el caso de las grandes ciudades, sus tamaños crecientes, en algún momento no anticipable y variable según los casos, devienen en disfuncionales para la población y las actividades productivas. En este contexto, las localizaciones alternativas, como las ciudades intermedias o incluso pequeñas, llegan a ser más dinámicas por la relocalización de factores productivos, lo que reduce la pujanza económica de las grandes ciudades y su atractivo migratorio, y reduce los índices de concentración demográfica (Banco Mundial, 2009; Cuervo y González, 1997; Fujita, Krugman y Venables, 2000; Henderson, 2003; Pacione, 2019; Rodríguez, 2017; Williamson, 1965). Por su parte, varios enfoques evolucionistas de la localización de la población anticipan como escenario final uno de desconcentración o incluso de “contraurbanización”, como reacción social y cultural a la expansión excesiva de las grandes ciudades y sus concomitantes problemas (Berg et al., 1982; Geyer y Kontuly, 1993; Pacione, 2009).

Sin embargo, hay visiones alternativas. Los enfoques marxistas subrayan las tendencias inherentes del sistema a la concentración de todo tipo, incluyendo la geográfica, que por lo demás, era considerado como facilitado por la expansión de las fuerzas productivas, debido a su vínculo con la actividad fabril (Cuervo y González, 1997). La aplicación de estos enfoques bajo la modalidad imperialista del capitalismo y su dinámica “centro-periferia” conduce a un escenario recursivo a escala subnacional en el cual el “centro” es la gran ciudad o las grandes ciudades, y la “periferia”, el resto del sistema de asentamiento humanos y el ámbito rural en particular (Quijano, 1973). El enfoque de la ciudad global (Sassen, 1991), por su parte, revaloriza las grandes ciudades como centros de control y comando irremplazables y, más aún, fortalecidos con la globalización capitalista en curso. La hipótesis de la “desconcentración concentrada” sugiere que la relocalización de la actividad económica y de la población se dirige principalmente hacia zonas cercanas a las grandes ciudades, las cuales, lejos de perder peso económico y demográfico, amplían su rango de influencia y expanden su escala con este proceso (Cunha, 2015, 2018; Frey, 1987; Sabatini, 1991).

Y también hay posiciones intermedias. Algunos enfoques evolucionistas, por ejemplo, sugieren la posibilidad de una nueva concentración final. Desde la economía política, investigadores que recogen el legado marxista y plantean que la ciudad es el lugar más adecuado para la productividad, ganancia y acumulación capitalista, también reconocen que estas son el espacio donde mejor se desenvuelven las resistencias y la reorganización política en torno a los derechos de los trabajadores y los ciudadanos. Justamente entre las expresiones de estas luchas de los trabajadores y ciudadanos se encuentran procesos redistributivos favorables a los trabajadores que pueden reducir las ganancias a corto plazo de las empresas. Habida cuenta de lo anterior, el capital, en su insaciable búsqueda de ganancia creciente, comienza a diversificarse territorialmente, y en particular, a buscar localizaciones alternativas en ciudades secundarias o en la periferia de la economía global (Harvey, 2014).

En el caso de América Latina, la mayor parte de los enfoques teóricos han destacado las fuerzas concentradoras y la centralidad de las ciudades, que fueron los núcleos de imposición y articulación del proyecto mercantil y, luego, capitalista periférico que ha dominado la región desde la Conquista (Hardoy, 1980; Romero, 1976). En particular, el enfoque histórico-estructural describió detalladamente las fuerzas promotoras de la concentración, estrechamente relacionadas con la migración campo-ciudad. Primero, la estructura altamente concentrada de la propiedad rural y la agricultura de subsistencia de la mayor parte de los campesinos eran fuerzas expulsoras poderosa de población rural. Segundo, la migración rural-urbana masiva proporcionaba una abundante reserva de mano de obra en las ciudades para la actividad industrial. Y tercero, la enorme desigualdad territorial y la concentración de oportunidades en las ciudades incentivaba los desplazamientos de población hacia ellas (Martine, 1979; Singer, 1973). Por su parte, desde el enfoque estructuralista y la propuesta de industrialización promovida por el Estado y levantada por la Cepal, se usaba el enfoque centro-periferia, que normalmente se asocia a mecanismos y procesos que tienden a reproducir la concentración en las ciudades, donde radica el motor de la industrialización (Prado, Jordan y Riffo, 2017).

No obstante, incluso antes del cambio en la estrategia de desarrollo producido hacia finales del siglo XX, que implicó una apertura económica, una revalorización de la producción primaria para la exportación y una erosión de las fuerzas de concentración basadas en la industrialización, junto a otros factores que debilitaron a las ciudades en particular a las grandes, el debate teórico en la región reconocía las posibilidades de la desconcentración. De hecho, uno de los autores más relevantes del enfoque “histórico-estructural” plantea que las políticas y programas públicos desconcentradores podían atenuar la histórica concentración en las grandes ciudades, con base en la experiencia de su país, Brasil (Singer, 1973). A lo anterior se le suma el indudable desgaste de las grandes ciudades desde la década perdida (1980), que las afectó particularmente y que recortó fuertemente su atractivo. Si bien la situación durante el siglo XXI no ha sido de declinación persistente, la acumulación de déficit y problemas en las ciudades grandes sugiere la continuación de su desgaste y el deterioro de su atractivo, lo que debiera expresarse en sus intercambios migratorios y eso es justamente uno de los objetivo de esta investigación.

Respecto a la migración por edad, numerosos trabajos han mostrado que los jóvenes son más propensos a migrar, lo que se debe a varios factores, muchos de ellos asociados a la noción de ciclo de vida de los hogares y del curso de vida de las personas a las especificidades sociales y hasta psicológicas de esta fase (Greenwood, 1997; White, 2016). Durante la juventud suelen producirse varios hitos que se asocian a la migración, sea como antecedente o como resultados. La entrada a la unión, la formación de familia y la tenencia de hijos suelen implicar cambios residenciales y migración, lo mismo que la conclusión del ciclo de educación secundaria y el inicio de la eduación terciaria. Por su parte, la incorporación a la fuerza laboral también supone una búsqueda que puede implicar migración. Por otro lado, los compromisos familiares suelen alcanzar su menor grado durante la juventud, justamente por el proceso de emancipación que tiende a darse en esta etapa. Esta menor responsabilidad para con otros también es un factor facilitador de la migración. Por último, la definición de proyectos de vida que suele ocurrir durante la juventud favorece que los jóvenes sean más proclives a tomar decisiones migratorias relacionadas con la implementación de tales proyectos (Rodríguez, 2008).

Por otra parte, la edad influye en la dirección de la migración porque esta es el principal eje del ciclo de vida de los hogares y del curso de vida de las personas (Florida, 2005; Rodríguez, 2008; Williamson, 1988). Esto se debe, por una parte, a que los requerimientos de hogares y personas varían según las fases de su ciclo y de su curso, y por otra, a que la migración apunta en general a satisfacer requerimientos de hogares y personas. Es natural que requerimientos diferenciados según la edad impliquen migraciones desde orígenes y hacia destinos diferenciados (Sabater, Graham y Finney, 2017). En este marco hay abundante evidencia sobre el atractivo que ejercen las grandes ciudades para los jóvenes (Florida 2005; Rodríguez y Rowe, 2018; Williamson, 1988). El campo y las ciudades pequeñas combinan fuerzas expulsoras de jóvenes, en su mayoría vinculados a la falta de oportunidades y de espacios de desarrollo personal, experimentación y conocimiento de pares, con débiles capacidades de retención. En contraposición, las ciudades ofrecen una diversidad de oportunidades laborales y de opciones educativas, junto a variados espacios para el intercambio con pares y una oferta de vivienda más afín a las necesidades de los jóvenes. Este contrapunto es particularmente fuerte en la región, donde la concentración de oportunidades y recursos en las ciudades, por ejemplo, en materia de establecimientos educativos secundarios y, sobre todo, terciarios de prestigio, es marcada (Rama, 2015).

De esta manera, hay antecedentes para anticipar efectos etarios de la migración para la ciudad como un todo, específicamente su rejuvenecimiento. Sin embargo, tales antecedentes carecen de una sistematización adecuada, de un reconocimiento de sus especificidades y de una validación empírica con datos de la región, que es justamente uno de los objetivos de esta investigación, en particular en materia del efecto de la migración sobre la composición etaria a escala metropolitana.

A partir de este debate conceptual, se derivan cuatro grandes hipótesis que son evaluadas empíricamente en este estudio: i) las grandes ciudades han reducido su atractivo migratorio y la migración pierde gradualmente su condición de fuerza concentradora de población en las ciudades grandes; ii) las ciudades grandes atraen más a los jóvenes que al resto de las edades; iii) el atractivo migratorio de las grandes ciudades se ha reducido para todas las edades, pero su reducción ha sido menor para los jóvenes, y iv) en consecuencia de lo anterior, pese a la reducción del atractivo migratorio de las ciudades para los jóvenes, la tendencia del efecto rejuvenecedor de la migración es incierta e incluso podría aumentar.

Metodología

Ciudades objetivo y seleccionadas

Las grandes ciudades son las unidades de análisis de esta investigación. Se definen como aquellas con más de un millón de habitantes. Se trata de una definición estándar usada por organismos internacionales para efectos de definir categorías de tamaño dentro de los sistemas de ciudades y comparar patrones y tendencias a escala mundial (DESA, 2018). Ciertamente se trata de un criterio discutible dado que es una cifra arbitraria, puede esconder diversidad de situaciones, y no considera los contextos nacionales (una ciudad de un millón de habitantes puede ser la cúspide del sistema de ciudades de un país rural y con poca población y, en cambio, puede ser una ciudad intermedia y de influencia solo regional o local en un país urbanizado y populoso). Pero aun reconociendo estas críticas, las ciudades con un millón o más habitantes no superan las setenta en América Latina (DESA, 2018; Rodríguez, 2017), y todas ellas se distinguen por ser al menos un centro de influencia de alcance regional (subnacional), formar parte de la cúspide económica y política del sistema de asentamientos humanos de sus países, y compartir desafíos en materia de gestión, gobernabilidad y condiciones de vida de sus poblaciones. Entonces, lo que ocurre en estas ciudades, donde reside un tercio de la población latinoamericana, es decisivo para la región, y por ello examinarlas resulta no solo de interés académico, sino también de importancia para el desarrollo nacional y territorial.

En este estudio se presenta un primer paso del examen sistemático de la migración de las ciudades grandes de la región. Se analiza solo una muestra de ellas, seleccionadas para dar cuenta de la diversidad regional, ya que se localizan en países de todo el espectro en materia demográfica y socioeconómica y se distribuyen en las tres subregiones de América Latina y el Caribe (América del Sur, Mesoamérica y el Caribe). También fue decisivo para su selección un criterio operativo: disponibilidad de datos censales para al menos las dos últimas rondas censales e idealmente para las cuatro últimas. Finalmente, también influyeron investigaciones previas, la investigación previa, pues en los casos de Brasil y México, con varias ciudades de un millón o más de habitantes, se optó por aquellas incluidas en un estudio comparativo de alcance regional, que permitía usar sus datos y definiciones como insumos para el presente trabajo. Esto dejó fuera a algunas ciudades con especificidades relevantes en ambos países, como las ciudades grandes de la frontera norte en México y las ciudades amazónicas en Brasil. En tal sentido, los resultados mostrados en este trabajo no son necesariamente válidos para todas las ciudades grandes, por lo cual el desafío futuro es ampliar el análisis a todas ellas en América Latina y así tener un cuadro totalmente representativo de la dinámica migratoria y del efecto de la migración sobre la estructura etaria del segmento superior del sistema de ciudades regional.

Considerando lo anterior, se examinaron diecinueve ciudades grandes y se incluyó una ciudad mediana (Cuenca) por su centralidad regional en el país, como control. Estas veinte ciudades están localizadas en ocho países de América Latina. Todo ellos cuentan con microdatos de los censos de las décadas de 2000 y 2010, al menos. Las ciudades seleccionadas son, por país:

  1. Brasil: Belo Horizonte, Brasilia, Curitiba, Recife, Río de Janeiro, Salvador y São Paulo

  2. Costa Rica: San José

  3. Ecuador: Guayaquil, Quito y Cuenca

  4. México: Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey y Toluca

  5. Panamá: Ciudad de Panamá

  6. República Dominicana: Santo Domingo

  7. Uruguay: Montevideo

  8. Venezuela: Caracas y Maracaibo

Los límites de estas ciudades se tomaron de Rodríguez (2019), quien a su vez usó como fuente principal la base de datos de la Distribución Espacial de la Población y Urbanización en América Latina y el Caribe (Depualc) de la Comisión Económica para América y el Caribe (Cepal, s. f.) y a un estudio regional de la Cepal de 2014. Un punto clave es que estas definiciones corresponden a la noción de “áreas metropolitanas”, es decir, que no se limitan a la ciudad histórica o a la mancha urbana estricta, sino que procuran identificar el amplio espacio donde se localizan todos los asentamientos que integran la ciudad mediante vínculos oficiales y/o sustantivos (como los desplazamientos diarios para trabajar o estudiar). Ahora bien, la inexistencia de una metodología única para establecer los límites del área metropolitana, así como la necesidad de trabajar con las Divisiones Administrativas Menores (DAME) para medir la migración, se tradujo en definiciones basadas en DAME. Como toda definición, puede ser objeto de críticas, pero en este caso, la apoya el trabajo sistemático de la base de datos de Depualc. En términos formales, se mantendrá la voz grandes ciudades o ciudades grandes a lo largo del trabajo para facilitar la redacción, lectura y consistencia de lenguaje. Pero se reitera que se trata, en realidad, de aglomerados o áreas metropolitanas. Para permitir un análisis diacrónico apropiado, la definición territorial vigente se mantuvo retrospectivamente.

Fuente, periodo de observación y comparabilidad intertemporal de las ciudades

La fuente de la investigación son las bases censales de microdatos de los países antes mencionados disponibles en el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade), desde los censos de la ronda de 1980. Por ello, la investigación usará microdatos de cuatro rondas censales: 1980, 1990, 2000 y 2010, y su referencia temporal será, en los países con censos en las cuatro rondas mencionadas, 1975-2010 (llegando hasta 2011, porque un par de países levantaron su censo ese año).

Todas las ciudades incluidas en la investigación se localizan en países que cuentan con datos censales, que permiten la construcción de matrices de migración entre ciudades para los censos de la ronda de 2000 y 2010. Por ello, el lapso 1995-2011 será objeto de particular atención en el análisis comparativo. Se trata, además, de un periodo que pareciera ser de inflexión en muchos sentidos, en particular el relativo al atractivo de las grandes ciudades. Sin embargo, a la fecha no ha sido estudiado con una perspectiva regional y el detalle necesario, por lo cual esta investigación será una contribución a esta laguna de datos y conocimiento.

Aunque los censos tienen problemas de cobertura y de calidad, en general siguen siendo la única fuente disponible en la región para la estimación de la migración interna (Bell y Muhidin, 2009; Bilsborrow, 2016; Rodríguez, 2017). En cualquier caso, las bases de datos ya han sido evaluadas y la base de datos de Migración Interna en América Latina y el Caribe (MIALC) del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade, 2010) sugieren que sí se pueden usar con éxito para generar las matrices de migración necesarias para los cálculos claves de la investigación, más allá de su limitaciones y problemas, como la mala declaración (en general escasa) y la no respuesta (Cabella, Macadar, Ruiz y Rodríguez, 2014).

Como ya se explicó, la definición territorial de las ciudades es a la vez crucial y compleja. Una vez decidida esta definición territorial, el requerimiento de comparabilidad intertemporal se satisface sí y solo sí se mantienen las definiciones durante todo el periodo de observación. Por ello, la definición se aplicará durante todo el periodo de referencia. En los casos en que las DAME constitutivas del área metropolitana en el censo de la ronda de 2010 no existieran en censos previos, se identificó la DAME de origen y esa se incluyó como parte de la ciudad.3

Esta opción de mantener la definición territorial de 2010 tiene efectos colaterales. El más importante es que, objetivamente, mientras más antiguo es el censo, menos ajuste habrá entre esta definición y la realidad metropolitana vigente a la fecha del censo. La extensión actual de Brasilia, por ejemplo, es objetivamente diferente de la que existía en 1975 (el periodo 1975-1980 se capta en el censo de 1980), y por ello sus flujos migratorios podrían estar sesgados con la definición actual. Así, la inmigración neta de la ciudad real en 1975-1980 podría ser mayor que la captada con la definición usada en este estudio si la periferia lejana actual, zona fuera de la ciudad en 1975-19890, registraba un intercambio bilateral negativo con el polo. Lo contrario, es decir, que la inmigración real de la ciudad en 1975-1980 fuera menor que la registrada con la definición usada en este trabajo, sería cierto si la periferia lejana registraba un intercambio migratorio bilateral positivo con el polo. Cualquiera sea el caso, y más allá de los pro y contras de la decisión metodológica presentada, la información disponible para cada ciudad también está a escala de municipios, por lo cual se pueden proporcionar tales matrices a solicitud y rehacer los cálculos con diferentes definiciones de las ciudades de acuerdo a la decisión de los investigadores.

Medición del efecto rejuvenecedor de la migración de las grandes ciudades

En el Cuadro 1 se presenta una matriz clásica de migración de una ciudad incluida en este texto, en un formato muy sintético de 3 x 3 (ciudad, resto del Estado y resto del país). El Cuadro 1 también muestra algunos indicadores derivados como inmigrantes, emigrantes, migración neta y migración bruta. Se trata del instrumento tradicional para medir los flujos migratorios y su efecto de crecimiento, que en el caso de la ciudad expuesta en el Cuadro 1 alcanza una pérdida de población de 5 años y más por migración interna, del orden de 59 000 personas en el periodo 1995-2000. La tasa de migración neta muestra este efecto en términos relativos y alcanza -0.7 anual por mil (cociente entre 59.159/5 y 16.238.202, que es la población media entre 16.208.622 y 16.267.781).

Cuadro 1
Ciudad de México, resto de municipios del Estado de México y resto del país, 2000: población de 5 años y más según lugar de residencia en 1995 e indicadores de la migración

Nota: Se usa la expresión “Ciudad de México” para facilitar la redacción. Pero, en rigor, se trata de la Zona Metropolitana del Valle de México, tal como ha sido definida oficialmente por el Consejo Nacional de Población, con 76 divisiones administrativas (delegaciones y municipios) componentes (Conapo, 2010).

Fuente: Procesamiento especial base de microdatos, Censo de México 2010.

Para obtener el efecto crecimiento por edad, la misma matriz se calcula para las diferentes edades de interés. Los efectos absolutos y relativos de la migración sobre el crecimiento de la población por edad, corresponde al grupo de edad al final del periodo de observación. Ahora bien, el efecto de la migración sobre la composición de la población, en este caso sobre la composición etaria de la población, requiere de instrumentos novedosos, en particular, de la matriz de indicadores de flujo. El cálculo de estas matrices supone operaciones aritméticas entre matrices para obtener indicadores de cada flujo (o casillero o celda de la matriz). De esta forma, la matriz deja de contener personas y pasar a contener indicadores de los flujos. Luego, mediante manipulación de marginales y diagonal análoga a la efectuada para obtener saldos y tasas migratorias tradicionales, se obtienen los efectos de la migración sobre el indicador incluido en la matriz. El procedimiento es sencillo y sus resultados son sintéticos y muy comunicativos. Con todo, tiene supuestos; no se puede aplicar a cualquier variable (o indicador) y supone procesar los microdatos censales con un mayor grado de sofisticación que lo requerido por las matrices tradicionales de migración.

Describir detalladamente el procedimiento supondría ocupar un espacio y tiempo más allá de los límites de este estudio. De cualquier manera, en los Cuadros 2, 3 y 4 se presenta un ejemplo ilustrativo de la matriz de indicadores de flujo y su uso para estimar el efecto de la migración sobre la composición de la población (para más detalles, ver Rodríguez, 2013, 2019; Rodríguez y Busso 2009; Rodríguez y Rowe, 2018; Rowe, Patias y Rodríguez, 2019).

Cuadro 2
Ciudad de México, resto del Estado de México y resto del país, 2000: población de 5 años y más según lugar de residencia en 1995

Fuente: Cálculos propios a partir del procesamiento especial base de microdatos, Censo de México 2000.

Cuadro 3
Ciudad de México, resto del Estado de México y resto del país, 2000: población de 60 años y más según lugar de residencia en 1995

Fuente: Cálculos propios a partir del procesamiento especial base de microdatos, Censo de México 2000

Los Cuadros 2 y 3 corresponden a matrices clásicas de migración con la pregunta por lugar de residencia en una fecha fija anterior (5 años), que es similar a la del Cuadro 1, salvo por el hecho de que se trata de datos provenientes del censo del año 2000, y que no se incluyen los cálculos de migración. Además, hay una distinción importante en el caso del Cuadro 3: refiere a un grupo de edad y no a la población total (o de 5 años y más). Por su parte, la matriz del Cuadro 4 es novedosa y representa el porcentaje de población de 60 años y más de cada flujo, y los marginales representan el porcentaje de cada entidad con migración (factual) y el porcentaje que hubiese tenido cada entidad sin migración (contrafactual). La matriz del Cuadro 4 se obtiene de manera simple como división de las celdas de la matriz del Cuadro 3 (numerador) por las celdas de la matriz del Cuadro 2.

Cuadro 4
Ciudad de México, resto del Estado de México y resto del país: porcentaje de población de 60 años y más sobre la población de 5 años según flujo migratorio y efectos relativos y absolutos de la migración en 1995-2000 sobre dicho porcentaje

Fuente: Elaboración propia a partir de los Cuadros 2 y 3.

Al igual que los resultados derivados de una matriz de migración tradicional, de la matriz del Cuadro 4 se puede obtener un conjunto de resultados derivados mediante algortitmos simples que incluyen a los marginales y la diagonal. El primer resultado deriva de la comparación (sustracción) entre el marginal factual y el marginal contrafactual del indicador. En este caso, el indicador es el porcentaje de población de 60 años y más dentro de la población de 5 años y más. Cabe reiterar que no se debe confundir este efecto con el cambio observado en dicho porcentaje en los últimos cinco años, porque este último depende también de la mortalidad y la fecundidad del pasado. Y estos dos factores no se incluyen en el cálculo, porque las matrices de migración que se usan como insumos para producir la matriz de indicadores de flujos, no contienen personas nacidas en los cinco años previos al censo y solo contienen sobrevivientes al momento del censo. Entonces, este efecto capta el impacto neto y exclusivo de la migración sobre el cambio de este porcentaje.

Como se trata del porcentaje de población de 60 años dentro de la población de 5 años y más, este efecto podría interpretarse en términos más sustantivos como la incidencia de la migración sobre el proceso de envejecimiento de la Ciudad de México y el resto de México en el periodo 1995-2000. El efecto anterior se puede expresar de forma relativa, dividiéndolo por el contrafactual. En este caso, el efecto relativo corresponde al cambio porcentual del indicador debido a la migración. No se trata del cambio en puntos porcentuales, sino el porcentaje de variación del porcentaje de población de 60 años y más. De acuerdo con el Cuadro 4, la migración redujo el porcentaje de personas mayores en la Ciudad de México en un 0.3 % en el periodo 1995-2000, ejerciendo un efecto atenuador sobre el proceso de envejecimiento de la ciudad.

Los efectos de la inmigración y la emigración, tanto absolutos como relativos, también son estimables. Los valores absolutos derivan del cotejo de los valores factuales y contrafactuales con la diagonal. Si el valor factual se coteja con la diagonal se obtiene el efecto absoluto de la inmigración; si la diagonal se coteja con el valor contrafactual se obtiene el efecto absoluto de la emigración. Estos dos efectos se transforman en relativos al dividirse por el valor contrafactual. En el Cuadro 4 se presentan los resultados de estas operaciones, que muestran que la inmigración a la Ciudad de México tiende a reducir el envejecimiento, porque los inmigrantes tienen una menor proporción de personas mayores, mientras que la emigración tiende a acentuar el envejecimiento porque quienes salen de las ciudades tienen una menor proporción de personas mayores, es decir, su salida tiende a aumentar esta proporción.

Para facilitar la comprensión del procedimiento, en el Diagrama 1 se presenta un resumen síntético de las fórmulas para estimar el efecto “composición”, que es el novedoso. Supone conocimiento las matrices de migración de población y de su nomenclatura, en particular de sus marginales, que son los relevantes para el cálculos. La construcción de las matrices de indicadores de flujo requiere más espacio e ilustración y también conocimiento sobre procesamiento de datos para la construcción de matrices de migración de población y la acumulación de valores de un atributo cuantitativo en las celdas, todo lo cual se puede hacer de manera relativamente sencilla con comandos específicos de paquetes computacionales estándares, como Redatam, SPPS, Stata, SAS o R. Esto ya ha sido presentado con detalle en publicaciones previas (Rodríguez, 2019; Rodríguez y Rowe, 2018).

Diagrama 1
Efecto de la migración sobre la composición de la población (fórmulas clave)

Fuente: Rodríguez (2019).

Entonces, habiendo construido la matriz de indicadores de flujos, los tres factores necesarios para los cálculos son: a) K.i, que corresponde al valor del indicador en el momento del censo o valor factual; b) Ki., que corresponde al valor del indicador 5 años antes del censo en la entidad i o valor contrafactual,4 y c) Kii, que corresponde al valor del atributo de la población no migrante de la matriz. Las operaciones aritméticas para obtener el efecto impacto son simples (sumas, restas, cocientes) y son similares a las que se usan para obtener inmigrantes, emigrantes y migración neta (y sus tasas) a partir de una matriz de migración de población. Las diferencias radican en que los efectos relativos no se calculan respecto de poblaciones medias, sino respecto del valor contrafactual y que el efecto de la emigración invierte el orden entre diagonal y marginal para captar valores negativos, lo que no tiene sentido en una matriz de migración de población.

Resultados

Migración, crecimiento y edad

Respecto de la primera hipótesis del estudio, el Cuadro 5 evidencia una caída importante de la migración de las grandes ciudades, incluso en términos absolutos. El análisis comparativo considerando las doce ciudades con censos de la ronda de 1980 y de la ronda de 2010 muestra que según los censos de 1980 la suma de inmigrantes y emigrantes de estas ciudades fue de casi 5 millones de personas y solo de 3.7 millones de personas según los censos de 2010.5 Desde luego, esta merma en términos absolutos es bastante mayor aun si se considera la intensidad, porque en el periodo de referencia la población de todas las ciudades examinadas creció (Cuadro 5). Los valores negativos se ponen en cursivas para una rápida apreciación del contraste positivo-negativo sea en el atractivo/expulsión migratorio o en la tendencia de los volúmenes y tasas.

Cuadro 5
Doce ciudades con censos de las décadas de 1980 y de 2010: inmigrantes, emigrantes y migración neta por edad (saldos y tasa medias anuales por mil) y variación entre ambos censos

Fuente: Cálculos propios basados en procesamientos especiales de microdatos censales

Como el saldo migratorio del conjunto de las ciudades puede estar afectado por el peso relativo de las observaciones o eventualmente por observaciones extremas, cabe considerar la tendencia del atractivo migratorio desde otro indicador, a saber, la cantidad de ciudades con emigración neta. Este indicador sugiere un panorama algo diferente. No por la tendencia, porque las ciudades con emigración neta aumentan claramente, sino por la proporción de ciudades expulsoras. De acuerdo con los censos de 1980, ninguna ciudad tenía emigración neta, mientras que, de acuerdo con el censo de 2010, ocho de las veinte son de emigración neta. El aumento de ciudades expulsoras es indiscutible, pero las ciudades expulsoras siguen siendo una minoría, lo que obliga a ser cautos en la conclusión sobre el atractivo migratorio de las grandes ciudades y evitar plantearlo como un fenómeno transversal o mayoritario. En cualquier caso, la declinación de su atractivo- sí es validada por todos los indicadores usados. En cualquier caso, un análisis pormenorizado por ciudad se encuentra en Rodríguez (2019).

En cambio, lo que no se valida es el componente de la hipótesis de que la inflexión se debe a un aumento de la emigración y a la masiva salida de población desde las grandes ciudades. De hecho, es categórico que el factor decisivo para la tendencia del atractivo migratorio de las grandes ciudades ha sido la inmigración, en particular su desplome, tanto en las cuantías (casi un 50 % de acuerdo con los datos comparativos 1975-2010, que es lo que corresponde, basados solo en las doce ciudades que los tienen, Cuadro 6) y en las intensidades (una caída de dos tercios en el periodo indicado). La emigración, por su parte, aumentó un 22 % en volumen, pero se redujo en un cuarto en su intensidad.

Cuadro 6
Veinte ciudades, censos de las décadas de 2000 y 2010, saldo migratorio con diferentes categorías del sistema de asentamientos humanos, por grandes grupos de edad

Nota: Población de 5 años y más incluida en las matrices de migración. Este filtro se aplica a todos los datos presentados en este trabajo a menos que se indique algo en sentido distinto.

Fuente: Cálculos propios basados en procesamientos especiales de microdatos censales.

Respecto de la segunda hipótesis, sobre el pertinaz atractivo de las grandes ciudades para los jóvenes, los datos obtenidos y procesados lo validan completamente. En el caso regional alcanza una expresión notable de acuerdo a los censos de la década de 2010: todas las ciudades son atractivas para los jóvenes, y como contrapartida, la mayoría de las ciudades son expulsoras de los otros grupos de edades. El Cuadro 6 lo muestra sintéticamente con las doce ciudades comparables entre censo de la década de 1980 y la de 2010: mientras que a fines de la década de 1970 las doce ciudades agrupadas eran atractivas para todos los grupos de edad y muy atractivas para los jóvenes, en 2005-2010 son expulsoras de todos los grupos de edad, menos de los jóvenes, que siguen registrando inmigración neta, aunque mucho menos intensa que en el pasado.

El mayor atractivo de las ciudades para los jóvenes no resulta sorpresivo. De hecho, cabe insertar este hallazgo en un marco más amplio relativo a la selectividad/diferencialidad etaria de la migración de las grandes ciudades, que se verifica más allá de América Latina (White, 2016). Además, el debate teórico anticipaba exactamente esto, por la confluencia de: i) la mayor intensidad de la migración durante la juventud explicable por los enfoques de ciclo de vida de los hogares y curso de vida de las personas; ii) las mayores oportunidades y los atractivos especiales para los jóvenes que ofrecen las ciudades, y iii) las desventajas y dificultades relativas que entraña vivir en una gran ciudad para las familias en fase de crianza y también para las personas mayores, aunque esto último es menos claro en términos teóricos, al menos en América Latina.

Respecto de la tercera hipótesis, referida a la menor caída del atractivo migratorio de las grandes ciudades entre los jóvenes, esta se comprueba fácilmente en los datos, porque el grupo de 15-29 es el único en el cual la caída no significó la inflexión hacia una tasa negativa. Por ende, la impresionante caída de su tasa de migración neta de 80 % entre los censos de la década de 1980 y los de la década de 2010 es menos marcada que las caídas superiores al 100 % de los otros grupos de edad. Esto refuerza la incertidumbre sobre el efecto rejuvenecedor de la migración, ya que la magnitud de este depende de dos factores: i) el diferencial de tasas de migración neta, que en los datos agregados se ha ensanchando conduciendo a un efecto mayor, pero cuyo comportamiento para cada ciudad podría apartarse de este indicador promedio donde pesan más las megápolis, y ii) la intensidad de la migración, que claramente ha disminuido y conduce a un efecto menor. Entonces, cabe resolver la duda de forma empírica, examinando todas las ciudades de la muestra, como se hace en el segundo apartado de esta sección.

Cabe destacar que el atractivo de las grandes ciudades para los jóvenes opera para todo el resto del sistema de asentamientos humanos, como se aprecia en el Cuadro 6. De hecho, la polaridad entre los jóvenes y el resto de los grupos de edad se extiende a todos los intercambios dentro del sistema de asentamientos humanos. Mientras las veinte grandes ciudades examinadas en esta investigación ganan jóvenes en su intercambio bilateral con otras categorías de ciudades (incluyendo el resto de las ciudades grandes de sus países, cuando las hay) y el ámbito “rural”, en el caso del resto de las ciudades pierde población en todos los intercambios bilaterales, al menos en el caso de los censos de la ronda de 2010. Es decir, el pertinaz atractivo de las grandes ciudades para las ciudades menores y el ámbito rural destacado en investigaciones previas (Rodríguez, 2017, 2019) solo se sostiene por los jóvenes. Las grandes ciudades pierden población de las otras edades incluso en su intercambio con las ciudades menores y el ámbito rural. Definitivamente, los diferenciales de los factores de atracción y expulsión de las ciudades tienen una segmentación etaria estructural, que cruza las comparaciones con todas las otras alternativas de localización dentro del sistema de asentamientos humanos.

Efectos de la migración interna sobre la estructura etaria de las ciudades

La cuarta hipótesis de este estudio tiene como preámbulo la estimación del efecto rejuvenecedor, para luego evaluar su evolución (que es el objeto de la hipótesis en rigor). Los resultados de la investigación confirman plenamente la hipótesis del efecto rejuvenecedor (en el sentido que aumenta la proporción de jóvenes, o población de 15 a 29 años de edad) de la migración sobre la estructura etaria de las ciudades. Todas las ciudades, con la excepción de Toluca, lo registran durante todo el periodo de referencia a costa de la reducción del peso relativo de los otros grupos de edad, con las excepciones de Recife, Monterrey y Caracas, donde la migración eleva la proporción de personas mayores, y Toluca, donde se eleva la proporción de adultos (Cuadro 7). Cabe destacar que este efecto rejuvenecedor se debe sin excepción a la inmigración, como se advierte claramente en las Gráficas 1a3, ya que la emigración, pese a su perfil etario menos concentrado en los jóvenes, tiene una sobrerrepresentación de jóvenes y, por ende, tiende a comprimir su porcentaje.

Cuadro 7
Veinte ciudades: efecto relativo de la migración sobre el porcentaje de los grupos de edad en dos momentos (inicial y final) y cambio porcentual del efecto entre ambos momentos (por cien)

Fuente: Censos de la ronda de 2000 y de 2010, cálculos propios.

La excepción de Toluca es relevante para explicar por qué no opera el efecto rejuvenecedor de la migración interna allí. La especificidad de esta ciudad es su relación hasta cierto punto satelital con la Ciudad de México. Desde fines del siglo pasado se ha verificado una extensión del proceso de suburbanización de la megápolis mexicana hacia Toluca, en virtud de la construcción de nuevas autopistas de conexión, entre otros factores (Aguilar, 2006, 2011; Chávez 1998; Chávez et al., 2016; Pérez y Santos, 2013; Sobrino, 2011). Por ello, la Ciudad de México ha mantenido un fuerte atractivo para los jóvenes (lo que se revela con el efecto de la emigración en la Gráfica 3) y, en cambio, la suburbanización ha sido encabezada por familias en fase de crianza o adultos, lo que se refleja en que el único grupo de edad que aumenta su porcentaje por migración en Toluca, durante todo el periodo de observación de México, es el de adultos (Cuadro 7).


Gráfica 1
Veinte ciudades: efecto relativo de la migración neta sobre el porcentaje de jóvenes (en porcentajes). Censos de las décadas de 1980 a 2010
Fuente: Bases de microdatos censales, cálculos propios


Gráfica 2
Veinte ciudades: efecto relativo de la inmigración sobre el porcentaje de jóvenes (en porcentajes). Censos de las décadas de 1980 a 2010
Fuente: Bases de microdatos censales, cálculos propios


Gráfica 3
Veinte ciudades: efecto relativo de la emigración sobre el porcentaje de jóvenes (en porcentajes). Censos de las décadas de 1980 a 2010
Fuente: Bases de microdatos censales, cálculos propios.

Ahora bien, la hipótesis no se valida empíricamente en lo que refiere a la evolución del efecto rejuvenecedor, ya que este no es creciente, sino decreciente en la mayoría de las ciudades. La causa de esta tendencia no es una convergencia de las tasas de migración neta entre los grupos de edad, sino la caída de la intensidad de la migración neta. Esta caída del efecto rejuvenecedor se acompaña, la mayoría de los casos, por una baja del efecto reductor que la migración tiene sobre la proporción de las otras edades, lo que en la práctica significa una tendencia a la convergencia, porque al tratarse siempre de valores negativos, la reducción significa un efecto relativo menor en términos absolutos, es decir, efectos de la migración “reductores” de la proporción de niños, adultos y personas mayores, menores que en el pasado (para mayores detalles respecto de esto y los cálculos realizados, revisar el Cuadro 7). Aun así, es destacable que en algunas ciudades —Cuenca, San José, Ciudad de Panamá, Santo Domingo y Montevideo— el efecto rejuvenecedor se haya incrementado entre la primera observación (variable según país) y la última en el censo de 2010.

Conclusiones

La abrupta reducción del atractivo migratorio de las grandes ciudades se enmarca en un fenómeno de alcance global aún no bien comprendido, de baja sostenida y significativa de la intensidad de la migración interna desde la década de 1980, y que todavía genera debate sobre su magnitud (en parte por el efecto de China a nivel global) y alcance (Bell et al., 2015; Skeldon, 2018). En el caso de América Latina, no hay duda de que el gran motor de la migración interna durante el siglo XX, el éxodo rural, se atenuó significativamente a fines de la década de este siglo —en buena medida por la reducción de la presión demográfica allí, en virtud de la caída de la fecundidad, y también por el socavamiento de la cantera de migrantes que supuso el mismo éxodo rural—, y eso ha sido clave para la caída global de la intensidad de la migración interna en la región (Rodríguez, 2017; Rodríguez y Natho, 2018; Rodríguez y Rowe, 2018). Lo anterior da una pista sobre un cambio relevante en el periodo que incide en la migración relacionada con las grandes ciudades, pues la migración hacia ellas tuvo una cantera rural muy significativa durante su explosión migratoria de la segunda parte del siglo XX (Elizaga y Macisco, 1975; Martine, 1979; Rodríguez y Busso, 2009).

Ahora bien, hay otros factores asociados a esta pérdida gradual de atractivo hasta llegar a la condición de emigración neta en el promedio grupal y en ocho de las veinte ciudades examinadas. Pero se trata de factores complejos y de diferente índole. Por ejemplo, el hecho de que dentro de las ocho ciudades expulsoras se encuentren las tres megalópolis del conjunto de ciudades (São Paulo, Río de Janeiro y Ciudad de México) es sugerente respecto de eventuales problemas y debilidades de estas ciudades asociados a su gran tamaño y las dificultades que ello implica en materia de gobernabilidad, transporte y ofrecimiento de servicios básicos, y las exigencias (muchas veces incumplidas) que supone en materia de inversión en infraestructura, vialidad y transporte.

Todo lo anterior alimenta la narrativa de “sentido común”, que señala a la emigración como la fuerza emergente, y decisiva finalmente, que provoca este fenómeno. Pero es evidente que esta narrativa no se ajusta a la evidencia, pues la indiscutible pérdida de atractivo de las grandes ciudades se debe a un desplome de la inmigración y no a un alza de su emigración. Llamativamente, esto es incluso válido para las dos megalópolis de Brasil que tienen datos para todo el periodo de observación y que registran emigración neta en el censo de la ronda de 2010 (Río de Janeiro desde el censo de la década de 1990 en adelante, y São Paulo desde el censo de la década de 2000 en adelante), pues la tasa de emigración se redujo entre ambos censos. La inflexión desde su condición atractiva en 1980 (muy atractiva en el caso de São Paulo) a una negativa en 2010 obedece exclusivamente al masivo declive de la inmigración, tanto en tasa como en saldo. Y lo mismo se verifica para un periodo más corto de observación (1995-2010) en el caso de la Ciudad de México, donde la profundización de su condición de emigración neta fue causada por la baja de su tasa de inmigración, ya que la primera cayó ligeramente.

Por otra parte, las distinciones etarias del atractivo migratorio de las grandes ciudades alcanzan un estatus especial durante el siglo XXI, pues se generaliza la polaridad entre grandes ciudades atractivas para jóvenes y expulsoras de todos los otros grupos de edad. Este último hallazgo es de mayor relevancia para la investigación futura sobre el atractivo migratorio de las grandes ciudades. En efecto, los modelos estándares de la migración basados en factores de atracción y expulsión (White, 2016) son transversales en términos etarios, es decir, se considera que los diferenciales de empleo, ingresos, condiciones de vida, afectan a todas las edades por igual. Y los resultados de esta investigación evidencian que tales diferenciales no pueden operar de manera equivalente para todas las edades, por la polaridad migratoria entre el atractivo que todavía tienen las grandes ciudades para los jóvenes y la emigración neta en todas las otras edades.

En este sentido, lo más probable es que algunos de los factores de atracción/expulsión tradicionales tengan una ponderación especial por parte de los jóvenes o un comportamiento diferente entre las edades. Adicionalmente, pueden existir factores de atracción/expulsión alternativos a los tradicionales y que tienen un peso especial para los jóvenes, como los relativos al uso del tiempo libre, la búsqueda de pareja y, en general, la libertad para experimentar y expresarse, así como el acceso a oportunidades y opciones de cambio que son clave para los jóvenes, quienes están en búsqueda de su camino y valoran más, en comparación con otras fase del curso de vida, la flexibilidad, el cambio y la experimentación.

Cualquiera que sea el caso, se trata de un tema que amerita futuras investigaciones, en varias líneas. La primera se refiere a los factores de atracción/expulsión más básicos de la migración laboral, a saber, ingreso y empleo, y en particular verificar si estos son los que atraen a los jóvenes. En este sentido, lo importante no es solo el comportamiento de los salarios y el desempleo según la edad en las grandes ciudades, sino la similitud o diferencial de este comportamiento respecto al origen de los migrantes. Previsiblemente, los jóvenes tendrán mayores índices de desempleo y menores salarios que los adultos en las grandes ciudades, porque ambos factores se vinculan con la experiencia, la necesidad, la reputación e incluso con las consideraciones legales vinculadas al tiempo de contratación. Y pese a ello, todavía pueden sentirse atraídos por ambos factores, si las oportunidades de empleo y los salarios son inferiores en su lugar de origen.

Por otro lado, no hay duda de que factores de atracción secundarios para los adultos son cruciales para los jóvenes. Uno de ellos, emblemático, es la educación, pues muchos jóvenes se encuentran en fase de formación y, como tal, su principal motivación para trasladarse a las grandes ciudades es la búsqueda de esta, que puede ser tanto secundaria como terciaria. Esta última normalmente es más gravitante por la mayor centralización de los establecimientos —en particular universidades, pero también otros centros de formación— en las grandes ciudades. En efecto, en muchos países de América Latina, las ciudades grandes concentran a las universidades más importantes y masivas, y hay pocas opciones para la formación académica y profesional en instituciones de prestigio fuera de las grandes ciudades (Atienza y Aroca, 2012; Fusco y Ojima, 2016; Rama, 2015).

Cabe considerar también que otros factores pueden operar intrínsecamente de manera inversa para jóvenes y adultos. Esto es, atrayendo jóvenes y expulsando adultos. Un caso ilustrativo es la oferta habitacional, ya que las unidades pequeñas y de alquiler pueden ser muy funcionales para los jóvenes y, en cambio, disuasivas para los adultos. De este modo, el pertinaz atractivo de las ciudades que constata esta investigación deja abiertas preguntas para investigaciones futuras.

Finalmente, cabe dejar constancia de algunas limitaciones y debilidades de la investigación. Las limitaciones son varias, y en general fueron mencionadas en el texto. Grosso modo, tienen al menos tres orígenes. En primer lugar, la fuente, ya sea por la medición de la migración con una sola pregunta, lo que ciertamente subestima la magnitud del fenómeno, o por las diferencias en las series censales entre países, lo que erosiona la comparación y la perspectiva de largo plazo (35 años) del análisis, o por la captación de la migración a escalas demasiados agregadas, que dificultan análisis adecuados de la realidad territorial y erosionan la comparabilidad de algunos indicadores, sobre todo cuando hay diferencias significativas en el tamaño de las entidades más desagregadas usadas para captar la migración (como los municipios). Ahora bien, en la región no hay alternativa al censo para medir migración. Los investigadores en el tema deben asumir esas limitaciones desde el inicio, haciendo uso, eventualmente, de procedimientos demográficos para maximizar la explotación de este módulo, y deben explicitar las limitaciones que impone la fuente. En segundo lugar, los procedimientos usados para estimar los efectos de la migración tienen supuestos que no siempre se cumplen, y pérdidas, por ejemplo, los menores de 5 años. Y, en tercer lugar, hay limitaciones debidas a la falta de investigaciones previas y de conceptos pertinentes a la realidad regional, producto de la novedad de temas, como la segregación etaria.

Las debilidades, por su parte, también son numerosas. Varias derivan de decisiones técnicas adoptadas en la investigación que podrían afectar los resultados. Entre ellas destacan las definiciones territoriales, tanto de las ciudades como de las zonas, las definiciones de indicadores, por ejemplo, el uso de la tasa de migración neta como referencia exclusiva para el atractivo migratorio o el uso del índice de disimilitud como referencia exclusiva para medir la segregación, los grupos de edad seleccionados, etc. Las definiciones territoriales pueden influir decisivamente en los principales resultados de la investigación, y si bien las usadas en la investigación están avaladas por bases de datos de reconocida calidad y por investigaciones previas, no pueden considerarse inmejorables o inmunes a la crítica.

Afortunadamente, estas debilidades no son insalvables. Futuras investigaciones podrían enfrentarlas y hasta superarlas en algunos casos, y en esa línea avanzar en un reto mayor: explicar por qué las ciudades siguen siendo atractivas para los jóvenes y, en cambio, la mayoría de ellas han devenido en expulsoras para el resto de las edades.

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Notas

1 Entre dos y cuatro censos, de acuerdo al país.
2 Medición del tipo “fecha fija”, con pregunta retrospectiva sobre la División Administrativa Menor (DAME), típicamente municipio de residencia 5 años antes del censo.
3 Sin excepción, la “creación” de nuevas DAME se debió a subdivisiones íntegras de antiguas DAME en dos o más nuevas DAME, lo que permite realizar este ajuste.
4 El supuesto de invariabilidad del atributo es el que permite considerar este valor como contrafactual, porque sería el que tendría la entidad i si no hubiese habido migración.
5 Si se consideran las veinte ciudades incluidas en este estudio se llega a 6 millones de inmigrantes y emigrantes según los censos de la década de 2010, pero eso incluye ocho ciudades que no tienen datos del censo de 1980, por lo cual no puede efectuarse la comparación directa entre ese dato y el que deriva de los censos de 1980.


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