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A messianização do líder: Propaganda de massas nos regimes comunistas e fascistas
Vega Eduardo
Vega Eduardo
A messianização do líder: Propaganda de massas nos regimes comunistas e fascistas
La mesianización del líder: Propaganda de masas en los regímenes comunistas y fascistas
The messianization of the leader: Mass propaganda in communist and fascist regimes
La messianisation du leader : la propagande de masse dans les régimes communistes et fascistes
神化领袖:共产主义和法西斯政权的大众宣传
Passagens. Revista Internacional de História Política e Cultura Jurídica, vol. 10, núm. 3, pp. 425-439, 2018
Universidade Federal Fluminense
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Resumo: Este artigo analisa os regimes ditatoriais do século XX que apresentavam tanto características homogêneas como heterogêneas. Partimos da suposição segundo a qual sua origem também foi das mais diversas: golpes militares, revoluções populares, movimento de massas no período pós-guerra e até em democracias legitimamente aceitas pela comunidade internacional. Nossa hipótese é que o grau de doutrinação das massas e de aceitação popular foi bastante diverso, sem esquecer que o poder concentrado nas mãos dos ditadores é imenso, mas igualmente gradual, do mero autoritarismo até a mais cruel tirania. Os ditadores precisaram lançar mão de habilidades de liderança, de talentos oratórios e de grandes doses de messianização popular, mesmo que contassem com o mais completo respaldo militar. Quando o povo está submetido a uma autoridade única e indiscutível, o líder precisa de contínuas ferramentas de aceitação popular no intuito de evitar futuras sublevações contra o cacique. O comunismo e o fascismo sempre se enfrentaram, mas é importante conhecer não somente o que os separa, como também o que os une.

Palavras-chave:ComunismoComunismo, fascismo fascismo, demagogia demagogia, propaganda propaganda, populismo populismo.

Resumen: Los regímenes dictatoriales del s. XX han presentado tanto características homogéneas como heterogéneas. Su origen también fue de lo más variado: golpes militares, revoluciones populares, movimiento de masas en la posguerra y hasta en democracias legítimamente aceptadas por la comunidad internacional. El grado de adoctrinamiento de la masa y aceptación popular fue ampliamente diverso, sin olvidar que el poder concentrado en el dictador es inmenso, pero también gradual, desde el autoritarismo hasta la tiranía. Todos los caudillos han necesitado valerse de habilidades de liderazgo, oratoria y de grandes dosis de mesianización popular aunque contaran con el más completo y mejor respaldo militar a sus espaldas. Cuando el pueblo está sometido bajo una autoridad única e indiscutible, el líder requiere de continuas herramientas de aceptación popular que eviten futuras sublevaciones contra el cacique. El comunismo y el fascismo siempre han estado enfrentados, pero es importante conocer no solo qué les separa, sino también qué les une.

Palabras clave: comunismo, fascismo, demagogia, propaganda, populismo.

Abstract: The following article analyzes the dictatorial regimes of the twentieth century, discussing both their homogenous and heterogeneous features. We begin with the premise that their origins were particularly varied, encompassing military coups, populist revolutions, mass movements in the postwar period and even in democracies legitimately accepted by the international community. Our hypothesis is that the degree of mass indoctrination and popular acceptance was highly diverse, not to mention the fact that a dictator’s concentrated power is immense, as well as gradual, ranging from authoritarianism to tyranny. Despite their comprehensive military support, dictators had to utilize leadership and oratory skills as well as a strong dose of popular messianization. In subjecting a population to a single indisputable authority, a leader must make continual use of tools of popular acceptance in order to prevent future uprisings. Communism and fascism have been dealt with, however it is important to determine not only what separates them, but also what unites them.

Keywords: Communism, fascism, demagogy, propaganda, populism.

Résumé: Cet article analyse les régimes dictatoriaux du XXe siècle aux caractéristiques aussi bien homogènes qu’hétérogènes. Nous sommes partis de la supposition de ce que leur origine a également été des plus variés : coup d’État militaire, révolution populaire, mouvement de masse d’après-guerre et démocratie légitimement acceptée par la communauté internationale. Notre hypothèse est que le degré d’endoctrinement des masses et d’acceptation populaire a lui aussi été des plus divers, sans oublier que le pouvoir concentré dans les mains d’un dictateur est immense, mais également graduel, et peut aller du simple autoritarisme à la tyrannie la plus totale. Les différents caudillos ont ainsi dû faire valoir leur habileté au commandement, leurs qualités oratoires et de fortes doses de messianisation populaire, et ce même lorsqu’ils pouvaient compter sur le soutien sans faille des forces militaires. Lorsque le peuple est soumis à une autorité unique et indiscutable, le leader doit constamment faire usage d’outils d’acceptation populaire à même d’éviter de futurs soulèvements contre le cacique. Le communisme et le fascisme se sont toujours affrontés, mais il est important de connaître non seulement ce qui les sépare, mais également ce qui les unit.

Mots clés: communisme , fascisme , démagogie , propagande , populisme.

摘要: 本文分析了二十世纪众多独裁政权所表现出同质和异质特征。我们知道这些独裁政权的起源也是多种多样:有些是通过军事政变上台的,有的是经历了民众革命,有些是战后群众运动中创建起来的,有些是从国际社会接受的民主政权中蜕变而来的。我们的认为,各个独裁政权对群众的洗脑和民众接受独裁的程度是各不相同的,独裁者手中的权力是逐步增大的,是渐渐的从威权主义到暴政。尽管他们拥有最完整和最好的军事支持,拉美地区的土皇帝们 (caudillos) 仍然需要运用领导才能和演说技巧,极力把自己打扮为救世主。尽管人民生活在唯一的,无可争议的权威之下,独裁者仍然需要不断获得民众的普遍接受,以避免人民对独裁者发起反抗。共产主义和法西斯主义之间有严格的区分,但是我们不仅要知道它们之间的区别,还要将它们联系起来进行反思。

關鍵詞: 共产主义, 法西斯主义, 煽动民意, 宣传, 民粹主义.

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A messianização do líder: Propaganda de massas nos regimes comunistas e fascistas

La mesianización del líder: Propaganda de masas en los regímenes comunistas y fascistas

The messianization of the leader: Mass propaganda in communist and fascist regimes

La messianisation du leader : la propagande de masse dans les régimes communistes et fascistes

神化领袖:共产主义和法西斯政权的大众宣传

Vega Eduardo
Universidade Rey Juan Carlos de Madrid, España
Passagens. Revista Internacional de História Política e Cultura Jurídica, vol. 10, núm. 3, pp. 425-439, 2018
Universidade Federal Fluminense

Recepção: 31 Outubro 2017

Aprovação: 12 Junho 2018

Introducción

Las dictaduras han constituido el fenómeno de mayor importancia dentro del s. XX, principalmente en lo referente al totalitarismo imperialista. Es imprescindible desarrollar un completo análisis de los mismos antes de analizar ningún tipo de propaganda, masas sociales, teorías de Joseph Goebbels, capitalismo y democracias actuales, marketing político y el resto de los diversos factores que componen este estudio. Por ello, su estudio requiere bucear en los orígenes y el porqué de los ascensos dictatoriales antes de pasar a analizar factores del presente.

La propaganda política fue uno de los principales fenómenos dominantes en la primera mitad del siglo XX, debido a la cual se produjeron las diferentes revoluciones, o intentos de revolución, comunistas y el desarrollo y triunfo político del fascismo. Incluyo otros seudofascismos como el tradicionalismo, nacionalcatolicismo y corporativismo español de Franco, o el portugués de Salazar (CAZETTA, 2017, p. 493), que desconfiaban del fascismo como pagano y moderno (RODRÍGUEZ GALLARDO, 2009, p. 431). Gracias a la propaganda, Lenin pudo establecer el comunismo bolchevique, y los nazis pudieron obtener el poder y lograron sus victorias militares iniciales gracias a la propaganda desarrollada por el ministerio dirigido por Goebbels. Según las palabras de Lenin “lo principal es la agitación y la propaganda en todas las capas del pueblo” y Hitler, por su parte, afirmó la importancia de la propaganda nazi desarrollada por Goebbels y sus asociados dentro del Ministerio: “La propaganda nos permitió conservar el poder y nos dará la posibilidad de conquistar el mundo”.

Es más que imprescindible destacar que la etapa de entreguerras en la que Goebbels desarrolló sus 11 principios de propaganda. El pueblo podía ser considerado como una masa general bastante compacta y de difícil segmentación para estudios sociológicos, políticos o de mercado, y con un bajo nivel cultural o de estudios en comparación con la época actual, lo que facilitaba a los grupos políticos la idea de emitir un mensaje general que satisfaga la demanda popular de un grupo político, con su respectiva competencia entre los partidos políticos. Era, por tanto, más difícil la idea de hacer una división en diferentes nichos pequeños de opinión política, simplificándose a una masa común y homogénea. Ello suponía que cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar y significaba que los partidos podían desarrollar unas estrategias de penetración enfocadas al mercado electoral, emitiendo una propaganda populista, e incluso demagoga, que capte grandes grupos del electorado. Por aquellas fechas no existía el marketing viral, pero ha sido uno de los grandes predecesores del esquema Ponzi político (VEGA FERNÁNDEZ, 2016, p. 115-119).

El artículo comienza con un análisis de los diferentes tipos de dictadura, según su caracterización al margen de la ideología del dictador o tirano. Continúa con un análisis del fascismo y del comunismo. Por otro lado se desarrolla un estudio de la necesidad de un dictador de ser un gran orador que lo muestre como líder al pueblo. El artículo concluye con una observación de las antonimias y sinonimias del comunismo y el fascismo, y con el capitalismo.

Autoritarismo, totalitarismo y tiranía

El autoritarismo es un concepto ampliamente utilizado en la definición de las diferentes dictaduras existentes y que han existido, pero que no todos entienden su significado exacto cuando lo utilizan. Debido a esto es necesario perfilar su correcta definición gracias a las abundantes investigaciones sobre dicho concepto (OVEJERO BERNAL, 1982, p. 40). Es empleado generalmente para calificar a organizaciones o estados que pretender gestionar y conservar el poder político a través de mecanismos que se encuentren en abierta contradicción con la libertad por ser un sistema fundado primariamente en el principio de autoridad (ARENDT, 1998, p. 297).

Las mayores consecuencias negativas de un régimen autoritario recaerán sobre aquellos segmentos sociales con creencias ideológicas y libertad de pensamiento que no comulguen con el sujeto que ostenta el poder absoluto o con las decisiones de gobierno desarrolladas por el mismo, debido al orden falto de apertura que se encuentra promovido por la otra parte. Si tenemos en cuenta que la mayoría de los autoritarismos son militaristas, por lo que cuenta con los efectivos militares a sus espaldas que reprimirán y eliminarán del mapa, asesinando o encarcelando a quienes piensen de forma diferente, soliciten un cambio en las decisiones quienes rigen el poder o aboguen por un cambio en la tipología de gobierno.

A pesar de lo anterior, los regímenes autoritarios surgen habitualmente como respuesta a un supuesto caos económico y social, donde se hace imprescindible encontrar un responsable que justifique los excesos del régimen. Se utiliza como argumento principal la unidad del Estado, con actitudes intelectuales y nacionalistas que apelan a los sentimientos heroicistas que se encuentran muy lejanos de la razón y la lógica, con un bajo grado de elaboración ideológica. Ejemplos recientes de autoritarismo los podemos encontrar en la Argentina peronista, el Chile de Pinochet o en el Egipto de Nasser, unas ideas autoritarias que se fueron propagando recientemente con facilidad por Iberoamérica y Oriente Medio pero que distan mucho con la “Una, Grande y Libre” de Franco o con el “Estado Novo” de Salazar, unos dictadores pretéritos que supusieron una reconversión del totalitarismo hacia el autoritarismo, principalmente en su segunda etapa. Los regímenes autoritarios más recientes de tipo nacionalista se han dado en países subdesarrollados o en vías de desarrollo (TOUCHARD, 1970, p. 616), en los que el dictador y sus secuaces han tenido la posibilidad de introducirse entre las masas sociales y en situarse por encima de las mismas. Lenk (LENK; NEUMANN, 1990, p. 488) lo corrobora de la siguiente forma:

La estructura del partido debe ser tal que, al mantenerlo unido a la estructura social, le permita sin duda una más oportuna, más adecuada y más eficaz elaboración política, pero siempre con el objeto de estar en situación de ejercer entre las masas y a la cabeza de un movimiento de masas la necesaria dirección de una acción política.

Se pueden encontrar diversos casos de autoritarismos en países democráticos gracias a la personalización del poder que ha sido desarrollada por el gobernante que ha vencido en los comicios. Se evidencian diversos ejemplos de autoritarismo democrático en la época contemporánea, que serán comentados a posteriori como ejemplos de tiranos sin ejercer una labor dictatorial oficial dentro de unas democracias que despiertan grandes dudas por su verdadero funcionamiento, ya sea dentro de los regímenes burocrático-autoritarios de derechas, los corporativistas de izquierdas o populistas y los que parecen de lo más democrático y competitivo, pero que controlan los colectivos que realizan los comicios (VEGA FERNÁNDEZ, 2016, p. 122).

Si recurrimos a las teorías de autores como Hannah Arendt (1951/1998) o Raymond Aron (1965/1990), la principal diferencia entre un régimen autoritario y uno totalitario se basa en que el totalitarismo elabora una ideología cuyo factor determinante es el ensalzamiento del líder único, convertir las clases en masas sociales lo más homogéneas posibles que apoyen al líder tras haberlas sometido bajo su caudillaje (ABENDROTH, 1976, p. 44). Así se desarrollan grandes cambios en la sociedad no sólo imponiendo su poder sobre la misma, sino extirpando las formas de pensamiento opuestas, mediante el adoctrinamiento y la remodelación de las mentalidades culturales para llegar a ser auténticos movimientos populares que despierten una lealtad fanática sobre sus habitantes: la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler o la URSS fundada por Lenin (SABINE, 1974, p. 632). Otros de los grandes factores que diferencian el totalitarismo del autoritarismo es la concentración del poder en un solo hombre que se rige sobre un gobierno de partido único como imperio de la ley (Hitler y el NSDAP, Stalin y el PCUS, etc.). El culto e incluso a la mesianización del líder como si fuera un superhombre; lo que obedecería a una ley suprema e impuesta con desprecio del dictador hacia la masa (SABINE, 1974, p. 637), gracias al desconocimiento o a la ignorancia de gran parte de la masa popular, que determina la legitimidad de las acciones de los gobernantes y del estado que gobiernan: “la ley de la historia” en la Rusia de Stalin y “la ley de la naturaleza” en la Alemania de Hitler. Se desarrolla una concepción histórica anti-racionalista y anti-materialista, cuya fecundidad sociológica se revelará en el existencialismo político y en la teoría del Estado totalitario que desarrolla un fanatismo de tipo integrista religioso (ABENDROTH, 1976, p. 45) que genera el dogma basado en que el líder es poseedor de una penetración superior que puede incluso llegar a fijar las reglas del arte, de la literatura, la ciencia y la religión (SABINE, 1974, p. 658). Incluso Giovanni Sartori (2003, p. 99) lo afirma aclarando que:

La propaganda y el adoctrinamiento totalitario no han generado un ‘hombre nuevo’, sino que han sido muy eficaces para atrofiar al hombre libre y su libertad de opinión. Cuando desde la cuna hasta su muerte el ciudadano está expuesto a una propaganda obsesiva y adoctrinante que hace cuadrar todo porque todo es falso y que hace parecer todo como verdadero […] estamos en presencia de un público engañado y enjaulado que no puede escapar del engaño.

En consiguiente a lo analizado en el párrafo anterior, se evidencia que el elemento esencial compartido por todos los regímenes totalitaristas es la voluntad de convertir la política estatal en un mecanismo para controlar todas las esferas de la actividad humana y ocupar todo el espacio social. Se impone la totalidad orgánica contra la disolución individualista (ABENDROTH, 1976, p. 43). Justifica su actuación política de la exaltación de un Estado omnipotente y totalitario mediante una doctrina global que pretende dominar el mundo (ARENDT, 1998, p. 297) y se manifiesta en todas las esferas de la actuación humana en general: economía, familia, religión y familia. Así se desarrollan todos los esfuerzos totalitaristas por suprimir las diferencias de clases con el objetivo principal del engrandecimiento imperialista al someter los pueblos vecinos mediante la conquista. Reciben el apoyo de las masas populares principalmente si se ha salido de una guerra. Así ocurriría en Alemania, Italia y la URSS tras la I GM y la revolución soviética (POULANTZAS, 1976, p. 19). Se refuerza el mito del héroe o mesías que rige su poder sobre la masa social del país sobre el que gobiernan (SABINE, 1974, p. 653). Las investigaciones de Nicos Poulantzas (1976, p. 23) determinan que este mito del héroe ha sido generado porque: “es la cadena imperialista misma la que determina la homología de los efectos -fragilidad de los eslabones- debidos, en cada uno de los dos casos, a razones diferentes. Esta diferencia no pierde, por lo demás, a causa de este hecho, toda pertinencia”.

A nadie le interesaba la opinión de las masas populares, ya que lo principal era que el pueblo en su colectivo (SABINE, 1974, p. 643) se sometiera, obedeciera e hiciera las oportunas demostraciones de entusiasmo patriótico (ABENDROTH, 1976, p. 99) que comúnmente conduce a la admiración. Nada queda fuera de la jurisdicción del líder, sin división racional alguna de funciones en alguna de las ramas del gobierno ni la organización de organismos del gobierno tipo ministerios con facultades legalmente establecidas (SABINE, 1974, p. 654). Quedan controlados por el líder todos los recursos nacionales, de una forma autárquica en la mayoría de los casos. Es también imposible la creación de partidos, ni sindicatos o asociaciones de tipo industrial y comercial sin la aprobación sin permiso del gobierno, ante la carencia de una ley escrita que lo regule automáticamente.

A partir de todo lo anterior, no se puede concluir la definición del totalitarismo sin olvidar su empleo sistemático del terror sistemático y genocida con el apoyo indispensable de los cuerpos de policía secreta (la Gestapo en la Alemania nazi, la NKVD en la Unión Soviética, etc.) que eliminasen todo tipo de disidencia u oposición. En los totalitarismos más extremos se crean una serie de campos de trabajos forzados, de tortura y aniquilación de todos los enemigos reales e imaginarios del Estado totalitario: los gulags de Siberia (URSS), campos de concentración y exterminio de Alemania, y los campos de reeducación norcoreanos (BECKER, 2005, p. 98). Para conocer la base de las destructivas teorías soviéticas y nacionalsocialistas, es imprescindible mencionar dos de las variadas ideas conceptuosas que fueron expresadas por los dos dirigentes y gobernantes más maquiavélicos y genocidas de la historia, incluyendo las de Joseph Stalin cuando afirmaba que “donde hay un hombre hay un problema, elimina al hombre y habrás eliminado el problema” y la de Adolf Hitler cuando defendía que “es indudable que los judíos son una raza pero no son humanos”.

El concepto de la tiranía se ha ido haciendo cada vez más difuso tras la desaparición de la etapa clásica y después del Renacimiento que definían con precisión las tiranías dictatoriales existentes por aquellas fechas. Las dictaduras contemporáneas presentan gran heterogeneidad con las que le precedían antaño. Por ello, la tiranía ya tiene un significado anticuado, siendo la dictadura de los autoritarismos y totalitarismos modernos la concepción más empleada en el presente (SARTORI, 1992, p. 69). Aun así, en la Edad Contemporánea se ha desarrollado una constate aplicación del término “tiranía” por parte de los opositores a los distintos sistemas políticos, particularmente a los que se han calificado como autoritarios y totalitarios a lo largo del s. XX -fascismos y comunismos- y de tiranos a sus dirigentes.

Fascismo o comunismo

En plena era de las masas durante la primera mitad del siglo XX Europa comenzaba a darse una crisis del liberalismo económico capitalista en los estados europeos tras la I GM y el crack del 29. Aparecían nuevos oradores políticos que presentaban nuevas ideologías contradictorias e inherentes al capitalismo para captar todos los adeptos posibles en una sociedad que carecía de capital suficiente para tener una actitud emprendedora que generase nuevos negocios que produjeran empleo. Los nuevos oradores se mostraban como intelectuales que ofrecían una nueva libertad política contra la “esclavitud del capitalismo” que marcase los “caminos de la libertad”, gracias a la intervención del Estado en la economía, con un camino marcado por una autárquica doctrina keynesianista (SABINE, 1974, p. 632-633).

El fascismo es una corriente ideológica que nace oficialmente en marzo de 1919 con los fasci di combattimento italiano, una réplica de las camisas rojas de Garibaldi que habían derribado el reino feudal de Nápoles para completar la unificación italiana de 1870, entre los que formaban parte incluso antiguos socialistas internacionalistas que se encontraban imbuidos dentro de un nuevo sentimiento patriótico nacional que les hacía renegar y luchar contra ese internacionalismo que defendían en el pretérito, así como universitarios intelectuales que se veían atraídos por esta nueva ideología, ex socialistas renegados, antiguos combatientes mutilados con sentimientos belicistas, obreros descontentos y los estratos más bajos de la sociedad que vivían en la intemperie (POULANTZAS, 1976, p. 67 y 68). A pesar de que pueda parecer incoherente que el fascismo también parta de influencias de las teorías marxistas, el primer programa fascista que fue expuesto el 30 de marzo de 1919 por Benito Mussolini -antiguo militante del Partido Socialista Italiano- ofrecía la jornada laboral de 8 horas, el sufragio universal de hombres y mujeres, la abolición del senado elitista, el anticlericalismo y la participación obrera en la dirección de las empresas, entre otras cuestiones de tipo liberal.

Además de Poulantzas (1976), otra gran diversidad de sociólogos, psicólogos y economistas, como François Furet y Ernst Nolte (1999), presentan el fascismo como una forma de gobierno de tipo de capitalista con una versión propia de la autarquía económica nacional (POULANTZAS, 1976, p. 366) y como auténticos movimientos populistas (SABINE, 1974, p. 658). Sus orígenes y su aplicación se remontan a los estados de excepción dentro del capitalismo. Se crea un Estado unipartidista correspondiente al estado de crisis (POULANTZAS, 1976, p. 6) del sistema pluripartidista que caracteriza a las sociedades políticamente desarrolladas (SARTORI, 2005, p. 71), bajo una doctrina autárquica de monopolio estatal de las empresas principalmente originadas por las guerras que acaban aplicando la teoría del “puñetazo en la mesa” y establecen un estricto orden militarista e imperialista, como se dio en Italia y Alemania tras la Primera Guerra Mundial (SABINE, 1974, p. 634). No obstante, los gobiernos comunistas se establecieron en situaciones no tan adversas a las anteriores en diversos países con diversos procesos de industrialización que generaron una nueva e inmensa masa social -el proletariado- que demandaba mejoras laborales y salariales que acabarían desembocando una revolución militar, o guerra civil, contra el gobierno oligárquico que les oprimía (SARTORI, 1992, p. 71-73). Ante las autarquías económicas del fascismo son importantes las siguientes afirmaciones del sociólogo y filósofo germano-hebreo, Max Horkheimer (1939): “quien no quiera hablar de capitalismo, debería callar también sobre el fascismo” (HORKHEIMER, 2012, p. 4).

A partir de todo lo anterior podemos analizar que ambos regímenes desarrollaron a lo largo de la historia, en la práctica, una situación mucho más homóloga que aquella que es comentada públicamente. A pesar de que el movimiento fascista se nutriese del anticomunismo y el comunista del antifascismo, ambos comparten un odio al mundo burgués y liberal que les permite también unirse en muchos aspectos de fondo y de forma. Afirma Mussolini en 1923 que “aun siendo el Fascismo un fenómeno típicamente italiano, no hay duda que algunos de sus postulados son de orden universal, porque hay muchos países que han sufrido y sufren por la degeneración de los sistemas democráticos y liberales” (MUSSOLINI, 1976, p. 24). Tanto el fascismo como el comunismo atrajeron a intelectuales y fueron viveros de jóvenes líderes que, arrancando de la nada, rompieron con el pasado y atizaron la cultura del enfrentamiento entre las dos guerras mundiales, dentro y fuera de sus fronteras. Aun así, existen dos factores que asemejan al fascismo y al comunismo. El objetivo del comunismo es que la clase obrera se superponga o elimine a las clases de la burguesía capitalista. El fascismo orientó su estrategia en unificar los apoyos al fascismo paulatinamente de cada una de las clases sociales, hasta que existiera una ideología mayoritaria en la sociedad con independencia de pertenecer a una u otra clase social, tal y como hicieron Mussolini y Hitler para llegar al poder (NOLTE, 1967, p. 388). “Por consiguiente, el fascismo, antes que una política, es una mitología. Más que proponer un programa, impone un estilo. Tiene el sentido de la decoración, de la multitud, de la escenificación, de los grandes símbolos” (TOUCHARD, 1970, p. 611-612). Los mensajes políticos del comunismo y el fascismo siempre se han calcado sobre los desfavorecidos por el trabajo y la guerra, con el simple mensaje de ofrecer un futuro mejor que eliminará los desastres del pasado. “Es muy propio de las utopías el presentar la muerte del pasado bajo la forma de una imagen de la sociedad del día de mañana” (TOURAINE, 1982, p. 94).

Todo lo anterior ha sido demostrado por los numerosos ejemplos de dictaduras fascistas ampliamente conocidas -Italia y Alemania- y la gran variedad de regímenes comunistas que han sido igual de autoritarios, totalitarios o tiranos que los de tipo fascista. Stalin fue una gran muestra de ello por haber eliminado a todos sus enemigos reales e imaginarios y haber ordenado construir los gulags -campos de trabajos forzados de Siberia- que serían tomados como ejemplo de imitación por parte de los nazis para sus futuros campos de concentración y exterminio. Otros ejemplos serían la Camboya de Pol Pot que ha dejado un país plagado de minas anti-persona que siguen mutilando niños en la actualidad gracias a su idea de exterminar intelectuales y otros “enemigos burgueses”, el régimen más hermético del mundo –Corea del Norte– que destina entre el 60 y el 70% de su presupuesto para armamento y defensa, sin olvidar otra gran cantidad de ejemplos: la Rumanía de Ceaucescu junto a su holocausto gitano, la Yugoslavia de Tito con sus discriminaciones raciales y culturales hacia bosniacos, albanokosovares y montenegrinos. Sin dejar de lado la China de Mao y otros muchos ejemplos.

En resumidas cuentas, este comunismo tan alejado y adverso a las teorías del marxismo ha presentado una gran sinonimia con el fascismo en su tipología de gobierno militarista sobre una población que presenta la homogeneidad únicamente en su nulidad de derechos y que se encuentra oprimida por un dictador o tirano que es el único que tiene derecho a todo. En ambos casos es una dictadura sobre el pueblo, y no del proletariado. “El concepto de totalitarismo pretende resumir las características estructurales fundamentales tanto del sistema comunista como del fascista” (ABENDROTH, 1976, p. 18).

Líderes y oradores

El liderazgo ha sido un tema de gran importancia para diversas disciplinas, tanto la sociología, como las ciencias políticas y el marketing. Ha quedado reflejado en la enorme y variada cantidad de estudios realizados sobre el mismo, lo cual ha facilitado el desarrollo de un campo extenso, complejo y fragmentado. Está caracterizado por la ausencia de un marco general común al existir múltiples definiciones de liderazgo por cada uno de los autores que lo han estudiado. Se ha llegado a decir que el liderazgo es uno de los fenómenos más estudiados pero menos entendidos en la sabiduría universal. En cualquier caso, el liderazgo es uno de los valores políticos básicos, y sería incomprensible la política si se prescindiera de él porque supone la aceptación efectiva y voluntaria de las pautas que el líder marca a sus seguidores (FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, 2011, p. 112). Es imprescindible destacar que “tenemos por otra parte los intentos de interpretación histórica, que tratan de explicar finalmente la ‘conquista del poder’ y la estructura del sistema nacionalsocialista a través de la patología de los caudillos fascistas y de su carisma” (ABENDROTH, 1976, p. 19).

Es totalmente imprescindible tener en cuenta el liderazgo cuando se investiga cualquier tipo de régimen dictatorial. Aunque el gobierno de una dictadura no se centra en una sola persona, la centralización del poder sí se desarrolla en cualquier dictadura sobre la figura de un líder que exalte el entusiasmo patriótico o libertador, y que sepa guiar a las masas populares (SARTORI, 1992, p. 77). Así se presentaba Hitler como héroe del pueblo alemán y del pangermanismo contra las potencias que humillaban a Alemania o Stalin como guía del comunismo soviético y luchador contra las desigualdades del capitalismo y la tiranía fascista.

Es el líder quien representa una encarnación viviente de la autoridad como objeto de proyección e identificación, aunque para ello tuviera que recurrir a tomar el poder por la fuerza mediante un golpe de estado militar (SARTORI, 1992, p. 79-81) y someter a la población bajo su autoritarismo o totalitarismo. Así el líder puede mover y manipular a la masa, mediante la hipnosis de la misma (ADORNO, 2003, p. 13). Si la gobernanza y el liderazgo no tienen un plan concebido en su conjunto, crearán complejidad y confusión sobre la masa, así como dejarán de generar una ilusión sobre la misma que se traducirá en la pérdida de apoyos al dirigente y la posible insurrección de grupos sociales a gran escala (MEES; NÚÑEZ SEIXAS, 2012, p. 14).

Es indispensable para el líder tener cualidades de orador en su entonación y energía en el discurso, que sepa argumentar sólidamente sus decisiones, y transmita credibilidad (HORMAZÁBAL SÁNCHEZ, 2001, p. 44-46), con una disertación que refute las opiniones ajenas. Requiere también de una buena retórica que estructure un discurso orientado a la persuasión (GARCÍA, 2011, p. 561), por lo que quien desee conquistar, preservar y consolidar su poder debe contar con la mayor serie de herramientas posibles con el objetivo de ser un gran cazador de la popularidad (MICHELS, 1979, p. 169). Incluso, si el líder es atacado personalmente por sus opositores, su primera preocupación debe ser que la culpa caiga contra el partido o el gobierno en su totalidad no sólo en el sentido diplomático, sino para conservar el apoyo de los miembros de su partido y derrotar a su adversario con el peso de los números (DUVERGER, 1979, p. 27). La prensa y el resto de medios de comunicación masiva son un instrumento fundamental para difundir la fama de cada uno de los líderes entre las masas y popularizar sus nombres mediante el culto de una sensación (MICHELS, 1979, p. 168).

Para labrarse su cualidad de líder y un carisma que guíe a la masa, el dictador necesita también demostrar que pertenecía a un estrato social, grupo profesional, tenacidad en su trabajo y otra serie de factores que lo identifiquen con el pueblo sobre el que va a ejercer su dominio gubernamental de dictador, calando su corriente ideológica completamente sobre el pueblo que va a ser dirigido (ABENDROTH, 1972, p. 146). Así hicieron Mussolini, como periodista, hijo de albañil y militante socialista revolucionario, Hitler como voluntario de guerra, artista fracasado y bohemio desorientado (ABENDROTH, 1976, p. 36), o Franco como el afortunado militar que ascendió con rapidez hasta convertirse en el general más joven de Europa desde Napoleón, con tan sólo treinta y tres años (MEES; NÚÑEZ SEIXAS, 2012, p. 236). Indudablemente, estas cualidades deben de ir acompañadas de un seudónimo que lo identifique como el guía de la masa, confiriéndole cualidades sobrehumanas en gran parte de los casos: Hitler sería conocido como el Führer, Mussolini se llamaría el Duce y Franco el Caudillo, traduciéndose en los tres casos como “el líder” o “el guía”. Ióssiv Vissariónovich tendría el seudónimo de Stalin -hombre de hierro- por su valor y firmeza contra el peligro y el enemigo del Estado soviético.

En resumidas cuentas, las masas populares tienen una gran necesidad de un líder que les guíe y les oriente, una necesidad que viene acompañada por el culto y la heroificación de sus líderes (MICHELS, 1979, p. 98). Tanto las masas obreras necesitan un líder sindical que les indique como reclamar sus derechos o los cuerpos militares requieren un general que les oriente para ganar una guerra o cumplir sus objetivos militares, por ejemplo. La masa está acostumbrada a ser dirigida y requiere una labor considerable de preparación para ser puesta en movimiento. Si los líderes hacen señales que la masa no comprende, esta deja de prestarle atención. “La masa tiene una pasión increíble por los oradores distinguidos, por los hombres de gran renombre, y si no puede obtenerlos insiste al menos en un diputado” (MICHELS, 1979, p. 100).

Conclusión final

Uno de los rasgos más distintivos de la sociedad occidental del siglo XX es la aparición y el desarrollo de una nueva sociedad de masas que sustituye en gran medida a lo que se conocía antes como las sociedades elitistas. Si en la sociedad industrial moderna el hombre había desarrollado sus instintos de masa, en el siglo XX la política, la economía y la producción comienzan a orientarse por este novedoso fenómeno de la sociedad de masas, a partir del cual estarán fuertemente dominados también los medios de comunicación de masas.

Si ya existía una sociedad de masas, la Primera Guerra Mundial la potenciaba aún más, pues significaba el reclutamiento masivo y forzoso de civiles como efectivos militares que serían enviados a la guerra. La masa femenina ocupaba los puestos laborales de carácter civil que habían quedado inhabilitados por haber pasado sus trabajadores a servir al ejército, con el objeto de satisfacer la demanda de armamento, ropa y alimentos para los combatientes. En el periodo de entreguerras existirían grandes masas populares descontentas por la derrota, el desempleo, la pobreza y que reivindicaban cambios políticos, a partir de lo cual ascenderían los fascismos y el marxismo. A esto hay que sumarle la profunda crisis económica que azotó a Europa en plena posguerra. Nace una nueva relación entre líderes constituidos como caudillos que guiarían a la masa bajo el caciquismo, una relación entre el pueblo que exigía y el jefe que concedía.

Los diferentes grupos poblacionales de cada país mantenían generalmente los valores tradicionales de pensamiento, cultura y religión, por ejemplo, la sociedad presentaba gran homogeneidad y por ello se definía como una sociedad de masas y los partidos políticos que representaban a la élite fueron sustituidos por partidos que se definieron de masas. A comienzos del s. XX se inventaba la radio, que junto al periódico comenzaría a configurar los medios de comunicación masiva tan empleados hasta el presente en la comunicación política, gracias a los noticiarios, reportajes, entrevistas y radioteatros que podían escuchar cualquiera de sus habitantes. En la sociedad de masas el concepto ideología se llegaba a vincular a “creencia” y la masa sigue un sistema de creencias prácticamente homogéneas. Las ideas personales quedan clasificadas personalmente como una subclase, y la ideología denotará únicamente el sistema de creencias políticas hasta tal punto que las ideologías que arrastraron a seguidores sumados al fanatismo, se traducían por adoctrinamiento más que por ideas u opciones políticas. Si Hitler y Mussolini no hubieran contado con la confianza de las masas no hubieran accedido al poder, al igual que no lo habrían conservado ni ellos ni Stalin, en el hipotético caso que la sociedad deseara y pudiera revelarse contra las fuerzas militares que dejaban sometida a la masa popular. Cuanto más grande es la masa a convencer, más fácil es arrastrarla debajo del líder, pero sólo el vulgo y las élites se sentirán atraídos por la fuerza del totalitarismo.

El individuo en sí se había convertido en una diminuta ruedecilla inmersa en la gigantesca maquinaria de un mundo tecnocrático, en un engranaje sin rostro y sin voluntad propia. Se deterioraron las relaciones del individuo con la sociedad, y la responsabilidad de éste hacia la comunidad. El ambiente fatalista condujo al pánico. Las masas se sentían defraudadas, oprimidas y exprimidas por las potencias victoriosas, que tenían conciencia de la quiebra de su honor nacional, y que, pese a su trabajo, veían aumentar sus dificultades económicas, creyeron que sólo hallarían la salvación en las soluciones más radicales.

Es por estas fechas cuando la propaganda fue el instrumento por excelencia de la política, limitándose a generar un mensaje creíble que fuera repetido varias veces y de diversa forma por un mismo orador que se ofrecía a ejercer las funciones de líder sobre la masa, aunque ya hemos destacado que la política se vio transformada por la presencia de los medios de comunicación, especialmente por la novedosa televisión que se comenzaría a usar a gran escala popular tras la Segunda Guerra Mundial.

La propaganda política no se transformaría en marketing político hasta mediados del siglo XX en el momento que se rebasa la simple información política y se pasa a una comunicación política elemental multidisciplinar que se nutre de una amplia gama de disciplinas.

Material suplementar
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