Artículo original
Recepción: 03 Abril 2017
Aprobación: 17 Enero 2018
Resumen: La llegada de Donald Trump al poder en Estados Unidos de América forma parte de una suerte de nueva "oleada" de llegada al gobierno de fuerzas o candidatos abiertamente conservadores o reaccionarios en países centrales. Sus críticas convocan el rechazo social de diversos sectores sociales a los efectos de la globalización, que incluyen, pero no se limitan a, mayor pobreza, desigualdad, desempleo, peores salarios y condiciones de vida en general. Sumado a esto, Trump en EUA se enfrenta a un momento histórico de máxima competencia a nivel mundial de una potencia emergente como es China. Frente a esto, está adoptando una serie de políticas que tendrán un impacto diferenciado en los distintos países latinoamericanos de acuerdo a las características que, en los últimos años, han adoptado los modos de acumulación de cada uno. El objetivo de este artículo es analizar estos posibles impactos en América Latina y el Caribe. Se trata de un análisis prospectivo basado en datos estadísticos confiables, que permitirán justificar las cinco vías de impacto que destacamos como posibles para la región: la vía comercial, de inversiones, de remesas, de deuda y militar.
Palabras clave: Trump, Estados Unidos, América Latina.
Abstract: Donald Trump’s election to the position of President of the United States is part of a new "wave" of openly conservative or reactionary officials who have been positioned in key countries. The critics of these leaders call for social sectors to reject the effects of globalization, which include increased poverty, inequality and unemployment and decreases in wages and living conditions. Trump is also facing historic competition from emerging powers such as China. In response, his administration is adopting a series of policies that will affect Latin American nations in specific ways. The objective of this article is to analyze these potential impacts in Latin America and the Caribbean. lt draws on statistical data and highlights five possible drivers of impact for the region: trade, investment, remittances, debt and military spending.
Keywords: Trump, United States, Latin America.
Introducción
La llegada de Donald Trump al poder en Estados Unidos de América -en adelante, EUA- forma parte de una suerte de nueva "oleada" de llegada al gobierno de fuerzas o candidatos abiertamente conservadores o reaccionarios en países centrales. Sus críticas convocan el rechazo social de diversos sectores sociales a los efectos de la globalización, que incluyen pero no se limitan a mayor pobreza, desigualdad, desempleo, peores salarios y condiciones de vida en general. Aun cuando no presentan programas políticos consistentes, logran identificar el descontento social (Morgenfeld, 2016). Trump logró presentarse como un outsider del sistema político al que identifica como origen de los males que aquejan a EUA, a pesar de ser candidato del partido Republicano y ser uno de los hombres más ricos del país.
En América Latina y el Caribe -en adelante, ALyC-, un proceso similar tuvo inicio en un momento previo, con las crisis al final del siglo XX, que de la mano de la resistencia social organizada, dio lugar a la emergencia de gobiernos de nuevo cuño (Borón, 2005). A este cambio, que incluye procesos con amplia diversidad, se bautizó "giro a la izquierda" u "oleada rosa" (Cameron, 2009; Cantamutto, 2013; Katz, 2006). Sin detenernos en el análisis de este proceso, lo que interesa resaltar aquí es que, tras una década y media de gobierno, estos procesos políticos también enfrentaron sus propias limitaciones, dando origen a un nuevo momento de recambio. Tras los golpes "blandos" de Honduras y Paraguay (en 2009 y 2012 respectivamente), comenzaron a crecer en la región nuevas fuerzas políticas que combinan conservadurismo y neoliberalismo. Así, con diverso grado de legitimidad democrática, la llegada al gobierno de Macri en Argentina y Temer en Brasil pueden incluirse dentro de este recambio. Más allá de las discusiones teóricas y políticas que han proliferado en torno a la naturaleza y caracterización de las fuerzas políticas que los precedieron, resulta claro que estos gobiernos han llegado para eliminar las contradicciones que contenían algunos programas políticos de los gobiernos "progresistas". Los gobiernos denominados del "giro a la izquierda" no fueron un bloque homogéneo, ni en su composición, ni en sus prerrogativas. Realizaron algunas concesiones a los sectores populares, pero al mismo tiempo pusieron en práctica modos de desarrollo en función de los grandes capitales (en muchos casos, extranjeros).1 De esta forma, tanto en EUA como en algunos países latinoamericanos se está tratando de allanar el camino para que el capital trasnacional pueda salir de la crisis de acumulación en la que se encuentra empantanado, a través de la exacerbación de sus características explotadoras (de la fuerza de trabajo y de la naturaleza). Sumado a esto, en EUA Trump se enfrenta a un momento histórico de máxima competencia a nivel mundial de una potencia emergente como es China. Frente a esto, está adoptando una serie de políticas que tendrán un impacto diferenciado en los distintos países latinoamericanos de acuerdo a las características que, en los últimos años, han adoptado los modos de acumulación de cada uno.
El objetivo de este artículo es analizar estos posibles impactos en ALyC. Aún con estos cambios apenas esbozados, entendemos que es posible analizar la situación de acuerdo con sus tendencias previas. Para ello, en la sección 1 presentamos una breve descripción del panorama mundial al momento de Trump asumir el poder, para luego continuar con el panorama en EUA y las posibilidades y límites que enfrenta este nuevo presidente en aquel país. En la sección 3 analizamos las diferentes vías por las que la política de Trump puede impactar en ALyC, mostrando los efectos diferenciados sobre los distintos países. Por último, presentamos algunas reflexiones finales sobre este estudio.
Principales cambios en el mundo
Tal como señalan Basualdo y Arceo (2006) y Harvey (2008), desde los años '70 se desplegó una ofensiva de clase bajo la forma de un programa de reformas. Las políticas neoliberales afectaron profundamente las condiciones laborales, perdiéndose empleos, estancando el poder adquisitivo de los salarios, todo lo cual elevó la desigualdad. Producto de ello, el crecimiento de las economías se debilitó -se habla incluso de estancamiento secular (Palley, 2013; Pérez Artica, 2015) -. Como sostén de la demanda en este contexto, se promovió la creciente toma de deuda por parte de las familias, una de las formas de financierización (Bellamy Foster y Magdoff, 2010; Blackwater, 2012; Luce, 2013) que entró en crisis en 2007 en los países centrales.
Aunque las primeras expresiones de esta crisis se conocieron en el mercado hipotecario, sus causas eran estas políticas de largo plazo sobre la organización de la producción y su efecto en la distribución del ingreso (Guillén, 2015; Palley, 2013; Roubini y Mihm, 2010; Stockhammer, 2012). Sin embargo, en lugar de buscar solución a estos fundamentos, los gobiernos mantuvieron la agenda de ajuste social, al tiempo que volcaron masivos recursos al rescate de grandes bancos (US$ 700.000 en EUA y € 750.000 en la Unión Europea -en adelante, UE-).2 Al mantenerse las tendencias, el crecimiento de las economías centrales ha sido débil, impactando negativamente en la demanda global. Por este motivo, el comercio internacional dejó de crecer por encima de la producción, deprimiendo también los precios: un escenario de larga recesión. En contraste, los flujos financieros han mantenido su expansión global. Este crecimiento desproporcionado añade incertidumbre sobre el escenario en los años por venir, lo cual es fuente de inestabilidad macroeconómica.
La crisis produjo una serie de protestas sociales, que en algunos casos devino en crisis institucionales, específicamente en la semi-periferia europea (los países denominados "PlGS": Portugal, lrlanda, Grecia, España). Ahora bien, debido a que marca una revisión del vínculo de ciertos países centrales con sus principales socios, el caso del Brexit3 o la llegada de Trump como presidente de EUA marcan una nueva etapa de la crisis. En diversos países de Europa (Alemania, Francia, Austria, Países Bajos, Hungría) han crecido las fuerzas de derecha nacionalista, que impugnan la mundialización existente como causa de sus crisis sociales.
Esta dinámica guarda paralelos interesantes con lo ocurrido durante la crisis de la fase previa de globalización (Astarita, 2006; Hobsbawm, 2003). Al igual que entonces, para evitar mayores efectos recesivos, las potencias buscan garantizarse ciertas zonas de privilegio en el intercambio. En esa línea, EUA bajo el gobierno de Obama promovió una serie de iniciativas que aseguren sus prerrogativas, conteniendo además el avance de China, su principal competencia económica. Estos proyectos, negociados en secreto, son el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTlP), el Tratado TransPacífico (TTP), y el Acuerdo en Comercio de Servicios (TlSA) (Estay, 2016; Scasserra, 2016). China lanzó sus propios megaproyectos de integración, entre los que destaca la Asociación Económica Integral Regional (RCEP). La UE ha buscado cerrar acuerdos bilaterales con diversas regiones.
La lógica de los acuerdos es orientar la normativa nacional en función del derecho corporativo. Muchas adecuaciones se pueden realizar incluso solo a través de legislación local: mayor desprotección ambiental y precarización del trabajo, o cobertura más estricta de derechos de propiedad intelectual (como ocurre con las patentes de ciertas medicinas o códigos genéticos). La rúbrica de los mismos añade una garantía de derecho internacional, al someter a los propios Estados a jurisdicción -y jurisprudencia- extranjera, incluso al discutir políticas públicas antes consideradas soberanas. La cantidad de tratados de este tipo -en particular, los bilaterales- se ha multiplicado, llegando en 2015 a 3.304 en vigencia (UNCTAD, 2016).
No obstante, esta tesitura no logró vivificar el proceso inversor, que aún se mantiene a niveles de la crisis. Como parámetro de comparación, en el desplome previo, al inicio del siglo, en 5 años se había logrado la recuperación. La UE, bajo la crisis descrita, ha sido particularmente afectada, perdiendo gravitación en el total. Aun así -como queda de manifiesto en el Gráfico 1-, explica cerca de la mitad de la inversión extranjera directa (IED) junto con EUA. Sin embargo, en ambos casos, esta inversión procede de masivas fusiones y adquisiciones que, sin crear capacidad productiva, fomenta mayores niveles de centralización de la propiedad. El grupo de países que más peso ganó son los BRlCS, que en 2015 ya eran origen del 15% y destino del 25% de la lED total. Este aumento responde básicamente a China.

La expansión de este país es la novedad más importante, cuya participación en el PBI global no cesó de crecer. Su integración al comercio global es una marca de esta etapa, pero también ha crecido su rol como inversor y prestamista. Estos rasgos son más intensos en su zona de influencia (Asia y Oceanía), pero también se han consolidado con ALyC (Slipak, 2014). Esta nueva realidad se ha reflejado en la adopción del FMI del renmimbi como parte de la cesta de monedas que respaldan los derechos especiales de giro. A pesar de lo anterior, aún batalla dentro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) por obtener el rango de economía de mercado (Ludueña y Cibils, 2016).
China supera así -lentamente- su estatus de país sub-imperialista, al cuestionar la primacía estadounidense, lo que abre espacio de una -aún incipiente- disputa inter- imperialista. Este proceso no es súbito, sino que incluye diferentes momentos que modifican rasgos básicos y cambian la intensidad del conflicto (incluyendo aquí la confrontación armada). De hecho, Wallerstein (2017) sugiere que más que una competencia, la relación entre Estados Unidos y China sería la de una sociedad, en la que ambos países estarían disputando el lugar de "socio mayor" dentro del sistema-mundo. La UE, por su parte, reposa de manera creciente sobre las iniciativas de sus integrantes más poderosos, más que actuar como bloque.
Hobsbawm (2012) señalaba que, históricamente, cuando la potencia hegemónica pierde su predominio en otros ámbitos -como el económico o el cultural- tiende a respaldarse de manera creciente en su capacidad militar. Este podría ser el caso de EUA, cuyo predominio en dicha área es irrefutable, siendo el único país que posee cobertura global con bases militares propias. La Tabla 1, no obstante, señala la presencia de potencias incipientes en esta materia. Como señalábamos en Cantamutto y Costantino (2017, p. 37), "la potencia de aniquilación total de los contendientes es suficiente amenaza como para contener una confrontación bélica de gran escala, pero esto no descarta enfrentamientos de baja escala en terceros territorios".

Es decir, la forma de la mundialización estructurada desde los ’70 ha entrado en crisis y no parece cejar en el tiempo. Al afectar no solo a países periféricos, sino a las potencias centrales mismas, se limita la posibilidad de "exportar" la crisis a través de mecanismos imperialistas (Lenin, 1972). Esto promueve mayores fricciones entre países centrales -tanto los establecidos, como las potencias emergentes-, en lo que dará lugar a un nuevo orden global. En conjunto, esto significa una mayor incertidumbre respecto del escenario resultante, lo que implica desafíos para que los países definan políticas estratégicas.
1. La situación en EUA con la llegada de Trump al gobierno
La campaña de Donald Trump estuvo plagada de imprecisiones programáticas, orientada especialmente a denostar a sus adversarios, y en estigmatizar diversos grupos sociales (migrantes, negros, mujeres, etc.). Hillary Clinton, con el apoyo del establishment del partido Demócrata, logró sacar de carrera en la interna a Bernard Sanders, quien impulsaba críticas al modelo neoliberal pero desde un ángulo progresista. Clinton, identificada como funcionaria con las políticas neoliberales de las últimas décadas, logró mayor cantidad de votos, pero perdió en el colegio electoral, debido a los mecanismos electorales de EUA. El electo presidente Trump, no obstante, pasó a una fase de negociación con el partido Republicano, donde se disputa la conformación del gabinete y la orientación política de su gobierno. En este escenario, se replica la situación global, donde la mayor incertidumbre es la única certeza. A continuación, se evalúan cambios que pueden tener impacto sobre ALyC:
Trump se presenta como un presidente que ejerce el poder con un grado de autonomía que no es claro que lo tenga. Por un lado, existen algunas dinámicas institucionales, como la que representa el complejo industrial- militar, que limitan una retracción de la política belicista (aunque Trump ha podido amenazar con dejar de financiar la OTAN si Alemania no aporta mayores recursos). Por otro lado, tienen relevancia los forcejeos políticos internos, que incluyen los lugares ocupados por la élite del partido Republicano, pero también los escándalos por la aparente intromisión de Rusia en las elecciones que le dieron la victoria. Debido a ambos elementos, Trump queda limitado para plasmar su visión geopolítica de alianza con el viejo adversario -Rusia- para contener el ascenso de China, revirtiendo el programa Nixon-Carter de los '70. Para ALyC, que ha intensificado su intercambio comercial y financiero con China, esto podría generar algunas tensiones.
Algunos valores o ideas -como la defensa del medio ambiente, la democracia misma o los derechos humanos- estarían siendo vulnerados (Verbitsky, 2017). El programa neoliberal perdería así el halo "progresista" de los gobiernos demócratas: Trump es -como señaló Julian Assange en una entrevista- un "lobo con piel de lobo" (O'Donnell, 2017). Esto no compone un elogio a anteriores gobiernos, pero sí un reconocimiento de que esta situación hace más fácil vulnerar esos valores e ideas en otros países, contando ahora con menos alternativas para defenderlos. Diversos desafíos se han planteado recientemente sobre las democracias latinoamericanas y caribeñas (por ejemplo, en los casos de Argentina y Brasil), donde el respeto por los derechos humanos orilla los límites de las formas institucionales.
Las amenazas sobre los migrantes son reales y, de hecho, Trump impuso trabas al ingreso de personas oriundas de 7 países árabes apenas asumió. Es necesario remarcar que este decreto provocó inmediatas reacciones judiciales y de parte de algunos gobernadores. Pero a través de diversos mecanismos, es probable que haya mayores restricciones para el ingreso y permanencia de inmigrantes. Por un lado, esto restringirá la remisión de remesas al exterior, lo que resiente terceras economías (en especial las caribeñas). Por otro lado, esto podría tendencialmente elevar el costo de vida en EUA, ya que éste se encuentra subvencionado por el trabajo mal remunerado que realizan inmigrantes en situación de ilegalidad. Al mismo tiempo, esto supondría un nuevo escenario para amplios contingentes de migrantes de la región, siempre tentados por la posibilidad de una mejor vida en territorio norteamericano.
El proteccionismo que Trump propone estaría centrado en la industria, y en tal sentido, estaría buscando una revisión de los diversos acuerdos existentes (incluido el Tratado de Libre Comercio de América del Norte
-TLCAN-). El objetivo central parece ser elevar la participación de su país en las cadenas de valor, para lo cual debe reducir los componentes foráneos, en particular, de Asia. Aunque esto pueda crear puestos de trabajo en EUA, significará a la vez un aumento del precio de estas mercancías. No está claro cuál sería el resultado final sobre la demanda. De todas formas, es claro que reducirá la demanda global, pues disminuirían las compras al exterior de la principal potencia.
El discurso nacionalista de Trump debe considerarse en sus límites. De las iniciativas de Obama, el TTIP y el TTP han quedado frenados, pero eso no significa que las adecuaciones normativas resultantes no estén avanzando. En terceros países se están adoptando cambios en este sentido, avanzando en la agenda aún sin el acuerdo. Por su parte, los ejes del TISA no fueron discutidos como una amenaza: dado que la prioridad estaba puesta sobre la industria, las negociaciones ligadas a servicios no fueron impugnadas. Muchas de las propuestas normativas constituyentes de estos acuerdos (en particular, el TISA) están siendo incorporadas a la discusión dentro de la OMC.
El eje que parece estar en primera línea de trabajo es el impulso de la obra pública, destinado a reanimar la retraída economía. El anunciado muro en la frontera Sur con México salió a licitación a inicios de 2017 (aunque enfrenta demandas judiciales), y también un ambicioso programa de obras viales y energéticas. Pero incluso en este caso, no es esperable de estos proyectos, un cuantioso incremento de las compras al exterior, excepto por ciertos insumos (cemento, acero, etc.). México, América Central y el Caribe, más integrados con la economía de EUA, no se especializan en exportarle estos productos.
Ya han sido anunciados incrementos en las tasas de interés, que pasará de 1,5% en 2017 a 3% en 2019, pero podrían verse otros movimientos. Wall Street preserva el control de la Reserva Federal, por lo que no puede descartarse otro "Shock Volker",4 en caso de ser necesario. Para países de la periferia, el financiamiento está volviéndose más costoso debido al fenómeno de retracción de fondos hacia mercados consolidados, pues esto incrementa las primas de riesgo país.
Los cambios indicados en los incisos previos tienen como probable efecto un aumento del valor del dólar, lo que pondrá en aprietos la competitividad externa de EUA. Una salida para esta situación es buscar que los principals competidores apliquen restricciones sobre su propia capacidad productiva -como se hizo en los ’80 con Japón-. La presión para que otras monedas se revalúen es difícil: en Europa sería un golpe fatal sobre la ya débil economía de la eurozona, y a China le desestabilizaría su modo de inserción global. No es extraño entonces notar, que aparecen restricciones no negociadas entre socios comerciales. En tal sentido, ya hay algunos países que han iniciado una suerte de guerra de monedas, devaluando las suyas para poder competir empobreciéndose mutuamente.
No está claro cuál será la deriva de la relación con China. Trump no parece interesado en negociaciones en ámbitos multilaterales, mientras que China despliega una proyección dentro de estos, al mismo tiempo que proyecta sus propios organismos. La relación económica incluye las ventajas de dos mercados de grandes proporciones, pero también desventajas de un vínculo financiero fuerte. China es dueña de la mayor cantidad de bonos del tesoro estadounidense que existen en circulación. Ante una mayor confrontación entre ambos, China podría decidir venderlos, provocando de depreciación y desestabilizando en el proceso el sistema financiero y monetario no solo de EUA sino también el global. La confrontación bélica parece menos probable, aunque ha habido algunos momentos álgidos por la tensión con Corea del Norte y por las Islas del Sur.
Como señala en una entrevista Enrique Arceo (en Verbitsky, 2017), está claro que la reducción del déficit de EUA va a debilitar también la demanda global, llevando a un menor crecimiento de la producción global, y menos comercio entre los países.
Resultaría presuntuoso suponer que lo referido concluye con todos los posibles cambios en la economía y la política estadounidense, pero traza algunos horizontes previsibles. Entre ellos, se espera una menor demanda al mundo, aún si la economía estadounidense reaccionara con crecimiento ante el plan de obra pública y cierto proteccionismo.
2. Impactos sobre ALyC, con énfasis en Argentina
Los cambios que describimos a escala global, afectan por distintas vías a ALyC. Desde el estallido de la crisis en 2008, la región redujo su crecimiento. Los procesos que afectan a la demanda global, y la caída de los precios internacionales, significan un problema para los modelos orientados a la exportación. El grupo de países al interior de la región que se identifica más claramente con esta estrategia -que conforma la Alianza para el Pacífico- ha mantenido el rumbo, incluso ante el empantanamiento de las negociaciones plurilaterales. El grupo de países asociado en el MERCOSUR, que ensayó mayor énfasis en el mercado interno, ha virado ahora hacia gobiernos más cercanos a la anterior orientación, lo que produjo una parálisis de la construcción del bloque como una alternativa (Bizzozero, 2012; Botto, 2015; Zelicovich, 2016). Las dificultades políticas y económicas en Venezuela ponen en duda su capacidad de promover alternativas más radicales, rol que ejerciera en años previos.
La adecuación generalizada de la normativa local a los ejes negociados en los acuerdos megarregionales es coincidente con los requerimientos en debate en la ronda de la OMC, así como en diversos acuerdos bilaterales con potencias establecidas (UE) o en ciernes (China). Todo esto consolida el rol de la región como proveedora de fuerza de trabajo barata y recursos comunes, motivo por el cual las tendencias a la superexplotación de la fuerza de trabajo y al extractivismo se ven así intensificadas (Treacy, 2016). Una diferencia con anteriores oleadas de reformas -como la ocurrida en la última década del siglo XX- es que en esta ocasión no hay un acervo relevante de activos disponibles para la venta ni disponibilidad de fondos internacionales orientados hacia la periferia. No está claro el rol que tendrá China para la región, a la vista de sus propios desafíos (Ludueña y Cibils, 2016; Slipak, 2014).
Como desarrollamos en Costantino y Cantamutto (2016), se distinguen dos grandes modelos en la región, con diferentes relaciones con la crisis global. Los países al Sur del continente habían sido más afectados por el desarrollo de la crisis. En cambio, tanto la maquila como el turismo, en que se especializan América Central y el Caribe, habían podido sortear parcialmente el malestar por la lenta tracción de EUA. Este grupo será más afectado en caso de que el país del Norte readecúe sus políticas en el sentido descrito en la sección anterior. Veamos.
Para ver estos impactos, analizamos dos indicadores (Cantamutto y Costantino, 2017). Por un lado, un índice de complementariedad comercial, que compara la estructura de las importaciones de EUA respecto de las canastas de exportación de cada país. Por otro lado, la participación de cada país en la IED de EUA en la región (que es cerca de un 9%). Con base en ambos indicadores, agrupamos los países en 4 grupos.5 Asumimos que las reformas que se propone implementar Trump en EUA podrían alterar los vínculos al exterior por estas dos vías, comercial e inversora. Las menores importaciones disminuirían la demanda de bienes en la región, y el uso de recursos para invertir en aquel país los retraería de colocaciones foráneas.
Según se aprecia en el Gráfico 2, y quizás de manera previsible, México sería el país más afectado, tanto por la vía comercial como por la inversora. En el siguiente grupo aparecen países caribeños -incluyendo no solo islas, sino países de Sudamérica-, asociados por la vía comercial, y destaca la presencia de Brasil, vinculado en especial por la inversión. Los países que aparecen menos afectados incluyen la mayor parte de América Central y países con tratados de libre comercio con EUA: esto se debe a que no ocupan un rol relevante en ninguna de ambas vías (sus ventas a EUA se especializan en pocos productos, sin gran complementariedad). Argentina se ubica en uno de los grupos de menor impacto, aunque intermedio. Vale resaltar que este análisis solo muestra efectos directos, no considerando por ejemplo los impactos que llegarían por la vía de una recesión en Brasil.

Como complemento de lo anterior, se puede analizar el peso de EUA de acuerdo con las economías de la región. Para ello, analizamos, por un lado, la importancia del país del Norte como fuente de demanda (vía exportaciones) para cada uno de ellos. De esta manera, captamos el efecto de un menor intercambio sobre los flujos reales, en lugar de la complementariedad potencial -como en el gráfico previo-. Por otro lado, consideramos la participación en el PBI de las remesas, asumiendo que EUA es el principal origen de las mismas, como queda de manifiesto en el Gráfico 3. Fuera que se trabe el envío de remesas de los inmigrantes a sus países de origen, o que se limite la permanencia de inmigrantes en aquel país, se provocaría una caída de este flujo de recursos hacia la región. Al igual que con el gráfico anterior, se ordenan los países en grupos.
Se observa que las economías de mayor tamaño relativo -Argentina y Brasil- no dependen en gran medida del comercio con EUA ni las remesas son fuente relevante de recursos. El impacto sobre estos países no sería tan directo. La otra economía más grande de la región, México, tiene una situación diferente. Debido al TLCAN, México está sumamente integrado a EUA, cuya demanda marca de manera tajante sus exportaciones. Las remesas, aunque relevantes debido a la intensidad de la migración transfronteriza, son relativamente bajas respecto de su PBI total. En cambio, se puede constatar lo que sugeríamos con el análisis previo: que las pequeñas economías de América Central y el Caribe serían afectadas por ambas vías. Éstas suelen especializarse en gran medida en ventas de pocos productos o servicios a EUA, país donde suelen arribar grandes contingentes de migrantes -que luego remiten dólares a sus familias-.

Utilizando estas sucintas referencias como contexto, se pueden analizar vías por las cuales la situación de EUA afectaría a los países de ALyC.
a. Vía comercial
La propuesta de la ortodoxia económica a favor de una orientación exportadora no resulta sostenible con una demanda externa débil y precios a la baja, pues acaba por restringir los recursos fiscales disponibles, tanto como los externos, tendiendo a resolver ambas carencias por la vía del crédito. Justamente, aquellas economías con mayor ligazón con EUA por la vía comercial se verían perjudicadas en caso de un vuelco proteccionista de aquel país. Incluso más, el impacto podría ser cualitativo -además de la caída en cantidades- cuando la protección desplaza un tipo específico de bien. Es la situación de Brasil y de México, que perderían mercado para sus ventas de manufacturas (Sampaio Jr., 2017). Respecto de este último país, el resultado dependerá de la renegociación del TLCAN. Los productores agropecuarios de EUA -que aprovechan la mano de obra barata migrante y vuelcan a México sus productos subsidiados- no buscan grandes modificaciones. La principal tendencia
-como referimos en la sección anterior- parece ser incrementar la participación regional en el valor agregado de las mercancías comerciadas. Debido a que esto significaría un reemplazo de bienes intermedios e insumos hoy traídos desde Asia, es posible que México no abandone su función de ensambladora, pero sí que se vea forzado a empeorar sus condiciones laborales como mecanismo compensatorio -lo que significaría un aumento en la superexplotación de la fuerza de trabajo que ya opera en el país-.
En el caso de Brasil, la crisis involucra también importantes elementos locales, en especial ligados a la situación política del país. Dado que se trata del principal mercado para la industria que opera en Argentina, esta crisis golpearía al vecino del Sur tanto por cantidades como por el tipo de bienes exportados. De hecho, en los últimos años ya se ha venido produciendo un desplazamiento de Argentina como proveedor de este tipo de bienes para la región, merced de la competencia del Sudeste asiático, y en particular de China. Argentina misma ha visto una intensificación de las compras al exterior, en especial de bienes de consumo, debido a la súbita apertura comercial promovida por el gobierno de Cambiemos desde fines de 2015. Esto ha provocado una caída de la actividad industrial, con especial impacto en las PyMEs, pero también en las llamadas "economías regionales" -actividades agropecuarias no extensivas-.
Los recientes cambios de gobiernos en la región -Argentina y Brasil especialmente- han evidenciado un fuerte sesgo aperturista, acercando posiciones con la tendencia ya existente en los países de la Alianza del Pacífico (se discuten incluso proyectos de acuerdos de comercio entre sus integrantes). Así, la única alternativa de integración presente parece ser la del ALBA-TCP, que a la falta de apoyo de las principales economías se suma la crisis política de Venezuela. De esta forma, entendemos, la tendencia aperturista provocará una mayor presión a la pérdida de derechos laborales y ligados a la protección de bienes comunes (ambientales, comunitarios, públicos, estatales). Se promueve así un claro sesgo en la región hacia mayor superexplotación de la fuerza de trabajo, así como al extractivismo.
b. Vía inversiones
ALyC no ha sido privilegiada en materia de flujos de lED, según vemos en el Gráfico 4. Si bien América Central mantiene cierto acervo ligado a la producción industrial (maquila), Sudamérica ha perdido relevancia de la mano de los menores precios internacionales. Pero incluso en el primer caso, hay riesgos de que los flujos no se sostengan. Por un lado, por la pérdida de relevancia de esta área como plataforma de exportación, dada la creciente gravitación de China en ese rubro, que utiliza al Sudeste asiático para esa función. Por otro lado, tal como comentamos en la sección previa, por la posible retracción de capitales hacia EUA que afectaría a toda la región.
La referida tendencia regional a abrir sus economías para tentar las escasas inversiones extranjeras puede generar una "corrida hacia abajo", deteriorando sus propios marcos normativos para competir por recursos cada vez más escasos. Un ejemplo claro de esta dinámica es la reforma laboral aprobada en Brasil, que provocó un marcado menoscabo de los derechos de la clase trabajadora brasilera, pero también generó una presión en similar sentido en el resto de la región. En octubre de 2017, el gobierno de Argentina lanzó una propuesta en similares términos, con la explícita referencia de esta dinámica regional. De conjunto, no se visualiza un panorama promisorio en materia de inversiones para la región, y los casos que persistan parecen abonar a las tendencias descritas en el inciso anterior.
Esta retracción de la inversión no necesariamente impactaría en las zonas conocidas como paraísos fiscales -de fuerte presencia en economías del Caribe-. En este respecto, vale remarcar que no se trata sólo de usos de tipo especulativo, sino que forman parte de la lógica contemporánea de funcionamiento del propio capital productivo. Las transnacionales de cualquier origen -incluyendo ALyC-, han tendido a crear estructuras de propiedad cada vez más opacas que permiten bloquear la responsabilidad fiscal y legal de sus operaciones. Amparadas estas operaciones por la firma creciente de tratados de inversión que ya comentamos, no hay nada que señale que esta tendencia se interrumpirá.

Como ya hemos insistido, el gobierno que asumió en diciembre de 2015 en Argentina, la coalición Cambiemos, defiende una agenda de apertura y liberalización, acompañada de la promoción de inversiones extranjeras y la participación activa en foros internacionales (Echaide, 2016; Ghiotto, 2016), lo que incluye la organización de eventos de alto impacto (sede de la reunión ministerial de la OMC, presidencia del G20 en 2018). lncluso se ha avanzado en la adecuación normativa en línea con los requerimientos de los nuevos tratados de libre comercio, como ocurre con las iniciativas público-privadas. Se ha anunciado un tratado de este tipo con Chile, y se espera cerrar un acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur para el cierre de 2017. Sin embargo, no ha habido buenos resultados de esta estrategia: desde que Cambiemos asumió el gobierno, además de pasar a registrar un abultado déficit comercial de 26.884 millones de dólares, la lED recibida fue de 4.377 millones, por debajo de los 4.739 millones salidos por utilidades y dividendos.
c. Vía remesas
Las remesas enviadas por migrantes a sus países de origen componen una importante fuente de ingresos para algunos países de ALyC, en especial en América Central y el Caribe, además de México, como muestra el Gráfico 5. Aunque este último país recibe mayores montos, en economías más pequeñas, esta fuente tiene mayor impacto proporcional, siendo de las principales fuentes por las cuales ingresan divisas. Cualquier medida que afecte a este flujo de recursos genera, en estas economías, un impacto negativo tanto sobre el nivel de actividad como el nivel de vida de la población. La orientación de las políticas Trump ya referidas parece orientarse en este sentido y es, por ende, una amenaza real para muchos países de la región. No es trivial enfatizar que esto no aplica solo a economías de menor tamaño, sino que involucra a algunas de la talla de México, Colombia y Brasil -país este que cuenta con alrededor de un millón de migrantes en EUA-. En Argentina, esta fuente de divisas no tiene peso relevante.
En todos los casos, la expulsión de migrantes, o la negativa a permitir su ingreso, significa una presión demográfica sobre los mercados laborales de origen. Es decir, en los países expulsores, habría más población disponible, sin empleo, lo que presionaría a la baja las condiciones laborales y los salarios en estas economías. En última instancia, se reforzaría la lógica de superexplotación de la fuerza de trabajo que opera en la región. Esto puede ser relevante para muchas economías nacionales de ALyC.

d. Vía deuda
Durante los primeros años del siglo XXI, los países de ALyC se aprovecharon de los buenos precios internacionales para disminuir el peso de su deuda (CEPAL, 2012). Luego del estallido de la crisis, EUA -y más tarde la Unión Europea también- volcó gran cantidad de dólares para rescatar a los bancos, y bajó casi a cero las tasas de interés (política de "money easing"). Desde que los precios internacionales empeoraron para ALyC en 2011, la toma de deuda barata reemplazó el superávit comercial. En caso de prosperar las propuestas de Trump, significarán un problema para la región tanto por la vía comercial -menos compras- como por la crediticia -tasas de interés más altas-. Debido a que -como ya referimos- la región se desendeudó en los años previos, no es esperable el estallido inmediato de una crisis financiera. Sin embargo, según el "Global Sovereign lndebtedness Monitor", países latinoamericanos como Brasil, Colombia, Barbados, El Salvador, Antigua y Barbuda, Uruguay, Dominica, Saint Vincent, Nicaragua y Venezuela vienen deteriorando desde hace varios años sus indicadores de deuda, lo cual hace que estén más expuestos a posibles crisis (Kaiser, 2017).
Argentina, en particular, ha elevado su exposición externa de manera sostenida, haciéndose más vulnerable a cambios de las condiciones externas -como ocurre al variar las políticas económicas de EUA-. Ha tomado la deuda como el mecanismo para compensar sus cuentas fiscales y externas, convirtiéndose en el centro de gravitación de toda la política económica. Considerando hasta mediados de 2017, sólo el Estado nacional había emitido deuda por alrededor de 44.000 millones de dólares, lo que puso a Argentina a la cabeza de la emisión de deuda de países emergentes en el mundo, superando incluso a China.
e. Vía militar
Respecto de las fuerzas locales, la cuestión militar ha estado en las últimas décadas básicamente vinculada a la doctrina de seguridad nacional, volcada hacia el “enemigo interno", según se conceptualizó a toda expresión popular de organización. Las interrupciones de mandatos de los últimos años parecen haber optado por vías institucionales, en lugar del golpe de Estado clásico, lo que limita el rol de las fuerzas armadas en la política. Su principal rol parece centrarse en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, siguiendo una agenda internacional.
En relación a los intereses de las potencias, existe una disputa en ciernes por los territorios de la periferia, que sólo raramente avanza en confrontaciones directas (Crimea y Siria serían los ejemplos del caso). Aunque ALyC no ha sido el foco de estas disputas, la nueva geopolítica global y el hecho de ser un preciado reservorio de recursos naturales, no debería dejar la opción de incursiones externas fuera de los escenarios.
Ambos puntos se cruzan en la coyuntura venezolana, pues parte de las fuerzas de oposición han optado explícitamente la confrontación violenta como una salida, provocando la reacción de una parte de las fuerzas de seguridad del Estado. En diversas ocasiones, el gobierno de Obama estigmatizó al gobierno venezolano y dispuso declaraciones sobre posibles intervenciones, tema en el cual Trump ha escogido cierta continuidad. Sin embargo, esta alternativa aún no encuentra consensos -ni dentro de la propia oposición local- ni en otros gobiernos de la región, que se han expresado tajantemente contra una intervención -siguiendo la incipiente línea de acuerdo discutida en la UNASUR. Las declaraciones del ex presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez -conocido belicista- no hacen eco siquiera de la realidad de su propio país, que ha avanzado pasos históricos en la paz con la guerrilla de las FARC.
En Argentina, los discursos -y normativa- ligados a la lucha contra el terrorismo habían tenido cierta afinidad con la estrategia de EUAincluso durante el kirchnerismo. Con el nuevo gobierno, esto se ha intensificado por la excusa provista por el hecho de ser sede de eventos internacionales, motivo suficiente para incrementar la presencia de fuerzas de seguridad. A esto se añade el creciente eco de la lucha contra el narcotráfico. Por estos motivos, se ha estado abriendo el debate para mayor cooperación internacional en esta área, lo que incluso derivó en la posibilidad que el Comando Sur instale bases militares por la zona lindante a Malvinas o en la Triple Frontera. En marzo de 2017 se supo que el gobierno argentino está tratando de cerrar la compra de armamento norteamericano por 2.000 millones de dólares. Como decíamos en Cantamutto y Costantino (2017, p. 45), "no debe desligarse este aspecto de los elementos antes referidos: con menor capacidad de construir consensos, es esperable que los gobiernos se apoyen más en sus sesgos represivos".
3. Reflexiones finales
El nuevo escenario global está marcado por la crisis que estalló en 2007-08. La misma ha atravesado diversas fases, en las cuales la crisis se ha transmitido a diversos países, complicando la economía y la política de cada región. El actual momento se caracteriza por el impacto en las potencias centrales, al haberse agotado en términos relativos la capacidad de transferir la crisis a la periferia a través de mecanismos de tipo imperialista. Entre los diversos fenómenos que expresan este cambio, la llegada de Trump al gobierno de EUA resulta particularmente sensible, por tratarse de la potencia hegemónica a nivel global. La fuerte incertidumbre es acaso el resultado más claro del nuevo escenario global, pero también pueden trazarse algunos paralelos generales con el período de entreguerras del siglo pasado. Se destacan en este sentido el largo período sin resolución de la crisis, que produce un menor dinamismo del comercio internacional, mayor volatilidad de los flujos financieros, lento desgaste de la capacidad de la potencia central de sostener su hegemonía, lo cual abre un escenario de disputas económicas (por canales de inversión, finanzas y comercio) por diferentes zonas de influencia entre las potencias.
Según vimos, los impactos que este escenario puede presentar para ALyC son múltiples. En términos sintéticos, se avecina una etapa de bajo crecimiento de la demanda, bajos precios internacionales de las materias primas, poca inversión extranjera, y encarecimiento del crédito. Ante este escenario, las políticas de los gobiernos nacionales parecen estar alineadas con las tendencias propias de la acumulación en la región: a la superexplotación de la fuerza de trabajo, centradas en la producción primaria -o su procesamiento básico- y altamente financierizada. Esto puede desatar una competencia hacia el deterioro de las condiciones de vida en los países, preocupados por captar márgenes más pequeños de recursos (cuotas de mercado o de inversión extranjera). Aparece en ciernes una nueva etapa de liberalización de las economías, bajo la impronta de mayores prerrogativas para los capitales en conflicto con la garantía de derechos humanos básicos. Esta es la orientación del debate en torno a las negociaciones dentro de la OMC, pero también el sentido mediante el cual se avanza sobre posibles tratados de libre comercio entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico, por un lado, y con la Unión Europea, por el otro. Más allá de los logros concretos, la intención diplomática parece ser avanzar sobre una integración económica liberal -fundamentalmente comercial-, que relega el fortalecimiento institucional (por ejemplo, el Parlasur) y geopolítico (menor importancia de la UNASUR o CELAC), o las iniciativas de coordinación productiva (impasse de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana). Los países aglutinados alrededor del ALBA han perdido iniciativa, en especial con la crisis de Venezuela, el golpe blando en Brasil y el cambio de gobierno en Argentina, todo lo cual ha dibujado un nuevo mapa en la región.
En Argentina, la alianza Cambiemos buscó cubrir una función en la estrategia regional del anterior gobierno de EUA, siendo una fuerza de derecha liberal que accedió al gobierno a través de los votos. Esta estrategia parece no haber prosperado con el nuevo gobierno de Trump. Como señalamos en Cantamutto y Costantino,
la idea de "volver al mundo" parece haber conjugado una mala lectura de la coyuntura (el supuesto aislamiento internacional de la Argentina y la vitalidad de la economía mundial) con una mala ejecución (problemas de credibilidad y coordinación de las políticas), que está llevando a pésimos resultados (nulo crecimiento y mayor inflación, con mayor desempleo y menores salarios, mayor endeudamiento y fuga de capitales). (Cantamutto y Costantino, 2017, p. 45).
Un tema clave que tuvo continuidad ha sido aislar a Venezuela en la región, en línea con los intereses estratégicos norteamericanos, tanto políticos (anular cualquier iniciativa que cuestione su rol en la región) como económicos (control de reservas petroleras). En la línea de negociaciones multilaterales, Argentina será sede de la próxima reunión ministerial de la OMC, donde se esperan obtener resultados en torno a la liberalización de servicios -especial énfasis en el comercio electrónico- y facilitación de inversiones. Esta agenda se consolida con la presidencia del G20 (que incluye a las tres mayores economías latinoamericanas) durante 2018. De esta forma, Cambiemos apuesta a liderar esta nueva fase de liberalización en la región, mostrándose como una renovación pretendidamente exitosa respecto de los vestigios de cualquier alternativa. Aunque existen claros intereses económicos en todo este proyecto, hay un componente ideológico relevante, que oblitera alternativas.
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