LA EDUCACIÓN EN LA ERA DEL CONOCIMIENTO: ¿DESARROLLO DE CAPITAL HUMANO O FORMACIÓN DE PERSONAS?

Andrés Bernasconi
ontificia Universidad Católica de Chile, Chile
Emilio Rodríguez-Ponce
Universidad de Tarapacá, Chile

LA EDUCACIÓN EN LA ERA DEL CONOCIMIENTO: ¿DESARROLLO DE CAPITAL HUMANO O FORMACIÓN DE PERSONAS?

Interciencia, vol. 42, núm. 10, p. 630, 2017

Asociación Interciencia

La era del conocimiento avanza en firme, prometiendo niveles de progreso que cambiarán radicalmente las expectativas y, sobre todo, la calidad de vida en las próximas décadas. La convergencia tecnológica augura la cura para múltiples enfermedades y un monitoreo permanente de los aspectos vitales de los seres humanos, en la perspectiva de expandir su potencial en todos los ámbitos, fortaleciendo sus capacidades al mismo tiempo que prolongando su vida y mejorando la salud durante todo el ciclo vital. Esta sociedad del conocimiento se caracteriza porque la fuente esencial de la ventaja competitiva de las naciones, organizaciones y personas reside, precisamente y como era previsible, en el conocimiento.

La información está disponible y al alcance de todos de manera cada vez más masiva, a través de medios como la World Wide Web, que facilita la distribución de documentos de hipertexto o hipermedios interconectados y fácilmente asequibles. Sin embargo, la información no es conocimiento, puesto que éste requiere necesariamente la adquisición de contenido intelectual; es necesaria la apropiación de hechos o información por parte de una persona o un equipo y que se proporcionen respuestas cognitivas a determinadas interrogantes.

Bajo esta perspectiva, resulta natural destacar la importancia de la formación de capital humano como elemento nuclear de desarrollo para las naciones, como ha demostrado Robert Barro. La inversión en capital humano es relevante para las personas, quienes pueden mejorar su productividad en forma individual y por ende sus remuneraciones; pero, adicionalmente, tal inversión es importante para el país, que mejora su potencial de crecimiento de largo plazo. El desarrollo de capital humano es una determinante estructural de la riqueza de las naciones en la sociedad del conocimiento. Probablemente ésta sea una de las causas por las cuales se ha propendido a la masificación de la educación superior para lograr niveles cada vez más altos de capital humano.

Dos décadas atrás Peter Drucker predijo que en esta sociedad la educación universitaria sería equivalente a la media, y el doctorado tendría su símil en el antiguo título profesional. Por ello no sorprende que los países menos avanzados evolucionen hacia mayores niveles de cobertura de su educación superior. Sin embargo, dicha mayor cobertura debe ir de la mano con el cumplimiento de estándares de calidad satisfactorios.

El rol de las instituciones educativas consiste en coadyuvar al desarrollo de las naciones mediante la formación de capital humano, de personas con conocimientos, destrezas y habilidades para desempeñarse eficiente y eficazmente en el mercado laboral. Así, a mayor preparación de las personas, mayor será su productividad y mayor su remuneración; a su turno, mayor será el ritmo de crecimiento del país. Sin embargo, esta mirada puede estimarse reduccionista y economicista, pues desde sus inicios la educación se preocupa de la formación de personas. Los conocimientos, destrezas y habilidades, sin una sólida preparación en valores, reducen el potencial de las personas a simples factores o medios de producción, o elementos de un proceso de creación de riqueza económica.

En efecto, la educación es fundamental para el cumplimiento de los principios que rigen una sociedad. En ella se sustentan tanto la tradición como el progreso, ya que sus impactos no alcanzan únicamente el ámbito económico; la educación es una fuente esencial de la innovación social y el desarrollo humano. Pensar y delinear el futuro de la humanidad en lugar de esperar la resultante aleatoria de múltiples acciones, efectos e impactos constituye una tarea esencial en una sociedad que –como nunca–, dispone de un stock y un flujo de información que permiten tomar cada vez mejores decisiones.

Es apropiado comprender la dimensión económica de los efectos de la educación, pero sin renunciar por ello a una mirada integradora, sin perder de vista que la formación de personas tiene complejidades no estandarizables ni susceptibles de ser reducidas a conceptos como productividad o producto marginal. Los principios, los valores, la capacidad para soñar y reflexionar –con pasión– sobre el pasado, presente y futuro configuran elementos indisolublemente ligados a la educación.

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