Editorial
Las instituciones educativas enfrentan un entorno cada vez más exigente en todo el mundo ya que el desarrollo del capital humano, desde los primeros niveles, se ha ido transformando en una tarea insoslayable, tanto para el beneficio de las personas como para la productividad y el desarrollo de cada sociedad. Las personas marcan una significativa diferencia, dado que el conocimiento que generan y administran es precisamente la fuente principal de la ventaja competitiva de los países y de la propuesta de valor de las organizaciones públicas y privadas.
Si bien el conocimiento es factor decisivo para el desarrollo de la sociedad, la reducción de las brechas existentes y la capacidad de los individuos para desempeñarse con eficacia social no están garantizadas. Ejemplo de ello son los altos niveles de analfabetismo funcional de la población adulta chilena que, según el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, alcanza un 44% en comprensión de textos, 42% en entendimiento de documentos y 51% en el análisis cuantitativo. El que cerca de la mitad de la población sea analfabeta funcional es un resultado tajante y demoledor si se considera que Chile es parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) y que aspira a alcanzar en un futuro cercano el umbral del desarrollo.
El estudio de aquellos avances que favorecen el fortalecimiento en la calidad de la educación desde el nivel preescolar hasta el superior, incluyendo la capacitación laboral, es irrenunciable. En este sentido cabe destacar el liderazgo, y especialmente el estudio de los estilos del mismo, dado su potencial para incidir en la selección, perfeccionamiento y evaluación docente, en los procesos educativos y en los resultados académicos.
Los estilos de liderazgo constituyen un patrón de conducta del líder y son clave en la participación de los colaboradores y el logro de resultados organizacionales. El líder promueve los mejores esfuerzos y el mayor despliegue de las potencialidades de los colaboradores, permitiendo alcanzar el propósito deseado. La evidencia internacional es clara en mostrar que el liderazgo influye significativamente en los procesos y resultados en todos los niveles educativos.
Es importante estudiar el liderazgo en el campo de la educación en Latinoamérica. Conocer los estilos de liderazgo dominantes en los diferentes niveles, así como descubrir cuáles favorecen los procesos de formación y sus resultados, contribuiría a tipificar las relaciones entre estilos de liderazgo, procesos formativos y resultados académicos que mejoren la calidad de la educación y posibiliten avanzar en la reducción de las brechas de conocimiento y el mejoramiento de la capacidad social de los individuos. Descubrir qué estilos de liderazgo mejoran la calidad de la educación puede ser fundamental para el diseño de políticas públicas en la región, las que actualmente parecen estar menos focalizadas en el futuro, menos centradas en lo estratégico, especialmente menos orientadas a la calidad.
Los beneficios probables de esta línea de investigación también pueden asociarse al mejoramiento de las unidades educativas e incluso del aula, lo que contribuiría al logro académico de los estudiantes. La generación de buenas prácticas, la identificación de elementos clave y la ponderación relativa de diferentes acciones pueden lograr mejoras en las entidades y en sus educandos.
Finalmente cabe reconocer que, en nuestra región, el estudio de los estilos de liderazgo en el campo educativo está en fase de construcción de un marco de referencia o paradigma dominante. Se trata de una tarea multidisciplinaria que no excluye profesión alguna, donde pequeños matices o nuevas aristas de análisis pueden producir efectos significativos en procesos y en resultados de logro académico.
Existe un espacio para que profesionales de diferentes campos contribuyan con investigaciones cuantitativas, cualitativas o mixtas que aborden perspectivas de la relación entre estilos de liderazgo, procesos formativos y resultados académicos. Lo importante es desarrollar tales estudios con la rigurosidad apropiada, la visión estratégica requerida y la generosidad intelectual necesaria para ampliar horizontes, fomentar y mejorar significativamente la calidad de la educación en la región.