Memoriales demujeres: la sororidad como experiencia de empoderamiento pararesistir a la violencia patriarcal*
Women’s memorials: thesisterhood as an empowerment experience toresist the patriarchal violence
Memoriales demujeres: la sororidad como experiencia de empoderamiento pararesistir a la violencia patriarcal*
Franciscanum. Revista de las ciencias del espíritu, vol. LVIII, núm. 165, pp. 225-262, 2016
Universidad de San Buenaventura
Recepción: 23 Abril 2015
Aprobación: 06 Julio 2015
Resumen: Enmarcado en la memoria de los mártires de El Salvador, y a la luz de la realidad actual en la que la violencia contra las mujeres no se detiene, leemos una narración del libro de Jueces. Luego de referirnos a Jueces como uno de los libros de la Biblia Hebrea donde aparecen más mujeres y muy diversas, estudiamos el relato de la muerte –feminicidio– de la hija de Jefté, sacrificada a Dios por su propio padre. Analizamos las reacciones tanto de los personajes principales como las del mismo narrador, destacando, por una parte, el silencio de unos y, por la otra, el memorial con que todos los años las mujeres israelitas recordaban y denunciaban esta muerte. Trabajamos, luego, la realidad de la sororidad, como camino de empoderamiento para las mujeres. Reconocemos, entonces, en Latinoamérica y en la Argentina de hoy nuevos gestos de resistencia realizados por mujeres, gestos que, como memoriales sororiales y colectivos, rescatan de la invisibilización y del olvido a las víctimas de nuestros días. Por último, señalamos particularmente los de las Madres de Plaza de Mayo en Argentina, relacionándolos con el relato de Jueces 11 que analizamos en la primera parte del artículo.
Palabras clave: Feminicidio, resistencia, sororidad, empoderamiento, memo-rial, es.
Abstract: Framed in the memory of the martyrs of El Salvador, and in light of the current reality, where violence against women does not stop, we read a story of the book of Judges. After referring to Judges as one of the books of the Hebrew Bible where appear more women and very diverse, we analize the story of the death –femicide– of Jephthah’s daughter, sacrificed to God by her own father. We analize the reac- tions both from the main characters as well as the narrator himself, pointing out, on one hand, the silence of some and, on the other, the memorial with what every year Israelite women remembered and denounced her death. We work later with the reality of sisterhood, as a way of empowerement for women. We recognize, then, in today’s Latin America and Argentina new gestures of resistence made by women, gestures that, as collective sisterhood memorials, rescue from invisibilization and obscurity the victims of our days. Lastly, we point out particularly the ones from Madres of Plaza de Mayo in Argentina, linking it with the story of Judges 11 that we analized in the first part of the article.
Keywords: Femicide, resistence, sisterhood, empowerment, memorial(s).
En el país del Nomeacuerdodoy tres pasitos y me pierdo (…) María Elena Walsh
Ella resiste porque es la memoria, ella resiste como vos y yo (...)Teresa Parodi
Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la historia. La memoria despierta para herira los pueblos dormidos
que no la dejan vivir libre como el viento (…) León Gieco1
Enmarcado en la memoria de los mártires de El Salvador2, aquienes recordamos y celebramos como Iglesia latinoamericanade un modo particular el 16 de noviembre de 2014, cuando secumplían 25 años de su martirio, y a la luz de la realidad actual,en la que la violencia contra las mujeres no se detiene, queremospresentar este estudio sobre memoriales de mujeres de ayer y de hoy,memoriales en los que la experiencia de sororidad se vuelve caminode empoderamiento para resistir a la violencia patriarcal. En estecontexto, hacemos nuestras las palabras de Jon Sobrino:
Desde la honradez con la realidad martirial, vivida de cerca, surgen una tras otra, inevitablemente, las preguntas más importantes. Ante todo, por qué les arrebataron la vida, qué causa defendían, quién es responsable, y también qué responsabilidadtenemos nosotros. Surge también la pregunta de qué exigen de nosotros, es decir, qué vamos a hacer con los mártires ycon qué debemos cargar para proseguir con su causa. Y por último, surge la pregunta de si esa vida entregada hace avanzar realmentela causa de Dios y de la humanidad, si los mártires cargan con nosotros y nos dan vida, o si todotermina en el absurdo.
Planteamos este artículo desde este posicionamiento que quiere«hacerse cargo» de los mártires, entendiéndolos tanto en el sentidomás estricto, el de aquellos que, siguiendo a Jesús, se solidarizaron con los excluidos y amaron con tal radicalidad hasta la desmesuradel amor que supone la entrega de la propia vida (cf. Jn 13,1), como en un sentido más amplio, esto es, el de las víctimas consideradas como mártires, porque «en ellas acaece el martirio primordial»4. Lo hacemos, en primer lugar, porque hablaremos del feminicidio5, y esto supone hacer memoria de miles y miles de víctimas asesinadas por razones sexistas a través de la historia y a lo largo y ancho del planeta –«mártires» en el sentido análogo, mujeres de todas las edades, condición social, raza, credo, cultura (…)–. Y, en segundo lugar, porque nos referiremos a algunos memoriales con que muchas mujeres, en una suerte de ritual sororial6, han denunciadola violencia patriarcal. De esta manera, y volviendo a las palabras de Sobrino, esas mujeres se hicieron cargo de aquellas preguntas, aunque quizás no se las formularan conscientemente, y siendo plenamente compañeras, amigas, madres, hermanas, asumieron esa causa que es la resistencia a la violencia patriarcal, algunas deellas llegando hasta el martirio en sentido estricto7.
Impacta encontrar huellas muy antiguas de estos memoriales. Por eso comenzamos con el estudio de un relato del libro bíblico de Jueces, relato que nos servirá de espejo donde mirar(nos) para pensar situaciones actuales. Ponemos, entonces, en un lugar de privilegio,la «razón narrativa», porque, como dice Francesca Gargallo: «Narrares una de las formas de dar a conocer. Está presente en todos lostiempos, en todos los lugares, en todas las sociedades y permite, en ocasiones, como ya lo decía Roland Barthes, la comunión entre seres humanos de culturas diversas»8. Nos referiremos luego a la sororidad,como el espacio existencial que vincula, mueve y sostiene a estas mujeres. Finalizaremos relacionando lo anterior con memoriales de mujeres realizados en Latinoamérica y la Argentina de los últimos años, particularmente los de las Madres de Plaza de Mayo.
1. Mujeres en el libro de los Jueces
Quizás por ser uno de los más violentos de la Biblia, más de unavez el libro de Jueces «ha sido considerado como un libro de varones,masculino»9. Sin embargo, dicholibro está poblado de mujeres, muchas y diversas, desde el comienzo al fin. Así, en el primer capítuloaparece Acsá, la mujer que reclama su herencia (1, 15) y en el últimode los capítulos, las mujeres de Iabés de Galaad (21, 10-14)10, y las jóvenes de Siloh (21, 15-23), raptadas unas y otras para ser utilizadascomo vientres, en función de la subsistencia de la tribu de Benjamín. En los restantescapítulos hallamos muchas más: en 4-5, Débora, profetisa, jueza y sabia y Jael,guerrera que mata a Sísara, el jefe del ejército enemigo de Israel. También aparecen la madre de Sísara(5, 28.30), la de Sansón (13) y la de Micah (17); las mujeres sabias queatienden a la madre de Sísara (5, 29-30); la mujer de Tebas, instrumento de humillación para Abimélec, un guerrero (9,53-54); la hija de Jefté (11, 29-40) y la mujer del levita (19), ambas muertas–asesinadas– en rituales machistas; y las mujeres consideradas como fatalespara Sansón: la filistea de Timná (14-15),la prostituta (16, 1-3) y Dalila (16, 4-20). Mercedes Navarro Puerto comentasobre estas mujeres de Jueces: «Todas ellas, aun cuando permanecen en el marco patriarcal y pretenden ser reconducidas a él por las estrategias del narrador, desafían las expectativas de género entendidas desde los patrones sexistas habituales»11. Por su parte, Edesio Sánchez señala que uno de los temas centrales en este libro, la decadencia religiosa y social, se va a expresar, justamente, en el modo en que el relator presente a las mujeres. Dice:
Las primeras mujeres aparecen como personas de empuje y valor, capaces de tomar decisiones sobre su propia vida y la de otros, y aun deejercer el liderazgo. Ellas son Acsá, Débora y Jael. Pero, a medida que avanza la historia, las mujeres van perdiendo protagonismo. Ya no toman iniciativas, sino que se van convirtiendoen víctimas del machismo individual y colectivo, del egoísmo y del cambiantehumor de los hombres y de una indecible violencia social12.
Jueces nos presenta, entonces, un mundo duro yviolento, y en ese mundo hay mujeres que ejercen una gran violencia y otras queson violentadas y torturadas hasta la crueldad. En estas historias encontramos,entonces, víctimas de ambos géneros; sin embargo, su estatuto no es el mismosegún el género del que se trate. Entre otras cosas, las mujeres asesinadas, como la anónima concubina del levita (cap. 19), son además, torturadas por sus asesinos;el fuego sacrificial de los rituales ejercidos por varones (11 y 19), tiene un valorsimbólico importante, con implicancias religiosas y políticas, que excluyeabsolutamente a las mujeres.
2. La muerte –asesinato– de la hija de Jefté y el memorial que la denuncia
Para nuestro análisis nos detenemos particularmente en una deestas narraciones, la que se nos narra en Jueces 11,29-40. Como se trata de un pasaje no tan conocido,comenzamos transcribiendo literalmente los versículos más importantes:
El espíritu de Yahvé vino sobre Jefté que (…) pasó por donde los amonitas. Y Jefté hizo un voto a Yahvé: «Si entregas en mis manos a los amonitas,el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando vuelvavictorioso de los amonitas, será para Yahvéy lo ofreceré en holocausto». Jefté pasó delante de los amonitas para atacarles. Y Yahvé los puso en sus manos (…).
Cuando Jefté volvió a Mispá, a su casa, he aquí que su hija salió a su encuentro bailando al son de las panderetas. Era su única hija; no tenía más hijos que ella. Al verla, rasgó sus vestiduras y gritó: «¡Ay, hija mía!¡Me has destrozado! ¿Habías de ser tú la causa de mi desgracia? Se me fue la boca ante Yahvé y no puedo volverme atrás». Ella le respondió: «Padre mío, aunque se te haya ido la boca ante Yahvé, haz conmigo lo que prometiste, ya que Yahvé te ha permitido vengarte de tus enemigos, los amonitas». Después dijo a su padre: «Hazme solo esta gracia: déjame libredos meses para ir a vagar por las montañas y llorar con mis compañeras mi virginidad». Él le dijo: «Vete». Y la dejó por dos meses. Ella se fuecon sus compañeras y estuvo llorando su virginidad por los montes. Alcabo de los dos meses, volvió donde su padre y él cumplió en ella el voto que había hecho. La joven no había conocido varón. De aquí vienela costumbre que hay en Israel de que todos los años las hijas de Israel vayan a lamentarse cuatro días al año por la hija de Jefté, el gala adita.
Para entendermejor el texto, ubiquémoslo en el contexto. El libro de los Jueces nos pinta una etapa violenta de la historia de Israel. Nos relata hechos ocurridos entre el establecimiento del pueblo en la tierra prometida (alrededor del 1200 a.C.) y la institución de la monarquía (1030 a.C.). Se tratan casi siempre de episodios guerreros, determinadospor el ataque y opresión de enemigos externos, que ponían en peligro la seguridad e incluso la existencia de una o varias de las tribus israelitas.Ante esta amenaza, y como respuesta al clamorde su pueblo, Dios suscitaba un «Juez»13, un caudillo o salvador (2,16; 3,9.15) que se ponía al frente del pueblo y conducía una acción militar destinada a eliminar el peligro. Podríamos hablar de caudillos «carismáticos»porque actuaban siempre bajo el impulso del «espíritu de Yahvé»que venía sobre ellos14. Uno de estos caudillos fue Jefté, personaje principal de nuestra historia.
Parece que todo elcapítulo 11, en el que la guerra contra los amonitas ocupa tan poco lugar, se hubiera escrito sobre todo enfunción del episodio del voto de Jefté, a tal punto que se lo presenta como «el clímax del relato»15. Indudablemente, dicho relato tenía granimportancia, y hoy, como entonces,nos conmueve y no nos permite quedar indiferentes. En concreto, Jefté harealizado un voto: ofrecer en holocausto16 al primero que salga de su casa, si vuelve victorioso.Como sabemos, según una creencia bastante común en la antigüedad, el que habíahecho una promesa no podía arrepentirse, sino que debía cumplirla de modoindefectible17. Así podemos entenderlas palabras de Jefté a su hija: Se me fue laboca ante Yahvé y no puedo volvermeatrás. Ahora bien, al iniciodel texto se nos insinúa la inutilidad de ese voto y, hasta la falta de fe de estejuez, porque se nos ha dicho expresamente que elespíritu de Yahvé vino sobre Jefté. La presencia de Dios es garantíade victoria; él debía confiar en Dios y no en algún voto que pudierarealizar, más aún cuando este supone el sacrificio de vidas humanas. Pareciera que Jeftéquisiera probar a Dios, más que aceptar eldon de su espíritu18. A lo largo detodo el relato Jefté actúa motivado por sus propios intereses, aún en el momento enque la niña le saleal encuentro y él debiera haberse retractado del error de su voto19. Es más, la convierte en chivo expiatorio al acusarla a ella misma de dicho error: ¡Ay hija mía! ¡Mehas destrozado! ¿Habías de ser tú la causa de mi desgracia? De allí que, a pesar de calificar al voto de Jefté como «superfluo e impropio, pero legal», por lo cual, «debe cumplirlo», Mercedes Navarro Puerto dice que«el narrador parece culpar de la ruina de Jefté a las mujeres, la madre extranjera (considerada prostituta) y la hija»20. Así, de víctima, la joven pasa a ser a victimaria, porque pareciera que es ella la responsable de que Jefté quede sin descendencia.
Uno de los núcleos temáticos desde donde más de una vez se ha leído este pasaje es el de los silencios del relato21,que, por repetitivos e inesperados, provocan desconcierto y rechazo22. Nos referimos alos silencios de la madre de la joven, de Dios, del mismo relator. Lamadre no aparece en ningún momento de la narración y ni siquiera senos explica el por qué de su ausencia. La solución más simple frentea este silencio absurdo, es pensar que Jefté fuera viudo. Otro motivo podría ser la cualidad de extranjera de la mujer, lo que suponía una suerte de exclusión23. Pero también podría ser que en una sociedad eminentemente patriarcal como la israelita, el único ámbito donde lamujer podía tener alguna influencia era en la casa; y el relato transcurre fuera de la misma. Por otra parte, Mercedes Navarro nos descubre un trasfondo cultural en este silencio, cuando comenta al hablar de las consecuencias prácticas de la política sexual en el Antiguo Testamento:
Los hijos aparecen a menudo protegidos por susmadres (…) Las hijas, por el contrario, aparecen huérfanas de madre. Parece quesolo tienen padre. No hay palabras que las una y las relacione entre sí. Se ha silen- ciado, se ha anulado ese espacio del que se ha apropiado indebidamente el hombre, adueñándose del cuerpo de las mujeres exclusivamente como madresde/para hijos varones (...) ¿Dónde están las madres de Dina, de la hija deJefté, de Betsabé, de Tamar, de laconcubina del levita?24.
Más desconciertoaún, y hasta dolor, causael silencio de Dios. Es que al leer el texto no podemos dejar de pensar en el sacrificio de Isaac (Gn 22,1-19) y recordamos,entonces, aquellas palabras salvadoras: No alargues tu mano contra el niño, ni lehagasnada (…) (v.12). Así, desde los comienzos de su historia, Israel aprendió que Yahvé era el Dios de la vida y que no queríasacrificios humanos. Estos estaban terminantemente prohibidos por la ley, quelos presentaba como unaabominaciónpara Yahvé (Dt 12,31; cf. Lev 18,21; 20,2-5). Por eso, a la luz de la intertextualidad, podrían aplicarse a la lectura de Jue 11 lo que Mercedes Navarro comenta de la de Jue 19, donde se narra otra historiade extrema violencia y crueldad contra lasmujeres, la de la violación,muerte –asesinato– y descuartizamiento de la concubina dellevita, seguido además por Jue 20 y 21 donde se ven las consecuencias de estos hechos macabros: la guerra intertribal fratricida que deja alborde del exterminio a la tribu deBenjamín, la cualse rehace a partir del raptoy la violación masiva de mujeres que son utilizadas como vientres1. La autoraseñala: «Esta historia estan degradante y tan dura quelleva a cualquier lector de hoy apreguntarse todo lo que antes decía.¿Quién se ocupa dela mujer, de la inocentea la que le tocó perder?¿Dónde estaba Dios? ¿Qué dice de ello:lo aprueba o lo desaprueba?»2.
Volviendo a Jueces 11, y desde una «hermenéutica de lasospecha»3,podemos preguntarnos si el silencio de Dios no será más bien una imagen distorsionada originada en el silencio del narrador, silencio este que nos desconcierta y nos subleva. Porque desde esa misma ley en contra de los sacrificios humanos que hemos mencionado, en los pocos casos en que los israelitas los practicaron, se los con denóexplícitamente: «Comenzó a reinar Ajaz, hijo de Jotam, rey de Judá(…) Pero sus hechos no fueron rectos a los ojos del Señor su Dios (…)pues hasta hizo quemar a su hijo en sacrificio, conforme a las prácticas infames de las naciones que el Señor había arrojado de la presencia de los israelitas» (2 Re 16,1-3; cf. 21,6; Jer 7,30-31; 19,4-5; 32,35). En nuestro texto el relator no pronuncia ningún juicio sobre la calidad moral de la acción realizada por Jefté, sino que se limita a referirnos el hecho. En una suerte de manipuleo del/de la lector/a, este mismo silencio ha llevado a juzgar a Jefté simplemente por su conciencia errónea, cuando el homicidio, por muy «piadosas» que parezcan suscausas, no puede justificarse jamás. De allí que, desde la mencionada hermenéutica de la sospecha, nos preguntamos si el silencio del narrador no fue ex profeso, porque en ese contexto patriarcal no se cualificaba néticamente de la misma manera el sacrificio de un niño o el de una niña28.
Por otra parte, pensamos que el narrador manipula al lector no solocon estos silencios tan inexplicables como escandalosos, sino también con discursos que nos desconciertan y dan que pensar. Nos referimosa las palabras que pone en boca de la joven, después que Jefté le comunica su voto: «Padre mío, aunque se te haya ido la boca ante Yahvé, haz conmigo lo que prometiste, ya que Yahvé te ha permitido vengarte de tus enemigos, los amonitas» (v. 36). Como señala Navarro Puerto29,este discurso «sereno y de aceptación, distante, sin victimismo ni autocompasión», contrasta enormemente con el «discurso egocéntrico,victimista y trágico» de Jefté, quien acusa a la joven, de su desgracia30, aunque ella nada supiera del voto de su padre. De allí que la autora apunte que este mismo contraste «induce sospechas», aclarando luego:
Estas se confirman cuando los comentaristas,predicadores y exegetas, siguiendo al narrador, alaban la postura de la muchacha que acepta y se somete, y cuando muchas delas estudiosas feministas pretenden encontrar resquicios salvables entrando,por ejemplo, en la perspectiva del narrador que presenta a Re’ah31 con enorme dignidad al aceptar la inevitabilidad del cumplimiento del voto, cuando lo cierto es que el padrepodría haber conmutado su objeto32.
Y acá es donde aparece en toda su importancia la última parte del relato: las otras palabras que el narrador pone en boca de la joven–«Hazme solo esta gracia: déjame libre dos meses para ir a vagar por las montañas y llorar con mis compañeras mi virginidad»–, los dos meses que pasa en compañía sororal con sus amigas y, por último, elgesto y el memorial del que se nos da constancia al final del relato:«De aquí viene la costumbre que hay en Israel de que todos los años las hijas de Israel vayan a lamentarse cuatro días al año por la hijade Jefté, el gala adita». Como dice Mercedes Navarro: «La memoria del sepulcro que le es negada, la memoria viva de los hijos que no puede tener, es sustituida por un memorial de mujeres que lloran con ella su desaparición y que es repetido en Israel cada año como liturgia para preservarla del olvido»33.
No conocemoscómo realizaban las mujeres dicho memorial. Quizás el ritual incluía algún tipode procesión34. La costumbre nossugiere que narraban todos los años la historia de la hija de Jefté. Ca- minando, cantando, recitando, recordaban y actualizaban la muerte joven. Las amigas que acompañaron durante dos meses a la niña ensu llanto porque iba a morir virgen35, siguieron lamentándose, y lo hicieron repetidamente, cada año, con un gesto público de denuncia. Como nos dice Auzou:
La sencillez del relato bíblico está sumamente alejada del cuento legendarioy de la leyenda cultual. Y si las doncellas de Israel tuvieron la costumbre de conmemorar lamuerte de su desgraciada hermana, no lo hacían por aguardar o por lograr que ella volviese de nuevo a la vida, como endeterminados ritos religiosos vinculados con el ciclo de la vida natural, sino como se celebra sencillamente un luto muy memorable, una desgracia infinitamente lamentable, una muerte que jamás debía reproducirse36.
El silencio del relator, que no denunció el gesto de Jefté comomalo a los ojos de Yahvé (cf. 2 Re 16,2-3; 21,2.6; Jer 7,30-31; 32,30.35),produjo un corrimiento de sentido del texto: transformó el relato del asesinato de una joven en el sacrificio de una virgen. La presencia sororal de las mujeres y el ritual que ellas realizaban todos los años nos darán el verdadero sentido. Como nos dice Gienini:
Frente al símbolocentrado en Jefté emerge un contra-símbolo: el memorial que condensa varios aspectos y hacia el que se vuelvea desplazar el sentido. Al poder de la palabra del padre que determina lasuerte de su hija, se le opone la fuerza de la palabra femenina que, como letanía, la condenaperpetuamente (…) Frente a la soledad personal de Jefté y al permanente conflicto con sus congéneres se opone la imagen de solidaridad de la niña que antes de su muerte es rodeada por sus amigas,excluidas también del sistema, y juntas lloran por su crueldad, injusticiay perversidad. Al llanto de esas niñas se suman las voces femeninas que no están dispuestas ni a minimizar ni a olvidar esta muerte (…) El memorial no es la exaltación de la víctima sino un lugar de encuentrodonde se devuelve la voz a la mujer37.
Antes de estamuerte atroz, las amigas acompañaron con su llanto durante dos meses a lajoven. Decían un «no» al horror de esta muerte sin sentido, queconvierte a esta joven que estaba enla plenitud de la vida en una víctima inocente y absurda.Muere, pero su muerte es perpetuada por un memorial que significa resistencia a la violencia.Otras hijas, «las hijas de Israel»,impiden el olvido con un ritual conducido por mujeres solas. Así, la identidad de la joven, no es la de hija sinola de compañera38,identidad elegida por ella misma y que se perpetúa en ese memorial, realizado por las mujeresque se autocomprenden y se posicionan, ellas también, como amigas y compañeras. Después de treinta siglos la voz de estas mujeres –las que no tenían voz en una cultura eminentemente patriarcal– sigue escuchándose, contándonos otra versión de la historia, distinta a la que el relator pretendió transmitirnos con sus silencios inexplicables y quelos intérpretes oficiales siguieron ratificando durante siglos hasta hoy.
3. La sororidad como empoderamiento
Hemos escritoque se puede definir la sororidad como la hermandad entre mujeres39. La expresión viene del latín soror, sororis,hermana, e -idad, relativo a, calidad de40. Enuncia los principios ético-políticos de equivalencia y relación paritaria entre mujeres. Al propiciar la confianza, el apoyo mutuo,el reconocimiento recíproco de la sabiduría y la autoridad, para muchas mujeres la sororidad es una experiencia profundamente positiva en su vida. Marcela Lagarde y de los Ríos afirma:
La sororidad es una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo.Es una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y la alianza existencial y política, cuerpoa cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con accionesespecíficas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyomutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital decada mujer41.
A su vez, el neologismoempoderamientoha sido acuñado recientemente como una categoría de análisis social para referirse a procesos por los cuales sujetos subalternos logran poder, entendiendodicho poder como capacidad para manejar la propia existencia y paradefinir los propios proyectos de vida, dos exigencias ineludibles en orden a que dichos sujetos puedan abrir(se) espacios de participación social, transformando asísu situación de subordinación y logrando ser sujetos políticos. Vinculando el empoderamiento a lasmujeres, comentan Virginia Azcuy yMarta Palacio:
El empoderamiento de las mujeres –término que proviene del inglés empower/empowerment–, en cuanto capacidad de acción, es una práctica feminista que tiene que ver con la posibilidad de las mujeres de tomarla palabra e incidir en la acción política colectiva a través de constituir redes entre sí. Como modo de construir poder a través de los pactos oalianzas críticas entre mujeres, el empoderamiento es una práctica que pretende contrarrestar la dispersión y confinación atomizada en los espacios privados, causa histórica de la debilidad política de las mujeres dentro de la estructura patriarcal42.
En el casoespecífico del empoderamiento de las mujeres, la sororidad es un camino fundamental, tanto que para algunas ha sido y es el camino. Al respecto, agregan Azcuy y Palacio: «El empoderamiento implica “sororidad” o relaciones de solidaridad, hermandad y cooperación entre las mujeres, de modo tal que pactando puedan constituirse en sujetos políticos para producir nuevas simbolizaciones y discursos distintos a los del patriarcado, operar cambios y orientaracciones feministas en los ámbitos sociales»43.
Ahora bien, y ahondando acerca de la sororidad, con enorme lu- cidez Marcela Lagardeseñala que nose trata necesariamente de que nos amemos, aunque lo hagamos más de una vez. No se trata tampocode concertar siempre, compartiendo una fe común, nide coincidir en cosmovisiones que terminan siendo impuestas. Se trata, encambio, de pactarcon cada vez más mujeres algunas cosas, más de una vez demanera limitada y puntual; de sumar y crear vínculos. Es «asumir que cada una es un eslabón de encuentro con muchas otras y así de manera sin fin. Al pactar el encuentro político activo tejemos redes inmensas que conforman un gran manto que ya cubre la tierra (…)»44. Y esto en oposi- ción consciente a la enemistad y violencia entre las mujeres, enemistad promovida ex profeso en una cultura que busca «la competencia rival y la desidentificación de género entre las mujeres como mecanismos de reproducción patriarcal»45. Por el contrario, la sororidad busca, y ya es al mismo tiempo, la concreción de formas de empoderarse de las mujeres, en orden a aprovechar las capacidades, los bienes, las oportunidades, los recursos a favor de una misma y, por ser una experiencia colectiva, a favor de muchas. Al afirmar la autoidentidad y la autoestima de género, potencia la fortaleza y la confianza en una misma y en el colectivo de mujeres, en las habilidades y capacidades propias, así como el acceso arecursos necesarios para regir, resignificar y enriquecer la propia vida.
4. Memoriales en Latinoamérica y la Argentina de las últimas décadas
Decíamos alcomenzar que este artículo, donde presentamos nuestra investigación sobre la narración acerca del sacrificio de la hijade Jefté, está enmarcado en la memoria de los mártires de El Salvador,a quienes recordamos y celebramos como Iglesia latinoamericana al cumplirse 25 años de su martirio en noviembre de 2014, y, también, que lo hacíamos a la luz de la realidad actual, en la que la violencia contralas mujeres no se detiene. Podría parecer que hay poca relación entreambos escenarios. Pero cuando asumimos que, como profesionales de las Ciencias Humanas, debemos ocuparnos y preocuparnos por generar espacios de reflexión en torno a los actoresy sus prácticas sociales envinculación con los procesos socio-políticos-culturales contemporáneos, entonces las relacionesaparecen más evidentes.
De allí quehayamos leído esta narración desde y para nuestra realidad, yaque descubrimos en nuestro continente y, dentro del mismo,en nuestro propio país, gestos muysimilares al que nos trae la narracióndel libro de Jueces, esto es, el encuentro y la participación de mujeres en organizacionesy movimientos que se unieron e hicieronmemoria, una memoria que,en muchos casos, fue expresiónde resistencia y denuncia,produciendo más de unavez cambios significativos en sus espacios sociales. Estos movimientos, son muy diversos,dado las épocas y lascausas que los originaron, los objetivos que los impulsaron,su conformación social, las teorías quelos sustentaron46. Dada la similitud en las demandas de fondo, que hacen a la superación de los problemas y males que aquejan a las mujeres47 y al reconocimiento de sudignidad como tales, de sus derechos, de su condición de sujetos, más de una vez se unieron cooperando mutuamente. Hacemos un breve racconto de estos movimientos, para detenernos luego particularmente en el análisis de uno de ellos, relacionándolo conel texto del libro de Jueces.
En Latinoamérica, comenzamos por los movimientosde resistencia a los feminicidios enCiudad Juárez, México, tales como Nuestras Hijas de Regreso a Casa, 8 de Marzo, Voces sin Eco, Mujeres de Negro, Mujeres por Juárez y Justicia por nuestras Hijas48. La gran cantidad de movimientos, grupos y asociaciones, de gestos y acciones de las mujeres en Ciudad Juárez, es un signo de la gravedad del problema que enfrentan49. Recordamos también los movimientos de mujeres en Guatemala50, entre otros, Movimientode Mujeres Tz’ununija, Asociación de Mujeres Indígenas de SantaMaría Xalapán (amismaxaj), Red de Organizaciones de Mujeres deIxcán (romi)51; a la ong Viva Río contra las violencias urbanas en Río de Janeiro, Brasil52; los movimientos de resistencia pacífica ante el conflicto armado interno en Colombia, tales como Ruta Pacífica de las Mujeres, Iniciativa de Mujeres por la Paz, Asociación Nacional de Mujeres Campesinas e Indígenas y Negras de Colombia –anmucic–53;al grupo coMadres, Comité de Madres Arnulfo Romero, madres que peticion an ayuda y justicia por sus hijos presos y desaparecidos en El Salvador54, y el de las Madres de Héroes y Mártires de Nicaragua, unaconstrucción del contexto revolucionario y contrar revolucionario55; alos movimientos de mujeres por la supervivencia tras las crisis de los ochenta y los noventa, con sus Comedores Populares, Ollas Comune so las Cunas (guarderías) y otras estrategias56.
Por su parte, en Argentina,en las últimas décadas, también encontramos numerosos movimientos,agrupaciones, ong, muchas veces liderados por mujeres, que manifestaron ymanifiestan su resistencia a la violencia a través de ciertos gestos o ritualesque podríamos considerar «memoriales». Quizás, las que más se destacaroncomo símbolo de lucha fueron las Madres57 y las Abuelas de Plaza de Mayo58; pero también podemos mencionar, entre otros, a los padres y las compañeras de María Soledad Morales y tantos que los apoyaron con las marchas del silencio en Catamarca, bajo el liderazgo de supropia madre y de la Hna. Marta Pelloni59; a la Asociación Civil Lacasa del Encuentro con su Observatorio de Feminicidios en Argentina«Adriana Marisel Zambrano»60; a las mujeres de ammar –Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina– cuando se manifestaron y se manifiestan contra los abusos policiales o de sus «clientes», algunos que terminaron en feminicidios61. Dora Barrancos comenta que «Conla reapertura democrática hubo un intenso movimiento feminista y de mujeres (…) Resulta difícil realizar con toda justicia el registro de las numerosas organizaciones que surgieron en muy diferentes áreas del país durante el período que analizo»62. Y más adelante aclara que «la violencia doméstica, el abuso sexual, la situación delas mujeres de los sectores populares en relación con los derechos reproductivos, las prerrogativas civiles y políticas y la estrategia para incrementarlas, constituían los problemas que más constataban en las agencias feministas»63.
Hemos nombrado apenas unos pocosde la gran cantidad de esos movimientos y organizaciones que existen a lo largoy ancho de Nuestra América y de Argentina. Entendemos que bastan como ejemplos.
5. Memoriales de ayer y de hoy
Relacionándolo con la primera parte de este artículo, analizamos particularmente los gestos de las Madres de Plazade Mayo. Lo hacemos porque vemos numerosas coincidencias con el texto bíblico trabajado. Estamos conscientes de que en los últimos años estaasociación ha sido muy cuestionada y su imagen se ha deteriorado enormemente, sobre todo por muchos de los gestos y las palabras de quien es, por lo menos en los medios, su referente principal, Hebe de Bonafini64, y por las acusaciones de corrupción quetocaron y tocan a la asociación, sobre todo por el «caso Schoklender». Aún así,nos referimos particularmente a ellas, porque es incuestionable su luchapor los derechos humanos e innegable el valor de signo que se les hareconocido, en Argentina misma e internacionalmente. Jane Jaquettecomenta al respecto: «El más famoso de estos grupos65, las Madres de Plaza de Mayo de Argentina,tuvo un impacto sin precedentes y vinoa simbolizar la indignación de la sociedad civil contra los regímenesburocrático-autoritarios de la región en su conjunto»66. Como se sabe, esta asociación comenzó cuando un grupo de mujeres se unieron alencontrarse realizando las mismas acciones en orden a lograr información y explicación acerca de lo que había ocurrido con sus familiares desaparecidos, luego de ser apresados en muy diversos escenarios, en tiempos de la dictadura militar iniciada en1976. Como señala Dora Barrancos:
Fue entonces que los familiares, además de presentar ante laJusticia los indispensables habeas corpus, comenzaron a trajinar desde las co- misarías y puestospoliciales hasta las instalaciones del Ministerio del Interior, pasando por instituciones de la Iglesia –obispados, arzobispados y capellanías militares– en procura de datos queles permitieran saber el paradero de hijos, hermanos, sobrinos. A menudo debíanrecorrer morgues y hospitales para tratar de reconocer a los seres procurados. Se distinguió de inmediato una abundante presencia de mujeres,así como su constancia por averiguar paraderos y exigir noticias, y fue esa insistencia lo que las llevó a asumir la identidad de Madres de Plaza de Mayo67.
Detallamos las coincidencias que vemos entre las Madres y el relato de Jueces 11:
Las Madres son toda una riqueza de símbolos (…) La Argentina es un país muy patriarcal (...) Lo que se espera de una mujer es que sea una«buena esposa y madre» y que se quede en su casa a preparar la comida. Las Madres se apresuraron a decir que ellas se proponían lograr lo que sus maridos no habían sido capaces de hacer: enfrentarse con el gobierno, por su angustia de madres que las apremiaba a hacerlo68.
Estas mujeresno se consideraron a sí mismas feministas, pero supieron entender muy bien susimbolismo y su verdadero poder como mujeres. No consideraron la maternidad o la amistad solo como un sentimiento, sino como la responsabilidad de velar por el cuidado, el reclamo y laprotección de la vida. Como dicen Schmuckler y Di Marco: «[Las Madres] representan el ejercicio de la maternidad social, la salida a lo públicopara buscar al hijo y a todos los hijos. Las Madres representan un nuevoconcepto de maternidad»69.
Perder un hijo es siempre una tragedia, perohay que elaborarlo para no quedar prendida en ese laberinto y poder ayudar aquienes están en la misma situación. La soledad nunca esuna buenareceta si se quiere saber la verdad (…) Actualmente, con los grupos,las mujeres se fortalecen, se sienten útiles ydescubren que el horror es algo que no solo le pasa a ellas, sino también amuchísimas otras. Todas tenemospuntos en común: fuimos madres y hemos perdido a un hijo (…) Azucena Villaflor fue la que lanzó nuestraproclama inicial: «Todas por todas y todos son nuestros hijos». ¿Qué queremosdecir con esto? Es una promesa de las Madres: nuestralucha no es individual, es colectiva. A lo largo de estos años, si no fuera poresta filosofía, hubiese sido muy difícil afrontar tantas adversidades70.
Desde esta redque las sostiene sororialmente es desde donde ellas se empoderan, haciendo desu lucha una causa política. Como sigue narrando Nora Cortiñas: «Nosotras ya nosomos madres de un solo hijo, somos madres de todos los desaparecidos. Nuestro hijo biológico se transformó en 30 000 hijos. Y por ellos parimos una vida totalmente política y en la calle»71.
Conclusiones
El estudio de la historia de la hija de Jefté en el libro de Juecesnos mostró distintas formas de violencia (física, simbólica, religiosa y narrativa), practicada sobre los cuerpos de las mujeres, sus vidas, sus historias y sus palabras. Esta perspectiva nos permitió también descubrir algunas de lasresistencias inscriptas en el mismo texto, aunque este se haya escrito en un contexto patriarcal. Son resistencias que desde aquellasépocas remotas hasta nuestros díashan continuado más de una vezgracias a la red que supone esa síntesis de compañerismo, amistad y/oparentesco que es la experiencia de sororidad, una experiencia que se convierteen nuevas pautas de relación entre mujeres, conocidas y desconocidas, aún entre las quediscrepan. Dicha sororidad, que nos inspira y sostiene desde aquellas que podemos considerar nuestras «antepasadas», se plasma y seexpresa como voluntad de apoyo que nos nutre y empodera a las mujeres, ya que vivimos y nos movemos aún en contextos, estructuras, instituciones yculturas patriarcales.
La sororidad se manifiesta en movimientos de mujeres que construyen trenzas, redes, tejidos, mosaicos, para ligar las dinámicas vividas y producidas por ellas mismas y otras mujeres. Con diversas magnitudes, madurez, recursos, oportunidades y desafíos, estos movimientos están presentes en casi todas las ápocas, las regiones, las naciones, las culturas, las religiones del mundo. Aunque su impacto también es diverso, no hay duda que después de tanto tiempo, símbolos, gestos, acciones, dichos movimientos están dando lugara modificaciones en los sistemas de valores y criterios de juicio, las tradiciones de pensamiento, las costumbres sociales y políticas, los ambientes culturales, la conciencia ético-religiosa de la gente. En definitiva, estos movimientos constituyen un signo de esperanza, porque suponen la afirmación y la lucha por un mundo libre de violencia.
Por eso quieros terminar haciendo nuestras las palabras deMarcela Lagarde, palabras que reflejan nuestra propia experiencia y la de tantas otras: «¿Qué sería de las mujeres sin nuestras madres, hijas, abuelas, sin nuestrasparientas? ¿Qué sería de nosotras sin nuestras compañeras y nuestras amigas? ¿Qué sería de nosotras sin nuestras ancestras?»86.
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Notas
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