Resumen: El presente ensayo quiere reflexionar sobre la experiencia y los obstáculos –que a veces llegan a ser verdaderas contra indicaciones– de un doctorado en filosofía a partir del desafío personal que representa la decisión de tomar este camino académico y profesional, hasta la conclusión de la tesis y la defensa final del trabajo. Las consideraciones que siguen se enfocan en algunos elementos típicos que el estudiante enfrenta durante su aventura personal y universitaria de estudios doctorales, como la relación con el director de tesis, el desarrollo de la investigación, la preocupación por la financiación, etc. El campo de mediación y/o batalla entre la filosofía como trabajo (ocupación dirigida a la sustentación económica) y como forma de vida (que a pesar de las dificultades del mundo laboral académico contemporáneo requiere mucha dedicación, vocación y pasión) es la soledad del doctorando.
Palabras clave:Estudiante doctoralEstudiante doctoral,retosretos,filosofíafilosofía,estilo de vidaestilo de vida.
Abstract: This essay’s goal is to think about experiences and obstacles –sometimes even counter-indications– of a Philosophical Doctorate, from the personal challenges of taking this professional and academic path until thesis conclusion and defense. Following considerations focus on day-by-day personal and college adventures for a PhD student, including relationship with thesis director, research development, founding concerns, etc. The battlefield of philosophy as a job (as income source) and philosophy as a lifestyle (which, despite all academic and job difficulties, requires dedication, vocation, and passion) is the loneliness of PhD student.
Keywords: PhD student, challenges, philosophy, lifestyle.
Navegando melancólicamente en el horizonte de la soledad. Problemas y desafíos del doctorado en filosofía: entre escuela de vida e hiperespecialización
Melancholy sailing of loneliness horizon. Problems and challenges of Philosophical Doctorate: in between the school of life and hyper-specialization
Recepción: 30 Junio 2018
Aprobación: 15 Agosto 2018
Estudiar un doctorado en filosofía no sirve para nada. Es una decisión económicamente contraproducente y que no ayudará en su desarrollo laboral, ni en su sustento independiente. A menos que usted tenga, en el fondo de sus jóvenes y aún vagos ideales, la inquebrantable convicción de querer intentar una larga y difícil carrera académica, superando con perseverancia y abnegacióntodas las etapas y las humillaciones propias del cursus honorumuniversitario, lo que, en realidad, es simplemente una refinadareformulación del concepto oximorónico del «peonaje intelectual».
Intentando afirmar, constante e inútilmente, la profundidad de sus investigaciones y la amplitud de sus conocimientos filosóficos frente a los mecanismos jerárquicos y mafiosos de «selección de lpersonal» -permeado también por las dinámicas académicas-, el peón filosófico está destinado a pensar que hoy en día la universidades solo una plaza de mercado como otras, un gran negocio, una empresa donde están vigentes las reglas del capital. Si usted no tiene esta aspiración subconscientemente (auto-)masoquista es mejor querenuncie de inmediato, para no arriesgar su salud mental1, para no gastar un sinnúmero de horas no pagadas de su vida en un trabajo puntual y riguroso que nadie leerá, y para no llegar al amplio mundo del mercado laboral y de sus rutilantes ofertas de forma tardía y desprevenido. En ese mercado laboral lo único que escuchará, ofreciendo sus servicios de alta formación humanística e intelectual, será la repugnante cantilena con la que termina la formulación de sucurriculum vitae: el rechazo es categórico, usted está sobre-calificado.
Efectivamente, en el ámbito europeo, el título de doctor tiene el nefasto efecto, al menos en el ámbito de las humanidades, de dificultar considerablemente la entrada en el mundo laboral, la «subida» a un empleo extra-académico. Respetando justamente el trend de la vieja Europa, y sobre todo de la viejísima Italia, donde tener más estudio equivale a menos oportunidades de trabajo y, por ende, menos dinero, el título de doctor se transforma, afuera de la academia, en un naufragio de esperanzas y en una pérdida monstruosa de tiempo. Doctorado y búsqueda de empleo parecen ser una antítesis absoluta. Piensen en todas las horas de trabajo y estudio dedicadas a la tesis de doctorado, y en cuanto sumaría el pago total si fueran retribuidas hasta con el mínimo salarial. Dentro de la academia, el título de doctor es simplemente una etapa insignificante(aunque requerida y por supuesto necesaria) que, una vez que ha iniciado, no cambia en nada la condición del recién matriculado que, ontológicamente, sigue siendo «estudiante», «doctorando», «aspirante doctor»: literalmente quien, movido por el deseo de alcanzar algo, es un eterno participio presente. Alcanzar la meta ytransformarla en algo pasado ya es otro asunto.
Dicho esto, en lo que se refiere al doctorado en sí mismo, hay además toda una serie de elementos aporéticos (del griego, derivado de, es decir: «cosas que nos arrojan en la indecisión, en la incertidumbre») que definen los tópoi clásicos que cada estudiante se encuentra obligado a enfrentar durante su aventura personal y universitaria de estudios doctorales. La característica común de estos lugares de (in-)decisión del doctorando es el hecho de aparecer, inicialmente, como factores aparentemente externos, propios del ambiente de trabajo. Sin embargo, lentamente y por medio de un proceso de erosión constante de las certezas y de la auto-estimación del sujeto ya matriculado -es decir: del sujeto ya sujetado al número de matrícula como diferencia específica que lo define respecto al genos «homo»-, estos elementos llegan a ejercitar un impacto profundo y directo en su interioridad, y sobre todo en la construcción de la dimensión afectiva de su actividad investigativa en general, hasta el punto de poder condicionarla hacia el éxito o hacia el fracaso. En Alemania se estima que solo la mitad (y en algunos casos solo una tercera parte) da los doctorados son completadossatisfactoriamente y concluidos. 2
Estudios demuestran que los motivos de tal matanza intelectual no residen simplemente en la dificultad -común a casi todas las ins-tituciones universitarias de muchos países europeos y extra-europeosque son víctimas, en tiempo de crisis económica, de recortes en el campo de la educación- de hallar financiaciones adecuadas. El mis-mo sistema científico y su funcionamiento contribuyen en manera decisiva al abandono de la carrera doctoral, a través de la presión ejercida por las dinámicas de marcada competitividad, a través de modelos de evaluación orientados a la prestación, al rendimiento y la eficacia (el famoso Leistungsdenken), y -dulcis in fundo- a través de una gestión elitista y muchas veces turbia (ahora llamada «manage-ment») de la Academia y de su administración. No es el caso, aquí, de iniciar una disertación sobre la gestión mafiosa de la universidad en muchos países; es suficiente leer los periódicos para enterarse que el ideal de un «sistema de valoración de los individuos basado exclusivamente en los propios méritos» puede ser exclusivamente el título para un Libellus de optimo reipublicae statu, efectivamenteuna utopía del tipo de Tomás Moro...
De cualquier forma, el mínimo común denominador de todas las encuestas sobre la alta tasa de interrupción de los doctorados es expresado por la siguiente amarga toma de consciencia: «la inves-tigación científica hace mucho ruido alrededor de poco contenido». O como dicen en Italia: el trabajo académico de un doctorando es «mucho humo y bien poco asado».
Para los jóvenes investigadores tomar definitivamentela decisión de abandonar el doctorado, aquello por lo cual han literalmente peleado día a día durante una buena parte de su vida, no es una cuestión ligera. Frecuentemente, al inicio del doctorado, os primeros pensamientos de renuncia y la efectiva interrupción de los estudios pasan años enteros, años de difíciles ponderaciones y constante vacilación. Un punto de convergencia de todas estas preocupaciones es la relación con el director de tesis. La relación es siniestra: él representa el tutor de la tesis, el empleador (¿o patrón?) y el experto en materia que debe avalar definitivamente el producto dela investigación. El profesor asigna el tema, da el trabajo y asigna las becas y decide, al final, sobre el título y la nota final, muy a menudo con intereses extraacadémicos. La condición ideal de relación con el profesor sería un vínculo -académico- fundado en la confianza laboral, en el respeto de la independencia intelectual y en la mutua colaboración entre maestro y alumno/colaborador. La dura realidad, conocida por muchos amigos y colegas, es que parece una relación(absolutamente privada de cualquier dialéctica) entre el amo y elesclavo3.
Todo comienza con la difícil búsqueda de un tutor que consienta, convencido del potencial filosófico, de tutorar el proyecto de investigación. Si la propuesta es aceptada, el inicio es normalmente muy prometedor. Con todos los documentos a la mano usted puede matricularse e iniciar a desarrollar lo prometido. Una vez aceptado en el grupo de doctorandos se anuncian los problemas. Para postular una beca usted precisa de una carta de presentación de su profesor, que se revela muy poco localizable. Si el caso es propicio, usted recibirá el último día, en la última hora posible un sobre sellado que correrá a entregar a la fundación financiadora, ignorando completamente su contenido. ¿Y si hubiese sido un sobre vacío, o con una pésima carta de recomendación, ya que usted no resultó asignatario de ninguna beca? Pues usted no debe desmoralizarse, porque los solicitantes son muchos y las becas pocas, es la ley del juego que, sin embargo«debemos jugar». Esperemos solo que todos lo jueguen a la par ycon las mismas reglas…
Decidido a no dejarse desanimar por un mero accidens, unsimple facto que acontece en el inmenso flujo del tiempo sin pertenecerpropiamente a la esencia de un ente (en este caso, el ente es usted), elbuen doctorando busca constante contacto con su tutor, para averiguarsi existen otras opciones, y para asegurarse que sus investigacionesvayan en la dirección correcta. Al envío bien ponderado de un e-mailresponde solo el silencio, un «sobrehumano silencio y su hondísimaquietud», como diría Leopardi. Después de tanto esperar, finalmente unmurmullo telemático: «Usted puede comenzar a escribir. La estructuray el contenido del proyecto son óptimos, mas una cita para hablar ydiscutir al respecto no resulta necesaria». Muy a menudo a sus e-mailsresponde un colaborador del profesor, otro doctorando igual que usted,pero que trabaja como asistente de su tutor. Empieza a formarse, enlos laberintos más enredados de las neuronas, la incómoda sospechaque también sus textos, sus esbozos, sus avances de investigación seancorregidos por su colega asistente. ¿Será que dicho asistente expresaun talento extraordinario y precoz en el ámbito de la filosofía, o serásimplemente una cuestión lingüística -ya que él es alemán y ustedno-? Pues bueno, lo importante es aquello que dice el tutor; en las (muyraras y brevísimas) ocasiones en que él está presente para escuchar susponencias o presentaciones de los avances de investigación la directivaes (¡afortunadamente!) clara: ¡adelante, a tope! El objetivo ahora esentregar el trabajo completo para finalizar con algunas correcciones, yevidentemente en estos tiempos de sobrecarga académica es necesariopensar económicamente y estratégicamente. Sus esfuerzos solitariosse concentran entonces en la redacción de un buen trabajo, conformea los capítulos planeados, con una sólida base bibliográfica y unaargumentación coherente y unitaria. Al entregar finalmente el trabajocasi listo, solo para finalizar con algunas correcciones, aquello quepodría ser una bella comedia del siglo xxi se revela como una verdaderatragedia: el profesor no puede aceptar un trabajo tal, una cosa que«no es un trabajo filosófico», cuyas conclusiones y cuya direccióninterpretativa él no puede compartir, sin haberse, lamentablemente,dado cuenta antes.
Evidentemente esta es una caricatura, una descripción hiper-bólica y exagerada; es la irónica acentuación de actitudes y rasgosque (a posteriori) se muestran como ridículos y característicos deuna «máscara», de una figura y de un cierto tipo de persona. Ellosdejan aparecer, en el trasfondo de la sátira, el original concreto, lamateria trágica de la normalidad y de la cotidianidad de los estudiosde doctorado. Esto es el horizonte real de la ardua navegación -enel mar de la soledad- hacia el éxito final de un doctorando.
En un mundo en que la realidad, en todas sus dimensiones,asume cada vez más un carácter global y multidimensional, parecenecesario preguntarse en qué medida la hiperespecialización,predominante en todas las áreas de la modernidad, y sobre todo entodos los niveles de la educación, puede dar respuestas adecuadas al«desafío de la complejidad». De hecho, parece que la delimitación,el compartimento y la disyunción de los aspectos individuales dela realidad y la consiguiente tendencia a una educación rígida ysistemática hacia la súper-especialización tanto a nivel gnoseológicocomo profesional son rastros de una falsa idea de formaciónfuncionalista. Lejos de proporcionar los medios adecuados paravivir y enfrentar la complejidad, terminan más bien produciendoimportantes limitaciones, frenando la capacidad de crear conexionesinterdisciplinarias y privando de la responsabilidad al individuoen cuanto ciudadano. En este sentido, la hiperespecialización,favoreciendo un enfoque reduccionista basado en la división delconocimiento y la realidad, inculcaría en los hombres la convicciónde que, una vez realizadas las actividades relacionadas con su rol (ofunción) profesional específico, estarían exentos de todos los deberespolíticos y sociales que les competirían como ciudadanos, miembrosde una comunidad y de su propio estado.Un buen ejemplo de actividad educativa-filosófica interdisciplinarpuede ser encontrado en la reflexión de Foucault y en su representativoy difícil ejercicio de no atenerse, exclusivamente, a un campo específico del saber, de no vincularse a una única corriente epistemológica y dedialogar, a lo largo de su vida, con los intelectuales más diferentes.De hecho, el pensamiento interdisciplinar de Foucault se configurafundamentalmente como un saber híbrido, que recorre, con sagacidady libertad, los campos de la filosofía, de la psiquiatría, de la historia,del derecho, de la sociología, de la lingüística, de la biología, dela literatura y del arte. Si el sujeto es el tema general que guía suinvestigación, su intención polimorfa y transversal es generar «unahistoria de los diferentes modos de subjetivación del ser humanoen nuestra cultura»4. Para realizar este objetivo, su pensamiento seconforma como una reflexión transversal que no se limita a una únicaárea del saber, sino que atraviesa campos dispares y tradicionalmenteseparados entre ellos, abriendo puentes y estableciendo conexionesinnovadoras. No sorprende, por lo tanto, que algunos intérpretes hayancuestionado su pertenencia «a la filosofía» inaugurando un debatesobre el status del pensamiento foucaultiano que encuentra sus límitesen la compresión canónica y tradicional de las disciplinas humanas.
Más allá de ser un problema educativo, que requiere repensarlos patrones académicos, el desafío de la complejidad se configuratambién como un desafío cultural, revelando la necesidad urgentede poner fin a la clara distinción que existe entre muchas áreas,todavía en la actualidad, entre la cultura humanística y la culturacientífica, sociológica y cívica. De hecho, la incapacidad de asumirun punto de vista global e inter-disciplinario implica no solo undebilitamiento significativo del sentido de responsabilidad, porquecada uno no solo tiende a especializarse y a limitarse exclusivamenteen su actividad específica, sino también a un desvanecimiento desolidaridad y empatía en un contexto grupal más ancho, como puedeser el grupo de trabajo o la comunidad local. Se abre, con respectoa esta problemática particular, la gran cuestión del humanismo: sies todavía posible y, sobre todo, si la cultura (en cuanto conjuntode específicos conocimientos y visiones del mundo) y la formación humanista pueden todavía proporcionar al hombre contemporáneoaquellas estructuras fundamentales que lo han guiado, a lo largode varios siglos, en la construcción de su mundo. Como afirma ItaloCalvino en su interesante ensayo -que es, al mismo tiempo, unaapasionada declaración de amor- intitulado Por qué leer los clásicos:
La realidad del mundo se presenta a nuestras capas múltiples, espinosasy superpuestas. Como una alcachofa. Lo que cuenta para nosotros en laobra literaria es la posibilidad de seguir hojeándolo como una alcachofainfinita, descubriendo nuevas dimensiones de la lectura. 5
A esta imagen de la complejidad del mundo y de su múltiples (¡yespinosas!) capas de sentido como «alcachofa infinita» se acompaña,en otro texto, aquella del laberinto. En Una piedra encima Calvinoafirma que:
Se quedan afuera aquellos que piensan que sea posible superar loslaberintos escapando de sus dificultades; y, por lo tanto, es una peticiónirrelevante que se hace a la literatura, dado un laberinto, de proporcionarla clave para salir de ello. Lo que la literatura puede hacer es definir lamejor actitud para encontrar la salida, incluso si esta salida no será másque la transición de un laberinto a otro. Es el desafío al laberinto quequeremos salvar, es una literatura del desafío al laberinto que queremosenuclear y distinguir de la literatura de la rendición al laberinto 6
Definir la mejor actitud para encontrar la salida del laberinto (dela complejidad a veces asustadora del mundo) es una tarea esencial-mente pedagógica, que compete tanto a la literatura (en la visión deCalvino) cuanto sumamente a la filosofía -cuya función práctica semuestra decisivamente en la paideia auténtica-, aquella que forma lacapacidad de pensar. Esta, a diferencia de las otras «ciencias», no escomunicable y consiste más bien en un ejercicio: es como una flamaque de repente se enciende en el alma y que luego se nutre de sí misma.Por lo tanto, el objetivo de enfrentar el desafío representadopor la complejidad del mundo no es llegar a una reducción simplista,que al descomponer y aislar los diferentes aspectos de la realidad alcanza una aparente resolución de lo múltiple, sino realzar esacomplejidad como esencia y atributo privilegiado de la realidad, enuna confrontación continua y permanente a través del supuesto deuna perspectiva anti-reduccionista.
En la escuela de doctorado se resume el problema contemporáneode la institución universitaria en su totalidad. La universidad (del latínuniversitas, -atis: comunidad, asociación, corporación) se encierra enun modelo educativo funcional e hiper-especializado que determinatodo el sistema científico-académico y su funcionamiento conconsecuencias catastróficas. Ya Nietzsche en su tiempo denunciabacon sarcasmo e ironía las paradojas de la educación universitaria.En el Crepúsculo de los ídolos, sus incursiones de un intempestivono perdonaban nada a la universidad, en cuanto institución cuyaesencia reside en la educación del ser humano.
De un examen de doctorado. «¿Qué misión tiene toda enseñanza superior?»Hacer del hombre una máquina. «¿Cuál es el medio para conseguirlo?»Enseñar al hombre a aburrirse. «¿Cómo se consigue esto?» Con el conceptode deber. «¿Quién es el modelo de esto?» El filólogo, porque enseña aestar constantemente empollando. «¿Quién es el hombre perfecto...»El funcionario del Estado. «¿Qué filosofía ofrece la fórmula máxima delfuncionario del Estado?» La de Kant: el funcionario del Estado como cosaen sí, convertido en juez del funcionario del Estado como fenómeno. 7
El aburrimiento como medio de la enseñanza superior, declinadaen clave funcionalista para hacer del ser humano una máquina,se transformará algunos años después en la «habladuría» del «síimpersonal» que, según Heidegger, caracteriza profundamente lavida moderna en su dimensión pública. La expansión tecnológica yuniversal de esta dimensión pública, producida por las revolucionesdel siglo xx, ha comenzado a «ocupar lugares que una vez fueroncompletamente impregnados por una concepción clásica de lafilosofía». Como afirma Trawny, a los ojos de Heidegger -uno de los más atentos intérpretes de la modernidad y de sus fenómenos, casiun verdadero «sismógrafo» de la cultura moderna- «sin ningunaduda» uno de estos lugares, y quizás el más decisivo, era justamentela universidad8. Pocos años después de la obra magna Ser y Tiempo(1927), la sociedad de masas que Heidegger había analizado en suscaracteres ontológicos fundamentales se había ya transformado,ideológica y tecnológicamente, hasta incluir en sí misma y en las«palabras vacías» de su incesante habladuría con un movimientotristemente irónico la misma figura de Nietzsche. ¡Él, que había sidocrítico feroz e implacable de las desproporciones y falsas conscienciascaracterísticas del homunculus moderno! En sus cuadernos privadosrelativos a los años 1931-1938, Heidegger lamenta la crecientepérdida de sentido y disminución de valor de la filosofía en lainstitución universitaria, transformada en la «dimensión pública eimpersonal» de las ocupaciones académicas donde «la gente» yase deleitaba «con las imágenes de Nietzsche», ya se producía una«literatura nietzscheana» y se reducía «el trabajo a un campo depráctica para tesis de doctorado cada vez más pobre y sin dirección»9.Si hasta Ser y tiempo (y probablemente todavía hasta su famosodiscurso de rectorado, cuando asumió la rectoría de la Universidadde Freiburg con la intención de realizar una reforma académica yespiritual de la institución universitaria) Heidegger había creído en laposibilidad de que la ciencia y la universidad pudiesen evitar que la«dictadura de la dimensión pública e impersonal» colonizasen todoslos aspectos y los ámbitos de la realidad, ahora evidentemente lascoordenadas habían cambiado: también ellas eran parte integrantede esta imparable «maquinación», en cuyos engranajes se disolvíatodo el «ente» como reserva disponible para la manipulación y laproducción, y cuyo ruido aniquilaba, definitivamente, cualquierreferencia genuina a la palabra y al pensar. Hasta el profesor había sido transformado en un «funcionario» (del estado o de la academia).El diagnóstico del filósofo alemán no podría ser más amargo:
Cuando llega el momento en que el propio trabajo se convierte en unpatio de recreo para «tesis de doctorado», entonces ha llegado el momentoen que, por mucho tiempo, el comprender y sobre todo la voluntad decomprender desaparecen. Este momento llega necesariamente. 10
Heidegger ha intentado describir cómo se llegó a esta pérdidade sentido de la universidad en sus «proposiciones sobre la ciencia»,parte integrante de aquella tentativa de repensar en profundidadel acontecer de la cultura occidental, de su forma mentis que sonlos Aportes a la filosofía11. Su interés para los fenómenos de laactualidad cultural de la época es guiado por su preocupaciónacerca de la localización de la filosofía en el contexto de las cienciasy de la cientificidad en general, definida según los criterios deprestación, rendimiento y eficacia. En este proceso, la universidadse había transformado siempre más largamente en una «laboriosidadoperosa» que apelaba al «principio de realidad» y que se alejabaconstantemente de la filosofía. La actualidad de sus consideracionesen el contexto del debate actual sobre la enseñanza de la filosofíaen las escuelas y en la universidad es sorprendente y, por supuesto,merecería un estudio mucho más detallado.
Aquellos que opinan que en las universidades -que de todos modosya han muerto- hay que eliminar la «filosofía» y reemplazarla por la«ciencia política», en el fondo y sin que sepan mínimamente lo que estánhaciendo ni lo que quieren, tienen toda la razón. En verdad con ello no seeliminará la filosofía -cosa imposible- pero se habrá eliminado algo quetiene la apariencia de la filosofía, y en cierto sentido a esta se la habrásalvado del peligro de resultar deformada. (…) Pero entonces, ¿por quéno ayudamos por nuestra parte colaborando para que la eliminen? Ya lohacemos, atajando en la medida de lo posible la formación de nuevasgeneraciones (no dejando que se escriban más tesis de doctorado) 12
No dejar que se escriban más tesis de doctorado para frenar elnegocio y la «laboriosidad operosa» de la empresa académica, en laque se ha transformado la universidad, fue la respuesta de Heideggera la pérdida de sentido de la filosofía en el contexto contemporáneode la hiperespecialización y tecnificación del saber. ¿Habrá otrasformas, otras vías para buscar una alternativa? Evidentementeestudiar un doctorado en filosofía no es algo útil (para el mundoy el mercado del trabajo), no siempre ofrece satisfacción (en lacarrera universitaria), empero, puede ser muy sensato (para la vidapersonal) -lo más significativo de una fase de ella-. Además, comodice Agamben, el filósofo italiano que frecuentó París junto conÍtalo Calvino y que atendió a varias conferencias de Heidegger enlos años 60, la filosofía es capaz de responder a los desafíos de lamodernidad -y en particular al ya citado desafío de la complejidadde lo real- gracias a su propia «intensidad interdisciplinar», quehace de ella una vocación (Berufung) más que una profesión (Beruf).En uno de sus últimos trabajos, dedicado a la pregunta ¿Qué es lafilosofía?, Agamben expresa su profunda convicción de que la filosofíano es una disciplina, no es un saber dividido, del cual sea posibledefinir los objetos y los límites o, como acontece sobre todo en lasuniversidades, que se resuelve en la pretensión de trazar su historialineal y quizás progresiva. Porque la filosofía no es una substancia,sino una intensidad que puede de repente «darse e infundir vida encualquier ámbito: el arte, la religión, la economía, la poesía, el deseo,el amor, la noche». En fin, la filosofía «se parece más a algo como elviento, las nubes o una tormenta: así, de repente se produce, sacude,transforma e incluso destruye el lugar donde se produjo; luego demanera imprevisible pasa y desaparece»13.
Puede bien ser, entonces, que hacer un doctorado en filosofíano sirva para nada -empero es algo que puede (dependiendo enlarga medida de nuestra propia motivación y disposición afectiva)tener un profundo sentido para nuestra vida, si sentimos este grande amor por la sabiduría y esta grande pasión para el pensamiento y elcuestionamiento crítico de la realidad-. Como decía Nietzsche, si elpensamiento es tu destino, entonces adóralo con honores divinos ysacrifícale lo mejor, lo más querido de lo que tienes.