Resumen: Este trabajo se centra en la conformación del primer grupo católico alrededor de la construcción de la capilla “Inmaculada Concepción” en Bariloche (1907), como un espacio de visibilización de poder económico y prestigio social. Las comisiones fundadoras de la capilla estuvieron conformadas por miembros de la empresa Chile Argentina, vecinos representativos de la incipiente población urbana de San Carlos y misioneros de la Congregación salesiana provenientes de la misión fundada en Junín de los Andes en 1892. La capilla resulta el símbolo de los orígenes católicos del poblado vinculados a la élite urbana que operó como matriz identitaria de la ciudad, distribuyendo poder y creando territorialidad. El territorio religioso superpone construcciones que lo amplían y atraviesan por medio de un complejo entramado de poder, a través de escalas que funcionan como construcciones y expresiones de los procesos sociales. Esta propuesta se enmarca en los estudios que combinan religión, poder y territorio y tiene por objeto analizar la territorialización de espacio este espacio singular como proceso comunal a través de dos agencias que construye poder: los Salesianos y la comisión protemplo para la construcción de la capilla conformada por los “vecinos caracterizados”. Proponemos para el análisis de fuentes documentales escritas, conceptualizaciones provenientes de la geografía crítica acerca del proceso de territorialización y específicamente de geografía de la religión, que se complementan con categorías de procesos sociales en la conformación de agencias en el territorio. En primer lugar, daremos cuenta de la creación de un territorio católico en un espacio binacional a través de la territorialización de la agencia salesiana y la conformación social, política y económica del incipiente poblado de Bariloche. En el segundo apartado nos focalizaremos en la capilla “Inmaculada Concepción”, a través del entramado de poder de las agencias en el territorio: el Estado territoriano, sus representantes y fuerzas del orden, la Iglesia católica y la Congregación salesiana, las comisiones protemplo y la empresa Chile Argentina a la que pertenecían la mayoría de sus miembros.
Palabras clave:PatagoniaPatagonia,BarilocheBariloche,CapillaCapilla,SalesianosSalesianos,TerritorioTerritorio.
Abstract: This work is about the formation of the first Catholic group around the construction of the chapel "Inmaculada Concepción" in Bariloche (1907), as a space for the visibility of economic power and social prestige. The founding commissions of the chapel were formed by members of the company Chile Argentina, representing neighbors of the incipient urban population of San Carlos and missionaries of the Salesian Congregation coming from the mission founded in Junín de los Andes in 1892. The chapel is the symbol of the Catholic origins of the town linked to the urban elite that operated as the identity matrix of the city, distributing power and creating territoriality. The religious territory superimposes power constructions that expand and cross it through scales that function as constructions and expressions of social processes. This proposal is framed in studies that combine religion, power and territory and aims to analyze the spatialization of space this singular space as a communal process through two agencies that build power: the Salesians and the pro-temple commission for the construction of the chapel conformed by the "characterized neighbors". We propose for the analysis of written documentary sources, conceptualizations coming from the critical geography about the process of territorialization and specifically about the geography of religion, which are complemented with categories of social processes in the conformation of agencies in the territory. In the first place, we will give an account of the creation of a Catholic territory in a binational space through the territorialization of the Salesian agency and the social, political and economic conformation of the incipient town of Bariloche. In the second section, we will focus on the chapel "Immaculate Conception", through the framework of power agencies in the territory: the territorial State, its representatives and law enforcement, the Catholic Church and the Salesian Congregation, the Pro Temple commissions and the company Chile Argentina to which the majority of its members belonged.
Keywords: Patagonia, Bariloche, Chapel, Salesians, Territory.
La Capilla “Inmaculada Concepción” y el entramado de poder en el Bariloche de las primeras décadas del siglo XX
The "Immaculate Conception" Chapel and the network of power in Bariloche during the first decades of the 20th century

Recepción: 09 Noviembre 2018
Aprobación: 05 Junio 2019
Publicación: 30 Septiembre 2019
En la incipiente San Carlos de Bariloche de principios del siglo XX, Las Congregaciones salesianas, Salesianos de Don Bosco2 e Hijas de María Auxiliadora3, misionaron desde Junín de los Andes hacia la zona del lago Nahuel Huapi con la intención de fundar la primera capilla católica en 1907.
Para materializar este objetivo se conformó una comisión protemplo con los "vecinos caracterizados" del incipiente poblado. Las comisiones fundadoras de la capilla “Inmaculada Concepción”, estuvieron conformadas por miembros de la empresa Chile Argentina, las fuerzas de seguridad y funcionarios del territorio nacional.
La capilla funcionó como un espacio de construcción de una élite con poder económico, que buscaba visibilizar territorialmente su prestigio social. Este “conjunto de personas que, en diferentes estamentos de la comunidad nacional, ejercen papeles de conducción y representación de los intereses colectivos” (Cintra, 1991:4), conformaron a través de un proceso de comunalización, un sentido de pertenencia, afectivo y cognitivo, que permeó sus relaciones de tal modo que naturalizó las diferencia y jerarquías sociales (Brow,1990:1-6), creando una “conciencia colectiva de intereses grupales y una voluntad colectiva de lograrlos” (Cintra,1991:6).
Desde la geografía de la religión podemos, "desmantelar las complejas relaciones políticas del espacio institucional a niveles regional y nacional” (Brace et al., 2006: 29) y observar “la influencia del imaginario (…) sobre las identidades individuales y colectivas, así como su estrecha relación con la legitimación del poder religioso como factor político” (Fogelman, 2013: 10). Estas acciones se visibilizaron en la unanimidad del voto de las comisiones por templo, entre los que se encontraban germano chilenos, italianos, españoles y libaneses, entre otros.
Esta capilla puede ser analizada como artefacto cultural en tanto constituye una escenificación de sentidos simbólicos y materiales (Isava, 2009:453), que se visibilizan en su construcción material y se identifican con los orígenes católicos del poblado, vinculados a la élite urbana que operaron como matriz identitaria de la ciudad, distribuyendo poder y creando territorialidad.
Por ello, proponemos un análisis desde el territorio interpretándolo como una construcción de actos simbólicos y materiales en acción. “Los territorios condensan la historia de los vínculos que la sociedad ha mantenido con sus recursos materiales e inmateriales, físicos y naturales, y con la misma sociedad. La configuración espacial no es más que la sucesiva metamorfosis en el territorio”, en el tiempo apropiado y transformado técnicamente para satisfacer las necesidades humanas” (Laurín, 2011: 17).
Si utilizamos la multiescalaridad, propuesta por Alicia Laurín, en sus reflexiones sobre el espacio Arauco Patagónico4, mientras los límites políticos se tensan, la religión, la cultura y las sociedades y tantas otras escalas materiales y simbólicas, se vuelven porosas y permeables. Desde ese instrumento analítico, podemos pensar al territorio, como el producto del espacio cuyo soporte, resulta de “las formas en que se construyen los sentimientos de pertenencia al lugar, con los modos elegidos por los grupos sociales para reivindicar sus formas de organización del espacio o su pertenencia a los lugares” (Benedetti, 2011:66). Estas acciones territoriales se instrumentalizan a través de variables que no siguen necesariamente un orden (denominación, reificación y estructuración), y buscan transformar el espacio físico cargándolo de símbolos y complejizándolo con formas de comunicación que se imprimen en dinámicos procesos como los de territorialización, la desterritorialización y la reterritorialización (TDR) (Magnaghi,2001:12 cit.Turco,1988:136) como también en singulares actos territoriales (Magnaghi, 2001:7, cit Gatti,1990: 286-287), en este caso, la fundación de una capilla. Estos procesos territoriales provienen de agencias como la Iglesia católica, a través de las Congregaciones salesianas, del Estado en sus diversos agentes nacionales y territorianos y de una élite local cuya constitución predominantemente empresarial, utilizó la capilla católica como modo de legitimación social. Desde el plano teórico institucional, Raffestin nos permite observar a estas agencias religiosas como una organización que “busca expandirse, concentrar, controlar y administrar (buscando) codificar todo su entorno, y esta codificación por lo sagrado es muy eficaz, ya que tiende a aislar de los demás los hombres, los recursos y los espacios que son codificados” (2011:93-94).
La acción misionera salesiana ha provocado actos concretos de territorialización, simbólicos y materiales, durante el período fundacional y de organización de las misiones (1876-1924), que desde los imaginarios “han sido útiles a la hora de denominar y dominar áreas sometidas a otras formas de organización política, económica y social (las de las poblaciones indígenas o campesinas) (Zusman,2013:61). Estos imaginarios definidos por Zusman, se enriquecen con los postulados de la geografía de la religión “en torno a las prácticas religiosas, inscribiendo las creencias en una dinámica de transformación histórica y construcción identitaria que construye territorialidad y fronteras. En síntesis, la territorialidad será analizada como espacio apropiado y valorizado por los grupos sociales, cuya sedimentación opera como símbolo de pertenencia social, mediante prácticas culturales y devocionales (Carballo 2009), ya que, si bien las comisiones protemplo y los Salesianos convergieron en la importancia de tener una capilla católica, los diferentes procesos de comunalización y territorialización, los llevaron a una puja de poder que tuvo al templo católico como epicentro.
Las originales fuentes documentales son las actas de la capilla que se han complementado con otras referidas a las misiones salesianas en distintas escalas: los relatos de los misioneros, los informes de las visitas del rectorado mayor salesiano y el organismo regulador de las misiones en el Vaticano: Propaganda Fide. La historia local y la documentación biográfica, nos permitió visualizar las distintas tramas de poder de las agencias y actores nombrados en estas fuentes.
Desde la hermenéutica histórica analizaremos las fuentes detalladas a partir de los postulados teóricos descriptos, para observar cómo cada agencia interviniente en la construcción de la capilla edificó sus relaciones sociales, culturales e históricas, para cimentar su poder y posicionarse socialmente en una localidad incipiente como Bariloche.
Los procesos identitarios de estas agencias, cuyos sedimentos simbólicos y materiales se advierten en la reterritorialización local, nos permitirán prestar atención sobre: 1) cómo se fue consolidando esta élite en su puja de poder con los Salesianos visibilizándose en la capilla a través de su participación en las primeras comisiones, 2) como los Salesianos reconfiguraron su territorio misionero apropiándose de la capilla y transformándola en parroquia para asentar en Bariloche la matriz de la Iglesia católica en el culto y la educación, frente a otros cultos y al Estado.
La conquista militar a la Patagonia iniciada en 1879 finalizó en la zona andina en 1884, el mismo año de sanción de la ley 1532 que convirtió a Río Negro en un Territorio Nacional, dependiente del Estado central. Su dependencia transformó a estos territorios en “colonias internas” (Navarro Floria, 2008), pues el Estado fijaba los impuestos, administraba las rentas, nombraba a los gobernadores y limitaba fuertemente su acción en dos sentidos: por la dependencia que imponía con respecto al gobierno nacional, y por los conflictos de poderes con el juez del territorio.
San Carlos de Bariloche y su zona de influencia recibieron un importante aporte de colonos de origen alemán y centro europeo provenientes del sur de Chile, sumándose más tarde otros grupos que le dieron a la zona su particular característica de diversidad social y cultural. El gobierno nacional fundó en 1902 por decreto, la Colonia Agrícola Ganadera del Nahuel Huapi, la futura Bariloche, para darle “identidad jurídica a un conjunto poblacional que venía nucleándose alrededor del lago desde hacía casi quince años” (Méndez 2006:232). Esta colonia fue poblada mayoritariamente con chilenos del sur, comerciantes de origen alemán del lago Llanquihue como Carlos Weiderhol, Luis Horn y el italiano Primo Capraro, quienes establecieron la primera casa comercial a orillas del Limay en lo que es hoy el casco urbano de la ciudad (1895) entre 1914 y 1934 (Méndez 2006 y 2007). En diciembre de 1894, Carlos Wiederhold desde Osorno al Nahuel Huapi por Puyehue, estableció en 1895 su casa y comercio, “La Alemana”, la primera de Bariloche, con el propósito de iniciar la explotación forestal de la zona. “La Alemana” con el acopio y venta de lanas, que transportaba a Chile por el paso Pérez Rosales, se transformó en una gran empresa a la que incorporó en 1900 el primer vapor comercial que navegó el Nahuel Huapi, el Cóndor, en el que transportaba carga y pasajeros en siete días al sur de Chile, cuando desde la capital del territorio, Viedma, distaban entre cuarenta y sesenta días en carreta.
A fin de siglo, el negocio de Wiederhold pasó a manos de la casa de Hube y Achelis y en 1904 a la Sociedad Comercial y Ganadera Chile-Argentina, con sede en Puerto Montt. Al disolverse la firma en 1917, la empresa se vendió a su vez a Primo Capraro y Ricardo Roth, considerados como pioneros barilochenses (Navarro Floria y Nicoletti 2001:103-104). Por ello, Laura Méndez caracteriza al primitivo Bariloche como un auténtico “pueblo de frontera”, centro articulador de un relativamente pequeño circuito regional dependiente de las comunidades y colonias del sur de Chile (Méndez 2006), pues hasta 1912, Puerto Montt atendía el abastecimiento y las comunicaciones con las colonias alemanas del Llanquihue y del Nahuel Huapi, aun sin barreras aduaneras entre ambos países.
La demarcación de límites con Chile entre 1897 y 1903, especialmente los conflictos limítrofes en 1902 impulsaron un camino de afianzamiento de la “argentinidad” en la zona andina (Navarro Floria 2008). Por decreto nacional del 3 de mayo de 1902 se fundó la colonia Nahuel Huapi y se reconoció al pueblo de San Carlos reservándose cuatrocientas hectáreas en distintos puntos de la costa del lago para la fundación de pueblos y cinco mil para la colonización agrícola.
En 1910 Bariloche contaba con unos quinientos habitantes y el Parque nacional absorbió la mayoría de los lotes pastoriles. Las actividades de estos primeros tiempos se centraban en el intercambio comercial con Chile de ganado, lana, cueros, madera —cortada clandestinamente, lo que la hacía económicamente competitiva frente a la madera chilena— productos del Chubut y de la zona de El Bolsón, a través de casas como Hube y Achelis, la Compañía Chile-Argentina, Lahusen y Cía., la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia que se expandió desde Tierra del Fuego hacia la Patagonia continental, la Mercantil Podestá y Cía., Contín y Cía., Capraro y Cía. (Navarro Floria y Nicoletti 2001:105). De esta manera, la Chile Argentina fue la “empresa de capitales transnacionales (que) se estableció como el principal antecedente económico y político en la norpatagonia argentino chilena. Asentada en un espacio de bajo control burocrático por parte de los estados con soberanía, la empresa estableció marcos y normas propias que le permitieron ejercer verdadera soberanía y negociar políticamente con los Estados involucrados, cual fuera un tercer sujeto de derecho” (Méndez y Muñoz, 2013:176).
Es importante recordar, que, tras los Pactos de Mayo firmados entre Argentina y Chile en 1902, se inició una política de apertura que permitió que dos años después el presidente Roca declarara a la zona libre de derechos aduaneros (departamento de Bariloche y la parte occidental del de 9 de Julio). Así como la casa Hube y Achelis de Puerto Montt había acumulado desde 1896 casi medio millón de hectáreas en estancias ganaderas de la zona precordillerana, desde 1904 la Sociedad Chile-Argentina reunió también cientos de miles de hectáreas en el oeste de Río Negro y Neuquén. Desde 1901 Ricardo Roth Schütz compraba tierras en el lago Todos los Santos, Peulla y el territorio argentino colindante. En 1913 fundó la empresa de transporte Andina del Sud, que comunicaba ambos países por una red de caminos, albergues y embarcaciones propias (Navarro Floria y Nicoletti 2001:106).
Poco a poco, desde 1911, se fueron poniendo trabas aduaneras al tráfico con Chile, hasta establecerse una Aduana en San Carlos en 1920, lo que inició el fortalecimiento territorial con el resto del territorio rionegrino hacia la zona atlántica, favoreciendo la concentración lanera en Buenos Aires mediante la empresa del Ferrocarril del Sud con una política tarifaria que favorecía la concentración en la capital federal.
La preocupación de los primeros gobernadores territorianos sobre la población andina es reiterada: escasa, móvil y dispersa, con una cantidad importante de chilenos. La presencia chilena en la zona cordillerana rionegrina ha sido una cuestión central en la historia regional, que los estados intervinieron impulsando o limitándola en distintos períodos y de acuerdo a las relaciones políticas fronterizas. El censo nacional de 1895 dio un total de 29.043 habitantes blancos para los Territorios Nacionales de la Patagonia: 9.241 en Rio Negro, los “americanos” en su mayoría chilenos del censo son 764 y los “europeos” 852. Las tasas de crecimiento de 1895 en los Territorios patagónicos, excepto Neuquén, duplicaban y hasta triplicaban la media nacional y continuaron superándola en los censos subsiguientes de 1914 y 1947 (Nicoletti y Navarro Floria 2001:111). Para 1895 Río Negro concentraba solamente un 9% de los habitantes de los Territorios Nacionales, porcentaje que subió a los 12 puntos en los censos de 1905 y 1912. En Bariloche, la tendencia de población extranjera era la mitad de la argentina, con un mayoritario componente de chilenos, que se afianza y observa en el Censo General de los Territorios Nacionales de 1920 (Matossian 2012: 113).
La otra agencia interviniente en la problemática que presentamos han sido las Congregaciones salesianas. Los Salesianos llegaron a la Argentina tras las gestiones entre el arzobispo de Buenos Aires, Federico Aneiros y Giovanni Bosco, su fundador, en 1875. Su objetivo fue evangelizar a los pueblos originarios de la Patagonia, mediante un plan concreto de adoctrinamiento y educación católica. En su informe a Propaganda Fide, “La Patagonia e le Terre australi del Continente americano”, Don Bosco relataba que quienes exterminaban y expulsaban a los indígenas eran los “argentinos” y los “chilenos” (Bosco e Barberis 1988 [1876]:158), respondiendo a los “crueles” malones indígenas a los que calificaba como una respuesta exasperada. Su conclusión era que si los “salvajes” no conocían la religión católica respondían a la violencia con más violencia, y entonces “sólo el misionero con su conducta de paz puede poco a poco deponer el odio contra lo europeo y con la religión introducir la civilización” (Bosco e Barberis 1988 [1876]:180).
Las Congregaciones de Salesianos e Hijas de María Auxiliadora, se establecieron en Carmen de Patagones en 1880 y desde allí extendieron sus misiones itinerantes a las poblaciones del río Negro y a los fortines en torno a los cuales se agrupaban los indígenas sobrevivientes. Como el objetivo primordial de Don Bosco apuntaba a la “conversión y civilización” de los indígenas patagónicos, el emprendimiento salesiano se centralizó en un primer momento en los habitantes originarios de la zona, que se encontraban, además, al momento de la llegada de los misioneros, en pleno proceso de destribalización y marginación. Si bien la labor misionera-educativa se diversificó posteriormente, siempre mantuvo en primer plano el objetivo que le impulsó a estas tierras (Nicoletti, 2008).
En su período fundacional en Patagonia, (1880-1910) los Salesianos establecieron los primeros circuitos misionero-educativos para la fundación de colegios y parroquias. El modelo de núcleos misioneros-educativos del centro a la periferia, ideado por Don Bosco, fue adaptado a la geografía patagónica estableciéndose en la Patagonia norte circuitos misioneros en Neuquén siguiendo la geografía triangular (Chos Malal, Junín de los Andes y la Confluencia) y a lo largo de los ríos en Río Negro (de Viedma a Roca, de la Confluencia al Nahuel Huapi, y a lo largo del Río Colorado). Desde las sedes misioneras partían los circuitos que se adentraban en el territorio rural y volvían a las casas centrales. Desde Carmen de Patagones en 1880 se extendieron las fundaciones hacia Guardia Mitre (Pringles), Conesa, Choele Choel y Mercedes de Patagones (Viedma), que pasó a ser la capital del Vicariato apostólico y centro de la misión rionegrina. Una vez recorrida la Patagonia norte y comunicados los centros de misión entre sí, las nuevas fundaciones se fueron sucediendo y pudieron desplazarse al aislado triangulo neuquino. Hacia 1892, los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora provenientes de Chile, se ubicaron tempranamente en la zona cordillerana de Junín de los Andes (1892), estableciendo allí un nodo misionero y educativo, buscando conformar un circuito misionero hacia el sur enlazado con Bariloche: “Como pueden verlo en el pequeño mapa, el único lugar donde hay sacerdotes se llama Junín de los Andes, donde hay un convento de Salesianos. La distancia desde acá a Junín debe ser más o menos de 250 kilómetros” (APF, NS, vol. 581. Doc. 245). Para los Salesianos, Bariloche era un “pueblito que no cuenta con más de 300 habitantes, se encuentra a 800m sobre el nivel del mar a los pies de la Cordillera. El punto es muy estratégico para el fin a la que ha sido destinada la misión. Se calcula que en todo el territorio confiado al cuidado de nuestros misioneros no seremos menos de 30.000 habitantes de los cuales la mayor parte son indios”. (ACS, F066, Visita straordinaria Pietro Ricaldone. Parrocchia e collegio di N.S della Neve. Junín de los Andes 2 febbraio 1909)5. El interés de los Salesianos no sólo era la evangelización de la población indígena, sino la educación de quienes colonizaron la zona, ya que el visitador Ricaldone observaba con preocupación que “no hay que olvidar que en Bariloche hay un colegio de protestantes los que trabajan mucho en esa población”. De allí su interés por fundar “una Iglesia y un Colegio católico para la educación de la niñez de ambos sexos” (ASP, Crónicas de la Casa San Carlos de Bariloche, 22/1/1907: f. 31), en un espacio en el que ya había educación protestante y se imponía la educación laica y “argentinizadora” del Estado con la ley 1420. El Estado permitió que se desarrollaran escuelas privadas, incluso escuelas confesionales como lo fueron las salesianas, denominadas por el Consejo Nacional de Educación como “escuelas particulares”, sujetándolas e inspeccionándolas para no permitir que se alterara el espíritu de la ley (Teobaldo y Nicoletti, 2007).
En este contexto el superior de la Congregación bregaba por dotar a este espacio andino con una institución “tan cristiana como civilizadora”, ya que “la mayor parte de la población pertenece al culto católico, pero realmente nadie lo practica, ni puede practicarlo en las condiciones actuales” (APF, NS vol 581. Doc. 245). De esta manera, los Salesianos aceptaron el aporte económico “a nombre de la ‘Compañía Chile Argentina’ (ASP, CCSCB,3/10/1906 f.30), destinando al P. Zacarias Genghini, inicialmente más como misionero que como sacerdote fijo, en el nuevo Templo (ASP, CCSCB 13/4/1906, f.24), tal como lo expresaba en sus memorias (ASP Memoria del P. Genghini: 71 y ASP, CCSCB, 25/7/1906: f. 26).
Los “vecinos caracterizados” de Bariloche, “aquellos que podían organizarse para defender sus intereses” (Teobaldo y García 1997: 265), constituidas como definimos en las èlites locales, pasaron a formar como los llamaba la prensa territoriana la “aristocracia local” (Diario Rio Negro, 7 de junio de 1934), forjada al calor de la prosperidad de la Chile Argentina, generando negocios, disputando el poder político local y participando en el espacio social (Ruffini 2017:35), educativo y en este caso religioso.
“En el caso de los valles andinos, donde los principales actores económicos eran extranjeros, la relación preferencial con el Estado impulsó a algunos empresarios a asumir la potestad de representar la voz de su comunidad frente a él. En ese rol, emprendieron negociaciones que entremezclaban las inquietudes de sus sociedades con sus intereses particulares como empresarios y trabajadores (…). La vacancia (de esa aristocracia), favoreció la aparición de grupos que en otras circunstancias habrían visto vetada su posibilidad de ascenso social (extranjeros y criollos de bajo capital económico y cultural) y, en cierto grado, permite comprender por qué la instalación material de la capilla y las escuelas se transformó para ellos en un factor importante para establecerse como grupo social hegemónico por sobre otros competidores locales. Dentro de este grupo hegemónico, los inmigrantes europeos preocupados por mantener vigente su idioma, religión y tradiciones también sostuvieron sus propias iniciativas educativas y religiosas. Por ello, no debe llamar la atención la irrupción casi simultánea de tres instituciones en San Carlos de Bariloche: la capilla Inmaculada Concepción, el surgimiento de la Escuela Nacional y la inauguración de la Escuela Alemana, en un momento histórico en la que la escasa población –alrededor de 300 personas al comienzo del siglo XX- no hacía imperiosa la presencia de las tres instituciones” (Nicoletti y Méndez 2018: 52).
En su proceso de creación, Salesianos y empresarios cruzaron sus intereses en las Comisiones pro templo, donde podremos percibir instancias de acuerdo y disputas cuyo objetivo fue imponer hegemonía educativa y religiosa, visibilizándose en la toma de decisiones y estableciendo en ese proceso de comunalización, las jerarquías para el control del territorio.
Para la construcción de la capilla se formaron inicialmente dos comisiones: una de damas y otra de caballeros con tareas bien definidas: la recolección de fondos y la negociación para llevar adelante la construcción (APS, CCSCB 23/12/1905). La Comisión de Damas, fue reducida a su mínima expresión con sólo dos cargos: presidente y secretaría, ocupados por las esposas de los miembros de la comisión de caballeros: Aldina de Alanis y Albina Giovanelli. La comisión de Caballeros, en cambio, contaba con un Presidente, Luis Horn, un Vicepresidente, Víctor Brunetta, un Secretario José de García y cinco Vocales: José Alanis, Humerto Giovanelli, Primo Capraro, J. Fernández Cea y Benito A Crespo (ASP, CCSCB 19/3/1906, f.22 y 23). Buena parte de esta comisión estaba relacionada con el Estado a través de los funcionarios territorianos y entre sí con la Compañía Chile Argentina, con sede en Puerto Montt. De hecho, Luis Horn fue el apoderado de la empresa que intervino en el “Affair Hube”6 (Méndez y Muñoz, 2013:167).

Los funcionarios del Estado nacional y territoriano, tejieron sus redes de poder como miembros de la comisión de la capilla y delegaron en el salesiano Zacarias Genghini, la gestión para llevar adelante la construcción. Estos “vecinos caracterizados” de San Carlos de Bariloche, como se observa entre los suscriptores y donantes para el templo, tenían también una estrecha relación con la élite porteña, como la familia Anchorena, que donó la madera para la construcción (APS Crónicas de la Capilla de San Carlos de Bariloche 30/8/1906, f. 30).
La capilla fue un escenario privilegiado de visibilización de estos vecinos para constituirse en la élite de poder que no estaba directamente relacionada con su devoción católica como los caracterizaba el P. Zacarías: “señores algo pudientes, pero de ideas religiosas completamente contrarias a la católica” (ASP Memorias del P. Zacarias Genghini: 64). Genghini se refería a la escuela alemana fundada en 19077, que los empleados de la Chile Argentina habían creado y donde la figura de Lutero y sus enseñanzas eran parte sustancial (Schultz 2004). Resultaba pues inminente que los Salesianos reterritorializaran un espacio a través de lo que Raffestin denomina “codificación por lo sagrado” (2011, 93).
Luis Horn, gerente de la Chile Argentina, fue el primer presidente de la Comisión reelegido al año siguiente por unanimidad (ASP, CCSCB, 20/1/1907 f. 31). Brunetta D’Usseaux8, un italiano mayor del ejército fue expedicionario de las campañas militares a la Patagonia y quien recibió al gobernador Cordero en el Nahuel Huapi para la bendición de la piedra fundamental de la capilla. La comisión también se compuso por vecinos que formaban parte de la seguridad local como José Alanís, jefe de policía de Bariloche, aparentemente muy querido y respetado en el poblado9, Humberto Giovanelli, inspector de bosques, cuyas esposas, Albina y Waldina del Moral formaban la comisión de Damas Pro Templo. Lo notable de Giovanelli10, es que según su biografía fue un liberal miembro de la Sociedad Anticlerical, que en Bariloche actuó como vocal de la comisión Pro Templo (Dizionario biográfico degli italiani al Plata 1899: 172), lo que confirma esta búsqueda construcción identitaria asociada al territorio como símbolo de pertenencia (Carballo, 2009).
Hacia 1907 se incorporaron autoridades locales, también a pedido del cura salesiano, como el comisario Alfredo Pietrapiana11, nombrado por el Padre Genghini por “el auxilio material que puede llevar al conseguimiento del fin que nos anima” (ASP, CCSCB 20/1/1907 f. 32); el Juez de Paz Luis Morchio12 en calidad de vicepresidente y Manuel J. Sampayo como secretario. Para la comisión de señoras a Otilia B. de Yürgens como tesorera y la señorita Zulema Jones13 como secretaria (ASP, CCSCB, 21/5/1907:42), quien finalmente dijo “no poder aceptar por desempeñar el cargo de Preceptora de la escuela del Estado, circunstancia que no le permite inmiscuirse en asuntos que se relacionan con la religión católica que el Gobierno ampara y protege (sic)” (ASP, CCSCB 15/5/1907: f.34). La empresa Chile Argentina estuvo presente en la comisión con Otto Millhenphordt14, Rubén Fernández15 y José de García16, como vocales (ASP, CCSCB 13/4/1906, f.24).
La comisión compuesta por Luis Horn, Víctor Brunetta, Carlos Roeschman, Otto Millhenphordt, Fernández Cea, José García, Rubén Fernández y Manuel Cano (ASP, CCSCB 13/4/1906, f.24), trabajó sobre los planos de la Iglesia para ampliar el plano original y revisar 17 “el presupuesto presentado por el Sr. Capraro y llegando a un acuerdo entre ambos proceder a hacer el contrato con dicho Señor para dar comienzo a la construcción”. Capraro en su camino ascendente como “vecino caracterizado”, se hizo cargo de la construcción de la capilla desplazando a Horn, y ejerciendo el papel “de conducción y representación de los intereses colectivos” (Cintra 1991:4).
La solicitud y petición del terreno quedó a cargo del P. Genghini que solicitó al Ingeniero Schieroni el terreno y el “permiso para empezar la construcción” (ASP, CCSCB 20/1/1907 f. 32)18. Genghini, en su rol de gestor, sorteó tal como él mismo lo relata, “un mar de dificultades” (ASP, CCSCB 8 abril de 1907):
El señor agrimensor no quiso reconocer el pedido de los solares solicitados y, por lo tanto, no dio la posesión de los mismos. Hubo un mal entendido entre algunos de la comisión de caballeros y el constructor de tal modo que algunos de ellos renunciaron: chismes y díceres en la población que nunca faltan, el constructor sin previo aviso mandó cortar el material para la construcción de la capilla en madera. Traída ésta al pueblo fue decomisada por el encargado de bosques y total dinero gastado, disuelta las comisiones pro templo, y un ambiente medio contrario. Era mi parecer que había intervenido en todos estos señores algo pudientes, pero de ideas religiosas completamente contrarias a la católica. Si ellos se preocuparon del fracaso, el sacerdote católico se empeñó en que se realizará todo. Vio, habló con algunos buenos: lo mismo con la comisión de damas: halló buen terreno y puso mano a la obra (ASP, Memorias del P. Zacarias Genghini: 64).
Este breve pero ilustrativo parecer de Genghini nos permite observar dos procesos de comunalización distintos a travesados por un mismo artefacto cultural: la capilla, en el que los salesianos buscan territorializar su posta misionera sin atender a la práctica religiosa de la comisión y los miembros de la comisión dirimían sus diferencias pujando por direccionar el sentido de pertenencia que los constituya como grupo de poder en la construcción de la capilla.
La actitud de los Salesianos de no nombrar de forma permanente al P. Genghini (ASP, CCSCB 3/10/1906 f.30 y31), fue la que trajo aparejada la negociación entre Horn y Capraro. El presidente de la Comisión Luis Horn había puesto como condición para adelantar los fondos “que venga un padre de la Congregación Salesiana a dirigir los trabajos y atender los demás negocios” (ASP, CCSCB, 31/7/1906: f.29). Ante la renuncia de Horn, la comisión remite de forma urgente al Pro Vicario Pagliere una nota en la que refiere esta condición por parte del “gerente general de la compañía comercial y ganadera Chile Argentina” (ASP, CCSCB 31/7/1906: f.29) y “si no se da principio a la obra el constructor podría pedir a la Comisión daños y perjuicios por no cumplir con lo establecido” 19. Esta condición efectivamente constaba en el contrato, que vencía el 1 de noviembre de 1906, lo mismo que la indemnización en caso de no cumplir los plazos acordados para el inicio de la obra. Primo Capraro20 dio entonces el paso adelante para quedar como referente en la obra de la capilla, legitimando a través de su pertenencia católica un poder político que cohesionara los intereses del grupo económico, ya que hacía sólo tres años había llegado a la zona e intervino como vocal para la recesión del contrato. La construcción de la Capilla fue un puntal que visibilizó la carrera en ascenso de Primo Capraro21. Fue “a pedido del Sr. Vocal Benito Crespo22 que el dinero que la Compañía Chile Argentina adelanta para la construcción de Iglesia le sería devuelto con las limosnas, suscriciones (sic) y etc que el padre cura podrá recoger” (ASP, CCSCB 29/7/1906, f.27). Además Capraro, encargado del traslado de la madera y formando parte de la comisión, escribió al vicepresidente Brunetta advirtiéndole que “en estos días remolcado por el vapor llegará a San Carlos el resto de la madera para la construcción de la Iglesia y como no me ha todavía indicado la honorable comisión el sitio a donde va a hacer construir dicho edificio, ruégole me indique a lo menos donde puedo depositar dicha madera, haciéndole presente que los gastos que causará más tarde el movimiento de la madera en otro lugar será a cargo de la comisión misma. (ASP, CCSCB 30/9/1906: f.35). No sólo Horn cuidaba su negocio.
Como no consta en las actas que el pedido de los 15 mil pesos para sufragar la ampliación de la Iglesia, se hubieran efectivizado se armaron listas de suscripciones “para los gastos de la Iglesia”. Las maderas fueron provistas por Primo Capraro y su empresa y por uno de los funcionarios públicos que componían la comisión como Humberto Giovanelli, el inspector de bosques, a pedido del misionero Genghini (ASP, CCSCB 15/5/1907). La comisión votó por unanimidad comenzar los trabajos cuanto antes y “colocar la piedra fundamental” (ASP, CCSCB 20/1/1907 f. 32).

Una vez construida la Capilla en 1907, los Salesianos volvieron a Junín de los Andes y hacia 1913 dos vecinos de la compañía comercial ganadera “Chile Argentina”, con residencia en Bariloche, que seguían la ruta de los lagos en su actividad comercial, se quejaban ante la Santa Sede de la atención religiosa de curas:
Hasta hace pocos años, estos Salesianos visitaban Bariloche, asimismo obtuvieron de los pobres católicos la construcción de una iglesia. Desde entonces no han vuelto a poner los pies y esta iglesia ha servido solo para realizar las ceremonias religiosas cuando un sacerdote católico pasa por aquí a lo largo de uno de sus viajes.
Los padres salesianos han dejado aquí un muy mal recuerdo, y realmente no los extrañamos. Solamente protestamos enérgicamente contra la actitud adoptada por los Salesianos, de cara a los sacerdotes que manifestaron la intención de dar Misión aquí; y no solamente protestamos, sino que declaramos categóricamente que consideramos esta actitud absolutamente injusta, por no decir escandalosa. (APF, NS, vol. 581. Doc. 245. Carta del Señor Don A. Nichell. Compañía Inglesa. Pilcañyeu- Rio Negro al Colegio Propaganda Fide, Bariloche, 16 de junio de 1913)23.
Los vecinos24, se quejaban de haber construido una capilla que no había dejado de ser para los salesianos de Junín una posta misionera. En la carta incluyeron un croquis del espacio cordillerano para que Propaganda Fide dimensionara “las condiciones lamentables tristes de abandono completo, en las cuales se encuentran los católicos de estos distritos”.
Lo que claramente se dimensiona en el croquis es la separación cordillerana y jurisdiccional del lado argentino, pero no del chileno donde solo hay un rio dibujado. En ese inmenso territorio claramente dividido, solo los lagos son el puente de contacto e intercambio.

¿Qué atención espiritual exigen estos “vecinos caracterizados” de Bariloche? En primer lugar, solicitan un sacerdote del clero secular pues afirman que “los católicos no pertenecen propiamente a ninguna fraternidad ni orden” (APF, NS, vol. 581. Doc. 245). Tampoco quieren un sacerdote de la zona chileno o argentino, y rechazan a los salesianos italianos que monopolizan, según su parecer, con malas artes el territorio católico: “En estos últimos años los sacerdotes católicos nos habían manifestado la intención de venir a dar Misión, pero les ha sido impedido por los Salesianos. Afirmamos enérgicamente que los Salesianos no tienen derecho de hacer esto; y que al hacerlo cometen una mala acción, muy malvada acción y un odioso abuso” (APF, NS, vol. 581. Doc. 245). Estos vecinos dicen que necesitan
un sacerdote digno como conocemos personalmente miles en Europa y en otras partes; un sacerdote como el padre irlandés que vino aquí, hace algunos años, o como el padre Alemán que ha venido a ayudar este año a un católico que estaba convaleciente. Ellos nos demostraron que eran hombres de Dios, verdaderos Sacerdotes de coraje y energía iluminada, de un ideal noble, elevado y generoso; y no mercaderes y negociantes (APF, NS, vol. 581. Doc. 245).
Por otro lado, en Chile la Compañía Chile Argentina estableció relaciones especialmente con la Orden jesuita, el Partido Conservador chileno y los inversionistas locales explotadores del salitre como los Subercaseux (Muñoz Sougarret 2018:102). No obstante, tal relación hizo que la compañía recelara la posición de los Salesianos en Bariloche y recomendara, en cambio, la entrada de cuerpos religiosos desde Chile en su reemplazo.
¿Quiénes son los vecinos cuyo enfrentamiento con los Salesianos los llevó a acusarlos ante el Colegio Propaganda Fide de “mercaderes y negociantes”? El inglés Ambrose Robert Nicholls25, quien envía la carta con el membrete de la “Compañía Comercial y Ganadera Chile-Argentina”, sede Bariloche y el belga Vereertbrugghen26, quienes declaran ser director de una compañía inglesa y médico respectivamente. La demanda de estos vecinos no parece haber prosperado pues un año después en 1914, la capilla construida por la Chile Argentina quedó a cargo del salesiano Marchiori que organizó las actividades de la capilla y construyó la casa parroquial con el aporte de los vecinos de las primeras comisiones Pro Templo (ASP, CCSCB, 4/4/1915 y 23/3/1915), y “la Compañía Chilena Argentina en primera línea” (ASP, CCSCB, 28/11/1915).
Estos “vecinos caracterizados” materializan en un croquis un territorio cuyos vínculos económicos muestran ese espacio común en el que reivindican sus formas de organización y pertenencia. Un territorio que desde su mirada los Salesianos han desterritorializado volviendo a Junín y que ellos buscan reterritorializar con otros vínculos católicos que otorguen la cohesión de sus intereses grupales desde una identidad católica europea, especialmente germana, que les proporcionase mayor jerarquía y mejores vínculos a través de los jesuitas chilenos.
Las alianzas y diferencias entre los Salesianos y los miembros de la comisión de la capilla pertenecientes a la Chile argentina, se terminaron zanjeando con la coyuntura histórica del “declive de la empresa Chile Argentina, por la guerra mundial y “en el marco de las disputas limítrofes con Chile, instante en el que la prensa porteña acusó directamente a los empresarios de la Hube y Achelis de agentes chilenos y llamó al Estado Nacional a intervenir” (Méndez y Muñoz 2013:176). Justamente al siguiente año de inicio de la guerra y poco antes que finalizara, los Salesianos deciden transformar esa “posta misionera” de San Carlos de Bariloche, en centro definitivo y casa permanente con la colaboración de los estancieros: “El padre envío varias cartas a estancieros del campo pidiendo ayuda para pagar los gastos contraídos en la edificación de la casa de Misión y ensanche de la capilla de San Carlos de Bariloche” (ASP, CCSCB, 8/7/1915).
Los pobladores de Bariloche, especialmente los “vecinos caracterizados” lograron hacia 1914 que aquella capilla que se había fundado como una posta misionera, fuera un centro católico permanente. Los Salesianos se quedaron con el templo que había construido la empresa, disputaron el territorio educativo con la escuela estatal y alemana, reterritorializaron el espacio católico y pusieron en esta etapa las condiciones tanto en la construcción de los edificios del nodo misionero, como de las actividades religiosas que socializaron el poblado.
Hemos analizado a través de la construcción de la Capilla "Inmaculada Concepción" de San Carlos de Bariloche (1907) y de sus Comisiones Pro-Templo, las redes que vinculando religión y poder, conformaron un territorio católico a escala binacional. Previamente a la fundación de la capilla, los Salesianos habían establecido un circuito misionero hacia fines del siglo XIX con el nodo central en Junín de los Andes. Bariloche era una posta de misión itinerante, que formaba parte de un circuito más amplio transcordillerano. Paralelamente en la Colonia agrícola pastoril del Nahuel Huapi se había establecido la Compañía Chile Argentina con sede en Puerto Montt que funcionaba de forma transnacional por lo que Bariloche constituyó un centro estratégico para los comerciantes de la zona. En este territorio el grupo de “vecinos caracterizados” de Bariloche alrededor de la capilla, formado por los empresarios de la Chile Argentina, las fuerzas del orden y agentes del Estado, pugnaban por transformar a este poblado con una escuela protestante y otra estatal, en un centro católico que asociara la religión católica al progreso y a la civilización. La alianza inicial entre la Congregación y la Compañía Chile Argentina se visibilizó en la construcción de la capilla, pero tras la bendición del Templo, los Salesianos volvieron a su circuito original hasta que tras las quejas de los “vecinos caracterizados” se asentaron definitivamente en Bariloche.
La capilla fue el escenario privilegiado de visibilización de estos “vecinos caracterizados” que se constituyeron en la élite de poder local reterritorializando un espacio heterogéneo y sumamente permeable. Las disputas de poder se advierten en una comisión constituida básicamente por los empresarios de la Chile Argentina y los Salesianos en la que disputaron “ad intra” el poder Horn y Capraro. Este último a través de la capilla inició su camino de ascenso en la sociedad barilochense. A pesar de las pujas de poder y de las protestas de algunos “vecinos caracterizados” apelando a otras escalas administrativas supra nacionales como Propaganda Fide, los Salesianos se asentaron en la zona como referentes de la Iglesia católica impidiendo que el esquema territorial plasmado en esa carta reconfigurara el espacio y los vínculos de pertenencia.


