Recepción: 20 Septiembre 2021
Aprobación: 23 Noviembre 2021
Resumen: Este escrito analiza la dinámica de la desigualdad económica durante los ciclos político-económicos de las últimas dos décadas. El trabajo aborda los cambios y continuidades en la distribución de los ingresos, bajo etapas de expansión, estancamiento y crisis, desde la relación que establecen los hogares con el mercado de trabajo, en condiciones de heterogeneidad ocupacional y estructural persistentes. La hipótesis de este trabajo, de inspiración estructuralista latinoamericana, es que la dinámica distributiva argentina involucra la superposición de: a) cambios limitados entre las distintas etapas, primero expansivos y luego regresivos; y b) la permanencia de los principales patrones de desigualdad que surgen de condicionantes estructurales a la inserción laboral de los hogares. Se presenta un modelo de descomposición del cambio en el índice de Theil para poder analizar los efectos de la configuración de la estructura socio-ocupacional sobre la desigualdad de ingresos en cada instancia. Inicialmente, se habrían registrado descensos en la disparidad por ingresos, a raíz de las menores distancias entre grupos y su menor dispersión. Sin embargo, tras este proceso limitado se registra un nuevo ascenso de la desigualdad económica, especialmente por el empeoramiento de las oportunidades laborales y los cambios regresivos en la estructura ocupacional.
Palabras clave: Heterogeneidad estructural, Desigualdad Económica, Distribución del Ingreso.
Abstract: This paper analyzes the dynamics of economic inequality during the last two decades in Argentina. It addresses the changes and continuities of the income distribution under cycles of economic expansion, stagnation and crisis. Specifically, from the relationship established between households and the productive structure through the labour market, under conditions of persistent occupational and structural heterogeneity. The hypothesis of this work is that the argentine distributive dynamics of the last two decades involve the superposition of: a) limited changes, that closely follow the expansive, and later contractive, nature of economic cycles; and b) the maintenance of the main patterns of inequality that arise from structural conditions in the labour market, and the location of households in relation to it. To approach this, the paper presents a decomposition model of the Theil index to analyze the effects of the configuration of the socio-occupational structure on income inequality in each instance. The main findings point to initial improvements in economic inequality, linked to moderate falls of between group inequalities and inner-group income dispersion. However, once this rather limited process is over, inequality rises again, especially due to worsening opportunities in the labour market and regressive changes in the occupational structure.
Keywords: Structural Heterogeneity, Economic Inequality, Income Distribution.
INTRODUCCIÓN
El objetivo de este escrito es analizar el desempeño de la desigualdad económica en la Argentina durante los recientes ciclos de expansión, estancamiento y crisis que caracterizan las últimas dos décadas1. Esto se aproxima a partir de la configuración de la estructura social, organizada según la inserción ocupacional de los hogares. Por lo tanto, el análisis busca abordar los cambios y las continuidades en la desigualdad económica argentina de la denominada postconvertibilidad a partir del vínculo durable que los hogares establecen con el aparato productivo, expresado en las inserciones socio-ocupacionales de sus miembros.
El escrito retoma el interés por los vínculos entre desigualdades del aparato productivo y dinámica de la distribución del ingreso a partir de la perspectiva estructuralista latinoamericana (Di Filippo, 2009; Salvia, 2012). En particular, se recupera la noción de heterogeneidad estructural, qué caracterizaría el patrón de acumulación de economías nacionales como la de Argentina, para abordar los efectos distributivos del ordenamiento socio-ocupacional bajo distintos escenarios político-económicos del siglo XXI (CEPAL, 2012; Salvia, 2012; Poy, 2020). Para analizar comparativamente lo ocurrido, se examina la constitución de la estructura socio-ocupacional, los ingresos de la población y su dinámica mediante la siguiente periodización: a) la recuperación y expansión bajo políticas heterodoxas (2003-2013); b) el deterioro y estancamiento económico subsiguiente (2013-2016); y c) la superposición de inestabilidad macroeconómica, coyunturas críticas y el despliegue de la pandemia de COVID-19 más reciente (2016-2020). Por lo tanto surgen, dos interrogantes ¿Cuáles fueron las principales tendencias ocupacionales y distributivas para la estructura social argentina urbana, en clave comparativa, a la luz de esta sucesión de fases políticas? y ¿Qué rol desempeñaron las principales dimensiones del vínculo entre hogares y mercado de trabajo en la configuración estas tendencias, específicamente sobre el nivel general de desigualdad distributiva? Siguiendo el enfoque estructuralista, la hipótesis de este escrito es que la dinámica distributiva argentina de las últimas dos décadas se organizó en una doble temporalidad, cambios parciales entre las distintas etapas y una continuidad significativa en los principales patrones de diferenciación ocupacional atravesados por la heterogeneidad estructural, y que distribuyen la relación de la población con el mercado de trabajo.
Durante las últimas décadas, la bibliografía distributiva ha examinado la evolución de las asimetrías de ingreso en Argentina, los factores que operan tras este desenvolvimiento y su vínculo con otras problemáticas socioeconómicas de relevancia (Beccaria y Maurizio, 2012). Estas contribuciones han buscado reconstruir el recorrido de la desigualdad durante distintos períodos político-económicos y también examinar las evidencias generadas para el caso argentino a la luz de las tendencias distributivas a nivel regional (Benza y Kessler, 2020). En el marco conceptual que impulsa estos estudios, se han ponderado la convergencia o interacción de diferentes factores: el papel del capital humano en el mercado de trabajo, los ciclos macroeconómicos, las transformaciones en la institucionalidad laboral y la política social (Acosta, Cruces, Galiani, y Gasparini, 2019). Sin embargo, tanto para el caso argentino como en trabajos internacionales, resultan más escasas las producciones que se interrogan por el derrotero de las oportunidades laborales y su disponibilidad diferencial entre la población en el marco de asimetrías duraderas, expresadas en la prevalencia de la informalidad laboral o la heterogeneidad estructural y ocupacional (Poy, 2020). En especial, han tenido menor presencia los estudios orientados a considerar la traducción de las inequidades de productividad, escala y capacidad de absorción de empleo, propias de las estructuras productivas heterogéneas, a las desigualdades económicas durables en la estructura social (CEPAL, 2012; Pérez y Barrera Insua, 2012).
Se aprovechan las potencialidades de descomposición del índice de desigualdad de Theil (1967) sobre las rentas de los hogares para examinar los escenarios distributivos argentinos según las coordenadas de la estructura socio-ocupacional. Para ello, se recurre al procesamiento de los micro-datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), publicados con regularidad por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) argentino con el fin de generar evidencias estadísticas comparables y consistentes a través del tiempo. El trabajo se organiza de la siguiente forma. En la primera sección, se detallan los elementos del enfoque teórico-metodológico asumido para el análisis del vínculo entre desigualdad económica y mercado de trabajo, la perspectiva estructuralista latinoamericana, y se presenta su tratamiento operativo en variables e indicadores. En la segunda parte, se analizan descriptivamente las principales salientes de la estructura socio-ocupacional argentina y la evolución de indicadores resumen de inequidad distributiva en las distintas etapas que componen las últimas dos décadas. En la tercera parte, se presenta un ejercicio de descomposición del índice de desigualdad de Theil entre agrupamientos socio-ocupacionales y de los cambios en este indicador a lo largo del tiempo, con la finalidad de exponer el papel que sus diferentes dimensiones analíticas desempeñan en cada etapa. Por último, se ofrecen algunas reflexiones de cierre.
ENFOQUE TEÓRICO Y CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS
En esta sección se reconstruyen las principales contribuciones teóricas que dan marco al tipo de abordaje propuesto para examinar la dinámica de la desigualdad económica entre la población argentina durante las últimas dos décadas, específicamente a través de su vínculo con el mercado de trabajo. Por lo tanto, se detallan: a) la importancia de las principales reflexiones estruct
En esta sección se reconstruyen las principales contribuciones teóricas que dan marco al tipo de abordaje propuesto para examinar la dinámica de la desigualdad económica entre la población argentina durante las últimas dos décadas, específicamente a través de su vínculo con el mercado de trabajo. Por lo tanto, se detallan: a) la importancia de las principales reflexiones estructuralistas latinoamericanas para aproximarse al caso argentino; b) los principales lineamientos para aproximarse a la conceptualización del mercado de trabajo bajo esta perspectiva; y c) el rol de las unidades domésticas para el análisis de la desigualdad económica en relación a los distintos patrones de inserción ocupacional de sus miembros.
En sociedades nacionales como la Argentina, la perspectiva estructuralista latinoamericana resulta un marco fértil para abordar la relación entre las oportunidades laborales y desempeño de la desigualdad económica. Desde sus orígenes como orientación teórica, en el marco de los estudios de la CEPAL (Rodríguez, 2001; Di Filippo, 2009), uno de los puntos de mayor preocupación del estructuralismo latinoamericano es el sostenimiento en el tiempo de niveles importantes de desigualdad de ingresos en la población de los países de la región (Di Filippo, 2009). La noción de heterogeneidad estructural, introducida a mediados del siglo XX para explicar las características específicas del aparato productivo de los países latinoamericanos, asume centralidad en esta cuestión (Di Filippo, 2009). Con origen en la forma mediante la cual estas economías se insertaron históricamente en el mercado internacional, la estructura productiva de los países latinoamericanos reproduciría importantes asimetrías tecnológicas, organizativas y de uso de mano de obra en su interior, a lo largo del tiempo, y con independencia relativa de los ciclos macroeconómicos (Rodríguez, 2001). Esta situación da lugar a la conformación de franjas productivas, sectores de actividad y firmas con niveles de productividad muy dispares entre sí (Di Filippo, 2009; Salvia, 2012).
La heterogeneidad estructural, sostenida en el tiempo por la concentración de la rentabilidad en los sectores más capitalizados y tecnológicamente avanzados –entre otros mecanismos- deviene en la incapacidad de absorber al conjunto de la fuerza de trabajo en relaciones asalariadas típicas y, de esta forma, traduce asimetrías productivas en heterogeneidad ocupacional (Salvia y Vera, 2012; Chena, 2016; Poy, 2020). Retomando las contribuciones originales de PREALC-OIT (OIT, 1993; Tokman, 2007), algunas de las expresiones más distintivas de este fenómeno, en el mercado de trabajo de países como la Argentina, son: a) la reproducción de una amplia gama de micro-actividades de baja o nula productividad, tradicionalmente denominadas sector informal urbano, que se despliegan intersticialmente en la estructura productiva y expresan al eslabón más empobrecido de la misma (Cacciamali, 2000); b) la importante participación relativa del trabajo cuenta-propia de baja calificación, orientado a la subsistencia (OIT, 1993); y c) el solapamiento de estos fenómenos con la presencia de volúmenes importantes de asalariados cuyas relaciones contractuales son ajenas a la institucionalidad laboral (Tokman, 2007).
En el caso de este trabajo, se retoman dos lineamientos, vinculados al abordaje de la reproducción de los grupos sociales para clarificar la relación entre: a) los hogares resultan espacios estratégicos para organizar la satisfacción de necesidades, a nivel cotidiano y generacional, dados los vínculos que trazan con el producto social generado al participar diferencialmente en los circuitos que lo componen (Salvia, 2012); y b) la inserción ocupacional, caracterizada según su localización en la estructura productiva, resulta central para el acceso a recursos monetarios que garantizan esta satisfacción de necesidades (Torrado, 1978). En los países latinoamericanos, las asimetrías ocupacionales derivadas de la heterogeneidad estructural imprimen un nivel de desigualdad económica sensible, que se refleja en la reproducción inter-temporal de disparidades relevantes en el bienestar económico de los hogares y la población (Tokman, 2007). Por un lado, dada la coexistencia de sectores que generan empleos y remuneraciones dispares, la desigualdad económica debería aproximarse al vínculo que establecen las unidades domésticas con el mercado de trabajo y las rentas que este les procure. En segundo lugar, se ha destacado que en las sociedades latinoamericanas el rol de los circuitos de ingreso no-laboral es reducido frente a la renta laboral de los hogares, específicamente intervenciones sociales del estado como transferencias, pensiones y/o protecciones al desempleo (Tokman, 2007;Poy, 2020). A pesar de la extensión más reciente de diferentes esquemas y mecanismos de protección social en América Latina, y también en Argentina, estos continuarían desempeñando un papel limitado, por lo que el mercado de trabajo retiene primacía en la configuración de la desigualdad entre gran parte de la población (Anyul y Mutis, 2018).
En conjunto, los aportes teóricos que se retoman permiten abordar de una forma congruente la dinámica de la desigualdad económica de las últimas dos décadas desde el ordenamiento ocupacional de la población. Mediante la perspectiva estructuralista, se recupera la importancia de los atributos técnico-organizativos del aparato productivo para comprender cómo se originan y reproducen asimetrías relevantes entre las remuneraciones de la fuerza de trabajo (Salvia, 2012). Por esta razón, se contrapone a las explicaciones tradicionales, que hacen hincapié en la cantidady atributos de fuerza de trabajo activa que los hogares pueden volcar al mercado laboral para comprender sus resultados remunerativos (Lustig, López-Calva, y Ortiz-Juarez, 2016). Sin descartar de plano estos factores, con un enfoque estructuralista se busca priorizar los atributos de la demanda de empleo, específicamente el contenido o características de las oportunidades laborales y distribución asimétrica de empleos de calidad, según fronteras sectoriales (Poy, Robles, y Salvia, 2021). Como ha documentado la bibliografía distributiva en distintas ocasiones, la configuración de desigualdades en el bienestar económico de la población argentina seguiría de cerca la mayor o menor disponibilidad de oportunidades para hacerse con percepciones de renta, por la inserción ocupacional o por la protección social, y el contenido remunerativo de las mismas (Poy, 2020). Sin embargo, entre el circuito de renta laboral y las fuentes de ingreso no-laboral, debe jerarquizarse el primero y su configuración, dados los montos escuetos que suelen caracterizar a la protección social en América Latina y también en Argentina (Anyul y Mutis, 2018).
FUENTE DE DATOS, VARIABLES Y PROPUESTA DE ANÁLISIS
Para llevar adelante este estudio se hace uso de los micro-datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). La EPH es una encuesta de periodicidad trimestral, representativa de los 31 principales aglomerados urbanos de la República Argentina (INDEC, 2003)2. Las decisiones específicas para tratar operativamente las variables y las unidades de análisis se delimitan a continuación.
En primer lugar, se trabaja con la población localizada en hogares cuyo principal sostén se encuentre en franjas laboralmente activas –entre 18 y 64 años-. Asimismo, la determinación del principal sostén del hogar se realiza a partir del nivel de ingreso individual de los componentes del hogar. Independientemente de la fuente, se elige a quién reporte el mayor nivel en valores corrientes (Poy, 2020).
En segundo lugar, la estructura ocupacional se aborda con un esquema de inserciones inspirado en que propone PREALC-OIT (OIT, 1993). Se busca identificar los principales ejes de diferenciación entre la fuerza de trabajo según: a) la separación sectorial de las inserciones; b) la complejidad técnica y la relación de empleo que enmarcan a la ocupación identificad; y c) también se considera relevante introducir la presencia o ausencia de un contrato regulado típico, legalidad o extra-legalidad laboral. El resultado se expone a continuación en el Cuadro 1.

En tercer lugar, la medición específica de la desigualdad económica se realiza a partir de los ingresos per cápita dentro del universo de población ya definido. Las dos variables más utilizadas para el estudio de la desigualdad económica son el ingreso de los hogares y el gasto de consumo de los hogares (Jenkins y Van Kerm, 2011). Contrario a las perspectivas utilitaristas, que destacan la importancia de medir las disparidades de consumo efectivo, se priorizan los ingresos corrientes de la población: a) la renta de los hogares facilita reflejar las disparidades subyacentes al acceso o control de recursos económicos, por la posición en el mercado de trabajo (Sen, 1997); b) la participación diferencial de los grupos sociales en el producto generado establece los contornos para su capacidad de reproducir sus condiciones de existencia a lo largo del tiempo (Salvia 2012); y c) la EPH no presenta una indagación sistemática sobre las características y la magnitud del consumo o los gastos de consumo de los hogares3.

PRINCIPALES TENDENCIAS SOCIO-OCUPACIONALES Y DISTRIBUTIVAS EN LA ARGENTINA RECIENTE
Como se menciona al principio, existe cierto acuerdo en la bibliografía acerca del recorrido de la desigualdad económica argentina entre los años noventa y principios del siglo XXI. Durante las reformas estructurales, la dinámica del mercado de trabajo y el perfil de las políticas sociales habría reforzado el agravamiento de la desigualdad (Beccaria y Maurizio, 2012; Salvia y Vera, 2012). En contraposición, el cambio en el perfil del régimen macroeconómico y laboral, inaugurado tras la crisis finisecular de 2001, redujo la magnitud de la desigualdad distributiva (Judzik et al., 2017). El objetivo de esta sección es ofrecer un análisis descriptivo de las principales tendencias observadas en el entre hogares y heterogeneidades productivas durante el siglo XXI, mediante la Tabla 1.

(*) Se considera solo a la población localizada en hogares con al menos un miembro en edades centrales (18-64 años)
elaboración propia en base a los micro-datos de la EPH-INDEC para todos los aglomerados urbanos relevados en modalidad continua.La información compilada en esta tabla resulta elocuente y congruente con los hallazgos de otras producciones que estudian la dinámica laboral de los últimos años (Arakaki, Graña, Kennedy, y Sánchez, 2018; Poy et al., 2021). Durante el período más dinámico del siglo XXI, bajo políticas heterodoxas entre 2003 y 2013, resulta nítida la recomposición del vínculo de la población con el empleo protegido en el sector formal (6,4%), en espejo al estancamiento de las inserciones en el sector micro-informal (0,3%) y el descenso del volumen personas que se encontraban en hogares sin acceso al empleo (2,9%). Se ha señalado que tanto la elevada capacidad ociosa inicial -y el desplome de las remuneraciones reales-, consecuencias de la estrepitosa salida del programa de convertibilidad (Arakaki et al., 2018; Poy et al., 2021), como las políticas macroeconómicas y laborales desplegadas desde ese momento, desempeñaron un papel relevante en este proceso virtuoso (Judzik et al., 2017). Sin embargo, también se registra la continuidad de importantes asimetrías, evidenciadas por la relevancia porcentual del contingente de población qué continuaba vinculada a ocupaciones del sector micro-informal, en modalidad autónoma (18,1%) o asalariada (25,4%), hacia 2013. Además, la duración del proceso expansivo tiene una temporalidad acotada. El desempeño estancado del empleo asalariado formal entre 2013 y 2016 (-0,1%) y su retroceso desde entonces (-1,9%), condicionados por la aparición del problemáticas de estrangulamiento externo (Abeles, Lavarello, y Montagu, 2018; Wainer, 2019), habrían erosionado parte no menor de las mejoras en el vínculo entre hogares y mercado de trabajo, que se habían registrado con anterioridad.
Un comentario aparte merece lo ocurrido con el escenario laboral en tiempos más recientes, a raíz del advenimiento de la crisis sanitaria propiciada por la pandemia de COVID-19. Para contener la propagación viral el gobierno de Argentina dispuso medidas de aislamiento sanitario obligatorio durante buena parte de 2020, restricciones significativas a la circulación de la población y cese de actividades laborales en una gama diversa de ramas productivas (ILO, 2020; Rubio et al., 2020). En consecuencia, se documentó la desaparición coyuntural de muchos puestos laborales y actividades económicas desestructuradas, no podían llevarse a cabo bajo estas restricciones sanitarias. Este fenómeno afectó particularmente a la población al sector informal y a quieren ocupaban empleos independientes (Weller, 2020).
En conjunto, la recomposición parcial de la estructura socio-ocupacional argentina, principalmente mediante la expansión de la inserción asalariada regulada en el sector formal, coincide con la recuperación y expansión económica de la primera década del siglo XXI (Beccaria y Maurizio, 2012; Poy et al., 2021). Tanto el perfil de este crecimiento, intensivo en mano de obra, como la reorientación de políticas públicas en el mercado de trabajo habrían consolidado esta tendencia. Sin embargo, dadas las limitaciones de este modelo de crecimiento el escenario socio-laboral continuaría experimentando asimetrías relevantes, de carácter estructural qué se ven realzadas por: a) el estancamiento de las tendencias positivas antes reseñadas; y b) la crisis macroeconómica abierta que se desencadena desde 2018 y recrudece en años subsiguientes (Poy et al., 2021). Este escenario, de recomposición y posterior deterioro en el vínculo de la población con el sector formal del empleo, así como de importantes continuidades en las pautas durables de inserción ocupacional en el sector micro-informal, impulsa la interrogación subsiguiente acerca del recorrido general de los ingresos de la población durante las distintas etapas.
En este sentido, de acuerdo al enfoque teórico estructuralista propuesto se espera observar asimetrías durables de ingreso entre la población, a pesar de cambios entre etapas de expansión, estancamiento y retracción del proceso de acumulación. Además, resulta central que estas asimetrías se superpongan al vínculo desigual con la estructura productiva (Salvia, 2012). Específicamente, como la fuerza laboral de los hogares accede a un mercado de trabajo atravesado por heterogeneidades productivas y ocupacionales persistentes se espera que estas se traduzcan en remuneraciones que tiendan a ser típicamente desiguales entre estos sectores y que, a pesar de cambios en condiciones macroeconómicas, este patrón rígido condicione la forma general de la distribución.
Por lo tanto, es relevante examinar que sucede con el desempeño de las brechas de ingreso típico entre inserciones socio-ocupacionales y, por otra parte, analizar la mejora y/o deterioro de las rentas según su capacidad de compra, para las distintas etapas delimitadas. El cálculo de las brechas o cocientes se formaliza a continuación:

Donde

es la media del ingreso per cápita en la categoría de inserción socio-ocupacional determinada y Importar imagenla media del mismo ingreso para el conjunto del universo evaluado. La Tabla 2 contiene información acerca de: a) la brecha entre el ingreso per cápita promedio de cada categoría de inserción y la media de renta per cápita de la población; y b) las variaciones reales promedio por año, es decir, en valores constantes, en estos ingresos para los tres sub-períodos definidos.

(*) Los ingresos per cápita constantes de los hogares se deflactaron utilizando distintos índices de precios al consumidor de acuerdo a la disponibilidad de información fiable en cada período: a) Hasta 2006 el IPC-GBA publicado por INDEC; b) entre 2006 y 2015 se recurrió a índices alternativos, IPC-7 provincias e IPC-CABA; y c) a partir de 2016 se reanuda la utilización del saneado IPC-GBA de INDEC.
elaboración propia en base a los micro-datos de la EPH-INDEC para todos los aglomerados urbanos relevados en modalidad continua.El comportamiento de las brechas coincide con las tendencias distributivas que caracterizaron consecutivamente al largo período bajo examen. En primer lugar, el recorrido observado hasta 2013 es mayormente positivo. Por un lado, se encuentra caracterizado por la mutua aproximación de las proporciones de rentas per cápita que acopiaba cada grupo de población ordenados por inserción socio-ocupacional. Por otra parte, dado el solapamiento cronológico de esta fase el cénit del crecimiento bajo un esquema de intervenciones laborales y políticas macroeconómicas heterodoxas (Beccaria y Maurizio, 2012; Wainer, 2019), se observa una mejora generalizada de los ingresos reales de todas las categorías socio-ocupacionales de población, y particularmente entre asalariados formales (6,9%) y públicos (9,2%) de menor calificación.
En segundo lugar, las etapas subsiguientes registran un deterioro creciente en las asimetrías típicas entre los grupos socio-ocupacionales. Hacia el año 2016, la distancia promedio de los ingresos per cápita de autónomos formales (1,15) respecto a la población en general vuelve a incrementarse. Además, la situación de los asalariados micro-informales vuelve a deteriorarse (-0,31) y los ingresos en valores reales, tanto para la población en general como para la mayor parte de los grupos ocupacionales, comienzan a retroceder entre 2013 y 2016 (-2,3%). En el mismo sentido, las asimetrías continuaron agravándose con el recrudecimiento de la situación macroeconómica y socio-laboral en 2019. Al mismo tiempo, el valor de los ingresos reales recrudece en el período comprendido entre 2016 y 2020 (-5,7%), especialmente entre asalariados (-5,6%) e independientes (-6,4%) del sector micro-informal.
El recorrido distributivo descrito, entre la fase expansiva y las etapas contractivas subsiguientes, resulta coherente con las condiciones productivas y laborales heterogéneas que se mantuvieron sobre el vínculo entre hogares e inserción ocupacional a lo largo de las casi dos décadas evaluadas. Esta situación caracteriza tanto a la expansión económica inicial como a su desaceleración y reversión posterior, aunque en niveles distintos. Estas modulaciones, limitadas, son coherentes con la mayores márgenes redistributivos del estado y las tensiones inflacionarias impulsadas por las restricción externa, lo cual se asocia a la permanencia de los principales atributos de la estructura productiva heredada de la década del noventa (Abeles et al., 2018; Wainer, 2019). El agravamiento de las disparidades inter-posicionales, medidas por brechas entre ingresos per cápita promedio de cada categoría, debe emplazarse en el solapamiento de estas dificultades previas con el programa gubernamental encarado desde finales de 2015. En contraposición a sus metas explícitas, este cambio de esquema macroeconómico resultó infructuoso a la hora de revertir el deterioro previo y contribuyó a una desmejora general en los ingresos de la población (Wainer, 2019). A su vez, la introducción de mayores inestabilidades a la economía doméstica por el acelerado endeudamiento externo y la irrupción del COVID-19 motorizó la profundización de las caídas del ingreso real y la disparidad en las retribuciones típicas, aunque no necesariamente con la misma lógica en cada shock. En este sentido, la evolución de las brechas y los ingresos reales, contenida en las últimas dos fases evaluadas, ofrece un panorama de reversión de los procesos y mejoras virtuosas previas. La capacidad descriptiva del análisis de brechas para aproximar el recorrido reciente de la desigualdad económica argentina posee limitaciones. En este sentido, recurrir al uso de índices sintéticos de desigualdad aporta a caracterizar de manera más sistemática los cambios y continuidades en la desigualdad según distintas dimensiones analíticas, que son relevantes para el examen de la heterogeneidad estructural y su relación a las evidencias acerca de la distribución de ingresos.
APROXIMACIÓN SINTÉTICA A LA DESIGUALDAD ECONÓMICA MEDIANTE EL ÍNDICE DE THEIL
Las evidencias ofrecidas en el apartado anterior apuntan a la coexistencia en simultáneo de temporalidades diferentes sobre la situación socioeconómica de la población argentina reciente. Por un lado, la permanencia de importantes continuidades socio-ocupacionales y en las brechas remunerativas a los hogares. Por otra parte, la sucesión de algunos cambios limitados en el desempeño de estos cocientes, modificaciones en la composición socio-ocupacional y oscilaciones significativas en el valor real de los ingresos de la población. Dadas estas circunstancias, y la superposición de tendencias de larga duración con ciclos cortos de sentido contrario en la dinámica distributiva, resulta necesario aproximarse de manera más detallada al examen de la desigualdad observada según la relación de los hogares con la localización socio-ocupacional entre los diferentes etapas, su configuración en cada una y las continuidades que asume a lo largo de la post-convertibilidad.
El índice de Theil resulta una medida fértil para comprender las modificaciones en la desigualdad de la variable estudiada. A su vez, puede desglosarse en subgrupos, de forma aditiva. Esto resulta de particular utilidad para evaluar las desigualdades estructurales porque distingue: a) la contribución relativa de cada categoría o grupo al nivel de desigualdad general; y b) la proporción de las asimetrías qué resulta atribuible a las disparidades entre agrupamientos o al interior de los mismos (Shorrocks, 1980; Calderón y Massini, 2003). Además, trata de un índice que cumple con lo que la bibliografía especializada suele denominar características deseables de las mediciones de desigualdad.
Por lo tanto, se propone una descomposición del índice de Theil del ingreso per cápita del hogar entre la población, delimitada por el tipo de inserción socio-ocupacional del principal sostén anteriormente definido. Son dos los términos del cálculo. El primero, representa la sumatoria ponderada de cada uno de los índices de entropía de Theil, correspondientes a cada agrupamiento socio-ocupacional. El segundo, refleja la desigualdad atribuible a la diferencia “típica” entre grupos, cuándo se considera que cada individuo de la población obtiene como remuneración la media de ingreso de su categoría. El resultado se formaliza a continuación:

Donde G corresponde al número de subgrupos derivados de articular categorías de inserción ocupacional e integración laboral del hogar. Los símbolos n y ng representan el número de observaciones total y en cada grupo g. Los términos µ y µg representan la media de ingresos general y la de cada sub-grupo respectivamente, y Tg representa el índice de Theil de cada subgrupo. El resultado de la evolución del índice según su descomposición en los grupos antes examinados se ofrece en la Tabla 3, a continuación.

(*) Se considera solo a la población localizada en hogares con al menos un miembro en edades centrales (18-64 años)
elaboración propia en base a los micro-datos de la EPH-INDEC para todos los aglomerados urbanos relevados en modalidad continua.La desigualdad general del ingreso entre la población sigue las tendencias expansivas en términos ocupacionales y remunerativos, desciende de forma relevante una vez que se consolidan los principales atributos del crecimiento de la post-convertibilidad. Desde los valores elevados de 2003 (0,439) y 2006 (0,455), la dispersión de las rentas per cápita cae hasta 2013 (0,288), durante el cénit de las políticas redistributivas de orientación heterodoxa. Sin embargo, al igual que las demás tendencias económico-laborales, hacia 2016 (0,295) y 2019 (0,317) empeoran los niveles generales, aunque sin alcanzar los valores de la inmediata post-crisis finisecular. En este sentido, el ciclo regresivo se establece en niveles de desigualdad global distintos de los que caracterizaron al final del régimen neoliberal, pero contrasta de manera marcada con lo alcanzado durante la etapa heterodoxa más dinámica.
Además, en congruencia con el desempeño de las brechas de ingreso típico, se observa que la parte del índice correspondiente a las disparidades entre grupos desciende junto al incremento de los niveles generales de empleo, la suba transversal en las remuneraciones y la expansión de las inserciones asalariadas formales. Lo cual se observa por la reducción del valor de la disparidad inter-grupal desde su nivel de 2003 (0,112) y el aumento de la participación proporcional de la desigualdad intra-grupal en 2013 (83%). Esta tendencia ha sido reconstruida y evaluada en producciones previas, haciendo uso de la medición de Theil y destacando la importancia del proceso de absorción de fuerza de trabajo en modalidades asalariadas formales de baja calificación (Pérez y Barrera Insua, 2012).
Sin embargo, una vez que las circunstancias empeoran, el solapamiento de las tendencias contractivas con la situación distributiva regresiva, inversa a la registrada durante la primera década del siglo XXI, se observa de igual manera. A partir de la ventana que ofrece el cuarto trimestre de 2016 (22,5%) la parte de la inequidad que corresponde las disparidades típicas comienza a incrementarse, hasta alcanzar el valor más elevado de la serie en términos relativos en 2020 (25,6%). Las crecientes dificultades en el acceso al empleo, el deterioro de la calidad de las inserciones y el retroceso de los niveles de ingreso de los hogares, propiciados por la crisis económica iniciada en 2018 y profundizada por el contexto transversal del COVID-19, habrían cristalizado en el agravamiento de los niveles de asimetría económicas por ingresos.
Se sintetizan los cambios en el índice de Theil y sus principales rasgos con un ejercicio de descomposición del cambio en tres dimensiones. La magnitud del cambio qué se registra en el índice es entre dos momentos: “s” y “t” y surge de: a) los cambios en el
tamaño relativo de cada grupo (
); b) la modificación en el ingreso promedio de cada grupo, respecto al ingreso medio total (
); y c) el cambio en la dispersión interna del ingreso de cada grupo (

Cada uno de estos términos se puede presentar desglosado de la siguiente manera para su cálculo.
Los resultados de la descomposición del cambio en la desigualdad entre períodos seleccionados se presentan a continuación, en la Tabla 4.

(*) Se considera solo a la población localizada en hogares con al menos un miembro en edades centrales (18-64 años).
elaboración propia en base a los micro-datos de la EPH-INDEC para todos los aglomerados urbanos relevados en modalidad continua.A partir de la información compilada se observan dos tendencias nítidamente contrapuestas en la variación del índice general de Theil. En primer lugar, las fases ya caracterizadas por el auge de las mejoras remunerativas y distributivas, y que coinciden con el mejor desempeño económico y laboral del período, se distinguen por contener: a) un ciclo más progresivo, entre 2003 y 2008 (-23,6%), donde se sustancian la mayor parte de las mejoras distributivas; y b) una fase subsiguiente, de menor peso pero igual sentido igualador, que perdura hasta el año 2013 en un contexto internacional más inestable y con los primeros indicios de problemáticas vinculadas a la restricción externa (-14,2%). Desde 2003, se verifica una simultánea reducción de las disparidades entre grupos y al interior de los mismos. Luego, entre 2008 y 2013, y a pesar de la crisis internacional y la desaceleración de las mejoras más sustantivas, la continuidad del descenso de la desigualdad de ingresos resulta atribuible a la menor dispersión endógena de los ingresos y a cambios limitados en la estructura de inserciones socio-ocupacionales. Una desagregación más detallada indica que esto se expresa principalmente por el retroceso de la participación, y la brecha del ingreso típico, de los hogares profesionales formales y asalariados de alta calificación sobre el conjunto.
En segundo término, el sendero de la desigualdad económica durante los ciclos caracterizados por estancamiento, recesión y crisis presenta particularidades. Hasta 2016 (9,7%) y 2019 (2,7%), los cambios de composición en la estructura socio-ocupacional resultan relevantes y regresivos. La dispersión intra-grupal, sobre todo hacia 2019 (3,6%), también aporta a elevar la desigualdad. En términos de grupos socio-ocupacionales específicos, esta situación es congruente con qué el agravamiento de los problemas de generación de empleo asalariado formal facilitó que creciera la importancia relativa de otros grupos, que aportan a elevar la inequidad, como son los profesionales públicos o formales. Además, los aspectos distributivos del saldo socioeconómico generado por la primera ola del COVID-19 para el caso argentino resultan en el descenso limitado de la desigualdad general (-3,3%), atribuible a cambios momentáneos de composición (-5%) e intra-desigualdad (-4,8%). Este proceso, de mejora en el escenario distributivo, respondería a la combinación de las circunstancias excepcionales de la pandemia de COVID-19: a) efectos de composición que favorecieron la momentánea desaparición de muchas inserciones micro-informales de bajos ingresos, en modalidad autónoma, por un contexto de restricciones a la movilidad; b) la desaparición de sustantivas entradas de ingresos entre hogares cuya actividad laboral es en inserciones profesionales formales de manera independiente; y c) la implementación masiva de políticas de preservación de ingresos de distinta índole (Rubio et al., 2020).
REFLEXIONES FINALES
La meta de este escrito es reconstruir el desempeño de la desigualdad económica en décadas recientes según los patrones de diferenciación que surgen de la relación de la población con la estructura productiva. En este sentido, haciendo uso de los aportes de la perspectiva estructuralista latinoamericana se aproxima la dinámica distributiva argentina reciente considerando los cambios y continuidades ocurridos en el marco de asimetrías productivas y laborales prolongada. Se busca poner en relación los rasgos laborales y económicos de cada bloque temporal con las disparidades estructurales, para encuadrar el desempeño de las dimensiones, la magnitud y la direccionalidad de la desigualdad económica. A continuación, se detallan las principales salientes que arroja análisis, en clave de cambios y continuidades en el desempeño de las dimensiones que moldean la desigualdad económica en la sociedad argentina contemporánea.
En términos ocupacionales, durante las dos décadas contenidas por el análisis expuesto involucra se presentan dos procesos paralelos. Por un lado, se visualizan algunas modificaciones en la relación entre hogares, mercado de trabajo y estructura productiva. Las aristas más delicadas de la situación laboral, provocadas por el régimen de convertibilidad y su crisis, son rápidamente revertidas en el lustro inicial. La velocidad y magnitud de esta recomposición, durante la primera década del siglo XXI, acopló las mejoras macroeconómicas a un descenso precipitado de la participación de los hogares laboralmente excluidos y la expansión de inserciones de empleo asalariado formal –particularmente de baja calificación-. Por otra parte, el proceso de recuperación detallado coincide con la reproducción de fragilidades -principalmente la informalidad- al interior de la estructura socio-ocupacional, que ponen en evidencia las limitaciones de la onda expansiva, tanto por su magnitud como duración temporal. Además, el estancamiento y dificultades económicas que sucedieron a la expansión inicial, constituyen la inmediata antesala de las crisis ulteriores, más recientes. La sucesión de shocks macroeconómicos, tanto por el endeudamiento acelerado como por el COVID-19, encuentran una estructura socio-ocupacional más frágil que la alcanzada a inicios de la segunda década del siglo XXI, habrían agravado los niveles relativos de exclusión laboral y erosionado el papel del empleo asalariado formal en la estructura ocupacional.
La configuración distributiva y los niveles de ingreso mutan en paralelo a este patrón de cambios y continuidades en el escenario ocupacional. En primer lugar, los primeros años del siglo XXI se caracterizan la simultánea disminución de las brechas de ingreso per cápita promedio y el incremento de los valores reales de este último. Este proceso coincide con la fase más álgida de políticas heterodoxas entre 2003 y 2013, caracterizada por años de crecimiento elevado, la expansión del empleo y el súper-ciclo de precios de exportación que favorable a América Latina. En particular, los ingresos reales de la población en hogares dirigidos por asalariados formales e informales crecen por encima de la media y resultan claves para la reducción general de la desigualdad y las brechas entre grupos. Sin embargo, esta tendencia virtuosa es puesta en jaque por dos procesos de distinta temporalidad. Por un lado, la continuidad de brechas según patrones de inserción en la estructura productiva, que continúa manteniéndose a niveles altos. Por otra parte, la rápida desaceleración de las mejoras y su paulatina erosión desde entonces, bajo un recrudecimiento de la espiral inflacionaria y las dificultades externas que devienen en crisis macroeconómica abierta en el trienio más reciente.
Las principales tendencias resultan congruentes la descomposición del índice de Theil del ingreso per cápita. Hasta el año 2013, las mejoras en la distribución y nivel del bienestar económico atestiguan el cambio positivo en la desigualdad: por la disminución de las brechas entre grupos socio-ocupacionales y la caída de la dispersión interna de las rentas per cápita de los mismos, centrada en la expansión del empleo asalariado formal y la elevación de su ingreso promedio. Sin embargo, al interior de esta fase destaca el carácter temporalmente limitado de los descensos más significativos, ya que se concentran entre 2003 y 2008. Además, a pesar de la recomposición del escenario ocupacional durante la primera década del siglo XXI, los efectos distributivos directos del tamaño relativo de los grupos en la estructura resultaron contradictorios. Desde entonces, la tendencia distributiva resulta regresiva hasta 2020. En este último año, los efectos coyunturales propiciados el COVID-19 -y la reacción gubernamental al mismo- imprimen al mercado laboral y su relación a los hogares una leve mejora. En la etapa de estancamiento, entre 2013 y 2016, el empeoramiento de las oportunidades de inserción ocupacional aporta de forma relevante a elevar la desigualdad. A partir de los años de crisis, los aportes regresivos de composición se suman a variaciones positivas de la desigualdad producto del acrecentamiento de las brechas de ingreso per cápita y su dispersión entre los grupos socio-ocupacionales, especialmente a favor de los profesionales independientes y asalariados formales de alta calificación.
Al igual que en otros países latinoamericanos, durante el siglo XXI la desigualdad económica en la sociedad argentina, medida por ingresos, observa un ciclo de descenso, estabilización e incremento. Sin embargo, en paralelo se registra la permanencia de obstáculos duraderos para integrar a mayores contingentes de hogares y población a las formas de inserción laboral de mayor calidad. A inicios del siglo XXI, la reproducción de este fenómeno estableció límites estrechos a las mejoras de bienestar por ingresos y su distribución más equitativa, incluso bajo contextos de crecimiento y activas políticas redistributivas. De manera más reciente, la perdurabilidad de estas problemáticas estructurales constituye el escenario sobre el cual las sucesivas crisis han operado la erosión de las mejoras previas. En especial, por el aumento de las brechas entre los grupos y la dispersión de las rentas, que acompañan la erosión de la limitada expansión del empleo asalariado formal, lograda durante la primera década del siglo XXI.
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Notas