¿Democratización o segmentación? Exploraciones sobre la distribución del consumo por clase social. Argentina 2004-2018
Democratization or segmentation? Explorations on consumption distribution by social class. Argentina 2004-2018.
¿Democratización o segmentación? Exploraciones sobre la distribución del consumo por clase social. Argentina 2004-2018
Revista Pilquen - Sección Ciencias Sociales, vol. 25, núm. 2, pp. 047-072, 2022
Universidad Nacional del Comahue
Recepción: 03 Septiembre 2021
Aprobación: 19 Marzo 2022
Resumen: El presente artículo tiene como propuesta explorar la evolución del gasto de consumo de los hogares y su distribución en la estructura clases en las dos primeras décadas del siglo XXI en Argentina. Específicamente, se analiza la dinámica general de la desigualdad de ingresos y del gasto de consumo de los hogares, el modo en que éstos se distribuyen según clase social y la influencia que presenta el posicionamiento de clase sobre el gasto controlando por otros factores sociodemográficos. Desde un enfoque cuantitativo, se utilizarán como fuentes de datos los relevamientos de la Encuesta Nacional de Gastos de Hogares (ENGHo) de los años 2004-2005, 2012-2013 y 2017-2018, realizada por el INDEC. Los resultados de este estudio exploratorio arrojan que la desigualdad de gastos de consumo e ingresos persiguen una tendencia similar, marcando una reducción en el período analizado, pero mostrando cierto incremento hacia 2017-2018. Por otro lado, bajo la óptica teórica propuesta, los resultados muestran la relevancia del estudio de la estructura de clases, en tanto sistema central para el abordaje de las desigualdades económicas. En este sentido, si bien las distancias entre las clases, en términos de ingresos y gastos, se redujeron entre las puntas del período, se evidencia una reproducción casi inalterada de la estructura, por la cual los consumos continúan segmentados entre sectores mejores o peores posicionados.
Palabras clave: Clase social, Desigualdad, Gastos, Consumo, Ingresos.
Abstract: The present article aims to explore the evolution of household consumption expenditure and its distribution in the class structure in the first two decades of the 21st century in Argentina. Specifically, the general dynamics of income inequality and household consumption expenditure are analyzed, the way in which income and consumer spending are distributed according to social class and the influence of class positioning on household consumption spending, controlling for other sociodemographic factors. From a quantitative approach, we use the National Household Expenditure Survey (ENGHo) for the years 2004-2005, 2012-2013 and 2017-2018, carried out by INDEC, as data sources. The results of this exploratory study show that the inequality of consumption expenditure and income follow a similar trend, marking a reduction in the period analyzed, but showing a certain increase towards 2017-2018. On the other hand, under the proposed theoretical perspective, the results show the relevance of the approach of the class structure as a central system for the study of economic inequalities. In this sense, although the distances between the classes, in terms of income and expenses, were reduced between the start and the end of the period, there is evidence of an almost unaltered reproduction of the structure by which consumption continues to be segmented between better or worse positioned sectors.
Keywords: Social class, Inequality, Consumption, Expenditures, Incomes.
INTRODUCCIÓN
El estudio de la estratificación social y su relación con las diversas dimensiones de la desigualdad se ha consolidado en América Latina, en los últimos veinte años, como uno de los principales temas en la investigación sociológica. En dicha línea se inscriben los trabajos sobre movilidad social y análisis de clase que estudian la influencia de la estratificación sobre las condiciones de vida de los hogares y a las personas (Solís y Boado 2016; Solís, Chávez Molina, y Cobos 2019; Solís y Dalle 2019). Particularmente, para el caso argentino, el análisis de clase se ha preocupado por describir y comprender el modo en que recursos y activos específicos del bienestar, tales como los ingresos corrientes, las condiciones laborales, la protección social y/o la riqueza material son distribuidos entre los distintos grupos sociales (Benza 2016; Chávez Molina y Pla 2018; Rodríguez de la Fuente 2020b).
A partir de dicho estado de situación, el presente artículo se propone explorar la dimensión del consumo y su distribución en la estructura clases en las dos primeras décadas del siglo XXI en Argentina. En este sentido, autores han planteado al consumo como una dimensión del bienestar de los hogares que ha sido poco analizada en detrimento del estudio de los ingresos (Attanasio y Pistaferri 2016; Slesnick 1994). En su defensa, siguiendo la tesis de Friedman, han apelado a la idea de considerar al consumo como una buena medida del “ingreso permanente” de los hogares. Mientras que los ingresos suelen ser fluctuantes en el tiempo, el consumo suele mantenerse estable (smoothed), inclusive en momentos de crisis y shocks, debido a que los hogares pueden recurrir, por ejemplo, a créditos, ayudas de redes de amistad o de instituciones sociales (Blundell, Pistaferri, y Saporta-Eksten 2016). De esta forma, los ingresos corrientes y el gasto de consumo de los hogares pueden ser considerados como dos dimensiones centrales que, estudiadas en forma articulada, brindarían un panorama algo más completo de las oportunidades de vida de los hogares.
Las preguntas que guiarán la propuesta son las siguientes: ¿Cómo ha evolucionado el consumo de los hogares en la Argentina reciente? ¿Cuán desiguales son los hogares en dicha dimensión? ¿Cómo ha evolucionado la desigualdad en el consumo respecto a la desigualdad en los ingresos? ¿En qué medida la clase social resulta un factor explicativo de la desigualdad en el consumo? ¿Se redujo la desigualdad de clase en dicha dimensión en los últimos años? De dichos interrogantes surgen los siguientes objetivos específicos:
Analizar la evolución de la desigualdad de ingresos y del gasto de consumo de los hogares en la Argentina reciente;
Estudiar el modo en que los ingresos y el gasto de consumo se distribuyen según clase social;
Analizar la influencia que presenta el posicionamiento de clase sobre el gasto de consumo de los hogares controlando por otros factores sociodemográficos.
Estos interrogantes cobran sentido para el contexto latinoamericano, en general, y para Argentina, en particular, en el debate acerca de si ha existido en la región una “democratización del consumo”, o al menos, un achicamiento en la brecha de consumos, a partir del crecimiento económico impulsado por los gobiernos posneoliberales (del Cueto y Luzzi 2016; Pérez Sáinz 2016; Kessler 2014). Esta reducción de la desigualdad en el consumo, que implicó un acceso a bienes anteriormente vedados a las clases más desaventajadas, así como una mayor previsibilidad en el consumo de determinados bienes y servicios básicos, puede ser explicada a partir de diversos procesos que confluyen. Por un lado, al menos hasta principios de la segunda década, la recomposición laboral y salarial, la creación de nuevos puestos de trabajo, la disminución del empleo no registrado, el aumento de la cobertura previsional y las principales medidas de transferencias de ingresos (fundamentalmente la Asignación Universal por Hijo –AUH-) contribuyeron a una sostenida y progresiva distribución y redistribución del ingreso, y a la reducción de la desigualdad social (Kessler 2014). Pero, por otro lado, las políticas específicas de bancarización y acceso al crédito fueron elementos centrales para la reactivación económica, principalmente en el período 2003-2007, donde el consumo privado aparece como el de mayor participación en la demanda agregada, creciendo a una tasa similar a la del PIB. Algunas de las políticas, como el programa “Ahora 12” (Fomento al consumo y la producción nacional) inaugurado en 2014, continuaron con el cambio de gobierno.
De esta forma, el artículo se conformará del siguiente modo. En primer lugar, presentamos algunos de los vínculos teóricos existentes entre el análisis de clase y el consumo. Posteriormente, a modo de contexto histórico, señalamos brevemente las principales dinámicas sociales y económicas que funcionan como marco de posibilidad de los procesos que analizaremos. En tercer lugar, exponemos el diseño metodológico en el que se sustenta la investigación, haciendo foco, fundamentalmente, en la fuente de datos y el esquema de clases sociales a utilizar. En cuarto lugar, arribamos a los resultados. Los mismos han sido separados en tres subapartados: principales tendencias, distribución del ingreso y gasto por clase social y exploración multivariable. Finalmente, ensayamos algunas conclusiones, interrogantes y caminos pendientes que surgen de los resultados expuestos.
El consumo desde el análisis de clase
Hablar de clases sociales implica la realización de un recorte sobre las complejas relaciones que conforman la realidad, así como adentrarse en discusiones teóricas clásicas aún no saldadas. Sin embargo, el estudio de dicho concepto resulta relevante en términos sociológicos ya que es: 1) determinante de los intereses materiales; 2) explicativo de la formación de grupos de intereses y 3) afecta las oportunidades de vida y las conductas de los individuos (Hout, Brooks, y Manza 1993). En este sentido, el estudio de las oportunidades de vida remite, dentro del enfoque de análisis de clase, al abordaje de aquellos aspectos del bienestar y de los recursos vitales de los individuos que se ven condicionados por la posición que los mismos ocupan en la estructura social, específicamente, en su esfera económica. Es importante destacar el enfoque probabilístico que enmarca a la relación clase / oportunidades de vida, en la medida que la posición en la estructura social no determina los resultados sino una probabilidad típica de alcanzarlas. En este sentido, cierta variabilidad de oportunidades de vida entre miembros de una misma clase es esperable debido a que estas no dependen de un único factor estratificador (Benza 2014).
Dentro del amplio abanico conceptual al que hace referencia la noción de oportunidades de vida, el interés en el análisis de clase se centró en el estudio de los ingresos, la riqueza, las condiciones laborales y la vivienda (Goldthorpe y McKnight 2004; Savage, Watt, y Arber 1992; Torche y Spilerman 2009; Weeden et al. 2007), entre otros. En contraposición, las investigaciones empíricas sobre el consumo resultan de mayor escasez dentro del análisis de clases, primando, en mayor medida, aquellas que estudian el fenómeno desde una mirada global o a partir sus vínculos con la distribución del ingreso.
Aquellos trabajos que han abordado el estudio del consumo indagando su relación con los procesos de estratificación han sido realizados desde, por un lado, abordajes ligados a los procesos de diferenciación en el consumo cultural y, por otro, en lo referido al estudio sobre los stocks de bienes durables que disponen los hogares, en tanto aspecto relevante de las condiciones de vida (Chávez Molina y Pla 2018; Torche y Spilerman 2009; Rodríguez de la Fuente 2020a). Particularmente, para el caso de la Ciudad de Buenos Aires (Rodríguez de la Fuente 2020), comparando los años 2004 y 2015, evidenciamos una mejora generalizada en el acceso a determinados bienes y servicios de consumo masivos (celular, computadora, servicio de internet) así como una expansión del acceso al crédito bancario. Al mismo tiempo, al igual que muestran otros trabajos a nivel nacional (Chávez Molina y Pla 2018), si bien la jerarquía entre las clases se mantiene, las distancias sociales, en términos de acceso se achican, básicamente debido a una reducción de la desigualdad entre las mismas.
Por otra parte, también se destacan algunos estudios recientes realizados a partir de la Encuesta Nacional sobre la Estructura Social (ENES-PISAC) de 2014-2015. A partir del análisis de dicha fuente, Assusa, Freyre y Merino (2019), estudiando los casos de las ciudades de Córdoba, Mendoza y Rosario, y Luzzi y Wilkis (2018), plantean las desigualdades existentes en el acceso a servicios bancarios, en el equipamiento y servicios del hogar según la posición ocupada por los hogares en la estructura de clases, dando cuenta de diferenciadas estrategias y prácticas de consumo.
Como conclusión, al menos en el ámbito nacional y desde enfoques cuantitativos, los estudios basados en abordajes de clase han desestimado la problemática del consumo y del gasto de los hogares, en detrimento del estudio de los ingresos monetarios como dimensión central de las condiciones de vida.
Breve contexto histórico
En este trabajo tomaremos como puntos de referencias tres relevamientos realizados en los años 2004-2005, 2012-2013 y 2017-2018. Sin entrar en un análisis específico de la historia económica y social en la Argentina reciente, cada punto de referencia representa diversos subperíodos con ciertos rasgos de continuidad y ruptura.
A partir de 2003 y hasta mediados de la década del 2010, se configura, como respuesta a la crisis de la convertibilidad, un modelo económico que plantea una serie de rupturas respecto a las políticas económicas predecesoras. Esta nueva etapa, entre varios de sus aspectos diferenciadores, se caracterizó por un fuerte énfasis en las políticas de producción, empleo y en la creciente intervención estatal. Hasta aproximadamente 2007-2008 se evidencia un crecimiento extraordinario de la economía, traccionado por el dinamismo que adquirió el mercado interno, la recuperación del sector industrial, el crecimiento del empleo, así como de los ingresos derivados del proceso de distribución y redistribución (Basualdo 2011; CENDA 2010).
Para finales de la década del 2000, más allá de los efectos que la crisis financiera internacional generó en la economía argentina, ya se activaban ciertas alertas vinculadas a la necesidad de transformaciones en la política económica: la capacidad instalada industrial estaba llegando al nivel de saturación, el empleo crecía con menor dinamismo y la recomposición salarial de los trabajadores (en contexto de bajo desempleo) reavivaba los procesos de puja distributiva (CENDA 2010). Si bien el crecimiento del empleo continuo y el desempleo siguió descendiendo, ambos lo hicieron con menor impulso que en años anteriores (Salvia, Vera, y Poy 2015). Ciertas políticas anticíclicas, tales como la reestatización del régimen jubilatorio y la implementación de la Asignación Universal por Hijo para la Protección Social (AUH), como medida que amplía el régimen de asignaciones familiares al conjunto de menores de edad no cubiertos por el mismo, signaron ese cambio de época. En este contexto tuvieron un importante impacto en el consumo las políticas específicas de bancarización y acceso al crédito (Luzzi y Wilkis 2018), el programa “Ahora 12” (Fomento al consumo y la producción nacional) desde 2014, el programa de créditos para jubilados “Argenta”, y los sucesivos acuerdos de promociones, cuotas y descuentos entre entidades bancarias, empresas y Estado.
Si 2007-2008 implicó un “momento bisagra” para los gobiernos kirchneristas, el cambio de gobierno producido hacia finales de 2015 constituyó un intento de reinstauración y avance de políticas económicas de corte neoliberal, que profundizaron los desequilibrios aparecidos en años anteriores. En este marco, las principales políticas económicas llevadas adelante por el gobierno de Cambiemos impactaron indirectamente en la población: aumento en las tarifas de los principales servicios públicos, devaluación monetaria, liberalización del mercado financiero, alza de las tasas de interés y apertura de importaciones (Varesi 2018; Wahren, Harracá, y Cappa 2018).
Específicamente la política laboral desde el año 2015 estuvo signada por un cambio regresivo (Poy, Robles, y Salvia 2021): parte de las obligaciones tributarias fueron reducidas vía reformas tributarias, el salario mínimo, vital y móvil experimentó una fuerte pérdida del poder adquisitivo, a la vez que se buscó que las negociaciones paritarias fueran reemplazadas por acuerdos de productividad sectorial. La desocupación presentó una tendencia al alza en forma constante, alcanzando hacia finales de 2019 a un 8,9% de la PEA, y adquiriendo fundamentalmente una mayor relevancia en los jóvenes de entre 14 y 29 años. La industria manufacturera y el transporte y las comunicaciones fueron los sectores en los que se evidenció la mayor pérdida en los puestos de trabajo. El salario real fue otro de los indicadores que mostraron una fuerte caída en la presente fase, registrándose una retracción del 12% para 2019 respecto a 2015 en los asalariados del sector privado (Fernández y González 2019).
DISEÑO METODOLÓGICO
La fuente de datos a utilizar son los tres últimos relevamientos de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) para 2004-2005, 2012-2013 y 2017-2018. Su objetivo principal es obtener información acerca de los gastos y los ingresos de los hogares y sus características sociodemográficas, por lo que se vuelve propicia para estudio del consumo en las clases sociales. La misma r
La fuente de datos a utilizar son los tres últimos relevamientos de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) para 2004-2005, 2012-2013 y 2017-2018. Su objetivo principal es obtener información acerca de los gastos y los ingresos de los hogares y sus características sociodemográficas, por lo que se vuelve propicia para estudio del consumo en las clases sociales. La misma releva un amplio espectro de bienes y servicios de consumo, tanto a nivel individual como del hogar, lo que la vuelve la encuesta más compleja y completa del Sistema Estadístico Nacional, al dar cuenta de todo el ciclo de participación de los hogares en el proceso de producción económico y social (INDEC 2020: 5).
Esta es una encuesta poco explotada desde los estudios de desigualdad y estratificación social, habiendo sido utilizada en trabajos anteriores para el estudio de la distribución de los bienes durables del hogar por clase social (Rodríguez de la Fuente 2020a). Su uso se centralizó, en mayor medida, en temáticas de alimentación y salud (Ballesteros y Freidin 2019; Baritoli, Elorza, y Geri 2020) o en estudios generales sobre la distribución del gasto de los hogares (Alejo, Benzaquén, y Bracco 2017).
Por otro lado, si bien cada relevamiento de la ENGHo mantiene cierta estandarización en los indicadores que mide, el trabajo con las tres encuestas en forma simultánea no se encuentra exento de problemas de armonización. En este sentido, un primer gran problema a la hora de trabajar con las bases de datos de la ENGHo radica en lograr la compatibilización entre las variables de cada onda. Una mención especial debe hacerse para el relevamiento de 2012-2013, en el cual no se indagó acerca del tipo de ocupación realizada por los individuos, por lo que vuelve imposible para esos años la construcción de un esquema de clases sociales. Como consecuencia, solo presentaremos los datos de 2012-2013 para ilustrar, en forma general, las principales tendencias existentes respecto a la evolución de los ingresos y el consumo en el período bajo estudio.
El universo de estudio son los hogares que cuentan con, al menos, uno de los cónyuges ocupado (o jefe/a de hogar en el caso de hogares no nucleares), representando, aproximadamente, a un 70% del total de estos. La representación geográfica se extiende al total de los aglomerados urbanos1 de más de 2.000 habitantes del país.
Para el abordaje del concepto de clase social partimos de la propuesta realizada por Torrado (1998). La autora recurre a cinco variables para la construcción de la clasificación: la ocupación, la categoría ocupacional, el sector de actividad, el tamaño del establecimiento y la rama de actividad. Del entrecruzamiento de las distintas variables se genera una estratificación ocupacional que da lugar al “Clasificador de la Condición Socio-ocupacional” (CSO).
En su versión agregada el nomenclador discrimina once estratos socio-ocupacionales. Mientras que la ocupación, la categoría ocupacional y el tamaño del establecimiento, permiten establecer diferenciaciones verticales en la estratificación (formando, según la autora, capas sociales), la rama y el sector de actividad, permite diferenciar a los estratos en términos horizontales, es decir, en fracciones de clase. Finalmente, el nomenclador puede ser agregado en tres clases sociales, definidas por la autora como clase alta, media y obrera.
En este artículo realizamos una recategorización del CSO en un sistema de clases de cinco categorías, proponiendo un formato distinto al de Torrado (ver tabla 1), debido principalmente a tres aspectos: 1) El uso de una clasificación tripartita (clase alta, media y obrera) impediría el estudio de fronteras y delimitaciones existentes dentro de la propia “gran clase media”; 2) A su vez, el uso de diferenciaciones, como propone la autora en función de la autonomía laboral (condición salarial o cuenta propia), impide la discriminación entre las clases de otros factores también relevantes, como pueden ser la propiedad, el control del trabajo ajeno o las calificaciones; 3) La consideración de la clase alta, como una categoría separada, si bien teóricamente puede ser pertinente, en tanto corresponde a ocupaciones directivas y propietarios de grandes empresas, su incidencia estadística y captación por encuestas de hogares es mínima, por lo que puede llevar a elevados errores de estimación.

Finalmente, la posición de clase del hogar se deriva de la situación ocupacional del jefe/a o cónyuge cuya inserción este mejor situada (Erikson 1984), en nuestro caso a nivel de estrato social. Puntualmente para aquellos hogares no nucleares o con el núcleo incompleto (ausencia de uno de los cónyuges) se tomará directamente la posición del jefe/a como indicador.
RESULTADOS
Principales tendencias
La tabla 2 nos muestra las estadísticas descriptivas de aquellas variables que utilizaremos en el análisis, agrupadas según cada momento de relevamiento. Tanto la variable de ingreso total del hogar como de gasto total del hogar se presentan medidas en pesos corrientes. La diferencia entre el promedio de ambas variables es lo que se conoce como “tasa de ahorro” y hace referencia a los ahorros potenciales que pueden tener los hogares, sin contar aquellos gastos de “no consumo”2. A continuación, también se encuentran desglosados los gastos para cada uno de los nueve grupos agrupados según la Clasificación del Consumo Individual por Finalidad (COICOP), a través del cual se puede observar el importante peso que asumen los gastos en “alimentos y bebidas”, “vivienda” y “transporte y comunicaciones”, a lo largo del tiempo.
La distribución por clase social, omitiendo el dato para 2012-2013 por cuestiones planteadas anteriormente, muestra un importante cambio estructural producto de una relativa reducción de la clase obrera calificada (42,3% a 39,8%), explicada principalmente por el menor dinamismo que comenzó a tener la industria en la segunda década del 2000, principalmente a partir de 2016, así como el aumento de la clase media técnica-rutinaria (Chávez Molina y Rodríguez de la Fuente 2021). Las variables sociodemográficas señalan cierta tendencia sostenida en el tiempo, con excepción de la participación femenina en la determinación de la posición de clase del hogar en 2017-2018, que marcaría una relativa equiparación.

Una primera cuestión para analizar es la evolución conjunta de los ingresos y gastos de los hogares a través de los años. Dentro del campo de la economía, principalmente para el caso estadounidense, existe un debate sobre si la evolución y la inequidad en los gastos de consumo de los hogares “persiguen” la misma tendencia que la distribución de los ingresos (Attanasio y Pistaferri 2016; Slesnick 1994). En este sentido, algunos sostienen que ambas dimensiones funcionan como “espejo”, mientras que otros plantean que en las últimas décadas la desigualdad de ingresos creció frente a un sostenimiento o disminución en la desigualdad en el gasto de consumo.
Siguiendo a la figura 1, a valores deflactados a 2004, entre 2004-2005 y 2012-2013 se observa una tendencia creciente tanto en los promedios generales de ingresos como en los gastos de consumo de los hogares. Al mismo tiempo, esta tendencia se complementa con un crecimiento en la brecha entre dichos indicadores. Hacia finales de la década, tanto el gasto como el ingreso promedio caen, manteniéndose la brecha entre ambos componentes. En este sentido, la hipótesis que plantea que el consumo “persigue” la evolución del ingreso pareciera cumplirse.

Si observamos la evolución de la estructura del gasto en consumo de los hogares (figura 2) pueden apreciarse algunos cambios relevantes en la distribución. En primer lugar, el gasto en “alimentos y bebidas” continúa conformándose como el rubro de mayor peso (entre un 29% y 33% del gasto total), pero se ve una relativa disminución de este a lo largo del tiempo. Otro rubro que disminuyó su peso durante las puntas del período fue el de “bienes y servicios varios”, que hace referencia a consumos en cuidados y efectos personales, protección, seguros, servicios financieros, etc. En oposición, los gastos en “transportes y comunicaciones” crecieron a lo largo del tiempo, mientras que los gastos “vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles” muestran un crecimiento considerable para 2017-2018. En el primer caso, puede estar reflejado el impacto que tuvo la expansión del servicio de telefonía celular y de internet en una gran parte de la población en el comienzo de la segunda década del 2000 (del Cueto y Luzzi 2016: 217), mientras que en el segundo caso, puede hacerse referencia a la importante suba que sufrieron las tarifas de los servicios públicos de la vivienda a partir de 2016 (Varesi 2018).

Si hasta aquí lo que observamos fueron tendencias generales basadas en promedios de ingresos y gastos, en segundo lugar, para tener una primera impresión sobre cómo ha evolucionado la desigualdad en los últimos años, es necesario observar los datos a partir de índices que permitan evaluar cuán concentrados se encuentran estos aspectos del bienestar. De este modo, calculamos el índice de Gini y el índice de entropía de Theil (Figura 3). Este último es un coeficiente basado en la familia de mediciones de entropía, que, en forma similar al índice de Gini, nos permite una aproximación a la concentración de una distribución, presentando una mayor sensibilidad al espectro de ingresos altos. El mismo varía de cero a infinito, siendo este primer valor la representación de la igualdad perfecta.
En términos generales se observa una reducción de la desigualdad hasta 2012-2013 en ambas dimensiones y en ambos indicadores. Por otro lado, tanto a principios como a finales del período analizado, la desigualdad de ingresos es levemente superior a la de gastos de consumo. Esta situación parecía haberse revertido hacia finales del último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, al evidenciarse un fuerte descenso en la desigualdad, fundamentalmente en los ingresos, cuya concentración se tornaba más baja que en el caso de la desigualdad de consumo.

Por último, finalizando con la exploración general de la evolución de los ingresos y el consumo, es posible analizar cómo se configura la desigualdad en la estructura del gasto de los hogares (Figura 4). Así es que calculamos el índice de Theil para cada uno de los grupos de consumo relevados. En este caso, los resultados señalarían que los gastos en educación, salud y equipamiento del hogar son los que presentan un mayor nivel de concentración, manteniéndose estable en el tiempo. Mientras que el mayor descenso en la desigualdad, a lo largo del tiempo, se observa en el rubro de “transporte y comunicaciones” y “recreación y cultura”, el mayor incremento se observa en “equipamiento y mantenimiento del hogar”.

Distribución del ingreso y gasto por clase social
En este apartado abordamos el problema central que intentamos explorar en este trabajo ¿Cómo se distribuye el gasto de consumo por clase social? ¿Es similar a la distribución de los ingresos? ¿Ha variado a lo largo de los últimos años? En las figuras 5 y 6 presentamos las brechas entre clases sociales para ambas dimensiones del bienestar, tomando como comparación el relevamiento de 2004-2005 y 2017-2018. Cada clase es comparada con el nivel promedio de ingresos y gastos per cápita familiares.
Una primera lectura de los gráficos nos señalaría que la desigualdad se redujo entre las clases sociales, tanto considerando la distribución de ingresos como de gasto, principalmente debido a una reducción en la clase directiva-profesional y en la pequeña burguesía. Por otra parte, al igual que lo evidenciado en otros trabajos sobre el período (Pla, Rodríguez de la Fuente, y Sacco 2018; Rodríguez de la Fuente 2020b), la frontera entre las clases medias y obreras funcionaría como un espacio de diferenciación entre aquellos sectores de la población que se ubican por arriba y por debajo de la media general de ingresos y gastos de consumo.


Asimismo, el coeficiente de Theil, tiene ciertas propiedades que permiten su descomposición aditiva a partir de diversos factores “generadores de desigualdad”. De este modo, puede separarse un componente de desigualdad inter-grupos (parte explicada) e intra-grupos (parte no explicada), siendo adecuado para el estudio de las clases sociales, al brindar información respecto a cuánta desigualdad puede explicarse por el modo en que la sociedad asigna a los hogares a determinadas posiciones de clase.
La figura 7 muestra la evolución del componente inter-grupos para la distribución de los ingresos y de los gastos. Al igual que en los dos gráficos anteriores, observamos que la desigualdad atribuible al sistema de clases sociales se redujo, fundamentalmente en lo referido a los ingresos, al ubicarse aproximadamente en el 19% para 2017-2018. Si bien no es posible calcular la descomposición por clase para el 2012-2013, y así obtener una imagen más precisa de la tendencia, los datos señalarían que la desigualdad en el gasto de consumo resultaría menos oscilante a lo largo del tiempo (Alejo, Benzaquén, y Bracco 2017; Attanasio y Pistaferri 2016; Slesnick 1994).

Sin embargo, la estructura de clases no condiciona sólo a la distribución del gasto de consumo, sino también a la estructura misma del gasto. La figura 8 nos permite apreciar la composición del gasto por clase social. Los resultados arribados son similares a los presentados por INDEC (2019) al segmentar por clima educativo del hogar: mientras que los hogares de clase obrera (calificada y no calificada) asignan un mayor peso relativo de sus recursos a la compra de alimentos y bebidas, los hogares de clase directivo-profesional, pequeña burguesía y clase media técnico-rutinaria incrementan sus gastos en transporte y comunicaciones (tenencia de automóviles), educación (asistencia a establecimientos privados), salud (medicina prepaga) y recreación y cultura.
Si nos enfocamos en el cambio temporal, la estructura del gasto modificó relativamente su configuración tal como habíamos señalado en la figura 2. Pero ¿cómo se distribuyó ese cambio en la estructura de clases? Los gastos en alimentos y bebidas presentaron una reducción mayor en las clases peores posicionadas: tanto la clase obrera calificada como no calificada redujeron, aproximadamente, 5 pp. su peso en el gasto total. El gasto en vivienda y en servicios mantuvo un aumento generalizado en todas las clases, pero con mayor peso en aquellas pertenecientes a la clase media (entre 4 pp. y 5 pp. de aumento). El resto de los rubros mantuvo una tendencia generalizada a lo largo de las posiciones de clase.

Exploración multivariable
Finalmente, para concluir con el abordaje de los interrogantes planteados en este trabajo, nos disponemos a analizar la influencia que presenta el posicionamiento de clase ante el gasto en consumo, tanto en 2004-2005 como en 2017-2018, controlando por factores sociodemográficos. En este sentido, incorporamos la cantidad de miembros del hogar, el sexo del cónyuge que otorga el posicionamiento de clase, la propiedad de la vivienda y la región de residencia. En el caso de la variable de clase, tomaremos como la categoría de referencia a la clase obrera no calificada. De este modo, realizamos una regresión lineal múltiple (tabla 3), tomando como variable dependiente al gasto total de consumo del hogar, transformada a su logaritmo natural3.

Una mirada global de los modelos nos permite identificar patrones similares a los hallados en los análisis anteriormente realizados: la desigualdad en el gasto de consumo se redujo entre los puntos de referencia considerados. En este caso, el valor del R2 se reduce en 5 pp. de un modelo a otro. Ya observando los valores de los coeficientes, encontramos que todos son significativos estadísticamente. La posición de clase mantiene un efecto considerable sobre el gasto, aun controlando por el resto de los factores seleccionados, manteniéndose una jerarquización ordinal en la estratificación. Sin embargo, dicho efecto se reduce en el tiempo, señalando que en 2004-2005, la posición de clase tenía un mayor poder explicativo sobre la desigualdad en el gasto de los hogares.
Respecto a los factores sociodemográficos, el número de miembros del hogar mantiene un efecto positivo sobre el gasto a lo largo de los años, mientras que el sexo del referente del hogar y la propiedad de la vivienda presentan una baja incidencia en el tiempo. El factor regional también reduce su influencia hacia 2017-2018, aunque el gasto en consumo se mantiene en menores niveles, comparados con el GBA, en el Noroeste (NOA) y Nordeste (NEA) argentino.
REFLEXIONES FINALES
Como hemos señalado, el estudio del consumo, en tanto dimensión central del bienestar de los hogares, ha sido poco estudiado en la Argentina y en la región, a partir de encuestas de gastos, y específicamente, desde un enfoque de clases sociales. En este sentido, las investigaciones realizadas a principios del siglo XXI en dicha temática mostraron una reducción en la desigualdad del consumo, paralela al achicamiento evidenciado en las brechas de ingresos. El consumo fue considerado como una de las dimensiones de la vida económica en donde los gobiernos posneoliberales de la región más habían avanzado en esos primeros años del nuevo siglo (Pérez Sáinz 2016) .
El análisis de las tendencias generales presentado en el artículo, permiten apoyar dicha hipótesis, al evidenciarse un crecimiento del ingreso y gasto medio real en el período, con un pico en el año 2012-2013 y una posterior reducción (fundamentalmente en el gasto medio). Lo mismo sucede al observar los indicadores de desigualdad: ésta disminuye con el tiempo, tanto en ingresos como en gastos, con un leve crecimiento hacia el final del período, medido tanto con el coeficiente de Gini como de Theil. Resumiendo, en términos agregados podríamos señalar cierta democratización en el consumo, si entendemos a la misma como una reducción en la desigualdad en el acceso, sobre todo en los rubros de “transporte y comunicaciones” y “recreación y cultura”.
Ahora bien, observando los datos bajo la lente de las clases sociales, pudimos obtener una mirada más precisa de los cambios ocurridos en el período. Si bien la estructura de desigualdad se mantuvo, siendo la frontera entre la clase media y la clase obrera un demarcador de diferencias, las brechas de ingresos y gastos se achicaron, fundamentalmente a partir de una reducción relativa en la clase directivo-profesional y la pequeña burguesía. Por otro lado, al observar la estructura del gasto por clase social, se muestra una mayor fuerza en la reducción del gasto relativo en alimentos y bebidas para la clase obrera, aunque en forma generalizada se mantiene una configuración inalterada por la cual los gastos en consumos de necesidad básica tienen un mayor peso en las clases más desaventajadas y los rubros de salud, educación y “recreación y cultura”, mantienen una mayor concentración en las clases medias. De esta forma, esta interpretación de los datos abonaría la hipótesis de un mantenimiento de la segmentación de los consumos, que poco se ha movido en el tiempo. El análisis multivariable reafirma las interpretaciones anteriormente señaladas, marcando la importancia que asume la estructura de clases en la distribución del gasto de consumo y su consecuente reducción a través de los años.
Finalmente, los resultados exploratorios alcanzados en este trabajo abren nuevos interrogantes a ser explorados a futuro. En principio, se torna necesario hacer un análisis multivariable pormenorizado de algunos de los rubros centrales de la estructura de gastos, para así tener una mirada más precisa acerca de la desigualdad de clase. En segundo lugar, ciertas diferenciaciones evidenciadas hacia al final, respecto al impacto de la región de residencia de los hogares, habilitaría a la realización de algún tipo de análisis multinivel que dé cuenta de dicha heterogeneidad subnacional. Por último, la ENGHo dispone de una serie de indicadores que aún no han sido totalmente explorados y que serían necesarios de ser analizados desde el enfoque de las desigualdades de clase, tales como las formas de gasto (contado, crédito, débito) o los lugares de compra (mercados, supermercados, kioscos, etc.), para aportar en el diagnóstico e implementación de políticas públicas de consumo.
REFERENCIAS
1. Alejo, Javier; Ivana Benzaquén y Jessica Bracco. “Midiendo la desigualdad en Argentina desde un enfoque de consumo”. LII Reunión Anual de la Asociación Argentina de Economía Polític. 2017.
2. Assusa, Gonzalo; María Laura Freyre y Francisco Merino. “Estrategias económicas y desigualdad social. Dinámicas de consumo, ahorro y finanzas de familias cordobesas”. Población y Sociedad 26.2. 2019.
3. Attanasio, Orazio P., y Luigi Pistaferri. “Consumption Inequality”. Journal of Economic Perspectives 30.2. 2016, 3-28.
4. Ballesteros, Matias Salvador y Betina Freidin. “Desigualdades sociales en alimentación: posibilidades de análisis de la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares.” XIII Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. 2019.
5. Baritoli, Fausto; María Eugenia Elorza y Milva Geri. “Inequidad en el consumo de gaseosas en Argentina: análisis en base a los datos de las Encuestas Nacionales de Gastos de los Hogares (ENGHo) de los años 1996-1997, 2004-2005 y 2012”. Revista Española de Nutrición Comunitaria 26.4. 2020.
6. Basualdo, Eduardo.Sistema político y modelo de acumulación: tres ensayos sobre la Argentina actual. Buenos Aires: Cara o Ceca. 2011.
7. Benza, Gabriela. “El estudio de las clases medias desde una perspectiva centrada en las desigualdades en oportunidades de vida”. Cuadernos de Investigación en Desarrollo. vol. 4. Ciudad de México: Programa Universitario de Estudios del Desarrollo. 2014.
8. Benza, Gabriela. “La estructura de clases durante la década 2003-2013”. Gabriel Kessler (compilador) La sociedad argentina hoy. Radiografía de una nueva estructura. Buenos Aires: Siglo XXI Editores. 2016.
9. Blundell, Richard; Luigi Pistaferri y Itay Saporta-Eksten. “Consumption Inequality and Family Labor Supply”. American Economic Review 106.2. 2016, 387-435.
10. CENDA.La anatomía del nuevo patrón de crecimiento y la encrucijada actual: la economía argentina en el período 2002-2010. Buenos Aires: Cara o Ceca. 2010.
11. Chávez Molina, Eduardo y Jésica Pla. “Estructura social, distribución del ingreso y de la riqueza material: aportes desde la mirada de la clase social”. Juan Ignacio Piovani y Agustín Salvia (editores) La argentina en el siglo XXI. Cómo somos, vivimos y convivimos en una sociedad desigual. Encuesta Nacional sobre estructura social. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores. 2018.
12. Chávez Molina, Eduardo y José Javier Rodríguez de la Fuente. “Clases sociales y desigualdad en la Argentina contemporánea (2011-2019)”. Realidad económica 51.339. 2021, 9-36.
13. del Cueto, Carla y Mariana Luzzi. “Salir a comprar. El consumo y la estructura social en la Argentina reciente.” Gabriel Kessler (compilador) La sociedad argentina hoy. Radiografía de una nueva estructura. Buenos Aires: Siglo XXI Editores. 2016.
14. Erikson, Robert. “Social Class of Men, Women and Families”. Sociology 18.4. 1984, 500-514.
15. Fernández, Ana Laura y Mariana González.Informe sobre situación del mercado de trabajo N°6. 2019.
16. Goldthorpe, J. H. and A. McKnight. "The economic basis of social class" Center for Analysis of Social Exclusion. Londres: London School of Economics. 2004.
17. Hout, Michael; Clem Brooks y Jeff Manza. “The persistence of classes in post-industrial societies”. International sociology 8.3. 1993, 259-277.
18. INDEC.Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2017-2018: informe de gastos. Buenos Aires: INDEC. 2019.
19. INDEC.Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2017-2018: manual de uso de la base de datos usuario. Buenos Aires: INDEC. 2020.
20. Kessler, Gabriel. Controversias sobre la desigualdad: Argentina, 2003-2013. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 2014.
21. Luzzi, Mariana y Ariel Wilkis. “Bancarización y acceso al crédito”. Juan Ignacio Piovani y Agustín Salvia (editores) La argentina en el siglo XXI. Cómo somos, vivimos y convivimos en una sociedad desigual. Encuesta Nacional sobre estructura social. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores. 2018.
22. Pérez Sáinz, Juan Pablo.Una historia de la desigualdad en América Latina. La barbarie de los mercados desde el siglo XIX hasta hoy. Buenos Aires: Siglo XXI Editores. 2016.
23. Pla, Jésica; José Rodríguez de la Fuente y Nicolás Sacco. “Clases sociales y condiciones de vida en el Gran Buenos Aires (2003-2013)”. Revista Colombiana de Sociología 41.2. 2018, 189-231.
24. Poy, Santiago; Ramiro Robles y Agustín Salvia. “La estructura ocupacional urbana argentina durante las recientes fases de expansión y estancamiento (2004-2019)”. Trabajo y Sociedad 22.36. 2021.
25. Rodríguez de la Fuente, José Javier.Del origen de clase a las condiciones de vida actuales. Movilidad social y bienestar material en la Ciudad de Buenos Aires (2004-2015). Buenos Aires: Teseo Press, 2020. www.teseopress.com. Web. 26 nov. 2020a.
26. Rodríguez de la Fuente, José Javier. “Evolución de la estructura de clases y el bienestar material en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires contemporánea (2004-2015)”. Población de Buenos Aires 29. 2020b.
27. Salvia, Agustín; Julieta Vera y Santiago Poy. “Cambios y continuidades en la estructura ocupacional urbana argentina”. Agustín Salvia y Javier Lindenboim (editores) Hora de balance: Proceso de acumulación, mercado de trabajo y bienestar. Argentina 2002-2014. Buenos Aires: Eudeba. 2015.
28. Savage, Mike; Paul Watt y Sara Arber. “Social Class, Consumption Divisions and Housing Mobility”. Roger Burrows y Catherine Marsh (editores) Consumption and Class. Divisions and Change. London: Palgrave Macmillan. 1992.
29. Slesnick, Daniel T. “Consumption, Needs and Inequality”. International Economic Review 35.3. 1994.
30. Solís, Patricio y Marcelo Boado. Y sin embargo se mueve. Estratificación y movilidad intergeneracional de clase en América Latina. México: Centro de Estudios Espinosa Yglesias. 2016.
31. Solís, Patricio; Eduardo Chávez Molina y Daniel Cobos. “Class Structure, Labor Market Heterogeneity, and Living Conditions in Latin America”. Latin American Research Review 54.4. 2019.
32. Solís, Patricio y Pablo Dalle. “La pesada mochila del origen de clase. Escolaridad y movilidad intergeneracional de clase en Argentina, Chile y México”. Revista Internacional de Sociología 77.1. 2019.
33. Torche, Florencia y Seymour Spilerman. “Intergenerational influences of wealth in Mexico”. Latin American Research Review 44.3. 2009, 75-101.
34. Torrado, Susana. “La medición empírica de las clases sociales”. Familia y diferenciación social. Buenos Aires: Eudeba. 1998.
35. Varesi, Gastón. “Relaciones de fuerza bajo la presidencia Macri”. Realidad Económica 320. 2018.
36. Wahren, Pablo; Martín Harracá y Andrés Cappa. “A tres años de Macri: Balances y Perspectivas de la Economía Argentina”. CELAG. 2018.
37. Weeden, Kim A. et al. “Social Class and Earnings Inequality”. American Behavioral Scientist 50.5. 2007, 702-736.
Notas