Recepción: 19 Noviembre 2021
Aprobación: 24 Mayo 2022
Resumen: En este artículo nos proponemos abordar la construcción de subjetividad de los/las productores y productoras frutihortícolas de la regional oeste del AMBA, comprendida en las zonas de Luján y General Rodríguez, en el marco de los procesos colectivos-organizativos vinculados a su pertenencia a la rama rural del Movimiento de Trabajadores Excluidos (en adelante MTE). El supuesto que recorre este escrito es que se producen cambios en la subjetividad, a medida que los/las productores/as se involucran o intervienen en procesos colectivos-organizativos vinculados al trabajo. En nuestra indagación adoptamos una estrategia metodológica cualitativa (Vasilachis 2006), que se construyó a partir del vínculo y los acuerdos de trabajo con los/as referentes del MTE. En este sentido, llevamos adelante observaciones participantes del trabajo en las quintas, y en espacios deliberativos y formativos. A su vez realizamos entrevistas en profundidad a delegados/as y productores/as. Los resultados del análisis mostraron la complejidad de los procesos de construcción de subjetividad, en experiencias tales como la comercialización, las asambleas, los talleres de formación y los espacios donde las mujeres y los jóvenes adquieren protagonismo. Estos hallazgos cobran relevancia en relación con las formas de transformación y cambio subjetivo que se propician en los espacios organizativos del movimiento.
Palabras clave: Subjetividad, Movimientos populares, Horticultura, Trabajo, Agricultura familiar.
Abstract: In this article we intend to address the construction of subjectivity in the horticultural producers of the AMBA´s western region, included in the areas of Luján and General Rodríguez, within the context of the collective-organizational processes linked to their belonging to the rural branch of the Movement of Excluded Workers (hereinafter MTE, according to spanish initials). The assumption that runs through this work is that changes in subjectivity occur as producers become involved or intervene in collective-organizational processes linked to work. In our investigation we adopted a qualitative methodological strategy (Vasilachis 2006), which was built from the bond and work agreements with the MTE referents. In this sense, we carry out participant observations of the work in the farms, and in deliberative and formative spaces. At the same time, we conducted in-depth interviews with delegates and producers. The results of the analysis showed the complexity of the processes of construction of subjectivity, in experiences such as commercialization, assemblies, training workshops and spaces where women and young people take on a leading role. These findings become relevant in relation to the forms of transformation and subjective change that are fostered in the organizational spaces of the movement.
Keywords: Subjectivity, Popular movements, Horticulture, Work, Family farming.
PRESENTACIÓN
Este trabajo se propone analizar la subjetividad de los/las productores y productoras hortícolas de la zona de Luján y General Rodríguez en el marco de los procesos colectivos de tipo organizativos vinculados a su inscripción y pertenencia a la rama rural del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). Partimos del supuesto de que se producen cambios a medida que avanzan estos procesos y se comparte el trabajo colectivamente en el marco de un movimiento popular.
La subjetividad como proceso de configuración socio-histórica, en el marco de relaciones intersubjetivas, constituye un problema central en el campo de las ciencias sociales (Palumbo 2019; Michi 2012; Retamozo 2009; Zemelman 2012). En este sentido, las consideraciones que presentamos buscan contribuir al abordaje de esta temática a partir de los debates acerca de la producción de subjetividad en los movimientos populares, específicamente aquellos situados en el área periurbana.
En esta dirección, nos interrogamos acerca del lugar que ocupan las experiencias por las que atraviesan los/las productores/as hortícolas, en el proceso de construcción de subjetividad en el marco de las significaciones que se vienen dando en los espacios compartidos. Es decir, ¿qué cambios subjetivos se producen durante ese complejo proceso en el cual se comienzan a aunar sentidos, decisiones y proyectos?
Buscamos aproximarnos a los cambios en los posicionamientos subjetivos que se producen a partir de las problematizaciones y reconfiguraciones en las representaciones de los productores y las productoras hortícolas de la zona de Luján y Rodríguez a medida que van participando de procesos colectivos vinculados a la organización del trabajo y a la asunción de protagonismo a partir de su incorporación al movimiento. Procesos que cobran una dimensión político-pedagógica en tanto propician las posibilidades de reflexión, intercambio y circulación de la palabra. Nuestra mirada se orienta a comprender las subjetividades que se construyen como parte de todos estos procesos, en relación a la pertenencia al MTE.
El MTE, como parte de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP)2, es una organización a nivel nacional conformada por distintas ramas3 de acuerdo con la actividad productiva que realizan, siendo una de ellas la rama rural. La misma nuclea a cooperativas, organizaciones y asociaciones de campesinos/as tradicionales, productores/as frutihortícolas, productores/as articulados a cadenas de valor transnacionales (como por ejemplo cebolleros/as y tabacaleros/as), pescadores/as, crianceros/as, productores/as agroecológicos y comunidades originarias. Estos sujetos, presentes a lo largo y ancho del país, apuntan no sólo a mejorar la calidad de vida y de trabajo, de quienes producen alimentos, sino también a construir propuestas de comercialización que permitan acercar a productores/as y consumidores/as, construyendo redes de comercio justo y alternativas solidarias a los mercados concentrados. En este sentido, plantean construir una gremialidad genuina en torno a los excluidos y excluidas del campo en Argentina, donde quienes trabajan la tierra sean protagonistas de sus luchas y sus reclamos, en solidaridad con otros sectores excluidos de la sociedad.
En este artículo4 buscamos aproximarnos a la experiencia de los productores y productoras hortícolas de una de las regionales de la organización, conocida como regional oeste del Área metropolitana de Buenos Aires. La misma se inició en el año 2018 y está integrada por cuatro grupos, tres de ellos ubicados en Luján Ruta 5, Open Door y Carlos Keen, y el grupo de La Fraternidad ubicado en el partido de General Rodríguez. La definición de este recorte territorial se realiza atendiendo al crecimiento significativo de esta regional durante los últimos años, y a la vinculación de nuestro equipo con estas experiencias pertenecientes a la zona de influencia de la Universidad Nacional de Luján.
El contenido de este artículo se organiza en cuatro secciones. En un primer momento, abordamos conceptualmente la perspectiva de la subjetividad, desde la cual nos posicionamos como equipo de investigación. En una segunda instancia presentamos los aspectos metodológicos del trabajo, y en tercer lugar, aproximamos una caracterización del sujeto hortícola como marco general de la investigación. En un último apartado, profundizamos dos dimensiones de análisis de la construcción subjetiva en los/las productores/as hortícolas de la regional oeste a partir de su participación en procesos colectivos-organizativos. La primera, se detiene en la asunción de la dimensión colectiva del trabajo, identificando un tránsito que va de lo colectivo-familiar a lo colectivo-cooperativo. La segunda recupera la asunción de protagonismo de los sujetos en los procesos colectivos. En estas dimensiones nos propusimos identificar indicadores de cambios en las perspectivas de los sujetos que transitan colectivamente los procesos de organización, trabajo y lucha como parte del movimiento popular. Partimos del supuesto de que dichos cambios expresan indicios de una subjetividad que nos interesa explorar.
COORDENADAS CONCEPTUALES: LA SUBJETIVIDAD COMO CATEGORÍA ANALÍTICA
El abordaje de la subjetividad en el estudio de los movimientos sociales es relativamente reciente, en tanto la mirada analítica hasta mediados del siglo pasado estaba puesta en los aspectos estructurales, quedando lo subjetivo como variable dependiente (Torres 2009). Es así que, en los últimos años, además de colocarse la atención sobre las formas de confrontación y disputa social, se atendió también a los procesos cotidianos de construcción de proyectos colectivos (Michi 2010). En este sentido, la subjetividad ha venido cobrando mayor interés en el campo académico.
Entendemos que poner la mirada sobre los espacios cotidianos de construcción colectiva al interior de los movimientos populares, cobra significación como experiencia político-pedagógica que puede ser leída desde los procesos de subjetivación (Palumbo 2019; Michi 2012; Retamozo 2009). Nos posicionamos así en la relación mutuamente incluyente entre la producción de los movimientos y la producción de subjetividades, atendiendo al lugar que cobran las relaciones intersubjetivas, la búsqueda y puesta en acto de acciones y horizontes comunes, el lugar del sujeto y su subjetividad (Michi et al. 2012).
Desde nuestro abordaje conceptual, entendemos la subjetividad como procesos de interpretación, atribución y construcción de sentido (Palumbo 2019), que se producen en el marco de la dinámica organizacional colectiva de los movimientos.
Así, la ampliación de la subjetividad se constituye en fuerza modeladora de lo social (Zemelman 2012). De allí que los procesos subjetivos no se reduzcan sólo a su dimensión racional o puedan ser explicados unidireccionalmente como ajustes a causas externas, aplicando un determinismo rígido. Los procesos de subjetivación siempre son situacionales e imbricados en un contexto socio-histórico-político, por lo tanto implican desplazamientos, problematizaciones y reconfiguraciones en el contexto de experiencias singulares y colectivas que postulan un conflicto en el campo de lo común (Palumbo 2019).
Hablar de subjetividades nos remite a la capacidad de enunciación, a la construcción de una narrativa de la experiencia, a una dimensión en construcción que se sitúa entre lo instituido y lo instituyente (Palumbo 2019; Retamozo 2010). Es decir entre aquello que legitima los poderes hegemónicos y garantizan la cohesión social y lo que “alimentan los procesos de resistencia y posibilitan la emergencia de nuevos modos de ver, de sentir, y de relacionarse que van contra el orden instituido y que pueden dar lugar a nuevos órdenes de realidad” (Torres 2009: 65).
Cabe destacar la complejidad que involucran los procesos de construcción de subjetividades, que lejos están de ser lineales y exentos de contradicciones. Los mismos están atravesados no sólo por la participación en las experiencias colectivas del movimiento, con el papel que ello cumple en la construcción de subjetividades, sino también por todas aquellas acciones y decisiones que intencionalmente despliegan los movimientos y que implican orientar y significar esas experiencias, teniendo en cuenta lo que pueden llegar a producir en el terreno de la subjetividad (Di Matteo 2012).
Siguiendo a Retamozo (2010), encontramos que la categoría de subjetividad colectiva puede ser de utilidad para el análisis que nos proponemos, dado que es en dicho campo donde puede darse el proceso de subjetivación que instala nuevas condiciones de experiencia y acción, así como también es la que permite el corrimiento hacia nuevos lugares de enunciación:
La categoría de subjetividad colectiva permite comprender el proceso de producción del antagonismo, el cual se construye cuando ciertas relaciones sociales estructuradas se significan a partir de una configuración subjetiva colectiva particular, de forma tal que muestra (permite interpretar) la situación de subordinación como opresiva y espacio de lucha (Retamozo 2010: 85)
Tomando los aportes de Retamozo (2010), recuperamos la importancia de la historicidad y de la complejidad en los modos de construir memoria colectiva en el análisis político de los sujetos, como en el de las subjetividades. El autor considera que los momentos de historicidad, memoria, experiencia y proyecto son fundamentales en la conformación de los sujetos políticos y su identidad colectiva, y ponen sobre la mesa la necesidad de dar cuenta de las formas de disputa por los significados y la producción de discurso. En este sentido, es en la dimensión de los proyectos políticos donde se plasma la producción de significantes aglutinantes y la elaboración del espacio mítico que permite romper con los principios de representación hegemónicos.
ASPECTOS METODOLÓGICOS
Este trabajo se inscribe en el proyecto de investigación “Procesos de producción de subjetividades en la praxis organizativa, política y pedagógica de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP)”5 y en los proyectos de extensión6, que desarrollamos como integrantes del Programa Movimientos populares, educación y producción de conocimientos, de la División de Educación de Adultos del Departamento de Educación de la Universidad Nacional de Luján.
En 2019, se construyeron acuerdos con la Secretaría de Formación del MTE a nivel nacional, a partir de los cuales nos propusimos llevar adelante una caracterización y sistematización de la rama rural, con el objetivo de aportar a la construcción de materiales pedagógicos para el movimiento. En ese marco, tal como ya hemos aclarado en la presentación, a lo largo de este artículo abordaremos como recorte territorial a la regional oeste del movimiento, conformada por los distritos de Luján y General Rodríguez.
Para el estudio de la subjetividad que nos proponemos, como recorte temático nos apoyamos en una estrategia metodológica de tipo cualitativo (Vasilachis 2006) dado que se considera apropiada para el propósito de analizar los procesos de organización y construcción de subjetividades. La metodología cualitativa propone la inmersión en la vida cotidiana de la situación seleccionada para el estudio, la valoración y el intento por descubrir la perspectiva de las y los participantes sobre sus propios mundos, así como la consideración de la investigación como un proceso interactivo entre el investigador y esos participantes.
En este sentido, llevamos a cabo entrevistas en profundidad individuales y colectivas a delegados/as y productores/as, cuyo criterio de selección se basó en los acuerdos con los/las referentes locales de la rama rural. Un conjunto de entrevistas se realizaron en el año 2019 en las quintas de productores/as de la zona y, como parte de ese trabajo, se obtuvo un registro audiovisual que luego formaría parte de la elaboración del capítulo 1 de la Serie Documental “Tierra para quien la trabaja, alimentos para el pueblo”7 dedicado a mostrar la realidad de los/as productores/as frutihortícolas de la provincia de Buenos Aires. Un segundo conjunto de entrevistas y observaciones participantes se llevaron adelante durante 2020 en el espacio de comercialización del mercado Pueblo a Pueblo de Luján que comenzó a funcionar durante el aislamiento obligatorio por COVID-19, del cual participan activamente un grupo de productoras mujeres. Dada la cercanía de la experiencia con el área de influencia de la Universidad, y las posibilidades de tramitar un permiso de circulación para actividades esenciales, se logró sostener un trabajo presencial con recaudos sanitarios, y participar en talleres de formación, asambleas y reuniones de delegados/as. A su vez en el marco de la logística del mismo circuito de comercialización, se realizaron diferentes visitas a quintas de la zona para retirar las verduras, lo cual favoreció la construcción del vínculo y el intercambio con productores/as. En todos los casos, las entrevistas permitieron acercarse a explorar el punto de vista particular de los sujetos. Las visitas a las quintas fueron una oportunidad para mantener conversaciones informales con las mujeres y los/las jóvenes, así como también la participación en los espacios deliberativos y organizativos permitió aproximarse a la dinámica de construcción de acuerdos, discusión, intercambio y toma de decisiones. La información recopilada se plasmó en la elaboración de transcripciones de entrevistas, registros de campo y memorias que permitieron organizar y focalizar la indagación. A estas técnicas de obtención de información se suma el análisis de documentos producidos por el propio movimiento y los antecedentes bibliográficos del campo de estudio.
El proceso analítico que presentamos es de corte inductivo, dado que nos propusimos partir de fragmentos empíricos obtenidos en los registros de campo, que recuperan voces singulares, donde pueden registrarse cambios de perspectivas en los sujetos, con el objetivo de ponerlos en diálogo con la categoría subjetividad que desarrollamos en el apartado conceptual.
CARACTERIZACIÓN DE LA ACTIVIDAD HORTÍCOLA8
La Región Metropolitana de Buenos Aires, constituye el principal aglomerado del país y representa la mayor demanda en frutas y verduras. Las características de la actividad hortícola familiar que allí se desarrolla son similares a las de otras experiencias del país, y dan cuenta de una serie de rasgos significativos que definen a quienes venimos denominando como “sujeto hortícola”. Entre esos rasgos se destacan: la producción de tipo familiar donde la unidad doméstica y la unidad productiva están físicamente integradas; la agricultura es la principal ocupación y fuente de ingreso del núcleo familiar, por lo cual el total de la producción se dirige a la comercialización en el mercado. Así mismo cabe destacar en la actividad hortícola la presencia de familias mayoritariamente de origen boliviano, la informalidad en la tenencia de la tierra, las precarias condiciones de vivienda y los elevados costos de producción en relación a las posibilidades de retorno.
Como señalan algunos trabajos (Benencia 2012; Ambort 2019; García y Lemmi 2011; García 2019; Castro 2020), la producción hortícola en Buenos Aires absorbió históricamente mano de obra migrante. A mediados del siglo XX, italianos y españoles, más adelante portugueses y, luego, migrantes del noroeste del país. Desde mediados de los años 90, fueron reemplazados por familias de origen boliviano, quienes lograron avanzar sobre los diferentes eslabones de la cadena de producción hortícola de todo el país, en un proceso conocido como “bolivianización” de la horticultura (Benencia, 2006). Este sujeto, que fue transitando diferentes trayectorias migratorias y aprendiendo el oficio de la horticultura, participa principalmente de la producción primaria y puede ocupar diferentes posiciones de acuerdo a la estructura hortícola, ya sea como peón, medianero/a, productores/as bajo arrendamiento o con tierras propias, así como aquellos/as que progresivamente van organizándose en espacios de comercialización (Benencia y Quaranta 2006; 2009).
La producción hortícola se desarrolla con frecuencia en situación de precariedad en relación al acceso y tenencia de la tierra, siendo el arrendamiento la situación más frecuente. En la zona bajo estudio han llegado en los últimos años, productores/as que vienen de experiencias de trabajo en el cordón hortícola platense, buscando reducir el costo de los alquileres9. Si bien el modelo hortícola platense adoptó la tecnología del invernáculo, semillas híbridas, agroquímicos y el trabajo intensivo de los migrantes bolivianos (Benencia y Quaranta 2009), muy pocos cuentan con invernaderos en Luján y Gral. Rodríguez. Existen diversidad de situaciones que varían entre quienes logran alcanzar niveles medios de capitalización y contratan mano de obra, y aquellos que sufren la explotación.
Para poder desarrollar sus labores, en algunos casos, los/las productores/as, se agrupan y juntos/as realizan inversiones tanto en herramientas de trabajo e insumos como en infraestructura. Gran parte de estas mejoras terminan quedando para los propietarios de la tierra o beneficiando a las inmobiliarias en tanto las tierras mejoradas adquieren mayor valor de mercado, lo que paradójicamente aumenta el precio de los alquileres.
En cuanto a la diversidad de formas y canales de comercialización de la producción hortícola, podemos identificar las múltiples dificultades que se conjugan. Por un lado, los mercados concentradores fijan los precios desvalorizando el trabajo; por otro lado, los intermediarios se quedan con la mayor parte de la ganancia y fijan el precio muy por debajo de lo que se vende en los mercados. Es decir, imponen el precio cuando retiran la verdura de las quintas dado que los/las productores/as, al no contar con vehículos para trasladar su verdura, como única alternativa deben aceptar o de lo contrario echar a perder la cosecha de la cual depende la economía familiar. Estas condiciones de precarización son las que motorizan la organización del sujeto hortícola en la rama rural del MTE, buscando poner en agenda sus reclamos y disputando políticas públicas favorables para el sector.
No obstante las condiciones ya descriptas que atraviesan la experiencia hortícola, sus protagonistas consideran que el trabajo en la producción contiene un plus valor, en comparación con otras experiencias laborales fuera del campo por las que han transitado, como por ejemplo el trabajo doméstico en el caso de las mujeres y en la construcción los hombres. Este plus está vinculado a poder compartir el tiempo familiar y organizar la tarea con autonomía. En varias oportunidades de nuestro trabajo de campo hemos conversado con los/las “paisanos/as”10 respecto de cómo la horticultura permite a las familias mantenerse unidas, compartiendo el trabajo y la vida. Los productores y productoras hacen hincapié en el valor que tiene la posibilidad de compartir la jornada laboral y la comida caliente con la familia, de manejar el propio tiempo de trabajo y estar cerca de la producción por cualquier urgencia.
En las diferentes entrevistas realizadas, productoras y productores hacen referencia a los recorridos migrantes por diferentes zonas de nuestro país, vinculados con los destinos donde trabajan familiares y amigos. Estos procesos migratorios que realizan las familias y que pueden identificarse en diferentes zonas del país (García y Lemmi 2011), conllevan saberes y prácticas agrícolas que los migrantes traen de sus lugares de origen y que a su vez aprenden en los lugares de destino. A su vez, a pesar de los cambios de territorio, la unidad familiar y la comunidad local, se presentan como el ámbito donde se resguardan las tradiciones vinculadas al lenguaje, las comidas, las fiestas y la cultura, otorgándole especial valor a los momentos de encuentro para compartir las propias costumbres.
LA CONSTRUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD EN LOS PRODUCTORES Y PRODUCTORAS FRUTIHORTÍCOLAS DE LA REGIONAL OESTE A PARTIR DE SU PARTICIPACIÓN EN PROCESOS COLECTIVOS-ORGANIZATIVOS
En este apartado abordaremos la construcción de subjetividad en las y los productores hortícolas de la regional oeste considerando dos dimensiones constitutivas de esa subjetividad. En un primer momento, nos ocuparemos de procesos vinculados a la organización del trabajo, a través de los cuales se van observando cambios en la posición de los sujetos a partir del pasaje de lo colectivo-familiar a lo colectivo-organizativo construyendo acuerdos y lazos de confianza. En segundo lugar, atenderemos a procesos en los que las mujeres y los jóvenes van asumiendo protagonismo, a partir de su participación en espacios compartidos de reflexión y formación, y a las implicancias que ello tiene en la unidad familiar.
LA ASUNCIÓN DE LA DIMENSIÓN COLECTIVA DEL TRABAJO: DE LO COLECTIVO-FAMILIAR A LO COLECTIVO-ORGANIZATIVO
Partimos de la idea de que los sujetos hortícolas que describimos, han transitado e incluso sostienen diversos tipos de experiencias asociativas para llevar adelante su trabajo. En la mayoría de los casos, participa la familia extensa (primos, hermanos, parientes) de estas asociaciones, pero a partir del crecimiento y organización de la rama rural en la zona, estos grupos se amplían más allá de lo intrafamiliar. En esta dirección nos preguntamos acerca de aquellos cambios en la subjetividad que se producen al compartir diferentes experiencias de organización del trabajo en el marco de la inscripción al movimiento. Tomaremos para el análisis experiencias vinculadas a la cooperativa del Mercado frutihortícola de Luján11; la participación en instancias deliberativas vinculadas a la construcción de acuerdos y la participación en instancias formativas vinculadas al trabajo productivo.
Los trabajadores y trabajadoras12 de la cooperativa dan cuenta del desafío que implicó crear este proyecto en pleno aislamiento obligatorio por la pandemia de COVID-19. Se refieren a la organización de la cooperativa como la experiencia que ha dejado aprendizajes significativos sobre nuevas formas de trabajo en equipo, trascendiendo las relaciones familiares.
Las acciones conjuntas en el marco de relaciones familiares, para afrontar situaciones comunes vinculadas a la producción, son experiencias habituales entre los productores y productoras hortícolas. Estas acciones compartidas se complejizan en el campo de la comercialización cooperativa que se propone construir desde el MTE, ya que se requieren nuevos vínculos y acuerdos colectivos garantizando la participación horizontal entre los/las compañeros/as, así como también la definición de estrategias de acción como parte de esa dinámica. En los mercados y ferias convencionales, cada unidad productiva tiene su propio puesto, sin embargo, la experiencia que estamos analizando presenta el desafío de buscar construir la figura colectiva del Mercado Cooperativo como espacio común.
El problema que teníamos es cómo comercializar nuestra producción. En ese tema tuvimos varios debates, estuvimos hablando y empezamos a hacer las ferias de productores. Llevamos a los barrios (…) Todos eso anduvo bien, no ayudó un 100%, pero algo nos ayudó. Lo que pasa a veces con los intermediarios es muy complicado. Ellos se llevan la producción sin que la trabajen y ellos ponen los precios. Por ese tema habíamos hablado con el Municipio, a ver si se podía abrir un mercado municipal, estamos en eso, estamos trabajando y estamos arrancando y estamos andando bien. El precio nosotros no lo cobramos como sale en los otros mercados. Es un precio medio popular, cosa que a la gente que le lleguen las verduras no sea un precio alto, que sea directamente del productor al consumidor. (Delegado de Open Door, Luján)
Vale señalar que, como delegado asume la tarea de recolectar la verdura de su grupo y transportarla hacia el mercado. A su vez, debido al escaso volumen de venta que tiene inicialmente el proyecto, continúa entregando parte de la producción en otros destinos que no pertenecen al movimiento. En esta compleja organización logística y productiva, se producen tensiones vinculadas a los compromisos asumidos con el grupo y los diferentes espacios de comercialización. Mientras que, por un lado, se valoran las ventajas de la organización del Mercado como espacio en común, donde confluyen productores/as de diferentes grupos, se presentan cotidianamente situaciones conflictivas donde la coordinación refiere que las y los quinteros/as “no cumplen”, es decir no entregan la verdura comprometida porque la llevan a otro lado donde le compran mayor volumen. En este tipo de situaciones se observa cómo a medida que se construye el nuevo colectivo-cooperativo, productoras y productores van ponderando y evaluando resultados, construyendo y afianzando progresivamente lazos y vínculos de confianza. La coordinadora del Mercado, productora hortícola y delegada del grupo de Carlos Keen de la zona de Luján, se expresa en relación a los aspectos que potencian el proyecto, basándose en la importancia de consolidar la confianza entre las/los productores/as y el movimiento.
El tema de laburar con los compañeros productores para mi es lo mejor que nos pudo haber pasado, francamente. Nosotros los productores entregamos nuestros productos a un intermediario que nos quita más de la mitad de la ganancia. Ahora con el mercado municipal, ellos entregan sus productos a precio justo y el mercado lo entrega al pueblo a precio justo. Tenemos unos precios bien compatibles. Cuestión que nuestros compañeros se quedan bien contentos cuando se hacen las boletas porque no le sacamos nada. La verdad es que pueden laburar más, y estar más seguros de que va a haber más ganancia y laburan con total confianza. (Coordinadora del Mercado de Luján)
En conversaciones informales durante las visitas a las quintas13, un productor de General Rodríguez refiere que su participación en el proyecto se afirma en la confianza que le otorgan a la coordinadora por ser “paisana”14 y tener, además, una amplia experiencia en la comercialización. “Ella sabe, yo en ella confío” repite varias veces. Esta confianza se asienta en cierta familiaridad vinculada al común país de origen. El pasaje de la organización económica de la unidad productiva familiar a construir un colectivo más amplio, con nuevas lógicas cooperativas implica el tránsito subjetivo hacia “un nosotros” que trasciende lo intrafamiliar. Al “confiar la verdura”, delegando en otros y otras tanto la situación de compra-venta como la administración del espacio, se produce una apuesta y se asume un compromiso por parte de las/los hortícolas.
Continuando con el análisis del tránsito en los procesos donde se produce subjetivación, nos detenemos en la dimensión de la construcción de los acuerdos. En el caso del mercado, para que todos/as los/las productores y productoras que integran un grupo puedan colocar15 su verdura, aparece de manera recurrente la propuesta de la siembra escalonada16. La misma permite organizarse como colectivo a la vez que cada familia se beneficia, a diferencia de la lógica convencional de competencia de las producciones entre unidades familiares. Así lo refleja el testimonio de un delegado de Open Door quien relata que no todos plantan lo mismo, sino que tratan de que sea variado para que no se igualen las cosechas y no sea complicado venderlo.
El mismo delegado comenta cómo se organizan como grupo para participar en la entrega de verdura al mercado. “Si piden diez atados de verdeo y todos tienen verdeo en su quinta, hay que ver quién entrega, y que cada uno ponga un poco”17. Este nuevo modo de organización presenta diversas complejidades entre las que intervienen los tiempos y los recursos de cada unidad productiva familiar, y a la vez el compromiso de cumplir con los plazos acordados por el colectivo, tal como quedó reflejado más arriba por parte de la coordinación.
Las novedades que incorporan otras formas de organización del trabajo se manifiestan en la posibilidad no sólo de recibir por sus productos un pago considerado más justo, a diferencia de cuando intervienen los intermediarios, sino también de planificar acciones y participar en la discusión por la conformación del precio. En este sentido, el proyecto político del movimiento resulta central, dado que en él se plasma la producción de significantes aglutinantes que permiten disputar los principios de representación hegemónicos del modelo de comercialización tradicional. Este proyecto propone la construcción de una nueva grupalidad, la distribución de roles, tareas y responsabilidades, que se lleva adelante en los espacios deliberativos como las asambleas y reuniones. Los mismos van permitiendo la apropiación y, a la vez, la construcción del nuevo proyecto, ya que a medida que se profundizan los intercambios, se fortalece el colectivo. En el marco de una asamblea, un joven responsable de la tarea de carga y descarga de verdura en el mercado comenta sorprendido: “Esto de que los productores le pongan el precio a la verdura yo antes nunca lo vi. En los otros mercados el patrón te dice lo que tenés que hacer y lo que vas a cobrar, nunca te preguntan lo que pensás como acá”18. Los registros de campo dan cuenta de la novedad que conlleva para los sujetos tomar la palabra, aportar ideas y propuestas e intercambiar. Es en estos espacios, que también son formativos, donde se van construyendo los acuerdos a partir de diversas instancias de participación, donde se producen discusiones y se despliegan nuevas estrategias que configuran cambios en la subjetividad.
La experiencia cooperativa del Mercado nos permite analizar el tránsito subjetivo de lo familiar a la construcción de consensos más amplios enmarcados en procesos colectivos-organizativos. Observamos este tránsito en el establecimiento de vínculos de confianza, y en la definición de acuerdos. Las tensiones y dificultades para construir esos acuerdos, son constitutivas del proceso de reconocerse como colectivo y construir un nosotros que forman parte de la producción de subjetividad, problematizando realidades, representaciones, modos de hacer y de pensar, e instaurando nuevas posibilidades.
En el marco de las instancias sistemáticas de formación que propone el movimiento, existen algunos productores hortícolas que asumen el rol de protagonismo frente al proyecto de la agroecología. Ellos participan de talleres, cursos y experiencias directas en las quintas vinculadas a lo productivo. Estas instancias, que son coordinadas y acompañadas por técnicos militantes del movimiento, resultan muy esperadas y valoradas por los/las productores/as.
El fragmento que sigue describe el tránsito subjetivo que se produce a partir del intercambio entre productores y técnicos, vinculado a estos procesos de formación que promueve el movimiento
En ese momento comenzaron a traernos la información de cómo eran los químicos y los daños que provocan, las causas....y como que todo eso nos hizo reflexionar, cosas que nosotros no sabíamos (...) pero después de ese aprendizaje que nos dieron, de los daños y las causas, y todo el daño que provocaban a lo largo del tiempo, los llevó a ellos [los productores] a pensar más allá de los hijos, los nietos y los alimentos, todo lo que consumimos en el día a día. Los incentivó más a querer cambiar (...) Esas ganas de cambiar a agroecológico están, nada más que yo creo que él a veces necesita acompañamiento, están acostumbrados al semillero que lo llamás y trae el veneno. (Delegada de Gral. Rodríguez)
En esta conversación, la delegada hace hincapié en los cambios que se fueron produciendo en su padre productor a partir de la formación en agroecología y al comprobar los resultados a partir de la experimentación. “No creíamos que iba a crecer y salió y se vendió todo y era riquísimo”. A partir de ese momento reconoce que “volver a aplicar veneno sería como volver atrás”. Desde el punto de vista de la construcción de subjetividad, posicionarse como productor de alimento, implicó asumir la responsabilidad ante la salud de los/as destinatarios de las frutas y verduras que producen y buscar continuar aprendiendo. En tensión con este proceso, la urgencia económica, la falta de bioinsumos y el temor a perder la producción provoca que algunas familias no puedan sostenerlo.
A partir de lo esbozado hasta aquí, podríamos decir que en la complejidad de la organización del trabajo cooperativo, se habilitan cambios en la subjetividad en términos del pasaje de lo colectivo-familiar a lo colectivo-organizativo a partir de las novedades que introduce la inscripción al movimiento, y el involucramiento en sus espacios deliberativos
LA ASUNCIÓN DE PROTAGONISMO EN LOS PROCESOS COLECTIVOS: CARACTERIZACIÓN E IMPLICANCIAS EN LA UNIDAD FAMILIAR
Tal como adelantamos nos referiremos aquí al protagonismo que van asumiendo algunos sujetos a partir de su participación en procesos colectivos-organizativos, en el marco de su pertenencia a la rama rural del MTE, y las implicancias de ese protagonismo respecto a la unidad familiar, en términos de la puesta en tensión de relaciones de poder de tipo patriarcal en su interior. Nos detendremos en la perspectiva de las mujeres y la juventud.
Advertimos, en el caso concreto de algunas mujeres hortícolas, que ese protagonismo se va construyendo a partir de salir de la exclusividad del ámbito doméstico, hacia espacios de encuentro, intercambio y reflexión junto a otras mujeres productoras. Estas instancias aportan a la construcción de subjetividades a partir de complejos y dinámicos procesos de aprendizajes y desaprendizajes (Palumbo 2019). Sobre todo teniendo en cuenta que, a pesar de participar en toda la cadena productiva y en la comercialización, el papel de las mujeres en el sector hortícola, suele estar invisibilizado reproduciéndose las relaciones de género dominantes (Ambort 2019).
Podríamos decir que cuando estas mujeres comienzan a encontrarse con otras mujeres, más allá del espacio de “la casa”, atraviesan significativos procesos de subjetivación. En este sentido, resulta oportuno señalar cómo una productora, reconociendo la situación de postergación en muchas de sus compañeras, valora las oportunidades de juntarse con otras mujeres, desde su participación como delegada en el movimiento, para ir transformando miradas y prácticas e ir construyendo mayor protagonismo.
Pero también hay compañeras que, por ahí, juntándonos (...) le das una confianza para poder abrirse. Hoy en día ya cambiaron, ahora toman sus propias decisiones, cambiaron (...) les explicábamos que también tiene que darse el gusto de poder hacer reuniones de mujeres, poder compartir sus cosas (…) que sea así, tareas compartidas, que le enseñe eso a sus hijos. (Delegada de Gral. Rodríguez)
En este sentido, podría decirse que estas instancias compartidas entre mujeres se constituyen en espacios-momentos formativos, así como en espacios-momentos de formación (Michi 2010), en tanto configuran una experiencia de encuentro e intercambio, así como también de abordaje y tratamiento de temáticas. Allí la palabra circula entre pares y referentes y comienzan a tematizarse diferentes cuestiones vinculadas a la posibilidad de compartir tareas entre los miembros de la familia, que implica desaprender algunas prácticas y reaprender otras. Estos momentos que propician la reflexividad en un contexto colectivo, pero al mismo tiempo particular en tanto reúne a algunos miembros de la unidad familiar según género, podrían ser leídos en clave de subjetivación. Al interior de las familias suelen reproducirse las estructuras patriarcales que invisibilizan el aporte de trabajo de las mujeres y los jóvenes, consideramos que a partir de los procesos colectivos comienzan a consolidarse espacios de protagonismo y reconocimiento de las mujeres y los/las jóvenes tanto en la actividad hortícola, como en la familia y en los espacios de comercialización. A su vez, el protagonismo se observa también a medida que las responsabilidades de referencia y coordinación son asumidas por mujeres en su rol de delegadas. En ese nuevo rol, que algunas mujeres identifican como “militancia”, surgen tareas que las convocan a enfrentar las tensiones de distribuir el tiempo de trabajo en la unidad productiva y hacer lugar a los requerimientos que implica estar atentas al grupo, relacionarse con los compañeros y compañeras, resolver diferentes situaciones del colectivo, promover la organización, hacer consultas para poder tomar decisiones, relevar necesidades y demandas. Así lo refleja el testimonio que sigue
La militancia es algo que vas aprendiendo. Estoy contenta por las cosas que me llevó a aprender, es muchas cosas, cosas que no me imaginaba aprender en la vida. Los espacios para hablar ayudan, son buenísimos. Eso es lo que también esperamos, que si una compañera necesita hablar se abra, porque por ahí muchas veces alguien te dice “tengo un problema” y mirás para otro lado. Para que se abra le das confianza (Delegada de Gral. Rodríguez)
La construcción de la categoría militante supone una creciente comprensión de la realidad social, el compromiso con una acción que se concibe como transformadora y la asunción de diversas responsabilidades dentro de la organización, y que puede encontrarse entre las fuertes transformaciones de la subjetividad que se producen en los movimientos (Michi et al. 2012). No obstante, así como se van produciendo estos cambios, a partir de los registros de las reuniones de mujeres19 identificamos situaciones, que dan cuenta de casos en los cuales aun siendo ellas quienes participan en el movimiento, deben consultar las decisiones a sus maridos, los cuales permanecen por fuera. Por otro lado, como parte del grupo, hay mujeres que encuentran en el nuevo espacio de comercialización una oportunidad para comenzar a construir independencia económica, luego de mantener varios años de relaciones de pareja conflictivas. Existen trabajos de investigación que profundizan el estudio sobre la dimensión económica de las relaciones de género y la teoría de la unidad doméstica (Benería 2008), los cuales sostienen que las familias naturalizan formas de organización basadas en una estructura jerárquica y patriarcal y se refieren a la noción de conflictos cooperativos como aporte significativo para aproximarse al análisis de los procesos de negociación familiar. Los espacios para imaginar posibilidades y oportunidades, y comenzar a probar alternativas, favorecen el reposicionamiento subjetivo, que si bien se da en el marco del colectivo que ofrece el movimiento, es resultante de un proceso de protagonismo individual. En este sentido, el pasaje de la unidad familiar al movimiento implica, para algunas mujeres, la habilitación subjetiva y material para reposicionarse frente a otros integrantes de la familia.
Asimismo, observamos la construcción del protagonismo en las juventudes que integran la unidad familiar, asociado a su participación en los procesos colectivos. Allí comienzan a tematizar la cuestión de las posibilidades de su desarrollo y realización de la vida en el campo.
Las juventudes de las familias hortícolas suelen relatar cómo las condiciones de precariedad e inestabilidad que caracterizan al sector, atentan no sólo contra la posibilidad de realizar sus estudios, sino también con las oportunidades de subsistir en el campo y armar allí su proyecto de vida. En este sentido, es frecuente que hayan pasado por la experiencia de tener que procurarse trabajos por fuera de la unidad productiva familiar. Esto podría no ser un problema, si se tiene en cuenta que no todas las familias guardan expectativas de que sus hijos/as se dediquen exclusivamente al trabajo hortícola. En varias conversaciones informales con las madres y los padres durante el trabajo de campo20, hemos mantenido intercambios que dan cuenta de su preocupación por el sufrimiento y sacrificio que implica el trabajo en las quintas, y los deseos de que sus hijos e hijas estudien y trabajen en la ciudad “Mis hijos no quieren saber nada con el trabajo en la quinta, dicen que es un trabajo esclavo. Uno quiere estudiar computación, eso que sirve para trabajar en cualquier país”.
No obstante, a partir del involucramiento en el movimiento, algunas/os jóvenes comienzan a visualizar la posibilidad de quedarse y proyectarse trabajando en la producción junto a su familia en la medida en que puedan mejorarse las condiciones de trabajo.
Podríamos decir que estos procesos a los que fuimos haciendo referencia, habilitan la apertura hacia subjetividades en el tránsito de consolidarse como referentes y protagonistas. Tanto en el caso de las mujeres como en el de las juventudes, las experiencias en el marco de procesos de significación en los espacios colectivos, van abonando a ese protagonismo.
ALGUNAS REFLEXIONES FINALES
En este escrito, nos propusimos abordar la construcción de subjetividades en los productores y productoras hortícolas de la regional oeste del AMBA, a partir de su participación en procesos colectivos como parte de la rama rural del MTE.
Inicialmente, presentamos la temática de estudio y el sentido de sus abordajes. En esta dirección realizamos una aproximación conceptual en torno a los procesos de construcción de subjetividades en movimientos populares, para luego referirnos a los aspectos metodológicos del trabajo en el marco de acciones de extensión e investigación en nuestro equipo.
A partir de la caracterización de la actividad hortícola profundizamos en las categorías conceptuales que nos permitieron analizar las transformaciones que se van produciendo en los productores y productoras de Luján y General Rodríguez a partir de su participación en el MTE. Este proceso se lleva a cabo bajo claves distintas -aunque en algunos casos también pueden darse de manera complementarias- a las de la configuración de la unidad familiar, desde acciones vinculadas a la organización del trabajo y a aquellas en las que los sujetos van asumiendo protagonismo en el marco del movimiento, especialmente las mujeres y las juventudes.
Las nuevas experiencias que se proponen desde la rama rural del MTE, como la cooperativa de comercialización, y la construcción de espacios de encuentro e intercambio para mujeres y juventudes, resultan significativas para la producción de la subjetividad. Allí observamos que confluyen elementos de continuidad con las propias representaciones de los sujetos, y sus modos de hacer y de nombrar, pero al mismo tiempo, se construyen nuevas prácticas, sentidos y enunciaciones que dan cuenta de tránsitos en los procesos de subjetivación. Nos referimos al pasaje de productor/a hortícola familiar a productor/a cooperativizado, de mujeres que participan del trabajo intrafamiliar (tanto doméstico como productivo) a asumirse como delegadas de un grupo y a jóvenes que de buscar la salida del campo comienzan a ver la posibilidad de proyectar allí su vida bajo nuevas condiciones. Cabe señalar que estos tránsitos que identificamos no se encuentran expresados en todos los sujetos con la misma intensidad, ya que se vinculan con los niveles de involucramiento y participación en los espacios colectivos. En este sentido, señalamos la dimensión político-pedagógica de los distintos espacios de encuentros entre pares, dado que en ellos se producen intercambios simbólicos donde circula la palabra y se reflexiona sobre la realidad construyendo nuevas prácticas.
Del análisis que nos propusimos desarrollar en este texto, se desprenden nuevas líneas de investigación vinculadas al campo de la producción de subjetividad en los movimientos populares que nos invitan a nuevas indagaciones. Por un lado la dimensión de los espacios de formación, en relación a qué elementos se despliegan allí y de qué modo, que permitan aproximarnos a una reflexión pedagógica de esos procesos. Por otro lado, profundizar acerca de las juventudes y las mujeres, ya que son también ejes de trabajo en la rama rural del movimiento.
Finalmente, nos interesa destacar que la perspectiva que asumimos sobre la subjetividad en este trabajo, desafía también nuestra propia subjetividad como investigadoras, interpelando nuestras categorías y nuestra manera de construir conocimiento junto con los movimientos. Reconocemos en nuestro propio proceso investigativo las transformaciones subjetivas que se producen ante la ruptura de la distancia clásica entre investigador-objeto de estudio, que supone una asimetría implícita. La investigación se propone entonces como herramienta de intervención política, donde el conocimiento que se genera se vuelve un insumo para el fortalecimiento de la organización y, de alguna manera, un aporte a la transformación social.
REFERENCIAS
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2. Benería, Lourdes. “De la “armonía” a los “conflictos cooperativos”. La contribución de Amartya Sen a la Teoría de la unidad doméstica”. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, vol.10, núm. 20, pp. 15–34, 2008.
3. Benencia, Roberto y Quaranta, Germán. “Familias bolivianas en la actividad hortícola: transformaciones en sus procesos de movilidad”. In R. Benencia, G. Quaranta, & J. Souza Casadinho (Eds.) Cinturón hortícola de la Ciudad de Buenos Aires: cambios sociales y productivos. Buenos Aires: CICCUS. 2009.
4. Benencia, Roberto y Quaranta, Germán. “Mercados de trabajo y economías de enclave. La -escalera boliviana-en la actualidad”. Estudios Migratorios Latinoamericanos, 20(60), 413–431. 2006.
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7. Castro, Andrea. “Reflexiones en torno a la diversidad cultural en el periurbano hortícola de La Plata: aportes a la caracterización de los sujetos sociales de la horticultura” Sujetos sociales en la horticultura argentina: reflexiones en torno a su estudio. Mathey, Daniela y Preda, Graciela (comps.). Buenos Aires: INTA, Estación Experimental Agropecuaria Mendoza. 2020.
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16. Retamozo, Martín. “Lo político y los sujetos políticos: conformación y disputa por el orden social”. Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. N° 206: 69-91.2010.
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Notas