Los puntos ciegos del marxismo: un análisis de Silvia Federici, Nancy Fraser y Roswitha Scholz

The blind spots of marxism: an analysis of Silvia Federici, Nancy Fraser and Roswitha Scholz

Joaquín Alfieri
Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” - Universidad de Buenos Aires; Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Los puntos ciegos del marxismo: un análisis de Silvia Federici, Nancy Fraser y Roswitha Scholz

Revista Pilquen - Sección Ciencias Sociales, vol. 25, núm. 2, pp. 160-183, 2022

Universidad Nacional del Comahue

Recepción: 25 Febrero 2022

Aprobación: 08 Abril 2022

Resumen: El presente trabajo tiene como objetivo realizar un relevamiento de las obras de Silvia Federici, Nancy Fraser y Roswitha Scholz, para observar en qué medida sus críticas a la teoría de Marx y sus caracterizaciones en torno a las relaciones de género y el capitalismo, posibilitan una comprensión ampliada de la lógica del capital, en tanto forma de regulación social que rige nuestra vida contemporánea. Con el objetivo de recuperar las posibles tensiones que aparecen en la obra del autor alemán a la hora de teorizar el vínculo entre la lógica del capital y las tareas de reproducción, me propongo elaborar un balance crítico y comparativo que permita examinar en qué medida las observaciones realizadas resultan pertinentes o inadecuadas dentro del universo teórico marxista.

Palabras clave: Marxismo, Género, Capitalismo, Feminismo, Teoría Crítica.

Abstract: This work looks over the Silvia Federici, Nancy Fraser and Roswitha Scholz’s works in order to analyse if their criticism Marx’s theory and their characterizations around gender relations and capitalism can explain the concept of capital. (and the social regulation that is present in our lives). I propose to elaborate a critical analysis around these topics. Also, I am interesting in explain if the concepts developed can be part of the Marxist universe.

Keywords: Marxism, Gender, Capitalism, Feminism, Critical Theory.

I. INTRODUCCIÓN

A finales de la década de los 90’, la televisión argentina comenzó a transmitir un programa de televisión llamado “El ángel de la medianoche”. El programa, conducido por Ángel Pedro “Baby” Etchecopar, se caracterizaba por una sección dedicada a la realización de intercambios telefónicos con sus televidentes, en donde se establecían diversas conversaciones sobre los temas de actualidad. La pregunta inicial del conductor al entablar el diálogo consistía en interrogar por la dedicación laboral de su interlocutor, generando el corte abrupto del llamado si se trataba de una “ama de casa”. En estos casos, la llamada telefónica también se convertía en una oportunidad para lanzar una serie de agravios hacia aquellas personas que destinaban su vida a la realización de tareas domésticas. Esta escena patética e irritante de la “cultura” televisiva, más allá de su carácter obsceno y exagerado, ofrece un minúsculo escorzo para captar una idea general que flota por nuestro imaginario social: la desvalorización y la falta de reconocimiento de las actividades destinadas a los cuidados en el ámbito doméstico. Ya sea, como en el caso del citado conductor, por una fuerte impronta misógina o, en términos más generales, por una jerarquización desigual de las diferentes tareas que constituyen nuestra trama social, se torna patente la existencia de trabajos considerados productivos y valorables, frente a toda una serie de actividades que resultan invisibilizadas y degradadas por nuestra cultura del trabajo.

La tradición marxista, a pesar de su múltiple y caudalosa heterogeneidad, se ha encontrado presa en cierta medida de la jerarquización y el imaginario recién mencionados. Diferentes autoras provenientes del feminismo han señalado este inconveniente en su intento por establecer un diálogo fructífero con la teoría de Marx. Entre las principales figuras podemos mencionar a María Mies y Roswitha Scholz en Alemania, Silvia Federici y Mariarosa Dalla Costa en Italia; o Nancy Fraser en los Estados Unidos, entre otras. Según estas pensadoras, el marxismo –y, en algún sentido, el propio Marx- desarrollaron su práctica política y su acercamiento teórico a la realidad, a partir de una serie de categorías y postulados que reprodujeron las ponderaciones y desvalorizaciones propias de la división del trabajo capitalista. Es decir, la tradición marxista estableció al trabajo asalariado como el paradigma último de la actividad laboral (con la consecuente postulación de la clase obrera como sujeto revolucionario), relegando al olvido toda una serie de actividades y prácticas que resultaban fundamentales y decisivas para el sostenimiento de la vida.

Al mismo tiempo, no es casual que los cuestionamientos provinieran de corrientes feministas, ya que la división del trabajo capitalista tuvo desde sus orígenes un vínculo estrecho con las relaciones de género. Dentro de un entramado cultural de carácter patriarcal, al paradigma laboral del trabajo asalariado se lo vinculó con la figura masculina, mientras que las tareas reproductivas propias del ámbito doméstico fueron feminizadas y llevadas a cabo por mujeres. En este sentido, la división del trabajo capitalista no presentó ningún tipo de neutralidad en materia de género.

El presente trabajo tiene como objetivo realizar un relevamiento de las obras de Silvia Federici, Nancy Fraser y Roswitha Scholz, para observar en qué medida sus críticas a la teoría de Marx y sus caracterizaciones en torno a las relaciones de género y el capitalismo, posibilitan una comprensión ampliada de la lógica del capital, en tanto forma de regulación social que rige nuestra vida contemporánea. Para lograr este objetivo, me propongo llevar a cabo tres tareas diversas:

En una primera instancia, analizaré los espacios textuales dentro de El Capital (1867) donde el propio Marx se refiere al trabajo femenino y a la reproducción social del sistema capitalista. Centraré mi análisis en el libro de Silvia Federici El patriarcado del salario: críticas feministas al marxismo (2018), con el objetivo de recuperar las posibles tensiones que aparecen en la obra del autor alemán a la hora de teorizar el vínculo entre la lógica del capital y las tareas de reproducción.

En segundo lugar, presentaré sintéticamente las teorizaciones de Nancy Fraser y Roswitha Scholz, desarrollando sus principales críticas a la posición marxista. En el caso de la autora estadounidense, partiré de su artículo “Tras la morada oculta de Marx” (2014) para analizar la postulación del capitalismo como un orden social institucionalizado. En el caso de la escritora alemana, apoyaré mi lectura en el libro El patriarcado productor de mercancías (2019), con el objetivo de desarrollar sintéticamente su teoría de la “escisión del valor” en el sistema de producción capitalista.

Por último, elaboraré un balance crítico y comparativo que permita examinar en qué medida las observaciones realizadas resultan pertinentes o inadecuadas dentro del universo teórico marxista.

II. ¿LOS PUNTOS CIEGOS DE MARX?

A la hora de analizar las críticas feministas a la tradición marxista, no pareciera tan simple el traslado de dichos juicios hacia la figura del propio Marx. Si bien es notorio en su obra la falta de un tratamiento profundo y específico sobre las condiciones de la reproducción social, también resulta pertinente establecer una serie de interrogantes que permitan evitar la incursión en críticas excesivas o anacrónicas frente a esta ausencia. La perspectiva de Marx abre la posibilidad de interrogar las circunstancias históricas vivenciadas por el propio autor, y así definir la adecuación o la impertinencia de la crítica. Me pregunto entonces: ¿A qué responde la falta de tratamiento del trabajo reproductivo en la obra de Marx? ¿se trata de factores históricos que inhibieron dicha reflexión? ¿o, por el contrario, podemos suponer elementos políticos y conceptuales que obturaron y sesgaron su perspectiva? Para abordar esta problemática apoyaré mi análisis en las reflexiones esbozadas por Silvia Federici en su libro El patriarcado del salario, así como también en diferentes pasajes de una de las principales obras de Marx: El Capital.

El proyecto teórico de Federici es definido por la propia autora como un intento por establecer un diálogo fructífero entre el feminismo y la tradición marxista. Esta intención supone una “mutua redefinición” (Federici 2018: 7) de ambas perspectivas, con el objetivo de alcanzar una comprensión adecuada del ordenamiento social y sus condiciones de reproducción. Una de las principales objeciones presentadas por la autora italiana reside en la centralidad otorgada por parte del marxismo al análisis de “la formación del trabajador industrial asalariado, de la fábrica, de la producción de mercancías y el sistema del salario” (Federici 2018: 9); obviando que dichas esferas contienen, al mismo tiempo, una serie de ámbitos que garantizan y posibilitan su aparición. Si bien Federici reconoce la importancia del análisis marxiano en materia de denuncia respecto de la explotación femenina en las fábricas del siglo XIX, sin embargo, lo comprende como una serie de “comentarios ocasionales que no se traducen en una teoría como tal” (2018: 10). Es decir, según la autora italiana, Marx habría tematizado en diferentes momentos de su obra1 la opresión femenina (tanto en el ámbito laboral, como en la esfera familiar), pero, no obstante, jamás habría logrado abordar en profundidad un análisis sobre las tareas –feminizadas- que garantizaban la reproducción de la sociedad y la extracción de plusvalor capitalista. Marx habría visualizado esta problemática en materia de género, deteniéndose en el umbral de su descubrimiento: así como pudo observar que detrás de la esfera del intercambio se escondían relaciones de desigualdad y explotación, al mismo tiempo obvió que esas relaciones de sometimiento suponían otro tipo de tareas y actividades que permitían su mantenimiento. Para Federici, Marx jamás pudo interrogarse: ¿cómo era posible que la lógica de acumulación del capital tolerara tantos espacios no subsumidos bajo la relación salarial?

El principal inconveniente de la ceguera marxiana observada por Federici, reposa en la naturalización a la hora de pensar la generación de nuevas camadas de trabajadores y trabajadoras. Para el autor alemán las condiciones de reproducción social se encontraban garantizadas exclusivamente por el salario, obviando otro tipo de actividades y sujetos involucrados en dicha reproducción:

Es curioso que no fuera capaz de ver el trabajo de reproducción; él mismo, al comienzo de La ideología alemana, dice que si queremos entender los mecanismos de la vida social y del cambio social, tenemos que partir de la reproducción de la vida cotidiana. Reconoce también en un capítulo del volumen I de El Capital llamado “Reproducción simple” (que es como denomina a la reproducción de la mano de obra) que nuestra capacidad de trabajar no es algo natural, sino algo que debe ser producido. Reconoce que el proceso de reproducción de la fuerza laboral es parte integrante de la producción de valor y de la acumulación capitalista (…). Pero, de manera muy paradójica desde un punto de vista feminista, piensa que esta reproducción queda cubierta desde el proceso de producción de las mercancías, es decir, el trabajador gana un salario y con el salario cubre sus necesidades vitales a través de la compra de comida, ropa… Nunca reconoce que es necesario un trabajo, el trabajo de reproducción, para cocinar, para limpiar, para procrear. (Federici 2018: 10-11)

En la cita se puede observar que la autora italiana crítica aquello que Amaia Pérez Orozco denomina el “estrabismo productivista” (2019: 51) al interior de la tradición marxista y de la teoría crítica. Esta operación que reduce todo vínculo social y económico a la relación salarial, no logra abordar con exactitud la división sexual del trabajo en el capitalismo. O, en palabras de Federici: no logra visualizar el modo en que la relación salarial organiza tanto la explotación de los/as trabajadores/as asalariados/as, como también la de aquellos/as que no lo son.

Ahora bien, ¿cuáles son los motivos o las razones que produjeron la invisibilización de las tareas reproductivas en la obra de Marx? ¿cuáles eran las condiciones históricas del capitalismo observado y analizado por el autor alemán, que llevaron a obviar relaciones fundamentales de sometimiento y explotación? En este punto, es posible encontrar en el análisis de Federici cierta ambigüedad o vacilación a la hora de otorgar una respuesta a los interrogantes planteados.

En primera instancia, se puede percibir una radicalización de su perspectiva crítica con el paso del tiempo: si en artículos elaborados en los años 70’, las observaciones críticas estaban matizadas por la existencia de factores históricos explicativos de las ausencias; por el contrario, en escritos más cercanos en el tiempo los juicios negativos hacia el autor alemán resultan más incisivos y punzantes.

En segundo lugar, desde mi perspectiva, la posición de Federici evidencia (y, por momentos, confunde) al menos tres tipos diferentes de explicación en su intento de responder por la ausencia del trabajo reproductivo en la obra de Marx: una primera de carácter histórico; una segunda ideológica o moral; y, por último, una de índole conceptual. Analizaré cada una de estas explicaciones con el objetivo de visualizar y repensar las problemáticas que aparecen en la teorización del propio Marx.

La explicación de carácter histórico apunta a visualizar la creación del trabajo doméstico como un fenómeno desarrollado a finales del siglo XIX. En vinculación con el desarrollo de la industria y la necesidad de constituir un nuevo tipo de obrero (robusto y disciplinado), se elaboró un pasaje desde una explotación generalizada hacia la creación de una novedosa división del trabajo. Federici, parafraseando a Marx, nos dice que esta reestructuración social puede ser pensada a partir de los conceptos marxianos de “subsunción formal” y “subsunción real”. Luego del proceso de desposesión inicial en los orígenes del capitalismo, tematizado por Marx bajo el concepto de “acumulación originaria”, la autora italiana señala la ausencia de un segundo movimiento histórico, consistente en la separación entre el ámbito de la producción y la esfera de la reproducción (posibilitadora del pasaje de un tipo de subsunción a otro). Esta división, sustentada en la aparición del “salario obrero masculino” (Federici 2018: 13), dio lugar a una renovación en la organización patriarcal de la cultura, generando nuevas jerarquías y desigualdades entre los diferentes agentes que componían la sociedad (a la par que se desarrollaba un proceso de naturalización de ciertas tareas y actividades como típicamente femeninas). En este sentido, Marx se encontraría eximido de la crítica sobre la ausencia del trabajo doméstico en su teorización, puesto que sería un actor contemporáneo a un proceso paulatino de reforma, encontrándose la escisión entre los dos ámbitos señalados con un carácter demasiado incipiente o embrionario para ser tematizado con exactitud:

¿Cómo pudo Marx pasar por alto esa parte del trabajo reproductivo que resulta ser la más esencial para la producción de la fuerza de trabajo? En otros escritos he comentado que las condiciones de la clase trabajadora en Inglaterra en esa época podrían explicarlo, dado que cuando Marx estaba escribiendo Das Kapital apenas se realizaba trabajo doméstico en la familia de clase obrera (como admite el propio Marx), porque las mujeres trabajaban codo a codo con los hombres en la fábrica, de sol a sol. El trabajo doméstico, como rama de la producción capitalista, no tenía cabida en la consideración histórica y política de Marx. (Federici 2018: 88-89)

Este proceso de reestructuración social que va desde 1830 hasta aproximadamente 1870, se encuentra profundamente documentado en El Capital. En numerosos pasajes encontramos la aparición de leyes fabriles que reducen el horario laboral de las mujeres (Marx 2008: 340), la prohibición del trabajo femenino e infantil en el sector minero –al menos en las tareas realizadas bajo tierra- (2008: 479), o inclusive la aparición de casos de desnutrición en mujeres y niños/as del sector rural, por priorizar la subsistencia masculina, en tanto se trataba de la fuerza de trabajo privilegiada (2008: 817). Estas citas, entre otras, dan cuenta de un proceso paulatino de reorganización social contemporáneo al propio Marx, sustentado en la aparición de diversas leyes que regulaban la duración de la jornada laboral de mujeres e infantes. Se trataría, entonces, de un proceso histórico presente de manera solapada a los ojos del autor alemán y no de un modo de organización desarrollado o definitivo.

No obstante, Federici también elabora otro tipo de razonamientos que amplían las consideraciones históricas recién mencionadas. Afirmé anteriormente que el segundo tipo de explicación sobre la ausencia del trabajo reproductivo en la obra de Marx poseía un talante ideológico o moral. En este caso, ella señala que la percepción del autor alemán se encontró influenciada por su propia inserción en las relaciones de género. De esta manera, el análisis marxiano del capitalismo se encontraría elaborado “desde un punto de vista masculino” (Federici 2018: 44), teñido por algunos comentarios moralistas acerca del trabajo fabril femenino, en tanto elemento que produjo una degradación en la mujer (favoreciendo comportamientos promiscuos) y una distracción para sus “obligaciones maternales” (Federici 2018: 47). Este tipo de comentarios llevaron a Marx a pensar el rol de la mujer más como una víctima de la organización social, que como un sujeto de lucha capaz de articularse en un movimiento revolucionario.

Al mismo tiempo, al conceptualizar la división social del trabajo al interior de la familia, Marx mencionó un “fundamento fisiológico” (Federici 2018: 52) que reiteró los sesgos moralistas a la hora de comprender las relaciones de género y su vinculación con la lógica del capital: “Dentro de una familia (…) surge una división natural del trabajo a partir de las diferencias de sexo y de edad, o sea sobre una base estrictamente fisiológica” (Marx 2008: 427). Esta naturalización del núcleo familiar y las tareas allí desarrolladas aparecen como posibles causas por las cuales Marx habría elidido de su análisis del capitalismo al trabajo reproductivo, dado que respondería a un entramado desvinculado o ajeno a la lógica social analizada.

Por último, en la argumentación de Federici se vislumbra también una explicación de tipo conceptual acerca de las razones que llevaron a invisibilizar el trabajo reproductivo en el análisis marxiano. El razonamiento de la autora italiana sostiene la existencia de una idealización del trabajo industrial por parte de Marx y el marxismo. La comprensión de las labores fabriles como la “forma normativa de trabajo” (Federici 2018: 51), llevó al autor de El Capital a relegar o subestimar otro tipo de tareas y actividades sociales. La idealización, según la autora italiana, partió de la confianza depositada en el capitalismo como una fuerza progresiva, que permitiría desarrollos técnicos y civilizatorios independientes de sus aspectos negativos. En este sentido, la organización capitalista poseía el fundamento de una forma superior de la familia y de las relaciones de género:

Ahora bien, por terrible y repugnante que parezca la disolución del viejo régimen familiar dentro del sistema capitalista, no deja de ser cierto que la gran industria, al asignar a las mujeres, los adolescentes y los niños de uno u otro sexo, fuera de la esfera doméstica, un papel decisivo en los procesos socialmente organizados de la producción, crea el nuevo fundamento económico en que descansará una forma superior de la familia y de la relación entre ambos sexos. (Marx 2008: 596)

De esta manera, se produjo en Marx la creencia de que el desarrollo capitalista tendería inevitablemente a establecer la igualdad en las relaciones de género. Federici encuentra en su teorización una fe ingenua en el desarrollo de las fuerzas productivas, en tanto garantía de abundancia social, que permitiría paulatinamente liberar al ser humano de formas pretéritas de dominación:

Aplicado al género, esto significaba que, al “liberar” la mano de obra de las restricciones de la especialización y de la necesidad de fuerza física, y al incorporar a mujeres y niños en la producción social, el desarrollo capitalista, en general, y la industrialización, en particular, facilitaban el paso a relaciones de género más igualitarias. Por un lado, liberaban a mujeres y niños de la dependencia personal y de la explotación parental de su trabajo –rasgos distintivos de la industria doméstica- y, por el otro, les permitían participar en la producción social en condiciones de igualdad con los hombres. (Federici 2018: 48)

En este sentido, Marx no solamente habría naturalizado las tareas reproductivas a partir de un supuesto fundamento fisiológico, sino que también las habría deshistorizado, al considerarlas una forma arcaica de actividad, que sería superada con el propio desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo. No obstante, esta postulación de un carácter “civilizador” del capital resultó ser una idea desmentida por el transcurso temporal de la historia.

Por lo tanto, y para cerrar este apartado, podemos concluir que, según la autora italiana, existe la posibilidad de repensar críticamente la posición de Marx con respecto a las tareas reproductivas, pero esta tarea supone una distinción analítica a la hora de realizar dicha labor crítica, comprendiendo las diferentes motivaciones históricas, ideológicas y conceptuales que intervinieron en la escritura de Marx.

III. NANCY FRASER: EL CAPITALISMO Y SUS MORADAS OCULTAS

La trayectoria intelectual de Nancy Fraser evidencia un pasaje desde una teoría filosófica de la Justicia hacia una crítica ampliada del capitalismo. Independientemente de las continuidades y las rupturas presentes en este pasaje2, es posible observar un giro en la propuesta teórica de la autora estadounidense. Si en sus escritos de los años 90’ se observaba la influencia del liberalismo rawlsiano en su argumentación, paulatinamente se fue produciendo un viraje hacia la teoría crítica y el análisis del capitalismo (Zeretzky 2017). Siguiendo este desarrollo de sus elaboraciones, en la primera década del siglo XXI su producción estuvo marcada por diversos debates centrados en el dualismo entre la redistribución y el reconocimiento, para analizar las condiciones de la justicia en la sociedad contemporánea; posteriormente, los últimos años estuvieron dedicados a la comprensión de la crisis multidimensional del capitalismo, así como también al análisis de las condiciones de fondo que posibilitaron (y aún continúan haciéndolo) los procesos de acumulación. Sobre este último tramo de la producción de Fraser se inscribe el presente análisis.

El artículo fundacional de esta etapa del pensamiento de la autora estadounidense se titula “Tras la morada oculta de Marx”. Allí, el diagnóstico inicial de la sociedad contemporánea remite a la existencia de una crisis multidimensional, que torna obsoleta la crítica tradicional, mayoritariamente centrada en una perspectiva economicista. El objetivo central de Fraser consiste en paliar esta carencia crítica, a partir de la recuperación y la ampliación del legado de Marx. En particular, le interesa incorporar a la perspectiva marxista “el género, la ecología o el poder político como poderes estructuradores y ejes de desigualdad en las sociedades capitalistas” (Fraser 2014: 59). En palabras de Fraser, esta incorporación supone repetir un gesto realizado por el propio Marx: así como el autor alemán observó la “morada oculta de la producción” (Fraser 2014: 59) detrás del intercambio entre supuestos individuos libres e iguales; la autora estadounidense intentará ampliar estas consideraciones, analizando otros espacios velados del sistema. Por lo tanto, buscará partir desde Marx, para ir más allá de él, repensando críticamente las condiciones de posibilidad del capitalismo que el autor alemán no teorizó.

Este movimiento de ampliación se inicia con una recuperación de los cuatro rasgos definitorios del capitalismo propuestos por el marxismo: 1) la existencia de la propiedad privada de los medios de producción (y su consecuente división social entre propietarios y productores); 2) la creación de un mercado de trabajo libre (en donde los/as trabajadores/as se encuentran exentos de otras formas pretéritas de sujeción para vender su fuerza de trabajo, así como también “liberados” de los medios de producción); 3) Un imperativo social de valorización que rige al sistema, consistente en “la propia tendencia del capital a la autoexpansión indefinida” (Fraser 2014: 60); 4) Por último, y vinculado al punto anterior, la instauración del capital como el sujeto automático del metabolismo social, es decir: la transformación de los objetos y los sujetos en mercancías, con el consecuente protagonismo que adquirió el mercado sobre el rumbo y la planificación de la sociedad.

Estas cuatro características fundamentales que Fraser recupera de la teorización marxista resultan, sin embargo, insuficientes para comprender la totalidad social capitalista. Según la autora estadounidense, la producción de mercancías y su intercambio reposan sobre condiciones de fondo no-mercantiles. De este modo, la falencia principal del análisis de Marx consistió en haber postulado exclusivamente a la “acumulación originaria” como la única condición de posibilidad histórica para la emergencia y el desarrollo del capital. Por el contrario, Fraser intentará agregar otras condiciones que operan en el segundo plano de la lógica social y que posibilitan su funcionamiento. En particular, la autora estadounidense menciona tres condiciones diversas: 1) la reproducción social; 2) la naturaleza; y 3) el poder público. Fraser se propone, entonces, una reescritura de El Capital: “Estos movimientos, a moradas incluso más ocultas, no están aún conceptualizados. Debemos escribirlos en nuevos volúmenes de El capital, por así decirlo, si queremos desarrollar una interpretación adecuada del capitalismo en el siglo XXI.” (2014: 64).

La clave para comprender estas moradas ocultas reside en el vínculo que el capitalismo establece con ellas. Por un lado, supone su existencia y, por el otro, las niega. Recurre una y otra vez a ellas sin otorgar la centralidad que implica su aparición: en el caso de las tareas reproductivas, para garantizar la fuerza de trabajo necesaria en los procesos de valorización (al mismo tiempo que resultan invisibilizadas como pilares fundamentales de la sociabilidad); por otra parte, relacionándose con la naturaleza como un garante para la extracción de recursos “infinitos” (sin la articulación de ninguna limitación que posibilite los procesos necesarios de regeneración y cuidado medioambiental); y, por último, usufructuando las condiciones políticas y jurídicas que facilitan los ciclos de acumulación (pero entendiéndolos, al mismo tiempo, como un impedimento para la libre circulación de capitales). Analizaré cada una de estas condiciones con el objetivo de visualizar con mayor profundidad el planteo de Fraser.

En el primer caso, encontramos una división que ya apareció en el análisis de Federici. El desarrollo del capitalismo implicó una novedad histórica: la disociación entre un ámbito dedicado al trabajo productivo y otro espacio destinado específicamente a las tareas de reproducción. Esta división, que reposaba en la “descomposición de un mundo previo” (Fraser 2014: 65), estaba teñida, al mismo tiempo, con elementos sexistas que produjeron una subordinación estructural en las relaciones de género. El ámbito productivo fue valorizado y masculinizado, mientras que las tareas reproductivas -fundamentales para la generación de la fuerza de trabajo, la explotación y la extracción de plusvalor- fueron feminizadas e invisibilizadas:

Denominada de diversas maneras, como “cuidado”, “trabajo afectivo” o “subjetivación”, esta actividad forma los sujetos humanos del capitalismo, sosteniéndolos como seres naturales personificados, al tiempo que los constituye en seres sociales, formando su habitus y la sustancia socioética, o Sittlichkeit, en la que se mueven. (...) El trabajo remunerado no podría existir en ausencia del trabajo doméstico, la crianza de los hijos, la enseñanza, la educación afectiva y toda una serie de actividades que ayudan a producir nuevas generaciones de trabajadores” (Fraser 2014: 64)

La autora estadounidense también señala que esta división entre un ámbito productivo y uno reproductivo garante de su funcionamiento no es inmutable, sino que varía históricamente según cada ciclo o fase de acumulación, producto de su tendencia inevitable a la desestabilización y las crisis3.

En el caso de la segunda condición de posibilidad que asegura el funcionamiento del capitalismo, aparece la naturaleza. Según Fraser, el capitalismo instituye una manera peculiar e históricamente novedosa de interactuar con lo natural. Considerada como una externalidad al ámbito social, se presenta para la lógica capitalista como una fuente indeterminada de recursos y como un depósito infinito de desechos. Este imaginario conduce a la lógica del capital a una crisis sin precedentes en su historia, que Nancy Fraser conceptualiza a partir de la noción de “antropoceno”4:

El capitalismo asume estructuralmente -inaugura, de hecho- una profunda división entre un ámbito natural, concebido como oferta de “materia prima” gratuita, no producida y disponible para su apropiación, y un ámbito económico, concebido como una esfera de valor, producida por y para los seres humanos. Junto con esto se da un endurecimiento de la distinción preexistente entre la naturaleza humana -considerada espiritual, sociocultural e histórica- y la no humana, considerada material, objetivamente dada y ahistórica. (Fraser 2014: 66)

Por último, Fraser repara en la división, propia de la modernidad capitalista, entre la política y la economía. Esta oposición, que garantiza las condiciones jurídicas y territoriales para la reproducción y valorización del capital, supuso también una novedad con respecto a formas anteriores de organización social. La separación entre un ámbito “político” y otro “económico” implicó una alteración en las maneras de concebir los diversos modos de planificación social y los mecanismos para llevar a cabo las decisiones centrales en dicho rumbo. Por otra parte, el ámbito político también contribuyó y favoreció al carácter expansionista del capital: “la capacidad para operar entre fronteras depende del derecho internacional, acuerdos negociados entre las grandes potencias y regímenes supranacionales que pacifican parcialmente (y de modo afín al capital) un ámbito a menudo imaginado como un estado de naturaleza” (Fraser 2014: 68). Al igual que en las dos condiciones anteriormente mencionadas, el vínculo entre la lógica del capital y el poder público aparece como una tensión irresoluble: por un lado, porque los mecanismos estatales establecen pautas institucionales para la acumulación de capital; por el otro, porque el Estado también intenta oficiar como un agente que regula y disminuye las contradicciones o las crisis que genera el movimiento tautológico de la valorización5, estableciendo ciertos límites a dicho movimiento.

De este modo, las diferentes condiciones de fondo del capitalismo se ven envueltas en diferentes ciclos de contradicción, que las tornan inestables y susceptibles a diversos períodos de crisis, exigiendo su rearticulación de manera constante. En este sentido, todas estas divisiones estructurales son variables según el período histórico del capitalismo en el que esté centrado el análisis.

Por último, esta ampliación de los caracteres que definen al sistema de producción capitalista lleva a Fraser a postular una distinción entre la economía capitalista y la sociedad capitalista. En efecto, la autora estadounidense entiende al capitalismo como un orden social institucionalizado, es decir: como una forma de regulación social mucho más amplia que un sistema económico. El capitalismo implica una “pluralidad de ontologías sociales” (2014: 71), en donde cada ámbito presenta lógicas solidarias con los ciclos de acumulación, pero donde también aparecen “principios normativos y ontológicos propios” de cada esfera (2014: 70), desde los cuales pueden brotar diferentes valoraciones opuestas a los imperativos de la lógica capitalista. En definitiva, esto no implica para Fraser romantizar dichos espacios, sino comprender que el capitalismo supone algo más que la mera lógica del capital.

IV. ROSWITHA SCHOLZ: LA TEORÍA CRÍTICA DEL VALOR Y SU ESCISIÓN6

La apuesta teórica de Roswitha Scholz parte de un diagnóstico similar al propuesto por Fraser: la existencia de una crisis profunda del capitalismo, que solicita una renovación conceptual para su crítica. En el caso de la autora alemana, las influencias que atraviesan su pensamiento resultan menos heterogéneas que las de Fraser, dado que provienen principalmente de la tradición marxista, en donde encontramos, por lo menos, tres autores significativos para ella: Theodor Adorno, Moishe Postone y Robert Kurz7. Scholz pertenece a la corriente marxista denominada “Teoría crítica del valor”, forjada a comienzos de los años 90’ en Alemania y caracterizada por desarrollar una crítica vigorosa al marxismo “tradicional” u “ortodoxo”. Principalmente, dicha corriente de pensamiento se centró en el análisis de la forma valor y las relaciones sociales fetichistas que definieron a la modernidad capitalista. En palabras de Anselm Jappe, uno de sus principales miembros:

El punto de partida de la crítica del valor consiste en una relectura de la obra de Marx. No pretende restablecer al “verdadero” Marx, sino que ejerce bastante peso en la distinción de un Marx “exotérico” y un Marx “esotérico”. Este último se encuentra en una parte bastante restringida de su obra de madurez (específicamente en el primer capítulo del primer volumen de El Capital). Allí, examina las formas de base del modo de producción capitalista, es decir: la mercancía, el valor, el dinero y el trabajo abstracto. Marx no los trató como presupuestos neutros, naturales y transhistóricos de toda vida en sociedad (...) Al contrario, Marx los analizaba (no sin vacilaciones y contradicciones) como elementos de la misma sociedad capitalista -y al mismo tiempo como categorías negativas y destructoras-. (Jappe 2016: 12)

La Teoría crítica del valor señala dos características fundamentales que distinguen al capitalismo de otras formas de organización social: por un lado, la subordinación de los valores de uso a la acumulación de capital y a la valorización del valor (es decir, el hecho de que no se produce principalmente para el consumo, sino para el intercambio); por el otro, la conversión de la actividad productiva humana en trabajo abstracto (es decir, la metamorfosis de la fuerza de trabajo en una mercancía). Estas dos novedades históricas que reporta la sociabilidad capitalista, han sido, según estos autores, ignoradas por el marxismo tradicional como formas sociales inéditas y características de dicho sistema de producción, generando una absolutización y deshistorización de la actividad laboral y la forma valor. Al mismo tiempo, esta corriente del marxismo propone acentuar las formas de dominio abstractas e impersonales propias de la sociabilidad capitalista, evitando la postulación de la lucha de clases como el elemento central del capitalismo (fenómeno que consideran derivado y secundario con respecto a la consideración del capital como el sujeto automático del metabolismo social).

Por su parte, Scholz intentó ampliar la teoría crítica del valor ofreciendo un “nuevo marco teórico marxo-feminista” a dicha corriente (Scholz 2019: 31), destacando las limitaciones que implicaba centrar el análisis exclusivamente en el trabajo abstracto y en el movimiento tautológico de la valorización capitalista. Era necesario pensar otras formas de dominación y subordinación, remediando uno de los errores fundamentales de la teoría crítica, que concibió al valor y al trabajo abstracto como categorías sexualmente neutras. De esta manera, su propuesta teórica partió de señalar aquello que la autora define como la “escisión del valor” en el sistema de producción capitalista. Esta propuesta posee algunos puntos de encuentro con los conceptos que se fueron desarrollando a partir de Federici y Fraser, pero, al mismo tiempo, implica algunos desplazamientos y diferencias que destacaré en el siguiente apartado.

La teoría de la escisión del valor parte de una división histórica fundamental, que hemos observado en los desarrollos previos: la separación de un ámbito productivo (creador de valor) y una esfera reproductiva (fundamental para los procesos de valorización y, al mismo tiempo, feminizada, negada y subordinada). Por lo tanto, Scholz propone renombrar al capitalismo y llamarlo “patriarcado productor de mercancías” (2019: 36), al considerar que la escisión entre las dos esferas no responde a una modalidad organizativa contingente o accidental, sino que se trata de una reestructuración esencial para la reproducción del capital. El análisis histórico de la autora alemana propone tres novedades que distinguen al sistema capitalista de formas de organización social precedentes: 1) la ya mencionada constitución de un ámbito público/productivo y un espacio privado/doméstico; 2) la reclusión de las mujeres en este último; y 3) la aparición de la familia nuclear heteronormada como la unidad mínima del ámbito reproductivo.

Scholz postula una relación dialéctica entre la esfera productiva y el ámbito reproductivo, evitando de esta manera una lógica derivacionista entre los dos espacios sociales. Ambos conviven a partir de lógicas autónomas y, al mismo tiempo, solidarias y dependientes entre sí. Por lo tanto, visibilizar la cara oculta de la producción de valor, posee como objetivo no reproducir las propias categorías sistémicas encubridoras de relaciones de desigualdad y explotación. La escisión o disociación -como también denomina Scholz a esta división en dos esferas-, opera como una advertencia a la totalización de la forma valor por parte de la tradición marxista:

Así pues, no es sólo el movimiento automático y fetichista del dinero y el carácter tautológico del trabajo abstracto lo que determina el contexto societario global. De hecho, lo que se produce es una “disociación” sexual específica, que se articula de manera dialéctica con el valor. Lo disociado no constituye un simple “subsistema” de esta forma (...), sino una parte esencial y constitutiva de la relación social global. Esto significa que no existe una “relación derivada”, lógica e inmanente, entre “valor” y “disociación”. El valor es la disociación y la disociación es el valor. (Scholz 2019: 62)

Al mismo tiempo, la escisión involucra múltiples aspectos que exceden la mera reproducción material de la sociedad, interviniendo y produciendo esferas simbólicas y culturales que tienen efectos psicosociales sobre los individuos. En este sentido, Scholz concibe al capitalismo como una forma de regulación social y no solamente como un sistema económico: “el patriarcado productor de mercancías debe ser concebido como un modelo civilizatorio” (2019: 37). Por ejemplo: rasgos tales como la emocionalidad y la afectividad aparecen degradados frente a una figura moderna de sujeto masculinizado y productivo. Por lo tanto, la subordinación de las mujeres y las jerarquías propias de la cultura patriarcal no aparecen como un mero residuo de sociedades precapitalistas, sino que tienen una historia específicamente moderna en su vinculación con la lógica del capital. El capitalismo instituyó una lógica patriarcal propia o, más precisamente, un patriarcado específicamente capitalista (Martín 2017)8.

Por último, es oportuno agregar dos caracteres centrales de la teoría de la escisión del valor: por un lado, su incompletitud; por el otro, su actualidad o vigencia. En el primer caso, Scholz señala que su propia teorización debe albergar la posibilidad de ser reformulada constantemente, con el objetivo de ser permeable a incorporar otras y diversas formas de opresión o dominación (por ejemplo, el racismo y su particular configuración con la lógica del capital). En relación con la segunda característica, la autora alemana percibe, al mismo tiempo, una continuidad y una transformación en las relaciones de género capitalistas: el cambio supone una incorporación de las mujeres en el ámbito público y en la esfera productiva, pero también desigualdades salariales entre ambos géneros y mayores dedicaciones en las tareas reproductivas por parte del género femenino en el ámbito privado. Es decir, la sociabilidad contemporánea supone una flexibilización de las relaciones de género y los roles asumidos, sin que desaparezcan necesariamente las jerarquías y las opresiones que fundamentaron desde un comienzo la escisión del valor9.

V. CONCLUSIONES: RELACIONES DE GÉNERO Y CAPITALISMO, UNA PERSPECTIVA COMPARATIVA

Este último apartado tiene como objetivo realizar un balance crítico y comparativo de las tres autoras analizadas a lo largo del trabajo. Comenzaré por los puntos de coincidencia presentes en sus planteos, posteriormente destacaré los desencuentros entre ellas y, por último, elaboraré algunas reflexiones en torno a las problemáticas trabajadas durante el escrito.

Tanto los planteos de Federici, como los de Fraser y Scholz poseen una característica en común, esto es: su crítica a la tradición marxista posibilita una comprensión renovada y ampliada del sistema de producción capitalista. Las tres autoras centran sus análisis en las ausencias del planteo marxiano y las diferentes corrientes que surgieron del mismo, con el objetivo de lograr una teorización adecuada del funcionamiento del capitalismo, en tanto forma de regulación social que rige nuestras vidas. Esta perspectiva evidenció la necesidad de ruptura con el enfoque del marxismo “tradicional” y la ampliación de una concepción estrecha del capitalismo como un mero sistema económico. La lógica del capital implica para estas autoras espacios no enteramente subsumidos a los imperativos de valorización. Por lo tanto, el capitalismo es analizado como un proyecto civilizatorio, que convive con espacios clandestinos o moradas ocultas posibilitadoras de su desarrollo.

Asimismo, las tres autoras coinciden en caracterizar la aparición de un patriarcado específicamente moderno con la constitución y el desarrollo del capitalismo. Lejos de conceptualizar la cultura patriarcal como un resabio de formas sociales precedentes, sus esfuerzos teóricos se concentran en desarrollar un análisis minucioso de la división o escisión (históricamente novedosa) entre el ámbito de la producción y la esfera reproductiva acaecida con la modernidad capitalista.

Por otra parte, en la totalidad de los casos se rechaza una “ética reaccionaria del cuidado” (Pérez Orozco 2019). Este rechazo implica evitar la naturalización y romantización de ciertas actividades o características propias del ámbito reproductivo, sin prestar debida atención al carácter específicamente cultural e histórico que poseen las tareas allí realizadas (y las lógicas de sometimiento y subordinación que también implican).

Por último, existe una coincidencia entre Fraser y Scholz a la hora de pensar las esferas escindidas de la sociedad capitalista. En ambos casos, el ámbito productivo y el reproductivo poseen lógicas autónomas y solidarias entre sí. En el caso de la autora estadounidense, aparece una potencialidad para la praxis política a partir de las lógicas autonomizadas de los imperativos de valorización capitalista; en el caso de Scholz no se desarrolla una argumentación específica al respecto.

Con respecto a las diferencias presentes entre las autoras, el primer elemento que se destaca es el destinatario de sus críticas: mientras en los análisis de Federici y de Fraser pareciera desarrollarse un ajuste de cuentas con el propio Marx; por el lado de Scholz pareciera encontrarse una perspectiva mayoritariamente concentrada en diferenciarse de ciertas corrientes marxistas, y no específicamente en elaborar una crítica directa al propio Marx.

El segundo punto de distancia entre ellas compete a la conceptualización alrededor del ámbito reproductivo: mientras Fraser piensa las moradas ocultas del capitalismo como condiciones de fondo y de posibilidad (estableciendo una lógica de primer y segundo plano); en el caso de Scholz, aparece una relación dialéctica entre el ámbito del valor y la escisión del mismo; por otra parte, en el caso de Federici pareciera existir una explicación funcionalista en la vinculación entre la lógica del capital y el ámbito reproductivo: “el trabajo de reproducción (...) es un trabajo que ha sido conformado para el capital por el capital, absolutamente funcional a la organización del trabajo capitalista” (Federici 2018: 14).

Además, las tareas reproductivas en el caso de la autora italiana están pensadas desde una perspectiva regeneradora de la fuerza de trabajo; mientras que en el caso de Fraser y Scholz, son actividades que implican algo más que la reproducción material de los/as trabajadores/as: en el primer caso, se menciona la creación y reproducción de una sustancia socioética en el ámbito reproductivo; mientras que en el caso de la autora alemana aparecen en diferentes oportunidades los efectos psicosociales que engendra el orden simbólico del patriarcado y la escisión entre las dos esferas mencionadas.

Quizás una de las contraposiciones más significativas aparezca entre la conceptualización de Scholz y la de Federici: mientras la primera se niega a emparentar las actividades reproductivas con una idea deshistorizada de trabajo no remunerado; por el contrario, la autora italiana establece una larga filiación tanto teórica como política con la posibilidad de un salario para el trabajo doméstico. Al mismo tiempo, esta distinción es parte de un debate más amplio desarrollado al interior del marxismo feminista, susceptible de ser teorizado a partir de la oposición entre la perspectiva autonomista y la teoría de la reproducción social (Varela 2020). En el primer caso, es posible mencionar entre sus principales exponentes autoras como Silvia Federici, Alessandra Mezzadri, Maríarosa Dalla Cosa o Leopoldina Fortunati, entre otras. Mientras que, por el lado de la teoría de la reproducción social, encontramos autoras como Thiti Bhattacharya, Cinzia Arruzza, Nancy Fraser y, en menor medida, Lise Vogel. El debate (aún en curso) desarrollado entre ambas perspectivas teóricas apunta a la interrogación acerca del significado de la reproducción social y el papel que cumple dicha dimensión social en el entramado del capitalismo contemporáneo. En términos más específicos, la disputa teórica se centra en el vínculo que poseen las tareas reproductivas con la producción de mercancías, introduciendo un interrogante central en la polémica: ¿Las tareas reproductivas producen o no valor?

El marxismo autonomista, influenciado por el operaísmo italiano de Mario Tronti, responde afirmativamente a la pregunta planteada, centrando su argumentación en tres circunstancias específicas del capitalismo contemporáneo que permiten concebir a las tareas de reproducción social como productoras de valor: 1) la extensión de los patrones de control del trabajo por fuera de los límites de la jornada laboral; 2) la creciente externalización de los costos de la reproducción social sobre los agentes particulares; 3) el aumento de la subsunción formal del trabajo al capital (Varela 2020). Estas circunstancias otorgan un carácter difuso a las fronteras establecidas entre el ámbito de la producción y aquellos pertenecientes a la reproducción de la sociedad y, por lo tanto, resultaría arbitraria deslindar a las tareas de reproducción de la creación de valor en el sistema de producción capitalista. En las antípodas de esta posición, se encuentran las teóricas de la reproducción social, para quienes el autonomismo parte de un equívoco fundamental que confunde las categorías marxianas de trabajo y fuerza de trabajo. En este sentido, consideran que la fuerza de trabajo es una mercancía que se produce paradójicamente por fuera del ámbito de la producción y, por lo tanto, se rige por una lógica ajena a dicho ámbito (Vogel 2013). Es por este motivo que resultaría erróneo analizar al trabajo doméstico a partir de la lógica del trabajo abstracto. En todo caso, las teóricas de la reproducción social consideran que las tareas domésticas contribuyen a la creación de valor, pero no son creadoras del mismo.

Por último, en el caso de Fraser existe un horizonte de comprensión del capitalismo más amplio que en las otras dos autoras. Como ya fue analizado, el planteo de la autora estadounidense excede la comprensión de las tareas reproductivas como el único elemento oculto en la lógica del capital. Su teorización incorpora a la discusión tanto la naturaleza como el poder político, en tanto elementos esenciales de los cuales depende el sostenimiento del capital. En este sentido, la crítica de Fraser rebasa la perspectiva marxo-feminista de Federici y Scholz, produciendo insumos teóricos adicionales para el análisis del capitalismo como un orden social institucionalizado.

Para finalizar este trabajo, quisiera destacar un aspecto fundamental involucrado en las reflexiones de las tres autoras analizadas a lo largo del escrito. Me refiero a las repercusiones que tiene para la praxis política la ampliación en la teorización y la crítica del capitalismo. Las críticas feministas, ecológicas y políticas10 realizadas a la perspectiva marxista, permiten elaborar una noción de lucha de clases ampliada, superando el paradigma del trabajo asalariado como fuente privilegiada del antagonismo social. En este sentido, la noción de “precariedad” pareciera ser un índice vital de suma importancia para repensar los múltiples y diferenciados padecimientos que atraviesan a los sujetos inmersos en la lógica del capital. Quizás estos desplazamientos críticos sean insumos valiosos para reactivar y renovar una imaginación política tan aplacada como necesaria en los diferentes y heterogéneos marxismos existentes.

REFERENCIAS

1. Briales, Álvaro. “Para una crítica de todos los Trabajos: la teoría de la escisión del valor entre las críticas feministas del capitalismo”. Encrucijadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales: 2014, 7: 153-179.

2. Doulos, Panagiotis y González Cruz, Edith. “Para una crítica al fetichismo de lo concreto”. Bajo el Volcán [Revista de Posgrado de Sociología. BUAP]: 2021, 2 (4): 361-384.

3. Federici, Silvia. El patriarcado del salario. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Tinta Limón. 2018.

4. Fraser, Nancy y Jaeggi, Rahel.Capitalismo: Una conversación desde la Teoría Crítica. Madrid: Ediciones Morata. 2019.

5. Fraser, Nancy.Los talleres ocultos del capital. Un mapa para la izquierda. Madrid: Traficantes de Sueños. 2020.

6. Fraser, Nancy. “Tras la morada oculta de Marx”. New Left Review [Institutos de Altos Estudios Nacionales de Ecuador-IAEN]: 2014, 86: 57-76.

7. Gago, Verónica. La potencia feminista: o el deseo de cambiarlo todo. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Tinta Limón. 2019.

8. Jappe, Anselm. “Elementos para una historia de la crítica del valor”. Kurz, Robert. El colapso de la modernización. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Editorial Marat. 2016.

9. Jappe, Anselm.La sociedad autófaga. Capitalismo, desmesura y autodestrucción. La Rioja, España: Pepitas de calabaza ed. 2019.

10. Jappe, Anselm.Las aventuras de la mercancía. La Rioja, España: Pepitas de calabaza ed. 2016.

11. Martín, Facundo Nahuel. “Apuntes para una teoría crítica de las relaciones de género en el capitalismo”. Revista Reflexiones [Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Costa Rica]: 2017, 96: 109-120.

12. Martín, Facundo Nahuel. “Capitalismo y relaciones de género. Elementos para una lectura categorial”. Theomai [Red Internacional de Estudios sobre Sociedad, Naturaleza y Desarrollo. Argentina]: 2019, 39: 59-77.

13. Martín, Facundo Nahuel. “Nancy Fraser: de la redistribución a la crítica del capitalismo”. Revista de Filosofía Diánoia [Universidad Nacional Autónoma de México]: 2020, 65 (85): 161-192.

14. Martínez Domínguez, Irene. “La fuerza política de la teoría del valor-escisión de Roswitha Scholz”. Daimon. Revista Internacional de Filosofía [Departamento de Filosofía. Universidad de Murcia]: 2016, 5: 699-704.

15. Marx, Karl.El Capital. Crítica de la Economía Política. Trad. Scarón, Pedro. Buenos Aires: Siglo XXI editores. 2008.

16. Moore, Jason.El capitalismo en la trama de la vida. Madrid: Traficantes de Sueños. 2020.

17. Navarro Ruiz, Clara. “El tablero Aureo. Consideraciones sobre la teoría del valor en Robert Kurz”. Constelaciones. Revista de Teoría Crítica [Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC, Madrid]: 2016-2017, 8-9: 256-284.

18. Pérez Orozco, Amaia.Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Madrid: Traficantes de Sueños. 2019.

19. Roggerone, Santiago. “La teoría crítica de la justicia de Nancy Fraser: una reconstrucción periférica”. ANTAGÓNICA. Revista de investigación y crítica social: 2021, 3: 91-116.

20. Scholz, Roswitha.El patriarcado productor de mercancías y otros textos. Santiago de Chile: Quimera Ediciones y Editorial Pensamiento & Batalla. 2019.

21. Scholz, Roswitha. “El valor es el hombre. Tesis sobre socialización del valor y relación de género”. Sociología histórica [Departamento de Sociología. Universidad de Murcia]: 2018, 9: 866-905.

21. Varela, Paula. “La reproducción social en disputa: un debate entre autonomistas y marxistas”. Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda: 2020, 8 (16): 71-92.

22. Vogel, Lise.Marxism and the Oppression of Women. Toward a Unitary Theory. Danvers: Historical Materialism-Brill. 2013.

23. Zaretsky, Eli. “Nancy Fraser and the Left: A Searching Idea of Equality”. B. Bargu y C. Bottici (eds.) Feminism, Capitalism, and Critique: Essays in Honor of Nancy Fraser. Nueva York: Palgrave Macmillan. 2017.

Notas

1. Entre los principales espacios textuales que menciona la autora italiana encontramos: Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 (1932); La ideología alemana (1932); y El manifiesto comunista (1848).
2. Sobre la hipotética ruptura o continuidad al interior de la obra de Fraser, véase: Roggerone, Santiago (2021); y Martín, Facundo Nahuel (2020).
3. Para un análisis detallado de las diferentes formas de articulación de esta división: Fraser, Nancy (2020).
4. En los últimos años, algunos autores pertenecientes a la corriente ecomarxista, pusieron en duda la categoría de “antropoceno” por tratarse de una noción demasiado abstracta y general. En su caso, proponen la noción de “capitaloceno” para referirse a la nueva era geológica inaugurada por el capitalismo, puesto que dicha categoría permite visualizar la íntima conexión entre la lógica de acumulación y el impacto negativo que tiene ésta sobre la naturaleza. (Moore 2020).
5. Nuevamente, los límites y los alcances de las políticas estatales dentro del capitalismo suponen variaciones históricas en diferentes períodos y ciclos de acumulación. No se trata de un vínculo estable y carente de contradicciones.
6. Paradójicamente, la teoría de la escisión del valor también supuso una escisión en el colectivo que gestó la teoría crítica del valor. Como señala Roswitha Scholz: “Hubo fuertes discusiones y resistencias. La crítica de la escisión del valor había de ser únicamente un aspecto de la crítica del valor, no su fundamento básico entendido de forma dialéctica, de modo que ni el valor ni la escisión pudieran ser considerados el origen o derivarse uno del otro, sino que la escisión había de estar categorialmente subordinada al valor. Eso no cambió hasta la ruptura del Grupo Krisis” (2019:109).
7. La inscripción en la teoría crítica del valor y el marxismo provienen de su contribución a dos revistas alemanas: Krisis y Exit, en donde Scholz participó junto con otros pensadores alemanes, tales como: Anselm Jappe, Norbert Trenkle o el propio Robert Kurz.
8. Scholz destaca que la subordinación femenina y las jerarquías sociales presentes antes del capitalismo respondían a una lógica diversa en materia social.
9. Con respecto a esta problemática, adhiero a la lectura crítica realizada por Facundo Nahuel Martín, quien señala algunas dificultades en el planteo de Scholz para concebir el movimiento contradictorio entre el capitalismo y las relaciones de género: “El planteo de Scholz es sumamente importante porque es la primera formulación feminista desde una perspectiva afín a la lectura categorial. Sin embargo, (…) Scholz no analiza cómo las relaciones sociales cuasi-objetivas propias del capitalismo separan efectivamente a los individuos de los lazos de dominación personal precapitalistas, resultando también posibilitadoras y habilitando instancias de pluralización de las relaciones de género” (2017: 111)
10. Se podrían sumar otro tipo de críticas no analizadas en este trabajo como, por ejemplo, la perspectiva decolonial.
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