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Autonomía en la ciudad. Condiciones y condicionantes para las trabajadoras de sectores populares jujeños en la pandemia
Melina Gaona
Melina Gaona
Autonomía en la ciudad. Condiciones y condicionantes para las trabajadoras de sectores populares jujeños en la pandemia
Autonomy in the city. Conditions and conditioning factors for women workers from popular sectors of Jujuy in the pandemic
Revista Pilquen - Sección Ciencias Sociales, vol. 27, núm. 3, pp. 026-055, 2024
Universidad Nacional del Comahue
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Resumen: Este trabajo analiza las experiencias materiales cotidianas registradas entre las trabajadoras informales de San Salvador de Jujuy para considerar las condiciones de autonomía de mujeres trabajadoras de sectores populares en el noroeste argentino. Para ello, se profundiza en tres dimensiones: las elecciones y posibilidades para movilidad hacia sus trabajos; la producción de la vivienda en la postpandemia como lugar donde se produce valor y se reproduce la vida; y las continuidades del uso de su tiempo de forma remunerada y no remunerada. La investigación se produce a partir de los resultados obtenidos a partir de una encuesta realizada en el centro capitalino durante la pandemia (cuarto trimestre de 2021). Los resultados dan cuenta de que las trabajadoras jujeñas invierten muchas horas de su día a día en moverse por la ciudad y generar ingresos y mantener sus hogares. Que, en términos de cuidado, se sostiene la casi completa familiarización y feminización de las cargas. También, que aquello que puede ser a priori visto como autonomía de movilidad, es a su vez reducción de márgenes temporales para lo propio y lo individual. Finalmente, que, aun siendo quienes tienen a su cargo responsabilidades comunales/comunitarias, no disponen para sí de recursos individuales para la movilidad autónoma por la ciudad.

Palabras clave: Autonomía, Género, Movilidad urbana, Uso de tiempo, Sectores populares.

Abstract: This paper analyzes the daily material experiences registered among informal women workers in San Salvador de Jujuy in order to consider the conditions of autonomy of working women from popular sectors in northwestern Argentina. It explores three dimensions: the choices and possibilities for mobility to their jobs; the production of housing in the post-pandemic period as value-producing and life-reproducing space; and the use of their time as a continuum in paid and unpaid ways. The research is based on the results from a survey conducted in the capital city center during the pandemic period (fourth quarter of 2021). Results show that women workers in Jujuy invest many hours of their daily lives in moving around the city and generating income to maintain their households. That, in terms of care, they sustain the almost complete familiarization and feminization of the burdens. Also, that what may be seen a priori as autonomy of mobility, is at the same time a reduction of time margins for oneself and the individual. Finally, that, although they are responsible for communal/community responsibilities, they do not have individual resources for autonomous mobility in the city.

Keywords: Autonomy, Gender, Urban mobility, Time use, Popular sectors.

Carátula del artículo

Autonomía en la ciudad. Condiciones y condicionantes para las trabajadoras de sectores populares jujeños en la pandemia

Autonomy in the city. Conditions and conditioning factors for women workers from popular sectors of Jujuy in the pandemic

Melina Gaona
, Argentina
Revista Pilquen - Sección Ciencias Sociales, vol. 27, núm. 3, pp. 026-055, 2024
Universidad Nacional del Comahue

Recepción: 14 Noviembre 2023

Aprobación: 19 Julio 2024

INTRODUCCIÓN

Este artículo presenta avances y resultados parciales de la investigación en el marco del PICTO 2018-0038: “Género, cuidado y empleo en Gran Jujuy: estudio complementario de productividad, dinámicas laborales y reproducción de la vida cotidiana desde la economía feminista”. La investigación general intenta estudiar los modos en los que se configura el trabajo productivo y reproductivo en términos de una experiencia temporal y espacial en la ciudad diferenciada por el género, haciendo énfasis en el análisis de la sostenibilidad de la vida cotidiana a partir de las cargas y las dinámicas de cuidado, y de su impacto en los niveles de participación laboral remunerada.

Consideramos que existen aspectos constitutivos de las estructuras del mercado de empleo y trabajo que han sido históricamente excluidos de los muestreos y mediciones económicas clásicas, y que su ausencia repercute de modo negativo en la calidad de la información empírica disponible para análisis, caracterizaciones y, eventualmente, toma de decisiones, solo parcialmente enmendado en los últimos años a partir de sondeos e investigaciones (estatales como privadas) que atienden al tipo de preguntas que esbozamos en nuestro trabajo. Estos aspectos habitualmente no representados entre las problematizaciones respecto del trabajo remunerado constituyen lo que a grandes rasgos se reconoce como la esfera del trabajo reproductivo, que engloba las actividades relativas a la reproducción de la vida cotidiana, principalmente tareas domésticas y de cuidado no remuneradas y articuladas por el género. Una de las maneras de enfocar estas esferas es a partir del análisis de la distribución de tiempos y espacios.

Esta vía de acceso al solapamiento de las tareas reproductivas –como factor integrante del sistema de actividades económicas– permite observar el modo en que éstas actúan como condicionantes para mantener a las mujeres en posiciones desfavorecidas o precarias respecto de su inclusión en el mercado laboral remunerado. Tratamos, en este sentido, de aportar el conocimiento de base empírica que combine estas múltiples dimensiones y permita caracterizar las dinámicas productivas y reproductivas, teniendo en cuenta el trabajo remunerado y el no remunerado, y los condicionamientos de género que lo configuran.

Puntualmente, en este artículo establecemos específicamente el problema de investigación en torno de la autonomía como proyecto político y como demanda activista, y en ese marco, como movilizadora de la pregunta acerca de cómo se libra la experiencia concreta registrada entre las mujeres trabajadoras informales de sectores populares de San Salvador de Jujuy a la luz de los márgenes de mayor soberanía económica, disposición de recursos y de tiempos, y de los aspectos de la vida de estas mujeres que intervienen subordinando su consecución1. Para ello, en la presentación de resultados de este artículo incorporamos tres ejes que permiten mensurar su experiencia cotidiana en relación a la autonomía y la autonomía económica:

  • - La movilidad por la ciudad hacia sus espacios de trabajos y los medios materiales para hacerlo.

    - La vivienda como ámbito de lo propio, ámbito de lo familiar y ámbito de producción de valor, y el impacto de la coyuntura de la pandemia en este espacio.

    - El uso de tiempo expropiado de forma remunerada y no remunerada.

A partir de estos tres ejes establecemos el desarrollo del problema de análisis. Le damos primacía a la dimensión espacial como nudo generativo de las condiciones de autonomía posibles para las mujeres. Las perspectivas feministas históricamente han hecho notar las geografías de tiempo y espacio invisibilizados en las teorías sociales clásicas y en la actualidad son una plataforma crítica para reconcebir el umbral negativo que suponen para las mujeres los consensos sobre los sistemas productivos. Por eso, parece fundamental seguir haciendo énfasis en lo que la experiencia material de tiempos y espacios continúa deparando para las mujeres trabajadoras, a partir de datos concretos.

Al aludir a las experiencias materiales concretas de las mujeres en este estudio hacemos énfasis en la condición generizada que define los dos vectores fundamentales de este artículo: la ciudad y el trabajo. La experiencia concreta de las mujeres en la ciudad las encuentra negociando y atravesando la representación dicotómica histórica que fuertemente ha querido definirla (público-privado; doméstico y político; casa y trabajo; lo íntimo y lo político). En cambio, los elementos interseccionales (la clase, la sexualidad, la etnia, la religión, la nacionalidad, la edad, la maternidad y la pareja) disponen condiciones diferenciales para la apropiación y construcción social urbana para las mujeres. En una misma dirección, las experiencias materiales concretas de las mujeres en el trabajo (remunerado y no remunerado) procura avanzar más allá del empirismo, situando las relaciones históricamente específicas de la comunidad en la que inscriben sus formas de producir, y conectándolas con procesos políticos globales que afectan el conjunto de relaciones y jerarquías posibles, así como las posibilidades de agencia, elección, intereses y deseos que las movilizan y les habilitan márgenes posibles para trabajar (Mohanty, 2003).

En este trabajo, los datos empíricos surgen de una encuesta a mujeres trabajadoras informales de entre 18 y 65 años diseñada a con los siguientes ejes: Trabajo remunerado e ingresos; Ingresos y seguridad social; Estructura del hogar y convivencia; Actividades domésticas y de cuidado en el hogar; Organización horaria de actividades diarias y uso del tiempo; y Actividades semanales fuera del hogar. La ejecución de la encuesta se realizó en el cuarto trimestre de 2021 y tomó como criterio de selección un punto comercial urbano de centralidad en la ciudad de San Salvador de Jujuy a lo largo de un período corto de días (una misma semana), lo que permitió contrastar una diversidad de casos de mujeres trabajadoras informales de distintos puntos de la trama urbana, a la luz de la conjugación de los ritmos de trabajo remunerado, trabajo de cuidado y de reproducción, trabajos comunitarios y extrafamiliares y uso del tiempo libre. La encuesta reúne 106 preguntas por persona encuestada, y a partir de ella, obtuvimos resultados en torno de: los niveles y características del trabajo productivo remunerado, sectores frecuentes de la producción por género, niveles de pluriempleo, distinción de estrategias de supervivencia e ingresos; características sobre la conformación de los hogares de las mujeres trabajadoras; la sostenibilidad de la vida cotidiana entre las mujeres trabajadoras a partir de las cargas reproductivas y las dinámicas de cuidado, y de su impacto en los niveles de participación laboral remunerada; y la experiencia temporal de las trabajadoras, en relación a las tareas de cuidado, de reproducción dentro del hogar y de actividades comunitarias de provisión fuera del hogar (En Anexo I se incluye una tabla con detalle individual sintético de perfiles laborales, socioeconómicos y de conformación de convivencia).

En lo restante, el artículo presenta las definiciones y contradicciones que tejen un horizonte de autonomía para las mujeres trabajadoras urbanas en los marcos sociales contemporáneos; una fundamentación coyuntural sobre el lugar físico de la encuesta como organizadora del tipo de sujeto construido en la investigación general, en base a las características urbanas de la capital jujeña; y el análisis de las condiciones materiales en las que libran sus movimientos espacial y temporalmente las mujeres trabajadoras informales de la muestra.

2. MATERIAL TEÓRICO Y MÉTODO
2.1 El ideal feminista de la autonomía

Entre los frentes habituales tanto de metas establecidas por organismos internacionales y del Estado, como entre consignas políticas activistas, la autonomía de las mujeres parece ubicarse como un horizonte insoslayable de las luchas y los objetivos fijados. Al hablar de autonomía, se distingue la autonomía de las mujeres, como “la capacidad para tomar libremente las decisiones que afectan sus vidas en condiciones de igualdad (…) [en el marco de] una vida libre de violencia, el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, la participación plena en la toma de decisiones en los distintos ámbitos de la vida pública y política y el acceso a ingresos, propiedad y tiempo, sobre la base de una cultura libre de patrones patriarcales y de discriminación” (Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, CEPAL, 2023). La definición escogida para este artículo sienta las bases para distinguir entre la autonomía económica, la autonomía física y la autonomía en la toma de decisiones.

Específicamente, la autonomía económica, supone la capacidad para generar ingresos y finanzas personales desde recursos provenientes del trabajo remunerado (CEPAL, 2018), teniendo en cuenta el uso del tiempo, el lugar de la economía del cuidado al desarrollo sostenible y la participación de la mujer en los sectores productivos, de forma que "supone avanzar en la posibilidad de definir y participar en la toma de las decisiones" (Micha, 2019, p. 365).”

Parte de la agenda feminista identifica estas autonomías y, en la lucha por la autonomía económica, las redefine como parte de los activismos en torno de los cuidados, de la identificación y reconocimiento del trabajo no remunerado, y de las batallas de prevención y erradicación de las violencias y las desigualdades en ámbitos productivos, civiles y políticos2.

Puntualmente, en relación al avance teórico que cimienta parte de las consignas políticas y de los objetivos institucionales hacia la igualdad de género, Nancy Fraser (2020) repara sobre las contradicciones con las que históricamente se ha encontrado el movimiento feminista en relación a los sistemas productivos capitalistas, la posición estructural del sujeto mujeres, y las condiciones para la reproducción y los cuidados. Para el caso de los feminismos liberales, históricamente se pugnó en contra de la dependencia de la mujer casada y la esferización de la experiencia público-privado, exigiendo el derecho a voto, el derecho a negarse a mantener relaciones sexuales, la posibilidad de disponer de propiedades, a ejercer profesiones y conseguir salarios. Como señala la autora, los feminismos liberales “parecían valorar la aspiración «masculina» a la autonomía sobre los ideales «femeninos» de la crianza” (2020: 81-82). Los feminismos socialistas, en acuerdo con esta premisa, concibieron la entrada de las mujeres en el trabajo remunerado como impulso emancipador.

En los debates contemporáneos sobre la autonomía de las mujeres, diversas corrientes del pensamiento feminista han articulado críticas profundas al marco naturalizado de los cuidados y han redefinido las relaciones de poder que circunscriben la autonomía de las mujeres en distintas esferas sociales (Batthyány, 2015; Rodríguez Enríquez, 2015). La posibilidad de autonomía femenina ha sido refrenada por la asignación desproporcionada de responsabilidades de cuidado a las mujeres, relegándolas en posibilidades de elección y oportunidades económicas y políticas. La división sexual del trabajo como ideal cultural ha coartado las condiciones desde las cuales se libra su participación en el mercado laboral y su desarrollo personal. Según Montaño (2010), esta división no solo es un resabio de estructuras patriarcales antiguas, sino que se sostiene como relato al presentar la sostenida emancipación de las mujeres de este modelo productivo como “crisis de los cuidados”.

De igual forma, la conjunción de tasas altas de participación laboral de las mujeres y la indefectible carga de los cuidados no remunerados sobre ellas, opera como restricción significativa en su participación, conllevando a la concentración en sectores de baja productividad y el acceso limitado a empleos de calidad, como describe Vaca-Trigo (2019). Este fenómeno se observa en la metáfora de la “mujer pulpo”, descrita por Meyer (2019), donde las mujeres son vistas como naturalmente capaces de manejar múltiples roles exigentes simultáneamente, perspectiva que refuerza las bajas expectativas hacia las mujeres respecto de a qué tipo de trabajos se puede aspirar en esas condiciones.

El concepto de “desfamiliarización”, introducido por Esping Andersen (2000), sugiere una transición hacia la liberación de las familias (a las mujeres de las familias) de ciertas responsabilidades de bienestar mediante infraestructura estatal o mercados laborales, proporcionando así un grado de autonomía adicional a las mujeres. Sin embargo, en muchos contextos latinoamericanos, la implementación de políticas que apoyen esta transición ha sido insuficiente (Pautassi, Faur y Gherardi, 2004). Así, en la medida en que no se procuran otras formas de organización social del cuidado y de redefinición de las responsabilidades en términos de equidad, las capacidades de negociación y toma de decisiones familiares y domésticas se ven restringidas para las mujeres casi exclusivamente a las condiciones económicas individuales.

2.2 Decisiones metodológicas

Como base para el análisis del problema general de estudio, se elaboró una encuesta que abarcara ejes de interés en el cruce entre género, trabajo remunerado y no remunerado (reproductivo y de cuidado) y de organización del tiempo y los espacios. El armado de los ejes y tópicos que consideramos relevantes se trazó en razón de contrastarlos tanto con datos disponibles de acuerdo con encuestas y sondeos existentes de mayor envergadura que la nuestra, como con resultados grupales previos de cortes cualitativo micro. Estos antecedentes grupales guardan una disposición analítica sostenida en torno de la construcción de la ciudad como un espacio social, con lugares, objetos y actorxs en pugna que cohabitan, interpretan y producen territorios urbanos cargados de sentido. Estos sentidos distribuyen y accionan informando y definiendo las posibilidades de acción de acuerdo con el género intersectado por posiciones materiales múltiples (la clase, la edad, la racialización, el lugar de procedencia, etc.).

Con esta reconstrucción precedente sobre el problema de investigación, construimos una técnica de producción de datos que tenga presentes estas dimensiones de la trama urbana, fundamentalmente a partir de las características que toman en la construcción social de la ciudad de San Salvador de Jujuy -como producto y como productora de experiencias de ciudad3. De esta forma, la encuesta se elaboró con el interés de recabar información de las mujeres que circularan por una zona delimitada en la cual se concentran espacios comerciales y de servicios, como actividades que nuclean ocupaciones, trabajos y estrategias de supervivencia corrientes en la trama urbana jujeña. Asumimos la zona señalada para llevar adelante las encuestas como un espacio laboral amplio y un espacio social comercial y económico de relevancia local..(Figura 1)


Figura 1.
Zona y número de encuestas realizadas.
Elaboración propia en base a los datos de la Encuesta individual de mujeres trabajadoras informales, reproducción y cuidados – San Salvador de Jujuy – 2021 (en adelante, EIMTIRC-SSJ-2021).

El operativo se llevó a cabo durante una semana en el cuarto trimestre de 2021, aún dentro del contexto general de la pandemia de COVID-19. En el diseño de la muestra la población objetivo fueron mujeres de entre 18 y 65 años que identifiquen realizar alguna actividad por la que reciban ingresos y que se encuentren circulando dentro de los límites demarcados entre el centro capitalino y la zona comercial de la ex terminal. Se llevaron adelante 65 encuestas seleccionadas aleatoriamente en base a los criterios expuestos (Tabla 1).


Tabla 1
Criterio de selección de la muestra.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

A continuación, se explicita contextualmente la relevancia de la zona fijada para el análisis de acuerdo con un interés marcado por preguntarnos por las condiciones laborales (tanto remuneradas como no reconocidas) entre sectores populares y/o de las economías populares de Jujuy.

2.2.1 San Salvador de Jujuy, el centro y la zona de la ex terminal

La ciudad mantiene y va produciéndose de acuerdo con divisiones territoriales y segmentaciones representacionales de los espacios de ciudad. Lo urbano se experimenta diferencialmente de acuerdo con estas lógicas materiales y representacionales. Las tendencias urbanas resultantes han sido harto teorizadas por cientistas sociales locales en Jujuy (García Vargas, 2003; Bergesio, Golovanevsky y Marcoleri, 2009; Stumpo 1992; García Moritán y Echenique, 1990). Un primer tipo de separación representacional distinguida es la dada por los ríos Grande y Xibi-Xibi que conforman una división centro-periferia: a medida que se aleja del centro -de forma no homogénea- el nivel socioeconómico de los habitantes desciende. La otra distinción representacional hecha está dada por las distancias habitacionales norte-sur, por la que se supone que del lado norte del Rio Grande se emplazan las viviendas de la publicación de clase media y media-alta, aun cuando esto se da de manera dispar. Mientras que hacia el sur del río Xibi-Xibi y en dirección sur y sudeste de la ciudad se extenderían las viviendas de sectores populares y medios bajos4. Finalmente, la tendencia cóncava y convexa marca una división entre quienes construyen más en las zonas de altura de la ciudad -sectores de nivel socio-económico más alto- y viviendas y asentamientos que ganan espacios sobre los bordes de los ríos, en los límites de las zonas inundables, y a un nivel inferior en el centro de la ciudad (García Moritán y Echenique, 1990). Estas lógicas hacen de un modo dominante de interpretación vivida de la ciudad, sobre todo marcando límites sociales que usan las marcas topográficas de los cerros y los ríos para imaginar la ciudad en esta distinción centro/periferia y norte/sur.

Para este trabajo, consideramos la conexión entre dos zonas asociadas a estas distinciones de sentido. La zona céntrica de la ciudad históricamente queda establecida como ínsula dada por ambos ríos, y se concibe como lugar comercial, de trámites, de bancos, centro político y de pugna entre la escenificación de la protesta y los espacios de consumo, ámbito turístico y de densidad poblacional media en razón del número de edificaciones en altura. En el lado sur central del centro se encuentra el puente Lavalle, conexión histórica con los barrios populares y con la afluencia de población del interior que llega a la capital provincial, por los circuitos y paradas de los taxis compartidos que vienen desde distintas localidades y, anteriormente, por haber funcionado allí la terminal de ómnibus de la ciudad, hoy trasladada al límite sur de la ciudad. Del otro lado del puente, el dinamismo dado por el movimiento de transporte vehicular público y privado, el flujo peatonal constante y la actividad comercial dan continuidad a las actividades de consumo del centro tiñéndolas de las rúbricas populares del sector conocido como “las latitas”, una aglomeración densa de comercios, tanto a modo de ferias como de locales a la calle y montados en la calle. Esta zona, también conocida como “la ex terminal”, tiene un número estable de puestos comerciales (en edificaciones de concreto como armados con lonas, techos de chapa y alguna edificación en bloque de cemento), galerías, el mercado municipal de frutas y verduras, vendedores ambulantes de comestibles, de artículos pequeños y de vestimenta, y ferias itinerantes de ropa usada.

Este trazado establecido como decisión metodológica responde a la intención de rastreo y construcción de datos según el número y tipo de personas que circulan a diario entre esta región urbana construida en la investigación: la zona céntrica más conectada al puente Lavalle y la zona comercial de la ex terminal. A la selección establecida para las encuestadas -mujeres de entre 18 y 65 años que realicen alguna actividad por la que reciban ingresos- le sumamos la selección dada por lo que este espacio de ciudad supone en las actividades diarias de la población urbana jujeña de sectores populares y medios: un lugar prolífico para las actividades productivas, de consumo, financieras y comerciales, de abastecimiento familiar e individual (de alimentos y de productos varios) y en el que se realizan un diverso número de actividades de empleo y subsistencia.

3. RESULTADOS
3.1 “El lugar de las mujeres es la ciudad”5. Movilidad urbana y procedencia

Habiendo atendido a la conformación geográfica cultural de los espacios de ciudad en San Salvador de Jujuy, el concepto de ciudad sobre el que nos basamos la comprende a partir de:

  • - Las realizaciones espaciales materializadas de acuerdo con las relaciones de producción, los circuitos de consumo-abastecimiento, las opciones de ocio y de trabajo;

    - La cohabitación concretada desde las formas celulares de vivienda, convivencia y familias, hasta los barrios, los ámbitos comunales y las redes de circulación habilitadas;

    - La copresencia multitudinaria de actores que, de manera más contingente o más histórica, van ubicándose y disputando roles y lugares posibles de acuerdo con articulaciones de género, de clase, raciales, étnicas, de nacionalidad, entre otras;

    - Las representaciones, imaginarios e imaginaciones en pugna que estabilizan sentidos de ciudad dominantes, aunque en constante readecuación.

Esta es una definición ad hoc para este artículo, que parte de las teorías de la geografía cultural, las geografías de género y los estudios de comunicación y ciudad, en favor de considerar a la ciudad como un ámbito producido diferencialmente según cada sujeto, de acuerdo con sus condiciones materiales para experimentarla y con sus roles y posiciones sociales en ámbitos más directos como de imaginación geográfica. En este sentido, resulta fundamental una perspectiva sobre la movilidad urbana de las mujeres de la encuesta, en razón de que sea el enfoque sobre la movilidad lo que dé cuenta de las posibilidades de autonomía, circulación y uso de tiempo entre las trabajadoras. Con esto en mente, reconstruimos inicialmente un mapa de procedencia entre las mujeres encuestadas, por su lugar de residencia. (Figura 2) (Figura 3)


Figura 2
Residencia de trabajadoras encuestadas en la ciudad de San Salvador de Jujuy.
EIMTIRC-SSJ-2021.


Figura 3
Residencia de trabajadoras encuestadas en el sector de Alto Comedero y Palpalá.
EIMTIRC-SSJ-2021.

Inicialmente, podemos señalar que prácticamente la totalidad de las encuestadas proceden de la traza urbana de Gran Jujuy6, a excepción de cinco de ellas que residen hacia el sur en El Carmen o hacia el norte en las comunidades rurales de Tiraxi y Tilquiza. En estos casos, el circuito de llegada a Gran Jujuy está dado por la traza de la ruta nacional 9, que conecta Alto Comedero y el sur de la provincia -límite con Salta- con las zonas de Quebrada y Puna hasta la frontera con Bolivia, y por la ruta provincial 35 que conecta a la capital con la zona rural de Ocloyas.

Con respecto al resto de las encuestas, se observa que las mujeres residen en barrios y asentamientos de los definidos anteriormente como populosos y populares, tanto de la zona sur y sudeste de la ciudad como de las zonas cóncavas, en enclaves sobre todo en la vera del río Grande. Hacia lo que se conoce como el distrito Norte7, encontramos mujeres que residen en la zona más heterogénea de este territorio amplio, en los barrios de Chijra y Campo Verde, sectores que han ido “ganándole” terreno a los cerros y a los márgenes del río Chijra. Por las características de estos barrios, para poder acceder al centro de la ciudad, las personas tienen que atravesar entre uno y dos puentes.

Se observa una marcada afluencia de mujeres que residen entre las urbanizaciones populares lindantes al río Grande, entre las que se distinguen Villa Belgrano, Villa San Martín, El Chingo y Punta Diamante, barrios en donde las viviendas se emplazan en terrazas entre el centro de la ciudad y el cauce del río. La circulación hacia el centro en este caso puede darse a pie -en un circuito de entre uno y dos kilómetros- o en transporte público (en colectivo).

Entre las encuestadas que viven del otro lado del río Xibi-Xibi, en una distancia muy próxima al centro de la ciudad (en promedio dos kilómetros) y especialmente al centro comercial de “las latitas”, se distinguen sobre todo habitantes de los barrios de Cuyaya, Castañeda y Mariano Moreno. También se observa presencia de residentes dispersas entre las zonas sur y sudeste de la ciudad (Luján, San Pedrito, Malvinas, Coronel Arias y San Francisco), que supone una distancia un tanto mayor hacia el centro -entre tres y cuatro kilómetros. Aquellas que provienen de Palpalá, Alto Comedero y El Carmen tienen entre 7 y 26 kilómetros para llegar hasta el punto central de la ciudad, y a nivel de tiempos supone -tanto en vehículos particulares como en transporte público- un viaje de al menos 30 minutos y hasta una hora.

Marcamos la distancia entre la ubicación de procedencia y el centro de la ciudad para graficar los trechos que tanto ese día como otros de la semana las mujeres suelen recorrer para concretar alguna de sus actividades productivas. Es relevante calcular los tiempos destinados a la circulación de la ciudad dado que prácticamente la totalidad de las trabajadoras encuestadas circulan a sus trabajos a pie o en transporte público. El primer matiz que vamos a construir para considerar la autonomía económica de las mujeres en relación a la participación laboral tiene que ver con la movilidad urbana en estos casos.

A partir de antecedentes al respecto (Sheller, 2008; Riquelme Brevis, 2016), distinguimos que la movilidad urbana, como estructura de restricción de la autonomía, está altamente generizada, en general, redundando en complejidades para la circulación física y una disponibilidad exigua de los tiempos del día en razón de armonizar circuitos de trabajo, de responsabilidades familiares y comunales, y de márgenes para el esparcimiento. Las estrategias empleadas y el uso de tiempo que presentamos a continuación se condice con una premisa hipotética dada por los antecedentes en la materia: la especificidad de género en este contexto refiere a cómo las relaciones sociales generizadas (desinversión en políticas de transporte urbano e interurbano, limitada planificación del desarrollo de la ciudad, falta de ofertas asequibles a medios propios de circulación, insuficiente y negligente seguridad urbana) afectan y configuran los comportamientos y las posibilidades de las mujeres en lo que respecta a la movilidad para el acceso al trabajo remunerado y otras tareas.

Observamos en nuestra muestra en la capital jujeña que hay una distinción entre aquellas mujeres quienes sostienen un solo trabajo remunerado semanal y aquellas que tienen pluriactividad. Fundamentalmente, que las primeras se mueven en su mayoría a pie hacia su trabajo, mientras que las que tienen más de una actividad remunerada en la semana optan en su mayoría por llegar en colectivo.

Entre aquellas mujeres con una sola actividad remunerada a la semana, el tiempo promedio caminando desde sus domicilios hasta sus lugares de trabajo es de entre 20 y 30 minutos. Aquellas que optan por el colectivo son en su mayoría residentes de la zona sur (Alto Comedero, Mariano Moreno y El Carmen), por lo que las distancias geográficas son acortadas en tiempo a través del transporte público. En los cálculos en promedio de acuerdo con las frecuencias y tiempos de los colectivos de la ciudad, este circuito les lleva en general treinta minutos o más. Es decir, que, entre las trabajadoras con una sola actividad, en promedio el tiempo del día para moverse ida y vuelta implica al menos una hora del día. (Gráfico 1)


Gráfico 1
Movilidad con un solo trabajo.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

Para el caso de las mujeres con pluriactividad, tres de cada cinco de ellas eligen el colectivo como el recurso para circular hacia su primera actividad.(Gráfico 2).


Gráfico 2
Movilidad de trabajadoras pluriactivas al primer trabajo.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

Lo destacado en este caso es la dispersión que se produce en las formas de movilidad hacia la segunda actividad, incluido el dato de que, en un tercio de las encuestadas, estas segundas actividades se llevan a cabo en sus domicilios. Las mujeres que circulan a pie a su segunda actividad lo hacen en actividades que casi en su totalidad se dan dentro de los mismos barrios de residencia. Es decir, que no se asumen actividades en un radio amplio de distancia. Esto da cuenta de que prácticamente dos de cada tres mujeres encuestadas complementan su actividad principal con otra que, o se da dentro de su propio domicilio, o no le requiere alejarse en gran medida de él. (Gráfico 3)


Gráfico 3
Movilidad de trabajadoras pluriactivas al segundo trabajo.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

También se destaca el hecho de que aparecen actividades que implican la movilidad del conjunto familiar a ferias -casos en los que se usa el auto familiar-, la bicicleta, la moto o el emprendimiento virtual. En todos estos casos, podemos distinguir cómo inciden la combinación entre proximidad y accesibilidad (acceso a transportes públicos cercanos) entre quienes tienen más de un empleo. En este último gráfico se observa la diversificación pronunciada entre las condiciones de movilidad entre la primera y la segunda actividad remunerada.

Más allá de la dispersión, en este punto nos interesa considerar el lugar de la circulación en la ciudad para las mujeres cuando están abocadas a sus tareas remuneradas, y los recursos con los que cuentan para hacerlo. En total, es el colectivo el principal medio usado por las mujeres de la encuesta, por lo que el transporte público se convierte en un recurso vital para la movilidad. En un número muy próximo a éste es la circulación caminando lo que permite a las mujeres moverse por la ciudad. Si bien los comportamientos de movilidad requieren una mayor atención en razón de la edad, situación convivencial y de cuidados, distancias recorridas durante el día, y propósitos de desplazamientos, relevamos como parte de los resultados iniciales de esta investigación el factor de que sean estas dos las opciones más recurrentes entre las trabajadoras informales. Entre los patrones de desplazamiento se considera que los estudios señalan que las mujeres en el transporte público viajan en horarios en los que hay menor frecuencia (por el diseño horario pensado para actividades formales), y que encuentran la dificultad de viajar con niños y niñas, y cargadas con paquetes y bolsas (Soto Villagrán, 2017). Estos patrones de viaje pueden contrastarse además con estudios que señalan que las mujeres se desplazan más a pie y en transporte público que los varones (RACC, Zurich, 2022)8.

Como han señalado estudios locales previos (BID, 2019), San Salvador de Jujuy reproduce problemas urbanos vinculados a las redes de infraestructura pública, de servicios y de consumo, en la medida en que se encuentran alejadas de los espacios en donde las mujeres desarrollan parte de sus días9.

Esto último supone atender, no solo que las mujeres organizan sus salidas de ida y vuelta a trabajar de modo tal que también sean salidas a hacer compras y mandados domésticos y familiares, sino que, en muchos casos, ese desplazamiento por la ciudad es con personas a cargo. Por otro lado, también resulta necesario considerar que, en los hogares con infancias, son quienes más se mueven de ida y vuelta a sus casas para asegurar su cuidado (Wekerle, 1985; CAF-Steer, 2018). De acuerdo con Jirón e Imilán (2018), las decisiones de movilidad de las mujeres casi nunca son individuales, se dan constreñidas por negociaciones previas, es decir, que para las mujeres la movilidad en la ciudad se da de manera interdependiente.

La planificación de la circulación a pie y en uso del transporte público entonces se convierte en una decisión que implica atender a las actividades del día por realizar (en la mixtura de tareas y responsabilidades cotidianas para las mujeres), la escasez de tiempo, los costos económicos de movilizarse y, en muchos casos, el traslado acompañadas de personas a cargo (infancias, personas enfermas, ancianos).

3.2 Vivienda productora de ingresos ¿de quiénes, para quiénes?

Como señalamos, un tercio de las mujeres con pluriactividad declara como segunda actividad un trabajo llevado adelante en sus propias viviendas. Esto abre el interés respecto del lugar de la vivienda en relación a la pregunta por la autonomía económica de las mujeres. Sobre todo, nos preguntamos por el lugar de la vivienda en razón de una dinámica común a los sectores populares, en tanto se convierte en lugar que combina lo productivo para ingresos y estrategias de supervivencia, con aquel horizonte que opera como canon imaginario de la vivienda familiar, espacio de resguardo de la vida pública y descanso, espacio de cuidado y de la reproducción cotidiana.

El período de análisis se condice con una etapa avanzada de la pandemia (a un año y medio del anuncio de medidas sanitarias a nivel nacional). Como plantean Cavallero y Gago (2022), durante este período la casa es habitada como un espacio en el que se intensifican el trabajo pago y no pago. Al históricamente invisibilizado trabajo doméstico se le agregaron la combinación de las tareas por las que se generan ingresos económicos, ya sea por la reformulación remota del trabajo con la virtualidad, como con la readaptación productiva y de actividades para generar alguna forma de valor y de ingresos frente a un panorama adverso para salir a trabajar.

Este caso, la conformación del espacio vivienda como espacio de trabajo remunerado, supone, entre los casos registrados en la encuesta la “familiarización” del trabajo, en la medida en que muchos de los trabajos declarados como segunda actividad remunerada para las mujeres se presenta como emprendimiento familiar. Esto implica que el ingreso producido en esa actividad es de y para más de un integrante de la vivienda. Implica también la responsabilidad compartida para el sostenimiento de estas iniciativas. Cabe preguntarse no sólo cuáles son las negociaciones dispuestas intrafamiliarmente acerca del trabajo asumido por cada integrante, como el rédito que cada uno se lleva del emprendimiento familiar, ya sea como ingreso individual o como ingreso común.

Cuando es declarada como la segunda actividad de generación de ingreso, en todos los casos se trata de convertir a la vivienda en lugar gastronómico y de venta de comidas preparadas en la vivienda. Sandwicherías, ventas de pizza y empanadas, ventas de tortas y de pan casero, venta de comidas de distinto tipo los fines de semana. Si consideramos que, en general, las domesticidades vinculadas a la cocina son feminizadas, podemos además asumir que -con otras integrantes mujeres- tienen a cargo la preparación de lo que se vende.

Hay características salientes del tipo de trabajo que supone para las mujeres producir más ingresos (familiarizados) desde las viviendas. Primeramente, que mientras para algunas supone una actividad de varios días a la semana, para otras se presenta como una tarea de un día, pero con un margen alto de horas invertidas (entre quienes lo hacen uno o dos días a la semana les lleva entre cuatro y ocho horas al día). En ambas situaciones, implica una inversión alta de tiempo semanal, cercana a la de la primera actividad declarada.

En esta línea, ellas y sus madres son las que mayormente realizan las tareas domésticas no remuneradas en sus casas, por lo que se infiere que la actividad gastronómica como ingreso se combina con las actividades domésticas sostenidas a diario por las mujeres en la vivienda, en viviendas en las que en promedio conviven cinco personas y en las que -en la mayoría de los casos- cohabitan al menos tres generaciones familiares. Estas mujeres declaran en promedio haber dedicado más de seis horas el día anterior a domesticidades, cuidados de otros familiares y al acompañamiento en tareas escolares de hijos, nietos y sobrinos. Así, a lo doméstico como trabajo obligatorio y gratuito (Federici, 2018), se le suma lo doméstico como exigencia intensificada para un ingreso familiar asociado.

Por otro lado, que más de la mitad de las pluriactivas en esta sección no son la o el integrante que aporta el principal ingreso en sus hogares. Finalmente, que las trabajadoras de esta sección se encuentran entre los estratos bajos de ingresos totales por sus actividades; todas menos una, se ubican en el tercer decil de ingresos laborales individuales de acuerdo con los registros del cuarto trimestre nacional de 2021 (Fuente: EPH, 2022).

Es decir, que en este perfil construido a partir de las encuestas, de trabajadoras pluriactivas con estrategias de producción de ingresos desde sus hogares, en todos los casos esta segunda actividad supone una inversión sostenida y de alto margen en horas de la semana y/o de días puntuales; que el emprendimiento familiar gastronómico se compatibiliza con las demás cargas domésticas para ellas y para las demás mujeres de la vivienda, y que, aún con esta segunda carga laboral asumida, tienen ingresos individuales totales bastante bajos (Kunieda y Gauthier 2007)..

Hay otro aspecto de interés para considerar la vivienda como un ámbito donde se anudan dinámicas que definen la mayor o menor consecución de autonomía para las mujeres. Esto tiene que ver con lo registrado entre mujeres que declaran como su único trabajo una actividad llevada adelante en sus viviendas. Los casos en los que se da esta situación son, a su vez, casos en los que las mujeres viven solas. Aunque no podemos inferir conclusiones sobre sus situaciones dado que el número es mínimo (un 3% de la encuesta total), se trata de mujeres que están en el sexto decil de ingresos, y que trabajan entre 6 y 7 días a la semana con un promedio de seis horas diarias, con muy pocas horas del día dedicadas a tareas domésticas (dos horas promedio).

En estos casos observamos que la autonomía habitacional y la autonomía en el ingreso marca un claro contraste con las condiciones en las que la vivienda se convierte en lugar productivo, reproductivo y de cuidado. No solo porque las horas de trabajo no remunerado se triplican para aquellas que trabajan en sus casas y conviven con otras personas, sino porque para aquellas en viviendas unipersonales el ingreso producto de las actividades es mayor y destinado solo a ellas mismas (INDEC 2010).

3.3 Cargas del trabajo

El último aspecto analizado es el uso de tiempo destinado a la carga de trabajo a diario, tanto para generar ingresos, como en la carga laboral invisible doméstica y de cuidado, o de relativo reconocimiento, en actividades comunitarias fuera del hogar. Esta es la última faceta de la vida cotidiana de estas mujeres considerado en relación a sus posibilidades de autonomía y autonomía económica.

Primeramente, distinguimos la cantidad de tiempo que destinan al trabajo remunerado a diario, mensurando diferencias entre aquellas que son principal sostén económico de la vivienda, aquellas que no lo son y aquellas que son el único ingreso en viviendas unipersonales. En este caso, es notoria la diferencia de tiempo dedicado al trabajo remunerado entre aquellas que tienen infancias y adolescencias a cargo y quienes, no.

Las mujeres que más horas necesitan salir a trabajar o emprender actividades de subsistencia en sus hogares son aquellas que sostienen un único ingreso de un grupo conviviente en sus hogares. En algunos casos es como madres (hogares monoparentales femeninos), en otros como responsables a cargo de padres y/o hermanos. En promedio, estas mujeres invierten casi diez horas diarias al trabajo remunerado. Les siguen las mujeres que son el principal sostén en hogares con doble o más ingresos en la vivienda. En estos casos, trabajan un promedio de 8 horas y cuarto para aportar el mayor ingreso a sus hogares. Las horas dedicadas al trabajo semanal descienden entre las que no conviven con otras personas y aquellas que no son el principal ingreso en convivencia con otros integrantes. (Tabla 2)


Tabla 2
Horas de trabajo remunerado por rol en la vivienda.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

Un 40% de estas mujeres sostienen más de un trabajo durante la semana de la encuesta, por lo que, como hemos señalado, a las horas dedicadas al trabajo diario, se le deben sumar las horas de acuerdo con las dinámicas de circulación urbana elegidas entre uno o más trabajos.

Más allá de la primera distinción hecha por el rol de aporte y generación de ingresos para la vivienda, podemos distinguir cómo la convivencia con infancias y adolescencias a cargo marca decisivamente la cantidad de horas que dedican a alcanzar los ingresos con los que cuentan. El siguiente gráfico muestra en escala decreciente la cantidad de horas de trabajo remunerado de acuerdo con el rol que ocupan sus ingresos en el hogar y la presencia o ausencia de personas de menos de 16 años en el hogar. (Figura 4)


Figura 4
Horas de trabajo remunerado por rol y tipo de convivencia.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

Además de las horas invertidas a diario para generar ingresos, en prácticamente todos los casos, se trata de mujeres que atienden por un número alto de horas por día a las tareas domésticas y de cuidado de sus familiares. En este sentido, es notoria la cantidad de horas destinadas a actividades no remuneradas en las viviendas a las que se encuentran atadas las mujeres que conviven con hijos, nietos o sobrinos. Más allá de los ingresos que aporten, este es el factor determinante en las horas que a diario tienen que invertir en sus casas. Para el segmento de mujeres con infancias y adolescencias a cargo, la presencia en sus hogares supone una jornada más de trabajo completa, con una notoria distancia de sus homólogas en rol económico familiar sin hijos. Las mujeres con infancias y adolescencias a cargo, además, trabajan más horas en promedio, lo que termina decantando en jornadas más extensas dedicadas a la productividad remunerada y no remunerada.

En el siguiente gráfico contabilizamos las horas declaradas en los distintos trabajos remunerados de la semana, como las horas que manifiestan haber dedicado el día anterior a las actividades no remuneradas dentro del hogar10. (Gráfico 4)


Gráfico 4
Uso de tiempo en trabajos remunerados y no remunerados entre trabajadoras.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

El gráfico de uso de tiempo diario construido permite distinguir la cantidad de horas que las mujeres trabajadoras destinan tanto a tareas de trabajo y subsistencia remunerada, como a las distintas responsabilidades asumidas en sus hogares, ya sean estas tareas domésticas que reconocen hacer (aseo, arreglo de ropa, preparar y cocinar alimentos y las distintas actividades de mantenimiento de la vivienda), como tareas de cuidado de otros integrantes de la vivienda, sean estas tareas de apoyos escolares como de cuidado de infancias, adolescencias, adultos mayores, y personas discapacitadas. La doble presencia registrada para mujeres convivientes con infancias implica un mínimo de seis horas a diario.

Por otro lado, otros de los datos destacados está que las tareas de reproducción doméstica son enteramente asumidas por las trabajadoras encuestadas y sus familias, no hay diferimiento en personas a las que les pagan por esto en ningún caso. Lo más destacado es también que sobre la totalidad de las personas que requieren cuidados entre las familias de las encuestadas, todas están por fuera de las opciones de mercado, por lo que el cuidado de infancias, adultos mayores y personas con discapacidad queda en el entorno intrafamiliar. El contexto familiarista además, como suele ocurrir en estos casos, es primordialmente feminizado entre integrantes de la familia dentro y fuera del hogar a las que no se les paga. Esto da cuenta de la rigidez que sostienen los roles de género en las familias, independientemente de las cargas laborales entre los distintos integrantes del hogar.

Para las tareas no remuneradas, el gráfico 4 que se muestra contabiliza solo las horas dentro del hogar, es decir, que no se calculan las horas de cuidados y responsabilidades fuera de sus hogares (a familiares a cargo pero que no conviven con ellas, por ejemplo), y las actividades de cuidado de segundo nivel, como el pago de servicios, la compra de comestibles y otros bienes de abastecimiento del hogar. Descontamos también de esta cuenta las tareas comunitarias que hicieron durante la semana, pero es trascendente el dato que prácticamente el 45% de las encuestadas hizo trabajo comunitario en copas de leche, comedores, roperos comunitarios, iglesias católicas y evangélicas, consejos de comunidades aborígenes y de organizaciones sociales, y tuvo a su cargo actividades deportivas en clubes y centros vecinales. En promedio estas tareas se llevan adelante dos días a la semana, y les requieren entre dos y tres horas de trabajo en los días que las hacen. El siguiente gráfico muestra en número y proporción el tipo de actividades comunitarias que asumen. (Figura 5)


Figura 5
Tareas comunitarias asumidas por las trabajadoras.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

Observamos hasta este punto el uso de tiempo de las mujeres en distintos frentes: destinado a horas de trabajo remunerado, con una sobrerrepresentación de pluriactividad entre ellas; destinado a horas de tareas no remuneradas de reproducción y cuidado, con la evidente sobrecarga para aquellas que conviven con hijos, nietos o sobrinos. Agregamos a estas presencias, la presencia requerida en ámbitos comunitarios y de ciudadanía. Que más de dos de cada cinco de ellas, sume a las otras cargas, la asunción de responsabilidades barriales, políticas, religiosas y de cuidado ampliado de infancias y adolescencias habla a las claras de cómo el tiempo libre de las mujeres se ve teñido como tiempo expropiable para sus entornos más y menos próximos. Las maneras en que muchas de estas mujeres describen estas actividades hablan del tono con el que asumen dichas responsabilidades: tienen a cargo la organización de comuniones católicas, actividades escolares y cenas de fin de año, ornamentación de salones para reuniones, o la limpieza de lugares de tránsito colectivo como iglesias o calles del barrio. Muchas de estas acciones pueden pasar desapercibidas para quien transita, asiste o aprovecha estas actividades, por el mero hecho perceptivo que hace intangibles parte de estas gestiones y tiempos dedicados. Pero lo que sí es material es el tiempo dedicado a ellas. Esto da cuenta de que el tiempo de estas mujeres hace sostenibles no solo la economía monetaria de sus viviendas, no solo el sostenimiento de los cuidados intrafamiliares, sino también los distintos ámbitos de lo público y lo comunitario en los que convivimos.

4. CONCLUSIONES

Este trabajo atiende a la manera en que transcurre la experiencia concreta entre las mujeres trabajadoras informales de sectores populares de San Salvador de Jujuy, para considerar los márgenes de soberanía económica, de disposición de recursos materiales y de uso autónomo de tiempo, y de los aspectos que intervienen subordinando su consecución. Para ello, analizamos tres dimensiones de su experiencia cotidiana: Una desde el enfoque de la movilidad por la ciudad, distancias, tiempos y modo en que lo hacen; otra que se aboca a las dinámicas de la vivienda como espacio productivo-reproductivo en la postpandemia; y otra que analiza las cargas de tiempo en actividades productivas, reproductivas, de cuidado y comunitarias, en razón de mensurar la inversión de tiempo diario y semanal para las trabajadoras.

Como punto de partida teórico, sostenemos que la ciudad es un ámbito producido diferencialmente para cada sujeto, de acuerdo con condiciones materiales y posiciones situadas. Frente a este postulado, confirmamos que las mujeres de la encuesta en su movilidad cotidiana dependen en su mayoría del esfuerzo de caminar la ciudad (un 37% del total va a su primera y/o segunda actividad a pie). Las condiciones topográficas, de morfología del espacio, de infraestructura de una ciudad como la de San Salvador de Jujuy son, en ese sentido, un territorio más bien incómodo para ello. Aún sin ser parte de la indagación esencial de este trabajo, sabemos que las estructuras urbanas en general se presentan inequitativas para las mujeres en la circulación a pie, no sólo porque el diseño ha priorizado la extensión, la fragmentación y la automovilización de las ciudades, en detrimento de experiencias seguras y sustentables, sino porque el género influye de manera inequívoca en el tránsito en la medida que la seguridad, la accesibilidad y la planificación de los circuitos se ven coartadas especialmente para las mujeres y las diversidades. Por otra parte, el acceso a medios privados para la circulación tiene a la moto como el medio más común entre las mujeres, seguido del auto (que en algunos casos es compartido en emprendimiento familiar) y, finalmente, a la bicicleta. Una de cada diez encuestadas cuenta con un medio propio para la movilidad por la ciudad. Por ello, el colectivo se convierte en un medio esencial a nivel local para una de cada tres mujeres trabajadoras de la encuesta, muchas de ellas, pluriactivas.

Partimos de la base de que prácticamente todas las encuestadas circulan por la ciudad para salir a trabajar remuneradamente. Resta considerar en qué medida la movilidad se da como decisión autónoma, dado que 73% de ellas dedicaron tiempo en su semana a salir a hacer compras de comestibles y abastecimiento para el hogar; un 43% salió a hacer tareas comunitarias de distinto tipo; y un 20% salió a colaborar con el cuidado y reproducción doméstica de otros hogares. En este trabajo no reconstruimos si la circulación en esa semana la hicieron con otros integrantes de sus viviendas a su cuidado. Pero podemos distinguir que la movilidad por la ciudad no equivale directamente a autonomía, en la medida de que los propósitos distinguidos en varias de sus salidas están motivados por la satisfacción de necesidades propias y del grupo conviviente, como del sostenimiento de otros hogares y ámbitos sociales (García Vargas 2020; Gorelik 1998).

Otro aspecto considerado en relación a la autonomía de las mujeres trabajadoras atiende al lugar de la vivienda en los sectores populares como ámbito que combina las estrategias de supervivencia, con las actividades para generar ingresos, y con los espacios de cohabitación en la que se despliegan cuidados, afectos y reproducción cotidiana. La coyuntura de pandemia y pospandemia impele a las dinámicas habituales una intensificación del trabajo y una amplificación de la reproducción social (Cavallero y Gago, 2022). En este sentido, observamos estrategias de supervivencia y de generación de ingresos familiares que tienen a la casa como el lugar de trabajo. Actividades que, por otro lado, están asociadas a la cocina y preparación de alimentos y que parecen extenderse como parte de la asunción de responsabilidades domésticas. Así, la generación de ingresos se mezcla con las demás responsabilidades de las mujeres para la familia, y el destino de esos ingresos se percibe de carácter igualmente “familiar”. Observamos en esta línea, también, un número ínfimo de mujeres que disponen de sus casas sin convivencias (autonomía habitacional) y que declaran ingresos más altos que la media con una menor inversión horaria tanto de trabajo remunerado, como no remunerado.

Con respecto a la inversión de tiempo de trabajo remunerado, el dato relevado marca una sobrerrepresentación en la encuesta de mujeres pluriactivas con respecto a los datos nacionales, ya que en la postpandemia la cifra de las mujeres pluriempleadas en Argentina ronda el 10% (contra el 40% de la encuesta). El tiempo invertido en generar ingresos se aumenta en líneas generales entre aquellas que conviven con infancias y adolescencias, lo que da cuenta de que como único ingreso, como principal sostén o como aportante con otros ingresos en la casa, para las mujeres de sectores populares en cualquier rol familiar es necesario dedicar más horas a trabajar remuneradamente cuando tienen a cargo hijos, hermanos, sobrinos y/o nietos. Este factor también determina que sean quienes más horas invierten en tareas domésticas y de cuidado en sus casas. Las horas de cuidado dedicadas a diario impactan decisivamente en que las jornadas queden repartidas en extensas horas entre trabajo remunerado y no remunerado.

En la medida en que no hay diferimiento de los cuidados en nadie fuera de las familias (ni por vías privadas ni en opciones públicas), son las mujeres (las encuestadas y sus convivientes) las que asumen mayoritariamente la carga. Uno de los datos más destacados resultantes de la encuesta, en este sentido, es la completa ausencia de opciones que desfamiliaricen estas cargas para las mujeres jujeñas.

Lo que sí destacamos entre lo relevado es que estas mujeres se movilizan al cuidado de otros fuera de su vivienda, sea a través del abastecimiento para el hogar, sea a través de cuidar y ayudar en las tareas de otras casas más allá de la suya, o sea a través del trabajo comunitario (en iglesias, en ámbitos barriales y autogestivos, entre otros). Van generando espacialidades productivas y de sostenimiento de reproducción de la vida urdiendo con su tiempo y trabajo los ámbitos y los recursos que otros usan y aprovechan. Entonces, las trabajadoras de sectores populares en sus días se movilizan muchas horas por la ciudad, generando ingresos, asegurando el aprovisionamiento y la reproducción de sus viviendas y al servicio de otros.

Cuando hablamos de autonomía y género, suele hacerse énfasis en las segregaciones espaciales público/privado como nudo que reproduce las desigualdades relacionales. En este caso, notamos una continuidad entre ámbitos a través de las que se movilizan ocupa diferentes espacios a lo largo de sus días de la semana. Ocupan de forma agente espacios de distinto tipo (productivos, reproductivos, de cuidado, comunitarios), circulan a mayores o menores distancias por la ciudad (sobre todo a pie y en colectivos), y lo hacen de forma tan extendida en sus horas del día que los tiempos para sí quedan completamente indefinidos y difuminados entre todas las actividades asumidas. Esto es, lo que se manifiesta como autonomía de movilidad, se expresa también como reducción de márgenes temporales para lo propio y lo individual.

Probablemente las desigualdades más notorias se den en las dimensiones materiales de las que (no) disponen: declaran ingresos individuales en líneas generales bajos, en muchos casos además percibidos como ingreso familiar; dan su tiempo a producir capital y a producir/reproducir en el territorio doméstico (más tiempo aun cuando hay niños y adolescentes a cargo); asumen responsabilidades comunales que son gratuitas, no registradas o parcialmente subsidiadas; y prácticamente no disponen de recursos individuales para movilizarse de forma autónoma por la ciudad.

Las expresiones concretas de las vivencias de las trabajadoras de sectores populares jujeños pintan un panorama contextual y relacional en la que se expresa un tipo de autonomía física en la circulación agente por la ciudad, pero restringida por las condiciones materiales en las que pueden hacerlo y por las exigencias temporales que las actividades de sus días les requieren. El derecho a la ciudad es también el derecho a recursos materiales y de servicios que desliguen a las mujeres del sacrificio para el sostenimiento de sus entornos.

Material suplementario
Información adicional

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REFERENCIAS
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Notas
Notas
1. Más allá de las pretensiones de análisis, enmarcadas en este tipo de proyectos, hay un reto crítico dado por el diseño de la investigación, en el que la indagación de la experiencia cotidiana de las encuestadas no necesariamente identifica su vida diaria dentro de marcos interpretativos similares. En este sentido, ponderamos las expectativas de la investigación de acuerdo con los desafíos inherentes a la construcción del conocimiento científico social.
2. Desde hace años, estas agendas se vienen sosteniendo en los Encuentros Plurinacionales de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries (por antonomasia, espacio nodal de los activismos nacionales) a partir de talleres destinados a discutir e intervenir en los trabajos de cuidado y de reproducción de la vida; las acciones gremiales y las estrategias de organización; la feminización y transfeminización de la pobreza; las trabajadoras de la economía popular, y la economía social y solidaria; entre otras instancias, como parte de los ejes vinculados a los problemas más urgentes del género en el mundo del trabajo. En distintas escalas y acompasado con luchas sostenidas desde diversos ámbitos políticos, civiles e institucionales, estas consignas han ido habilitando ajustes de políticas públicas destinadas a aminorar las injusticias de género económicas y productivas. Ejemplos de esto han sido las políticas de cupos (Ley de cupo Trans), los protocolos impulsados institucionalmente (en ámbitos públicos como del sector privado), los espacios de cuidado y guarderías sobre todo en ámbitos de trabajo estatales, programas destinados a personas en situación de violencia de género (Acompañar), destinados a la transferencia de recursos para alimentos (Alimentar) y para las infancias y adolescencias (AUH).
3. Al hablar de la construcción social de la ciudad se alude a que, si bien la ciudad “es una”, siempre es múltiple (no solo por la heterogeneidad espacial per se, sino porque su experimentación e interpretación está librada a la multiplicidad de actores y roles radicalmente diferentes en ella. Esta ambigüedad constitutiva (Gorelik, 1998) de la ciudad (ser una y múltiple a la vez) tensiona los sentidos posibles de lo urbano. A su vez, liga de forma no armónica los sentidos dominantes (estructurales, institucionales y discursivos) que imponen “geografías de poder” (Massey, 1995) a configuraciones conflictivas de los espacios, tiempos y actores de acuerdo con elementos de género, clase, generación, y nacionalidad, entre otros. Elementos que son ordenadores clave de la desigualdad y la diferencia en la construcción social de la ciudad (García Vargas, 2020).
4. Una nota por agregar a esta clásica distinción es que si bien se suele marcar al sur del río Xibi-Xibi como el límite que demarca el sur imaginario de la ciudad, históricamente los asentamientos populares lindantes con el río Grande hacia el sur imprimen en este linde inmediato entre sectores populares y clases medias. Los barrios San Martín, Belgrano, El Chingo y Punta Diamante se corresponden con nuestro punto.
5. La afirmación pertenece a la geógrafa Gerda Wekerle (1985), quien iniciáticamente en los estudios urbanos de género hizo notar que la experiencia urbana de las mujeres -y de su doble jornada- depende en buena medida de una amplia red de servicios sociales que con frecuencia sólo se encuentran en las zonas céntricas de las ciudades.
6. El Gran Jujuy comprende los departamentos Dr. Manuel Belgrano y Palpalá y tres municipios: Yala, San Salvador de Jujuy y Palpalá. La población del Gran Jujuy es de 310.946 habitantes (INDEC, 2010), alcanzando el 46% del total de la población provincial en el 0.1% de la superficie.
7. De acuerdo con la dirección de planeamiento urbano municipal, la ciudad fue dividida por distritos. El distrito Norte incluye los barrios Los Perales, Chijra, 9 de Julio, Campo Verde, Suipacha, Bajo la Viña, Alto la Viña e Higuerillas.
8. Otros estudios además señalan que en hogares pobres son los hombres quienes en general tienen acceso a los vehículos privados, y que los índices individuales de posesión de vehículos muestran números muy menores para las mujeres respecto de los varones (Kunieda y Gauthier, 2007).
9. Respecto de la movilidad y el transporte, el informe Gran Jujuy Sostenible señala la escasa cobertura de transporte público en áreas periféricas, poca seguridad para peatones y la existencia de barreras físicas para la reorganización del territorio. Y destaca la alta tasa de uso de transporte por parte de la población.
10 El cálculo se hace sobre el promedio de las horas totales de trabajo en la semana sobre una base de cinco días, y el tiempo que declaran haber dedicado a las tareas domésticas y de cuidado el día anterior.

Figura 1.
Zona y número de encuestas realizadas.
Elaboración propia en base a los datos de la Encuesta individual de mujeres trabajadoras informales, reproducción y cuidados – San Salvador de Jujuy – 2021 (en adelante, EIMTIRC-SSJ-2021).

Tabla 1
Criterio de selección de la muestra.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

Figura 2
Residencia de trabajadoras encuestadas en la ciudad de San Salvador de Jujuy.
EIMTIRC-SSJ-2021.

Figura 3
Residencia de trabajadoras encuestadas en el sector de Alto Comedero y Palpalá.
EIMTIRC-SSJ-2021.

Gráfico 1
Movilidad con un solo trabajo.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

Gráfico 2
Movilidad de trabajadoras pluriactivas al primer trabajo.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

Gráfico 3
Movilidad de trabajadoras pluriactivas al segundo trabajo.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

Tabla 2
Horas de trabajo remunerado por rol en la vivienda.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

Figura 4
Horas de trabajo remunerado por rol y tipo de convivencia.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

Gráfico 4
Uso de tiempo en trabajos remunerados y no remunerados entre trabajadoras.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.

Figura 5
Tareas comunitarias asumidas por las trabajadoras.
Elaboración propia en base a los datos de la EIMTIRC-SSJ-2021.
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