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EL QUIJOTE VISTO DESDE LA ARQUITECTURA: NATURALEZA-HUMANIDAD-IDEA.
QUIXOTE SEEN FROM THE ARCHITECTURE: NATURE-HUMANITY-IDEA
EL QUIJOTE VISTO DESDE LA ARQUITECTURA: NATURALEZA-HUMANIDAD-IDEA.
Contexto. Revista de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Nuevo León, vol. XII, núm. 17, pp. 23-29, 2018
Universidad Autónoma de Nuevo León
Recepción: 01 Noviembre 2017
Aprobación: 01 Agosto 2018
Resumen: La formación intelectual[3] de un arquitecto y su obra construida es, en cierta manera, un reflejo de su itinerario cultural. La literatura puesta al servicio de la arquitectura engrandece esta formación y su propia existencia. En todo proyecto arquitectónico se pueden encontrar abundantes figuras literarias que son previas a su concepción formal. La literatura incrementa la riqueza y complejidad del lenguaje estético y social de la arquitectura en su fin último, al servicio del hombre. El Quijote visto desde la arquitectura es una poderosa herramienta creativa. Enseña a leer el entorno y convierte los ámbitos en los que el hombre vive en una enseñanza humanística, clara y sencilla. El arquitecto debe entender al hombre como paso previo a la creación artística. Don Quijote de la Mancha recrea un cuadro completo de la vida, en un libro que, al igual que la arquitectura, forma, instruye y da realidad a lo imaginario.
Palabras clave: Arquitectura, literatura, Quijote.
Abstract: The intellectual formation of an architect and his work are characterized by the cultural training he has received. The literature placed at the service of architecture enhances this formation and therefore its own existence. In every architectural project can be found abundant literary figures that are prior to its formal conception. Literature increases the richness and complexity of the aesthetic and social language of architecture in its ultimate end, at the service of man. Quixote seen from architecture is a powerful creative tool. It teaches you to read the environment and converts the areas in which man lives in a clear and simple humanistic teaching. The architect must understand man as a prior step to artistic creation. Don Quixote de la Mancha recreates a complete picture of life. It is a book that, like architecture, teaches, instructs and gives reality to the imaginary.
Keywords: Architecture, literature, Quixote.
INTRODUCCION
Todas las artes están emparentadas. Se puede relacionar la pintura con la escultura; la música con la poesía; la arquitectura con la literatura... En este último caso se dan ciertas similitudes entre distintos autores, como, por ejemplo: Álvaro Siza y Fernando Pessoa; Aldo Rossi y Rainer M. Rilke; o Víctor López Cotelo y Pedro Salinas (figura 1).
El paralelismo existe no sólo porque aparezcan equivalencias formales en sus obras, espacios ya descritos en prosa (o simples destellos literarios en sus memorias) previos a su materialización arquitectónica, sino porque ambos autores expresan los mismos pensamientos y comunican idénticos significados.
La buena arquitectura, como los clásicos de la literatura, alumbra toda la vida. Recogen momentos históricos de la memoria colectiva y los convierten en iconos propios de una generación. Son obras de arte que sobreviven al tiempo y al cambio, anclándose para siempre en el momento presente.
La formación intelectual de un arquitecto, y como consecuencia su obra construida es, en cierta manera, un reflejo de su itinerario cultural. Ese alimento intelectual es imprescindible para no caer en la obsesión de “la forma por la forma”. El buen arquitecto vive preocupado por aumentar su formación: lee y dialoga con los libros; piensa y se hace preguntas; escribe y nos muestra su alma. Estas tres pautas son importantes porque el que no lee ni escribe no puede llegar a tener los rudimentos más elementales del pensar.
La lectura para este propósito es esencial: “La parte más importante del cultivo de la inteligencia se hace con la lectura de los grandes libros” (Lorda, 2009:50). Leer ejercita la inteligencia y ayuda a comprender a todo tipo de personas y situaciones. El arquitecto que lee con dominio, facilidad y gozo aprende a ser mejor arquitecto; más en serio y con mayor intensidad. Se enriquece interiormente; despierta su inteligencia; conoce más y aprende a llegar, con sus obras, al interior de las almas, “… Por medio de la palabra escrita se experimenta el encuentro con la verdad y con la belleza” (Bayer, 2005:108).
Hay libros que divierten y enseñan, que dicen lo que a nosotros nos hubiera gustado escribir, que cambian nuestro modo de ver las cosas, que han pasado la prueba del tiempo, que emocionan y se imponen a nuestro espíritu con la fuerza de lo imprescindible en cuanto los abrimos. Pero no se trata de leer mucho, sino de leer bien. Dicho con palabras de Jaume Balmes: “…conviene leer los autores cuyo nombre es ya generalmente conocido y respetado; así se ahorra mucho tiempo y se adelanta más. Estos autores eminentes enseñan no sólo por lo que dicen, sino también por lo que hacen pensar” (Balmes, 1950:100).
LITERATURA PARA HACER ARQUITECTURA
La simbiosis que se produce entre la literatura y la arquitectura nos permite comparar ambas disciplinas. Las dos se nutren de la preocupación por las formas cotidianas en las que habitamos el mundo y las dos constituyen refugios temporales para el hombre.
Podemos encontrar “arquitectos que escriben, escritores que proyectan arquitecturas, arquitectos como personajes literarios, personajes literarios especialmente ligados a una arquitectura…” (Calatrava, 2010:15), etc. Esta interrelación ha sido estudiada por investigadores como Philippe Hamon prologuista de Architecture, littérature et espaces (2006); Juan Calatrava y Winfried Nerdinger en Arquitectura escrita (2010); o David Spurr en Architecture and Modern Literature (2012), por citar algunos.
La arquitectura tiene reglas y principios diferentes de la literatura. La primera transforma el espacio en un lugar habitable para el ser humano; y la segunda construye un lugar para que los personajes entablen una relación. La distancia entre ambas materias se acorta en los contornos creativos, y es ahí donde se encuentra la correspondencia y el beneficio recíproco. Hay formas arquitectónicas que habitan en la literatura y textos literarios que condicionan lo construido.
Es habitual que la relación entre la arquitectura y la literatura se concentre en dos ámbitos. En la representación formal directa de espacios y, en la relación a través de una metodología (artística), común entre ambas disciplinas. En el primer caso, el beneficio de la narración literaria sobre la arquitectura se produce al tratar el sujeto (creativo) y su relación con el entorno; y en el segundo caso cuando comparten métodos y se responde a principios y voluntades comunes (figura 2).
Dicho de otro modo, nos podemos mover en un vínculo “fiel” y directo entre una obra arquitectónica y un texto –dando como resultado una relación simplemente formal, puntual o simplemente evocadora del espacio en la novela–; o generar un beneficio en cuanto a la metodología artística y a la capacidad de crear obras autónomas, tanto del escritor como del arquitecto.
La arquitectura necesita herramientas narrativas para el análisis y la comprensión del edificio. Este mecanismo de aproximación no se limita a un simple lenguaje descriptivo, sino que es vehículo para aprehender e interiorizar el mensaje arquitectónico. De igual manera la literatura usará herramientas constructivas con la que podrá “apropiarse del entorno para que no sea un elemento estático y objetivo, sino que se relacione con los seres que lo habitan” (Fuster, 2014:71).
La escritura y la arquitectura mantienen un proceso de aglomeración de la experiencia humana en relación con el mundo, como paso previo a la creación artística. La conexión entre el sujeto y la obra proporciona belleza a la arquitectura y bondad a la literatura. En ambas se relacionan de forma inmediata el sujeto, la narración y el espacio; ambas emplean el rigor y la sinceridad del lenguaje como camino de expresión; y ambas muestran –cada una con su lenguaje– la veracidad de la obra creada y la conexión con el sujeto creador (figura 3).
EL QUIJOTE: NATURALEZA-HUMANIDAD-IDEA
La vida nueva, de Orhan Pamuk[4], comienza así: “Un día leí un libro y toda mi vida cambió” (Pamuk, 2006:8). No siempre se acierta a explicar qué es lo que nos gusta de las páginas cervantinas, pero comprobamos que para un arquitecto su lectura es muy provechosa. Es uno de los clásicos de la literatura que perdura y del que se siguen extrayendo múltiples enseñanzas. Un libro extraordinario, que nos hace disfrutar de la buena literatura y que también, como La vida nueva, nos cambia la vida.
Se le considera el libro de los libros y proporciona un compendio plural de saberes y visiones. Podemos decir –con símil constructivo– que es una cantera de inagotables sillares. Entre sus páginas se han encontrado piezas de variada estereotomía y pulida labra, que se han utilizado para tantos y tantos edificios de las artes, las letras y la historia.
Una característica que sorprende –en un trabajo narrativo tan bello– es lo escaso de sus descripciones de espacios arquitectónicos o urbanísticos[5]. La habilidad que prodiga Cervantes para dar vida a sus personajes, y conocerlos tan vivamente, nos hace demandar que suceda de igual manera con aquellos espacios en los que se desarrolla la escena. Pero no es así. El territorio donde con tanta brillantez se mueven los protagonistas de su historia quedará sabiamente velado. La arquitectura que debiera ser escenario natural de la historia de don Quijote se convierte en transparente, casi invisible, fugaz. Lo construido es descrito con bocetos apenas apuntados, o en breves trazos que se desvanecen sin desaparecer del todo. Que Cervantes comenzara su novela escribiendo: “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…” (I, 1)[6], es toda una declaración de intenciones. Además, es una muestra del sigilo que usará como herramienta literaria, para hacernos descubrir que, al igual que en la arquitectura, el silencio puede ser un lenguaje mucho más creativo que la palabra. No consideró necesario describir lo evidente y todos sabían del aspecto de una venta, un palacio o un corral. De este modo, Cervantes (sobre arquitectura) dice mucho, por todo lo que calla (Figura 4).
Podemos decir que El Quijote[7] es una obra completa y muy aprovechable para cualquier profesión, y en nuestro caso (los arquitectos) por tres motivos: primero, nos ayuda a leer el entorno (naturaleza); segundo, instruye en el conocimiento del hombre (humanidad); y tercero, porque su protagonista nos hace pasar de lo imaginario a lo real (idea).
Naturaleza
La lectura del entorno la obtenemos gracias a la detenida observación de la naturaleza que hace Cervantes. De este modo, en su lectura nos transmite el gusto por lo bello y el respeto por lo creado. Cualidades que debemos encontrar en todo arquitecto.
En el itinerario Caballeresco aparecen lugares que se pueden recrear en un marco de identidad espacial, fácilmente reconocible en el tiempo y en escala. Las numerosas ediciones ilustradas han dado buena muestra de esto y resultan coincidentes en las representaciones. Su literatura es por tanto gráfica y su arquitectura se puede leer. No describe literalmente la naturaleza, sino que la reconstruye como cauce de sus aventuras; y no emplea la prosa como literatura escrita, sino que la usa como todos la hablan (Endress, 2088). Por eso se le entiende, y el Quijote resulta una obra con cimientos, estructura y cubierta, que todos admiran y que jamás envejece.
La bipolaridad quijotesca, entre lo real y lo fantástico, exige estudiar específicamente la presencia y tratamiento de la naturaleza, tanto en su cordura como en su locura. En el Quijote hay una velada negación de lo urbano “el manchego no pasa por ninguna ciudad: se aparta de Toledo, no llega a Zaragoza y ni siquiera se adentra verdaderamente en Barcelona. En cierta ocasión, se le ofrece la oportunidad de ir a Sevilla [...] Sin embargo, el atractivo de la ciudad del Guadalquivir [...] lo rechaza enseguida...” (Redondo, 1997:64). Su paisaje es básicamente, un paisaje rural en el que abunda el contacto físico con la naturaleza[8]. En particular la vida rural adquiere la significación de una imagen ideal dónde el Hidalgo puede ejercer de Caballero. Esta vida alejada de la ciudad se asocia con una sabiduría y una bondad natural e instintiva. Y “las personas que viven cercanas a la naturaleza, como los campesinos, los pastores, los gitanos y los salvajes, son literariamente enaltecidas” (Redondo, 1997:65).
Observamos en qué medida don Quijote valora la naturaleza en su discurso sobre la Edad de Oro. De su lectura entendemos cómo de fondo, entre sus propósitos caballerescos, está el intenso esfuerzo para restablecer el supuesto estado natural originario. Un estado lleno de bondad que la naturaleza garantizaba entonces por iniciativa propia y que ahora, por la falta de Caballeros, se está perdiendo. En este discurso Don Quijote declara: “…a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían” (I, 11).
Cervantes obedece a su propia inspiración y compone un contexto natural, con su espacio y su tiempo, donde el Hidalgo construye su historia. También la arquitectura debiera trabajar un contexto natural con la misma precisión. El proyecto se hace desde la comprensión del lugar y para el hombre, en su Naturaleza (figura 5).
Humanidad
El Quijote instruye en el conocimiento del hombre porque es un muestrario permanente de valores humanos. Cervantes emplea una literatura de personajes que cambian, evolucionan e instruyen en el conocimiento del hombre. “En todos, la lectura de la obra de Cervantes provoca actitudes del espíritu, comportamientos individuales y colectivos, reacciones y, en definitiva, situaciones de la naturaleza humana que se traducen en presupuestos que orientan las conductas y los modos de ser” (Barceló, 1987:128).
En cada uno de los 126 capítulos que componen la obra, el autor por boca de sus protagonistas “vierte a cada paso reflexiones, consejos, enseñanzas, máximas y sentencias morales al lado de las más finas críticas y de las más ingeniosas agudezas” (Solana, 2013:9). Unas veces usando el doctrinarismo de don Quijote (hombre de ideales) y otras veces el prudencialismo de Sancho Panza (hombre de realidades). Así nos encontramos con bromas sencillas y aleccionadoras del escudero y otras veces con profundos discursos de su Señor, y ambos nos aproximan al conocimiento del hombre que es tan esencial en la formación del arquitecto.
Con la arquitectura, el proyecto arquitectónico introduce el tiempo futuro en el presente; y modifica el espacio para adaptarlo a la escala humana. Cervantes, en el Quijote, altera el espacio conjugando lo terrenal de Sancho con lo imaginario del Quijote; y modifica el tiempo con diferentes niveles que se suceden, y se superponen, para relacionar la ficción con la existencia humana.
Idea
Y finalmente, su protagonista nos hace pasar de lo imaginario a lo real porque plantea la eterna lucha entre lo ficticio (el Caballero) y lo real (el Hidalgo); entre lo ideal y lo construido; entre lo proyectado y lo realizado. El combate entre la locura del Quijote y la cordura de Alonso Quijano aporta tensión a la novela, similar al esfuerzo que la idea encuentra en la arquitectura, en su pretensión por trascender los límites del pensamiento.
La idea-locura es sueño, equívoco o ilusión. Necesita algún vehículo de expresión y de conocimiento. La manera de alcanzar esa experiencia sensible y cruzar el umbral de la imaginación lo proporciona la ficción literaria. En un comienzo aceptamos la locura del Quijote como fantasía creadora (ficción de realidad) y después la entendemos como una realidad de ficción creíble, interpretable y vital.
Lo real-cordura es la experiencia inevitable, la percepción habitual de los hechos reales, la interpretación de la experiencia cotidiana. La acción literaria representa a un imaginario don Quijote que ve gigantes dónde sólo hay molinos; castillos en vez de ventas; y un ejército cuando sólo son ovejas.
Cervantes hace un esfuerzo sistemático por “…borrar a Alonso Quijano de su novela y dejar en primer plano al caballero andante, al loco cuya personalidad se ha trastocado” (Miñana, 2005:106). Sólo al final de la novela, con la “muerte” de don Quijote, se nos hace entender que no puede morir —aunque sí Alonso Quijano— al llegar a estar tan vivo (Castilla, 2005:30). Pues sólo se mueren las personas en el olvido. En esas últimas líneas hay un efecto mágico, un cambio de papeles. Ahora don Quijote está de parte de la realidad y los otros están, o fingen estar, o siguen estando por inercia, de parte de la ficción (Clamurro, 2005).
En arquitectura ocurre lo mismo. La obra tiene prioridad sobre su autor. Esto sucede al final del proceso creativo, cuando se presenta la verdad-desnuda de la idea-construida (Campo, 2006:11)[9]. A la que sólo se puede acceder (como el Caballero de la Triste Figura) “vestido de cuerdo y desnudo de loco” (II, l). El final del proyecto no es la muerte de la idea sino su renacer. Es el desengaño que lo desviste y lo reconstruye para volver a ser lo que fue en la imaginación del arquitecto, ahora dotada de corporeidad.
Alonso Quijano y don Quijote de la Mancha son fusionados y liberados en la muerte. Como el arquitecto y su obra, que morirán del mismo modo que fueron concebidos: soñados desde la literatura o construidos en la vida real (Figura 6).
CONCLUSION
La arquitectura y la literatura mantienen una sólida relación. No sólo por el cultivo de la actividad intelectual a la que la profesión obliga, sino por la permanente relación con la dimensión humana que lleva consigo el desarrollo de la arquitectura.
La arquitectura se relaciona siempre con la vida de los hombres, y los libros ayudan a construir el camino para adquirir este conocimiento. En este proceso de ida y vuelta, el arquitecto concreta los límites del espacio y la literatura, posteriormente, certifica lo hallado. La formación del arquitecto no debería descuidar nunca su vertiente humanística porque necesita una imagen clara y elemental de lo que es el hombre, de cuál es su perfección y de cómo se cultiva.
La literatura proporciona un camino –figuras literarias previas a la concepción formal– para que la arquitectura configure bien la relación con el entorno (situación), mejore la calidad de vida de las personas (humanística), y alcance, con estos objetivos, la dimensión creativa y estética, pues incrementa la riqueza y complejidad del lenguaje de la arquitectura.
Leer bien es clave, y el Quijote es un magnífico libro para alcanzar este conocimiento. Para los arquitectos es una obra nutricia por tres motivos: enseña a leer el entorno; instruye en el conocimiento de la persona; y finalmente porque la acción literaria representa a un imaginario don Quijote que combate la cotidiana inercia de las cosas, como sucede en la arquitectura en su esfuerzo por construir la idea.
Cervantes en el Quijote ilumina, conforta, y aporta sosiego y belleza. Nos hace contemplar las acciones nobles que el ser humano puede realizar. Crea un espacio donde se desarrolla la ficción y lo cede a la arquitectura para que proporcione su forma tangible. Todas las relaciones que encontramos en la narración se pueden estudiar estructuralmente porque están construidas en el imaginario de Cervantes y en la realidad de cada personaje.
De este modo, el arquitecto debe entender al hombre. Cervantes habla de él porque recrea un cuadro completo de la vida. Conocer su libro es descubrir la relación de lo real con lo imaginario; entender que el mundo de la arquitectura es lo natural y no lo ajeno, lo humano y no lo ficticio, el entorno y no el objeto.
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Notas