La construcción del yo en Historia de un alma, autobiografía espiritual de Teresa de Lisieux
The construction of the self in the Story of a soul, spiritual autobiography of Thérèse of Lisieux
La construcción del yo en Historia de un alma, autobiografía espiritual de Teresa de Lisieux
Educere, vol. 21, núm. 68, pp. 89-97, 2017
Universidad de los Andes
Recepción: 11 Enero 2017
Aprobación: 16 Enero 2017
Resumen: Historia de un alma, de Teresa de Lisieux puede ser ubicada dentro de las especies de la literatura del yo, como autobiografía, un género literario que establece un pacto autobiográfico con el lector basado en la identidad autor-narrador-personaje. Esta afirmación se fundamenta en el presente artículo desde la teoría autobiográfica de Lejeune (1991) y algunas consideraciones de Gusdorf (1991) y Loureiro (1991). En cuanto a su referencialidad, la obra presenta una reelaboración de los sucesos por parte de la autora, que se manifiesta en las diferentes características de los recuerdos autobiográficos: las evocaciones poseen una fuerte relación con el yo, la estructura narrativa presente, las imágenes visuales y otras modalidades sensoriales, y el vivo componente emocional.
Palabras clave: Teresa de Lisieux, autobiografía, el yo, reelaboración.
Abstract: The Story of a Soul by Thérèse of Lisieux can be considered part of the literature of the self, as an autobiography, a literary genre that stablishes an autobiographical pact with the reader based on the identity author – narrator – character. This statement is placed on this paper from the autobiographical theory of Lejeune (1991) and some considerations of Gusdorf (1991) and Loureiro (1991). This work presents, regarding referenciality, a re-elaboration of the events made by the author which is stated through different characteristics of the autobiographical memories: evocations are strongly related to the self, the narrative structure is present, the visual images and some other sensory modalities and also the living emotional component.
Keywords: Thérèse of Lisieux, autobiography, the self, re-elaboration.
Comenzaré, pues, a entonar el cántico que repetiréeternamente: ¡Las misericordias del Señor! (Sal. 88, 2)
Teresa de Lisieux

Introducción
La presencia del “yo” ha sido muy fuerte en escritos de diversos autores desde la Antigüedad. La hallamos en especies literarias como la autobiografía, las memorias, los diarios íntimos, las confesiones, los epistolarios, las autoficciones y los relatos de infancia. Muchas veces se hace difícil hallar los límites existentes entre ellas o los rasgos esenciales que las caracterizan.
En el presente trabajo se buscará ubicar la obra Historia de un alma de Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz en alguna de las especies nombradas y fundamentar la decisión tomada. Partimos de la hipótesis de que la obra es una autobiografía espiritual, porque se trata de una narración que la misma santa hace de su propia vida en primera persona, con recuerdos característicos de la memoria autobiográfica y dando preponderancia a la historia de su evolución espiritual.
Para realizar nuestro análisis nos basamos en la teoría de la autobiografía de Lejeune (1991), los estudios de la memoria de Ruiz Vargas (2004), los aportes de Loureiro (1991) y la noción de “pacto ambiguo” de Alberca (2007).
El trabajo se organiza de la siguiente manera: en primer lugar, hacemos un resumen de la vida de Teresa y ubicamos cronológicamente su obra; en segundo lugar, fundamentamos desde la teoría autobiográfica de Lejeune (1991) y algunas consideraciones de Gusdorf (1991) y Loureiro (1991) la afirmación de que Historia de un alma es una autobiografía espiritual, y se observará si la obra establece un pacto autobiográfico con el lector; por último, se planteará qué motivación podría encontrar la santa para escribir sobre sí misma y respondemos este interrogante desde las aportaciones teóricas de Loureiro (1991).
Reseña biográfica de Teresa de Lisieux
El jueves 2 de enero de 1873 nació en Alençón María Teresa Francisca Martin. Sus padres se llamaban Celia y Luis; tuvieron nueve hijos de los cuales cuatro no llegaron a los cinco años. Su madre murió tempranamente. Un tiempo después, la familia se trasladó a Lisieux.
Desde su infancia destacó por ser muy piadosa. A los 15 años ingresó en el Convento Carmelita de Lisieux, donde en 1893 fue nombrada profesora de novicias y en el que viviría hasta su muerte.
Ejemplificó con su vida lo que ella llamaba el ‘caminito espiritual’, una devoción a Dios tan profunda como simple, que consistía en abandonarse enteramente a la voluntad de Dios y buscaba la santidad en los actos y tareas pequeños de cada día. Sus superioras le pidieron que escribiera un relato de su vida. Historia de un alma (1898) se convirtió en una de las obras más leídas de todos los tiempos. Pronto se le atribuyeron numerosos milagros que dieron sentido a su misteriosa promesa: “Después de mi muerte dejaré caer una lluvia de rosas”.
Canonizada por el papa Pío XI en 1925, dos años más tarde fue declarada santa Patrona Universal de las Misiones Católicas, junto con San Francisco Javier. En octubre de 1997, cuando se cumplía el primer centenario de su fallecimiento, fue proclamada Doctora de la Iglesia por el Papa Juan Pablo II. Comparte con Juana de Arco el santo patronazgo de Francia. Su festividad se celebra el 1 de octubre.
La Historia de un alma
Teresa estaba escribiendo hace un tiempo unos cuadernillos a pedido de la Hermana Inés (Paulina, hermana de Teresa). En 1897, viendo que la enfermedad de Teresa se había agravado, la Hermana Inés pide a la entonces priora Madre Gonzaga que inste a la santa a terminar de escribirlos. El libro fue publicado el año siguiente a la muerte de Teresa1. La obra, dividida en tres manuscritos (A, B y C), ahora cuenta con una edición pura, eliminadas ya todas las modificaciones y agregados hechos por sus hermanas.
Historia de un alma está dedicada “A la Rda. Madre Inés de Jesús” (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 13), que la santa considera dos veces su madre. A ella le comenta, al paso que va relatando distintos recuerdos de su vida, sentimientos, deseos, sorpresas y reflexiones.
Justificación de la naturaleza autobiográfica de la obra
En primer lugar, es necesario definir qué es una autobiografía. Phillippe Lejeune (1991, p. 48) en El pacto autobiográfico la define como un “Relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida individual y, en particular, en la historia de su personalidad”. Él mismo aclara que su definición abarca los límites históricos del período 1770-1975 aproximadamente (año este último en que el autor publica Le pacte autobiographique) y la literatura europea. Dentro de este marco puede ubicarse perfectamente la obra que estamos trabajando; por lo tanto, será posible aplicar la definición de Lejeune en Historia de un alma.
Es conveniente comprender mejor la definición en cuestión para ubicar la obra en un molde genérico. Para hacerlo, haremos la oposición de cada característica enunciada en la definición con las que presentan otros tipos de especies de la literatura del yo. Se trata de un relato retrospectivo a diferencia de un diario íntimo, que va escribiéndose día por día o de los autorretratos o ensayos que pueden no tener esta perspectiva regresiva. Es un relato, o sea, una narración; en esta categoría no entran ni el autorretrato ni el ensayo. Este relato está escrito en prosa, al contrario del poema autobiográfico. Difiere de la novela autobiográfica en que en ésta el autor no es el narrador.
En el tema tratado, por ser la vida de un individuo y la historia de una personalidad se distancia de las memorias, que tienen siempre una mayor consideración del entorno geográfico y social del personaje principal. En la obra que nos ocupa está patente la condición de narrar la historia de una personalidad puesto que la santa le da a su obra el nombre de Historia de un alma; recalcando así su condición de autobiografía “espiritual”. Esta característica presentada en el título se verifica a lo largo de la obra; Teresa marca la evolución que fue dándose en su alma a lo largo de su vida. Algunos pasajes así lo demuestran: “No es, pues, mi vida, propiamente dicha la que hallará en estas páginas, sino más bien mis pensamientos acerca de la vida acerca de las gracias que se ha dignado concederme nuestro señor (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 16)”.
Me hago muy bien cargo de que, con semejante naturaleza, de no haber sido educada por padres virtuosos, hubiera sido muy mala andando el tiempo, y aun quizá me hubiera condenado eternamente. Pero Jesús velaba por su pequeña esposa, e hizo que todos sus defectos se volviesen provechosos para ella, pues, combatidos a tiempo, le sirvieron para adelantar en la perfección (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 26).
Historia de un alma es un relato retrospectivo. La autora lo escribe comenzando desde su infancia, a la que dedica varios capítulos, llegando hasta su presente. Dice en las primeras páginas: “Me encuentro en aquella época de mi existencia en la que puedo echar una ojeada a lo pasado: ha madurado mi alma en el crisol de las pruebas interiores y exteriores” (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 16). Y más adelante, luego de acabar con las discusiones sobre el misterio de Dios en su vida con las que ha comenzado el libro, agrega: “entraré ahora en los detalles de mi infancia” (p. 17) y aclara que continuará su narración considerando que su vida tiene tres etapas marcadas: 1) su infancia, 2) desde la muerte de su madre hasta la entrada en el Carmelo y 3) desde su entrada en el Carmelo hasta el momento en que escribe.
En este relato la narradora ubica la historia en un tiempo pasado, aunque al final se sitúe en el momento de la escritura y haga constantes alusiones al estado actual de su alma y a impresiones actuales. La obra está estructurada en forma de historia y las disquisiciones son totalmente válidas en una narradora que cuenta la historia de su personalidad. Aquí entra en juego el tema propuesto por Lejeune (1991) en su definición: una vida individual y la historia de su personalidad. Ambos se encuentran en el libro estudiado.
La obra está escrita en prosa y la autora establece una identidad narrador-personaje principal mediante el uso de la primera persona, y una identidad narrador-autor con el empleo de las siguientes palabras al inicio de la obra: “Madre querida, a V.R., que es dos veces mi madre, confío la historia de mi alma” (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 13)2. En este título hallamos el posesivo “mi” que conecta la primera persona con el nombre del autor. Esta conexión se mantiene a lo largo de toda la obra y se hace explícita en el uso del nombre Teresa por parte del personaje principal. Mediante esta identidad, usando categorías de Lejeune, es posible establecer con el lector un “pacto autobiográfico”; i. e., ante la afirmación en el texto de la identidad autor-narrador-personaje envía en última instancia al autor cuyo nombre está en la portada.
Podríamos pensar que las referencias que presenta una obra de este tipo no sean fehacientes, pero Lejeune (1991) aclara que lo que hace que la obra sea una autobiografía es más que el parecido (muy difícil de verificar) del personaje con el autor, la identidad que se establece entre ambos, que es la que sostiene dicho parecido. De todos modos, este caso no presenta esos problemas, pues se saben con certeza como ocurridos históricamente muchos datos de los consignados por Teresita, conocidos, además, por hermanas de la autora y las compañeras de su estadía en el Carmelo. Nos hallamos ante un texto puramente referencial, ante un pacto autobiográfico y no ambiguo3 ni novelesco.
También Ángel G. Loureiro (1991: p. 3) hace referencia a la cuestión de la referencialidad diciendo: “El estudio de la autobiografía pasa a centrarse así en los ‘hechos’ del pasado a la ‘elaboración’ que hace el escritor de esos hechos en el presente de la escritura: la memoria ya no sería un mecanismo de mera grabación de recuerdos sino un elemento activo, que reelabora los hechos”. Sin llegar a una posición relativista, es necesario reconocer que el recuerdo autobiográfico tiene características propias que hacen que no sea equivalente a la situación vivida y que agrega consideraciones del presente a lo pasado. No vamos a afirmar que el discurso es el que constituye al sujeto, sino más bien que a través de la autobiografía el sujeto “re-piensa” su vida (o hace una relectura de esta, como afirma Gusdorf) y agrega a esta una nueva experiencia, quizá resignificando lo vivido.
Gusdorf (1991: p. 12) habla de esto como de una relectura de la propia vida: “El autor de una autobiografía se impone como tarea el contar su propia historia; se trata, para él, de reunir los elementos dispersos de su vida personal y de agruparlos en un esquema de conjunto”. Al hacer esto se justifica, se transforma en vencedor en situaciones en las que parecía haber sido vencido, da un valor a toda una vida que termina y se pregunta por su valor; en definitiva, resignifica su vida. Veamos un fragmento de Historia de un alma que ejemplifica esta situación:
Menester es que me conozca V.R. muy a fondo, madre querida, para que no sonría al leer estas páginas. ¿Hay, en efecto, un alma menos probada, en apariencia, que la mía? ¡Ah! Si apareciera a las miradas humanas el martirio que sufro desde hace un año (…) (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 197).
Continúa Gusdorf (1991: 13): “La intención consustancial a la autobiografía, y su privilegio antropológico en tanto género literario, se muestra así con claridad: es uno de los medios del conocimiento de uno mismo, gracias a la reconstrucción y al desciframiento de una vida en su conjunto”, y no de hechos aislados o solo pertenecientes al presente. Añade: “En otras palabras, la autobiografía es una segunda lectura de la experiencia, y más verdadera que la primera, puesto que es toma de conciencia: en la inmediatez de lo vivido, me envuelve generalmente el dinamismo de la situación (…)” (Gusdorf, 1991: p. 13). Así, el autor señala la intención confesada de la autobiografía –“re-trazar simplemente la historia de una vida” (Gusdorf, 1991: p. 14)– y la intención profunda, orientada a una suerte de apologética del ser personal.
La autobiografía de Santa Teresa es toda toma de conciencia, reelaboración por medio de la reflexión de las experiencias vividas. Esto puede observarse en las siguientes citas de la obra analizada: “Pero, ¿en qué punto de mi relación estaba? Otra vez me he perdido en un dédalo de reflexiones (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 235)”.
Hija de la luz soy; he comprendido que mis deseos de abrazar todas las vocaciones y de serlo todo, eran riquezas que podrían muy bien tornarse injustas, por lo cual las he empleado en procurarme amigos (…) me presenté ante los ángeles y la asamblea de los santos, y les dije: “Soy la más pequeña de las criaturas; reconozco mi miseria, pero sé también hasta qué punto desean hacer el bien los corazones nobles y generosos; (…) os suplico que me alcancéis vuestro doble amor (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 269).
Gusdorf (1991, p. 14) añade lo siguiente: “Una higiene moral suficientemente severa, así como una fe fundamental, permitirán restablecer la realidad de los hechos (…). La mayor parte de los autores que cuentan su vida no se plantean otras cuestiones: el problema psicológico de la memoria, el problema moral de la imparcialidad con respecto a uno mismo, no son obstáculos infranqueables”. El autor no desconoce la circunstancia de que es desde un momento actual que se recupera un pasado que ya se fue y por ello lo aclara a continuación; en función de esta circunstancia plantea que no se le puede pedir objetividad absoluta a la autobiografía: “la verdad de los hechos se subordina a la verdad del hombre, pues es sobre todo el hombre lo que está en cuestión” (Gusdorf, 1991: p. 15). La autobiografía no es tan solo historia: es obra de arte y de edificación. Edificación que, por cierto, no termina en el relato, sino que se continúa: “El creador lucha contra su sombra, con la única seguridad de que jamás la podrá apresar” (Gusdorf, 1991: p. 17). Teresa de Lisieux lo expresa así en la obra estudiada:
Convengo en que esta historia es una madeja muy enredada. Pero, desgraciadamente, no sé hacerlo mejor: escribo tal como me vienen los pensamientos; echo al azar el anzuelo en el arroyuelo de mi corazón, y le ofrezco después mis pececitos tal como se dejan coger (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 235).
También trata de asir de la manera más fiel posible los hechos de su vida acudiendo a unas cartas escritas por su madre cuando era pequeña: “He aquí unas líneas de mamá en confirmación de lo que yo decía respecto al modo de demostrar mi cariño a mis padres” (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 19).
Análisis del modus operandi de la memoria autobiográfica en Historia de un alma
Las consideraciones anteriores nos llevan a plantearnos de qué modo actúa la memoria autobiográfica en el recuerdo del sujeto. Desarrollaremos ese tema siguiendo los estudios de Ruíz Vargas (2004) sobre la memoria autobiográfica. El autor distingue inicialmente dos tipos de memoria: la operativa y la memoria a largo plazo (MLP). Dentro de la memoria a largo plazo diferencia cuatro subsistemas: la memoria de procedimientos, el sistema de representación perceptiva, la memoria semántica y la memoria de episodios.
Así como la memoria semántica se encarga de la adquisición, retención y utilización del conocimiento en sentido amplio (hechos y conceptos), la memoria episódica hace lo propio con la información relativa a sucesos personales y eventos de nuestro pasado que han ocurrido en un momento y en un lugar específicos. La segunda, a diferencia de la primera, tiene un “principio de codificación específica”: el modo en que codificamos un suceso determinará las claves de recuperación que nos ayudarán posteriormente a recordarlo.
La memoria episódica tiene dos características fundamentales: 1) hace posible el viaje en el tiempo desde el presente hacia el pasado y hacia el futuro (proyección), y 2) va acompañada de una “conciencia autonoética”, i. e., de una experiencia consciente de sí mismo como una entidad continua a través del tiempo.
Los recuerdos autobiográficos son un tipo de información episódica. Al ver las características de este tipo de recuerdos que se hacen presentes en el texto de la santa. La primera es su relación con el yo: que sea experimentado como recuerdo personal y esté asociado con una sensación del sí mismo. La relación constante de los recuerdos y el sentimiento del yo en Historia de un alma está en el libro de principio a fin en cada recuerdo de Teresa de Lisieux. A modo de ejemplo citamos algunos fragmentos:
Recuerdo también el grandísimo cariño que sentí desde entonces por mi querida madrina, que acababa de terminar sus estudios en la Visitación. Sin darlo a entender, fijaba mi atención en todo lo que pasaba y decían en torno mío; me parece que juzgaba las cosas tal como ahora (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 10).
Hubo un momento en el cual me encontré sola frente al ataúd, colocado de pie en el pasillo. Permanecí largo rato contemplándolo; nunca había visto ninguno, pero comprendí para qué servía; era yo tan pequeña, que debía levantar la cabeza para verlo por entero, y me parecía muy grande, muy triste... (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 34).
Los recuerdos autobiográficos poseen, además, una estructura narrativa. No se podría afirmar con certeza que los recuerdos se almacenen como narraciones, pero Ruíz Vargas (2004) afirma que se les impone esta estructura en su recuperación y por ello es fundamental a la hora de guardarlos en la memoria. También aquí son innumerables los fragmentos ilustradores de esta característica que se pueden citar. Se toma solo dos: “En otra ocasión me hallaba en el lavadero, frente a una hermana que, lavando los pañuelos, me salpicaba con agua sucia a cada momento (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 244)”.
Cierto día, durante el recreo, compareció la portera en busca de alguna hermana para un trabajo particular que señaló; yo, que con infantil deseo anhelaba ocuparme en tal quehacer, fui cabalmente la elegida. Empecé entonces a doblar nuestra labor, pero con bastante calma, para darle tiempo a mi vecina a doblar la suya antes que yo, pues sabía que le ocasionaría una satisfacción dejándola substituirme (...) (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 210).
Es importante en el tipo de recuerdo que analizamos la evocación de imágenes visuales y de otras modalidades sensoriales. Estas imágenes hacen que el recuerdo sea más creíble o se relacionan con un trauma o experiencia muy agradable que ha hecho que queden grabadas especialmente de esa manera. A continuación, presentamos algunos fragmentos de la obra que poseen esta particularidad:
La conmovedora ceremonia de la extremaunción quedó grabada en mi alma; todavía me parece ver el lugar donde me hicieron arrodillar; todavía oigo los sollozos de nuestro padre (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 34).
El día 29 de julio del año pasado llamó el Señor a su gloria a nuestro buen padre (...) sólo una vez lo vimos en el locutorio durante el transcurso de su enfermedad. ¡Qué entrevista aquella! ¡Vuestra reverencia se acuerda, madre mía! Al momento de separarnos, como nos despidiéramos diciéndole: “¡Hasta la vista!”, alzó los ojos, y señalándonos el cielo con el dedo, permaneció así largo rato expresando su pensamiento con estas únicas palabras pronunciadas con voz embargada por el llanto: “¡En el Cielo!” (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 183).
Por último, hay en los recuerdos autobiográficos un componente emocional. Este componente suele ser el que ayuda a que el recuerdo permanezca fielmente en la memoria y durante largo tiempo. En la autora que se estudia esto se halla reflejado intensamente: Teresita era una muchacha muy emotiva que daba trascendencia y sentido divino a todo lo que ocurría en su vida, por ello la historia que narra tiene recuerdos exactos de detalles de los hechos que cualquier otra persona que hubiera olvidado fácilmente. Es muy específica, por ejemplo, en recuerdos de su niñez. Comenta al respecto:
“Dios se dignó abrir mi inteligencia muy tempranamente y grabar tan profundamente en mi memoria los recuerdos de mi infancia, que estos sucesos pasados me parecen ocurridos ayer (…) Mis primeros recuerdos están llenos de las más tiernas sonrisas y caricias” (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 18).
Razones por las que Teresa decide escribir su autobiografía
Es casi inevitable intentar comprender por qué alguien como Teresa de Lisieux accedió a hablar de sí misma, siendo una persona que no consideraba fundamental dejar un testimonio de sí misma, pero alguien más lo consideró así y por ello le pidió que escribiera su autobiografía. Ella, por su deber de obediencia, no pudo negarse a hacerlo. Por otro lado, no hay que afirmar que la santa, debido a su gran humildad, no supiera lo que su vida tenía de única e irreemplazable:
Si una florecita tuviera el don de la palabra me parece que diría con sencillez cuánto ha hecho Dios por ella, y no intentaría ocultar sus dones. Bajo pretexto de humildad, no diría que carece de gracia y de fragancia; que el sol ha descolorido su esplendor y la tormenta tronchó su tallo, teniendo la convicción de que es todo lo contrario. La flor que va a referir su historia se regocija al tener que publicar las atenciones verdaderamente gratuitas de Jesús (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 17).
Resulta interesante estudiar las causas de que en el momento histórico en que nos hemos situado se le diera importancia al género autobiográfico. Gusdorf (1991: 10) hace un recorrido histórico por medio del cual relaciona el auge del enfoque en el individuo con la cosmovisión cristiana. La preocupación, que nos parece tan natural, –dice– de volverse hacia el pasado, de reunir su vida para contarla, no es una exigencia universal”. Hace referencia a esta noción de la originalidad de cada vida y la relaciona con la conciencia de sí, que se dio con mayor fuerza a partir de las Confesiones de San Agustín, según el autor: “La aparición de la autobiografía supone una nueva revolución espiritual [además de la que –según Gusdorf (1991: p. 11)– hizo a la humanidad consciente de su “historicidad”; i. e., de que hace ella misma su historia]: el artista y el modelo coinciden, el historiador de toma a sí mismo como objeto”.
Este movimiento por el cual el yo se acerca a la imagen de sí, como lo hizo Narciso, proviene de una nueva antropología que surgió con el cristianismo: cada destino es importante, cada acción y cada intención cuenta. En el renacimiento esta concentración en el yo tomará mayor fuerza, despegándose de la trascendencia de la que se hallaba impregnada y cultivando la individualidad.
En la obra de Teresa de Lisieux no es posible despegar la referencia al yo de una constante alusión a Dios; aun así, la obra está increíblemente centrada en su individualidad. La santa tiene una fuerte conciencia de la importancia de cada uno de sus pequeños actos y ha experimentado constantemente el valor de su vida: “Venerada madre mía, yo soy un pincelillo que ha elegido Jesús para pintar su imagen en las almas (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 224)4”. “Mas se me ocurre una idea: ¿Por qué dio el Señor semejante luz a una niña, la cual, si la hubiese sabido interpretar, hubiera muerto de dolor? (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 51)”. “¡La Santísima Virgen se ha acercado a mí; me ha sonreído! (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 67)”.
Tan sorprendente era el parecido entre la florecilla y Teresita, que creí oír referir mi historia, por lo que recibí aquella florecilla como una reliquia. Noté que al cogerla papá, la había arrancado con todas sus raíces sin romperlas; parecía, pues, destinada a vivir en otra Tierra más fértil, y pensé que lo mismo acababa de hacer conmigo, permitiéndome trocar el dulce valle, testigo de mis primeros pasos en la vida, por la montaña del Carmelo (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 108-109).
Por otra parte, en la obra hay todo un trasfondo agustiniano: como se manifiesta en las Confesiones, la persona sale de su dispersión en las cosas del mundo (distentio) para focalizarse en sí misma (intentio) y, a partir de la constatación de la propia miseria y de la imagen del creador que hay en ella, se redirige hacia él (extensio). La santa refiere su propia vida como en un in crescendo de dirección del alma a Dios, desde una mayor dispersión en el mundo a una unión cada vez más intensa con el Señor. De hecho, al igual que el santo mencionado, habla más de sí en la primera parte de su obra y hace más exégesis bíblicas y análisis de poemas para llegar a Dios al final de la obra. El siguiente fragmento ilustra esto:
Entonces gimo como la golondrina (Is. 38, 14); este gemido os lo descubre todo, y os acordáis, ¡oh misericordia infinita, de que no viniste a llamar a los justos, sino a los pecadores! (Mt. 9, 13, Mc. 17, Lc. 5, 32) (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 273).
La llegada a Dios la lleva a querer comunicarlo a los que, como ella, sean como niños: “¡Os suplico que inclinéis vuestra divina mirada a un sinnúmero de almas pequeñitas, suplico que escojáis en este mundo una legión de víctimas pequeñas dignas de vuestro amor! (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 275).
Consideraciones finales
En el presente trabajo ubicamos Historia de un alma, de Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, dentro de las especies de la literatura del yo, como autobiografía. Fundamentamos desde la teoría autobiográfica de Lejeune (1991) y algunas consideraciones de Gusdorf (1991) y Loureiro (1991) esta afirmación. Las razones de esta decisión son las siguientes: se trata de una narración hecha por la misma autora que trata acerca de su propia vida y de la historia de su personalidad (su “alma”), escrita en primera persona y que presenta recuerdos característicos de la memoria autobiográfica.
Se observa que la obra establece un pacto autobiográfico con el lector (no ambiguo ni novelesco). Aunque sabemos con certeza la realidad histórica de hechos referidos en la obra, lo que hace que la obra sea una autobiografía es más que el parecido del personaje con el autor, la identidad que se establece entre ambos.
La referencialidad de la obra se establece (como en cualquier obra autobiográfica) de una manera particular: no se presentan neutralmente ‘hechos’ del pasado, sino una “elaboración” que hace la autora de esos hechos en el presente de la escritura. La memoria no se limita a recuperar los sucesos, sino que en alguna medida los reelabora. Se hace una relectura de la vida. La autobiografía de Teresa de Lisieux es una toma de conciencia, reflexión constante sobre las experiencias vividas.
Un punto importante tratado en relación con la referencialidad es el modo en que la memoria episódica recupera los recuerdos: las evocaciones presentadas por la autora poseen todas unas fuertes relaciones con el yo, una estructura narrativa, la evocación de imágenes visuales y de otras modalidades sensoriales y un vivo componente emocional.
Por último, logramos comprender por qué una persona tan humilde como Teresa accedió a la orden que le mandaba hablar de sí misma. Desde Gusdorf (1991) se respondió que se trata de una mayor comprensión sobre la originalidad de cada vida y un auge de la conciencia de sí, que se dio con mayor ímpetu a partir de las Confesiones de San Agustín. Este movimiento proviene de una nueva antropología que surgió con el cristianismo: cada destino es importante, cada acción y cada intención cuenta. Todo esto se ve reflejado en la obra desde el principio, unido siempre a la referencia al Señor:
Sí, siempre ha sido el Señor conmigo compasivo y benigno, tardo en airarse y de gran clemencia (Sal. 52, 8). Por tanto, es dicha verdadera para mí celebrar sus inefables beneficios al referirlos a V.R., madre mía. Voy, pues, a escribir la historia de esta florecilla elegida por Jesús (…) (De Lisieux, 2004 [1988]: p. 16)5.
Referencias bibliográficas
ALBERCA SERRANO, Manuel (2007). El pacto ambiguo: De la novela autobiográfica a la autoficción. Madrid: Biblioteca Nueva.
DE LISIEUX, Teresa (2004 [1988]). Historia de un alma. Prólogo de Pedro Villarejo. Buenos Aires: Lumen.
GUSDORF, Georges (1991). “Condiciones y límites de la autobiografía”. Trad. Por Ángel G. Loureiro. En: Suplemento Anthropos, 29, 9-18.
LEJEUNE, Philippe (1991). “El pacto autobiográfico”. Trad. por Ángel G. Loureiro. Suplemento Anthropos, Barcelona, 29, 47-61.
LEJEUNE, Philippe (2001). “Definir la autobiografía”. Trad. por Amparo Hurtado. Boletín de la Unidad de Estudios Biográficos, Barcelona, 5, 9-18.
LOUREIRO, Ángel (1991). “Problemas teóricos de la autobiografía”. Suplemento Anthropos, Barcelona, 29, 2-9.
RUIZ VARGAS, José María (2004). “Claves de la memoria autobiográfica”. En: Fernández, C. y Hermosilla, M. (Eds.). Autobiografía en España: Un balance. Madrid: Visor libros.
Notas
Notas de autor