Editorial

Revistas científicas venezolanas fallecen por inanición: Un ensayo autogestionario en un país caotizado

Scientific Journals on the Road to Finish Production. An Essay on Country under Chaos

Pedro José Rivas
Universidad de los Andes , Venezuela

Revistas científicas venezolanas fallecen por inanición: Un ensayo autogestionario en un país caotizado

Educere, vol. 22, núm. 73, pp. 503-510, 2018

Universidad de los Andes

Una crisis que devora a todos

Educere cierra su año editorial con la presentación de su tercer número, correspondiente al cuatrimestre sep­tiembre-diciembre 2018. En su volumen número 22 reitera su optimismo de vida, pues a pesar de la severa crisis que sacude a Venezuela y le implosiona la vida social y económica del país, Educere, como proyecto editorial universitario, se anota a no perecer por inanición.

No es un secreto que la crisis que hoy atraviesa Venezuela ha afectado los proyectos académicos de institu­ciones públicas y privadas, así como los anhelos y las expectativas de la gente común y de los emprendedores chicos y grandes, pues en una crisis nadie queda exento de su efecto. Sin embargo, hay que seguir, porque abordar la crisis no nos debe ubicar en la actitud de simpatizar con los permanentes lamentos de los pesimistas o, en su defecto, tampoco debe identificarnos con las prometedoras y salomónicas ofertas políticas y económi­cas en las que se apunta la gente de fe perdida, cuyo objetivo es buscar un amparo desesperado en las medidas socorristas del gobierno de turno.

Hoy más que nunca, no se debe olvidar que las promesas que se vuelven a oír son muy parecidas a las ofrecidas por los oportunistas y salvacioncitas de ayer, pues tengamos presente que aquellos tuvieron la oportunidad de conducir los destinos de la nación y no lo hicieron. Es por ello que es indigno para el venezolano común volver a oír promesas incumplidas de políticos morosos, que piden nuevas oportunidades para realizar lo que no pudieron hacer cuando el país, boyante de dinero contante y sonante, les dio la oportunidad para hacer historia y no supieron ni pudieron hacerlo; ahora en plena tormenta y con el Titanic haciendo aguas prome­ten salvarlo, sabiendo lo que le ha ocurrido a esta nave hecha para no zozobrar.

Desde una reflexión profunda, hoy se debe quedar claro que los gobiernos elegidos y los partidos ganadores cuando no hacen las funciones y las tareas de Estado, tal como lo indica el arte de la buena política, desfiguran la gracia de la majestad y el poder que el soberano les ha concedido, entrando así en el descredito público de una autoridad pisoteada que se vuelven inmoral y que convierte a la democracia en un sistema político infe­cundo, ineficiente y acomodaticio, el cual al final se quedará sin vocerías calificadas.

Ahora bien, hemos reiterado en editoriales anteriores que estamos viviendo en carne propia la crisis más lacerante y descarnada de un país que fue acabado por propios y extraños; un país en el que muy pocos se atreverían a hacer lo que Jesús dijo a los fariseos: “Quien esté libre de pecados que lance la primera piedra”, sin embargo, quiero aclarar que esta referencia epistolar no es una salida discursiva para evadir el peso de la res­ponsabilidad histórica que señala que todos somos culpables por igual. No, un gobierno se hace malo o bueno en el ejercicio de su administración, es por ello que las excusas sobran, pues en la política se mide el riesgo de las acciones antes de que ocurran, no después.

Desde esta premisa, la historia tendrá junto a su justicia la dura labor de identificar sin dificultad a los culpa­bles en sus diferentes grados de débito para que la espada caiga sobre los responsables directos y colaterales, estén presentes u ocultos en este maremágnum que hoy gobierna nuestra existencia. Quienes gobernaron la nación sabrán lo que significa desempolvar el decreto de guerra a muerte, ya que hoy están seriamente compro­metidos aquellos que hicieron lo imposible, dentro y fuera del país, para llegar a la magnitud de una cotidia­nidad gobernada por la subcultura del bachaquerismo en todos los órdenes.

Aunado a lo antes expuesto, también nos arropa una migración indetenible que abruma nuestras fronteras, dando cuenta del problema que vive Venezuela. No solo se van los profesionales universitarios y técnicos del sector público y privado, sino que miles de jóvenes y estudiantes dejan vacías las aulas de los liceos y las universidades, lugar en el que se estaba construyendo el imaginario educacional del futuro. Un fuga incontro­lable de maestros de las escuelas primarias, colegios privados y de profesores liceístas, quienes también se van buscando otros rumbos para alcanzar lo que el país ya no les puede garantizar.

Junto a ellos, el país también ha tenido que sufrir la fuga insustituible de miles de trabajadores y obreros de ocupaciones y oficios diversos, ellos igualmente se han ido tras el sueño de un mejor sistema de vida, sin saber que esa ilusión a veces se hace pesadilla, pues la explotación laboral y las condiciones migratorias de perma­nencia en los países de destino son finitas, ya que las ofertas del mercado son limitadas, competitivas y en su mayoría reservadas para los nacionales desempleados y desocupados. Es así como en los países de destino migratorio se han generado serios problemas laborales y de servicios con los ciudadanos nativos. En países bolivarianos como Colombia, Panamá, Perú, Ecuador, en otros, han empezado a aparecer brotes peligrosos de xenofobia contra el venezolano y, en especial, el rechazo a los extranjeros pobres o mal situados como los define Adela Cortina en su libro de reciente aparición en España: “Aporofobia: el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia”.

Esta nueva realidad que atañe a nuestros compatriotas, forasteros de la “Patria grande”, como se les ha deno­minado, hoy deambula por los países de la región, permeada por la creencia real e inducida de que la presencia de estos venezolanos quita trabajo a los nacionales, genera problemas sociales y caotiza los servicios públicos. Lo cierto es que este recelo ha producido una gran hostilidad, persecución policial y discriminación social muy grave para los venezolanos culturalmente segregados, así como para los profesionales que realizan cual­quier labor para vivir dignamente como seres humanos.

Es por ello que hoy se debe decir de manera muy enfática que esta realidad segregacionista es muy distante al gentilicio venezolano, el cual atendió con cordialidad al extranjero que en situaciones difíciles pisó las tierras de Bolívar. Venezuela fue y sigue siendo la cuna del asilo, la casa que brindó protección a los ciudadanos po­líticos perseguidos del mundo. Este país dio albergue a los desplazados por las guerras del subcontinente y de Europa, dio una mano y un pedazo de pan a los perseguidos de las tiranías del sur del continente. Los venidos de otras tierras nunca fueron vistos como forasteros y extranjeros, ni calificados de refugiados o desplazados. El caso más emblemático de nuestra solidaridad fraterna ha sido el trato deferente que hemos tenido con los hermanos de Colombia cuando fueron empujados por la guerra interna que se produjo inmediatamente des­pués del asesinato de Jorge Eliezer Gaitán, acontecido en 1948.

La guerra civil interna que no termina en la hermana república de Colombia trajo a territorio nacional más de seis millones de desplazados que conviven a lo a largo y ancho de la geografía nacional. Toda una cifra record que no la ofrece ningún país del mundo ni es señalada en la gran prensa ni en la mediática del hermano país. Igualmente el país ofreció refugio a miles de desamparados sociales de la región que atravesaron las trochas fronterizas tras un mendrugo de pan para saciar su hambre material. Las fronteras patrias nunca se cerraron para nadie y, paradójicamente los venezolanos se han convertido en un problema serio de extranjería, sin señalar el vacío afectivo, familiar, laboral y productivo que dejan en el país.

El derrame social que vive hoy Venezuela es inclemente y sus efectos todavía no se han calculado en la magni­tud debida. Las secuelas del desamparo y la pobreza creciente que se deja sentir en las familias venezolanas son incalculables. La sobrevivencia de miles de familias depende ahora de las remesas clandestinas que envían sus parientes del exterior; ingresos que apenas ayudan a apalear la necesidad alimentaria, puesto que el vendaval hiperinflacionario todo lo pulveriza.

Es importante señalar que hemos decido abordar esta delicada materia porque Educere se ha caracterizado en su historia por mirar y tocar con sensibilidad realidades complejas que aquejan al país y al mundo, así como los motivos nobles que dan sentido a la humanidad, pues nada puede ser extraño a la educación y menos a la escritura del editorial de una revista universal y científica conocida en el mundo magisterial. Es por ello que la crisis que hoy apesadumbra nuestra nación y sus múltiples efectos es, y será, de nuestra estricta incumbencia, nadie la debe eludir ni esquivar porque todos estamos involucrados en ella, en menor o mayor grado; incluso si se trata de establecer la cuota de responsabilidad, sabiendo que en el tribunal de la conciencia y de la justicia terrenal muchos osados tirarán su primera piedra a pesar de saber de antemano que al lanzarla se convertirá en un bumerang que tocará su cabeza y la de los suyos.

La guerra fría se calienta en Venezuela

La crisis global que hoy vive el país se puede calificar como la más grave ocurrida desde el gobierno de Gómez hasta nuestros días y, por consiguiente, la más extraña y novedosa en tiempos de “paz”. Esta puede explicarse desde dos razones estructurales bien definidas, las cuales se han dejado sentir en la línea editorial asumida por el director de esta publicación.

La primera razón puede ubicar el origen de la crisis en el estreno fallido de un experimento de socialismo del siglo XXI, desarrollado en los ámbitos y las fauces de un capitalismo de naturaleza periférico, neocolonial y devorador que se instaló bajo una economía tradicional de puerto, la cual ha pretendido cancelar una deuda histórica impagable a partir de la distribución social acelerada de los ingresos petroleros. El problema de dicha repartición es que se realizó sin la acción crítica y celosa de una contraloría política y social, es decir, no hubo una fiscalización capaz de detectar cualquier dejo de ineficiencia gubernamental ni de corrupción.

Lo más grave de esta realidad es que quienes han tenido el poder, han afirmado que debía hacerse de forma ejemplarizante para diferenciarse de las prácticas nocivas de la corrupción y de las triquiñuelas que desangra­ron la nación durante el pleno ejercicio de la democracia representativa de la IV República. Pero no hubo celo ético ni resguardo moral para fiscalizar y controlar el manejo presupuestario y financiero de la novísima democracia protagónica, participativa y corresponsable estrenada en la Carta Magna de 1999, cuyo principio era dar a todos por igual pero sabiendo diferenciar el sentido político de la equidad frente a la igualdad.

Bajo este principio constitucional se cometieron las mayores flaquezas económicas y las mayores despropor­ciones sociales conocidas, pues se produjo el florecimiento cancerígeno de una nueva clase política y social identificada con el penoso nombre de los bolichicos; suerte de analogía con la llamada nomenclatura soviética con acceso a privilegios y beneficios discriminatorios. Esta clase emergente, cívico militar ampulosa, refiere a una clase política y social poderosa que tiene acceso a la administración de los dólares petroleros y al control de los aparatos del poder político, económico y militar.

La segunda razón se enmarca dentro de los sectores opositores de la novísima IV República, los cuales desde su inicio se encargaron de implosionar una gestión que requería de un mínimo de respeto político para estrenar y probar sus propuestas, iniciativas y ensayos en el marco de una democracia respetuosa de las formas plurales para pensar y actuar, pero no hubo acatamiento a la espera y a la oportunidad, pues afloro un golpe de Estado tempranero, el del 11 abril de 2002, que mostraba el rostro facineroso de una oposición que no desmayaría en sus propósitos conspiradores. Luego vendría la respuesta radical del gobierno advirtiendo el desenlace de las contradicciones y las alineaciones internacionales entre los sectores políticos en pugna.

Si algo hay que debe tenerse claro es que ninguna democracia del mundo civilizado puede existir con una oposición que solo vive para conspirar y dar golpes de Estado a un gobierno democráticamente elegido. Así comenzó todo, y a este hecho primario hay que atenerse, dado el fundamento histórico que le sostiene. A juicio del editorialista, allí se escribieron las primeras líneas gruesas de la crisis venezolana que hoy desangra las venas de Venezuela.

Ahora bien, es cierto que la crisis que agobia al país es producto de la inobservancia del proceso revolucionario por hacer un buen gobierno, probo y eficiente, cuyo objetivo era dar felicidad a los pobres y excluidos de la riqueza petrolera, pero un análisis serio y despojado de la polarización gobierno bolivariano-oposición, debe concluir que en esa dialéctica por el control del poder, el país entró en el macabro juego de la confrontación de los bloques de poder que controlan la economía del mundo: EE.UU. y la Unión Europea, China y Rusia, a través de sus empresas transnacionales de orden capitalista global.

Son antecedentes de esta confrontación, a diferente escala, la Yugoslavia de Milosevic y el proceso de fragmen­tación de los Balcanes; las Revoluciones de Colores en Georgia, Ucrania y Kirguistán que luego se trasladaron al mundo árabe llamándose: “Primavera árabe” con escenarios terribles en Libia, Irak, Sudán, Egipto, Yemen y Siria que con una escalada han ido en aumento con el tiempo. Estas guerras se iniciaron en escenarios no militares, ellas fueron apalancadas con nuevos y reestrenados teatros de operaciones que oscilan entre sancio­nes económicas y bloqueos comerciales hasta las inéditas guerras mediáticas y psicológicas que involucran la complejidad de la mente humana. Al final se hizo presente el negocio de la industria militar industrial. La guerra: vender armas, prótesis, reconstruir las ciudades y el país.

En estos escenarios de reacomodos geoestratégicos que se dan en el mundo planetario, se combinan las ame­nazas, hostilidades e intervenciones militares y es en estos multicontextos de guerra en los que se mueve nues­tra situación país. Venezuela ha sido clasificada en el ajedrez mundial como pieza clave del engranaje petrolero y factor importante de la nueva geopolítica internacional.

De lo que se dice y se debe creer se encargan las empresas transnacionales que controlan y dirigen el negocio de los medios de comunicación, internet y las redes sociales.

Así mismo, organizaciones como la ONU, OEA, Mercosur, Unión Europea, FMI, BM, y organizaciones no gubernamentales que son financiadas por gobiernos de países, como EE.UU., Alemania, Francia y la Unión Europea, disponen de los aparatos geoeconómicos y comerciales de la globalización del mercado para insertar a nuestro país en ese tinglado de intereses multinacionales.

Venezuela es un país con acceso al mar Caribe y al Amazonas y está ubicado estratégicamente al norte de Sudamérica, cuenta con las mayores riquezas petroleras del planeta y dispone en su subsuelo del Arco Minero del Orinoco, que no solo posee gas, hierro, cobre, bauxita y torio, sino oro, diamantes y coltan, minerales estratégicos para el desarrollo satelital y comunicacional del mundo desarrollado. Además, cuenta con fuentes hídricas claves en el Amazonas que darían de beber agua al primer mundo cada vez más sediento porque sus ríos y lagos hoy están secos y contaminados.

Todas estas riquezas explican por qué los ojos samaritanos del “primer mundo” se han posado sobre el país bajo el argumento de la defensa de la democracia occidental y de los derechos humanos. Buena excusa para inter­venir en los asuntos internos de Venezuela, tal como han hecho en el Medio Oriente y en el norte de África, todo en nombre de la solidaridad y la ayuda humanitaria.

A juicio del editorialista, ello oculta la verdadera verdad, lo que está detrás de las cortinas y del escenario discursivo y mediático son los autollamados “intereses vitales de los EE.UU.” y los beneficios de las empresas transnacionales.

Esta patética realidad se enmarca en un escenario que da visos de “legitimidad” a una eventual intervención extranjera. Las fallas gubernamentales, los errores políticos acumulados y la improbidad administrativa se han convertido en los únicos detonantes de la crisis, ignorándose que buena parte de la crisis que hace aguas al país ha sido inducida y teledirigida desde los centros mundiales de poder. En modo alguno se desea desconocer la cotidianidad del país político y económico en el que se desarrolla la vida de su gente con sus contradicciones, problemas y soluciones.

No obstante, afirmamos que Venezuela es un país soberano en el marco de la letra y el espíritu de su Carta Magna y sus leyes, es decir, tiene el derecho de conducir su destino autónomamente y a desarrollar sus políti­cas y planes macroeconómicos conectados al intercambio internacional, integrado al circuito de la globaliza­ción y del mercado de manera autónoma e independiente, pero eso ya no es posible porque allí el país ya no dispone de soberanía y autodeterminación. Eso era factible antes de la década de los ochenta del siglo pasado.

En las nuevas relaciones del nuevo orden establecido por el neoliberalismo y la globalización del capitalismo eso ya no es realizable, pues allí estuvo el nudo gordiano del proceso bolivariano que planteó una revolución a contracorriente en una época en la que el capitalismo se expandía por el mundo en su fase superior a través del imperialismo ya advertido por Lenin y con dos potencias venidas del comunismo en franca reversión.

La crisis del país se resuelve solo cuando los EE.UU así lo determine, lo demás es alargar intencionalmente la caotización del país para llevar a la quiebra total que justifique el gran negocio de la intervención extranjera, a través de un plan que podría comenzar por el algoritmo político del ABC de la “ayuda humanitaria”. Es importante señalar que este no será un proceso pacífico conducido por Caritas y el Vaticano, sino a partir de la intervención multinacional armada de países como Colombia, Brasil, Argentina y EE.UU. apoyados por la OEA y la Cruz Roja Internacional. Inmediatamente vendrá el gobierno de transición, los planes de ajustes macroeconómicos del Banco Mundial, el FMI y la certificación del BID, los cuales tendrán el control formal de la nación y sus riquezas para su repartición/repatriación.

El país entonces será objeto de un riguroso plan de privatizaciones que los técnicos se encargarán de justificar debidamente. El Estado nacional será juzgado por inepto, ímprobo y corrupto y, lo peor, nadie defenderá lo que es ya evidente, el producto y la historia del caos intensificado en los últimos cinco años. Vendrá la razzia política y el cambio de timones y timoneles. Todo será vendido a precio de “gallina flaca”, incluyendo las empresas del Estado, PDVSA, los servicios públicos de salud, educación, agua, electricidad, autopistas, transporte terrestre, líneas aéreas, servicios del metro, aeropuertos, sistemas de trenes, la banca pública y todo lo que genere ganancias sin riesgos. La banca pública será desnacionalizada y vendida a los consorcios de la banca española, francesa, alemana, inglesa y norteamericana. Las experiencias del cono sur de la América y las experiencias implementadas en España, Portugal y Grecia son, por demás, elocuentes en esta materia de salvatajes privatizadores.

Finalmente, quienes han creído fehacientemente en el Estado como administrador de la hacienda pública, no les quedará otra opción sino la de reconocer que la república tuvo la mejor oportunidad de su historia para demostrar su eficiencia frente al neoliberalismo como única alternativa hegemónica del pensamiento global. Desafortunadamente se perdió la oportunidad de hacerlo de manera responsable, a pesar de haber teniendo todos los recursos financieros a su disposición, además del poder político y el apoyo popular; es por ello que hay que decir responsablemente que las organizaciones políticas al frente del gobierno bolivariano no estu­vieron a la altura de sus obligaciones de Estado ni fueron capaces de cumplir con la misión que sus electores le encomendaron.

De nada sirvieron las seis erres de la rectificación y la enmienda pública, pero lo peor, es que hoy el país está quebrado con el endoso de la factura de un éxodo masivo de venezolanos hacia los países vecinos y del mun­do, atravesando fronteras y trochas en compañía de sus pequeñas maletas repletas de ilusiones, esperanzas y

recuerdos. Hoy los venezolanos llevan en su bolsillo un fajo de billetes de bolívares nada “fuertes” ni “sobera­nos” por carecer de valor cambiario. Ahora es tarde para reivindicar lo poco que se levanta, parece que todo se consumió y al respecto de ello traigo a colación la afirmación de Poncio Pilato cuando presentó a Jesús de Nazaret ante la muchedumbre hostil que le condenaría: Ecce home.

El juego político trancado

Al momento de redactarse este editorial, el gobierno estrena una nueva política económica y financiera con un nuevo cono monetario, cuyo objetivo es enfrentar la crisis y la realidad de una hiperinflación que desangra los aumentos de sueldos y salarios, exterminando cualquier iniciativa de emprendimiento pequeño o grande. Todo es incertidumbre y duda, pues en el ambiente se respira desesperanza porque no se vislumbra una salida razonable y justa a la crisis. El gobierno ha perdido la credibilidad que le era propia en el pasado reciente y en los sectores opositores cunde el desaliento y el desengaño, pues ellos tampoco son creíbles dado que sus prácticas políticas les divide por falta de pertinencia y compromiso patrio.

Por su parte, el tema del diálogo, que es la sensatez y el acuerdo fundamental entre los interlocutores internos del conflicto, no ha funcionado porque carece de otredad y reconocimiento mutuo. Además quienes pudieran impulsarlo como la iglesia católica venezolana, las universidades y las academias tampoco son fiables en la intermediación de buena voluntad, pues siempre han tomado partido desde intereses particulares en el con­flicto. Así que ante este escenario no queda otra opción que esperar y seguir observando con ojos atentos los acontecimientos por venir.

Las publicaciones científicas en estado agónico son salvables

En el año 2008 comenzó la crisis económica que acorraló la cultura del libro y las publicaciones periódicas académicas universitarias. Desde este año las revistas científicas impresas estrenaron su vía crucis producto de la baja de los precios petroleros; de la errática política del libro universitario asumida por el Estado y de la merma progresiva del financiamiento a la que fueron sometidos los proyectos editoriales universitarios. Educere imprimió su último fascículo en formato de papel en la edición N° 60, correspondiente al cuatri­mestre mayo-agosto 2014. Sin embargo, continuó editándose en la red en su formato electrónico. Desde ese momento la revista ya no se leería más en las bibliotecas y hemerotecas del mundo, ahora se podría acceder desde cualquier rincón del planeta digital.

Para el momento de la emigración electrónica muchas revistas universitarias habían fallecido virtualmente, otras continuaron en penurias o están varadas por recursos económicos, artículos frescos y falta de iniciativas.

Ahora bien, este 2018 fue otro año muy difícil para las publicaciones científicas, dado que al no disponer de recursos suficientes y oportunos para editar, se agudiza el retraso de su aparición, entrando en mora con su periodicidad y generando malestar con sus colaboradores, quienes enviaron a tiempo sus manuscritos para ser evaluados y publicados en los lapsos editoriales correspondientes. El retraso editorial es un producto mortal de la crisis.

Hemos afirmado en múltiples oportunidades que la seriedad institucional de una publicación, más allá del reconocimiento que hacen los índices y registros nacionales e internacionales, se estima y mide, entre muchos indicadores, por la regularidad establecida en su aparición, lo cual garantiza el valor de la credibilidad de una revista, atributo que solo se consigue desde la constancia de un esfuerzo sostenido en la práctica de la produc­ción editorial, pero esta propiedad solo se consigue en las condiciones normales que exige el trabajo editorial universitario.

En la realidad, lograr una publicación en el tiempo oportuno resulta todo un desafío histórico, pues implica salir con pertinencia y a contracorriente de la realidad crítica de un país que se despedaza a migajas, implica luchar con una economía desplomada, sin soluciones políticas inmediatas y con la certeza de que los tiempos que se avecinan serán más difíciles. A este cuadro desalentador se agrega un cuantioso número de investigado­res nacionales que se están yendo del país y quienes se quedan están perdiendo el interés por escribir debido a la falta de estímulos y a una peligrosa y creciente desilusión académica que los arropa. Tal cuadro retrata el estado crítico de las revistas venezolanas en relación a sus colaboradores y fuentes de financiamiento.

Es por ello que este planteamiento obliga a buscar salidas no convencionales a un problema que se hace más complejo y delicado cada día, pues es imposible trabajar sin dinero para cubrir los gastos de funcionamiento, además el proceso editorial es técnicamente muy costoso, pues como es del conocimiento de quienes trabajan en este ámbito, el proceso se inicia con los artículos que llegan, estos deben pasar por la previa evaluación para luego enviarlos al arbitraje y así escoger aquellos que fueron aprobados, para luego trabajar con los manuscri­tos que tienen observaciones y después enviarlos a los correctores de estilo para que salgan oportunamente. Después viene la etapa de organización de la matriz del corpus editorial; las traducciones y el envío al diseña­dor para finalmente evaluar el arte final, hacer las conversiones en los lenguajes de acceso abierto que exigen los repositorios institucionales y base de datos electrónicos, para finalmente consignarlos para su publicación, visibilización y diseminación. Como puede verse, es un proceso autogestionario que exige recurrir a terceros, cuyos servicios en el mercado editorial ahora se tazan en dólares.

Lo extraño de todo esto es que los editores estamos trabajando como si nada sucediera en el país; las uni­versidades y sus cuerpos deliberativos y funcionales están impávidos, perdieron su capacidad imaginativa y propositiva, lo que en nada contribuye a vislumbrar salidas colectivas al futuro de sus revistas. Las soluciones impregnadas de rentismo petrolero no sirven por ahora, por lo que nuestras revistas de acceso abierto se obli­gan a recurrir a fuentes de financiamiento no convencionales para solventar la crisis que amenaza su existencia porque una revista varada está enferma de inanición y ello es mortal.

En sentido prospectivo, Educere ensaya lo que hemos decidido llamar: “Una política de salvataje aguas arriba y allende sus fronteras” con el fin de recaudar fondos económicos para tenerlos a disposición inmediata, ya que es lo único que le garantizará una existencia digna y decorosa, cónsona con su misión pedagógica y de difusión del conocimiento. Ello se fundamenta en la experiencia de muchas revistas científicas acreditadas en universidades prestigiosas de Norteamérica, Europa y Brasil, que disponen de fondos financieros producto de donaciones institucionales de sectores públicos y privadas y ONG; asimismo de donativos voluntarios proce­dentes de amigos de la revista y de colaboradores que en ella escriben.

Esta iniciativa ensaya la definición de una membresía editorial con sentido solidario y funcional, cuyo único objetivo es la creación de una matriz con sentido comunitario a su historial, el cual dé cuenta pública de sus ingresos, gastos realizados, fuentes de financiamiento, saldos al día, el reporte de los efectos que ha tenido la inversión y la mención de los responsables de la ejecución del plan de salvataje, pues en medio de la crisis nos aferrarnos a la vida de una revista universitaria que dispone de un legado editorial superior a 1570 artículos y manuscritos publicados por una comunidad que la integran cerca de unos dos mil colaboradores. Este patri­monio humano y cultural esperamos funcione como una red electrónica a la que aspiramos integrar a partir de sus direcciones electrónicas en una base de datos que actualmente se diseña.

Como puede verse, este es nuestro patrimonio tangible con el que nos lanzamos a esta odisea editorial impreg­nada de esperanza, optimismo y fe. Son veintiún años aprendiendo el arte de una revista, a mantener al día su periodicidad y a mantener su bien ganada posición cimera en el magisterio venezolano e internacional como la revista más descargada y visitada en su campo en América Latina y el Caribe. Somos creyentes del poder creador del ser humano si está investido de una actitud y una inteligencia para actuar en resilencia. De esta manera, nos reafirmamos en la autoridad que nos inviste el crédito y la ética de editar con solvencia una de las publicaciones de educación considerada entre las más importantes en educación del mundo universitario de América Latina y el Caribe.

Bajo el manto de esta investidura, el director editorialista, junto a su Consejo editorial, afirma responsable y categóricamente que el futuro de Educere, como publicación de acceso abierto, está comprometido con esta nueva iniciativa de autogestión y financiamiento sustentable, en razón, ponemos este ensayo de salvataje editorial a disposición de todas las revista que así lo soliciten.

Por otro lado, es importante señalar que el acceso abierto de una revista universitaria del Estado es una vía pública para editar sin costo alguno para el articulista ni para los lectores que descargan en la red lo que de­seen; no obstante, poner en internet y en las redes sociales el contenido de una revista tiene un costo tecnoló­gicamente muy elevado para la institución responsable del repositorio electrónico del libro e igualmente para los editores de una revista hacerla implica un trabajo abrumador, tenerla al día y ponerla a disposición de sus usuarios implica disponer cuando lo requiera de dinero constante, contante y sonante.

Recuérdese que nada, absolutamente nada, es gratis, todo se paga y alguien debe asumir su financiación. Los artículos que se envían a una revista catalogada de acceso abierto para ser publicados no son sufragados por los colaboradores. Los autores de los artículos no pagan nada ni le es requerida alguna obligación para publicar su manuscrito, ya que hacerlo está contraindicado con la razón de ser y con la filosofía de la institución uni­versitaria que es signataria de la Declaración de Berlín sobre Acceso Abierto al Conocimiento en Ciencias y Humanidades. No obstante, ello no niega que los autores puedan voluntariamente hacer alguna contribución solidaria o conseguir fondos para diligenciar su consecución.

El corpus editorial del fascículo N° 73 de Educere

La edición del fascículo N° 73 de Educere está constituida por dieciocho (18) documentos distribuidos en doscientas cuarenta y cuatro (244) páginas. Inicia el editorial firmado por el director editor, continúan dieci­séis (16) manuscritos científicos: doce (12) son producto de investigaciones y cuatro (4) son artículos ensayo. Concluye una reseña del libro texto intitulado: “Un planeta llamado Adolescente, que también pueden leer los adultos” (2018) de Francia Rondón.

De estos seis (6) manuscritos del exterior evaluados, dos provienen de México, dos de Cuba, uno de Brasil y otro de Perú. Venezuela proporciona a esta edición diez artículos, de los cuales cuatro son manuscritos co­laborativos de dos o más escritores autores adscritos a diferentes universidades. El resto es de un solo autor.

Finalmente, Educere desea como siempre que esta edición N° 73, al igual que las anteriores, siga siendo del agrado de sus millones de hispanolectores. Así mismo, imploramos porque la paz y la razón se impongan definitivamente en el país y que la ceguera del sinsentido político que asola la nación dé paso a la sensatez y al acuerdo político entre gente “razonable y cristiana”. Nada se obtiene despedazándonos frente a los ojos irresponsables de quienes nada pueden defender, al igual que de las ganancias pírricas que obtendrán los apos­tadores de las cenizas del Ave Fénix que volará con una bala atravesada en las alas.

Si la Venezuela inmensa que forjo Bolívar y su pensamiento universal al fundar esta nación, junto a los hom­bres de buena voluntad que han labrado el gentilicio a lo largo de la historia con el sudor de su frente, el trabajo honesto y el ejemplo probo, ponen a un lado las indigencias del alma que hoy nos separan miserable­mente, entonces “aprenderemos a vivir juntos como hermanos o nos mataremos como idiotas”. Es muy sencillo, ya lo advirtió Martin Luther King, Premio Nobel de la Paz. Este hombre lo asesinó un idiota apostador de la violencia y la guerra entre hermanos.

Esperemos que este final esperado en los escenarios del contrasentido humano no ocurra y menos en nombre de la paz, la inclusión social y los derechos humanos. De darse un conflicto, los muertos serán venezolanos sin distinguió alguno de clase social, partido político, credo religioso o edad. Las victimas serán nuestros padres, hijos, hermanos o vecinos. Pedimos al infinito Dios del universo que nuestras casas no se conviertan en vela­torios. No debe ocurrir, no debe.

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