Investigación arbitrada
El placer de leer
The pleasure of reading
El placer de leer
Educere, vol. 23, núm. 74, pp. 77-81, 2019
Universidad de los Andes
Recepción: 15 Julio 2018
Aprobación: 09 Agosto 2018
Resumen: La formación de lectores autónomos es una responsabilidad del sistema educativo. Es una función compleja y difícil por la connotación de tarea que se le imprime a la lectura en la educación formal sistematizada. En este artículo se describen algunas experiencias de aula en las que se privilegia la postura estética del lector, que atiende a lo emotivo, afectivo y sensorial con la finalidad de despertar en los estudiantes el interés y el placer que produce la lectura.
Palabras clave: formación de lectores autónomos, experiencias educativas.
Abstract: Formal autonomous readers is a System Education responsibility. This is a complex role, and also very difficult because of homework connotation that reading has in the formal and systematized education. This article describe some classroom experiences where the reader’ esthetic response pay attention to the emotive, the affective, and the sensorial junction that awakening the interest and pleasure between the students and reading.
Keywords: autonomous, readers education, educational experiences.

Introducción
Para colocar el título de este artículo, fui a la Internet a buscar una definición de la palabra placer y encontré que se define como “una sensación de goce o satisfacción que experimentamos al hacer o percibir cosas que nos agradan… Como tal, es un sentimiento positivo que se puede experimentar a nivel físico, mental o espiritual, y que está asociado a la felicidad, el bienestar o la satisfacción”. Esta definición responde a mí experimentar y a mi sentir con y por la lectura. En mí dilatada experiencia en la docencia, he buscado despertar en los estudiantes el placer que proporciona la lectura, a la vez que la valoren como una fuente de conocimientos.
A través de la lectura nos podemos evadir de la realidad al conectar con mundos desconocidos, mágicos, maravillosos, algunos sobrepasan nuestras expectativas de curiosidad y entonces pienso en quien escribe y en quien lee lo escrito por otros y la admiración crece hacia el escritor, ese personaje ausente, sin corporeidad física en nuestras andanzas por los caminos de la lectura. A veces lo ignoramos, ni siquiera nos molestamos en conocer un poco de su biografía, de su contexto socio cultural, de su relación con la realidad, pero otras nos preguntamos ¿nos está plasmando la realidad o nos está traspasando su imaginación? Ambas actividades mentales se confunden en el escritor, por ello se puede afirmar que nada escrito está exento de su época, de las lecturas realizadas por el escritor, de sus relaciones con el mundo y de sus vivencias íntimas.
Me he centrado solo en la lectura del género literario y ¿qué acontece con los restantes géneros que engloba todo lo académico? ah! Eso es otra cosa dirán algunos, no es lo mismo leer una obra literaria, por ejemplo, una novela, que leer un texto académico. Este último se tiene que analizar, para plantearse preguntas, volver a leer para internalizarlo y de esta manera lograr responder correctamente las inquisitorias interrogantes de un examen; o también leer para documentarse y elaborar y llevar a la práctica una exposición o dar cumplimiento a una tarea académica de cualquier naturaleza, pero casi siempre esa lectura está impregnada de una connotación de tarea.
Y ¿es que existen dos maneras diferentes de leer? Según Rosenblatt, sí. Esta autora nos habla de dos posturas que de manera consciente o inconscientemente adopta el lector frente a la lectura. Una postura que denomina estética y la otra eferente. Ambas pueden coexistir o darse independientemente.
La postura eferente es aquella que se centra en lo que se extrae y retiene una vez realizada la lectura y que puede o no permanecer en la memoria a largo plazo, mientras que la otra, la estética atiende a lo afectivo, emotivo y sensorial.
Las diferencias entre las mismas, postuladas por Rosenblatt, han sido utilizadas y analizadas por diferentes autores, para coincidir en un punto: en la educación escolarizada se privilegia la postura eferente, al estudiante se le pide memorizar el contenido de un texto y repetirlo para aprobar un examen.
Por su parte, la postura estética es utilizada en los primeros años de la escolaridad, generalmente cuando a los pequeños se les leen cuentos y se les piden diversas tareas como por ejemplo que elaboren un final diferente, cambien el rol del protagonista, introduzcan o eliminen personajes que consideran deberían o no estar allí. Son actividades con múltiples finalidades, pero sobre todo en las que se expresan sentimientos y emociones muchas veces retenidos. Esta lectura toca y permite expresar el sentimiento positivo o negativo que albergamos los seres humanos. Lamentablemente se deja de emplear esta postura y la misma desaparece apenas el estudiante avanza en los primeros grados.
Me declaro profundamente partidaria de la postura estética. He deseado cultivarla entre mis estudiantes, para ello les solicito, como parte de las actividades del semestre, que cada uno seleccione una novela, no importa el título ni el autor ni el tema, lo que persigo es que comiencen de alguna manera a leer, a enamorarse de la lectura, porque entre ella y el lector se establece una relación amorosa que conlleva lazos fuertes y poderosos que producen placer.
La pregunta insistente que ellos plantean es ¿qué tarea tenemos que hacer? Y la respuesta invariable: ninguna, leerla, sin pensar en nada más que leer, acompañada de la tranquilizadora esperanza de que si no les gusta o les parece “pesada” pueden buscar otra con toda libertad. La finalidad es que no vean la lectura como una “tarea” que tienen que cumplir para obtener una calificación.
La labor no ha sido fácil, ¿los resultados…? a veces alentadores, otras completamente insustanciales, pero en algunos estudiantes se ha despertado el interés y la fascinación por la lectura, esa que me acompaña desde que descubrí que la m con la a dice ma, repetía la sílaba y podía leer mamá y luego que la m en medio de dos a sonaba a ensoñación: ama y un día en mi libro primario leí: mi mamá me ama.
Desde entonces el placer que siento al leer me acompaña en este transitar por la vida con mis esperas, angustias, soledades, ansias de compartir y quien más dispuesto para hacerlo que el autor que solo cobra vida cuando lo tomamos en nuestras manos en la presencia y esencia inmutable de un libro y, sin ningún egoísmo, permite que lo recorramos página a página sin emitir ninguna queja, sin sentirse invadido, perseguido, acosado, sino siempre dispuesto a brindarnos lo mejor de sus páginas en ese encuentro íntimo. Esas páginas, que cuando volteamos la última sentimos que un amigo nos abandona, se aleja, pero no! un amigo siempre permanece allí, al alcance de nuestra mirada, de nuestra súplica de presencia callada para aliviar la soledad y así lo experimento con esta prestigiosa revista que dirige mi generoso y meritorio amigo, escritor cultivado que me esperó para compartir lo que es el placer que encontramos en la lectura y de cómo se puede cultivar ese placer en los estudiantes.
En la experiencia de la formación de lectores autónomos, se busca que experimenten el placer y descubran la importancia de la lectura, que, en esta experiencia, se inicia con la lectura de una novela. He descubierto en mis estudiantes enseñanzas valiosísimas que les ha dejado esa actividad, porque dedico algunas horas académicas a la revisión individual de sus lecturas, y entonces planteo múltiples preguntas, como por ejemplo ¿Cuál fue tu novela? ¿Te gustó? ¿Conociste algo de la biografía de su autor? ¿Qué aprendiste? ¿Te identificaste con algún personaje? ¿Qué cambiarías? ¿Qué emociones despertó en ti? ¿Te agradaría otro final?
Como se trata de una actividad compartida y con mucha libertad, comienzan, generalmente, respondiendo a la pregunta de ¿qué aprendiste? señalando aspectos formales de la escritura: ortografía, utilización de signos de puntuación, significado de palabras desconocidas, organización de los párrafos, aspectos que ellos mismos identifican como base para mejorar sus composiciones escritas Éste no es el propósito que persigo, el mismo va mucho más allá, me planteo llevarlos a que escudriñen en la intimidad de su ser cómo pudo tocarlos la lectura que han realizado, sin la presión que siempre confiesan los acompaña mientras leen.
Las respuestas son al comienzo muy tímidas y apegadas al aspecto formal académico, me confiesan que esa actividad es nueva para ellos porque en los niveles educativos anteriores lo único que les preguntan frente a una actividad similar es ¿Cuáles son los personajes? ¿Cómo es el ambiente? Pero nunca sintieron que pudiera interesar a los profesores lo que esa lectura había despertado en ellos, si los acompañó algún sentimiento, aparte del rechazo para hacerlo que, en muchos casos, es evidente.
El Túnel, Doña Bárbara, La Ilíada y la Odisea y, en algunas ocasiones, María de Jorge Isaac son las lecturas impuestas en los niveles escolares señalados. No lo cuestiono, no estoy en contra de la asignación de esas lecturas, lo que no he logrado, hasta ahora, es que alguno me diga qué obtuvo para su enriquecimiento personal, íntimo, espiritual. Una persona que lee sabe que la lectura es un proceso de construcción de sí mismo, de su relación con los otros, del mundo en que vive. Y sabe que éste es un proceso infinito, pues cada verdad asentada y luego leída en un texto, por más firme que parezca, es inevitablemente débil ante el poder siempre mutable de la vida (Goldin, 15).
La experiencia de estos largos años, al frente de la docencia en educación superior, me ha enseñado que no debemos quedarnos en señalar lo que no se hizo con anterioridad, que cada momento es una oportunidad para comenzar de nuevo y, en este caso real del diario convivir con los estudiantes, es justamente partir de allí para lograr la formación de un lector autónomo. En el año 1999 lo describí como aquel que:
Se acerca al texto de manera independiente y crítica, con un propósito definido, que maneja fuentes de información de acuerdo a necesidades reales, tales como cumplir con una tarea escolar, saber qué película están proyectando, aprender a manejar un equipo electrónico, usar un aparato electrodoméstico, que utiliza el diccionario con facilidad y rapidez, que busca relaciones, que establece comparaciones, que duda, que confronta, que construye significados, que analiza, que evalúa, que disfruta, que elabora e internaliza conocimientos. (Peña, 1999: 87)
Hoy día, añadiría: que se evade, que evoca, que sueña, que viaja, que conoce y aprende.
Este es el fin último de mi acercamiento a los estudiantes de Lectoescritura de la carrera de Educación Básica Integral cuando tiendo el puente de una novela: hacerles perder el temor de llevar las vivencias de la lectura a su ser íntimo y desde allí identificarse con el protagonista para odiarlo porque no lo puede emular o porque le despierta sentimientos hasta ese momento inconfesables y que el autor tuvo la osadía de transferirlos a la vida de otro y hacer que un desconocido la viva… esta experiencia sí la he palpado en mis estudiantes.
Las discusiones que se presentan cuando ellos exponen y se les pide a los compañeros que intervengan son realmente interesantes y, muchas veces, sirven para una catarsis inesperada, el personaje sufrió las angustias y temores que está sufriendo en este momento el lector y entonces es la oportunidad de gritarlo como una verdad que quema el alma y que por fin aparece una lluvia que le ayuda a apagarla; esa lluvia está representada por el contexto de la clase que se emociona al ver que alguno de los allí presentes ha sido capaz de experimentar sentimientos parecidos al protagonista de la novela y, entonces, viene el deseo de hablar, de hacer inferencias, predicciones, cuestionamientos, hablar de lo fácil que resulta en las páginas de un libro solucionar problemas y establecen comparaciones con la realidad de su diario vivir. Se sienten en libertad para emitir juicios críticos acerca de un texto porque, como ya se dijo, ninguna verdad por muy bien escrita que aparezca en los textos, es incuestionable.
Generalmente utilizo lecturas cortas antes de iniciar una clase. En una oportunidad utilicé el Credo de Aquiles Nazoa, al finalizar su lectura les pregunté en qué creían ellos y que si se atrevían a plasmar sus creencias por escrito. La propuesta fue muy bien acogida y las composiciones realizadas sorprendentemente hermosas, una de ellas fue llevada a un evento académico con todo un marco teórico, otra publicada en la Revista Brújula. Revista para padres y maestros.
He dejado de lado la postura eferente, esa que sólo persigue extraer información de un texto, pero les hago saber a los estudiantes, como ya se dijo, que esas posturas pueden estar presentes conjuntamente. Les parece difícil y entonces ahondamos en los conocimientos relacionados con su inclinación profesional, hasta que ellos por sí mismos descubren que en algún momento han leído textos relacionados con su carrera, desde ambas posturas, y es que eso solo es posible cuando sentimos que estamos ubicados en los que nos gusta, en una línea de pensamiento que nos permite acercarnos a un texto académico con ansias de comprenderlo, de construir conocimientos a partir de la información que nos transmite, que nos despierta emociones, sentimientos y que nos transporta a un salón de clase para comprender la conjugación de lo biológico, psicológico y social en un estudiante que vive, sueña y se relaciona pidiendo solamente que se le comprenda en sus alcances y limitaciones.
Es, entonces, cuando sentimos, como docentes, que debemos transformar la información en conocimiento para nuestra formación en el saber, el ser y el hacer en la enseñanza de la lectura, que a pesar de ser la puerta de acceso al conocimiento y a la comprensión del mundo, está alejada de la vida de innumerables personas, ya que la rigen relaciones autoritarias que fomentan la sumisión y la repetición, más que la creatividad, la criticidad y la libertad.
Para concluir, es preciso señalar que solo puede despertar el placer de leer quien lo sienta profundamente, que ame la lectura, que comprenda que en la lectura estética también encontramos una información, que sin ser el propósito de esa lectura pasa a nuestra memoria y se transforman en una base para la adquisición de nuevos conocimientos.
Referencias bibliográficas
Goldin, Daniel (1999). Elementos para una crítica la selección de libros”. Conferencia presentada en el 5° Congreso Latinoamericano de Lectura y Escritura. Bogotá. Colombia. ( pp. 1-23.
Peña, Josefina (1999). Comprensión de la Lectura y Rendimiento Académico. Un estudio en Séptimo Grado de Educación Básica”. Entre Lenguas. (2), 86-92.
Peña G. Josefina (2005). Una experiencia de lectura y escritura en el aula. Brújula. Revista para padres y maestros, (20), 28-29.
Rosenblatt, Louise (1996). La teoría transaccional de la lectura y la escritura. Textos en contexto I. Los procesos de lectura y escritura. Ed. María Elena Rodríguez. Argentina: Asociación Internacional de Lectura (3), 13-71.
Notas de autor