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Recepción: 17 Septiembre 2018
Aprobación: 14 Enero 2019
Resumen: El Índice de Importancia Cultural (IIC) calcula el valor del rol que una especie desempeña dentro de una cultura, por su valor como recurso útil u otro interés. El objetivo del presente trabajo fue evaluar la importancia cultural de las especies de fauna silvestre para los habitantes de cuatro comunidades del norte de Yucatán, así como registrar las categorías de uso o manejo a las cuales son asignadas. La información se obtuvo a través de listados libres (free listing), entrevistas semies-tructuradas y observación participante. Se registró un total de 94 especies de vertebrados: 44 aves, 30 mamíferos y 20 reptiles. Las categorías de uso fueron: "alimenticio", "mascota", "simbólico o ritual", "medicinal", "ornamental" y "material para herramientas". Asimismo, "control de daños" fue una categoría de manejo importante en este estudio. Las especies con valores más altos de importancia cultural fueron: venado cola blanca, pecarí de collar, serpiente de cascabel, tejón y tepezcuintle, debido al número de usos y a estar en las categorías con más menciones ("alimento" y "control de daños"). Al conocer las especies más valoradas y las categorías a las que son atribuidas, se pueden dirigir estrategias de conservación más puntuales, reducir costos y esfuerzos, y generar interés en la población local.
Palabras clave: Etnozoología, manejo de fauna, frecuencia de mención, valor de uso/manejo, cultura maya.
Abstract: The Cultural Importance Index (CII) calculates the value of the role a species plays within a culture, by its value as a useful resource or other interest. The objective of this work was to evaluate the Cultural Importance of wildlife species for the inhabitants of four communities of northern Yucatan, as well as to record the categories of use or management to which they are assigned. The information was obtained through free listings, semi-structured interviews and participant observation. A total of 94 vertebrate species were recorded: 44 birds, 30 mammals and 20 reptiles. The categories of use were: "food", "pet", "symbolic or ritual", "medicinal", "ornamental", and "material for tools". Likewise, "damage control" was an important category mentioned in this studio. The species with the highest Cultural Importance values were: white-tailed deer, collared peccary, rattlesnake, badger, and paca, this is due to the number of uses and to the fact of being present in the categories with more mentions ("food" and "damage control"). By knowing the most valued species and the categories to which they are attributed, one can direct more specific conservation strategies, reduce costs and efforts, and generate interest in the local population.
Keywords: Ethnozoology, wildlife management, mention frequency, use/management value, Mayan culture.
Introducción
La relación o vínculo de las sociedades humanas con el ambiente les ha permitido aprender acerca de los posibles usos y el manejo de los recursos acorde a su propia cosmovisión. El aprovechamiento de especies de mamíferos y de otros grupos faunísticos, como alimento y fines medicinales, o comerciales, entre otros, es una actividad importante en el medio rural mexicano (e.g., Pérez-Gil et al. 1995; Delfín-González y Chablé-Santos 2004; Naranjo, 2010). Su importancia radica, principalmente, en que ha sido la principal actividad para la obtención de las proteínas necesarias para alimentación humana (e.g., León y Montiel 2008; Hernández-Betancourt y Segovia 2010; Santos-Fita, Naranjo y Rangel-Salazar 2012). Aunado a lo anterior, muchas de las especies cazadas tienen una gran importancia cultural en la construcción de la identidad de las personas que dependen de ellos (e.g., Garibaldi y Turner, 2004; Santos-Fita et al. 2015).
La importancia cultural de la fauna (o taxón) se origina en la condición de "recurso útil" u otro interés para un grupo humano dado (Lévi-Strauss 1964). Este concepto, el de importancia cultural, surgió a través del estudio de los sistemas tradicionales de taxonomía y clasificación. Hunn (1982) la definió como el valor del papel que desempeña un taxón dentro de una cultura; esto incluye especies con alta y baja relevancia para un grupo social, y puede variar acorde a los usos y la apreciación que se le da a la especie en cuestión. Por otra parte, Purdy y Decker (1989) definen el valor cultural como la percepción y grado de conocimiento empírico o tradicional que el ser humano tiene de los recursos naturales. Por con siguiente, la fauna silvestre (al igual que otros recursos) es aprovechada de diversas maneras e intensidades, dependiendo de las condiciones y necesidades locales (Centeno y Arriaga 2010). Este valor puede estimarse con base en los usos (alimenticio, medicinal, comercial, ritual, ornamental, artesanal, entre otros) que la comunidad atribuye a la fauna. Por ende, la importancia que ésta recibe se encuentra en fun ción del grado de utilidad de los beneficios generados en cada comunidad.
A diferencia de lo que ocurre con las plantas, son pocos los estudios en México relacionados a la cuantificación de la importancia cultural con fauna silvestre (Ávila-Nájera et al. 2011; Puc-Gil y Retana-Guiascón 2012; García del Valle et al. 2015; Rivas-García, Götz y Arden 2017). En los estudios de Etnobiología -etnobotánica, etnomicología y etnozoología- Cuantitativa, inclusive cuando existen al menos 87 diferentes índices para la cuantificación de la importancia y el valor cultural de las especies (Medeiros et al. 2011), el Índice de Valor de Uso, propuesto por Phillips y Gentry (1993), se ha empleado más ampliamente que el Índice de Importancia Cultural (IIC). Sin embargo, estudios etnozoológicos recientes (Ávila-Nájera et al. 2011; Parra-Colorado, Botero-Botero y Saavedra-Rodríguez 2014) recurren al IIC diseñado por Figueroa-Solano (2000), ya que toma en cuenta tanto el total de usos y la intensidad de los mismos, como la frecuencia de mención, contabilizando así las especies más importantes que son las que la gente enlista más comúnmente (las que tienen más usos y las que se utilizan más).
A través de aproximaciones tanto cuantitativas como cualitativas se ha intentado estimar y comprender la importancia cultural que tienen los recursos, y la relación hombre-fauna es un tema recurrente de investigación. En la península de Yucatán, los estudios sobre el uso de la fauna silvestre se han enfocado a aspectos históricos y culturales (e.g., Núñez et al. 2014; Rivas-Romero, Götz y Arden 2015), uso tradicional y conservación (e.g., Delfín-González y Chablé-Santos 2004; Escamilla et al. 2000), métodos de cacería y formas de organización social (e.g., Montiel et al. 1999; Rodríguez et al. 2012), la relación entre la cacería y la milpa (Greenberg 1992; Jorgenson 1993; Santos-Fita et al. 2013) y la biomasa extraída de la cacería (e.g., Landewee 2009; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Santos-Fita, Naranjo y Rangel-Salazar 2012). Para el estado de Yucatán se ha registrado el uso de 81 especies de vertebrados terrestres -comprendiendo 38 especies de aves, 28 de mamíferos y 15 de reptiles, aprovechadas con diversos propósitos-, con una alta proporción de la caza centrada en especies relativamente abundantes y generalistas: tejón (Nasua narica), pecarí de collar (Pecari tajacu) y venado cola blanca (Odocoileus virginianusW) (Delfín-González y Chablé-Santos 2004; Hernández-Betancourt y Segovia 2010; Rodríguez et al. 2012). Sin embargo, las investigaciones referentes a la IIC de la fauna silvestre son escasas.
Por tal motivo, el objetivo del presente estudio consistió en evaluar la importancia cultural de las especies de fauna silvestre para pobladores en cuatro comunidades mayas del norte del estado de Yucatán. Lo interesante de tener estudios basados en índices de importancia cultural radica en que, combinados con estudios cualitativos, permiten conocer la multiplicidad de usos, daños o beneficios y valores que cada especie aporta desde la perspectiva de las comunidades, además de generar una línea base para la elaboración de políticas de manejo y conservación de la fauna silvestre.
Material y métodos
Área de estudio. El estudio se realizó con cuatro asentamientos mayas ubicadas al norte del estado de Yucatán (Figura 1): las comunidades ejidales de Cenote Yalsihón Buena Fe y San Francisco, pertenecen al municipio de Panabá, zona de influencia de la Reserva Estatal de Dzilam (21°24'27" y 21°23'25" N, y 88°30'l4" y 88°19'40" O, respectivamente), y los ejidos Santa Clara Dzibalkú y Yohactún de Hidalgo, que pertenecen al municipio de Tizimín, zona de influencia de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos (21°22'20" y 21°25'04" N, y 88°03'56" y 88°01'13" O, respectivamente).

Las cuatro comunidades son de origen maya y sus habitantes se dedican al cultivo del maíz (Zea mays L.), asociado principalmente al frijol (Phaseolus sp.), así como a la cría y explotación de ganado bovino, caprino y aves de corral (INEGI, 2011). Otras actividades económicas son la apicultura y la prestación de servicios (pequeñas tiendas, trabajo en la construcción y como jornaleros agrícolas). El clima de la región es de tipo Aw0 (x') (i') g, cálido subhúmedo, con lluvias en verano y un alto porcentaje de lluvia invernal. La temperatura media anual es de entre 24 y 26°C. La precipitación media anual varía entre 600 y 1500 mm (INEGI 2009a, 2009b; Orellana et al. 2010). La vegetación predominante en las comunidades de estudio corresponde a selva baja caducifolia (Flores y Espejel 1994; Fernández-Concha et al. 2010). Sin embargo, debido a las actividades humanas que se desarrollan en el área, principalmente la ganadería, gran parte de la vegetación original ha sido modificada (Andrade 2010).
Colecta y análisis de datos. El trabajo de campo se realizó de enero a julio de 2016, utilizando listados libres (free listing) (Thompson y Juan 2006), técnicas del método etnográfico (Sandoval 1996) y la triangulación de datos para incrementar la validez y confiabilidad de la información (Rodríguez et al. 1999). Se seleccionaron hombres mayores de 20 años (cazadores y no cazadores) mediante la técnica "bola de nieve" (Bernand 2006).
La información para la elaboración de los Índices de Importancia Cultural se obtuvo a través de 89 listados libres. Para realizar los listados se hizo la pregunta: "¿Qué animales del monte conoce?". El listado libre es una técnica exploratoria a través de la cual se pueden conocer las palabras que son significativas y descubrir la memoria a largo plazo (Thompson y Juan 2006). Esta técnica no sólo se usa para conocer los contenidos de un dominio cultural, sino también la importancia de estos dentro de dicho dominio (Weller y Romney 1988) al generar datos cuantitativos que se pueden analizar mediante frecuencias de los términos en las listas (Thompson y Juan 2006). En este sentido, las especies más importantes son los que la gente enlista más comúnmente. A partir de esta relación, se profundizó en el tema de los usos, sin menospreciar otras especies que fueron surgiendo durante las entrevistas.
Entonces, debido a que el IIC sólo refleja si una especie es importante o no, pero no explica el porqué, posteriormente se aplicaron 97 entrevistas semiestructuradas a partir de formatos ad hoc y se realizó observación participante con registros en un diario de campo (Thompson y Juan 2006; Santos-Fita et al. 2012; Núñez et al. 2014). El propósito de las entrevistas fue indagar en las razones por las cuales las personas asignan un determinado valor a cada especie, y cuáles son las categorías a las que son atribuidas.
Las entrevistas se grabaron y fueron transcritas para su posterior análisis. Durante las entrevistas semiestructuradas se profundizó en temas relaciona dos al aprovechamiento y manejo de la fauna silvestre: usos, cacería, rituales, creencias, leyendas, entre otras cuestiones. Se emplearon guías de campo de mamíferos (Reid 2009) y aves (Howell y Webb 1995) para ayudar a identificar las especies reportadas durante las entrevistas y para el cotejo taxonómico de los animales cazados y observados en los hogares. La información recabada se vació en matrices en el programa Excel para facilitar su extracción y agrupamiento en categorías apropiadas para su posterior análisis descriptivo. Los datos se obtu vieron mediante consentimiento libre e informado. Los vocablos y expresiones en lengua maya yucateco fueron, en la medida de lo posible, escritas según el alfabeto aprobado en 1984 por la Comisión de Difusión del Alfabeto Maya, aún vigente.
Para el cálculo del Índice de Importancia Cultural (IICZ) se modificó el índice de Figueroa-Solano (2000), a su vez modificado de Turner (1988). Para ello se usó la intensidad de uso/manejo (In), la frecuencia de mención (Fm) obtenida a partir de los listados libres, el índice de valor de uso/manejo (Vuz) y el valor de uso/manejo total de cada especie (Vutz). Este índice se modificó a fin de poder incluir la categoría de manejo "control de daños", la cual fue unas de las más mencionadas en este estudio:
donde:
z = suma de los valores
Posteriormente, para determinar la importancia de cada especie con base en su IIC, se clasificaron los valores aplicando la regla de Sturges, asignando a cada clase un valor cualitativo (Puc-Gil y Rentana-Guiascón 2012):
Donde: ω = amplitud de clases
R = Rango: diferencia entre los valores mayor y menor
k = Número de clases = 1+3.322 (log 10n). Donde n representa el total de especies.
Resultados
Del total de listados libres y de entrevistas semiestructuradas, la mayoría fue contestada por hombres de entre 21 y 81 años de edad (n=87, 97.7%; y n=95, 97.9%, respectivamente). Todos los entrevistados se dedican a actividades agropecuarias (milpa y cuidado del ganado), combinándolo en algunos casos con actividades comerciales (tiendas locales). Sólo dos mujeres (40 y 52 años) accedieron a ser entrevistadas, ya que la mayoría se negó al señalar que únicamente se dedican a las labores de la casa y "no saben sobre el monte". Se registró un total de 94 especies de vertebrados mencionadas entre las cuatro comunidades de estudio, de las cuales 44 fueron aves, 30 mamíferos y 20 reptiles (Tabla 1).

Las categorías de uso son seis; en orden de importancia por la frecuencia de mención de las especies fueron: "alimenticio" (414 menciones de todas las especies), "mascota" (221), "simbólico o ritual" (212), "medicinal" (120), "ornamental" (49) y "material para herramientas" (6). Otra categoría mencionada fue el manejo de la fauna como "control de daños" (400), cuyos animales posteriormente pueden o no ser aprovechados para distintos usos. En términos generales, los animales mencionados fueron similares entre las cuatro comunidades y se encontró una ligera variación en el total de especies por comunidad. En Santa Clara Dzibalkú y Cenote Yalsihón Buena Fe se registraron 65, mientras que en Yohactún de Hidalgo fueron 71, y 78 en San Francisco. La especie con mayor número de menciones para todas las categorías fue el venado cola blanca (15.4%), seguido del tejón (7.9%) y del pecari de collar (7.6%) (ver Tabla 1).
Valores del Índice de Importancia Cultural (IIC). De acuerdo con los valores obtenidos del IIC, se determinaron ocho clases de importancia: muy baja (0.89-8.11), baja (8.11-15.34), media baja (15.35-22.57), media (22.57-29.79), media alta (29.79-37.01), alta (37.01-44.23), muy alta (44.23-51.45) y sobresaliente (51.45-58.67). Al menos el 45.7% de las especies se ubicaron en la clase de importancia muy baja, que corresponde principalmente a reptiles y aves de menor tamaño. A su vez, en la clase de importancia baja (8.11-15.34) se registró el 31.9% de las especies, que son poco mencionadas o importantes, incluyendo aves, mamíferos y reptiles. Por su parte, en las clases media baja (15.36-22.57) y media (22.58-29.79) se ubicó el 13.8% y el 5.3% de las especies respectivamente. En estas dos categorías se encuentran principalemente especies de aves y mamíferos utilizadas como alimento, mascota o son causantes de daños. Los únicos reptiles ubicados en esta categoría fueron la iguana (Ctenorausa similis) y la boa (Boa constrictor) (Tabla 2).

En la categoría de importancia alta (37.01-44.23) se ubicaron dos especies (2.12%): la cascabel (Crotalus tzabcan) y el pecarí de collar. Finalmente, en la categoría de sobresaliente (51.45-58.67) sólo se ubicó al venado cola blanca. Esta última fue la especie con el valor más alto del IIC, debido a la preferencia por el sabor de su carne, su importancia simbólica en creencias y rituales, así como el uso de sus partes como medicina y ornamentales. El venado cola blanca fue la única especie que tuvo las siete categorías registrados en este estudio (ver Tabla 2). Las clases de importancia media alta y muy alta, no registraron ninguna especie.
Alimenticio. Un total de 39 especies fueron mencionadas como comestibles. El mayor número de menciones para este uso fue para el venado cola blanca (n=414; 16.4 %), seguido del pecarí de collar (15.2 %) y del tepezcuintle (Cuniculus paca; 10.4%). Estas especies son preferidas por la biomasa que otorgan, el sabor de su carne (venado cola blanca y tepezcuintle) o por la abundancia en la zona (venado cola blanca y pecarí de collar). Otras especies mencionadas para consumo fueron el tejón (8.9%), el cereque (Dasyprocta punctata; 4.8%), el pavo de monte (Meleagris ocellata; 4.5%), la tuza (Orthogeomys hispidus; 4.3%), el armadillo (Dasypus novemcinctus; 4.1%), el conejo (Sylvilagus floridanus; 4.1%), la chachalaca (Ortalis vetula; 3.6%), la codorniz (Colinus nigrogularis; 3.1 %) y la iguana (3.1%), siendo esta última el único reptil con más de 10 menciones en dicha categoría. Las 27 especies restantes fueron mencionadas menos de 10 veces (ver Tabla 1).
Control de daños. Un total de 51 especies (22 mamíferos, 20 aves y 9 reptiles) fueron catalogadas como dañinas, ya sea hacia las personas, cultivos o animales domésticos (ver Tabla 1). La especie con mayor número de menciones fue el tejón (n=400; 15.3%), seguida del mapache (Procyon lotor) y del coyote (Canis latrans). Las dos primeras especies fueron las más mencionadas como causantes de las pérdidas de sus cultivos, debido al aumento de sus poblaciones. También se mencionó que el coyote es el principal depredador de los animales domésticos (gallinas, carneros y becerros). En cuanto a los reptiles, sólo la iguana fue mencionada como dañina para los cultivos (2 %), mientras que la boa lo es para las gallinas. El resto fueron serpientes reportadas como dañinas para el humano como las raneras (Leptodeira frenata y L. septentrionalis), la coralillo (Micrurus diastema), la cola negra (Drymarchon melanurus), la cantil (Agkistrodon russeolus) y la nauyaca o cuatro narices (Bothrops asper). La serpiente de cascabel fue la más mencionada como dañina (3.75%).
Todas las aves registradas en esta categoría son mencionadas como causantes de daños a los cultivos, con excepción de las aves rapaces (Buteo plagiatus y Her-petotheres cachinnans), las cuales se señalan como depredadoras de aves de corral (0.25% de menciones cada una). Otros mamíferos causantes de daños a cultivos fueron el ratón casero (Mus musculus), el venado cola blanca, el conejo, el armadillo, el tepezcuintle, la ardilla (Sciurus yucatanensis), la tuza y el pecarí de collar. El grisón (Galictis vittata) fue reportado como especie depredadora de miel y de abejas de los apicultores. El vampiro (Desmodus rotundus) fue registrado como especie dañina para el ganado (bovino y caprino) y transmisor de la rabia. El resto de los mamíferos carnívoros como la zarigüeya (Didelphis virginiana), la zorra gris (Urocyon cinereoargenteus), la comadreja (Mustela frenata), el cabeza de viejo (Eira barbara), el zorrillo cadeno (Conepatus semistriatus), el tigrillo (Leopardus wiedii), el leoncillo (Puma yagouaroundi), el puma (Puma concolor), y el jaguar (Panthera onca), son identificados como especies depredadoras de aves de corral y ganado.
Mascota. En las cuatro comunidades se encontraron algunos casos donde las personas mantenían en cautiverio aves como el loro frente blanca (Amazona albi-frons), el perico pecho sucio (Aratinga nanak), la chachalaca, el jilguero dominico (Spinus psaltria), el siete colores (Passerina ciris), el colorín azul (Passerina cyanea), el cardenal (Cardenalis cardenales) y el semillero de collar (Sporophila torqueola); además de mamíferos como la ardilla, el pecarí de collar y el venado cola blanca (ver Tabla 1). Sin embargo, en las cuatro comunidades mencionan que esta práctica ha disminuido debido a que los niños, quienes eran los que más practicaban la caza de aves, ya no están muy interesados en el campo.
Simbólico o ritual. Se registraron 33 especies reconocidas como parte de rituales, mitos y leyendas de la cultura maya yucateca. El venado cola blanca fue la especie con mayor número de menciones (n=212, 38.7 %), seguido de la serpiente de cascabel (11.8%) y el tepezcuintle (8.49%). Estas tres especies fueron mencionadas en su mayoría por la relación que tienen con los cazadores, ya sea como presas potenciales o como especie dañina.
Medicinal. Durante las entrevistas se registró un total de 27 especies que poseen carácter medicinal. La especie con mayor número de menciones en este uso fue la serpiente de cascabel (n=120, 41.7%), seguido del venado cola blanca y el armadillo (10 % ambas). El resto de las especies fueron mencionadas menos de cinco veces. Las principales partes usadas son la grasa y la carne, ya que fueron mencionadas para 11 de las 27 especies (Tabla 3).

Ornamental. Se registraron nueve especies con algún uso ornamental (ver Tabla 1). La especie con mayor número de menciones fue el venado cola blanca (n=49; 48.98%), seguido del ocelote (Leoparduspardalis) y del jaguar con 8% y 4% de las menciones, respectivamente. Otras especies aludidas son el cocodrilo de pantano (Crocodylus moreletii), el pavo ocelado, el hocofaisán (Crax rubra), el tigrillo, el pecarí de collar y el temazate rojo (Mazama temama). También se reconoció que la piel del cocodrilo de pantano se utilizaba para hacer cinturones, carteras y bolsos, pero actualmente esta actividad está prohibida. Las plumas de aves y las pieles de mamíferos se utilizan como adornos. Las astas de los venados se utilizan para decoración o como percheros, mientras que sus patas y colas son para hacer llaveros. A su vez, los colmillos de los felinos y de los pecaríes se emplean para hacer collares o llaveros.
Material para herramientas. Durante las entrevistas se refirieron tres especies de las que se utiliza alguna parte como herramienta (ver tabla 1). Tres personas (n=6; 50%) mencionaron que las astas del venado cola blanca sirven para desgranar el elote. El crótalo de la serpiente de cascabel fue indicado (33%) como herramienta para afinar las guitarras y aprender a tocar: se introduce en la guitarra y, según su peso, mejora la afinación de la guitarra. Por último, el pico del tucán (Ramphastos sulfuratus) es utilizado para hacer agujeros en la tierra y sembrar chile (16.7 %).
Discusión
Las especies de vertebrados terrestres utilizadas en las comunidades de estudio coinciden con las reportadas con anterioridad para el estado de Yucatán. El número de especies registradas con uso (94) es mayor a lo reportado por Delfín-González y Chablé-Santos (2004) -con 81 especies-, y las 39 especies en Landewee (2009), y 37 en Núñez et al. (2014). Lo anterior, debido a la inclusión de la categoría "simbólico y ritual" (mitos y leyendas), al uso de guías para la identificación de especies, al estilo y profundidad de las entrevistas realizadas, al número de días de muestreo y al conocimiento de las especies por parte de los entrevistados. A pesar de que se reconocen 39 especies como comestibles, actualmente el consumo sólo se centra en 17 de ellas. Para muchas regiones del Neotrópico, las especies más aprovechadas son aquellas que proveen una mayor cantidad de productos y subproductos, siendo determinados grupos de aves y mamíferos quienes presentan mayor preferencia de uso (e.g., Redford y Robinson 1987; Robinson y Redford 1991; Naranjo et al. 2004; Silvius, Bodmer y Fragoso 2004). Nuestra investigación no fue la excepción.
El alto valor del IIC para el venado cola blanca coincide con otros estudios, donde para el estado de Yucatán se ha registrado como una de las especies preferidas (Delfín-González y Chablé-Santos 2004; Hernández-Betancourt y Segovia 2010; Rodríguez et al. 2012). Esta es la especie con mayor frecuencia de cacería debido a que ha sido una especie culturalmente muy importante para los mayas yucatecos: en la época prehispánica era sinónimo de estatus socioeconómico de la élite maya (Herrera-Flores y Götz 2014; Rivas-Romero et al. 2015); por su sabor y su valor cárnico representa la obtención de una mayor biomasa y beneficio económico por esfuerzo (Mandujano y Rico-Gray 1991; Naranjo et al. 2004; Santos-Fita et al. 2012), y, finalmente, por la carga mágico-religiosa que se le adjudica (Núñez et al. 2014; Santos-Fita et al. 2015). Esta especie -la única que abarcó todos los rangos registrados- ha ido aumentando su distribución y abundancia en zonas de agricultura y ganadería al ser muy tolerante a la fragmentación de los bosques tropicales (Naranjo 2008).
En cuanto a las siguientes especies con un valor alto de IIC (en orden de mayor a menor): pecarí de collar, cascabel, tejón y tepezcuintle, su significación puede atribuirse no sólo a la cantidad de usos, sino al número de menciones que obtuvieron al tratarse de especies comestibles o dañinas, siendo estas dos categorías las más mencionadas en este trabajo. Destacan los casos del pecarí de collar y del tejón, que, si bien no son especies preferidas por el sabor, fueron la segunda y cuarta especie con mayor frecuencia de mención, debido a su abundancia en la zona, por ser tolerantes a la fragmentación, y a que son reconocidas como especies potenciales para la alimentación.
Para el caso de las aves, se mencionó como principales al pavo de monte, a la chachalaca y a la codorniz, hecho que coincide con otros estudios en la péninsula de Yucatán (e.g., Ramírez-Barajas y Naranjo 2007; Hernández-Betancourt y Segovia 2010; Santos-Fita et al. 2012). Para el caso de los reptiles, la iguana tuvo la mayor frecuencia de mención. No obstante, los entrevistados indicaron que sólo la han consumido cuando personas ajenas al poblado les han invitado o enseñado cómo se cocina, información similar a lo reportado por Jorgenson (1993), aunque difiere de lo señalado por León y Montiel (2008) para comunidades de Los Petenes, Campeche, donde la iguana es altamente aprovechable.
Entre los animales considerados dañinos hay varias especies de mamíferos y de aves (43.1 % y 39.2 % de las especies, respectivamente). Las que presentan mayor número de menciones en esta categoría -esto es, el tejón y el mapache- también fueron reportadas por Núñez et al. (2014) para la Reserva Ecológica de Cuxtal en Yucatán, contrastando con Landewee (2009) en Yalahau (isla de Holbox). La mayor frecuencia de mención sobre el tejón puede relacionarse al hecho de que, afirman, sus poblaciones han aumentado, posiblemente por la disminución de sus depredadores y porque es una especie altamente tolerante a la perturbación y fragmentación. El daño provocado por prociónidos (tejón y mapache) y, además, por ungulados (pecarí de collar, temazate rojo y venado cola blanca) ya ha sido documentado por diversos autores (e.g., Delfín-González y Chablé-Santos 2004; Ramírez-Barajas y Naranjo 2007; Landewee, 2009; Núñez et al. 2009; Hernández-Betancourt y Segovia 2010; Santos-Fita et al. 2013).
En cuanto al uso como mascotas, al igual que lo mencionado por Núñez et al. (2014), esta actividad ha ido disminuyendo ya sea porque la captura era realizada principalmente por niños, quienes ahora están menos interesados en el campo, o por miedo a las autoridades y a la regulación de su venta.
Con relación al uso simbólico o ritual, numerosas creencias se derivan de anécdotas ocurridas durante la cacería y visitas a la milpa, algunas relacionadas con el comportamiento de los animales, otras que pueden ser de mal augurio y, finalmente, algunas más que otorgan algún beneficio (e.g., Sobrino Campos 1940a, 1940b; Ligorred 1992; Uc Cahum 2000; Herrera-Flores et al. 2018). Esta relación entre los mayas yucatecos, la naturaleza y la actividad de la cacería ha sobrevivido adaptándose a la vida actual a través de prácticas, creencias religiosas y mitos (e.g., Villa Rojas 1987, 294-296, 308, 319, 450; Gabriel 2006; Olivier 2015, 141-353; Santos-Fita et al. 2015). Sin embargo, en los registros y observaciones de campo se percibe que las creencias y prácticas rituales persisten en el acervo cultural de las personas mayores y de quienes cazan con mayor frecuencia. En cambio, los jóvenes muestran poco interés en las actividades referentes a la cacería y, en general, al trabajo en el campo (Herrera-Flores et al. 2018).
A pesar de que existe conocimiento sobre el uso de animales con fines medicinales (n=97; 72.2% de los entrevistados), esta actividad actualmente es poco común. Los remedios más frecuentes fueron la carne/aceite de la serpiente cascabel y el sebo del venado cola blanca, al igual que lo reportado por otros estudios en el estado de Yucatán (Delfín-González y Chablé-Santos 2004; Landewee 2009; Núñez et al. 2014). Este conocimiento se encontró en personas mayores, quienes son las que aún conservan las tradiciones heredadas, como señalan estudios previos (ibid.). De igual forma, el uso ornamental y como herramientas, si bien forma parte del conocimiento de los pobladores de las comunidades, es poco común, ya que, debido a la prohibición de su venta, la mayoría de las veces los subproductos de los animales -como la piel y las astas de los venados y colmillos de pecaríes- son desechados (Landewee 2009; Hernández-Betancourt y Segovia 2010; Núñez et al. 2014).
Importancia cultural de la fauna silvestre, preservación del conocimiento y conservación. Las principales categorías -esto es, con mayor número de menciones- fueron "alimenticio" y "control de daños" (a milpas, animales domésticos y a personas). Así, el alto valor del IIC para las especies se puede atribuir a la cantidad de usos, a la frecuencia de mención y a su inclusión en alguna de estas dos categorías -o ambas-. Por otro lado, en lo que respecta a las demás categorías ("medicinal", "mascota", "ornamental", "material para herramientas" y "simbólico o ritual"), si bien se obtuvo un registro considerable de las especies, el hecho de que las referencias asociadas a la fauna silvestre provengan principalmente de adultos mayores parece remitirnos a una paulatina pérdida de tradiciones y creencias mágico-religiosas.
A modo de conclusión
Los cambios en los estilos de vida (e.g., educación oficial, mejores medios de comunicación) y las actividades económicas (e.g., disminución de la milpa y aumento de la ganadería, migración y remesas), y el abandono del quehacer ritual y reciprocidad con los seres sobrenaturales favorecen la modificación de los patrones de uso y manejo de la fauna silvestre. Actualmente, la mayoría de los jóvenes muestran poco o nulo interés en las actividades referentes al trabajo y vida en el medio rural. Existe una tendencia por migrar en busca de una "mejor educación" o mayores oportunidades económicas, alejándose y abandonando el conocimiento tradicional.
Lo anterior tiene relevancia puesto que al conocer las especies más valoradas y las categorías de uso a las que son atribuidas, se pueden dirigir estrategias de conservación más puntuales, reducir costos y esfuerzos, priorizar, y, al mismo tiempo, generar interés en la población. Además, las personas siempre están más motivadas por conservar recursos que son significativos, al contrario de aquellas especies consideradas menos importantes. Sin embargo, se requiere de un seguimiento a detalle sobre el tema para verificar los cambios y ver de qué modo, en última instancia, se vería afectada la conservación de la fauna silvestre. Por ello, es importante conocer las valoraciones y actitudes hacia la fauna y cómo esta relación se va modificando (Jorgenson 1997; Vargas-Clavijo y Costa-Neto 2010), es decir, qué es exactamente lo que aprecian o rechazan, y cómo sus experiencias determinan lo que se considera ambientalmente adecuado, permitido o necesario (Durand 2008), así como el valor cultural, social y económico de las especies. En otras palabras: su correcta valoración permite conocer el costo ecológico, social y económico que representará su degradación o pérdida definitiva (Pérez-Gil et al. 1995; Retana-Guiascón 2006).
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