RESUMEN: En la literatura usualmente se plantea que los partidos populistas y antisistema afectan la democracia. Este artículo propone una mirada alternativa, en tanto la pluralidad democrática también puede favorecer la erosión del sentido de dichas agrupaciones. En este sentido, se propone un estudio secuencial de la trayectoria de Podemos (España) y del Movimento 5 Stelle (Italia), desde su fundación hasta la elección nacional, después de haber participado de un gobierno de coalición (con fuerzas del establishment), momento en el cual, se considera que ya no tenían su carácter antisistema original. Se concluye que la democracia, en términos de su pluralidad, es permisiva con los partidos antisistema cuando estos expresan una lógica confrontativa frente al conjunto del establishment político, pero no cuando deciden conformar coaliciones con al menos parte de este último. El adoptar este camino, factible en una democracia fragmentada, tiene un costo para los partidos antisistema: perder su razón de ser antisistema, al abandonar un discurso nosotros versus ellos, que debería referir al conjunto de la élite política.
Palabras clave: Democracia, partidos populistas y antisistema, gobierno, Podemos, Movimiento 5 Estrellas.
ABSTRACT: In the literature it is usually suggested that populist and anti-establishment parties affect democracy. This article proposes an alternative view, as democratic plurality can also stimulate the erosion of the meaning of these organizations. In this sense, we propose a sequential study of the trajectories of Podemos (Spain) and Movimento 5 Stelle (Italy) from their foundation until the national election after their participation in a coalition government (along with political parties from the establishment), a moment in which we consider these parties no longer have their original anti-system status. It is concluded that democracy, in terms of its plurality, is permissive with anti-establishment parties when they express a confrontational logic toward the entire political establishment, but no more when they decide to establish coalitions with at least part of the latter. Adopting this path, possible in a fragmented democracy, has a consequence for anti-establishment parties: They lose their anti-establishment raison d'etre, due to the disappearance of the "us versus them" discourse that should be related to the entire political elite.
Keywords: Democracy, populist and anti-establishment parties, government, Podemos, 5 Star Movement.
RESUMO: A literatura argumenta habitualmente que os partidos populistas e antissistema afetam a democracia. Este artigo propõe visão alternativa, na medida em que a pluralidade democrática também pode favorecer a erosão do significado de tais agrupamentos. Nesse sentido, propomos estudo sequencial das trajetórias do Podemos (Espanha) e do Movimento 5 Stelle (Itália) desde a sua fundação até a eleição nacional que se seguiu à sua participação em um governo de coalizão (com forças do establishment), momento em que consideramos que já não possuíam seu caráter antissistema original. Concluímos que a democracia, na sua pluralidade, é permissiva com os partidos antissistema quando estes expressam uma lógica de confronto com o conjunto do establishment político, mas não quando decidem formar coligações com pelo menos uma parte deste último. A adoção dessa via, factível numa democracia fragmentada, tem um custo para os partidos antissistema: perdem a sua razão de ser antissistema ao abandonarem um discurso "nós contra eles" que deveria referir-se à elite política no seu conjunto.
Palavras-chave: Democracia, partidos populistas e antissistema, governo, Podemos, Movimento 5 Stelle.
DOSSIER TEMÁTICO
Los partidos populistas y antisistema en democracia: Podemos (España) y el Movimiento 5 estrellas (Italia) desde un análisis secuencial
Populist and Anti-Establishment Parties in Democracy: Podemos (Spain) and the 5 Star Movement (Italy) from a Sequential Analysis
Partidos populistas e antiestablishment na democracia: Podemos (Espanha) e Movimento 5 Stelle (Itália) a partir de uma análise sequencial
Recepção: 15 Novembro 2023
Aprovação: 16 Setembro 2024
La crisis financiera mundial de 2008 impactó, a nivel político, a varios países, llevando a que se generara lo que Moffitt (2023) ha denominado un tiempo populista. Este contexto favoreció la presencia de partidos populistas y antisistema1 (PPA) que buscaron canalizar a su favor el descontento frente al establishment político. En algunos casos, tales organizaciones lograron acaparar el respaldo electoral necesario para transformarse en fuerzas de gobierno.
Al analizar la relación entre este tipo de partidos y la democracia, desde la literatura han surgido mayoritariamente enfoques que evalúan el efecto del primero sobre la segunda (ya sea fortaleciéndola o erosionándola). En estas páginas se presenta una mirada inversa en cuanto a dicha relación, pues se busca señalar cómo la pluralidad democrática puede, bajo ciertas circunstancias, generar las condiciones para la erosión de la razón de ser de los ppa. En estos términos, el trabajo se centra en el estudio de dos casos mediante un análisis secuencial: Podemos en España y el Movimento 5 Stelle2 (M5S) en Italia. El fundamento de dicha elección es el siguiente. Primero, porque surgieron como PPA desde perspectivas ideológicas diferentes (de izquierda Podemos y postideológica el M5S). Segundo, porque accedieron al gobierno, sin que ello implique cambios significativos en el nivel de democracia de sus países. En tercer lugar, porque en su trayectoria pasaron por diferentes momentos en su relación con las demás fuerzas políticas: desde la confrontación, pasando por las coaliciones con partidos fuera del establishment, hasta la inclusión de este último en las anteriores. Finalmente, porque estos partidos sí experimentaron en su trayectoria política la erosión de su condición antisistema. La pregunta, entonces, es ¿por qué Podemos y m5s abandonaron su condición de PPA?
Es de considerar que el carácter antisistema de un PPA requiere una oposición constante a los partidos del establishment, desde una lógica nosotros versus ellos. Esta representaría una oposición semileal (Barr, 2009). La democracia permite la emergencia y desenvolvimiento de este tipo de partido político, producto de su carácter pluralista. Pero ¿qué ocurre si los PPA modifican su estrategia antagónica y terminan acordando con partidos de la élite (es decir, con ellos) la constitución de una coalición? Esta es una posibilidad cierta en un contexto democrático, en tanto los partidos no siempre pueden sostener una estrategia meramente confrontativa. Muchas veces, deben negociar y acordar. Si esta situación involucra a sectores del establishment, implica ello para un PPA la antítesis de su oposición semileal. En un escenario así, se quiebra el "nosotros versus ellos", en tanto unos y otros pasan a formar parte del mismo conjunto (la coalición).
Defendemos el argumento de que la democracia es compatible con los PPA (en términos de su razón de ser) cuando estos deciden mantener una lógica confrontativa con la élite política (discurso nosotros versus ellos). Pero esto cambia si los primeros abandonan la confrontación y adoptan una lógica de coalición con aquellos sectores, frente a los cuales planteaban anteriormente una oposición recalcitrante. Si esto se concreta, los PPA no pueden sostener en el tiempo su discurso antagonista y, por tanto, su condición antisistema se ve erosionada. Ahí surge el límite democrático que la pluralidad política propia de este régimen puede imponerle a los PPA, en cuanto a su razón de ser. En el presente artículo se argumenta que esto fue lo que sucedió con las trayectorias recientes de Podemos en España y del M5S en Italia.
El artículo continúa de la siguiente manera. En primer término, se desarrolla una conceptualización de los PPA y una revisión de la literatura sobre la relación entre la democracia y tales organizaciones. Posteriormente, se presenta las características del modelo secuencial propuesto. Luego, se expone el análisis empírico y se finaliza con las conclusiones.
La construcción de un vínculo con el electorado es un paso necesario para que un partido político sume votos y obtenga cargos representativos. Aquel factor que resulte atractivo para los actores (integrantes del partido y votantes), hacia la fuerza política, impacta tanto a nivel interno (lealtad e interés en su continuidad en el tiempo) como externo (incentivos colectivos para obtener el apoyo del electorado) de dicha organización, representando además la razón de ser de esta última (Panebianco 1982). Así pues, la razón de ser remite al factor que da sentido a la emergencia, relevancia y continuidad de la organización y de los vínculos que la sostienen.
Los partidos populistas construyen su razón de ser desde una posición antagónica entre un nosotros y un ellos (Mudde, 2014; Hawkins & Rovira Kal-twasser, 2017; Casullo, 2019; Moffitt, 2022). Como indica Zulianello (2020), esta distinción -que separa a la gente pura de la corrupta- representa la identidad de un partido populista, que permite diferenciarlo de aquellos que no lo son, pues eventualmente, cualquier organización partidaria podría acudir en algún momento (no permanentemente) a este discurso polarizador. En otras palabras, los partidos populistas hacen del nosotros versus ellos su razón de ser, mientras que no ocurre lo mismo con aquellas organizaciones que no responden a este grupo.
Es una postura antagónica, en tanto es incluyente respecto al nosotros y excluyente en cuanto al ellos (Urbinati, 2023). El componente incluyente se relaciona también con la idea de "pueblo-Uno" (Rosanvallon, 2020), pues remite a un todo (el nosotros). Al mismo tiempo, el acudir al pueblo implica un discurso apelativo a lo cotidiano y cercano, que posibilitaría construir una relación de cercanía con aquel sector que se entiende excluido por el ellos (Laclau, 2005; Ostiguy, 2017).
El "ellos" puede no referirse a sectores elitistas. Tal es el caso de los inmigrantes para los populismos de derecha (Mudde, 2014; Damiani, 2020; Bale & Rovira Kaltwasser, 2021). Pero en caso de involucrar alguna élite, no necesariamente es la élite política o la totalidad de esta. En este sentido, Robert Barr (2009) recuerda que los populismos latinoamericanos de mitad del siglo xx expresaban un antagonismo con los sectores económicos puntualmente. Por otro lado, más recientemente, han surgido líderes populistas en partidos tradicionales. Por ejemplo, el ellos de Donald Trump comprendía al Partido Demócrata, los inmigrantes, los periodistas y los medios de comunicación (Casullo, 2019). El presentarse desde un partido del establishment político estadounidense (partido Republicano), podría haberle impedido a dicho referente desarrollar (en caso de haberlo querido) un discurso antisistema con el conjunto de la élite política.
Lo anterior sirve para dar el siguiente paso en la conceptualización. Aquí se sostiene que, cuando los partidos populistas expresan explícitamente en el marco de la identificación del ellos, una oposición antagónica hacia la élite política en su conjunto (es decir, el establishment político) son además antisistema. Se conforma así lo que en estas páginas se denomina un Partido Populista y Antisistema (PPA). Para clarificar esta postura, se adopta la definición desarrollada por Mattia Zulianello (2019), quien considera que los partidos populistas pueden manifestar adicionalmente un carácter antisistema cuando cumplen dos condiciones, que son necesarias y suficientes para lograr este resultado: a) por un lado, deben exteriorizar una orientación ideológica de carácter antisistema, desde la cual critiquen aspectos propios (sean estos sociales, económicos y/o políticos) del funcionamiento del statu quo existente, tales como el del sistema representativo o la performance de la élite política. Esta condición es identitaria (su razón de ser) y, por tanto, permanente para la condición antisis-tema;3 b) por otro, no expresan una interacción cooperativa con los partidos del establishment, ya que parten de una posición antagonista frente a todo el arco político tradicional. Como resultado de esta ausencia de cooperación, no deberían exteriorizar un poder de coalición frente a estas organizaciones partidarias tradicionales. En estos términos, los partidos populistas pueden no ser antisistema ya que no necesariamente tienen un discurso polarizador con (todo) el establishment político (pueden tenerlo frente a los inmigrantes, la justicia o los medios de comunicación) y porque, además, pueden estar dispuestos a cooperar o generar coaliciones con partidos tradicionales. Un ejemplo de esto último en tiempos recientes ha sido, como recordaremos más adelante, la Lega en Italia.
En función de la primera condición arriba planteada, se considera que los PPA se desenvuelven desde un clivaje establishment-antiestablishment (Panebianco, 1982), el cual tiene efectos sobre el escenario competitivo. Esto es así, en tanto, tal carácter antagonista favorece la distancia ideológica con los partidos prosistema (Capoccia, 2002; Barr, 2009). Más aún cuando lo que hacen los PPA es declararle la guerra a la élite política4 (Schedler, 1996). En este sentido, la literatura ha indicado que los contextos de descontento ciudadano favorecen la emergencia de estas expresiones (Inglehart, 1977; Ignazi, 1992; Prud'Homme, 2023), que -mediante este discurso antagónico- promueven su estrategia de vinculación con un electorado enojado con la política tradicional (Zanotti, 2021).
Ahora bien, la construcción del poder antisistema es diferente al democrático, pues mientras que este último varía en función de mayorías y minorías, el primero lo hace desde una lógica binaria establishment (enemigo) - antiestablishment (amigo) (Urbinati, 2019). No obstante, los ppa no dejan de ser democráticos, pues expresan una oposición semileal según la cual no buscan reemplazar a la democracia, sino al conjunto del establishment político. Esta opción se contrapone a la leal (propia de los partidos tradicionales) y a la desleal (la de los partidos extremistas) (Barr, 2009). Como vemos, una diferencia entre los PPA y los extremistas (tanto de derecha como de izquierda) es que estos últimos muestran un compromiso aún menor con las reglas de la democracia (Damiani, 2020; Bale & Rovira Kaltwasser, 2021).
Esta última lectura permite entender la implicancia de la segunda condición del concepto de antisistema desarrollado por Zulianello (2019)), pues plantea la ausencia de colaboración por parte de los ppa con el establishment político (Urbinati, 2023). Conviene retomar aquí la distinción desarrollada por Giovanni Sartori (2008) entre el poder de coalición y el poder de chantaje. El primero se vincula con aquellos partidos que, en su pretensión de llegar al poder, están dispuestos a hacerlo en caso de ser necesario en coalición con otros (es decir, colaborando y acordando). Aquí, de acuerdo al autor estarían los partidos del establishment. Pero recordemos que Zulianello (2019) señala que, también los partidos populistas podrían manifestar este interés colaborativo con partidos tradicionales, no así los antisistema. Estos últimos mostrarían más bien un poder de chantaje, gracias al cual impactarían en la agenda (promoviendo temáticas antiestablishment o no contempladas inicialmente por los partidos tradicionales) y en la distancia ideológica con el "ellos" (pues polarizarían y buscarían no cooperar con los partidos tradicionales). Por esto los ppa, desde su origen, tienden a alejarse de los partidos del establishment y de posibles alianzas o acuerdos con ellos.
¿Qué ocurre si las circunstancias permiten a los PPA acceder al gobierno? Respondiendo a este interrogante, en algunos documentos se ha analizado la influencia que, sobre la democracia, puede tener la llegada al poder de actores y/o fuerzas políticas que expresan la mirada polarizadora nosotros versus ellos, sean populistas per se o PPA. Para una parte de la biblioteca hay un efecto positivo en tanto el populismo es expresión de la constitución de un pueblo como totalidad y, por ende, de la mejor democracia posible (Canovan, 1999; Laclau, 2005), que propicia la inclusión política de sectores hasta ese momento excluidos (Mouffe, 2018). Por otra parte, la lectura crítica identifica una incompatibilidad entre ambos factores, en tanto estos partidos pueden llevar a una erosión democrática, pues, si bien pueden no ser antidemocráticos, su postura maximalista (de representar un pueblo frente a otro antagónico) sí puede serlo, lo que llevaría al debilitamiento del Estado de derecho, del pluralismo político y a una mayor concentración del poder (Levitsky & Ziblatt, 2018; Bale & Rovira Kaltwasser, 2021; Monsiváis Carrillo, 2023). Si esto sucede se reemplazaría la democracia liberal (y por tanto plural) por una de estilo polarizada (Rosanvallon, 2020), pues, como plantea Nadia Urbinati (2019), la inclusión (el nosotros) expresa al mismo tiempo una exclusión (el ellos). No obstante, las mismas instituciones democráticas podrían representar una resiliencia (allí donde son fuertes) ante los intentos de erosión por parte de expresiones que aspiran ser hegemónicas (Weyland, 2024). Un tercer grupo es el de las lecturas intermedias. En estas se destaca que la lógica populista puede tener al mismo tiempo unos componentes democráticos (hacer de la política algo más inclusivo) y otros más autoritarios (la personalización extrema, la negación de la heterogeneidad y la generación de una democracia más delegativa) (De la Torre, 2003; Freidenberg, 2007; Moffitt, 2023).
Este trabajo ofrece una lectura alternativa a lo que se viene discutiendo. Si bien acordamos respecto a la tensión que existe entre los principios liberales de la democracia y la lógica nosotros versus ellos, aquí se considera que la influencia puede ser inversa a la reseñada en el párrafo anterior. Tomando como centro los PPA (que además de ser populistas son antisistema), se señala que la pluralidad democrática puede transformarse en un limitante para la razón de ser de estas organizaciones cuando llegan al poder (o aspiran a hacerlo), más cuando se ven en la necesidad de modificar su estrategia frente a partidos del establishment: de la confrontación antagónica a la negociación y al acuerdo coalicional. Si esto sucede, lo que se erosiona no es el régimen sino el carácter antisistema del PPA.
Las democracias contemporáneas siguen los principios del liberalismo político (Moffitt, 2023). Uno de los aspectos fundamentales de esta impronta es la pluralidad política, la cual, por un lado, permite la expresión de las diferentes voces existentes en la sociedad (por ejemplo, con el voto) y, por otro, la necesaria presencia de diversas organizaciones partidarias que compitan en elecciones, para poder acceder a cargos representativos. Así, en democracia, estos partidos defienden intereses, compiten, se oponen y eventualmente negocian entre sí, pudiendo potencialmente llegar a acuerdos (Pasquino, 1998; Dahl, 2007). Un factor que influye en la dinámica recién mencionada es, tal como veremos a continuación, la fragmentación partidaria (Sartori, 2008).
Escenarios competitivos de predominio partidario o bipartidistas, favorecen que la baja fragmentación se traslade a nivel de las instituciones representativas, tanto en gobiernos mayoritarios centrados en una única fuerza, como en el terreno legislativo con una mayor concentración de bancas en las pocas fuerzas políticamente relevantes. Esto contrasta con aquellos escenarios de mayor fragmentación partidaria, los cuales generan condiciones más propicias para la conformación de coaliciones, sean estas electorales y/o de gobierno (Lijphart, 1999; Sartori, 2005; Colomer, 2007; Sartori, 2008). Las primeras aparecen para incrementar las expectativas electorales. Las segundas, pues, si la fragmentación se traslada al ámbito representativo, probablemente ninguna fuerza cuente con mayoría propia en dicho terreno y requiera de una coalición para formar gobierno (como en un parlamentarismo o semipresidencialismo) o para incrementar la gobernabilidad con una mayor presencia legislativa (como también puede suceder en un presidencialismo). Como vemos, la potencial relevancia de las coaliciones es independiente del sistema de gobierno, ya que la necesidad de acudir a dichas alianzas, es inherente a cualquier sistema, dependiendo ello más bien del nivel de fragmentación política existente a nivel competitivo y representativo (aspecto propio pero variable de la democracia, tal como se ha venido desarrollando).
Dicho esto, recordemos que los PPA buscan diferenciarse antagónicamente del conjunto de la élite política. Tal postura presenta un distanciamiento que genera una barrera para cualquier posibilidad de colaboración con sectores del establishment político, pues por definición un ppa es opositor a este último en su totalidad. La pluralidad política -propia de la democracia contemporánea- es compatible con este tipo de expresiones porque habilita la organización y expresión de las diversas identidades existentes dentro de una sociedad. En estos términos y siguiendo las palabras de Alejandro Monsiváis Carrillo (2023), se puede decir que, desde una lectura ideológica, la oposición antagónica pueblo-elite no es antidemocrática.
Claro está que la relevancia de un partido político es un factor variable, condicionado por la relación entre votos y cargos (mediada por los efectos del sistema electoral) (Sartori, 2008). De esta manera, imaginemos la presencia de un PPA que termina siendo relevante a nivel electoral y representativo. Si se desenvuelve en un contexto de baja fragmentación, en caso de llegar al poder y en un marco de gobierno mayoritario, podría aspirar a sostener la lógica confrontativa. Esto es así, pues, como destacan Mainwaring y Shugart (1997), gobiernos mayoritarios pueden seguir una lógica de juego de suma cero, donde el ganador se lleva todo (y esto es, según ellos, independiente de si estamos en parlamentarismos o presidencialismos).
Ahora bien, si dicha relevancia política del PPA sucede en un escenario de mayor fragmentación partidaria, donde la formación de coaliciones (electorales y/o de gobierno) pasa a ser una condición necesaria para incrementar las expectativas de poder, mantener la lógica de la confrontación nosotros versus ellos podría frustrar tales intenciones si las opciones existentes para tal efecto provienen del establishment político.
Es en dicho contexto, donde finalmente se encuentra el marco en el que la pluralidad política -propia de una democracia presente a nivel competitivo y/o representativo- establece un mayor condicionamiento para los PPA. Su estrategia polarizadora del nosotros versus ellos es incompatible con una estrategia proactiva para la construcción de coaliciones, más si los actores disponibles para ello son referentes del establishment (Zulianello, 2020).
Lo indicado recién significa lo siguiente: es posible sacar adelante el discurso antisistema desde la oposición antagonista con el establishment, mas no si se adopta una postura cooperativa -con al menos parte de este último- para la conformación de una coalición. En el primer caso, el escenario es propicio para la presencia de un PPA, pues su popularidad se plasma desde aquella estrategia. Pero es diferente cuando estas fuerzas adoptan un comportamiento favorable para generar coaliciones con esa misma élite, frente a la cual habían expresado inicialmente un discurso polarizador.
Ahora ¿por qué considerar a las coaliciones dentro de esta lógica de negociación con el establishment? Porque, siguiendo a Zulianello (2020), en el momento en que dicho acuerdo se concreta, es cuando el nosotros versus ellos, propio de la razón de ser del PPA, se erosiona, en tanto unos (PPA) y otros (establishment) pasan, desde entonces, a cooperar en un todo (la coalición) en lugar de oponerse de manera irreconciliable. En un escenario así, el discurso antagonista frente a la élite política pierde sentido.
De esta manera, la democracia mediante la pluralidad política existente a nivel competitivo y/o representativo le presenta escenarios diferentes a los PPA: el primero es el de la oposición antagónica frente al establishment (lógica confrontativa); el segundo implica un nivel intermedio, presentándose un cambio de estrategia hacia la negociación y el acuerdo coalicional, pero con fuerzas no del establishment político; el tercero es en el que la estrategia previa sí incluye al establishment. Sostenemos que las dos primeras son compatibles con el discurso polarizador de los ppa, persistiendo una oposición semileal con la élite política. El tercero, en cambio, ya es incompatible con dicha postura, pues involucra un acuerdo con fuerzas políticas del establishment. El adoptar un comportamiento coalicional con el establishment (o parte de este) en lugar del confrontativo, lleva por derivación al abandono de la oposición semileal (Barr, 2009), pues ya se deja de hablar de un ellos como un todo. En cierto modo, la negociación y búsqueda de acuerdo puede entenderse como el reconocimiento del otro, ahora como un par legítimo. La consecuencia de este cambio de estrategia es la siguiente: el PPA pierde su razón de ser en cuanto antisistema.
Del análisis precedente se desprende que la democracia y su condición de pluralidad no siempre puede transformarse en un limitante para la continuidad de la postura antisistema. Esto puede no suceder cuando: a) mantienen su discurso disruptivo desde la oposición (el Partido Nacional Escocés ha sostenido hasta la actualidad, desde Westminster, su demanda a favor de la independencia escocesa); b) se encuentran en un escenario fragmentado, donde buscan conformar alguna coalición, pero prefieren sostener la confrontación con la élite (el Governo di Cambiamento conformado por m5S y la Lega, surgió en el marco de la negativa del primero a aliarse con cualquier fuerza perteneciente al establishment político italiano); y c) acceden al gobierno en un contexto de mayoría propia y oposición debilitada (el Movimiento Quinta República y Hugo Chávez, luego de ganar la presidencia en 1998, lo que posteriormente le permitió llevar adelante la reforma constitucional para el socialismo del siglo XXI).
Se propone llevar adelante un análisis secuencial de los procesos que atravesaron Podemos (España) y m5S (Italia), desde sus orígenes hasta las elecciones nacionales inmediatamente posteriores a su experiencia en el poder (iniciada en 2019 y 2018 respectivamente).
La selección de los casos se debe a que permiten ilustrar una direccionalidad diferente a la usualmente planteada por la literatura, en cuanto a la relación entre los PPA y la democracia. En el presente artículo se considera que la pluralidad política -propia de una democracia- puede generar las condiciones (cuando, a partir del nivel de fragmentación existente, se incentiva la conformación de coaliciones) para la erosión del carácter antisistema de estos partidos. En este sentido, Podemos y el m5S presentan una secuencia de eventos completa, desde su fundación como PPA, pasando por los momentos de negociación, hasta el acuerdo coalicional, primero con fuerzas fuera del establishment y luego incluyéndolas. Mediante la conformación de estas coaliciones los PPA estudiados accedieron al poder. Ahora bien, siguiendo datos de Freedom House, se puede decir que este evento no habría afectado de manera decisiva el nivel de democracia en España e Italia, el cual se mantuvo estable, incluso luego de la salida del gobierno de los mismos (figura 1). En cambio, como se verá al final del artículo, esas coaliciones sí condujeron a la erosión de la razón de ser antisistema de dichos partidos.
Un mecanismo causal remite a un proceso en el que la interacción de una serie de factores produce un resultado específico. Como señalan Bennett y Checkel (2015), los mecanismos causales no son directamente observables, sino que requieren una teorización que permita identificar las características propias de los eventos a rastrear. Por ende, el resultado esperado depende de la secuencia de eventos que la teoría hipotetiza (Bril Mascarenhas et al., 2021). Lo señalado hasta aquí remite a la construcción de la teoría que, a continuación, se buscará contrastar en términos empíricos (Beach & Pedersen, 2013). Con el fin de analizar empíricamente la teoría, se identifica -en la trayectoria de Podemos y del m5S- los eventos que representan la siguiente secuencia (posteriormente resumida en la Figura 2):
a) Emergencia del partido antisistema: a partir de acontecimientos concretos y declaraciones de referentes se busca identificar el carácter antisistema en el origen de estos partidos. Con esto se podrá conocer su razón de ser, en cuanto PPA. En este momento, la democracia pluralista es permisiva con su presencia a nivel sistémico.
b) Participación electoral y confrontación: los eventos a observar posteriormente remiten a la participación que estos partidos tuvieron en la competencia electoral nacional, desde su fundación,6 y que -en el marco de una confrontación (identificable en declaraciones y programas) con el establishment- adquirieron relevancia política, representada en votos, en bancas y, en función de ello, en su capacidad para influir en la conformación de coaliciones (Sartori, 2008).
c) Estrategia negociadora y coalicional en un escenario de pluralidad política fragmentada: al transformarse el PPA en una fuerza relevante, entra en un ambiente en el que las expectativas políticas pueden incrementarse. Si esto ocurrió en contextos partidariamente fragmentados, que incentivaron la formación de coaliciones, es posible observar un cambio de estrategia de los PPA: de la confrontación a la negociación (con o sin el establishment).
d) Pérdida de la razón de ser antisistema: Los PPA habían surgido desde una oposición semileal frente al establishment político. El conformar una coalición con sectores de esta élite, llevaría a abandonar dicha confrontación permanente. Al tiempo que, implicaría el costo que -para un PPA- tiene el consensuar con el establishment: perder su razón de ser y dejar de ser antisistema. Dicha pérdida debe verse representada en la desaparición del componente antiestablishment, a nivel discursivo y programático posterior a dicho compromiso.
Las democracias de España e Italia eran escenarios propicios para la aparición de un PPA: tenían pluralidad política y una coyuntura crítica que favorecía el origen de un antagonismo antisistema. Es por esto que Podemos y m5S se instalan en la escena política a partir de los efectos de la crisis del 2008 (Albertazzi et al., 2021).
a. Del 15-M a Podemos
En España, la gran depresión generó un progresivo estancamiento económico que afectó al empleo y llevó a políticas de recorte presupuestario. En este contexto se produjeron las movilizaciones antiausteridad (della Porta et al., 2017), que tuvieron su máxima expresión el 15 de mayo de 2011 (el 15-M) con la aparición el Movimiento de los Indignados. Esta protesta no solo expresaba un descontento por las políticas implementadas (Meyenberg, 2017; Damiani, 2020), sino también la existencia de un clivaje establishment-antiestablishment (della Porta et al., 2017).
Paralelamente a lo sucedido en las calles, en otros ámbitos existían voces críticas sobre la situación política, económica y social española. La universidad Complutense de Madrid fue un terreno donde esto sucedió y aquellos que allí comulgaban con el discurso reformista (entre ellos, Pablo Iglesias), vieron en el 15-M una ventana de oportunidades para transformar el descontento popular (sostenido en la idea de "que se vayan todos") en política concreta y organizada.
Podemos, entonces, aparece en marzo de 2014 y construye un "nosotros" sobre la base del Movimiento de Indignados y su rechazo al conjunto del establishment (Martín, 2015). Aquí toma forma la razón de ser que da origen a este partido, enmarcado en un discurso en el cual se acusa a las élites políticas y económicas (ellos) del empobrecimiento del pueblo (nosotros) (Damiani, 2020). En línea con esta postura, Ivaldi et al. (2017) citan una declaración de Pablo Iglesias: "la clave para entender lo que está sucediendo en España no está en elegir entre la izquierda o la derecha, sino en la contradicción entre una minoría oligárquica y una mayoría de ciudadanos".7
b. De la inestabilidad permanente al M5S
La Segunda República Italiana carecía de estabilidad partidaria, gubernamental y de las reglas electorales (Giannetti & Sened, 2004; Chiaramonte & Vincenzo, 2017; Regalia, 2018). La crisis de 2008 profundizó la sensación de inestabilidad recurrente, ahora alcanzando a la economía (della Porta et al., 2017). Como resultado, surgió un rechazo hacia el conjunto del establishment político, expresado en protestas antiausteridad y en la emergencia de liderazgos outsider (Zanotti, 2021). Entre estos últimos estuvieron los fundadores del m5S, Beppe Grillo (comediante) y Gianroberto Casaleggio (especialista en comunicaciones), quienes ya venían organizando foros de protesta en la web y movilizaciones como el Vaffanculo-Day en 2007, en contra de la casta política corrupta (Lanzone & Woods, 2015; Deseriis & Vittori, 2019).
Fundado en 2009 -con base en la Carte di Firenze8-, el m5S se mostró como una fuerza ni de derecha ni de izquierda, sino postideológica (Musso & Maccaferri, 2018). En estos términos, Coticchia y Vignoli (2020) señalan que tal amplitud le ha permitido dos cosas. Por un lado, impulsar agendas ideológicamente contradictorias (desde las políticas antiausteridad y a favor del medioambiente, hasta su oposición a la invasión de inmigrantes). Por otro, presentarse como una tercera vía a las tradicionales fuerzas políticas italianas (ellos). Así, el m5S vendría a desafiar la estructura bipolar del sistema partidario italiano (De Giorgi, 2015).
Inicialmente lo hizo mostrándose como representante de los excluidos y desencantados con los partidos del establishment (Ivaldi et al., 2017; Zanotti, 2021). En palabras de Beppe Grillo: "La lucha de clase ha sido sustituida por una lucha de casta, o mejor por la lucha entre quienes producen riqueza, servicios sociales y las clases parasitarias, la casta"9 (Grillo, 2013). Aquí encontramos la razón de ser del m5S y su incorporación al escenario partidario italiano, desde un clivaje establishment-antiestablishment (Urbinati, 2019).
A nivel nacional, Podemos y m5S tuvieron su primera participación electoral en los años 2015 y 2013, respectivamente. Lo hicieron desde la lógica de la confrontación, algo propio de un PPA y factible de llevar adelante en un marco de pluralidad democrática. Los resultados les permitieron transformarse en fuerzas relevantes.
a. Podemos en la elección de 2015
En 2015 el Partido Popular (PP) y el Partido Obrero Socialista Español (PSOE) sufrieron un retroceso electoral en comparación a 2011. Tomando como referencia al Congreso de Diputados, el primero obtuvo el 28,72% en 2015 y en 2011 había logrado el 44,63%, mientras que el segundo conquistó el 22,01% en 2015 y en 2011 había alcanzado el 28,76%. Esta merma también se expresó en el terreno representativo, pues ambos perdieron bancas y, con ello, la capacidad de impulsar de manera unilateral la formación de un gobierno. En este contexto se insertó Podemos con el tercer lugar en la elección (20,68%) -al sumar el porcentaje obtenido por su sigla nacional (12,69%) con el porcentaje de sus alianzas subnacionales (7,99%)- y con el mismo tercer lugar en bancas en ambas cámaras del parlamento (Ministerio del Interior, s. f.).
Podemos afrontó su primera experiencia electoral a nivel nacional desde una lógica confrontativa. En enero de 2015 organizó la Marcha por el Cambio, con la que buscaba representar un giro de época en la política española mientras se cantaba "Casta volvemos, somos Podemos". De acuerdo con Pablo Iglesias, fue "una movilización para decir que en 2015 va a haber un Gobierno de la gente" ("Podemos reúne en Madrid...", 2015). El nosotros versus ellos, aquí presente, también puede identificarse en el documento publicado para dicha elección: "Podemos nació de la caradura de unos pocos y del dolor de unos muchos" (Podemos, 2015, p. 9).
Desde esta perspectiva, terminó alejado de todo intento de coalición nacional.10 Primero con Izquierda Unida (IU) y, luego de la elección, con el PSOE (fuerza perteneciente al establishment) (Damiani, 2020). Ante la imposibilidad de los partidos mayoritarios de crear gobiernos unicolores, la pluralidad existente planteaba la necesidad de una coalición para formar gobierno. Así, Podemos -ahora fuerza relevante a nivel representativo- encontró en el marco de la democracia española un escenario que incentivaba un cambio de estrategia para la constitución de un gobierno de izquierdas. Inicialmente la adoptó planteando sus condiciones. Según Azpitarte Sánchez (2017), apuntó a disputarle el lugar de primacía en el espectro de izquierda al PSOE, exigiéndole que adoptara políticas de su plan de gobierno, el cargo de la vicepresidencia y la no participación de Ciudadanos en la coalición. Nada de esto ocurrió, por lo que Podemos abandonó toda negociación. Esta fue una de las negociaciones fracasadas que derivaron en una legislatura fallida, debiéndose llamar nuevamente a elecciones en junio de 2016 (Aragón Reyes, 2017).
b. M5S en la elección de 2013
El m5S desafió al escenario partidario bipolar italiano: una coalición de centro-izquierda liderada por el Partito Democrático (PD) y la de centro-derecha comandada por Il Popolo della Liberta (PdL) (De Giorgi & Grimaldi, 2015). En 2013 evitó formar parte de cualquiera de estas coaliciones y, en su lugar, buscó mostrarse como una tercera vía, enmarcada en el nosotros versus ellos (lógica de la confrontación). En línea con esto, el mensaje de Grillo para la clase política fue el siguiente durante el cierre de campaña: "¡Todos a casa, que se vayan todos a casa!" (Guasch, 2013). Esta lectura partía de una mirada crítica sobre el funcionamiento de la política ya expresada por el partido en su documento electoral: "La organización actual del Estado es burocrática, sobredimensionada, costosa e ineficiente"11 (m5S, 2013, p. 3).
Tales expresiones se daban en un contexto en el que los efectos de la crisis económica seguían vigentes (Froio, 2021). Esto tuvo efectos políticos: la elección de 2013 significó un declive para las fuerzas tradicionales. El PD retrocedió más de siete puntos entre 2008 y 2013, mientras que el pdL perdió más de quince. En este escenario, el m5S lograba transformarse en un actor relevante de la política italiana, al punto que, para la Cámara de Diputados fue la primera opción en votos con el 25,56% (a nivel parlamentario, terminó siendo la segunda en bancas en la cámara baja y la tercera en el senado luego de la elección de 2013) (Ministero dell'Interno, s. f.). Italia pasaba a tener un sistema tripartito (Garzia, 2019).
Ni las coaliciones tradicionales ni el m5S tuvieron la capacidad de impulsar la conformación de un gobierno propio en 2013 (Marangoni & Verzichelli, 2018). Se requería una coalición más amplia y, en ese contexto, el m5S mantuvo el rechazo frente al establishment. Beppe Grillo declaró:
Si el PD de Bersani y el PdL de Berlusconi dijeran: cambio inmediato de la ley electoral, eliminación de la devolución de los gastos de campaña, un máximo de dos períodos legislativos para cada diputado, entonces apoyaríamos de inmediato un gobierno así. Pero nunca lo harán. ("Grillo: 'A los viejos partidos les doy..."', 2013)
El proceso de 2013 terminará con la conformación del Gobierno de Enrico Letta (PD), gracias al respaldo de integrantes de las dos grandes coaliciones (entre ellas el PdL). Sin embargo, dicho gobierno no durará mucho (De Giorgi & Grimaldi, 2015). Entre 2013 y 2018 sucedieron tres administraciones (siempre lideradas por el PD): Enrico Letta (2013-2014), Matteo Renzi (2014-2016) y Paolo Gentiloni (2016-2018). El m5S se mantuvo al margen de estos gobiernos, manifestando la continuidad de su estrategia de distanciamiento con el establishment.
La relevancia de Podemos en 2015 y del m5S en 2013 no fue algo circunstancial, sino que se repitió posteriormente. Esto sucedió en un escenario democrático, donde las coaliciones continuarían siendo necesarias, ello representaba para estos partidos el incentivo de cambiar la estrategia de la confrontación por una negociadora, la cual terminaría llevándolos a su integración en coaliciones. Primero, con organizaciones fuera del establishment. Después, incluyendo a partidos de este último.
a. Podemos y las coaliciones con IU y el PSOE
El multipartidismo no solo puso sobre la mesa la necesidad de las coaliciones (Azpitarte Sánchez, 2017; Meleiro Suárez, 2019), sino que trajo otra novedad para la política española: el tener que repetir elecciones ante la imposibilidad de formar gobierno (Aragón Reyes, 2017; Fernández-García & Luengo, 2020). Considerando el periodo abarcado aquí, esto ocurrió con las elecciones de 2015 y 2016, y con aquellas que se realizaron en abril y noviembre de 2019.
Para 2016, Podemos finalmente concreta el armado de una coalición electoral a nivel nacional. Es un cambio de estrategia inicialmente parcial, pues involucró a la izquierda alternativa (IU) y no la del establishment (PSOE). La coalición se llamó Unidos Podemos (Damiani, 2020). En su programa electoral, Podemos justifica el cambio de estrategia: "Hay momentos en la historia en los que para defender los principios que nos enseñaron nuestros padres hay que utilizar herramientas nuevas" (Podemos, 2016, p. 2).
Electoralmente la coalición no le rindió mayores beneficios a Podemos en 2016, en comparación con 2015 (figura 3). La fuerza política que sí incrementó su caudal de votos fue PP, obteniendo para el Congreso de Diputados el 33,01% de los votos (Ministerio del Interior, s. f.). Esta situación lo colocó en mejor posición para acordar con Ciudadanos la formación de un gobierno bajo la presidencia de Mariano Rajoy (PP), quien sería destituido en junio de 2018 y reemplazado, luego de la moción de censura, por Pedro Sánchez (PSOE). No obstante, la imposibilidad del gobierno socialista para aprobar el presupuesto, hizo que se convocara a elecciones en abril de 2019.
Podemos reeditó en aquel momento la coalición precedente, esta vez con el nombre Unidas Podemos. La ausencia de acuerdo previo con el socialismo, le permitió a Podemos mantener el discurso nosotros versus ellos, presente en los programas de abril y de noviembre. En el primer caso se indica:
En las elecciones del 28 de abril hay tres opciones: cualquiera de los tres partidos de Aznar (PP, Ciudadanos y Vox, que son básicamente lo mismo), el PSOE o Unidas Podemos [...] que...pone encima de la mesa la esperanza de los pensionistas, del 8m y de los jóvenes que alertan sobre el cambio climático y la convierte en la ambición de construir un país mejor. (Podemos, 2019a, p. 1)
En noviembre se planteó:
El camino que va a seguir España se bifurca en dos futuros muy distintos. En uno de los dos caminos que se separan, el antiguo bipartidismo se fortalece apoyado en diferentes partidos satélite, los derechos de las personas se siguen violando y los retos de país siguen pendientes [...] En el otro camino que surge del 10 de noviembre, no se cumplen, en cambio, los planes de los poderosos y de los partidos que trabajan para ellos [...] Por cierto, la diferencia entre los dos caminos es muy sencilla: en el segundo está Unidas Podemos en el Gobierno; en el primero, no. (Podemos 2019b, pp. 5-6)
En estos dos fragmentos se percibe la continuidad de un discurso que separa a Podemos del establishment (PP y PSOE).
Ahora bien, en Podemos se sabía que para llegar al Gobierno no alcanzaría Unidas Podemos, sino que, además, se iba a requerir del PSOE. La pluralidad democrática española le planteaba a dicho partido la necesidad de profundizar la reorientación de su estrategia en relación al "otros", si su objetivo era transformarse en fuerza de Gobierno. De esta manera, la estrategia siguió siendo la misma que años atrás: diferenciarse en lo electoral desde la lógica nosotros versus ellos, pero intentar negociar después un acuerdo con el socialismo. En este sentido, Iglesias declaró:
Hay que ser enormemente pragmáticos a la hora de decir que el poder es lo que es, pero podemos cambiar algunas cosas, desde el Gobierno también y estamos dispuestos a ponernos de acuerdo con actores -en este caso, con el PSOE, pero no solo- con los que no tenemos muchas cosas en común. (Elorduy, 2019)
En abril de 2019, la historia pasada volvió a repetirse en cuatro aspectos: 1) la fragmentación que requeriría de coaliciones para el gobierno; 2) si bien Unidas Podemos alcanzó un respaldo electoral inferior al de 2016 (ver figura 3), su relevancia siguió presente al embarcarse en la mesa de negociación con el PSOE; 3) las negociaciones fracasaron y volvió a surgir una legislatura fallida; y 4) las elecciones debieron repetirse en noviembre. Fue en este último mes, cuando finalmente se modificaron el tercer y cuarto punto: hubo acuerdo entre PSOE y Unidas Podemos, formándose un Gobierno de coalición.
La coalición con el PSOE, representó para Podemos dos cosas. Por un lado, su primera experiencia en el Gobierno nacional. Por otro, la profundización del cambio de estrategia en su vínculo con otras fuerzas, pues ahora se aliaba con una del establishment.
b. El M5S del gobierno del cambio al gobierno amarillo-rojo
El no haber participado en ninguna de las coaliciones de gobierno precedentes, le posibilitó al m5S llegar a 2018 sosteniendo la postura de tercera vía frente al establishment político. El contexto italiano le ayudaba, pues a los efectos de la crisis económica de 2008 se le había sumado los de la migratoria en 2014 (Froio, 2021). En el programa del m5S se hace referencia a ambas coyunturas, las cuales fortalecían la crítica a la vecchia politica:
Eliminación inmediata de 400 leyes inútiles [.] Recorte al despilfarro y el costo de la política: 50 mil millones que vuelven a los ciudadanos [...] Freno al negocio de la inmigración. Repatriación inmediata a los irregulares [...] Lucha contra la corrupción, las mafias y el conflicto de intereses [...] Prohibición del acceso a eventos deportivos por parte de los corruptos.12 (m5s, 2018, pp. 1-2)
Competitivamente hablando, en 2018 se replicó el escenario centrado en tres bloques: la izquierda (con pd como fuerza principal), la derecha (liderada por Forza Italia, Fi) y m5S (Regalia, 2018). Se sostenía entonces el desinterés del m5S en vincularse con las coaliciones tradicionales (Garzia, 2019), pero al mismo tiempo se evidenciaba la continuidad del discurso antisistema. En este sentido, esto fue lo que dijo Luigi di Maio (quien había reemplazado a Grillo en el liderazgo del m5s): "Las otras fuerzas han fracasado y es el momento de que una generación que ha visto cómo les traicionaban recupere su futuro" (Menor, 2018).
A nivel de los resultados, el M5S volvió a ser la primera fuerza en votos (considerando el apoyo electoral obtenido por cada partido en solitario) con más del 32% (Ministero dell'Interno, s. f.) y la fuerza con mayor presencia representativa en ambas cámaras del parlamento (Camera dei Deputati, s. f.; Senato della Repubblica, s. f.). Nuevamente pasó a ser una fuerza relevante para la formación de coaliciones. Cabe mencionar que, mientras el M5S incrementaba su respaldo electoral -en comparación a 2013 (del mismo modo que también lo hizo la Lega)-, las fuerzas tradicionales como el PD o FI lo perdían en votos y bancas.
Pese a ser la fuerza en solitario más votada, el m5S carecía de capacidad para formar gobierno unilateralmente. La fragmentación política italiana trazaba a todos los partidos (incluido el m5s) una realidad: para llegar al gobierno tenían que conformar una coalición. Si bien Luigi di Maio resaltaba la diferencia entre el m5S y el establishment político, paralelamente manifestaba que era consciente de la necesidad de coalición: "Es un resultado post ideológico, traspasa los esquemas de izquierda y derecha [...] Los ciudadanos han votado el programa de 5 Estrellas [...] Tenemos la ocasión histórica de llevar a cabo lo que esperamos desde hace 30 años. Estamos abiertos al diálogo" (Alonso, 2018). La cuestión era con quiénes.
El apoyo recibido por el m5S solo era superado por la acumulación de votos de la coalición de centro-derecha, en la que, individualmente, la Lega fue la que más respaldo alcanzó con el 17,35% (fi obtuvo el 14%). Como resultado, no solo el m5S pretendía liderar un nuevo gobierno, también fue esta la idea de la Lega. Los dos líderes que encabezaron esta expectativa fueron di Maio (M5S) y Salvini (Lega), por entonces, los dos más populares en Italia (Garzia, 2019). Para lograr dicha empresa Salvini mostró interés en formar una coalición con di Maio, pero incluyendo a Fi. Por su parte, el m5S se mostró dispuesto a negociar con la Lega, mas no con Fi (Berlusconi) por considerarlo parte del establishment político. El m5S se sostuvo en la lógica de la confrontación. Ante este panorama, di Maio declaró: "Salvini debe elegir entre la revolución y dejar a Berlusconi para empezar a cambiar Italia o seguir junto a Berlusconi y no cambiar nada. Hablo de un gobierno de cambio" ("El M5S excluye a Berlus coni...", 2018).
El m5S muestra, a la vez, cambio y continuidad respecto al pasado. Por primera vez estaba dispuesto a una coalición, pero manteniendo su rechazo al establishment (FI). Aceptaba hacer coalición con una fuerza fuera del fi: la Lega. Este partido había nacido como Lega Nord (Liga Norte) a principios de la década del noventa oponiéndose al establishment italiano (propio de un PPA), en defensa de los intereses del norte del país. Más cerca en el tiempo, atravesó con Salvini un proceso de nacionalización que modificó la localización del otro: de Roma a Bruselas (es decir la Unión Europea), de los italianos del sur a los inmigrantes (Froio, 2021). Abandonando así su carácter regional, para transformarse en un partido nacional, pero populista (euroescéptico y nativista): la Lega (Albertazzi et al., 2018). Por esto Garzia (2019) plantea que el acuerdo entre la Lega y el M5S llevaría al primer gobierno populista de Europa occidental: el Governo del Cambiamento (Gobierno del Cambio). De esta manera, el m5S llegaría al gobierno, aunque no de manera independiente sino a partir de una coalición. El marco de la democracia pluralista italiana le impuso a la tercera vía la necesidad de acordar con otros para poder gobernar.
No obstante, el m5S tampoco pudo escapar a una situación usual en la política italiana: la inestabilidad de los gobiernos. El primer Gobierno Conte, es decir el Gobierno del Cambio, duró poco más de un año, tras disolverse en agosto de 2019 producto de la retirada del apoyo de la Lega. Ante esta situación, las opciones eran dos: llamar a elecciones (lo que pretendía Salvini) o conformar un nuevo gobierno de coalición desde el m5S. El problema para este partido era que la desaparición de la opción Lega significaba que el abanico de posibilidades se limitaba a los partidos del establishment. Seguir este camino anularía el diferencial de la tercera vía. La decisión adoptada se desprendió de la declaración de Roberta Lombardi (dirigente del m5s): "Después de haber gobernado con la Liga creo que podríamos pactar incluso con Belcebú" (Savio, 2018).
La opción elegida fue el PD (un partido del establishment). El M5S acordó con la pata socialdemócrata de la vecchia politica, lo cual llevó al inicio del segundo Gobierno Conte. El Governo del Cambiamento fue reemplazado por el Governo Giallorosso (en referencia a los colores de los partidos). Sin embargo, este no fue el único cambio de gobierno entre 2018 y la siguiente elección general. Mario Draghi reemplazó a Conte, en 2021, al frente de un Gobierno de "unidad nacional", en el contexto de la pandemia mundial y con el apoyo de diversos partidos: PD; FI; Italia Viva, la Lega y el M5S.
La sección anterior finalizó señalando la inestabilidad de los gobiernos italianos entre 2013 y 2018. La historia se repite entre 2018 y 2022. La diferencia es que, en el primer caso, el m5S se mantuvo ajeno a los gobiernos, mientras que esto ya no sucedió en el segundo período, cuando fue el único partido que estuvo en todos los gobiernos (inestables) de coalición.
Podemos y m5S accedieron al Gobierno, pero esto tuvo un costo para estas organizaciones: perdieron su condición de PPA representada en la desaparición de la retórica antisistema que los caracterizaba en el pasado, recordando que su discurso original involucraba al conjunto de los partidos del establishment y no a una parte.
a. La defensa de la coalición como barrera hacia la derecha
En 2021, durante la Cuarta Asamblea Ciudadana, Podemos consideraba un éxito el haber formado un Gobierno de coalición. A partir de esta postura, se consolidaba una transformación del ellos, pues el PSOE dejaba de formar parte del mismo (sin dejar de ser adversario), quedando allí el PP y otras expresiones de la derecha española como vox. El documento vinculado a Podemos dice:
La vocación de gobierno de Podemos y el desafío independentista han tenido como consecuencia la articulación informal de un bloque de resistencia reaccionaria [...] Un bloque cuya traducción electoral ha desembocado en el auge de una formación no democrática como Vox y una deriva de imitación trumpista del Partido Popular. (Podemos, 2021, p. 6)
Si el problema -en este nuevo contexto- era exclusivamente la derecha, para Podemos la coalición con el PSOE habría sido la barrera para que la derecha no volviera al poder:
El bloque democrático marca durante toda la legislatura 2020-2023 la dirección de Estado, por primera vez en nuestro país, con Podemos como uno de los engranajes fundamentales de ese bloque. Es importante subrayar que, ahora, es precisamente la organización de un bloque democrático, con cierta conciencia de sí mismo, lo que garantiza que las derechas tengan muy difícil volver al Gobierno del Estado a corto plazo. (Podemos, 2023, pp. 7-8)
Vemos pues que, el otro ya no se vincula con todo el establishment, sino puntualmente con una parte. En función de la postura argumentada en el presente artículo, Podemos no responde a un PPA.
En la elección de 2023 Podemos repitió su impronta coalicionista, pero nuevamente en independencia del PSOE. Con el objetivo de ubicarse a la izquierda de este último, se formó Sumar, con otros partidos de este espectro ideológico, como IU. El programa de esta coalición carece de referencias de tipo antiestablishment, confirmando la erosión antisistema de Podemos. En cambio, en lugar de promover el antagonismo, se impulsa la negociación:
Abogamos por una democracia deliberativa, basada en la cultura del diálogo y que, a nivel institucional, implique acciones como la celebración de debates parlamentarios sobre retos a medio y largo plazo o la apertura de las instituciones a las propuestas de la ciudadanía. (Sumar, 2023, p. 117)
Esta coalición obtuvo el cuarto lugar en la elección de 2023 con el 12,33% (figura 3). Si bien formó parte de Sumar, Podemos finalmente no formó parte de la coalición de Gobierno, presidida por Pedro Sánchez, a partir de su investidura en noviembre de 2023.
b. Una tercera vía no antiestablishment
El m5S no escapó a la tradicional inestabilidad política italiana. En términos partidarios, sufrió la salida de dirigentes de la organización. Entre ellos estuvo Luigi di Maio, quien primero renunció a la presidencia del m5S para luego fundar su propio partido en 2022: Impegno Civico (Compromiso Civil). Pero tampoco se diferenció en cuanto a la inestabilidad de los gobiernos. Su salida del Gobierno de Draghi catapultó la necesidad de llamar a elecciones anticipadas en 2022. En ambos puntos, el m5S también perdió su diferencial con los demás partidos del establishment italiano, pues tuvo los mismos problemas.
El m5S retomó para la elección de 2022 la estrategia de competir de manera independiente, pero ya no con un discurso antisistema frente a la vecchia politica, sino a partir de uno que se focalizaba en el fracaso de la política coalicional previa. Giuseppe Conti, líder del m5S justificó así su negativa a conformar una nueva coalición con el PD:
Sacrificaron las cosas buenas hechas por el frente progresista del Gobierno Conte en el altar de la agenda de Draghi. Persiguieron a Di Maio, cortejaron a (los centristas) Renzi y Calenda. ¿Qué tiene de progresista esta mezcla? Nosotros decimos no a este batiburrillo. (Cabrejas, 2022)
Este cambio representa el giro discursivo del m5S -desde su participación en las coaliciones de gobierno entre 2018 y 2022-, que lo aleja de la condición de PPA.
En consonancia con lo anterior, el partido presentó en 2022 un programa carente de críticas sobre el funcionamiento institucional. En su lugar, puso el acento en el humanismo y en un nuevo modelo social basado en las personas, el medioambiente, el desarrollo y la política exterior. Esta nueva impronta del m5S fue introducida en el preámbulo del manifiesto electoral:
Italia está atravesando un periodo de profundas transformaciones. Se necesita de una política que, reaccionando inteligentemente a los desafíos del mundo global, relance una serie de propuestas e ideas en nombre del nuevo humanismo, una visión que sitúa el bienestar de las personas -el ser humano- en el centro de todo, el cual sea equitativamente distribuido y promocionado de manera sostenible. (M5S, 2022, p. 1)
El carácter disruptivo que supo tener el m5S se había erosionado.
Electoralmente el m5S tuvo un retroceso en comparación a lo sucedido cuatro años atrás (figura 4). Con ello no solo perdió el lugar de primera fuerza electoral que tuvo en 2013 y 2018, sino que pasó a transformarse, nuevamente, en partido de la oposición, luego de la victoria de Fratelli d'Italia (Hermanos de Italia).
Para ofrecer una posible respuesta a la pregunta de este artículo -¿por qué Podemos y m5S abandonaron su condición de PPA?-, se propuso un marco teórico evaluado desde la lógica del modelo secuencial. En este sentido, se tomó la decisión de trabajar con Podemos y M5S, por ser partidos que permitían evaluar, en sus respectivos procesos, una secuencia completa de eventos que van desde la emergencia de los partidos, en tanto PPA, hasta la erosión de su condición antisistema. Lo interesante de estos casos es que, por un lado, responden a procesos independientes, que se desenvuelven en países diferentes e incluso parten de posturas ideológicas alternativas. Y por otro, dichos partidos surgen bajo condiciones similares de crisis política y económica, presentan una misma postura antagónica inicial ante el establishment político, experimentan posteriormente los mismos desafíos y, finalmente, afrontan el mismo destino de erosión. Es aquí donde valía la pena evaluar una teoría secuencial, según la cual, la pluralidad democrática le plantea a los PPA posibilidades de desarrollo, pero también potenciales limitaciones. En democracia, los PPA se pueden expresar desde una oposición antagónica del nosotros versus ellos, pero solo hasta el momento en que deben acordar con aquellos contra quienes expresaron un discurso excluyente: el establishment político. Esta situación se evaluó a partir de la conformación de coaliciones. Dar este paso, hacer coalición con, al menos, un partido del ellos, significa para un PPA la erosión de su condición antisistema.
La secuencia presentada tiene cuatro grandes momentos. El primero es el vinculado a la emergencia del PPA, desde una oposición semileal frente al establishment político. Esta postura no es coyuntural sino definitoria, en cuanto a la identidad de estos partidos, haciendo de la misma su razón de ser. En estos términos, Podemos y el m5S surgieron en un contexto donde el descontento ciudadano con la política tradicional alimentaba la existencia de un clivaje establishment-antiestablishment. El representar a los indignados (Podemos) o el de presentarse como tercera vía frente a la vecchia politica (M5S) fue la manera de incorporarse a la escena política.
Como la democracia es pluralista, los PPA cuentan con un escenario permisivo para su desarrollo y su discurso confrontativo en contra del ellos. Esto es lo que se observa en la segunda etapa de la secuencia, cuando comienzan a participar electoralmente. La impronta excluyente implica la ausencia de cooperación con la élite. En este sentido, tanto Podemos como el M5S inician su experiencia electoral, a nivel nacional, negándose a conformar coaliciones con fuerzas vinculadas a la élite política de sus respectivos países. Sin embargo, los PPA estudiados se insertaron en arenas partidarias fragmentadas, donde las fuerzas tradicionales perdían votos, mientras que otras fuerzas los ganaban (como Podemos y el M5S, transformándose en partidos relevantes).
España e Italia respondían entonces a un nivel de fragmentación de la pluralidad política, que generaba incentivos para la conformación de coaliciones (aspecto que se transformaba en una necesidad para acceder al gobierno). De esta manera, el contexto que se para Podemos y M5S era diferente al de su origen, meramente opositor. El haber pasado a ser fuerzas relevantes les permitía -en sus respectivos sistemas fragmentados- tener mayores expectativas de acceder al poder. Difícil hacerlo de manera individual, por lo que la posibilidad de conformar una coalición era el camino más factible. Ambos partidos inicialmente evitaron las coaliciones con el establishment (Podemos se alió a IU y M5S con la Lega), pero finalmente terminaron vinculándose con partidos de este sector en la tercera etapa de la secuencia estudiada: Podemos con PSOE y m5S con el PD, primero, y demás fuerzas relevantes del sistema después.
Llegado al punto anterior es donde comienza a surgir la respuesta que ofrece este artículo a la pregunta de investigación, pues allí, la democracia -mediante su condición de pluralidad- termina presentándole un limitante a los PPA. Pueden mantener su lógica de confrontación mientras no hagan acuerdos con el establishment. Esto es lo que se quiebra por las coaliciones que Podemos y m5S conformaron con partidos del establishment, llevando a la cuarta etapa de la secuencia. La postura teórica del presente artículo refiere al impacto organizativo que -para un PPA- tiene acordar (mediante una coalición) con el establishment, esto es, perder la razón de ser antisistema. Mediante tales coaliciones Podemos pudo acceder al poder y m5S mantenerse en el mismo. Pero en función de -como ya se dijo- la erosión antisistema que experimentaron estos partidos; dicha erosión no fue por el acceso al poder, sino por las coaliciones constituidas con parte de la élite. Se ha podido defender esta postura, en los casos estudiados, porque el discurso polarizador de sus inicios, desde la lógica nosotros versus ellos, contra la élite política en su conjunto, desapareció. Mientras que Podemos reconfiguró el ellos centrándose en la derecha española, M5S retomó su distancia con los partidos tradicionales, pero ya no porque estos formaran la vecchia politica, sino porque fueron los responsables del fracaso de las coaliciones que compartieron. Hoy Podemos y m5S siguen siendo parte de la política española e italiana, respectivamente, pero difícilmente podemos considerarlos como antisistema.
Este trabajo marca una postura teórica, que puede servir de base para futuras investigaciones. Aunque el alance explicativo de esta investigación es limitado, producto de la acotada cantidad de casos estudiados, sí se demuestra su utilidad para entender lo sucedido con Podemos y M5S, en los contextos democráticos de España e Italia. Por lo tanto, una primera posibilidad a futuro es la del posPPA de Podemos y m5S. Es decir, estudiar su adaptación discursiva y su performance electoral, desde donde se deja en este artículo. Una segunda línea de análisis está en considerar el marco teórico propuesto para estudiar otros procesos partidarios de este estilo, incluso de otras latitudes o diferentes sistemas de gobierno. Un ejemplo de ello es la Argentina, país presidencial. Javier Milei se presentó en 2023 como candidato a la presidencia por La Libertad Avanza, la cual enfrentó a la casta política desde un discurso antiestablishment. El resultado de la elección en primera vuelta (la Argentina tiene sistema de doble vuelta para la elección presidencial) le permitió a dicha agrupación y candidato acceder al balotaje, escenario que impulsó un cambio en su estrategia competitiva: se abandonó (aunque sea momentáneamente) la confrontación con toda la casta política, promoviéndose una tabula rasa, con una parte de la misma, y así tener más chance de ganar la elección en segunda ronda. Si bien este acuerdo no implicó una coalición formal, en la actualidad las conversaciones para tal efecto continúan. En estos términos, puede ser productivo evaluar, a futuro, la continuidad de la secuencia de La Libertad Avanza, pues en caso de, efectivamente, acordar con potenciales aliados del establishment (sean coaliciones electorales o de gobierno) -de acuerdo con la teoría propuesta-, ello debería implicar una erosión de su identidad original: ser anticasta.