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Unidos todos contra el Fascismo y el Imperialismo: el Partido Comunista de Cuba y la intelectualidad cubana frente a la invasión italiana a Etiopía(1935-1941)
United all against Fascism and Imperialism: the Communist Party of Cuba and the cuban intellectuality against the italian invasion of Ethiopia (1935-1941)
Unidos todos contra el Fascismo y el Imperialismo: el Partido Comunista de Cuba y la intelectualidad cubana frente a la invasión italiana a Etiopía(1935-1941)
Izquierdas, vol. 49, 15, 2020
Universidad de Santiago de Chile, Instituto de Estudios Avanzados, IDEA.
Recepción: 07 Febrero 2020
Aprobación: 02 Abril 2020
Resumen: El artículo analiza el surgimiento y desarrollo del movimiento antifascista cubano como una de las repercusiones centrales que trajo la invasión italiana a Etiopía. A partir de la revisión de fuentes documentales y de publicaciones periódicas, se demuestra cómo invasión fascista al país africano se transformó para el Partido Comunista de Cuba (PCC) y los intelectuales progresistas en el hecho-símbolo de la explotación capitalista que podían ejercer los países más poderosos sobre los más débiles, lo que permitió establecer una estrecha analogía con la situación que atravesaba Cuba respecto a los Estados Unidos. Al mismo tiempo que se fue consolidando la repulsa contra el Fascismo por las distintas organizaciones políticas y de masas, el fomento del antiimperialismo yanqui pasó a formar parte de la plataforma programática del movimiento antifascista cubano, ubicando al Fascismo y al imperialismo norteamericano casi como un mismo enemigo, lo que favoreció la creación de una verdadera alianza entre el sindicalismo, el Partido Comunista, y la intelectualidad progresista o de izquierda.
Palabras claves: Partido Comunista de Cuba, Etiopía, intelectuales, Fascismo, imperialismo.
Abstract: The article analyzes the emergence and development of the cuban anti-fascist movement as one of the central repercussions that the Italian invasion of Ethiopia brought. From the review of documentary sources and periodical publications, it is demonstrated how fascist invasion of the african country was transformed for the Communist Party of Cuba (PCC) and progressive intellectuals into the fact-symbol of the capitalist exploitation that countries could exercise more powerful over the weakest, which allowed us to establish a close analogy with the situation that Cuba was facing with respect to the United States. At the same time that the revulsion against Fascism was consolidated by the various political and mass organizations, the promotion of north american anti-imperialism became part of the programmatic platform of the cuban anti-fascist movement, placing Fascism and american imperialism almost as one enemy, which favored the creation of a true alliance between trade unionism, the Communist Party, and the progressive or leftist intellectuality.
Keywords: Communist Party of Cuba, Ethiopia, intellectuals, Fascism, imperialism.
Introducción
Como en el resto de los países caribeños, la invasión italiana a Etiopía (1935-1941), y más tarde la ocupación de su territorio por parte de las tropas fascistas, repercutió en la escena política y social cubana de los años treinta. Durante los casi siete años que duró el conflicto, parte de la sociedad cubana siguió muy de cerca todo lo que aconteció en el cuerno africano. A tono con el impacto que tuvo el conflicto en el área, donde la discriminación racial, la explotación laboral y el desempleo que sufría la clase trabajadora -mayoritariamente negra-, fueron identificados como una extensión de las ideas fascistas que motivaron la invasión militar al país africano2, en el caso de la sociedad cubana el conflicto provocó disimiles expresiones políticas y sociales que variaron con el tiempo. Las mismas estuvieron atravesadas por conmociones que se superpusieron y/o mezclaron a partir del desarrollo de conflictos importantes y cercanos para la Isla, como la Guerra Civil española y el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
En sentido general, la mayoría de los pronunciamientos estuvieron a cargo de determinados sectores -miembros de la comunidad italiana radicada en Cuba, intelectuales de todas las tendencias políticas, periodistas, asociaciones civiles y grupos sindicales-, quienes volcaron sus opiniones y generaron sustanciosos debates en los diarios y revistas más importantes del período. En todos los casos, las valoraciones manifiestas se convirtieron en referentes para el resto de la sociedad cubana evidenciando, también, la polarización social que acarreó el hecho. En el caso de los sectores que desde el comienzo de la invasión manifestaron su repudio al hecho y, por consiguiente, al Fascismo, el conflicto se convirtió en un catalizador para la formación y desarrollo del movimiento antifascista en Cuba.
La lucha que se inició a favor de Etiopía, y que más tarde se extendió a la causa española, aglutinó a los intelectuales cubanos de izquierda, conectándolos a su vez con las redes internacionales de intelectuales y artistas que combatían la penetración del Fascismo y el Nazismo en diferentes latitudes. El surgimiento y desarrollo del movimiento antifascista en Cuba mostró particularidades, ya que la lucha ideológica y la propaganda no se circunscribió a lo que pasaba en Europa, sino que atravesó la situación política cubana, reconociendo a los Estados Unidos -el imperialismo-, como el enemigo y culpable de los problemas que padecía la sociedad cubana. Particularmente, de la clase trabajadora, negra y pobre, estableció analogías entre la situación que vivían los pueblos sometidos por el Fascismo y la situación cubana bajo la dependencia norteamericana.
Precisamente, este artículo tiene como objetivo general explorar y analizar aquellas manifestaciones protagonizadas por el Partido Comunista de Cuba y la intelectualidad cubana a partir del ascenso del Fascismo, puntualmente a partir de la invasión italiana a Etiopía (1935-1941), fenómeno internacional que sirvió de catalizador para repensar la nacionalidad cubana, y con ello, la relación entre Cuba y Estados Unidos, así como la formación del movimiento antifascista en la Isla.
El trabajo es el resultado de la revisión pormenorizada de la prensa nacional e internacional lo que permitió reconstruir, con el testimonio diario, la vida política, cultural e intelectual de determinado sector de la sociedad cubana en relación al conflicto y al Fascismo, señalando aquellas particularidades y generalidades manifestadas frente a un mismo fenómeno político. La inexistencia de fuentes documentales, así como el vacío historiográfico sobre el tema, fueron las razones fundamentales que hicieron de las revistas y los periódicos el principal sustento para el desarrollo la investigación, lo que hace del artículo un aporte enriquecedor a los estudios latinoamericanos del antiimperialismo histórico y los saberes sobre la izquierda latinoamericana en y desde el Cono Sur.
El Partido Comunista de Cuba: protagonista en el surgimiento y desarrollo del movimiento antifascista cubano
El desarrollo del movimiento antifascista que se dio en Cuba a raíz de la invasión italiana a Etiopía se convirtió en un acicate para el ascenso de las luchas sociales y el debate ideológico, convirtiendo al movimiento sindical, y particularmente al Partido Comunista de Cuba (PCC), en actores de peso en las discusiones políticas de la segunda mitad de la década de 1930. Influenciados por las directrices políticas llegadas desde Moscú luego de la celebración del VII Congreso de la Internacional Comunista respecto al enfrentamiento al Fascismo3, lo cierto es que en el caso de Cuba, tanto los trabajadores como los intelectuales militantes, centraron su labor discursiva y organizativa alrededor de la lucha contra el Fascismo, incluyendo la disputa contra el capital norteamericano y la explotación que ejercían sobre la clase trabajadora como uno de los elementos esenciales de la diferentes campañas que emprendieron4.
Y es que el conflicto en tierras africanas se transformó para gran parte de los trabajadores e intelectuales progresistas en el símbolo de la explotación capitalista que podían ejercer los países más poderosos sobre los más débiles, lo que permitió establecer una estrecha analogía con la situación que atravesaba Cuba respecto a los Estados Unidos. Así, al mismo tiempo que se fue consolidando la repulsa contra el Fascismo por las distintas organizaciones políticas y de masas, el fomento del antiimperialismo yanqui pasó a formar parte de la plataforma programática del movimiento antifascista cubano, ubicando al Fascismo y al imperialismo norteamericano casi como un mismo enemigo, lo que favoreció la creación de una verdadera alianza entre el sindicalismo, el Partido Comunista, y muchos intelectuales progresistas y/o de izquierda.
Integrado por reconocidos intelectuales como Nicolás Guillén, Juan Marinello, Romilio Portuondo, Emilio Ballagas, Antonio Penichet, Mirta Aguirre o Carlos Rafael Rodríguez, así como figuras políticas de fuerte raigambre popular, como Salvador García Agüero, Blas Roca y Lázaro Peña, lo cierto es que la labor partidista de la sección comunista en la Isla se centró en desarrollar un fuerte movimiento antifascista en toda la sociedad cubana. Primero de manera ilegal y después de 1938 sin proscripción, el programa de actividades e iniciativas que implementaron descansó, estratégicamente, en el trabajo conjunto con las principales organizaciones sindicales5, y segundo, fue la propaganda a través de actos, mítines, artículos periodísticos, lanzamiento de proclamas, y la participación en congresos internacionales, las formas en que se llevó a cabo. Más allá de las acciones concretas que se implementaron dentro de la política de creación de Frentes Populares, el Partido Comunista incorporó reclamos nacionales a las demandas políticas internacionales, como la independencia económica para Cuba, justicia social, la defensa del hombre negro, y la soberanía política en relación a Estados Unidos6, características que particularizaron el quehacer del movimiento antifascista cubano.
Precisamente, la posición adoptada por PCC frente al conflicto ítalo-etíope demuestra la conexión que se estableció entre la lucha contra el Fascismo y la realidad nacional, además del rol que tuvo la organización en la consolidación y desarrollo del movimiento. Cuando ya era inminente que se llevaría a cabo la invasión por parte de las tropas italianas, el Comité Distrital de La Habana del Partido Comunista -quizás el más importante al agrupar la mayor cantidad de afiliados por estar radicado en la capital del país-, lanzó una proclama que, bajo el lema ¡Fuera las manos del imperialismo italiano de Abisinia!, hizo un llamado a todo el pueblo habanero, incluyendo a los militantes de otras fuerzas políticas, a movilizarse en contra de la invasión7. Además de considerar que la incursión debía ser considerada como un reto para afianzar los lazos fraternales entre todos los países coloniales y semicoloniales en su lucha de liberación, la proclama puso de manifiesto la importancia simbólica y política de Etiopía para la comunidad afrocaribeña al hacer extensivo la acción bélica, no sólo al país que sería atacado en cuestión, sino a la “nacionalidad negra africana” en sentido general, elemento articulador sobre el que se construyó el movimiento panafricano8.
Desde el punto de vista fáctico, el llamado pedía puntualmente la contestación de los habitantes de La Habana mediante protestas en masas en las fábricas, barrios, con ataques a la embajada italiana9 y a las grandes casas comerciales, las cuales eran consideradas representantes del fascismo italiano10. De la misma forma, se hacía énfasis en que las protestas debían ser, también, contra la penetración imperialista norteamericana, poniendo como ejemplo la firma del Acuerdo de Reciprocidad Comercial que se había dado entre Estados Unidos y Cuba en 193411el cual, según la proclama, reforzaba el monopolio imperialista y restringía el desarrollo de la industria nacional al condenar a la población al hambre y a la miseria12. En ese mismo sentido, apuntaba a la unión de todas las fuerzas políticas en contra del Fascismo y del imperialismo yanqui, y rescataba la realización de una asamblea constituyente y elecciones transparentes -donde estuviesen todas las fuerzas políticas con posibilidad de participación-, como verdaderos actos democráticos en oposición a lo que esgrimía el Fascismo. En tal sentido, decía la proclama:
(…) Pero la población habanera que odia la intromisión imperialista en su territorio, sabrá movilizarse rápidamente en apoyo del pueblo de Abisinia, uniendo nuestras luchas contra la farsa electoral, contra el Tratado de Reciprocidad y por las demandas más sentidas de esta población, a la lucha contra la intromisión italiana en Abisinia. Auténticos, Guiteristas, Agrarios, luchemos por una ayuda inmediata y casa para los centenares de desocupados de “Pan con Timba” y “Las Yaguas” que sufren hambre y miserias. ¡Todos por la defensa de Abisinia! ¡Contra la guerra, la intervención y el fascismo! ¡Contra la farsa electoral! ¡Por los derechos democráticos del pueblo! ¡Por una asamblea constituyente! ¡Por un gobierno popular revolucionario antiimperialista! 13.
El 11 de octubre de 1935, una vez que se conoció oficialmente el inicio de las acciones bélicas por parte de Italia, el Partido Comunista de Cuba -esta vez en nombre del Comité Central-, publicó un manifiesto en el que ratificó su condena al Fascismo italiano, presentó la invasión como un avance de lo que sería la guerra mundial, y por sobre todas las cosas, refrendó la necesidad de conformar un “Frente Único contra la Guerra y por la Independencia Nacional”14. En tal sentido, es importante destacar la importancia de este manifiesto ya que, en síntesis, en él se plasmó la plataforma programática del movimiento antifascista cubano hasta la entrada de Cuba en la Segunda Guerra Mundial15.
Con el Partido Comunista como organización rectora, las principales consignas que se defenderían serían: la lucha contra imperialismo fascista y norteamericano; la defensa de la soberanía cubana frente a los Estados Unidos; la concientización de la población acerca de los efectos negativos de la guerra mundial para Cuba por su dependencia económica y política con los Estados Unidos; y por último, la unión de todo el pueblo, sin distinción de género, edad o preferencias ideológicas, a conformar un frente contra el Fascismo y la guerra 16.
Puntualmente, los argumentos expresados en el manifiesto con el fin de llamar al pueblo a la incorporación de un frente de lucha contra el Fascismo reiteraban, primeramente, la importancia de Etiopía para la comunidad negra internacional, además de la tradición de lucha que tenían en común ambos pueblos, el etíope y el cubano, por defender sus independencias. En tal sentido, el manifiesto afirmaba:
(…) A fuerza de cañonazo Mussolini intenta arrebatar su libertad al único Estado negro independiente de África, cuyo pueblo heroicamente se levanta en masa ante el invasor fascista, con el mismo valor y desprecio a la muerte con que se levantó nuestro pueblo en 1895 contra el yugo español (…)17.
El manifiesto hacía alusión, también, a la penetración imperialista norteamericana en Cuba como una práctica fascista, y exhortaba a todo el pueblo a enfrentarla. Justamente, será esta una de las características principales que desarrolló el movimiento antifascista cubano luego del conflicto ítalo-etíope, ya que estableció un fuerte vínculo entre la cuestión nacional y la lucha internacional. Al respecto, el Comité Central del PCC reconocía quiénes debían ser los protagonistas de la sociedad civil en el movimiento contra el imperialismo yanqui, los intereses de la burguesía azucarera y sus expectativas de ganancias económicas ante la posibilidad de la entrada de Estados Unidos a la guerra y, por último, reconocía la importancia en la unión de todos los sectores de la sociedad cubana como única forma de lograr resultados positivos. Puntualizaba, a su vez, en la necesidad de hacerle frente a la propaganda fascista. Sobre el final del escrito, subrayaban lo siguiente al respecto:
(…) ¡Llamamos a todo el pueblo, a la juventud cubana, a blancos y negros, a todos los hombres y mujeres sin diferencias de ideologías a ponerse al lado del pueblo etíope, contra el fascismo y la reacción contra la guerra mundial! ¡Inundemos la Legación y los consulados italianos con millares de protestas de las fábricas, de los sindicatos, de las sociedades de color, de las sociedades profesionales y culturales, y de todas las organizaciones de masas! ¡Realicemos potentes demostraciones populares contra la guerra y el apoyo de Abisinia! ¡Construyamos Comité Manos fuera de Abisinia! ¡Exijamos del gobierno reclamar sanciones enérgicas en Ginebra contra el imperialismo italiano! ¡Boycot (sic) a todas las firmas italianas y a sus productos! ¡Boycot (sic) al Diario de La Marina y a todo periódico que alabe al fascismo italiano! ¡Impidamos los embarques de productos para Italia! ¡Pongámonos al frente de esa tarea, obreros de los puertos y del transporte! ¡Manos fuera de Abisinia! ¡A la defensa de la URSS y del pueblo chino! ¡Viva la independencia de Etiopía! ¡Viva la independencia de Cuba!18.
Militante e intelectual: las dos caras de una misma moneda
Respecto al enfrentamiento a la propaganda fascista que se hacía en Cuba, es importante destacar la trascendencia que tuvo la intelectualidad cubana de izquierda a partir de los fuertes vínculos que estableció la organización partidista con dicho grupo, así como con el movimiento obrero. La doble pertenencia -intelectual y militante comunista-, ubicó a los escritores, periodistas y poetas noveles al frente de una fuerte campaña concientizadora que se basó en transmitir mediante actos públicos, charlas en fábricas, mítines, así como la publicación de sendos artículos y editoriales en semanarios culturales, los efectos negativos del Fascismo para con el mundo y Cuba. En todos los casos, además de trabajar para consolidar la formación de un Frente Popular cubano, la actitud de los intelectuales en la Isla se convirtió en la contraparte a la labor proselitista que hacía el fasci19 habanero a favor del Fascismo y de Italia, en unión a algunos diarios conservadores.
Durante los meses que duró la contienda etíope, la revista Bohemia publicó varios artículos que abordaron la situación europea y los peligros de la guerra mundial para la humanidad, en especial para Cuba. Escritos todos por Antonio Penichet, periodista y militante comunista, los artículos -siguiendo tal vez la política editorial de la revista respecto al Fascismo y a los acontecimientos internacionales, que en un principio fue moderada-, se limitó a hacer un análisis de los estragos que había sufrido la humanidad con la experiencia de la Gran Guerra, presentando al Fascismo como único responsable del clima bélico internacional que se vivía20.
Así, durante tres meses consecutivos, Penichet publicó artículos que trataron varios aspectos de la guerra, e hizo especial énfasis en las particularidades que había tenido la invasión italiana a Etiopía respecto a la aplicación de armas químicas, situación que había alarmado, sobremanera, a la opinión pública internacional. En relación a los trabajos, en la segunda publicación el escritor reconoció los objetivos de la saga de los artículos, planteando:
Estamos escribiendo bajo un noble sentimiento de solidaridad humana. Nuestros trabajos tienen por objeto robustecer la mentalidad antibélica de las actuales generaciones para ver si logramos impedir la próxima guerra que será más espantosa que la que terminó con el Tratado de Versalles (…)21
En el artículo final, cuando ya se había dado la anexión del país africano por parte de Italia, el autor incluyó en su análisis la explotación de los obreros a nivel mundial, alertando acerca del recrudecimiento que podría sufrir tal situación ante el estallido de una conflagración mundial. Siempre con el objetivo de lograr la empatía de los lectores de Bohemia, especialmente al movimiento obrero cubano, Penichet presentó el tema de la siguiente manera:
Para herir profundamente la imaginación de los lectores, Francis Delaisi, refiriéndose a la guerra pasada (1914-1918), hablaba así: “Imaginaos un inmenso taller en que trabajaban día y noche quince millones de obreros armados de un herramentaje formidable. Detrás de ellos habían cincuenta y cinco millones de otra clase de obreros que trabajaban exclusivamente para fabricar y transportar todo lo que los primeros necesitaban para su sustento, equipo, avituallamiento y renovación de material. Y más atrás todavía, los pueblos de 29 naciones que redujeron al minimun (sic) su consumo (a veces ni siquiera tenían lo más indispensable), y sin embargo, dedicaban sus privaciones y sus trágicos ahorros a alimentar aquel equipo gigantesco. Todos los recursos del universo llegaban a aquel taller. Ahora bien, aquellos 15 millones se afanaban, no solamente no producían nada, sino que no tenían otra ocupación que la de destruir todo lo que llegaba a su alcance y destruirse mutuamente. Se invirtieron en la guerra más de cien millones de jornadas de obreros. Centralizando y organizando un esfuerzo como éste, se habría podido transformar el planeta y crear una masa enorme de riqueza. Pero sólo se empleó en la destrucción (…)”22
A pesar de que muchos intelectuales miembros del PCC continuaron colaborando con el semanario cultural, sobre todo a partir de que Bohemia tomó una posición firme frente al Fascismo, la fundación de la revista Mediodía, la cual estuvo dirigida por Nicolás Guillén y Carlos Rafael Rodríguez, se convirtió en el órgano de prensa por excelencia desde donde la intelectualidad cubana comunista manifestó su repudio al Fascismo, en vínculo con el análisis de aquellas cuestiones por las que históricamente venía luchando la organización, como era la defensa de los derechos de los trabajadores, el racismo, y contra la injerencia norteamericana. Bastión de la lucha ideológica frente los sectores cubanos más conservadores que comulgaban con el Fascismo, lo cierto es que, desde su aparición en el año 1936, Mediodía se perfiló como una publicación “(…) que cumplía determinado papel, poniendo el pensamiento intelectual a disposición de la vida y en participar en las contiendas históricas (…)”23, lo que hizo que mantuviese una línea editorial firme contra el Fascismo, denunciando todas aquellas actividades y/o opiniones vertidas en Cuba a favor de Alemania y/o Italia, tanto por algunos sectores cubanos como por miembros de la comunidad alemana, italiana y/o española que apoyó a Franco.
Justamente, uno de los rasgos que particularizó la campaña antifascista que se implementó desde la revista fue la realización de denuncias a empresarios extranjeros -particularmente a italianos, alemanes y españoles- que, según la estricta mirada comunista, no respetaban los derechos de los obreros, lo que automáticamente los convertía en “fascistoides”. Así, por ejemplo, en varias ocasiones se denunciaron los despidos de trabajadores en empresas que eran dirigidas por capital extranjero, arremetiendo contra los vínculos que había entre el capital extranjero y los representaciones consulares en el país y que, según las denuncias, otorgaban impunidad a los empresarios para atropellar los derechos de los obreros y de los sindicatos24.
Uno de los casos que más espacio se le dio fue el despido de más de 30 trabajadores de la Fábrica de Jarcias, en la ciudad de Matanzas. Según la denuncia que se hizo desde las páginas de la revista, la situación era descrita de la siguiente manera:
(…) Una de las principales industrias de la ciudad matancera es la Fábrica de Jarcias, en la que ganan sus vidas varios cientos de obreros que durante muchos años ha sido explotados por un fascista alemán de apellido Landman que administra la Compañía, y que alardea de su influencia por ser representante consular del Gobierno de su país en la ciudad. En más de una ocasión los obreros se han revelado contra sus atropellos, y siempre el tal Landman se ha valido de una u otra maniobra para resolver el problema a su favor (…). El que surge ahora traspasa todos los límites. Hace poco, la administración cesanteó sin justificación alguna a treinta obreros de los que hace muchos años trabajan en la fábrica (…)25
Asimismo, es importante destacar que la labor antifascista que llevaron a cabo los intelectuales cubanos, en la medida que se fue perfilando la conformación de los bloques beligerantes que más tarde se enfrentarían en 1939, también se extendió a la penetración alemana y japonesa en América Latina, además de la italiana. En consecuencia, el análisis de las relaciones diplomáticas y los intereses económicos y militares de dichos países en la región pasaron a ser contenidos fundamentales que se expusieron en la revista hasta casi el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Siempre con la intención de alertar acerca de los efectos negativos que traería el Fascismo para el país26, continuamente se publicaron sendos artículos que expusieron los intereses económicos de Alemania, por ejemplo, en Perú a través del monopolio de los comerciantes alemanes y las relaciones militares con Italia, o en los yacimientos petrolíferos de Colombia27. Puntualmente, respaldando con ejemplos la importancia del llamamiento a la política de boicot a los comercios de extranjeros que habían proclamado el PCC desde 1935, la editorial afirmaba lo siguiente:
(…) En algunos países de América Latina, la penetración alemana se revela de forma muy cruda. En el Perú, por ejemplo, el pequeño comercio de algunas ciudades, como Arequipa, está, en un 60( en manos de alemanes, todos, responden a organizaciones nazis. Como la prensa vive, en gran parte, de los anuncios y de la propaganda, no hay que decir que esa manera se establece una especie de censura económica contra todo periódico que se atreva a criticar al régimen del Tercer Reich (…)28
En cuanto a la penetración italiana, las relaciones entre Roma y Perú también fueron puestas como ejemplo, revelando la cooperación que en materia militar existía entre las escuelas de aviación en Italia y el alto mando militar de Perú. Según se describía, la colaboración entre ambos países se había dado a partir del envío de militares jóvenes a estudiar al país europeo y recibir, además de instrucción técnica y militar, formación política lo que los convertía -según el artículo- “(…) a cada uno de ellos en un militante consagrado por completo al fascismo, y pronto a propagarlo en su propia patria, en obediencia ciega a las órdenes de los dignatarios de Roma (…)”29. Asimismo, hicieron alusión a la dependencia que tenía las finanzas peruanas respecto al Banco Italiano de Lima, el cual era dirigido por Gino Salocchi, llamado “Virrey Salocchi”30. Al respecto, el artículo fundamentaba:
(…) el Banco Italiano de Lima, que dirige un tal Gino Salocchi, conocido allí bajo el pintoresco, pero elocuente mote de “Virrey Salocchi”. Este banco, que hasta pocos años contaba con un reducido capital, gira actualmente con 50.000.000 de dólares y posee la ventaja decisiva de poder redesconectar a discreción en el Banco de Reserva del Perú-Banco Emisor de Billetes, los valores y documentos bancarios que requiere en sus diversas operaciones. El Banco Italiano de Lima goza de un amplio y decidido apoyo por parte del gobierno de Benavides. Los pequeños comerciantes e industriales que requieren de créditos para el desarrollo de sus negocios se ven forzados a acudir ante el “Virrey Salocchi” y acceder a sus exigencias e imposiciones. De este modo se ha convertido en el árbitro absoluto de la industria y el comercio peruano (…) 31
Sin embargo, las denuncias acerca de la penetración alemana, italiana y japonesa en los países latinoamericanos estaban en correspondencia con las acusaciones que desde las páginas de la revista se hicieron, también, respecto a las relaciones con el gobierno cubano, la burguesía nacional, y los connacionales de dichos países residentes en la Isla. Siguiendo con la táctica de mostrar lo que sucedía en los países vecinos, se publicaron varias editoriales que alertaron acerca de eventos que eran indiscutibles intentos fascistizantes de la realidad criolla, haciendo referencia indirecta al personalismo político de Fulgencio Batista en comparación con Getulio Vargas en Brasil, o el gobierno de Óscar Benavides Larrea en Perú32. Aunque estaban convencidos que culturalmente era imposible la implementación en la región de regímenes fascistas al estilo clásico, para los intelectuales comunistas la formación del Frente Popular y el enfrentamiento al Fascismo en Cuba atajaría la consolidación de algunas prácticas y formas de hacer política por el Jefe del Ejército cubano, lo que frenaría “(…) la implementación de métodos brutales, que rompían con la formalidad liberal y parlamentaria, que eliminaban toda la oposición, declarando fuera de la ley a TODOS los partidos y sometiendo todas las organizaciones a su jurisdicción y control”33.
Además de los rasgos personalistas que había ido adquiriendo la política en Cuba, para el PCC el progresivo aumento de las actividades fascistas en el territorio nacional, junto con la importancia que para la geopolítica fascista había venido adquiriendo el país, evidenciados en los intentos por realizar en La Habana el Congreso Iberoamericano Anticomunista34, eran muestras del marcado interés que había ido poniendo el movimiento fascista internacional en Cuba. A través de la utilización de un sinnúmeros de datos que habían sido expuestos en un artículo que se publicó en el periódico norteamericano Miami Daily News, escrito por el periodista Jack O´Briend35, el militante y periodista cubano Marcos Díaz expuso la evolución en las actividades que fueron desarrollando las legaciones de Alemania e Italia para penetrar ideológicamente a la sociedad cubana, además del poder adquirido en la medida que los adeptos al Fascismo, sobre todo los simpatizantes con Italia, tomaron visibilidad36.
En el caso particular de Italia y las instituciones culturales que funcionaban en la Isla, la intelectualidad comunista apuntó a la ayuda material brindada por los funcionarios consulares para la organización de actos a favor del Fascismo, como fueron las manifestaciones que se dieron en la Catedral de La Habana, en el que participaron muchos fascistas uniformados, o los que se daban con frecuencia en la Iglesia del Carmen, así como la reunión que se dio en el cine Alkazar, con la anticipada promoción y posterior cobertura que le brindaron diarios pro-fascistas como El País y Diario de La Marina37. De igual forma, la introducción de bibliografía de contenido fascista en el país, así como la intromisión de los Ministros de Italia y Alemania al solicitarle a la Comisión Revisora de Películas la mutilación de la película España en Llamas38, o la solicitud que ambos representantes extranjeros habrían hecho al Gobierno de Cuba para saber las medidas que se habrían tomado para frenar la expansión del Comunismo, eran consideradas como muestras del avance ideológico que había tenido el Fascismo en Cuba39.
Justamente, a través de todas la publicaciones y acciones que llevaron adelante la intelectualidad comunista, no hay dudas de que la propagación de las ideas fascistas era la gran preocupación del movimiento antifascista cubano, además del pilar fundamental en la campaña propagandística que, tanto en los medios como en las charlas con el movimiento obrero, se fortaleció a partir del inicio del conflicto ítalo-etíope. Según expresara Antonio Penichet en un artículo que publicó Mediodía bajo el título El Fascismo, frontera ideológica, la doctrina fascista ya no podía ser considerada como un problema europeo, sino que era una realidad que habría llegado al continente americano40. Retomando algunas ideas que había planteado en una conferencia dada en el Centro Obrero de Santa Antonio de los Baños, en La Habana, durante la década de 1920, acerca de los efectos contrarios que traería el Fascismo para la paz del mundo y cómo debía de combatírsele, Penichet ratificaba en el artículo:
(…) El punto de vista que sostuve siempre, frente a este nuevo enemigo de los trabajadores, de la libertad y del progreso humano, era el de que teníamos que mantener una sólida unión para hacerle frente y poder vencerlo. Desde el primer momento lo consideré como un recurso supremo del capitalismo, ayudado económica y hábilmente por el clero romano, desde la guarida del Vaticano. Pude identificar las distintas organizaciones o grandes empresas capitalistas que financiaron la Marcha sobre Roma y que continuaron posteriormente asesorando a Mussolini (…)41.
Asimismo, como venía sucediendo, tanto la Guerra Civil española como la invasión italiana a Etiopía -hechos internacionales que conmocionaron la opinión pública internacional, en particular la cubana-, se convirtieron en ejemplos recurrentes a los que apeló la intelectualidad en el plano discursivo para concientizar a la población42. Siguiendo esta línea, Penichet argumentaba en el mismo artículo:
(….) Aquellas advertencias de San Antonio de los Baños se han visto confirmadas con el tiempo. El fascismo es tan enemigo de la paz, como de la emancipación proletaria empleando lo más generosos procedimientos para vejar a las personas, hasta los crímenes más refinados. Comenzó asesinando en su propia cuna, en Italia y ha seguido asesinando, lo mismo en Etiopía, que en España, en China y en Austria, donde diariamente mueren en las prisiones los señalados por sus partidarios como desafectos (…). El fascismo marca una frontera ideológica, que impone la definición concreta. O con él o contra él; porque él no admite términos medios y considera tan enemigo al socialista, como al comunista, el anarquista, como al sencillo e ingenuo librepensador. Los mide con la misma vara y los barre junto al paredón, con la misma ametralladora, sin reparar en edades ni sexo (…)43
Por último, es importante destacar dos temas que atravesaron la campaña propagandística que se estructuró desde las páginas de la revista: la cuestión racial y la solidaridad entre los intelectuales de la región en su lucha contra el Fascismo. En el caso de la cuestión racial, la publicación, además de estar dirigida por Nicolás Guillén -intelectual negro, máximo exponente de la poesía negrista-, contribuyó con sus artículos a la defensa de los derechos de los afrocubanos, ponderando los vínculos culturales e identitarios entre África y Cuba, apoyándose en referentes ideológicos de la sociedad cubana.
En enero de 1937, de la mano del propio Guillén, se abordó la discriminación racial que padecía el país dando respuesta, precisamente, a un artículo de corte racista que salió publicado en el periódico cubano El Siglo44. Además de refutar de manera vehemente las aseveraciones que esbozaba su autor, Ramiro Cabrera, cuando planteó la inferioridad de la raza negra frente a la blanca, además del ínfimo legado cultural que aportaron los africanos en el proceso de construcción de la identidad cubana, el poeta expuso las principales ideas que venía sosteniendo parte de la intelectualidad cubana más progresista desde la década anterior en su lucha por la defensa de los derechos de los afrocubanos, así como por el reconocimiento del legado cultural africano.
Respecto a los errores que había cometido el periodista, al descalificar el aporte de los negros africanos en la transmisión de valores culturales, en especial al desmerecer el rol que desempeñaron las mujeres africanas en la crianza de las familias blancas, Guillén escribió:
(…) La penetración psicológica negra se efectuó, efectivamente, en más de una ocasión, por modo que llamaríamos maternal, ya que la dulce negra esclava sustituía con mucha frecuencia el papel de la madre, a quien unas veces las exigencias sociales de su belleza, y otros serios quebrantos de salud, separaban del recién nacido. Este se formaba, crecía, se educaba casi siempre entre negros; y más de una vez imitando el ejemplo del padre, cuando era hombre, buscaba entre las negras de dotación la amante ardorosa y resignada, de cuyo vientre habría de salir, andando en el tiempo, la semilla del futuro -del actual- mestizaje de la Isla (…)45
La defensa de una sociedad cubana mestiza, vista como el resultado de la mixtura de las dos razas -la blanca y la negra, sin ponderar la una sobre la otra-, fue uno de los pilares fundamentales sobre los que descansó el proceso cultural-ideológico que protagonizó la intelectualidad cubana de avanzada en su afán de repensar la nación46.Tomando como referencia la obra y el pensamiento de figuras que eran símbolos nacionales, como fue el caso de José Martí, quien había incluido la cuestión racial en su obra, la preocupación por la discriminación racial que padecía la sociedad cubana se exhibió como una constante histórica en la evolución del pensamiento cubano. Así, como expresara en el artículo titulado Martí y las razas, escrito por el Romilio A. Portuondo Calá, se afirmó la preocupación y cercanía del Apóstol a los cubanos de raza negra desde el siglo XIX, quien habría “(…) sabido interpretar el llanto, y las quejas de sus hermanos de piel oscura como les llamaba (…)”47. De igual forma, respecto a la obra martiana, agregó:
“(…) El problema racial fue una de sus grandes preocupaciones, y a él dedicó no poco de su obra revolucionaria, pues su alma noble y generosa se sublevó siempre contra la corriente de disparidad racial de aquella época. En uno de sus trabajos decía: “Eso de racista está siendo una palabra confusa, y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra. Dígase hombre y se dicen todos los derechos. El negro, por negro no es superior ni inferior a ningún otro hombre. Peca por redundante el negro que dice “mi raza”. Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad…hombre es más que blanco más que negro, más que mulato. Cubano es más que blanco más que mulato, más que negro. Dos racistas serían igualmente culpables, el racista blanco y el racista negro (…)”48
Además de acelerar la organización del movimiento antifascista, lo cierto es que la invasión a Etiopía avivó los debates raciales en Cuba, aspecto que además de contribuir en la construcción de un pensamiento propio sobre la identidad nacional fue utilizado, también, como contraparte al antisemitismo y a las concepciones raciales que formaban parte del cuerpo doctrinario fascista. La discriminación y la persecución de la que eran víctima el pueblo judío italiano y alemán no pasó desapercibido para los intelectuales cubanos que colaboraron en Mediodía49. Propagandísticamente, la estrategia a seguir por parte del PCC, con el fin de contrarrestar algunas manifestaciones de apoyo que se dieron por parte de la prensa más conservadora, se basó en ponderar los valores africanos en la cultura popular cubana, al mismo tiempo que mostró su cercanía y empatía para con organizaciones de la comunidad afrocubana estrechamente vinculadas con el movimiento obrero.
Así, en la medida en que se vislumbró la posibilidad de un llamado a una Asamblea Constituyente, donde los derechos de los obreros y los negros estarían representados y más tarde reflejados en la Carta Magna que de allí saldría, la intelectualidad que dirigía la revista reflejó el trabajo que desde las bases estaban haciendo las asociaciones negras por la defensa de los derechos de sus miembros, así como las expectativas que tenían respecto a la Constituyente. Una de las organizaciones indispensable en el armado político para ese entonces era la Federación de Sociedades Negras de La Habana la cual, según su propio Presidente, el Dr. Francisco Goyri, era el resultado de un proceso de unificación voluntaria en un momento histórico para los afrocubanos50.
En tal sentido, y en consonancia con los preceptos ideológicos que esgrimía la intelectualidad cubana de avanzada y el Partico Comunista, de una sociedad igualitaria desde el punto de vista racial, la Federación trabajaba por la defensa y el amparo de los derechos de las población negra más, sin embargo, lo que se exaltó desde las páginas de Mediodía fue precisamente el sentido de pertenencia nacional de la organización, su cubanía, al plegar su lucha a los intereses populares, “(…) para la afirmación de la economía nacional y para apoyar todas aquellas medidas que tendieran a crear en nuestra patria un clima de efectiva democracia (…)”51.
Respecto a la Constituyente, las expectativas e intenciones de la Federación, el PCC y la intelectualidad respecto a los derechos de la población negra, convenían en que necesitaban para garantizar sus derechos y disfrutar de una positiva igualdad de posibilidades en la vida económica y social del país, la inclusión de determinados preceptos constitucionales, sancionados y sin que dejarán lugar a dudas en su interpretación. En este sentido, la Federación que dirigía el Dr. Goyri, en su proyecto de bases constitucionales, solicitaba la consignación de determinados artículos capaces de garantizar, por ejemplo, los derechos individuales al trabajo, los derechos de la juventud, la igualdad de los hijos naturales al libre ejercicio de los ritos religiosos que más agraden al ciudadano, derechos estos que afectaban tanto a los cubanos negros como a los blancos. Asimismo, coincidían en el establecimiento de sanciones para los actos discriminatorios, acordando que la única vía de lograr todo esto era la unidad.
Precisamente, respecto al enfrentamiento a la expansión ideológica del Fascismo, el propio Presidente de la organización provincial planteó que la unidad era también la única forma para enfrentársele a dicha ideología, estableciendo una estrecha analogía entre la lucha a nivel nacional e internacional, además de la concordancia ideológica y política con el PCC. En relación a esto, señaló:
(…) ¿Cómo lograr esto? Estoy firmemente convencido que no hay más que un camino: la unidad. Unidad es la palabra de orden en estos instantes, no sólo en Cuba, sino en todo el mundo. Unidad en China para resistir mejor la invasión japonesa, y expulsarla en definitiva del país; unidad en el pueblo español frente a la agresión italiana y alemana; unidad en Chile, que ha hecho posible el hermoso ejemplo del triunfo del Frente Popular…Los negros necesitamos unirnos, también, a todo trance (…)52
En el caso de los lazos de solidaridad que se estrecharon entre los intelectuales cubanos y sus colegas de la región en la lucha contra el Fascismo, es importante destacar el activismo que tuvieron los representantes cubanos. Para el año 1937, por ejemplo, una representación cubana encabezada por Juan Marinello y Nicolás Guillén estuvieron invitados al Congreso de Escritores y Artistas de México que organizó la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR)53. Junto a las intervenciones de figuras de la cultura internacional, tales como los estadounidenses Waldo Frank y Joseph Freeman, Marinello pronunció un profundo discurso en el que instó a la comunidad artística e intelectual a unirse a la lucha internacional contra el Fascismo. Con la misma vehemencia con la que había exhortado a la sociedad cubana a sumarse a la lucha contra el Fascismo en cada acto y/o mitin organizado por el PCC, el escritor planteó la necesidad de ver al Fascismo como una línea divisoria al interior de la comunidad intelectual y artística latinoamericana y mundial. Al respecto, dijo:
(…) Nadie puede, compañeros, llamarse al engaño. El fachismo quiere la esclavitud, la diferencia injusta, la guerra entre hombres y pueblos. Los escritores que, a la altura dilemática que ha llegado la pugna universal, estén con el fachismo no tienen nada que hacer en este Congreso. Recordando la expresión de un hereje ilustre, Bartolomé de las Casas, declara la L.E.A.R. que no le interesa la sabiduría que no pasa por el corazón (…)54
Al mismo tiempo, expuso el compromiso de la intelectualidad cubana en repensar la cultura nacional como una acción válida para frenar la penetración ideológica extranjera, siempre a través de la unión como única vía posible para lograr cualquier triunfo. Por último, Marinello definió el rol de los intelectuales y artistas de acuerdo a la época que estaban viviendo, haciendo especial énfasis en el lenguaje que debía transmitirse el arte para que llegara al pueblo, así como la sensibilidad y el sentido de pertenencia que habían de tener los artistas e intelectuales para con las causas nacionales e internacionales. En tal sentido, puntualizó:
(…) El artista, el escritor de nuestros tiempos, está como el de todas las épocas, en el deber y la necesidad de buscar en la sangre más profunda de su cercanía, pero ha de trabajar, además en la integración de una obra que recoja y supere un aliento universal. Como el político de hoy, está forzado el creador artístico de ahora a usufructuar la rica contradicción entre lo particular y lo general, entre lo nacional y lo mundial (…) Está ya fuera de toda duda que el creador de arte ha de expresarse en una lengua asequible al pueblo. (La democracia verdadera, acaba de decir Jules Romains, consiste en que todos los hombres formen parte del pueblo). Y el pueblo en nuestros países sufre en sus preferencias espirituales, - las que ha de recoger y aprovechar el artistas-, los reflejos de su retraso social, de su primitivismo económico (…)55
Más adelante, respecto al mismo tema y a modo de cierre, señaló:
(…) En esta asamblea el creador de arte y de literatura ha de definir su modo acertado de servicio. Y su manera buena de realizarlo. Ni una ni otra cosa pueden hacerse si el escritor y el artista no empieza por afirmar su condición de trabajador, de obrero, de víctima también de la injusticia que trata de romper con su obra. Por eso ha querido la L.E.A.R que venga a discutir aquí el creador honrado sus problemas económicos. Sólo acrecienta su capacidad defensiva, sólo entendiendo la vida como una lucha abierta contra opresiones deformadoras, puede el intelectual sentirse unimismado con las masas que quiere servir (…)56
Asimismo, además de la participación de los representantes cubanos en el Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas que se celebró en España en 1937, los intelectuales cubanos participaron en las citas mundialistas más importantes de la época que tuvieron como tema central la lucha contra el Fascismo. En agosto de 1938, los cubanos Félix Pita Rodríguez, Salvador García Agüero y Rosa María Lecrere, entre otros, asistieron al Congreso Mundial de Acción por la Paz que se celebró en París. Allí, junto a representantes sindicales, políticos e intelectuales de otras latitudes, como el militante comunista francés Marcel Cachin, Louis de Brouckere, Presidente de la Internacional Obrera Socialista, y el periodista argentino Ricardo M. Setaro, el cubano García Agüero expuso el trabajo y el compromiso de los pueblos latinoamericanos, particularmente el de Cuba, a luchar por la paz y en contra del Fascismo57.
El Segundo Congreso Mundial de la Juventud por la Paz, que se celebró en Estados Unidos en septiembre de 1938, fue otro de los encuentros internacionales en el que hubo una nutrida y variada representación cubana. Esta vez, además de intelectuales y artistas progresistas, como el propio Salvador García Agüero, Juan Marinello, Juan J. Pastrana, Hernández Travieso, José L. Pérez, Marcos Díaz y Romilio Portuondo Calá, estuvieron presentes también intelectuales que habían ocupado, o estaban ocupando en ese momento, cargos políticos en el gobierno de Cuba, como el Dr. Ramón Grau San Martín, el Dr. Juan J. Remos y el Dr. José María Chacón y Calvo58.
El objetivo principal de la cita internacional, según el Consejo Internacional del Movimiento del Congreso59, era reunir jóvenes de todas las naciones como muestra de la más estrecha unidad, de razas diferentes, para planear métodos de colaboración que permitirían a la juventud cumplir sus responsabilidades con la paz mundial. Precisamente, una de las resoluciones que se aprobó en el pleno del evento fue la que salió del trabajo de la comisión C, la cual condenaba el desarrollo de las guerras coloniales, la persecución racial de las minorías, dominación de pueblos y la acopilación sin precedentes de armamentos. Dicha comisión estuvo integrada por los delegados cubanos, además de los franceses, norteamericanos, checoeslovacos y chilenos60.
Por último, es importante destacar las colaboraciones periodísticas y literarias de los intelectuales cubanos que se publicaron en revistas extranjeras. Los integrantes de esta intelectualidad, además de encontrarse en congresos internacionales con sus pares latinoamericanos y/o europeos, e intercambiar sus puntos de vista, colaboraron con el envío de sus creaciones artísticas y literarias a semanarios extranjeros que priorizaron la defensa del hombre negro y la lucha contra el Fascismo. Así, por ejemplo, aparecieron algunos artículos y poemas de Nicolás Guillén en la revista uruguaya Nuestra Raza, publicación que se caracterizó por su oposición al Fascismo a través de la escritura y la militancia política61.
De igual forma, además de publicar poemas con un fuerte sentimiento antifascista en el país, que hacían referencias a la invasión a Etiopía y a los peligros del Fascismo para América Latina62, algunos de esas mismas obras se reprodujeron en revistas literarias de otros países, como fue el caso de los poemas y artículos que se publicaron en Repertorio Americano. Semanario de Cultura Hispánica, revista costarricense con fuerte impronta militante de izquierda y que, además de la promoción que le dieron a la poesía cubana, resaltaron el accionar del movimiento intelectual en la Isla a favor de la democracia y la paz mundial63.
Así, aparecieron en sus páginas el poema Un Canto a las Madres de América, escrito por Manuel Navarro Luna64, y entrevistas a Juan Marinello, donde el intelectual honró los aportes culturales de las poblaciones afrodescendientes en Cuba, el trabajo político que hacían algunos colegas suyos a través de sus obras -como era el caso de Mirta Aguirre o Fernando Ortiz-, además de que publicó reseñas de la obra de Nicolás Guillén. Respecto a este último, refiriéndose a la publicación que el poeta negro hizo en 1937 - Cantos para soldados y sones para turistas-, Marinello reafirmó la idea de una sociedad cubana mestiza, e hizo especial énfasis en los aportes étnicos y culturales que África había dado a América, los cuales eran visibles en la figura de Guillén. Al respecto, afirmó:
(…) Ese poder de entendimiento y de síntesis viene de Guillén de raíces raciales y de lealtades al pueblo que lo engendró. Nicolás Guillén es una integración sorprendente de naturaleza y cultura; la naturaleza en su impulso primario, indefectible, vencedor: de la cultura como sabio usufructo del ímpetu natural. Ello le nace del tesoro de su sangre: grito irrestricto, músculo gigante de África ancestral; dominio de técnicas y virtuosismo del abuelo europeo. Sus sangres han salvado a Guillén y logrado en él uno de los momentos más plenos de nuestra lírica actual (…). A la tierra de Cuba, a la tierra antillana, a la tierra hispánica de América, ha dado Guillén todos sus amores (…)65
Además de visibilizar sus producciones en el exterior a través de la palabra y sus obras literarias, así como el quehacer en la campaña propagandística y el sentimiento antifascista que se había desarrollado en Cuba a raíz de la invasión fascista a Etiopía, lo cierto es que la intelectualidad cubana también promocionó el trabajo de muchos poetas y artistas extranjeros en Cuba, además de que denunció los excesos cometidos por los fascistas y/o adeptos a esta ideología contra los escritores en su lucha contra el Fascismo. Por ejemplo, con motivo de la muerte de Juan Piqueras a manos de las tropas franquistas, Mediodía publicó senda editorial en donde honró los aportes del periodista y crítico de cine español, poniendo como ejemplo su muerte como resultado de la guerra y de los gobiernos autoritarios66. Igualmente, cuando en Chile el poeta Vicente Huidobro fue asaltado, golpeado y herido en su país por escribir y publicar el poema ¡Fuera de aquí!, donde estigmatizaba a los aviadores italianos, culpables de innumerables asesinatos cometidos en España por los bombardeos, los intelectuales cubanos denunciaron la acción, calificándola como una muestra más “(…) de la injerencia constante y brutal de los fascistas en todos los países donde logran afincarse”67.
Consideraciones finales
La invasión y ocupación italiana a Etiopía (1935-1941) se convirtió en uno de los hechos que mayor impacto y trascendencia tuvo para la sociedad y la política cubana de los años treinta. Contagiada todavía por las ideas utópicas de justicia social que motivaron el estampido de la Revolución del 30, lo cierto que la recepción de la invasión y más tarde ocupación italiana al país africano estuvieron mezcladas con manifestaciones nacionalistas-reformadoras, poniendo a debate, sobre todo, los vínculos históricos entre el país isleño y los Estados Unidos.
En muchos países, allende a la posición oficial asumida por los gobiernos, así como la polarización que se dio a nivel social entre pro-etíopes y pro-fascistas, lo cierto es que en algunos países del Caribe el suceso sirvió de catalizador para la conformación del movimiento antifascista. Así, en lo sucesivo y hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, fueron sus miembros quienes protagonizaron y nuclearon la resistencia al Fascismo, así como la solidaridad a los territorios ocupados desde este lado del Atlántico.
Puntualmente, en el caso de Cuba, el Partido Comunista, junto al movimiento obrero y los intelectuales cubanos de izquierda, se empoderaron como los máximos representantes y hacedores de acciones y manifestaciones contrarias al Fascismo. Como se ha expuesto, la invasión italiana a Etiopía fue el hecho aglutinador que dio paso a la formación y desarrollo del movimiento antifascista en la Isla. El enfrentamiento ideológico adoptó particularidades que estuvieron dadas, sobre todo, por la relevancia y la aceptación de ideas comunistas al interior del movimiento obrero, la maduración ideológica y cívica de la sociedad cubana en relación a los Estados Unidos, la militancia activa de una nueva generación de intelectuales y sus posiciones contra el Fascismo y el imperialismo, en unión al proceso de revalorización del componente negro como elemento indisoluble en la conformación de la identidad cubana que llegó, durante esos años, a su cenit.
Además de la conformación del Comité Pro-Abisinia, por ejemplo, los miembros del Partido Comunista de Cuba, algunas organizaciones afrocubanas, e intelectuales, que en la mayoría de los casos gozaban de la doble pertenencia -intelectuales y militantes-, encauzaron sus actos y manifestaciones con el fin de contrarrestar la propaganda fascista de los representantes de la comunidad italiana en Cuba, así como de la intelectualidad pro-fascista. El movimiento antifascista todo, mediante distintas estrategias comunicacionales implementadas desde la radio y la prensa, buscó sensibilizar a la sociedad cubana y cerró filas contra la expansión de las ideas antidemocráticas. Asimismo, de la misma forma que la invasión fascista en África colocó al Fascismo como ideología en el debate colectivo, también visualizó, aún más, los debates acerca de la raza y la situación en que vivían las poblaciones afrocubanas. A su vez, hizo de Etiopía una parábola mediante la cual se denunció la inestable situación laboral de los cubanos, señalando la explotación de los obreros como una consecuencia, también, de las relaciones comerciales entre países con grados de desarrollo desiguales, como era el caso de Italia con Etiopía, o los Estados Unidos con Cuba, alimentando con esto el sentimiento antiimperialista.
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Notas