Psicoanálisis
VERSIONES DEL PADRE EN LA ENSEÑANZA DE LACAN: ESTEREOTIPIA E INVENCIÓN, SU PARTICULARIDAD EN LAS TOXICOMANÍAS
Versions of the father in Lacan’s teaching: Stereotypy and invention, its particularity in drug addiction
VERSIONES DEL PADRE EN LA ENSEÑANZA DE LACAN: ESTEREOTIPIA E INVENCIÓN, SU PARTICULARIDAD EN LAS TOXICOMANÍAS
Anuario de Investigaciones, vol. XXIV, pp. 179-186, 2017
Universidad de Buenos Aires
Recepción: 19 Mayo 2017
Aprobación: 24 Octubre 2017
Resumen: El artículo recorre diferentes versiones de la conceptualización del padre en la enseñanza de J. Lacan, ubicando el eje entre la estereotipia y la invención como una constante en sus preocupaciones. Se aborda la clínica de las toxicomanías desde esa perspectiva.
Palabras clave: Padre , Estereotipia , Invención , Toxicomanías.
Abstract: The article covers different versions of the conceptualization of the father in the teaching of J. Lacan, placing the axis between stereotypy and invention as a constant in its concerns.
Keywords: Father , Stereotypy , Invention , Drug addiction.
Más allá del interés propio de la última enseñanza de Lacan, nos interesa hacer un recorrido que pensamos de importancia para la práctica clínica y la psicopatología.
El primer punto por situar es la noción de Lacan, en el Seminario 3, de un padre religioso o una realidad religiosa del padre. Cuando Lacan retoma los artículos de Freud La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis y Neurosis y Psicosis, reduce el tema de la realidad a que haya sido vivido o no el Complejo de Edipo. En Seminario 3, Lacan (1955, 283) dice: “Para que haya realidad, para que el acceso a la realidad sea suficiente, para que el sentimiento de la realidad sea un justo guía, para que la realidad no sea lo que es en la psicosis, es necesario que el Complejo de Edipo haya sido vivido”.
Es decir, en la neurosis, si el complejo de Edipo fue vivido, el sentimiento de realidad es un justo guía, la realidad es suficiente. No es lo que sucede en la psicosis. Lacan (1955, 308) agrega: el Padre es una realidad sagrada en sí misma. Esa realidad que es un justo guía es una realidad sagrada. Está en la línea del planteo de Freud, que define a la neurosis obsesiva como una religión privada.
Lacan define allí al Edipo como lo que permite acceder a una estructura humanizada de lo real, siendo eso equivalente a lo que ubicábamos como realidad sagrada. La realidad sagrada humaniza lo real, la pone en términos del Nombre del Padre, le da una significación fálica. Recordemos la idea de Lacan, a falta de ser el falo de la madre, Schreber se transformó en la mujer de dios. Es decir que esa realidad edípica, es una realidad que da una respuesta fálica a lo real.
Un texto, Una perturbación del recuerdo en la Acrópolis, donde Freud relata un suceso ocurrido en el viaje a Grecia con su hermano, sirve de ejemplo a esta articulación.
A Freud, viajando por Italia, se le ocurre la posibilidad de cruzar a Grecia, señala que en el momento que estaba pensándolo ya estaba sacando los pasajes, o sea que prácticamente ni lo pensó. Relata su vivencia cuando está en la Acrópolis y llama al sentimiento que allí tuvo sentimiento de increencia, como una manera de haber ido más allá de lo familiar. La idea de Freud es que la realidad de cada neurótico es la de los límites de cada padre. No del padre de carne y hueso, sino de la realidad paterna, esa realidad humanizada de lo real.
Freud aclara que no se trata de que dudase de la existencia de la Acrópolis, sino que dudaba de que pudiera estar ahí, porque no estaba en la realidad familiar, en la realidad paterna. Freud (1936, 215) lo dice así: “sólo dudé de que pudiese llegar a ver Atenas. Viajar tan lejos me parecía fuera de toda posibilidad, como si lo esencial en el éxito fuera haber llegado más lejos que el padre. Y como si continuara prohibido querer sobrepasar al padre”.
La idea de Freud es que esa realidad de la que nos ocupamos, realidad sagrada como dice Lacan, es una realidad limitada. El fenómeno de increencia que describe cuando está en la Acrópolis, luego lo liga a los fenómenos de déjà vu y déjà raconte -lo ya visto y ya escuchado- fenómenos que tienen que ver con uno, pero no entran en el recuerdo, que no se pueden meter en la historia de ninguna manera; no han entrado en la simbolización. La simbolización a la que nos referimos es la de la realidad paterna, edípica. De hecho, lo que señalamos es que la neurosis en sí misma es una limitación.
Frente al Padre y la religión uno puede creer o no creer; se puede rechazar. Pero esto no es rechazo ni creencia, es un fenómeno por fuera de ese campo, por eso dice increencia. Por fuera de la realidad humanizada, de la estructura humanizada de lo real.
Dicho de otro modo, uno de los problemas del planteo del Seminario 3 es cómo situar algo de lo real para las neurosis. En la psicosis el Nombre del Padre está forcluído, y lo que está forcluído retorna en lo real. El fenómeno que tenemos allí es la vivencia subjetiva de la certeza. La certeza permite ubicar el encuentro con lo real, esto es una ley a lo largo de toda la enseñanza de Lacan, lo que lleva a duda siempre es imaginario y simbólico. Lacan define a lo largo de su enseñanza las vivencias del sujeto respecto de lo real, tanto en la neurosis como en la psicosis, en términos de certeza y de certidumbre, de lo que no engaña. Cada vez que encontramos una experiencia respecto de lo real, tiene estas características.
Para la neurosis ¿cómo aparece algo de lo real? No retorna al estilo de la psicosis, pero tampoco podemos afirmar que en la neurosis no hay real. Si la estructura humanizada de lo real abarcara todo, ¿Cómo se manifiesta? Ese real se vive de manera diferente, el neurótico lo interpreta a partir de la versión religiosa del padre y cuando se tiene una experiencia más allá del padre, Freud la va nombrando de diferentes modos. En esa carta habla de la increencia.
La verdad religiosa del padre es lo que desarrolla el mito de Tótem y Tabú, en una secuencia que implica la figura del protopadre, su asesinato y el pacto fraterno. La idea de Freud es que los hijos varones se juntan para matar al protopadre. Lo que nos interesa de la definición del protopadre es que es una figura que tiene la satisfacción total -de todas las mujeres-, una vez asesinado los hermanos hacen un pacto: nadie ocupará ese lugar. Lo que queda del protopadre, según se deduce de la lógica de Freud, es su recuerdo, una representación. En términos de Lacan lo que queda es el Nombre del Padre, un significante que viene a sustituirlo.
El pacto fraterno sirve para repartirse la satisfacción total: nadie la tendrá. A partir de aquí hay una satisfacción en menos, se puede tener muchas, pocas, nada, pero no todas. Al menos una está prohibida para todos.
Freud dice que el primer representante de esto es el Tótem y de esa idea se sigue la de Dios. Ambas son representaciones religiosas, lo que da como resultado una realidad religiosa. En este caso religiosa significa que nadie tiene la satisfacción total y que lo que resta del protopadre es una representación, un Ideal.
Estamos aquí ante la noción de padre Ideal. Es la descripción que hace Freud del padre, cuando nos transmite un padre que es como Dios para el niño en su infancia, que todo lo puede, con la característica que padre Ideal es equivalente a padre muerto. Sobre la base de haber matado al protopadre se establece la idea de un padre Ideal y a la vez un padre muerto. El significante del Nombre del Padre reúne estas dos características, padre Ideal y padre muerto. Cuando Lacan introduce la Metáfora Paterna en el texto De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, aclara que el Nombre del Padre no tiene nada que ver con el padre de la realidad y lo importante es que sea transmitido a través de la madre o quien encarne ese lugar. Esto es porque se trata de un Ideal que implica la noción de un padre muerto.
Eric Laurent plantea que el Nombre del Padre es el que no se queda con nada en el bolsillo. Esto para indicar que el Nombre del Padre como Ideal está totalmente separado de la satisfacción. Los personajes ideales están separados de la satisfacción, esta es siempre una manera de humanizar algo. Ejemplo de esto son nuestros o próceres, como San Martín, una imagen intachable, como todo Ideal. Si nos metemos con la satisfacción que tenía el hombre San Martín, se humaniza el personaje y a la vez que se lo humaniza, se lo rebaja del lugar de Ideal.
Esto es extensivo no sólo a la función paterna, en términos generales todo ideal es una abstracción. Por eso es importante destacar la diferencia que Freud hace entre el Ideal del yo y el Yo ideal, pues el primero está más del lado del registro simbólico, mientras que el yo ideal está en el registro imaginario, del lado del narcisismo. Es casi necesario para un Ideal, hacerse una imagen, sino es una abstracción total. Los ideales tienen un correlato imaginario como un modo de visualizar algo del ideal. Por cierto, tiene que haber desde el lugar del Otro alguien que señale cuál es la buena forma, cual es el yo ideal, que efectivamente establece una relación con el ideal del yo. Uno tiene prevalencia imaginaria y el otro simbólica, pero no están disyuntos, hay una articulación entre uno y otro.
El Ideal mortifica, o bien, ausentifica la encarnadura. Mientras más ideal es el padre, menos de carne y hueso es, menos humano. El tema es cómo ese lugar puede ser encarnado, y por eso la función paterna implica un desfasaje; nadie encarna del todo, nadie está a la altura del todo respecto del padre ideal. Lacan advierte que es mejor que sea así, parte de lo que Lacan comenta respecto de Schreber, es que allí el padre pretendía estar a la altura de ese ideal, y eso tiene consecuencias.
Mientras más humana se muestra una persona, menos Ideal es y mientras más Ideal, menos humana se la percibe. Esto se advierte en la formulación de Lacan, cuando nos dice que el Nombre del Padre prescinde de la encarnadura, es decir de lo humano en eso. Y la clínica nos muestra, especialmente en ciertos casos donde el padre de carne y hueso efectivamente está muerto, que a veces es tan grande el Ideal del padre que es muy difícil elaborar algo de ese padre.
Pero tenemos también el ejemplo contrario, donde luego de un tiempo de análisis alguien advierte otra versión de su padre, es decir que empieza a encontrar al padre de carne y hueso, mientras que siempre estuvo tomado o tomada por la versión ideal del padre que es la que transmitió la madre.
Ese es el punto crucial que nos va a permitir dar un paso en la enseñanza de Lacan. Si el protopadre es la total satisfacción, el padre Ideal es su falta total, su contracara. En el extremo el padre Ideal es un padre vacío de goce, vacío de satisfacción, como cualquier Ideal.
Recordemos que es a partir de la marca del muerto que se instala el Nombre del Padre. No caben dudas que cuando alguien muere, deja de gozar, es decir que la vida y el goce, la vida y la satisfacción, van de la mano. La satisfacción requiere un cuerpo. En general, especialmente en la Neurosis, los Ideales y la satisfacción no van de la mano, en muchos casos se oponen.
Retomando Tótem y tabú, nuestra cultura tiene una temporalidad en la que se articulan las prohibiciones y la satisfacción -que ubicamos más acotada, restringida a la fiesta totémica, donde se permite encontrar una satisfacción contraria al Ideal-. De un lado quedan la Ley, la represión, las regulaciones, el Ideal. Al animal totémico no hay que mirarlo, ni tocarlo. En la fiesta totémica no sólo se lo mira, sino que lo descuartizan y se lo comen.
Freud ubica que la satisfacción cumple un rol en la economía libidinal de las personas y de los pueblos; la fiesta reaviva la memoria el asesinato del padre por el pacto fraterno. Es una manera de revalidar cada año el origen de la cultura. La ley se sostiene porque cada uno se siente culpable de lo que hizo allí. Todos los años se comete este acto para asegurar la culpabilidad y sostener la ley.
En la noción de ley paterna que Freud ubica en Tótem y tabú es muy claro que se trata del Ideal y que es una incorporación. Una vez que se incorpora la ley, sólo con desear se hace presente la culpa. El padre que uno lleva puesto a todos lados implica no sólo que, si uno hizo algo mal, sino que si deseó algo que está mal, ya lo padece. Se trata de un padre que en tanto interiorizado no le permite al sujeto escapar. Está desligado de si uno es descubierto o no y está ligado al Ideal. No se requiere vigilancia ni cámara, en esa cultura la propia consciencia era la cámara interna que nos miraba todo el tiempo.
Si cada año hay que volver a matar al animal Tótem y volver a comerlo, hay algo de ese protopadre que no termina de digerirse, que no termina de explicarse por su nombre, como un hueso duro de roer de ese protopadre, algo que no queda tomado por su representación, que no es nombrado por el Nombre del Padre.
Este problema entre el nombre del padre y la satisfacción es lo que va a hacer variar a Lacan su noción de Padre. El paso siguiente que vamos a dar es seguir la articulación de Lacan cuando empieza a ligar al padre con la satisfacción, con algo que no sea de tenor significante.
Él comienza a hacerlo en el Seminario 10. Le criticaban el énfasis en lo simbólico, que dejaba afuera los sentimientos, los afectos y el cuerpo. Entonces da ese Seminario, indicando que la angustia es un afecto. Va a dedicar todo un año a eso y desde su inicio responde a esa crítica e introduce la noción de objeto a.
El objeto a ubica el lugar de lo que no estaba tomado por los representantes o los significantes. Para introducir el objeto a Lacan parte de la noción de resto. Toda operación simbólica tiene un resto, a ese resto Lacan comienza a llamarlo objeto a, y es equivalente a lo que en su enseñanza se llama la causa del deseo. Es una idea muy freudiana y muy antigua a la vez, Sócrates decía que deseamos aquello de lo que estamos faltos. La falta hace que deseemos. Es equivalente a la primera experiencia de satisfacción en Freud, que sin existir nunca concretamente, figura como una falta. Hay que destacar la diferencia entre que algo no tenga ninguna existencia a que algo esté ausente. Cuando algo está ausente tiene una función.
Si conocí a alguien y se fue, me falta. Cuando no la conocía, no me faltaba. A partir de la ausencia es que deseo a esa persona y quizá maldigo el momento en que la conocí, ya que ahora tengo una falta que antes no tenía. Esa noción de resto, lo que muchas veces se llama resto fecundo porque causa el deseo, es lo que hace que trabaje para reducir esa falta. Por eso causa el deseo. Es la noción de resto diurno como causa del sueño, como no se concluyó la elaboración en el día, se sigue trabajando en la noche.
Lacan empieza a trabajar así la noción de algo no significante y no especularizable, de modo que no puede ser tomado ni por lo simbólico ni por lo imaginario. E introduce los objetos parciales recortados por Freud, el objeto oral y objeto anal, y agrega otras dos modalidades del objeto, que son la mirada y la voz; objetos siempre ligados a un orificio corporal. En el caso de la alucinación verbal, es interesante retomar la lógica para situar la presencia de la voz. Schreber oye frases truncas, un significante y puntos suspensivos, y dice que el problema y el sufrimiento es que la frase no se termina. Sufre de eso, compelido a tener que concluir la frase. Una vez que se le pone un sentido con el delirio, lo que se verifica en la clínica es que se acallan las voces, algo que Schreber y las psicosis ponen en evidencia.
El sentido y la voz en un punto son contrarios, o bien se escucha la voz, o bien el sentido. Oír está más ligado a la percepción misma. La cuestión es donde se pone el énfasis: o uno oye, o uno escucha; y cuando se pone sentido a las cosas lo que se pierde es la voz. Se trata de un fenómeno que no necesariamente es la alucinación verbal, está el caso de los cantantes que fascinan tanto con su voz que se pierde la letra y por lo tanto el sentido. O a veces lo contrario, cantantes que no tienen buena voz, pero si capturan con el sentido.
Con la mirada pasa algo similar, para que se arme una imagen se debe perder la mirada en el horizonte, en un punto de fuga, en perspectiva. Algo se tiene que perder para que se arme la imagen, pero se pierde en el sentido de que eso a la vez está ahí. Por ejemplo, frente al espejo lo que se pierde es el espejo mismo, aunque uno lo está viendo, pero la imagen fascina de tal modo que no se ve el espejo sino la propia imagen fascinante.
Lacan va a distinguir al objeto causa del deseo del objeto del deseo, pues éste último es la zanahoria, lo que nos ponen adelante, pero nunca encaja del todo con el objeto causa del deseo, por eso uno va por la zanahoria y al tiempo se da cuenta que esa no era, que hay otra zanahoria, y otra y otra. Esta metonimia del deseo se produce porque algo está ausente, algo causa esa metonimia. Ese resto es un resto fecundo porque causa un trabajo, Lacan lo compara con los restos de la división matemática, en la fórmula x/y queda un resto, pero como uno está advertido que ese resto no se reduce nunca, puede decir por ejemplo 3,33, pero uno sabe que es 3,333… al infinito. Es al infinito porque hay un resto irreductible, y eso irreductible empuja un trabajo. Si se pudiera reducirlo, dejaría de ser un resto, por eso el resto por definición es irreductible.
Lacan, en el Seminario 10, habla del objeto a como un resto que queda a partir del encuentro del sujeto con otro, en la constitución subjetiva hay un encuentro del sujeto con el significante, y de eso queda un resto. Si un significante representa al sujeto para otro significante, esa relación entre S1 y S2 es equivalente al Otro del significante, de eso queda un resto. Toma la noción de objeto transicional planteada por Winnicott, pues dicho objeto es algo que se extrae del Otro, uno puede decir que es lo más palpable del Otro. ¿Cómo agarrar al Otro del significante? La única forma es agarrar algo del objeto extraído del campo del Otro, por ejemplo, quedarme con esa almohadita que tiene el olor o el aroma del Otro, y a través de ese objeto de atrapar algo del Otro.
La otra perspectiva del resto es la del desperdicio, no es lo mismo que el resto sea la causa del deseo a que sea el desperdicio. Los restos como desperdicios son un problema bien humano, que uno tiene que sacar a los tachos en determinado horario, los animales no se preocupan por sus restos, y hay que decir que los objetos electrónicos no se preocupan por transformarse a sí mismos en un resto, los desperdicios que contaminan son un problema humano.
Es conocida la prototípica escena histérica, que precisa causar el deseo a un hombre para que este desee algo, y a la vez le indique la dirección hacia otra mujer. La histérica que seduce al hombre busca causar el deseo, pero cuando este se le acerca dice no, no ahora, será mañana o no conmigo, es la forma de mantener ese deseo vivo. En el inconsciente ella esta advertida de que si ese hombre la toma como objeto del deseo, va a caer del lugar de la causa, la mejor manera de mantener vivo el deseo es que el otro no atrape el objeto del deseo.
Lacan utiliza la imagen del agalma de los griegos, un objeto que en su interior contiene algo muy precioso. Si uno ve un paquete con moño, ahí hay un brillo que hace suponer al agalma, uno tiene que abrirlo, cuando vemos un paquete con moño inmediatamente pensamos en regalo. Entonces, la mejor manera para seguir causando el deseo en la histeria es que el hombre no le abra el moño, mantenerse como un regalo, pero no regalarse. Y es toda una cuestión, especialmente del lado femenino, hasta cuándo mantener el moño, cuándo se va a entregar, pues para mantener el deseo vivo se tiene que sustraer algo.
Eso que supuestamente está dentro del regalo, Lacan lo llama objeto a, y el agalma, si ustedes quieren, le pone un moño al objeto a. Así como esto participa en la histeria, participa también de lo que Freud según la época llamó o “condición fetichista” o “condición erótica”, especialmente en lo que describe de la sexualidad masculina. Los hombres se las arreglan para abordar el objeto femenino, a pesar del horror que produce la castración, a pesar del tabú, del horror de enfrentarse al sexo femenino, y especialmente a los genitales femeninos. La condición erótica, hace que Freud analice la más generalizada degradación de la vida amorosa, que es que un hombre degrada a una mujer como condición de poder acceder a ella.
Es parte también de la vida cotidiana y del encuentro entre los sexos, que al hombre se le abre una doble perspectiva, o la mujer representa la madre o la puta; advirtiendo que cuando Freud se refiere a la puta no está hablando de la prostitución, sino de lo que podría llamarse la mujer fácil... Si la mujer en cuestión está en el lugar de la madre, el hombre puede armar una pareja armoniosa, pero no le puede tocar un pelo porque tocarla trae aparejada la castración. Efectivamente, es una mujer ideal como la madre, a quien no se puede tocar. De hecho, Freud explica que en ciertos hombres la perdida de erección en el acto sexual ocurre porque la mujer en cuestión encarna el lugar materno. Lacan termina afirmando que eso sería un mal menor ante un posible mal mayor, es decir que preserva al órgano, no lo juega en la relación sexual con tal de preservárselo, el mal menor es no hacer uso del órgano en la relación sexual, ante un mal mayor que sería perderlo para siempre.
Todo esto es en términos del inconsciente y de la realidad psíquica. Dice Freud que a aquella que representa la madre, en el acto sexual se la tiene que degradar un poco y transformarla en una parte del cuerpo, degradarla es eso. Por ejemplo, el “Hombre de los lobos” elegía mujeres, inconscientemente, que estaban en una posición especial, agachadas, porque esa es la posición en la que la madre había estado en la escena primaria que él supuestamente había presenciado. Elegía a las mujeres recortando una parte del cuerpo, y eso no es ajeno a la dinámica de los encuentros sexuales; una mujer podría quejarse y decir “entonces ¿solamente querés eso de mí?”, es el reclamo de una mujer que dice “¿sólo eso soy? ¡Yo soy más que eso!”.
Lo que demuestra Freud es que el hombre tiene condiciones, que no le gustan todas, sólo algunas van para cada hombre, eso es una condición erótica que la mujer tiene que cumplir, y eso es una degradación en sí misma. Se trata de una degradación estructural que consiste en reducir lo propiamente femenino a una parte del cuerpo. Antes situábamos que uno accede al Otro por una parte, esto es una manera de mostrar cómo se accede al Otro femenino por una parte del cuerpo, y eso es una reducción.
Lacan termina escribiendo como fantasma a lo que Freud llama condición erótica. Se trata de la relación del sujeto con el objeto a, teniendo en cuenta que es un resto de ese Otro y uno de los lugares donde lo podemos encontrar es la condición erótica. El sujeto a partir del encuentro con el objeto a realiza una relación sexual que no hay por estructura. En el historial de Dora, Freud dice que en la histeria el sujeto realiza en la fantasía una relación erótica que no hay, la realiza fantasiosamente, fantasmáticamente; eso va al lugar de lo que no hay y a partir de esa fantasía de la relación con el objeto, del fantasma, uno supone qué es lo que le falta al otro. Por ejemplo, Dora fantaseaba que ella era entregada por el Otro como objeto, decía que el padre la entregaba como un objeto, eso supone que, en la base, el padre lo único que quiere es entregarla y obtiene una satisfacción de eso. De la misma manera, el hombre de las ratas supone que el capitán cruel goza de esa tortura de las ratas, es decir que si él se hace torturar por alguien que goza de la tortura, entonces se realiza una relación sexual. Aunque el neurótico lo padece, son modos neuróticos de completar al Otro, de hacerlo existir. El objeto a es un resto del Otro, que falta al otro, y si uno lo encarna en cuanto tal, está completándolo.
Ahora bien, en Intervención sobre la transferencia, Lacan afirma que la histérica se resiste a ser tomada como objeto del deseo de un hombre, se sustrae y supone que el objeto del deseo es la Otra. Dicho de otro modo, la histérica ubica Otra el horizonte, y la Otra es como el Otro, sin embargo, cuando la histérica tiene que justificar como goza la otra, también la reduce a un objeto. Por ejemplo, Dora imagina que la Señora K goza como un objeto a ser chupado; es una interpretación fantasmática del sujeto que reduce a la Otra mujer a un objeto de acuerdo con su propio fantasma, que interpreta que lo que el Otro quiere es un objeto a ser chupado. Ahí también hay una degradación.
Siempre para acceder a algo del Otro se lo reduce a un objeto, y esta degradación de la vida erótica es de los hombres, pero también es de la histeria. No se trata de los hombres anatómicamente hablando, en la histeria se da una posición que también es masculina.
Lacan empieza a preocuparse por cómo ligar estas cuestiones con el cuerpo, y también alude a la cuestión paterna. ¿Cómo corporizar al padre? La noción de sujeto implica algo inmaterial, pues el sujeto no es más que lo que representa un significante para otro significante, por eso puede haber un sujeto sin que haya habido nunca un individuo, o estando este muerto. El objeto a es un intento de Lacan de materializar algo de todo esto, un intento que no va a ser el último. Lo mismo ocurre con la cuestión del padre, si el padre es una función significante, no es algo material, no se lo puede materializar.
Un elemento más es que la fantasía siempre es perversa, no quiere decir que se trate de una estructura perversa, sino que las fantasías de los neuróticos son perversas porque -en términos de Freud- el objeto de la fantasía no es la unión de los genitales de un sexo con los del otro sexo.
A partir de esto, Lacan en su última enseñanza presenta una nueva faceta del padre a la que llama pére-version, haciendo un juego de palabras en francés cuya traducción literal sería padre-versión, o la versión paterna, o la versión paterna perversa, o la versión hacia el padre. Cuando Lacan utiliza este término del padre de la pére-versión hace un intento de humanizar al padre, el intento de pensar la función paterna a partir de la sexualidad del padre. Ese padre de la pére-version es un padre que obtiene una satisfacción, es aquel que ha hecho de una mujer la causa de su deseo. No son todas las mujeres y tampoco ninguna, es una mujer. Es importante remarcar esto porque el “todas las mujeres” es la versión del protopadre. Este padre humanizado es ese que hizo algo a partir de su propio fantasma en relación con el Otro sexo, y frente al horror de la feminidad se las arregló de una manera que no es la única, que no es la de todos, que no es universal, pero es la suya. Este padre no es universal, sino que tiene una forma fantasmática de abordar algo del Otro sexo.
Lacan hace otro juego de palabras y dice que es el padre del aperitivo, en francés es aperitive, y en ese término tenemos a y pére, tenemos el objeto a y el padre; efectivamente es el padre que se liga con este objeto que es un objeto de goce. Cuando Lacan dice el aperitivo, hay que pensar que el aperitivo es un gusto singular que uno puede darse, algo limitado, el aperitivo es un poco antes de la comida. Para decirlo con la misma metáfora, el protopadre del goce total es el padre de la gran comilona; por su parte, el Nombre-del-padre sería que no come nada. El padre de la pére-version es más bien ese que come algo, limitado, es decir que tiene una manera, una propia satisfacción singular a partir de hacer de una mujer su causa de deseo. A partir de habérselas arreglado de una manera singular con el Otro sexo, el padre inventa un modo de abordarlo pere-versamente, lo cual es una orientación. La versión paterna supone una orientación por el padre; el fantasma es la manera que tiene el neurótico de orientarse en lo sexual. El hombre de los lobos se enamoraba cada vez que veía una mujer agachada y eso lo orientaba en la sexualidad, no es el Don Juan, no le atraían todas mujeres, sino aquellas que tenían que ver con su fantasma.
Entonces el padre de la pére-versión es un padre orientado respecto del Otro sexo. La histeria también se orienta de esta manera, pues cuando se pregunta cómo goza la Otra usa su propia pére-versión, su propio fantasma. Freud dice que hay algunos hombres histéricos, Lacan es mucho más radical pues piensa que por estructura la histeria es masculina, por ende, la lógica es similar a la de la sexualidad masculina.
Con esta articulación Lacan ubica algo totalmente novedoso, que supone algo de un orden distinto de la prohibición. Porque efectivamente el Nombre del Padre ordena. Decir ordena supone al menos dos perspectivas: dice que no, pero al decir que no uno se orienta. Es decir que ordena el campo posible: con la madre no se puede, entonces me quedan todas estas mujeres. Pero eso no dice dentro del campo de las posibles cuál es la condición que hace que elija a una entre otras. El padre de la pere-version en cambio es el que está ligado de una manera singular a una mujer, y con eso orienta un posible goce, hace de modelo de cómo se las arregla con el Otro sexo y también subraya que es un goce siempre limitado. Es ese pequeño goce, esa pequeña satisfacción que uno se da antes de comer. Es decir, esta versión del padre es la del que orienta respecto de esas pequeñas cosas de la vida, esos pequeños gustos de la vida.
En el Seminario 22 -donde plantea específicamente el padre de la perversión y de donde extraemos las indicaciones de hacer de una mujer la causa de su deseo, como así también la del aperitivo- Lacan (1974) dice: “Dios es per-verso”. Y agrega: “de remontar esa corriente se terminará por inventar algo menos estereotipado”.
El problema de la estereotipia, lo que se repite de la misma forma todo el tiempo, es una preocupación que a Lacan lo acompañó durante todo su trabajo. A tal punto que luego de plantear eso, dice que esa es la única razón por la cual se interesó en el psicoanálisis, para poder variar algo de lo estereotipado.
Lacan retoma, tan temprano como en 1938, en su artículo Los complejos familiares en la formación del individuo, un debate de Freud con Malinowski, quien descubre una serie de culturas a las que se ha llamado matriarcales y sostiene que lo que Freud plantea como el Edipo no es Universal, especialmente en este punto de la cuestión paterna, porque si tenemos una estructura matriarcal no podemos pensar que el Edipo sea universal.
Es interesante seguir el hilo de esa discusión; porque Lacan se mete, su preocupación por la estereotipia surge de allí e indica que hay inquietudes que lo acompañaron toda la enseñanza, desde antes inclusive. Ante todo el marido no pasa por ser el padre de la prole, en el sentido que acostumbramos a hablar.
Malinowski (1949, 63), destaca que: “los indígenas de Las Trobriand son matrilineales, es decir viven en un orden social en que la relación de parentesco se deriva exclusivamente de la madre, en el que los derechos de sucesión y herencia solo rigen en línea materna. Eso significa que el valor de una niña pertenece a la familia, al clan, a la comunidad de la madre. Que el varón es el sucesor de la dignidad y la posición social del hermano de la madre. Que un niño no hereda los bienes muebles e inmuebles de su padre, sino de su tío materno”. Y agrega: “ante todo el marido no pasa por ser el padre de la prole, en el sentido que acostumbramos a hablar. De acuerdo con las concepciones de estos naturales, que ignoran por completo la paternidad física”. Además, “el marido tiene luego la misión de proteger, amparar y criar a los hijos, de tomarlos en brazos una vez llegados al mundo, pero no son suyos en el sentido que le reconozcan alguna intervención en su procreación. Por consiguiente, el padre es más un padre benévolo, amigo, más no un pariente de los niños que sea reconocido por ellos. La autoridad sobre los hijos corresponde al hermano de la madre”.
Vale la pena precisar a qué llamaba Malinowski familia matriarcal. El padre biológico es un muy buen amigo de la madre y de los niños, tiene un buen lazo afectivo con ellos, pero no tiene ninguna autoridad. Cuando muere no les hereda ningún bien y los hijos desconocen la procedencia biológica respecto de ese padre. Toda la autoridad está ubicada en el hermano de la madre, con el que no se tiene ningún trato; siquiera hablar con él. Podría decirse que es el colmo del padre Ideal: no se lo puede tratar ni acercarse, es la autoridad máxima, está en un limbo con el cual no hay ningún trato posible.
Esta familia recibe el nombre de matriarcal porque la autoridad viene del lado de la madre. Es la estructura y la función del Nombre del Padre llevada al extremo, que viene por vía materna y transforma al padre en un Ideal. Malinowski nos indica que en esas familias matriarcales no hay neurosis, ya que la neurosis es una consecuencia de la familia patriarcal de Occidente. La discusión implica un primer punto: el Edipo no es universal, hay culturas en el mundo que no son edípicas. Segundo punto: cuando la familia es matriarcal no tenemos como consecuencia ninguna neurosis. El problema de la neurosis es de las familias patriarcales. En un punto Lacan está de acuerdo.
En Los complejos familiares… Lacan (1938, 67) dice: “esta separación de funciones entraña un equilibrio diferente del psiquismo que según el autor está sostenido por la ausencia de neurosis en los grupos que observa en las islas del norte de Melanesia. Este equilibrio demuestra felizmente que el complejo de Edipo es relativo a una estructura social pero no autoriza de ninguna manera esa mirada paradisíaca como la que el sociólogo trata de defender”.
Primero marca la separación de funciones: el padre biológico, buen amigo; el que cumple la función paterna, el Ideal. Separación de la función de autoridad por un lado y el padre biológico por otro, sin autoridad. Sin embargo, Lacan subraya que el hecho que no haya neurosis no implica que sea un paraíso. Y agrega: “A la armonía que comporta esta sociedad se opone un efecto de estereotipia que marca las creaciones de la personalidad, del arte, de la moral en estas culturas y tenemos que reconocer en su reverso, conforme a la presente teoría del Edipo, cuán dominado por la represión social está el ímpetu de la sublimación cuando estas dos funciones están separadas”.
En síntesis, Lacan acepta que no exista neurosis cuando estas dos funciones están separadas, pero lo que resulta es una estereotipia llevada al extremo. A la armonía que comporta esta sociedad, la correlaciona con la estereotipia, es decir una ausencia total de sublimación y creación en el arte y en la cultura. A mayor idealización del padre, mientras más se lo transforma en Dios y más se lo separa del padre de carne y hueso, mayor inhibición de la creación.
Para subvertir algo del padre y poder ir más allá del padre -en los términos en que Freud lo plantea en la carta a Romand Rolland- mientras más Ideal es el padre, menos se puede ir más allá de él. Mientras más endiosado menor es el margen de invención de algo diferente. Para realizar una invención se requiere alguien de carne y hueso, es lo que Lacan denomina la subversión creativa de la autoridad.
Lacan plantea que si no es posible inventar algo no encuentra razón para dedicarse al psicoanálisis. Si todo está determinado por el inconsciente, no tiene ningún sentido el psicoanálisis. Y no se trata de una invención que cambie el mundo, en todo caso una invención que cambie el mundo de esa persona.
Podemos ubicar en el Seminario 22 la crítica que Lacan comienza a realizar a Freud. Mientras que en la primera época de su enseñanza manifestaba el retorno a Freud, en esta época empieza una fuerte crítica. Lo primero que dice es que Freud cree en Dios porque opera en su línea, no solamente perpetúa la religión, sino que la consagra como neurosis ideal vinculándola a la neurosis. Se refiere a una indicación freudiana clásica: la neurosis obsesiva es una religión privada. En algún sentido Lacan se acerca a Malinowski, termina diciendo en el Seminario 17 que el Edipo es un sueño de Freud.
Tomo otra indicación de Lacan (1974) del Seminario 22: “Freud no tenía de lo imaginario, de lo simbólico y de lo real la noción que yo tengo. Sin embargo, si bien no tenía lo simbólico, lo imaginario y lo real, tenía de ello, a pesar de todo, una sospecha. Freud no era lacaniano, pero nada impide suponerle mis tres registros. En Freud los tres no se sostienen solamente, están puestos uno sobre otro. Así, ¿qué ha hecho él?, ha agregado un redondel, ha anudado con un cuarto las tres consistencias a la deriva”.
La idea de Lacan es que si fuera un nudo de tres cuerdas -imaginario, simbólico y real- cuya condición para que los tres permanezcan juntos fuera un cuarto redondel que los agarre; allí se ha añadido un redondel, anudando con un cuarto las tres consistencias a la deriva. A esta cuarta consistencia la llama realidad psíquica, equivalente a la fantasía.
“¿Qué es la realidad psíquica en Freud? Es el complejo de Edipo”. Retomamos aquí lo trabajado en relación con el Seminario 3, respecto al Edipo como realidad religiosa. “No es por eso que hay que rechazar el complejo de Edipo, el está implícito en este nudo tal como me lo figuro, y quería a los tres, pero al mínimo”.
La pregunta que se formula Lacan en este punto es, para que esa realidad sea un justo guía, ¿hace falta vivir el Edipo o la realidad podría ser una realidad sin el Edipo? Veamos cómo lo dice Lacan: “¿Es indispensable esta función suplementaria del padre? Les muestro que eso podría ser forjado. Si a ese seminario lo he titulado Los nombres del padre y no El nombre del padre, es porque ya tenía algunas ideas de la suplencia del nombre del padre”. La idea de Lacan es que no es la única manera de atar lo imaginario, lo simbólico y lo real a través del Nombre del Padre, puede haber otras maneras. De hecho, Schreber se inventa una idea delirante que hace las veces del Nombre del Padre que no tiene.
En la neurosis y en los análisis ¿se podría prescindir del Nombre del Padre? Lacan afirma a esta altura que no profetiza que se pueda prescindir de él y menos aún efecto de un análisis. Un año después dará una indicación muy precisa y muy difundida: se puede prescindir del Nombre del Padre a condición de servirse de él.
Lacan insiste en lo que se puede inventar para salir de la estereotipia, sin embargo, es necesario distinguir la invención y la creación.
La creación es ex nihilo, de la nada, es la creación de Dios. La invención por su parte siempre es sobre la base de algo, a partir de lo que hay. Lacan piensa que se puede inventar algo respecto del padre, a partir de la versión del padre, del padre de la perversión, un padre humanizado.
El ejemplo que menciona Lacan y retoma J.-A. Miller es el del bricoleur, aquel que hace bricolaje. La traducción sería aquel que se las arregla con lo que hay. J.-A. Miller diferencia el bricoleur del ingeniero, ya que este último es el que necesita la lleve número 5 para la tuerca número 5. Usa la herramienta para su uso oficial, para lo cual fue construida y si esa herramienta no está no se puede hacer nada. El bricoleur es aquel que se las puede arreglar sin esa herramienta, con lo que hay. Puede hacer un uso nuevo de una herramienta que fue hecha para otra cosa.
La idea que tiene Lacan de este padre de carne y hueso es que se trata de aquel que le permite a un hijo servirse de eso para inventar algo nuevo, tal como lo hace el bricoleur, para lo cual se requiere desprenderse del padre Ideal. Porque si la posición es seguir esperando un milagro divino, se rechaza lo que está al alcance. Y la preocupación de Lacan por la estereotipia es justamente por ser la contracara de la invención. Es lo que critica en las tribus de Melanesia en 1938, no habrá neurosis pero es como si se fueran todos ingenieros, responden sólo con la herramienta adecuada. Si en alguna coyuntura eso falta, no pueden resolver.
Para concluir este desarrollo, planteamos un ejemplo. La película La vida es bella: allí un padre y su hijo llegan a un campo de concentración. El horror absoluto. Se acomodan en una barraca y viene un soldado de las SS para darles indicaciones. Pregunta en alemán quién sabe alemán y el padre dice que él, aún cuando no entendía una sola palabra. Por el tono de voz y los gestos se advierte que da órdenes. Y el padre traduce algo para su hijo: vamos a jugar un juego donde estarán de un lado unos y del otro otros, y ese niño vive en el campo de concentración creyendo que se trata de un juego. Podemos pensar cómo el padre establece para el hijo una realidad psíquica hasta en el colmo del horror.
Finalmente, el padre traduce algo. La metáfora paterna es la traducción de lo que quiere la madre y da una realidad vivible. Se trata de un padre de carne y hueso que da una versión de eso que es un horror, que es lo real. El Edipo es una forma humanizada de lo real, lo que hace ese padre es humanizar ese real y hace vivible el mundo para el hijo. A partir de esa versión, ese hijo tendrá oportunidad de hacer algo con eso, no sin eso, con eso pero algo nuevo.
Lacan piensa un padre más humilde. No es el Dios universal, es aquel a partir del cual algo se puede hacer, y esto es pasando por la humanización del padre Dios del que nos ocupábamos al comienzo.
En Lacan hay un intento de ir más allá de Freud. Hace una propuesta sobre el final de análisis que supone ir más allá de Freud. Pero este Lacan que dice separarse de Freud criticándolo fuertemente, mientras más se separa de Freud, más freudiano es. Y mientras más decía retornar a Freud, más se separaba de él. El lazo de Lacan con Freud ha sido central, y hay allí también un aspecto político, el retorno a Freud es una bandera que levanta Lacan en el momento en que los freudianos ortodoxos estaban imponiendo una lectura sobre lo que Freud había querido decir. Lacan logra establecer que finalmente lo que se hace siempre es una lectura y no hay modo de aseverar quién es más o menos freudiano. Del mismo modo que hoy sucede con Lacan, quien es más lacaniano.
Lacan no repite a Freud, lo cual está directamente ligado con su preocupación por la estereotipia y el padre. Él decía a los lacanianos: “hagan como yo, no me imiten”, en la línea de servirse del padre para ir más allá de él. Se trata de inventar algo nuevo, cada vez, porque además la época cambia, los pacientes cambian.
En ese sentido, la profusión actual del consumo de drogas nos fuerza a repensar los conceptos para encontrar las respuestas clínicas pertinentes.
En el campo de las toxicomanías podemos situar un consumo anudado al padre, esto es anudado al campo de lo simbólico, donde encontramos un consumo regulado; y un consumo desanudado del padre, del campo de lo simbólico. Puede ser que la droga funcione como muleta y esto permita un acceso al campo del Otro. Lo que se verifica cuando se produce la verdadera toxicomanía en el campo de la neurosis, es una ruptura con el campo simbólico. Ubicamos allí ese consumo desregulado en ruptura con el hace-pipí, va a decir Lacan (1975,16), definiendo a la droga como una ruptura con el falo ordenador del goce. En las psicosis al no está inscripto el falo, no se puede romper con lo que no hay, por lo que el funcionamiento será allí diferente.
En la clínica con toxicómanos, la rigidez en las respuestas y en los modos de relación al Otro tiene una presencia indudable. Es frecuente la tensión y la alternancia entre la abstinencia de sustancias, ideal que ubica el horizonte de algunos abordajes, y los retornos feroces de goce, que pueden llegar a la sobredosis, así como también la posibilidad mediante el análisis de lograr algo del orden de la invención. Así, la función paterna, el modo en que esa función es encarnada y transmitida al sujeto resulta central. La sola prohibición, si bien es la condición de posibilidad del padre dador que es el padre real, lleva a respuestas estereotipadas de sujetos con poca posibilidad de invención
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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