Psicología Social, Política y Comunitaria
Recepción: 30 Marzo 2020
Aprobación: 20 Octubre 2020
Resumen:
Vivir en situación de calle se configura como un asunto de salud pública global, que se institucionaliza de forma diversa en los distintos contextos locales. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se observa en los últimos años (2017, 2019) un aumento significativo de quienes se encuentran en esta situación, la cual constituye una de las formas en las que se expresan los procesos de vulnerabilización y expulsión en los contextos urbanos.
Desde una perspectiva cualitativa, se diseñó una investigación participativa en la que se implementó un mosaico metodológico: entrevistas narrativas, grupos de discusión y un cuestionario estructurado que incluyó la escala MOS de Apoyo Social. Se presentan resultados sobre el anclaje subjetivo e intersubjetivo de las representaciones sociales que construyen sobre la marginalidad, identificando la relevancia de la dimensión temporal sobre habitar la calle, que permite problematizar aspectos vinculados con los padecimientos de salud mental.
Palabras clave: Situación de calle, Narrativas, Padecimientos subjetivos.
Abstract:
Homelessness is a global public health issue, which is differently institutionalized due to local contexts. In Buenos Aires City, homelessness has been increasing since 2015. It is a complex process specially of urban poverty.
It was designed a qualitative research and there was implemented a bottom-up research approach. The study used qualitative tools such as biographical interviews, and focus groups. It was also implemented a structured questionnaire which included the MOS Social Support Scale. Among the results, it was found that the subjective and intersubjective anchorage of the social representation of marginalization includes a temporal aspect that in general is not taking into account in homelessness comprehension. This aspect might be useful to study mental health sufferings.
Keywords: Homelessness, Biographic approaches, Mental Health sufferings.
Consideraciones preliminares
La situación de calle, como campo de problemas, debe entenderse como un asunto de salud pública global, que tiene expresiones locales. Constituye una de las formas en las que se expresan los procesos de vulnerabilización y expulsión en los contextos urbanos como producto de un conjunto de atravesamientos tales como la inestabilidad habitacional, la informalidad laboral, la tendencia a la permanencia o cronicidad de la situación, redes sociales de apoyo menos fortalecidas, existencia de padecimientos físicos y psíquicos preexistentes, así como vivencias de múltiples formas de violencias (Di Iorio & Farias, 2020). Como fue descrito en investigaciones anteriores (Rigueiral & Seidmann, 2016; Di Iorio, Seidmann, Rigueiral & Abal, 2020), son grupos definidos por esta condición de privación y exclusión, producto de un proceso continuo de posesión y desposesión material, simbólica y afectiva, lo que los hace poseedores de atributos socialmente desacreditadores, dando lugar a procesos de estigmatización (Goffman, 2003). Frente al peligro simbólico que representan las personas en situación de calle (PSC) como desviación de la norma, se organizan dinámicas sociales reguladas desde el prejuicio, la discriminación y otras formas de violencia simbólica, social y física. El estigma (Goffman, 2003) atributo profundamente despreciativo que emerge de la trama del orden social vigente, generando distanciamientos y enfrentamientos en las relaciones sociales.
Según las organizaciones sociales que trabajan con la temática, entre el 2017 y el 2019 se registró un aumento de PSC. Organizadas en una red bajo el nombre de Censo Popular de Personas en Situación de calle, de manera participativa contaron 4394 PSC en el 2017 y 7251 en el 2019 (CPPSC 2017 Informe Preliminar, CPPSC 2019 Informe Ejecutivo) De las personas encuestadas de manera voluntaria (n=3085) en el último conteo, el 52% refirió haber quedado en situación de calle durante el 2018, siendo los principales motivos los socio-económicos (pérdida de trabajo, incapacidad de pago, ampliación familiar) Asimismo, un 39% (n=1188) refiere haber tenido algún problema de salud física y no haber acudido al sistema de salud.
Las condiciones de fragilidad corporal, emocional, vincular y de ciudadanía en las que se despliega su vida cotidiana de quienes se encuentran en situación de calle, dan lugar al surgimiento de narrativas sobre malestares y padecimientos en clave de un amplio espectro de daños sociales, psíquicos y corporales que los afecta, tales como estigmatización, criminalización y segregación, enfermedades físicas y padecimientos de salud mental tanto en niños, adolescentes como adultos (Médicos del Mundo, 2012; Neiling, 2010, Seidmann & Di Iorio, 2018; CPPSC 2017 Informe Preliminar, CPPSC 2019 Informe Ejecutivo) Esos mecanismos operan obstaculizando y produciendo efectos subjetivos de malestar emocional.
Los condicionantes sociales, económicos, políticos, culturales e históricos que contribuyen a la consolidación y profundización de la marginalidad urbana se hacen presentes en las cartografías psicosociales de personas en situación de calle. De acuerdo con Martín-Baro (1989), reconocer la existencia de determinados modos de sentir y de estar en el mundo social, en tanto funcionamientos sociales esperables en determinadas condiciones de existencia, constituye un modo relacional de comprender las desigualdades en contextos urbanos, para lo que se recurre al concepto de narrativas (Bruner, 1986; Meccia, 2019; Murray, 2018). Al igual que los paisajes urbanos, las vivencias y experiencias -paisajes psicosociales- también pueden cartografiarse en términos de movimientos y transformaciones en los que se integra el espacio físico (los modos en que se habitan en este caso los escenarios urbanos), los espacios subjetivos (refiriéndose a los procesos de construcción de identidad) y los espacios intersubjetivos (en alusión a las dinámicas de reconocimiento y diferenciación social), en la coexistencia de aspectos micro y macropolíticos. Desde la perspectiva de las representaciones sociales, en tanto que teoría sobre la construcción, permanencia y circulación de conocimientos sociales, se pretende comprender de modo situado este habitar la calle identificando dimensiones subjetivas, intersubjetivas y transubjetivas.[1]
Sin desconocer las secuelas y el impacto que las vulneraciones sistemáticas de derechos, producidas por décadas de neoliberalismo, tienen en la construcción de identidades y en los procesos de subjetivación en contextos de marginalidad urbana, resulta necesario comprender cómo las vivencias de las personas en situación de calle se traducen o no en padecimientos de salud mental, así como el modo en que facilitan reconfigurar la trama social vincular. En este sentido, surgen ciertos interrogantes que organizan el proceso de investigación: ¿En qué modos se expresa el sufrimiento social en escenarios de marginaciones urbanas? ¿Qué características adquieren para las personas en situación de calle las dinámicas de reconocimiento y diferenciación social? ¿Qué discursos circulan socialmente sobre las personas en situación de calle? ¿Qué respuestas, en términos de procesos psicosociales, construyen las personas en situación de calle frente a los procesos de estigmatización y segregación social? ¿De qué modo impactan en las posibilidades de generar otros modos de inserción social?
Metodología
Objetivos
En este artículo se presentan algunos resultados de un proyecto de investigación UBACyT Programación 2018-2020, con sede en la Facultad de Psicología, que tiene como objetivos generales comprender la sociogénesis de las marginaciones sociales urbanas, en particular con personas en situación de calle en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y promover procesos de reducción del estigma y la discriminación hacia personas en situación de calle a partir de generar espacios de participación y reflexión colectiva que se traduzcan en la ampliación de derechos.
Diseño/Tipo de estudio
Se trata de una investigación cualitativa con un diseño descriptivo, del tipo de investigación-acción o investigación participativa (Sirvent, 2011), donde la investigación y la participación son momentos del mismo proceso. A partir de la incorporación de las personas en situación de calle como actores del proceso de construcción de conocimientos, se pretende generar conocimientos colectivos identificando posibilidades de acción transformadora. Es una investigación en la que el objeto de conocimiento es sujeto de información, es protagonista. Entendiendo a la investigación participativa como una práctica social de producción de conocimientos que busca la transformación social, el protocolo de investigación del proyecto articula metodologías propias de la Teoría de las Representaciones Sociales con enfoque procesual y otras específicas de la Psicología Social Comunitaria (Di Iorio, 2018). En este sentido, el trabajo de campo está orientado tanto hacia la recolección de información con la intención de describir los contenidos de las representaciones sociales sobre la marginalidad urbana y comprender el anclaje de la mismas como hacia la generación de transformaciones microgenéticas, es decir, la construcción de nuevos conocimientos sociales a partir de la negociación de los significados compartidos y de la construcción de nuevas narrativas explicativas de la vida social, desde metodologías participativas, propias de la Psicología Social comunitaria, que reconocen a las PSC.
Participantes y estrategia de recolección de datos
El universo lo constituyen las PSC, de diferentes sexos y mayores de 18 años, que se encuentran en situación de calle efectiva[2] en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se utilizó un muestreo teórico (Glaser & Strauss, 1967) en función de criterios de inclusión predeterminados: a) que la propia persona se defina como “en situación de calle”, considerando su precariedad habitacional (vía pública, paradores del Gobierno de la Ciudad y hogares de tránsito), laboral (desempleo o trabajos informales de poca remuneración) y relacional (utilización de los servicios del circuito socio-asistencial de la CABA), b) que tenga 1 año o más en situación de calle, c) que acepte participar voluntariamente de la investigación firmando un consentimiento informado.
Entre los criterios de exclusión muestral se encuentran: presentar deterioro cognitivo severo; encontrarse bajo los efectos de sustancias psicoactivas al momento de la entrevista/encuentro; y/o presentar un discurso incoherente que denote posible padecimiento grave de salud mental.
Las PSC se definen como población oculta o de difícil acceso en función de ser considerada estar geográficamente concentrada o dispersa, por considerarse sus comportamientos y los usos del espacio público como ilegales y/o ilegítimos, así como por la intermitencia de su asociación a puntos concretos del espacio geográfico (Bastos & Bertoni, 2014). En función de esto se utilizó un muestreo de tipo bola de nieve (Patton, 1990), como técnica de muestreo intencional no probabilístico. Son los y las participantes de la investigación quienes referencien a otros sujetos para ser incluidos en la muestra, quienes a su vez refieran a otros. La bola de nieve se trata de una técnica eficaz en el trabajo con PSC o de extrema vulnerabilidad social, en tanto que facilita la construcción de vínculos de confianza entre quienes investigan y quienes participan, que además se convierten en sujetos que investigan.
A lo largo de todo el proyecto de investigación, se utiliza una estrategia plurimetodológica que combina el uso de fuentes primarias y secundarias. La estrategia se organizó utilizando el esquema conceptual propuesto por Jodelet (2008) sobre las esferas de pertenencia de las representaciones sociales o niveles de anclaje subjetivo/singular, intersubjetivo y transubjetivo[3], tal como se muestra en la siguiente tabla[4]:
Consideraciones éticas
Este proyecto parte del reconocimiento de los principios del respeto, el beneficio y la justicia como principios éticos de la investigación. La autorización para la participación en el presente estudio fue vía consentimiento informado, pudiendo dejar de participar en cualquier momento de la investigación y garantizando la confidencialidad y el anonimato. Además del consentimiento formal, se solicita el asentimiento, proceso relacional a partir del cual quienes participan expresan tanto de modo no verbal como verbal su voluntariedad de seguir participando a lo largo del estudio.
Se planificaron 4 instancias de validación participativa y devolución parcial de resultados con personas en situación de calle a partir de grupos de retroalimentación. Durante el 2019 se realizaron 2 de manera presencial, y se organizó una presentación pública de problematización y difusión de resultados junto con el equipo de co-investigadores[8].
Estas consideraciones ponen de manifiesto como la relación es la base de las consideraciones éticas al interior del campo de la psicología social comunitaria o crítica, ya que se priorizan las relaciones interpersonales. La ética, alude a la definición del otro y a su inclusión en la relación de producción de conocimientos, suponiendo valores como la igualdad y la justicia, ya que sólo desde una posición de igualdad se genera la posibilidad de justicia.
Resultados
En este artículo se presentan resultados sobre la esfera subjetiva-singular e intersubjetiva de anclaje de las RS de la marginalidad urbana, a partir de la realización de entrevistas narrativas –entre las que se incluyen las walking interviews–, la aplicación del cuestionario de MOS y la realización de sesiones de retroalimentación o grupos de conversación.
Codificación inicial
Al analizar los recorridos de subsistencia y las experiencias vividas relatadas por quienes participaron, se identificó el contenido temático de la RS sobre la marginalidad urbana organizado a partir de los usos y sentidos del espacio público, definido como “espacio social vivido”. Es decir, los espacios adquieren valoraciones negativas o positivas en función de los usos diferenciados, pasando de ser espacios con sentidos genéricos, a ser lugares con sentidos intersubjetivos. Ese “espacio social vivido” adquiere distintas significaciones a partir de las prácticas cotidianas, las cuales se organizaron en 3 categorías: a) espacio físico, b) espacio social y c) espacio afectivo
a. El espacio en su dimensión física, en el sentido de un circuito organizado en tiempo y espacio donde las PSC recurren para la satisfacción de necesidades básicas (alimentación, higiene, vestido, pernocte, salud, subsistencia económica). Se puso en evidencia cierta tensión entre lo ofrecido por los dispositivos, y lo percibido como necesidad por quienes están en situación de calle. Mientras que el circuito socio-asistencial se organiza principalmente a partir de ofrecer cuidados materiales para necesidades que efectivamente tienen las personas en situación de calle (vestido, alimentación, higiene, descanso, etc.), quienes están en situación de calle expresan necesitar ser escuchados y generar nuevos vínculos (cuidado en su dimensión inmaterial). La valorización positiva que hacen de su inclusión en instituciones en las que participan activamente de las propuestas, diferenciando niveles graduales de responsabilidad y compromiso, refuerza la importancia de lo relacional, no solo porque promueve que sean considerados como sujetos de derechos, sino porque son reconocidos desde su potencialidad más que desde su incapacidad, incluso para quienes, por la cronificación de su situación, serán beneficiarios del sistema social de asistencia de por vida. En el cuestionario estructurado, las explicaciones sobre la génesis de la situación de calle están centradas en aspectos de la historia individual y familiar (asociadas a separaciones, violencias, fallecimientos y otras problemáticas de lo familiar, padecimientos mentales y consumos problemáticos de sustancias psicoactivas) en contraposición a explicaciones centradas en condicionamientos socio-históricos (flexibilidad del mercado de trabajo, pobreza persistente, consumo de drogas como problema social, marginalización social) que son mencionados de modo accesorio. A partir de esos contenidos, se configura una imagen de la persona en situación de calle definida desde el déficit, “que no tiene red” y sobre el que hay que intervenir para recuperar aquello perdido, invisibilizándose todo otro entramado vincular del que son parte. Esto configura una narrativa de la subsistencia organizada en el argumento de “necesitar ser cuidados”
b. El espacio en su dimensión social, en términos de las dinámicas de relación que se establecen entre pares, con otras personas en la ciudad que no están en situación de calle, con quienes se ocupan de su cuidado en la red socio-asistencial. Las relaciones entre las personas y los espacios responden al papel que éstos juegan en sus vidas y a los procesos mediante los cuales se desarrollan como significativos, tanto de manera positiva como negativa. Esto puede relacionarse con el anclaje intersubjetivo o esfera de pertenencia intersubjetiva de las RS. En estas relaciones se pone en evidencia la tensión entre lógicas tutelares de intervención psicosocial que configuran a las PSC como subjetividades que deben ser controladas y las lógicas restitutivas desde las que se configuran subjetividades deseantes. El argumento colectivo sobre necesitar cuidados, también se desprende de relatos de las PSC quienes se refieren a sí mismos como “aquéllos que no pueden”, “que tienen problemas”, “que no tienen ganas”, “que son irresponsables”. Esas percepciones sobre sí mismos, producto de la negociación intersubjetiva de significados, se sostiene en atribuciones estigmatizantes. Las instituciones por las que circulan se convierten en espacio de producción subjetiva, la cual está condicionada en función de aspectos temporales. Por un lado, entre quienes respondieron el cuestionario (n=107), un 70% manifestó que no es la primera vez que está en situación de calle, incluso refieren que “habitar la calle” se configura como un ciclo de entrar-salir. De algún modo, este campo de problemas tiende a la cronicidad, configurándose como “ciudadanías asistidas”. Esto da lugar a que se desplieguen tecnologías de control en las que se fundamentan las respuestas socio-asistenciales producidas y reproducidas por los dispositivos públicos y privados. Se configura una narrativa del reconocimiento organizada en función de una dinámica de segregación-integración, y de control- resistencia.
c. El espacio en su dimensión afectiva, en relación con descripciones que aluden a valores y afectos atribuidos a ciertos espacios y recorridos. Esto se relaciona con lo que Arfuch (2013) denomina como retorno al sujeto o espacio biográfico a partir de prestar especial atención a las emociones como fuente privilegiada. El malestar o el bienestar no está en las PSC sino en el tipo de vínculo que establecen con las personas, las instituciones y los espacios por los que circulan. Esas conexiones entre su vida personal-social y el lugar, varían a lo largo del tiempo y que están condicionadas por las experiencias pasadas o las expectativas de acciones futuras, por el momento social, cultural, político y económico de un país o grupo, por los contenidos de memoria individual y colectiva, o por las características físicas o psicológicas, entre otros. De modo situado y según las propias biografías se configura una trama de significados que condiciona los usos de los espacios públicos, se identifican con esos lugares de manera individual y colectiva, existiendo usos individuales y grupales, casuales o intencionales, que se despliegan en un trasfondo ideológico que regula el uso de espacio público. Esto configura una narrativa de las emosignificaciones. Al preguntar sobre la vivencia de “caer en la calle” ésta aparece como acontecimiento traumático que irrumpe en la vida cotidiana, y por el otro, “habitar la calle” como estado permanente de alerta y de incertidumbre. Este aspecto resulta un aporte en lo que respecta a los estudios sobre situación de calle desde el campo de la psicología, ya que por lo general se aborda la dimensión espacial desde los estudios urbanos.
Codificación conceptual
Se identificó que el modo en que se “habita la calle”, en el sentido de las vivencias y experiencias de la vida cotidiana, configura narrativas intersubjetivas, de manera que, en términos de representaciones sociales, no sólo delimitan contenidos que les permiten comprender y orientar sus prácticas cotidianas, sino que dan lugar a configuraciones identitarias. Dichas narrativas dan cuenta de los procesos de gobierno de los cuerpos -en términos de tecnologías de control-, a la vez que refieren a procesos de resistencias, en el sentido de otros modos de ser-estar en el espacio urbano. Según lo que relatan los participantes, “habitar la calle” se organiza en función de a) la guetificación del espacio, b) la temporalidad de la espera, c) la itinerancia de los cuerpos.
b. “Estar en espera” como temporalidad de la vida cotidiana alude al modo en que se organiza la asistencia a las personas en situación de calle los configura como pacientes, que están esperando. La temporalidad de la espera (Auyero, 2013) -hacer fila para comer, esperar que te venga a ver la trabajadora social, esperar a ciertos días para bañarse, te pelotean, te dan vueltas, seguí viniendo- configura otro modo de regulación y control de las poblaciones en condición de vulnerabilidad. Esto da lugar a posiciones de sumisión, que configura pobres buenos-pobres malos como posiciones subjetivas en función de cómo responden a “esa espera”. Otro aspecto vinculado con la temporalidad, tiene que ver con la tendencia a la cronificación de la situación de calle. Esto refiere al tiempo en que están en situación de calle, a lo que las personas en situación de calle definen como “nunca salís” o “estás todo el tiempo entrando-saliendo”, pero también al envejecimiento de la población. Este aspecto tiene central relevancia para pensar los modelos de intervención psicosocial. Frente a esta lógica de la espera, las personas participantes de la investigación refieren que hay “encuentros” a partir de las propuestas de intervención de algunas organizaciones en las que se les propone “hacer algo en el mientras tanto”, en las que son reconocidos en sus intereses, inquietudes, deseos, enojos, ansiedades. Esto también puede comprenderse en términos de prácticas de resistencia subjetiva.
c. La itinerancia permanente de los cuerpos refiere a lo que las PSC como definen como “estar en todos lados y en ninguno a la vez”. Se configuran subjetividades producto de los procesos de violentación a los que están expuestos en términos de estigmatización, invisibilización, criminalización y patologización. El espacio social se in-corpora, es decir, cuerpos como vehículos de sentidos. Son cuerpos mirados desde la indiferencia, como desechos. Esto puede entenderse en términos de la producción social del diferente, del extraño, que debe ser excluido, expulsado, que genera como prácticas de resistencia subjetiva la participación. Se registra que las personas en situación de calle se involucran activamente en la gestión de sus padecimientos y en dinámicas de organización social y comunitaria, lo que puede comprenderse como modos de hacerse visibles y ser reconocidos. Esto es denominado por los participantes como “poder mutante”, en el sentido de ser reconocidos desde la potencia y no desde la lógica del déficit. En las entrevistas narrativas y en las preguntas abiertas del cuestionario estructurado, las PSC refieren estar angustiadas, más nerviosas, vivir situación de tensión permanente, experimentar distintas formas de violencia, sentirse solas, pérdida de confianza. Es decir, “estar en situación de calle” se configura como situación que produce sufrimiento psíquico a partir de que: 1. “salir-entrar de la calle” aparece como una vivencia continua y opera como amenaza, 2- “estar en la calle” supone la exposición a situaciones de estrés permanente que incluyen violencias físicas, económicas, psicológicas, y 3. “caer en la calle” es significado como un salto al vacío que supone el aprendizaje de modos de subsistencia y resistencia nuevos.
Consideraciones finales
La intención de comprender las relaciones entre las experiencias y vivencias de personas adultas que se encuentran en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires y las definiciones que construyen al modo de narrativas colectivas que les permiten comprender el mundo e interactuar en él desde la perspectiva de las PSC, implicó problematizaciones teórico-metodológicas, así como ético-políticas.
Tal como se presenta en el texto, “habitar la calle” se cristaliza como narrativa compartida desde la que se configuran dinámicas de reconocimiento-diferenciación, produciendo subjetividades controladas por las instituciones de asistencia, o subjetividades en resistencia. Se identificó en los relatos de las PSC que participaron del estudio, configuraciones subjetivas entre fatalista y desafiante. Es decir, entre aceptar sus condiciones materiales, sociales y afectivas y rechazarlas. Sin desconocer las secuelas y el impacto que las vulneraciones sistemáticas de derechos producidas por décadas de neoliberalismo han tenido en la construcción de identidades y en los procesos de subjetivación en contextos de marginalidad urbana, interesa resaltar que incluso en las condiciones sociales más hostiles las personas no dejan de ser sujetos con sus historias, sus prácticas, sus relaciones, sus sentimientos y sus pensamientos, generándose prácticas de resistencias. Es decir, frente a la configuración de identidades estigmatizadas (Dubet, 2017), se hacen visibles subjetividades que resisten, cuerpos que desafían el ser negados y negativizados, sujetos que tienen un saber sobre sus padecimientos y que ponen en funcionamiento prácticas fundadas en la solidaridad, el respeto y la dignidad.
Se prestó especial atención al modo en que las vivencias de habitar la calle impactan en la producción de salud mental y dan lugar a padecimientos subjetivos. Desde una perspectiva de la narrativa de las emociones, quedar en situación de calle es calificado “como acontecimiento traumático”, de difícil inscripción en el relato de la propia biografía (Leclerc - Olive, 2009). Pensar en términos de trauma psicosocial (Martin-Baró, 1989) permitiría profundizar en este aspecto, integrando enfoques singulares con los socio-históricos.
Por otro lado, el enfoque procesual de las RS que se utiliza, prioriza los procesos psicosociales de construcción, consolidación y transformación de los conocimientos sociales, y la importancia de las relaciones entre prácticas y conocimientos. Parten de una definición de representaciones sociales (RS) que las consideran tanto substancia simbólica, en tanto significados sobre el mundo cotidiano, como prácticas, es decir como experiencias, como acciones concretas. Según Jodelet (2002), el modelo de las RS fue adoptado en América Latina por su carácter crítico en el seno de la psicología social, y por permitir la investigación y la intervención. Asimismo, los enfoques centrados en la dimensión procesual y en aproximaciones etnográficas, a diferencia de los enfoques centrados en la dimensión significante o cognitiva de las RS, permiten revisar el papel de la construcción de aprendizajes sociales en las intervenciones psicosociales, en términos de redefinir las relaciones entre quienes conocen y quienes son conocidos, y de promover procesos de influencia social.
“En este sentido, y partiendo del supuesto de las conexiones epistemológicas, metodológicas, éticas y políticas de la Teoría de las Representaciones Sociales y de la Psicología Social Comunitaria, el presente artículo da cuenta de las potencialidades de un modelo de investigación-intervención sobre RS, en el que los participantes no son meros informantes, sino que se promueve la participación, la reflexión crítica y la concientización sobre los modos en que opera el orden social hegemónico en la vida cotidiana (Wiesenfeld, 2014). Constituye un campo en el que se despliegan conocimientos que se desplazan de una mirada psicológica individual hacia una socialcomunitaria, adoptando valores como la inclusión, el respeto a la diversidad de experiencias, saberes y recursos, y la democratización de las relaciones de poder. De algún modo, al promover la problematización y negociación de significados, dan lugar a procesos de innovación y cambio social”. (Di Iorio, 2019, p. 219)
Comprender la heterogeneidad de situaciones y las propiedades distintivas en las que se produce la marginalidad urbana en el contexto local, en particular para personas en situación de calle, reflexionando sobre los procesos de estigmatización, pero también sobre los procesos de reconfiguración de vínculos sociales, implica estudiar los discursos, las prácticas y los sistemas de relaciones sociales que las producen, abandonando lecturas dicotómicas. Y escribimos este texto en el marco del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio que como estrategia de cuidado frente a la pandemia del COVID-19 implicó volver sobre esas reflexiones.
Transitamos una crisis socio-sanitaria global, que no hace más que resaltar las condiciones de desigualdad estructural y las brechas de acceso y de derechos para grupos en condición de vulnerabilidad[11]. Para quienes están en situación de calle se profundizan las vivencias de malestar tanto en el plano institucional, colectivo y singular no sólo por tratarse de un grupo particularmente vulnerable a contraer el virus, desarrollar síntomas y enfermar, sino por los impactos psicosociales de la pandemia y de las medidas de prevención implementadas.
Recuperando los resultados presentados, ese “espacio social vivido” adquiere distintas significaciones en tiempos pandémicos, en los que se redujo a la mínima expresión la cobertura de servicios de alimentación, higiene y alojamiento que garantizaban la subsistencia (espacio físico), se restringieron, en consecuencia, los espacios de sociabilización y los intercambios socio-afectivos quedando “aislados en el espacio público” como consecuencia de las restricciones en la movilidad (espacio social), lo que tendrá efectos en el plano afectivo-emocional.
Estar en situación de calle no es sólo un tema de acceso al trabajo y a la vivienda, sino que tal como se desprende de los resultados presentados, debe comprenderse en la intersección con el campo de la salud mental, desde una perspectiva de la salud integral que evite la patologización de ciertos efectos subjetivos que relatan las PSC y que configuran la “normal anormalidad” en la que se despliega su vida cotidiana.
La falta de vivienda, las vivencias de incertidumbre en lo que respecta a la subsistencia, la inestabilidad laboral, el estado de alerta permanente, las violencias (incluida la violencia institucional), la estigmatización, así como las vivencias de desamparo de los servicios ocupados de su asistencia, constituyen determinantes sociales de la salud mental. Tal como establece la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657, la salud mental se define “un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona”.
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Notas