Psicoanálisis
Recepción: 30 Marzo 2020
Aprobación: 20 Octubre 2020
Resumen: Lacan hace un anticipo valioso en su seminario Los Escritos Técnicos de Freud, de su concepto de presencia del analista. Propongo que actuando junto al de transferencia freudiana, amplía la misma al registro de lo real. Lo extrae de su experiencia como sentimiento del misterio de la presencia que aparece en el sujeto, cuando ante un imposible del avance de su palabra, se conecta al analista como presencia. En el caso Robert aparece del lado del analista en la “permanencia” de su presencia, de la que habla Rosine Lefort ante un niño que había vivido múltiples mudanzas y encuentros traumáticos en muchas de ellas. En Dick, caso de Melanie Klein, este niño pasa en análisis de no registrar al otro y su presencia, a sentir angustia ante la ausencia y reclamar la presencia humana.
Palabras clave: Sentimiento, Misterio, Palabra, Presencia del analista.
Abstract: In his First Seminar, Freud´s Technical Writings, Lacan makes a valuable approach of his concept of the analyst´s presence. I propose that, acting together with the Freudian transference, he extends it to the register of the real. He extracts it from his own experience as a feeling of the mystery of the presence that appears in the subject, when faced with an impossibility of the advance of his word, he connects to the analyst as presence. In the case Robert, it appears on the analyst´s side in the “permanence” of his presence, of which Rosine Lefort speaks, facing with a child who had experienced several moves and traumatic encounters in many of them. In Dick, the case of Melanie Klein, this child goes in analysis from not registering the other and their presence, to feeling anguish at the absence and claiming the human presence.
Keywords: Feeling, Mystery, Word, Analyst´s presence.
Introducción
El sentimiento del misterio de la presencia
“Quien juega con un niño juega con algo cercano y misterioso”
(Jorge Luis Borges, fragmento del poema Juan, I, 14, en Elogio de la Sombra
Lacan en este Seminario, Los escritos Técnicos de Freud, va a criticar la desvinculación de lo intelectual con lo afectivo, que pondría a este último del lado de una “coloración” que se presenta en la experiencia, dejando como una cáscara vacía a lo que es del orden del lenguaje.
Los afectos son producto del discurso, especialmente de la palabra verdadera. En la clínica del niño autista de la cual Dick nos ofrece un ejemplo princeps y precioso, vemos la consecuencia de esa “indiferencia” afectiva donde personas y objetos están igualados en una realidad indiferenciada.
Lacan va a desmentir que él haya dicho que el analista no tenía sentimientos, la cuestión es qué lugar tienen en la experiencia. Es más, para mí ya anticipa en este Seminario 1 el concepto de la presencia del analista junto al de transferencia freudiana ampliando la misma al registro de lo real[1]. Lacan lo sitúa como un descubrimiento en su experiencia, como sentimiento del misterio de la presencia que aparece en el sujeto cuando, ante un imposible del avance de su palabra, se conecta al analista cómo presencia[2]. En el caso Robert aparece del lado del analista en la “permanencia” de su presencia, de la que habla Rosine Lefort[3] ante un niño que había vivido múltiples mudanzas y encuentros traumáticos en muchas de ellas. Veremos en Dick cómo este niño pasa en análisis, de no registrar al Otro y su presencia, a sentir angustia ante la ausencia.
He encontrado que Lacan pone la presencia del lado de los sentimientos del sujeto que experimenta, ante un nudo que encuentra en análisis mientras se produce la formulación de su historia: “la brusca percepción de algo que no es fácil definir, la presencia... se trata de un sentimiento que tendemos incesantemente a borrar de la vida. No sería fácil vivir si tuviéramos en todo momento el sentimiento de la presencia, con todo el misterio que ella entraña (sin embargo) nuestro mundo sólo obtiene su consistencia, su densidad, su estabilidad vivida... si la tenemos en cuenta. (Lacan, 1985: 73)
Lacan señala entonces, que este sentimiento de la presencia lo encontramos en las formas vividas, así como en la experiencia analítica y define justamente el buen método analítico como aquél que encuentra “una misma conexión, una misma relación, un mismo esquema” (Lacan, 1985:73) tanto en los comportamientos de la vida como en la experiencia analítica. Esto está en línea con el concepto de transferencia que atraviesa el Seminario y que Lacan se esfuerza en destacar como un fenómeno genuino, no artificial, que surge en la experiencia analítica. La cuestión estará en cuál vertiente de ese amor va a aprovechar el analista. No desde luego la vertiente narcisista e imaginaria de amor pasional, sino más bien la vertiente simbólica del amor que introduce el don.
Lacan va a hablar también del sentimiento de verdad y del sentimiento de realidad. Pienso que podemos atribuirlos al registro de lo simbólico y al de lo imaginario respectivamente. Nos parece que el registro de lo real lacaniano que él define en este Seminario como “lo que resiste absolutamente a la simbolización” (Lacan, 1985:110) se esboza en el misterio de esta presencia. En el caso del Hombre de los Lobos vemos que en la escena del dedo cortado, ante lo imposible de simbolizar, se produce una radical soledad, no se tiende ese puente que vincula al otro como presencia. La niñera está ahí, pero él no puede hablarle, y aparece un sentimiento de catástrofe. Aquí podemos encontrar un punto en común con Robert que en la sesión que encierra a la analista en el baño y corre a meterse en cama, gime, pero no puede llamarla. Es Rosine Lefort la que sale de su encierro para ir a buscar a su pacientito. Y es allí donde por primera vez Robert se deja consolar. (Lacan, 1985: 153)
Jacques Alain Miller propone tomar este caso desde una matriz de transformación que se produce entre el estado inicial de Robert hasta el estado final. Subraya que otros podrían pensar que son los cuidados de la Institución su organización etc. los que producen los cambios, pero desde el psicoanálisis sostenemos que lo decisivo es la presencia del analista la que introduce un elemento nuevo en la vida del paciente. (Miller, 2012: 82)
Lacan precisa dos planos de la palabra a partir del análisis del olvido de nombre Signorelli de Freud. Concluye que este fenómeno del olvido se da cuando se degrada la palabra en relación con el otro (porque el sujeto) no pronuncia la palabra que puede revelar el secreto más profundo de su ser y se engancha al otro, en lugar de revelar su palabra (Lacan, 1985:82).
De todos modos, dice Lacan que engancharse al otro es una función inevitable de la palabra. (Imprescindible para que haya demanda, lo veremos en Dick). Entonces para Lacan se destacan dos funciones de la palabra, la de mediación entre el sujeto y el Otro y la de revelación. Este último término lo elige ya en su texto “Función y campo de la palabra y el lenguaje” en lugar de expresión, porque es más acorde al inconsciente freudiano que no se expresa sino indirectamente, deformándose. La palabra alemana es Enstellung, distorsión, transformación. La obra de Freud está atravesada por este sentido de revelación “resorte último de lo que buscamos en la experiencia psicoanalítica” (Lacan, 1985: 83).
Vayamos a la palabra que engancha al otro en el sentido de su presencia. Antes, distinguiremos desde la filosofía el enigma del misterio. Puesto que Lacan usa este último para referirse al sentimiento de presencia y mucho más adelante, al final de su enseñanza, lo usará para el misterio del cuerpo hablante.
El misterio y el enigma. Consulta con la filosofí
El misterio acompaña al hombre desde siempre, está presente en todas las religiones, va mas allá de lo que puede comprender el hombre por su razón y se vincula a lo sagrado al que se nombra “misterioum tremendum”. Es algo que no puede ser transformado en objeto de pensamiento. Por ejemplo, cuando Moisés pregunta a Dios y este le responde “soy el que soy” con un verbo, el verbo no puede objetivar. Gabriel Marcel, distingue misterio de problema (o enigma). Este último puede encontrar solución, un problema matemático por ejemplo puede tardar tiempo, pero halladas ciertas herramientas (que siempre se basan en el avance de lo simbólico), se resuelve. El misterio incluye el fondo de mi vida, me incluye a mí que lo estoy pensando. El misterio del sentimiento de la presencia del Otro que plantea Lacan, implica al otro que no lo voy a objetivar, no lo puedo tener en el mercado, tampoco puedo reducirlo a fórmula, a algoritmo. Paul Ricoeur hablaba de la insularidad del objeto, al que debo recortar para poder estudiarlo: el átomo, por ejemplo. En cambio, el misterio quita insularidad, pero no lo voy a llegar a develar. Se corren los velos, pero siempre queda un último velo ante la presencia del otro. La condición humana es misteriosa, lo que hace que nos inquiete es el temor, tiene que ver con mi fragilidad. Tengo temor a acercarme a esa fuerza que me puede destruir. Borges y los laberintos. Tradicionalmente los laberintos conducen a un centro que espera al caminante para destruirlo, darle nueva vida a partir de esta muerte simbólica, pero Borges inventa laberintos sin centro donde el peor castigo es perder las referencias, como aparece en el cuento “Los dos reyes y los dos laberintos”. El primer rey para pavonearse y darse importancia ante el otro lo invita a su laberinto donde deja que se pierda el rey invitado, no encontrando salida. Este rey humillado se venga invitándolo a su majestuoso laberinto: el desierto de arena donde, sin referencias, el primer rey se pierde para siempre. Cristina Bulacio con quien tuve esta conversación telefónica sobre el tema del misterio señala que la mayor humillación para un ser humano es arrebatarle el misterio de la presencia del otro y ella cree que esto es lo que nos tiene inquietos hoy con los zooms y los streaming.
La presencia del analista en Dick y en Robert
“¿Pensamos alguna vez acaso en lo que significa respecto al sentimiento del otro, esa prodigiosa permeabilidad del niño frente todo lo que sea mito, leyenda cuento…? … ¿cómo en determinado momento asoma hacia el otro ese sentimiento tan misterioso de la presencia?”
(Lacan, 1985:82)
Podemos pensar por cómo se presenta Dick ante Melanie Klein, que no hay en este niño un sentimiento de la presencia del otro[6], corre por el consultorio sin prestarle ninguna atención, tampoco a la partida de la niñera que lo llevó, es decir no registra tampoco la ausencia de quien lo cuida. En Robert la presencia del otro es como si lo dejara en carne viva, por algo él no puede despojarse de su delantal que funciona como una piel que lo protege[7].
En su “Discurso a los psiquiatras” Lacan dice que la función principal del lenguaje es hacer al sujeto y cuando según su última enseñanza se habla del saber hacer ahí con su síntoma como conquista del sujeto, podríamos decir que aquí en estos comienzos de análisis y de la vida de estos niños tan perturbados, es el analista el que tiene que saber hacer ahí con el ser del sujeto invitándolo a su advenimiento a partir de la palabra.
Lacan dice del caso Dick que nos enseña dos cosas: cómo se ensamblan los registros y cómo el inconsciente es el discurso del otro. En ese sentido, el inconsciente de Dick va a comenzar a constituirse gracias a la palabra interpretativa de Klein y no como ella cree, que sería algo que ya estaría y ella se encarga de abrir las puertas. Entonces no sería tanto una portera como una partera, se trata de parir el inconsciente con el discurso del otro. La responsabilidad del analista es aquí mucho más radical.
La historia terrible de un niño “esquizofrénico”
Londres, 27 de enero de 1929. Un niño de 4 años entra en una casa de Notting Hill acompañado de su niñera… atravesando una puerta doble penetra en un vasto escritorio: muebles sólidos, un lavatorio, objetos y una presencia humana…pero el niño no ve verdaderamente nada de todo eso…hay una dama que lo observa…la mujer permanece en silencio un buen rato[9].”
La historia de Dick es una historia traumática, no de locura, maltrato y abandono como ocurre con Robert -niño institucionalizado-, sino dentro de una familia donde se produce un agudo desencuentro sostenido en el tiempo entre Dick y su madre.
Melanie Klein[10] presenta a Dick como un niño de 4 años que, por la pobreza de vocabulario y desarrollo intelectual, estaba al nivel de un niño de 15 a 18 meses. Carecía de afectos y era indiferente a la presencia o ausencia de la madre o la niñera. Rara vez manifestaba angustia, no jugaba, no manifestaba intereses y no tenía contacto con su medio, articulaba sonidos ininteligibles y repetía constantemente ciertos ruidos (Klein, 1964: 211).
Klein advierte que Dick no sólo no era capaz de hacerse inteligible, sino que tampoco lo deseaba. La madre advertía a veces una actitud fuertemente negativa que se expresaba en que hacía todo lo contrario a lo que se esperaba de él. Por ejemplo, si la madre lograba hacerle repetir ciertas palabras, con frecuencia Dick las alteraba completamente, aunque otras las pronunciaba perfectamente pero repitiéndolas de forma incesante y mecánica hasta hartar a todos. A diferencia del niño neurótico cuya oposición, rebeldía, u obediencia (incluso acompañada de excesiva angustia) tienen referencia a personas o a cosas implicadas, en Dick la obediencia o rebeldía no indicaban comprensión o afecto alguno, tampoco posibilidad ni deseo alguno de ser consolado y mimado. Su torpeza física era también notable (Klein, 1964:211). La impresión de Klein en el primer encuentro con Dick es la diferencia con niños neuróticos graves que ante ataques de angustia, se recluían tímida y obstinadamente en un rincón o se sentaban sin moverse, o tomaban objetos sin jugar que soltaban enseguida. En todas estas formas de conducta era inequívoca la angustia latente. “En el rincón o la mesita se refugiaban de mí” (Klein, 1964: 212). Son niños que aunque estuvieran fuertemente afectados respondían a una presencia que claramente sentían como tal.
Lo que nos cuenta Klein de la historia previa de este niño, es que tuvo una lactancia infructuosa, que estuvo a punto de morir de inanición, desde bebe sufrió trastornos digestivos e intestinales hasta llegar al prolapso. Probablemente su desarrollo quedó afectado porque si bien recibió toda clase de cuidados, nunca se le prodigó verdadero amor; su madre desde el principio estaba excesivamente angustiada y a partir del año pensaba que su hijo era anormal, lo que pudo afectar su actitud hacia él (Klein, 1964: 210). Klein extiende esta falta de afecto al padre y a la primera niñera. Si bien esto cambió cuando a partir de los dos años tuvo una nueva niñera y pasó una larga temporada con su abuela, ambas afectuosas, los cambios en su desarrollo no fueron significativos[11], las dificultades principales subsistieron.
El obstáculo fundamental que encuentra Melanie para establecer contacto es que “en Dick el simbolismo no se había desarrollado, no existía en su mente ninguna relación afectiva o simbólica con las cosas de su ambiente. Ninguno de los actos relacionados con ellos estaba coloreado por la fantasía, siendo imposible considerar dichos actos como representaciones simbólicas” (Klein, 1964:214). No se trata, dice Klein, de incapacidad de expresarse verbalmente, puesto que podría en ese caso recurrir al juego o representaciones simbólicas y así tener acceso a la angustia y sentimientos de culpa, o extraer material del simbolismo revelado en el comportamiento[12] (como lo hace en niños inhibidos en el juego).
Jacques Lacan y los tres registros
En oposición a Anna Freud que toma el yo como “hombrecito que está en el hombre”, que tendría una vida autónoma en el sujeto y que estaría allí para defenderlo, Lacan define al “yo del sujeto con el que tenemos que vernos en análisis con sus limitaciones, sus defensas, su carácter, como maestro en errores, sede de la ilusión, lugar de una pasión que le es propia, el desconocimiento” (Lacan, 1985:104).
Propone el texto de Melanie Klein “La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo”, para constatar el punto de vista opuesto a Anna Freud para quien en análisis, todo debe ser conducido desde una posición mediana, moderada, que sería la del yo. Si todo parte para ella de la educación o persuasión del yo, Lacan se pregunta cómo se las hubiera arreglado con este sujeto especialmente difícil, con sus concepciones de yo fuerte-yo débil que supone una posición previa de reeducación (Lacan, 1985:111)
Melanie Klein, que está más cercana al descubrimiento de Freud, le enchufa al pequeño Dick, le suelta la verbalización brutal del mito edípico y esto va a tener efectos en este niño cuya profunda indiferencia, apatía, ausencia, muy distinta a la de los neuróticos, muestra que su ego no está formado y la realidad no está simbolizada. Está en la realidad en su estado puro inconstituido, en lo indiferenciado. Dick vive en un mundo no humano (Lacan, 1985: 112). La constitución de un mundo humano implica que los objetos se multiplican, se desarrollan con una riqueza que constituye su originalidad. Esto sucede por un proceso de expulsión ligado al instinto de destrucción (Lacan, 1985,113). Lacan sigue a Klein en estos procesos identificatorios que son previos a la identificación yoica. Esta última es la que formuló Lacan con su estadio del Espejo y que retoma en este Seminario con la experiencia del ramillete invertido.
Estas idas y venidas (eyección-identificación-angustia–nuevas eyecciones y equivalencias imaginarias) proporcionan su marco a ese real infinitamente más complejo que es el real humano. Dick no puede lograr ni siquiera este tipo de identificación que sería ya un esbozo de simbolización. Él está en la realidad, vive en la realidad donde no hay yo ni otro. El intervalo entre las dos puertas, los trenes, son algo, pero no son ni nombrable ni nombrado. Para Lacan el mundo propiamente humano es comunicable, nombrado. En este sentido, Klein se atreve a hablarle a un ser que en el sentido simbólico del término, no responde.
Dick al no poder realizar esas “idas y venidas” identificatorias está fijado a una realidad que no conoce desarrollo alguno. Esta realidad está simbolizada en una única identificación primaria que tiene un nombre: lo vacío, lo negro. Cuenta con un número limitado de objetos y vocablos, pero respecto a los cuales no ha realizado la Bejagung, no los asume.
Lacan considera este caso especialmente significativo porque muestra de un modo reducido el juego recíproco de tres sistemas de referencia, que son: lo imaginario, lo simbólico y lo real, que él ya introdujo y sin los cuales no se entiende nada de la técnica y la experiencia freudiana (Lacan, 1985: 119).
En el caso de Dick, los tres registros están perceptibles, aflorantes. En lo simbólico, el lenguaje, algo sucede porque Klein le habla. Respecto a lo imaginario, son esos juegos de proyecciones, introyecciones, expulsiones en que el sujeto que ha proyectado su sadismo lo ve retornar de los objetos y se ve bloqueado por un temor ansioso. El problema reside en la articulación de lo simbólico y lo imaginario, en la constitución de lo real (Lacan, 1985: 120). Lo real humano no es algo dado, sino que se constituye a partir de los otros dos registros articulados, veremos cómo.
Respecto a Klein, valora la experiencia de una analista, pero señala su teoría del yo incompleta y la confusión de registros. Lacan se pregunta ¿cómo es posible que el yo cuyo desarrollo prematuro (empatía prematura según Klein) traba el desarrollo, al desarrollarse abra las puertas de la realidad? Evidentemente no es desde el yo que estas puertas se abren para el sujeto, como lo demuestra a partir de la propia experiencia de Klein.
La lógica que extrae Lacan del caso grave de este niño que a los 4 años no juega, no llora, no llama, no registra a los otros ni a los objetos, nos parece que podemos resumirla en dos órdenes de problemas
Primer problema
Lo imaginario no se enlaza a lo real, esto se manifiesta en que no se produce el juego libre por ejemplo. Y en términos del esquema: “el ramillete y el florero no pueden estar ahí al mismo tiempo, ésta es la clave” (Lacan, 1985: 133). Si bien hay un esbozo de imaginarización del mundo externo, a punto de aflorar, pero está sólo preparado. Para Klein todo está en plano de igual realidad porque no tiene una teoría del yo y de lo imaginario, lo que no le permite concebir los distintos sets de objetos primitivos (reales e imaginarios) que en Dick no se pueden conjugar. La gran pobreza del mundo imaginario de Dick, destacada por Klein, no le permite a este niño la valorización, la transposición imaginaria a través del juego, que hace del ser humano el único entre los animales que posee un número casi infinito de objetos a su disposición.
Segundo problema
Lo simbólico no se enlaza a lo imaginario, este niño pronuncia vocablos, no dirige ningún llamado. Esto para Lacan resume la experiencia con Dick. Si bien ya tiene un sistema de lenguaje que le permite, por ejemplo, un juego de oposición negativista[13] ante los intentos de intrusión de los adultos, lo que no hay en Dick es un llamado humano[14]. Éste se produce en el interior de un sistema ya adquirido de lenguaje, implica un desarrollo más rico, ulterior, que Dick no ha realizado, puesto que para él el lenguaje está interrumpido a nivel de la palabra (Lacan, 1985:135). El lenguaje y la palabra no son lo mismo, Dick es dueño hasta cierto punto del lenguaje, pero no habla. El sujeto está ahí y no responde. El llamado hablado, humano, implica una respuesta, Lacan pone el acento ahí. Dick no responde porque la palabra no le ha llegado.
Esta palabra le llega en un momento crucial cuando Klein le habla. No interpreta como lo hace habitualmente con otros niños inhibidos, sino que parte de las ideas que tiene para decirle “Dick tren pequeñito, tren grande papá” (Lacan, 1985, pag.136). A partir de aquí, este niño progresa rápidamente porque se esboza la unión del lenguaje con el imaginario del sujeto, los efectos de este injerto de la simbolización del mito edípico son:
El niño verbaliza por primera vez un llamado hablado, se angustia y llama a Melanie, con un llamado verbalizado que implica una primera respuesta y por tanto una primera comunicación. Fuera de las sesiones, la relación del niño se desarrolla en el plano del Edipo: “la actitud hacia la madre y niñera se torna afectuosa y normal, desea su presencia, quiere que le presten atención y se entristece cuando lo dejan. También con su padre muestra indicios cada vez más claros de actitud edípica normal” (Klein, 1964:217).
Se precipita en una serie de equivalencias de los objetos que se sustituyen unos a otros, desplegando así su mundo. Melanie Klein describe además una serie de efectos: angustiarse ante la partida de la niñera, acoger con placer su retorno, preguntar por ella en su ausencia, interesarse por las palabras tranquilizadoras, recordarlas y repetirlas correctamente, interesarse por los juguetes, aparición de tendencias agresivas, enriquecimiento de vocabulario, interés creciente por las cosas y por sus nombres, y el deseo de hacerse inteligible.
La clave y la llave
l niño logra simbolizar la realidad que lo rodea a partir del núcleo palpitante de simbolismo que le da Klein (Lacan, 1985:137). Mientras que para Klein se trató de abrir las puertas del inconsciente, para Lacan esta experiencia prueba que es a partir de su discurso que el inconsciente comienza` a existir para Dick. Este caso es para Lacan la manifestación experiencial de su axioma “el inconsciente es el discurso del Otro”.
Lacan critica a Melanie Klein porque habla de desarrollo del ego, lo que implica confundir ego y sujeto. La solución consiste en plantear el desarrollo como algo que se produce “en la medida en que el sujeto se integra al sistema simbólico, se ejercita en él, se afirma a través del ejercicio de una palabra verdadera, ni siquiera es necesario que esta palabra sea la suya” (Lacan, 1985:138). Esta palabra verdadera puede producirse, como ocurre con Dick, entre el terapeuta y el sujeto aun cuando la forma de esta pareja transitoria sea mínimamente afectiva. Esta palabra no es cualquiera, ahí radica la virtud de la situación simbólica del Edipo.
Esta es la llave, dice Lacan, si bien no la sobrevalora pues comparada con la complejidad y riqueza de relaciones que plantean los mitos de los primitivos, el Edipo es para ellos “apenas un detallito en un inmenso mito”. Además, plantea que quizás existan “un manojo de llaves” con lo cual nos parece que anticipa lo que luego va a aparecer en el Seminario 3 Las psicosis, sobre un número mínimo de puntos de capitoneado para que un sujeto se constituya y la pluralización de los nombres del padre posterior.
Un cierto orden
Con el caso Dick, Lacan demuestra a partir de las categorías de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario cómo es posible que un sujeto que dispone de los elementos del lenguaje, que tiene posibilidades de desplazamientos imaginarios no estuviese en lo real (Lacan, 1985:140). Entendemos este “real” en el sentido de constituir un mundo exterior para lo cual es necesario que se entrelacen como hemos visto, lo imaginario y lo real por efecto de lo simbólico.
Lacan plantea como hipótesis que las cosas no aparecieron en un determinado orden, lo que hace que la figura esté dislocada, que sea imposible darle al conjunto ningún desarrollo. Entonces el ego no puede introducirse como aparato de estructuración del mundo exterior, porque dada la mala posición del ojo [sujeto], el ego simplemente no aparece (Lacan, 1985:140). El resorte de la observación, lo decisivo es la introducción de lo simbólico en el acto de la palabra. La virtud de la palabra es un funcionamiento coordinado con un sistema simbólico ya establecido, típico y significativo por lo que hace de vector de este sistema haciéndoselo llegar al sujeto y permitiendo así volverlo sensible a la presencia humana.
Para seguir pensando
Gracias a esta extensión del concepto de transferencia analítica con el de presencia del analista que propongo extraer en el Seminario 1 de Lacan -que se anticipa a mi entender con el de “misterio del sentimiento de la presencia” que es efecto de la palabra y su límite-, podemos pensar una clínica con sujetos que están detenidos en su entrada al lenguaje, detenidos en el acceso a la palabra porque la presencia del otro les resulta catastrófica, como ocurre en un principio con Robert; o que han cortado con la presencia del otro muy precozmente y no lo convocan con su llamado como ocurre con Dick[15]. La palabra que en ambos casos hace vivir el analista, permite que otra presencia sea posible para ambos niños y otra relación con el Otro y su propio cuerpo abra un destino diferente para ambos.
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[15]Mirta Bercoff citando a Jacques Alain Miller en clase online reciente del Departamento Pequeño Hans dice que el siglo XX es el del trabajo con la represión (y sus retornos) y el del siglo XXI el de la defensa contra lo real. En este sentido podemos aprehender de esta clínica difícil, desafiante, allí donde no se trata de lo reprimido, sobre los modos en que en los sufrimientos subjetivos actuales aparece esta defensa respecto de lo real.
Notas