Psicoanálisis
PREGUNTAS EN LA HISTERIA Y SU SUFRIMIENTO
QUESTIONS IN HYSTERIA AND ITS SUFFERING
PREGUNTAS EN LA HISTERIA Y SU SUFRIMIENTO
Anuario de Investigaciones, vol. XXVII, pp. 213-220, 2020
Universidad de Buenos Aires
Recepción: 20 Marzo 2020
Aprobación: 14 Octubre 2020
Resumen: El presente escrito presenta una lectura de la histeria desde la perspectiva del valor fálico, desde donde se propone que la característica principal de este tipo clínico será la identificación al falo. Por este motivo se toma la disyunción entre demanda y deseo en el sujeto histérico. Sin dejar de lado el goce y el sufrimiento. También, se trabaja la articulación de estos elementos conceptuales con la orientación clínica basada en la pregunta, en el caso de la histeria: ¿Qué es una mujer? Estas nociones serán acopladas en una viñeta clínica, lo cual entrega como resultado la alianza clínico-conceptual necesaria para la transmisión del psicoanálisis de orientación lacaniana.
Palabras clave: Histeria, Falo, Sufrimiento, Deseo.
Abstract: This paper presents a reading of hysteria from the perspective of phallic value, from which it is proposed that the main characteristic of this clinical type will be the identification of the phallus. For this reason,we focus on the disjunction between demand and desire in the hyterical subject. Without neglecting enjoyment and suffering. Also, the articulation of these conceptual elements is worked with the clinical orientation based on the question, in the case of hysteria: What is a woman? These notions will be coupled in a clinical vignette, which results in the clinical-conceptual alliance necessary for the transmission of lacanian-oriented psychoanalysis.
Keywords: Hysteria, Phallus, Suffering, Desire, Enjoyment.
Introducción
Durante su primera enseñanza, Lacan centró su análisis en la idea de estructura y en los fenómenos de lenguaje. Desde esta perspectiva, realizó un abordaje estructural de las distintas categorías clínicas y sus variaciones: neurosis, psicosis y perversión. Principalmente, este trabajo se detiene en el desarrollo de las neurosis, y específicamente en el tipo clínico histérico.
Es en este momento donde se encuentra un Lacan que sigue de cerca los textos de Freud. En cierto sentido, propone en sus enseñanzas una relectura de los conceptos freudianos a la luz de la idea de lenguaje y estructura. Desde esta posición, se desprenderá el postulado fundamental que regirá esta primera enseñanza, la del inconsciente estructurado como un lenguaje (Lacan, 2013a). Nótese que no dice el inconsciente es el lenguaje, sino que está estructurado como un lenguaje. En este sentido se puede decir que el psicoanálisis tiene propiedades que la lingüística estudia. A saber, estructura y lenguaje serán dos modos de concebir y teorizar el inconsciente.
En su texto fundacional “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” dirá que la tarea es la siguiente: “demostrar que esos conceptos no toman su pleno sentido sino orientándose en un campo de lenguaje, ordenándose a la función de la palabra” (Lacan 2012, p.239). Se podría decir que su modo de entrada fue el lenguaje considerándolo a partir de sus efectos de sentido que los significantes producen.
Por otro lado, el trabajo tiene como objetivo analizar un caso de neurosis de tipo histérico desde los aportes lacanianos de su periodo estructuralista.
Para esa tarea, se toma como participante una persona de 26 años de edad. Es por esto que la selección de la muestra fue de manera intencional (Anguera Argilaga, Arnau Gras, Ato García, Martínez Arias, Lobell y Vallejo Seco, 1998). Se realizaron entrevistas no directivas a través de repetidos encuentros de manera presencial con el paciente. Se parte de la perspectiva de analizar al sujeto en su singularidad clínica.
Específicamente se trata de un estudio de casos de tipo instrumental elegido por ser prototípico (Montero y León, 2007). Simultáneamente, para la construcción del caso clínico se utiliza el método de la construcción del caso propuesto por Mariana Gómez (2011). Se procura la organización del material alrededor del tema escogido para luego, al momento de la redacción, situar un nuevo orden de los elementos seleccionados ante los variados encuentros y entrevistas, asumiendo una presunción diagnóstica. En conjunto, la construcción del caso delimita el recorte que se decide hacer sobre la práctica, pretendiendo la emergencia de saber y de formación, apoyándose en las diferentes supervisiones y en el análisis personal (Gómez, 2011).
Finalmente, en cuanto a las dimensiones éticas y deontológicas, teniendo en cuenta lo dispuesto por la Federación de Psicólogos de la República Argentina (2013), se solicitó el consentimiento informado al sujeto para participar de las diferentes entrevistas. A su vez, se proyectó el deber de guardar el secreto profesional asegurando la confidencialidad de todo conocimiento obtenido a partir del desarrollo de la práctica, aún luego de concluida.
Del falocentrismo al deseo en la histeria: El sueño de la bella carnicera
En este apartado se podría comenzar por diferenciar los conceptos de demanda y deseo. Pomba (2016) aclara que Lacan recurre a la distinción de los tres planos fundamentales de la necesidad, la demanda y el deseo: en tanto la satisfacción de la necesidad pasa por la palabra, el sujeto recibiría su mensaje del Otro, quedando alienado a los significantes de la demanda.
Sobre la demanda Lacan (2013) entiende que el sujeto está pendiente de la cadena significante, por lo tanto toda demanda del sujeto implica demanda de significantes. Él indica que ésta cava un intervalo a la cuestión de la necesidad, la deja suspendida, y en esa suspensión es donde se manifiesta el deseo, donde tiene lugar el mismo.
También, en este período de su enseñanza va a sostener que el deseo del hombre es el deseo del Otro, ya sea como ser objeto del deseo del Otro y/o objeto de reconocimiento (Lacan, 2013). El autor se pregunta ¿qué es el deseo? y se contesta:
El deseo se define por una separación esencial con respecto a todo lo que corresponde pura y simplemente a la dirección imaginaria de la necesidad-necesidad que la demanda introduce en un orden distinto, el orden simbólico, con todas las perturbaciones que éste puede traer aquí-. (Lacan, 2013, p.96)
Seguido a eso, plantea que no todo deseo es capaz de entrar en el inconsciente, sólo entran en el inconsciente aquello deseos que han sido simbolizados. Si bien se puede indicar que la guía del deseo es el falo, vale aclarar que el deseo no es lo que se pide sino que, este gira alrededor de la falta de objeto.
Por otro lado, en los años de su quinto seminario, Lacan trabaja sobre la dialéctica del ser o no ser y el tener o no tener el falo en el tratamiento frente a la relación entre los sexos. De esta forma, a partir del Complejo de Edipo, tanto el hombre como la mujer se enfrentan con la falta en ser y la falta de ser el falo del deseo materno (Tendlarz, 2014). En “El Seminario 5: Las formaciones del inconsciente”, se puede localizar un mayor despliegue conceptual sobre este punto, ya que introduce la noción de deseo ubicando al falo como significante del deseo en la constitución subjetiva. En palabras de Lacan (2013b): “es el falo como eje de toda la dialéctica subjetiva” (p. 205).
En particular, la histeria será abordada por la vía de dicho valor fálico, en tanto que la característica principal de este tipo clínico será la identificación al falo. Desde esta posición el sujeto histérico procurará suscitar el deseo en el Otro. Una referencia para ubicar dicha conceptualización, es la que sigue:
Encontramos representado aquí, de una forma más clara, otro ejemplo de la relación del histérico con el deseo propiamente dicho, sobre el cual les indiqué la última vez que el histérico tiene necesidad, en sus sueños y en sus síntomas, de que su lugar esté indicado en alguna parte. Pero aquí se trata de otra cosa, a saber, del lugar del significante falo. (Lacan, 2013b, p.386)
En efecto, una de las viñetas clínicas paradigmáticas que reflejan este elemento diagnóstico será “El sueño de la bella carnicera” expuesto por Freud (2014a) en “La interpretación de los sueños”.
La Bella Carnicera encarna un misterio, se presenta ante Freud, pretende realizar el deseo de no realizar su deseo, al narrarle un sueño que desafiaba sus teorías. Y consigue, efectivamente, suscitar el deseo de saber de Freud.
A través del trío de la bella carnicera, su amiga flaca y su marido, Lacan (2013b) intentará dar cuenta de la identificación al falo que hará el sujeto histérico, en tanto sabrá de la disyunción entre demanda y deseo. En el marco del desarrollo de este sueño, el autor intentará explicarlo: “el sujeto reconoce un deseo más allá de la demanda, un deseo no adulterado por la demanda” (Lacan, 2013b, p. 367).
La lectura de Lacan es la siguiente:
¿Qué demanda ella antes de su sueño, en la vida? Esta enferma tan enamorada de su marido, ¿qué pide? Amor, y las histéricas, como todo el mundo, demandan amor, salvo que en ellas esto es más aparatoso. ¿Qué desea? Desea caviar. No hay más que leerlo. ¿Y qué quiere? Quiere que no le den caviar” (Lacan, 2013b, p.372).
Hamann (2008) dirá que: “es el deseo de esa falta lo que quiere. El deseo de la histérica de tener un deseo insatisfecho se apoya aquí en el significante caviar” (Hamann, 2008, p.1).
Posteriormente, este deseo se sustituye en el sueño por el deseo de su amiga, quien también tiene un deseo que quiere dejar sin satisfacer, el de comer salmón ahumado. En el sueño, caviar es sustituido por salmón. Hamann (2008) lo analiza y comenta: “El hecho de que ambos significantes desempeñen para las dos mujeres el mismo papel, que tengan la misma significación, permite la sustitución y constituye la identificación histérica” (p.1).
Lacan propone, al igual que Freud, observar la identificación de la mujer que sueña con su amiga: “Si ella se ha dado en la vida real un deseo no realizado, es como un signo de esta identificación, es decir, en la medida en que se identifica con la otra” (Laca, 2015, p.370).
Esta amiga, por otro lado, es muy bien considerada por su esposo el carnicero, a pesar de ser muy delgada. El sueño realiza el deseo imaginario de no ofrecer la comida que haría engordar a la amiga ante el marido, pero deja en suspenso la satisfacción de la que se trata en el nivel del goce. El propio Freud así lo observa y anota que, al mismo tiempo, el sueño sostiene el deseo de salmón de la amiga como insatisfecho, tanto como ella misma sostiene el suyo (Hamann, 2008).
Se añade a esta lectura que, el deseo se articula en la demanda pero para apuntar a otra parte: “al significante por el cual el Otro aparece como deseable y constituye al sujeto como deseante. Igualmente, que el deseo que sujeta a la soñante no se sitúa en el Yo sino en el deseo que anida en el hombre que es su marido y en la amiga que éste admira” (Hamann, 2008, p.4).
En resumen, se puede observar en este sueño cómo la bella carnicera por momentos se identifica a su amiga flaca, y por momentos a su marido carnicero. Dichas identificaciones le posibilitarán representar lo que el Otro desea: el falo. Ante esto, Lacan (2013b) referirá “que, en la demanda, la identificación se produce con el objeto del sentimiento” (p.205).
Así pues, ella sabe que su marido había hablado muy amablemente de su amiga flaca, captando que el deseo de la amiga era hacerse invitar, no tanto para comer sino para hacerse apreciar, para ser tratada amablemente por el carnicero. Lacan dirá:
Felizmente la amiga es flaca y a su marido le gustan las formas redondas ¿De qué hablaba pues esa persona flaca? Naturalmente, de su deseo de engordar. Y le preguntó: “¿Cuándo nos invitareis otra vez? Siempre se come tan bien en vuestra casa”. (Lacan, 2013b, p.370)
Dicho lo anterior, ¿por qué es necesario retomar dichas cuestiones sobre la histeria? Debido a que la histeria fue saliendo de los libros, de manuales diagnósticos y del lenguaje técnico de los clínicos. Germendia (2009) reflexiona sobre la inclusión en la lengua de este tipo clínico, ya sea bajo la forma del insulto y desprecio, perdiendo aquel halo que tuvo en sus inicios, tales como: desmayos, vahídos, conversiones que hacían cuestionar al médico por su propio saber y preguntarse por el significado de estos síntomas. Admitir este desafío, e intentar desentrañar el enigma de la histeria supuso un gran avance para la psicopatología, y el psicoanálisis debe en parte, su existencia al empeño de Freud por develar el sentido del síntoma histérico. En esta línea, Marie-Helene Brousse (2002) en “Muerte y resurrección de la histérica” difunde que la histérica, es un tema rechazado por la política dominante de la salud mental, pero no por ello extinto. Es más, para la autora vuelve bajo la forma de epidemias masivas (también se pueden clasificar en las epidemias de este tipo a algunos desórdenes de la alimentación que están de moda). Manifiesta así, más que nunca, por esta forma epidémica, el papel fundamental de la identificación que define -como lo muestra Freud- su modo esencial de funcionamiento. Que se trate de síntomas corporales, sólo muestra un poco más la localización propia en la histeria del retorno de lo rechazado.
La clínica de las preguntas
Otro indicio a tener en cuenta para este momento de la enseñanza de Lacan, es la orientación a partir de la pregunta. De esta manera trata de localizar y encontrar qué pregunta orienta cada estructura neurótica. Puede verse a la neurosis en general dirigida como una pregunta hacia el Otro o hacia el deseo del Otro. En este punto cabe retomar el grafo del deseo donde la pregunta sirve para su construcción y la misma es formulada como un ¿Qué me quiere el Otro? (¿che vuoi?). Lo dicho deja ver que: “la estructura de una neurosis es esencialmente una pregunta, y por eso mismo fue para nosotros durante largo tiempo una pura y simple pregunta” (Lacan, 2013a, p.249).
Por lo tanto, ese deseo del Otro siempre versa sobre el deseo que el sujeto histérico le atribuye a ese Otro que desea y con el cual se encuentra. Vidal, Aguilar, Ordóñez (2017) indican que para que esto suceda tiene que haber Otro presente que impacte en la contingencia de un encuentro. Debido a que: “el deseo del Otro no es la vía de acceso al deseo del sujeto, es el lugar del deseo, sin más” (Lacan, 2013b, p.411).
Por lo tanto, vemos que la histeria será entendida como una pregunta frente a los significantes enigmáticos de la sexualidad. Particularmente, la pregunta será ¿Qué es una mujer?, donde el deseo según Tendlarz (2014), resulta enigmático y su insatisfacción es enfatizada. En suma se comprende que: “no es el deseo de la histeria el insatisfecho, sino que la insatisfacción funciona como causa de deseo de la histeria” (Zack, 2016, p.77).
La pregunta en la histeria: enigma del deseo
Para ilustrar acerca de la pregunta histérica se puede comenzar a leer a Lacan (2013a) desde “El Seminario 3: las psicosis”, aquí puntualmente utilizará el caso Dora:
La histeria es una pregunta centrada en torno a un significante que permanece enigmático en cuanto a su significación. La pregunta sobre la muerte, la del nacimiento, son en efecto las dos preguntas últimas que carecen justamente de solución en el significante. Esto da a los neuróticos su valor existencial. (Lacan, 2013a, p.271)
Durante la clase “Dora y la joven homosexual”, Lacan (2013c) destacará que ella produce una identificación imaginaria con el Señor K mediante el Yo y su correlato fantasmático. De ese modo, el síntoma se pone en juego en Dora cuando la pregunta pierde su soporte fantasmático, es decir, cuando sufre la afonía a partir de las ausencias del Señor K. Aquí se denota que ella pierde ese punto externo de identificación imaginaria. Asimismo, es mediante esa identificación con el Señor K por la cual Dora se queja de la relación con la Señora K y su padre, pero le sirve de soporte para sostener ese status quo. Por este motivo deviene un interrogante en Freud: ¿qué es lo que ella hace para mantenerlo? El autor pudo leer que Dora está identificada con el Señor K, pero que su verdadero interés se encuentra en la Señora K, desde su posición histérica. Las preguntas que la rodean serán: ¿Qué es una mujer? ¿Qué es ser una mujer? ¿Qué significa tener un órgano femenino? (Lacan, 2013c).
Hay otro punto para entender lo planteado, y es la pintura de Rafael Sanzio “La Madonna Sixtina”. La misma, es un elemento dentro de las asociaciones hechas por Dora en el relato de su segundo sueño. Desde donde se cuenta que hay una visita a Dresde, y allí se demora dos horas enfrente a “La Madonna Sixtina”, absorta y en muda admiración. Freud relata: “Cuando se le preguntó qué le había gustado tanto en el cuadro, no supo responder nada claro. Al final dijo: La Madonna” (Freud, 2014b, p.85).
La Madonna Sixtina en el sueño, es una mujer adorada por los que la rodean (tal y como la señora K), es un punto de fascinación de Dora y lugar donde se presenta su pregunta: ¿qué es lo adorable, lo deseable en una mujer? Adoración que atañe a la feminidad como un misterio para ella (Nicolás Vucínovich y Juan Otero Rodríguez, 2015).
El deseo de Dora apunta a la mujer que encarnan la Madonna y la Sra. K. En referencia a este tema, Pomba (2016) sostiene: “Lacan situará el verdadero interés de la histeria: la Otra mujer. Aquella que tendría un saber de cómo ser mujer, encarnado en el caso Dora por la contemplación que va de la figura de la Sra. K. a la Madonna Sixtina” (p.25).
De esta manera, Lacan relaciona la pregunta histérica con el fantasma y el síntoma. Entonces, el significante enigmático primordial que se intenta responder será ¿Qué es la mujer? Implica un significante misterioso, pues no hay un sólo significante que efectivamente nombre qué es una mujer. Siguiendo a Tendlarz (2014), lo que la autora indica es que, dicha pregunta, intenta aproximarse a simbolizar la concepción imaginaria del falo, con su valor de significado y articulación al Edipo. Esto lo podemos encontrar en la siguiente cita:
Lo que caracteriza la posición histérica es una pregunta que se relaciona justamente con los dos polos significantes de lo masculino y lo femenino. El histérico la formula con todo su ser: ¿cómo se puede ser varón o ser hembra? Esto implica, efectivamente, que el histérico tiene de todos modos la referencia. La pregunta es aquello en lo cual se introduce y se conserva toda la estructura del histérico, con su identificación fundamental al individuo del sexo opuesto. (Lacan, 2013a, p.358)
Hay otra referencia de interés en Lacan (2018) ubicada en “De un discurso que no fuera del semblante” donde se pregunta qué quiere decir la histérica en persona, y el autor responde: “Creo haber trabajado bastante tiempo a partir de lo imaginario para recordar simplemente que lo que ya está inscrito en este término. En persona [en personne] quiere decir como máscara [en masque]. Ninguna respuesta inicial puede darse de este sentido. A la pregunta ¿Qué es la histérica?, el discurso del analista responde Ya lo verán-si la siguen adonde ella nos conduce” (Lacan, 2018, p.157).
De esta clase, la del 16 de junio del 1971, y particularmente de dicha cita, Marie-Helene Brousse (2002) en “Muerte y resurrección de la histérica”, sostiene que la histeria conduce a definir el falo como semblante y a acercar lo imposible de la relación sexual. En suma, para Marie-Helene Brousse (2002) esta perspectiva permite retomar la histeria a partir del concepto de discurso y así superar el punto de tope freudiano de las curas sobre la envidia del pene, que no es más que el sentido otorgado por Freud al deseo insatisfecho por el sentido fálico. Una cuestión similar en relación a los discursos de Lacan, se puede observar en que: “El histérico es aquel que hace del hombre alguien que supondría saber sobre La Mujer, recalcando que no alcanza con los síntomas para encuadrar a la histeria, sino por su posición respecto al amo” (Zack, 2016, p.77).
Zack (2016) también se pregunta sobre la vigencia de la pregunta freudiana -¿Qué es ser una mujer?- y retoma aquello establecido por Lacan, donde se escucha que una mujer, lo que quiere es ser amada. No obstante, una mujer no es la que sutura la falta en ser con los hijos, el éxito profesional, o la búsqueda incesante de un partenaire ideal. Por este motivo se plantea que por más movimientos que se hallen en mujeres hoy, se suele observar que: “se muestran deseantes pero, a su pesar, rechazan o se resisten al amor. ¡Su gran desilusión es: no hay un Otro sin fallas!” (Zack, 2016, p.94).
Sobre lo femenino
En la neurosis se halla una pregunta simbólica y estructural, que bajo la modalidad de la histeria cobraría la siguiente forma: ¿Qué es ser una mujer?
Ahora bien, “esta no sería una pregunta del sexo femenino. Tanto mujeres como hombres que se encuentren en ella se la formularían por igual” (Pomba, 2016, p.25).
Lacan (2013) en “ El Seminario 5: Las Formaciones del Inconsciente” sostiene:
Si es preciso que lo que no se es sea lo que se es, lo que queda es no ser lo que se es, es decir, rechazar lo que se es en el parecer, lo cual es con toda exactitud la posición de la mujer en la histeria. En cuanto mujer, se hace máscara. Se hace máscara precisamente para, detrás de esa máscara, ser el falo. (p.388)
Lacan habla de la posición de la mujer en la histeria. Es decir, que si ser el falo es un lugar que la mujer puede ocupar en la comedia de los sexos, la histeria se dirigiría a la mascarada (Pomba, 2016). En otras palabras, ella se haría máscara para, detrás de esa máscara, ser el falo. De allí que Lacan hablará de la provocación histérica, que iría dirigida a generar el deseo. Ella designaría el lugar más allá de la máscara, de algo que se presenta al deseo sin permitir su acceso, ya que detrás no habría nada. Es el movimiento de llevarse la mano al botón de la blusa, donde la histeria se tienta tentando al Otro (Pomba, 2016).
Por otro lado, Lacan planteará que hay un goce femenino, pero donde no habría el significante de LA mujer. Pomba (2016) aclara que: “Ese LA está tachado para denotar la negación del artículo definido que designaría un universal. Es otra forma de decir no-todo” (p.30).
Pomba (2016) se explaya sobre este punto:
Lacan dirá de la histeria que ella es hommosexuelle, haciendo cierta homofonía con el desarrollo freudiano. Pero al escribirlo con dos “m” indicaría que no se trata del griego homo que designa igualdad, que se elegiría al mismo sexo como objeto de amor, sino homme que en francés significa hombre. De este modo ubicará a la histeria del lado hombre de las tablas regido por lo universal del goce fálico, donde identificada al falo puede hacerse desear, pero de esta manera rechazaría lo más íntimo, y a la vez lo más hétero, de la feminidad (p.31).
Hamann (2008) explica que el goce de la mujer es enigmático en la medida en que la feminidad no puede cernirse independientemente de la relación fálica. Por este motivo, la estrategia histérica es un intento de abordar la cuestión relativa a LA mujer. Ella lo formula de este modo: “Si bien la mujer encarna al Otro sexo, resulta imposible de capturar pues toda representación” (Hamann, 2008, p.5). La autora continúa, para sostener la solución del sujeto histérico, atormentado por la relación de la mujer con el goce, consiste en hacer de la mujer un misterio y, por este artificio, hacer existir a LA mujer, gracias al enigma supuesto en su cuerpo (Hamann, 2008).
Sufrimiento en el amor
Roberto Ileyassoff (2018) recuerda que goce, sufrimiento y placer están íntimamente relacionados. El autor observa que el sujeto sufre sólo ahí donde goza, pues el goce no solo es placer sino que tiene cierta nota de sufrimiento. Además propone no olvidar que: “La modalidad de goce, vale decir el síntoma singular de funcionamiento de cada uno, es el que asegura a cada sujeto una estructura singular que lo determina” (p.3).
Por otro lado, Blanca Sánchez (2011) en “Sufrir por amor. Gozar por amor” afirma que las mujeres[1], sufren por muchas cosas, pero en especial sufren por amor. El sufrimiento aparece ya en relación al primer objeto de amor: la madre. Ella señala:
[...] una mujer sufre por el originario amor a la madre, al padre, por el amor al partenaire que encarna el superyó; en fin, por el amor como repetición cuando se enlaza a un goce mortificante por el solo hecho de no poder hacer frente a la castración […] (Sánchez, 2011, p.2)
Para Sánchez (2011), cuanto más deslumbramiento, encubrimiento y engaño se juegue en el amor, mayor será el sufrimiento, cuanto más encadenado a lo necesario de la neurosis, también. En cuanto al amor y su demanda, hay una referencia que lo resume:
La demanda de amor en la mujer, al estar enlazada al goce produciría una insistencia que se desentiende de la respuesta del Otro. Un funcionamiento automático que la sumergiría en un goce que sobrepasa el límite fálico. Esto explicaría los extravíos de la vida amorosa de la mujer en tanto ninguna respuesta lograría responder a esta demanda. (Pomba, 2016, p.29)
Para aclarar la cuestión sobre lo femenino y lo histérico en relación al sufrimiento, Marie-Helene Brousse (2002) habla de la herida que la histérica experimenta, por la privación fálica, no puede ser compensada con la satisfacción que el portador (del falo) obtendría por aliviarla. A causa de esto la autora sostiene que la histérica simboliza la insatisfacción primordial y es portavoz de una solución radical: hace la elección del deseo junto a la insatisfacción y escandalosamente objeta el principio de la felicidad en el falo, prefiriendo dejarle el objeto a otra (Brousse, 2002). En eso, denuncia una verdad para ella: en los seres hablantes el juego del deseo está basado en la exclusión fálica.
Viñeta Clínica
Alicia tiene 26 años. Cuenta que tenía ataques de pánico. Vive con su hermana y el hijo de ésta (sobrino de Alicia), en un departamento. Se trata con un psiquiatra, con el cual dice que se estabiliza. Éste la diagnostica de distimia y receta psicofármacos.
Cuenta que tiene síntomas y los describe: pasó días sin dormir, o pasó muchos días durmiendo, deja de comer, expresa ideas suicidas. Además, describe un intento de suicidio: toma pastillas (tres clonazepams) y se lo comenta a su hermana.
Viene a análisis porque quiere encontrar nuevos caminos (por ejemplo, el doctor le dice qué hacer y la anterior psicóloga no le decía, eso le molestaba). Sin embargo, quiere que le digan qué hacer. Por ello, cuando pregunta sobre el precio de la consulta no se le contesta y ella propone un precio.
Manifiesta que tiene una crisis en la semana, se encierra en su pieza y llora. No quiere tomar pastillas (las recetadas) y se “deja estar un poco con eso”[2], según dice. Piensa que esta actitud haya influido en su crisis. Otra opción es la menstruación. Hace meses no le viene. Tiene miedo. No sabe por qué, pero quiere estar bien y formar una familia.
También habla de su madre. La misma no cumplió su rol, según refiere. Era como una amiga.
- Practicante de psicoanálisis (de ahora en más P.P.): ¿Cómo era esa amiga?
- Alicia: a veces me insultaba-comenta.
Además, cuando era chica, la madre se cansa y se “los da (a Alicia y sus dos hermanos) a su padre”. A partir de allí, van a vivir a otra provincia de Argentina con el padre. Pasado un tiempo, vuelven a su provincia natal.
- Lo que me pasa, es en parte por mi madre y padre-indica.
En otra ocasión, llega de sport, predispuesta y alegre. Pero tiene miedo de que vuelvan los síntomas.
A los días, un sábado a la tarde, llama la hermana de Alicia:
- Alicia se intentó suicidar, está en el hospital.
La noche del viernes sale al boliche y toma alcohol. Se duerme y siente culpa porque no lo cuida a su sobrino. Alude que la culpa es inmensa. Se toma una tableta de clonazepam. Los médicos recalcan que fueron tomándose de forma discontinua y no todas de golpe.
La hermana dice que Alicia aborta el año pasado (de cuatro semanas). Estuvo embarazada de un hombre con el cual se van después del boliche y él tiene familia. Sin embargo, ella está ilusionada en formar con él lo que llama “familia”.
Su analista habla mucho con ella en ese momento y a los días acude a una sesión pactada. Comenta que no tiene ganas de nada. Sólo quiere estar en su casa. Duerme mucho. Le gusta realizar las tareas de la escuela con su sobrino. No quiere salir por vergüenza del qué dirán[3]. Tampoco quiere ir al trabajo. Al respecto, el analista indica que esa no es una visión suya sino de otros.
Después de este hecho, Alicia continúa el análisis. En una ocasión se refiere a los síntomas, no sabe si se hace o las cosas le pasan por algo. Está durmiendo poco, se pregunta el porqué de lo que le pasa. Habla de su padre como alguien que le dice resentida. A la madre, el padre la califica como loca. Piensa que él no la ama y ella quiere imponer el amor.
- P.P.: ¿Sus síntomas-ya que se lo pregunta-tienen que ver con imposición de amor? - se realiza el corte de sesión.
Sobre el padre, habla de muchas peleas. Según manifiesta, la abandonó cuando era chica, se fue de su provincia natal a otra y forma una nueva familia (se casa con una mujer y tiene cuatro hijos).
Ella cela de la mujer del padre. Cada tanto volvía a verlos y les daba todo.
Él le da mucha importancia al dinero y les propone a los tres hermanos vivir en la Ciudad F [4] y realizar un negocio de venta de hojas de coca. Pasado el tiempo, rompen con el negocio del padre, buscan sus propios proveedores y se manejan por sí mismos. Un dato de relevancia es que el primer ataque de Alicia se desarrolla en el negocio, justo antes de aquella pelea con el padre. Además, sostiene que la situación de abandono la vive con sus parejas.
Se debe agregar que, para ella los hombres de la Ciudad F son brutos, excepto su analista. Transmite estar esperando al príncipe azul y expone que el único hombre de su vida es “su papi”, en ese momento se realiza el corte de sesión.
Transcurridas las sesiones, un día transmite que lo correcto de una madre debía ser hablar tranquilas, la madre nunca le habló de ese modo. El analista responde que lo está haciendo en sus sesiones.
- Lo que me pasa, es en parte por mi madre y padre- esclarece en algún momento ella.
Manifiesta que algo ya se quebró.
En otra de las sesiones, sostiene que quiere estar bien para estar en pareja. Hace tiempo estuvo de novia pero ella siempre fue fría o arisca (con arisca quiere decir que no le gustan las caricias o muestras de amor).
Está cansada de escuchar que es linda, tiene dos piernas, dos brazos, igual que todos los demás.
- ¿Qué no tiene?-pregunta su analista.
- Una familia-responde.
Posteriormente, comenta que salió con amigas. Fue a trabajar al negocio. Después, llega muy arreglada en su aspecto físico. En suma, ve a su padre. Se encuentra nerviosa. Él no le pregunta cómo está y se enoja porque habla con “su mujer” por teléfono. También, enuncia que no va al psiquiatra porque sólo le recomienda pastillas.
- P.P.: ¿Hay un padre y un psiquiatra que no escuchan?
- Puede ser - responde ella.
Plantea que nada cambia, no sabe el porqué de sus síntomas. Tiene miedo a intentar suicidarse otra vez. No obstante, termina la sesión diciendo que las cosas pueden cambiar.
En otra sesión se le pregunta: ¿qué le gusta? Responde que no sabe. Vuelve, habla de lo que le gusta. Se empieza a observar que, ella ya es parte de lo que le pasa. Sostiene que hoy por hoy no se deja llevar por lo que dicen. En otra instancia, se queja otra vez de la hermana y de su padre. Expresa que a ella la ve como una madre (no como su madre de la realidad, aclara) y también con algo del padre.
Refiere que habla con el padre y le reprocha cierta cuestión familiar.
Habría que decir también que, comenta un episodio en el que deja la ventanilla del auto baja, se va a su casa y llueve. A raíz de esto, se moja el auto y su hermana le reprocha, ante lo cual le responde riéndose.
- Antes ese reproche me desesperaba, me daba mucha culpa, ahora no - comenta.
- Antes esa culpa me ahogaba. Parece que tengo que empezar a reirme-añade.
Con lo dicho se realiza el corte de la sesión.
Alicia, nuevamente, habla de la hermana. Ya no se entiende con ella, no se llevan bien.
- Mi hermana ya no me comprendo - dice.
La “o” en vez de la “e”, acentúa una imagen de la hermana a modo de espejo.
Un día, llega su padre de viaje (vive en otra provincia). Habla bien con él. Ya no le afecta dialectizar con el mismo. Charlan de la compra de su auto. Dice que antes la trataban de boba. Se siente vacía, le falta algo. Un vacío que antes la angustiaba (en ningún momento el practicante de psicoanálisis introduce estos conceptos). Alude al vacío. Y se marca el vacío como posibilidad.
Comenta que hablar con la madre no le afecta. Y dice:
- Ella (por la madre) habla de su vida y te taladra la cabeza, dice que es pobre, que le faltan cosas. Para ella nada es suficiente. Es “autoinsuficiente” y se ríe.
- Para ella nada es suficiente-interviene el P.P.
- ¿Vos me estás queriendo decir que yo soy así? - pregunta.
- No sé - se le contesta.
- Sí, vos me estás diciendo que soy así.
- Bueno, lo dejamos acá.
Análisis del caso
Sobre la pregunta histérica ¿Qué es una mujer? o ¿Qué es ser una mujer? hay una serie de hechos que marcan esta posición, como la queja permanente hacia los hombres, los celos hacia la mujer del padre, los síntomas como un requerimiento de amor, episodios de angustias enmarcadas en tiempos de menstruación (la cual no le venía meses antes del inicio del análisis).
Así pues, la pregunta sobre la sexualidad está acompañada de lo que atañe al valor fálico, en tanto que la característica principal de la histeria será la identificación al falo, entendido este como el objeto que le falta al Otro, y desde allí procura un deseo en el Otro.
Hay otra pregunta de interés: ¿Qué demanda Alicia? Una posible respuesta es: una familia. Sin embargo, esto mismo es parte de su permanente queja. Además, ¿está enlazada esta demanda a su deseo? Es una pregunta relevante en el caso, a raíz de que es evidente que su pedido, es un modo de simbolizar lo insatisfecho.
Por otro lado, es necesario pensar si el intento de suicidio es o no un acting out. Se da a entender por la perspectiva médica que es un intento leve. No obstante, habría que ver si cabe la pregunta en este acto sobre: ¿puedo faltarle al otro? Pregunta dirigida a un Otro, por supuesto, que atañe a una operación de separación. Imaginariamente, sería una pregunta por trasladarse al padre o hermana. Desde esta posición tapona la pregunta sobre qué es una mujer, como también la propia castración.
Ella cargaba un goce mortificante por el solo hecho de no poder hacer frente a la castración.
No es menor que ella viva con su hermana y su sobrino, tal vez se pueda pensar en que ella ocupa un papel a nivel de lo imaginario, como así también en los otros registros. Es otra quien tiene un hijo. Además, cuando se olvida de cuidar a su sobrino, por “salir” a bailar, es cuando lleva a cabo el acto en cuestión. Tal es así, que cuando ella capta la posibilidad de faltarle al Otro, se vuelve insoportable, y acude a la toma de pastillas.
Transcurrido su análisis, ella se arrima a su decir, o a su enunciación. Se puede observar en la escena de la ventanilla del auto. Hay un afecto que transmuta, se halla lo cómico.
Un momento a tener en cuenta es en el cual plantea: “mi hermana ya no me comprendo”. En el lapsus la “o” acentúa, o conflictúa, una imagen de la hermana a modo de espejo. Se marca eso cuando deja la ventanilla del auto baja, y llueve. Es la mirada de la hermana la que está en juego. Además, se suma el hablar de la madre, en donde ella se quejaba de esta otra, y toma posición en relación a lo que enunciaba sobre sí.
A partir de cierto recorrido, las cosas pueden cambiar. Ella va siendo parte de lo que le pasa. Comienza a dejar de desesperarse y a encontrar cierto sentido a su ahogo (nombra la culpa de haber sido lo que fue), se empieza a permitir ella y no esperar el permiso de Otro. Ríe.
Palabras finales
Se retoma de lo visto, que en lo que atañe a la histeria, se denuncia una verdad: la expulsión fálica. Esto es lo que hace a la elección del deseo junto a la insatisfacción y lo pone en juego demandando escandalósamente el valor fálico.
Por otra parte, la pregunta histérica: ¿Qué es una mujer?, ronda el caso en una serie de elementos: celos, síntomas, quejas-a los hombres, hermana, madre-. Además, hay un intento de suicidio que se arrima a una pregunta dirigida a un Otro.
Pasado el tiempo, se arrima a su decir, se observa un afecto de color más alegre. Deja de desesperarse. Ríe. Se permite ser ella misma sin pedir permiso a un otro o estar esperando la aprobación de una mirada diferente a la suya.
Finalmente, se espera que lo desarrollado pueda dar cuenta sobre el logrado objetivo propuesto, el de analizar un caso de neurosis de tipo histérico desde los aportes lacanianos de su periodo estructuralista. Y de esta manera no rechazar el tema de la histeria, tal y como se suele realizar por la política dominante de la salud mental. A la vez, esta tarea posibilita no extinguir los aportes lacanianos que aún están vigentes y sirven a la práctica.
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Notas