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LOS SUEÑOS DE ANGUSTIA: CUERPO, AFECTO Y GOCE
Luján Iuale
Luján Iuale
LOS SUEÑOS DE ANGUSTIA: CUERPO, AFECTO Y GOCE
THE ANGUISH DREAMS: BODY, AFFECTION AND JOUISANCE
Anuario de Investigaciones, vol. XXVII, pp. 239-246, 2020
Universidad de Buenos Aires
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Resumen: El presente trabajo se inscribe en el marco de un proyecto UBACyT presentado en la convocatoria 2020-21 que lleva por título Afecto, cuerpo y goce en la clínica psicoanalítica. Este último es la continuación de otros dos proyectos realizados en el marco UBACyT en los cuales indagamos- en primera instancia- los modos de afectación del cuerpo y luego, nos dedicamos a trabajar los afectos en la experiencia analítica. Extrajimos algunas conclusiones atinentes a la incidencia del trauma de lalengua y a las variaciones en los modos de afectación del cuerpo, como respuestas posibles al trauma. Y luego nos vimos concernidos a interrogar el estatuto de los afectos pero no para hacer de ellos un catálogo, sino para precisar su incidencia en la clínica. Hicimos un recorrido exhaustivo por varios afectos y ahora nos ocuparemos de establecer el nexo y la diferencia entre afecto y goce. En esta ocasión tomaremos como eje de indagación los sueños de angustia con el fin de dar cuenta de la afectación del cuerpo y de la relación al goce que allí se pone en juego. Trabajaremos algunos textos centrales de Freud y Lacan y finalmente haremos una referencia a un libro de Ángela Pradelli, donde en el marco de la restitución de identidades a nietos sustraídos durante la dictadura, una sucesión de angustia operan como boya que orienta una lectura posible de la insistencia del inconsciente para encontrar un modo de decir y escribir el horror.

Palabras clave:AfectoAfecto,AngustiaAngustia,CuerpoCuerpo,GoceGoce,SueñoSueño.

Keywords: Affection, Anguish, Body, Dream

Carátula del artículo

Psicoanálisis

LOS SUEÑOS DE ANGUSTIA: CUERPO, AFECTO Y GOCE

THE ANGUISH DREAMS: BODY, AFFECTION AND JOUISANCE

Luján Iuale
Universidad de Buenos Aires (UBA), Facultad de Psicología, Argentina
Anuario de Investigaciones, vol. XXVII, pp. 239-246, 2020
Universidad de Buenos Aires

Recepción: 23 Marzo 2020

Aprobación: 20 Octubre 2020

Introducción

El presente trabajo se inscribe en el marco de un proyecto UBACyT presentado en la convocatoria 2020-21 que lleva por título Afecto, cuerpo y goce en la clínica psicoanalítica. Este último es la continuación de otros dos proyectos realizados en el marco UBACyT en los cuales indagamos- en primera instancia- los modos de afectación del cuerpo[1] y luego, nos dedicamos a trabajar los afectos en la experiencia analítica[2]. En esta oportunidad nos interesa poner el acento en la relación y diferencia entre afecto y goce, y destacar el nexo con el cuerpo que conllevan ambas nociones. Partimos de localizar que el afecto es indicio de la posición del sujeto respecto del goce y que por ende no deben confundirse. Y ubicamos como correlato que el afecto se modifica en la medida en que se produce un movimiento o viraje respecto del goce. Para dar un breve ejemplo de este punto, haremos referencia a Juanito para quien el miedo a los caballos es el indicio de un goce rechazado (Lacan 1975). Recordemos que el miedo es un modo degradado de la angustia e implica un intento de velar fallidamente, lo real en juego. De este modo, reconocemos un modo de afectación del cuerpo vía el síntoma, al cual lo antecede otro modo de afectación: la angustia. En ambos casos, se advierte la posición de rechazo de un goce que se vuelve extraño, que invade el cuerpo y con el cual Juanito no sabe muy bien que hacer, sobre todo porque el padre rehúsa encarnar la operación del segundo tiempo de la metáfora paterna. Dos afectos en juego: miedo y angustia. El primero es ya un tratamiento degradado de aquello que hace signo de lo real, pero denuncia el artilugio del cual se vale Juanito recurriendo a la sustitución simbólica para suplir la castración que el padre no produce y que lo deja a expensas de un goce que fragmenta el cuerpo.

Siguiendo esta lógica, nos proponemos en esta oportunidad, trabajar sobre los sueños de angustia o pesadillas. Nos interesa destacar la diferencia que Freud establece entre los afectos que intervienen en el sueño, y uno en particular-la angustia- por el efecto que conlleva en los modos de afectación del cuerpo. Retomaremos algunos de los aportes de Lacan respecto a la pesadilla y su articulación con lo que da en llamar goce del Otro[3], nexo que Lacan establece concretamente en el Seminario 10 dedicado a la angustia.

No desarrollaremos aquí todo el proyecto ni el amplio estado del arte que hemos realizado (Iuale 2018; Iuale 2020) pero nos interesa dejar explicitada la pregunta que nos orienta, las hipótesis y los objetivos propuestos. A partir del recorrido trazado nos preguntaremos ¿Qué relación podemos establecer entre cuerpo, afecto y goce? ¿Cómo podemos leer los afectos trabajados en investigaciones anteriores[4] a la luz de esta nueva articulación?

Partimos de afirmar con Lacan, que todo goce es goce del cuerpo. Los afectos en cambio, se intercalan entre cuerpo y discurso. Entendemos que los afectos pueden ser considerados indicios de la posición del serhablante respecto del goce. En este sentido los afectos pueden distinguirse entre los que engañan y aquel que hace signo de lo real: a. Los afectos que engañan darían cuenta de los modos de los que el serhablante se vale para desconocer su participación en la modalidad de goce que le concierne. b. La angustia como único afecto que no engaña, sería indicio de lo real y comprometería la posición del serhablante en tanto objeto. Implica un punto donde no puede eludirse el estar concernido por ese goce que despierta.
Hipótesis auxiliares

1. Afecto y goce son efectos del encuentro traumático con lalengua.

2. Lalengua es la que introduce los afectos en el viviente.

3. El afecto atañe al cuerpo pero no proviene de él.

4. El afecto siempre se presenta desplazado y dislocado, a diferencia del goce que se caracteriza por la fijación.

5. La angustia opera como moneda de cambio respecto de los otros afectos.

6. Hay una articulación estrecha entre las formas del objeto a y los afectos.

Objetivos
Objetivo general

Sistematizar el nexo entre cuerpo, afecto y goce, a partir de establecer la diferencia entre afecto y goce. Tomaremos en consideración aquellos afectos que venimos trabajando desde el proyecto anterior angustia, ira, tristeza, pudor, vergüenza, pudor, ternura, entre otros.

En la orilla del sueño

La pregunta por el estatuto de los sueños de angustia acompañó a Freud a lo largo de su obra. Sobre todo porque su tesis acerca del sueño como realización de deseo, parecía quedar impugnada por estos sueños de angustia, junto con los sueños punitivos o de auto- castigo y los llamados sueños traumáticos.

Recordemos brevemente que para Freud, el sueño como cumplimiento de deseo, se constituye en el guardián del dormir. Dormimos porque soñamos. Y ese soñar está sujeto a las leyes de condensación y desplazamiento que trabajan para figurar, desfiguradamente, aquello que se desea.

Freud parte de la relación compleja que los sujetos tienen con su deseo. El deseo- correlato del inconsciente- no puede ser admitido por el yo. Para Freud, el deseo se articula a la sexualidad y por ende tiene una relación estrecha a la pulsión. El deseo se realiza desfiguradamente en el sueño y la pulsión se satisface a partir de una economía donde la censura hace su trabajo: evita el desarrollo de angustia o de otro afecto penoso. La irrupción de la angustia, entonces, es signo de un fracaso de la censura, de su avasallamiento total o parcial. Podríamos decir, que la angustia es indicio de la detención de las posibilidades de desfiguración que permiten que el sueño siga su curso.

Por otro lado, no hay que olvidar que deseo y castración son correlativos. Hay deseo porque hubo experiencia de satisfacción y pérdida de objeto. Porque la pérdida de objeto dejó una huella pasible de ser investida libidinalmente.

Es en esa coyuntura que Freud aborda el problema de los llamados sueños de angustia. En primer lugar, los pone en la línea de los sueños como realización de deseo, en la medida en que se orienta no por el contenido manifiesto, sino por el latente. Y en segundo lugar porque explicita que el sueño “es un cumplimiento (disfrazado) de deseo (sofocado/ reprimido)” (1900, 177)[5]

Ya en La interpretación de los sueños (1900) nos encontramos con la lucidez freudiana al distinguir los sueños penosos de los sueños de angustia. Podríamos decir que si bien, ambos conllevan displacer, la resolución no es la misma. El sueño penoso permite seguir durmiendo o no conlleva necesariamente a la interrupción del dormir. Mientras que el sueño de angustia, despierta. (Freud 1900).

Nos interesa destacar este punto porque Freud dedica un apartado de La interpretación de los sueños a interrogar el estatuto de los afectos en el sueño, y señala que los sueños de angustia mostrarán ser el caso límite de la operación onírica. (Freud 1900, 571) Los afectos penosos en cambio, no destituyen necesariamente al guardián del dormir, quizá porque efectivamente son afectos engañosos.

Debemos enlazar aquí la tesis de Lacan del Seminario 10 acerca de la angustia como señal de lo real, afecto que no engaña. Y que por ende, conlleva al despertar. (Lacan 1962-63, 171-183)

Freud establece un íntimo nexo entre la angustia onírica y la angustia neurótica. Pone en correlación las neurosis de angustia y los sueños de angustia. En ambas, el componente libidinal se trasmuta en angustia. Hace una comparación incluso con la fobia y los sueños de angustia y afirma que la angustia solo apenas se puede explicar por el contenido del sueño, al igual que ocurre con la angustia que aparece en la fobia. No es el objeto al que se teme en sí lo que justifica tal irrupción, sino que el correlato de la angustia hay que buscarlo en otro lado. Ese otro lado, es el componente sexual.

Destaca que los sueños de angustia suelen ser más frecuentes en niños y personas jóvenes, y comenta que en su caso, hace décadas que no tiene un sueño así. Nos preguntamos entonces acerca de la relación entre la posibilidad de desfiguración y el tratamiento posible de la intensidad del componente sexual; y como se pone al trabajo ese trabajo de domeñamiento que todo niño, púber y adolescente, tiene que producir para tramitar el goce que irrumpe en el cuerpo. De allí la frecuencia con que aparecen los sueños de angustia y las pesadillas en la primera infancia- junto con la primera oleada pulsional y en coyuntura del Complejo de Edipo y luego tras el pasaje por la pubertad con la segunda oleada pulsional.

Freud aporta dos sueños en el apartado “El despertar por del sueño. Sueños de angustia.” Y aclara que no quiere dejar por fuera a este “testigo contrario” a su tesis del sueño como realización de deseo. El primero es un sueño propio de cuando Freud era niño, y del cual comenta que cree haberlo soñada entre los siete u 8 años. Es un sueño además que Freud somete a análisis 30 años después, un sueño que no ha caído en el olvido. Nos detendremos en este sueño. Dice:

Fue muy vivido y me mostró a la madre querida con una expresión durmiente, de extraña calma en su rostro, que era llevada a su habitación y depositada sobre el lecho por dos (o tres) personajes con pico de pájaro. Desperté llorando y gritando, y turbé el sueño de mis padres. (1900, 574)

El sueño fue muy breve y Freud lo que hace es avanzar con el análisis del mismo, descomponiendo en partes y enlazando las asociaciones que surgen. De este modo destaca que

A las figuras con pico de pájaro, muy alargadas y curiosamente vestidas, las había tomado de las ilustraciones de la Biblia de Philippson; creo que eran dioses con cabeza de gavilán, del bajorrelieve de una tumba egipcia. Pero, en otra dirección, el análisis me brinda el recuerdo del malcriado hijo de un conserje, que solía jugar con nosotros en el prado lindero a la casa; y yo diría que se llamaba Fhilipp. Después me parece como si de ese muchacho hubiera oído yo por primera vez la palabra vulgar que designa al comercio sexual y que las personas cultas sustituyen siempre {en alemán} por una palabra de origen latino, «coitieren», y a la cual la elección de las cabezas de gavilán alude con suficiente nitidez. Debo de haber colegido el significado sexual de la palabra por el gesto de ese maestro tan experimentado. La expresión del rostro de la madre en el sueño estaba copiada del semblante del abuelo, a quien unos días antes de su muerte yo había visto roncando en coma. La interpretación llevada a cabo en el sueño mismo por la elaboración secundaria [cf. pág. 487] ha de haber sido, pues, que la madre moría, con lo cual armoniza también el bajorrelieve de la tumba. En esta angustia desperté, y no cejé hasta despertar a mis padres. Recuerdo que me tranquilicé de repente cuando tuve a la vista a la madre, como si hubiera necesitado de esta tranquilización: ella no ha muerto entonces. Pero esa interpretación secundaria del sueño se produjo ya bajo la influencia de la angustia desarrollada. No era que yo estuviese angustiado por haber soñado que la madre moría, sino que interpreté así al sueño dentro de la elaboración preconciente porque ya estaba bajo el imperio de la angustia. Ahora bien, mediando la represión, la angustia admite ser reconducida a una apetencia oscura, manifiestamente sexual, que en el contenido visual del sueño encontró buena expresión.” (574)

Es interesante ubicar por un lado el despertar al que conlleva el sueño y como la elaboración secundaria esta propiciada incluso por el influjo de la angustia. Freud localiza en el componente sexual el genuino deseo del sueño. Muerte y sexualidad confluyen en este sueño de angustia. El niño requiere incluso del auxilio ajeno para tranquilizarse.

El segundo sueño corresponde a un hombre de veintisiete años, que desde hace un año sufre una enfermedad grave. Este hombre le relata a Freud que “entre los once y los trece años soñó repetidas veces, con gran angustia, que un hombre con un azadón lo perseguía; él quería correr, pero quedaba como paralizado y no se movía del sitio.”(1900, 575) Freud destaca que este es un sueño de angustia muy común y que tiene una “insospechable de tener raíz sexual.” Nuevamente la brevedad del texto y la irrupción del despertar. Luego retoma el trabajo de interpretación del sueño en el cual surgen las asociaciones:

En el análisis, el soñante dio primero con un relato que en un tiempo posterior le había hecho su tío: este había sido atacado de noche en la calle por un individuo sospechoso; y el propio soñante infirió, de esta ocurrencia, que en la época del sueño podía él haber oído de una vivencia parecida. Sobre el azadón recuerda que por esa época de su vida, una vez, astillando leña, se hirió en la mano con el azadón. Después, sin transición, dio con su relación con un hermano menor al que solía maltratar y revolcar, y especialmente se acuerda de una vez en que lo golpeó con el zapato en la cabeza, de lo cual su hermano sangró y la madre dijo: «Tengo miedo de que alguna vez lo mate». Mientras él parece así centrado en el tema de la violencia, de pronto emerge un recuerdo de cuando tenía nueve años. Los padres habían regresado tarde a casa y, mientras él se fingía dormido, se fueron a la cama y oyó un jadeo y otros ruidos que- se le antojaron siniestros; también pudo entrever la posición de los dos en el lecho. Sus pensamientos ulteriores muestran que había establecido una analogía entre \o que pasaba entre sus padres y su relación con el hermano menor. Subsumió lo que ocurría entre los padres bajo este concepto: violencia y riña. Una prueba en favor de esta concepción fue, para él, que a menudo había observado sangre en el lecho de la madre. (Freud 1900, 575)

En este caso podemos recortar como el sueño de angustia lleva, por un lado, a la escena primaria y como esa condición de goce se pone en juego en la pubertad, en el momento es que es preciso anudar una fantasía a la práctica masturbatoria. Tiempo de fijación del fantasma y de escritura de la condición de goce. ¿Podríamos pensar ahí el sueño de angustia como un intento de escritura que muestra su fracaso mientras persiste?

En la 14° Conferencia que lleva por título justamente El cumplimiento de deseo, Freud (1916 [1915]) vuelve a insistir sobre el nexo entre sueño de angustia y cumplimiento de deseo. Freud trabaja en esa conferencia extensamente el tema del sueño en los niños y comparará dichos sueños con los sueños desfigurados y los sueños de angustia. Freud dice que “Por los sueños infantiles averiguamos que el trabajo del sueño se propone eliminar, mediante un cumplimiento de deseo, un estímulo anímico perturbador del dormir.” (1916 [1915],195) Mientras que “De los sueños desfigurados no pudimos enunciar nada parecido antes de que supiéramos interpretarlos. Pero desde el comienzo esperábamos poder introducir los sueños desfigurados dentro de la misma perspectiva que obtuvimos para los infantiles.” (1916 [1915]), 195) Frente a esta recurrencia arriba a una intelección: “en verdad todos los sueños... son sueños de niños, trabajan con el material infantil, con mociones anímicas y mecanismos infantiles.” (1916 [1915]), 195) Sea que se trate de sueños donde casi no hay desfiguración- como es el caso de los sueños infantiles- o sueños desfigurados tal como los encontramos en la vida anímica de los adultos, el componente infantil estará presente en la configuración del sueño. Primer punto que Freud destaca: todo sueño intenta eliminar un estímulo anímico perturbador.

Freud se dedica a continuación, a dar cuenta de cómo la desfiguración onírica está puesta al servicio del cumplimiento de deseo y señala que solo se accede a esto mediante el análisis del sueño. A quienes lo interpelan respecto a que el contenido del sueño no parece responder a un cumplimiento de deseo, Freud responde:

Fácil nos resulta responderles que el cumplimiento de deseo no puede ser evidente en los sueños desfigurados: hay que buscarlo primero. Por tanto, no es posible indicarlo antes de interpretar él sueño. Sabemos también que los deseos de estos sueños desfigurados son deseos prohibidos, rechazados por la censura; su presencia, justamente, fue la causa de la desfiguración onírica y el motivo para la intervención de la censura. (1916 [1915]), 196)

Freud avanzará laboriosamente hacia aquellos sueños que interpelan su teoría: “Desde luego, tendremos necesidad de explicarnos la existencia de tantos sueños de contenido penoso y, en particular, de los sueños de angustia. Tropezamos aquí por vez primera con el problema de los afectos en el sueño (…)” (1916 [1915]), 196) Ya en el año 1900 había dedicado un apartado a trabajar los afectos en el sueño (1900, 458-484). Y volvemos allí porque no deja de sorprendernos la sutileza con la que Freud va elabora su teoría. A partir de un ejemplo sencillo, podemos localizar el estatuto del afecto en el sueño: «Si yo en el sueño siento miedo de unos ladrones, los ladrones son por cierto imaginarios, pero el miedo es real» (Freud 1900, 458) Y luego ubica la discordancia que surgen en muchos sueños entre contenido y afecto: a veces estoy frente a contenidos aterradores y sin embargo no siento temor, mientras que en otras ocasiones frente a algo nimio irrumpen los afectos más penosos. Dice: “El análisis nos enseña que los contenidos de representación han experimentado desplazamientos y sustituciones, mientras que los afectos se mantuvieron incólumes.” (1900, 458)[6]. La censura entonces opera en primera instancia sobre las representaciones a través de la desfiguración onírica, pero no se detiene allí. Freud añade una operatoria sobre los afectos que suelen presentarse en el sueño, descoloridos. Dice: “La inhibición del afecto sería entonces el segundo resultado de la censura onírica, así como la desfiguración onírica era el primero.” (1900, 466) [7] Entonces para que el sueño continúe bajo la égida del guardián del dormir, es preciso que representaciones y afectos sean sometidos a la censura. Cancelación, sustracción y trastorno a lo contrario son tratamientos posibles del afecto vía la operación onírica. (1900, 474)

Volviendo a la 14° Conferencia, Freud continúa el trabajo iniciado en el 1900 y señala que “los sueños de angustia a menudo tienen un contenido despojado de toda desfiguración; por así decir, se ha sustraído de la censura.” (1916) Retoma el fracaso de la censura en esa imposibilidad de desfiguración que permitiría velar el deseo en juego. Dice: “El sueño de angustia es muchas veces un cumplimiento no disfrazado de deseo, no desde luego el de un deseo admisible, sino el de uno reprobado. La angustia desarrollada ha ocupado el lugar de la censura.” (1916 [1915], 198) Entonces, la angustia releva a la censura, la deja fuera de la partida e impide ese “no querer saber nada” propio de la neurosis y del proceso represivo.

Y ahora sí, ya está en condiciones de discernir los tres tipos de sueños antes enunciados: “Mientras que del sueño infantil puede enunciarse que es el cumplimiento franco de un deseo permitido, y del sueño desfigurado común, que es el cumplimiento disfrazado de un deseo reprimido, al sueño de angustia sólo le conviene esta fórmula: es el cumplimiento franco de un deseo reprimido.” (1916 [1915], 198)




Y agrega:

La angustia es el indicio de que el deseo reprimido ha resultado más fuerte que la censura, le ha impuesto su cumplimiento de deseo o estuvo a punto de hacerlo. Concebimos que eso que para él es cumplimiento de deseo, para nosotros, que nos situamos del lado de la censura onírica, sólo puede ser ocasión de unas sensaciones penosas y de la defensa. La angustia que entonces emerge en el sueño es, si lo prefieren, una angustia frente a la fuerza de estos deseos ordinariamente sofrenados {Niederhalten}. (1916 [1915], 198-199)

La angustia es indicio de otra cosa, en este caso de esos deseos sofrenados. Deseos que para Freud- tal como dijimos- se entrelazan con el factor pulsionante que pugna por satisfacerse. No hemos de confundir entonces el indicio con aquello a lo cual el indicio remite.

Define finalmente el sueño de angustia como “un sueño de despertar” y afirma que “solemos interrumpir el dormir antes de que el deseo reprimido del sueño haya impuesto, contra la censura, su cumplimiento pleno.” (1916 [1915], 199) Pero “No obstante, muchas veces se logra seguir durmiendo aunque el sueño empiece a ponerse peliagudo y a volcarse a la angustia. Nos decimos, dormidos: «Esto no es más que un sueño», y seguimos durmiendo.” (1916, [1915], 199) Bajo la egida de otros afectos, muchas veces podemos seguir durmiendo mientras que la angustia es el punto de alerta máxima para el guardián del dormir, quien frente a ese peligro, se ve llevado a abandonar su posición y propiciar el despertar.

Cuando el sueño de angustia cobra además la forma de la compulsión de repetición, cuando insisten noche tras noche, los cuerpos no solo acusan recibo de la angustia que los invade, sino de los efectos devastadores que tiene no poder soñar. Fracasos de la función onírica que darán cuenta de un real que irrumpe buscando escritura.


Lo que despierta

En el Seminario 10 Lacan hace referencia a los sueños de angustia y a las pesadillas. No desarrolla extensamente ninguna de estas dos formas de presentación del sueño- o de sus fracasos- pero establece un correlato entre los sueños de angustia, castración y objeto a; así como articula pesadilla, angustia y goce del Otro. Respeto a los sueños de angustia retoma esos sueños relatados por los pacientes, sueños donde el objeto que debería ser parte del cuerpo, se presenta separado. Dice:

Sucede a menudo que nuestros sujetos tengan sueños en los que tienen el objeto en la mano, ya sea que alguna gangrena lo haya separado, ya sea que algún partenaire, en el sueño, se haya ocupado de realizar la operación cortante, ya sea por algún accidente cualquiera. Estos sueños diversamente matizados de extrañeza y de angustia, tienen un carácter especialmente inquietante. (Lacan 1962-63, 102)

Esto lo despliega en una clase donde viene interrogando la relación estrecha entre objeto a y angustia, en la medida en que “este objeto solo funciona con correlación a la angustia.” (Lacan 1962-63, 98) Y donde circunscribe como crucial la entrada del significante en lo real para que se produzca la constitución del sujeto. Se pregunta: “Significa esto que nos encontraríamos como ante una especie de descenso del espíritu, de aparición de significantes alados? ¿Qué estos empezarían por sí solos a producir sus agujeros en lo real y que ahí en medio surgiría un agujero que sería el sujeto? (…) Hoy se trata de saber qué le permite a este significante encarnarse? (1962-63, 100) Y Lacan es contundente al afirmar que “se lo permite, de entrada, lo que tenemos aquí para presentificarnos los unos a los otros, nuestro cuerpo.” (1962-63, 100)

Es el cuerpo concernido por la angustia lo que nos interesa destacar, sea porque el objeto se presenta cercenado poniendo en juego la castración, sea porque irrumpe la ferocidad angustiante del encuentro con el goce del Otro, punto en el cual el sujeto mismo se reduce a su condición de objeto.

Podríamos pensar entonces, las encrucijadas donde el falo que cohesiona la imagen, queda relevado por la dimensión disruptiva del objeto a. Por otro lado, en el Seminario 11, Lacan destaca respecto del sueño “Padre, no ves que estoy ardiendo”, el carácter invocante de la voz. No se trata ya de localizar el sentido del sueño, sino de lo real que allí se precipita en el carácter invocante de la voz, en el llamado que no se puede desoír. Dos vertientes a considerar: por un lado, qué del objeto se precipita en el sueño de angustia y por el otro, como ese objeto es indicio de la posición misma del sujeto en tanto objeto para el Otro.

Retomando el Seminario 10, allí Lacan lamenta el poco interés que los psicoanalistas manifestaron históricamente por la pesadilla. Sigue a Freud, quien en su obra hizo referencia tanto a los sueños de angustia como a los sueños traumáticos, e insiste particularmente en su recomendación de la lectura de un texto de Jones dedicado a la pesadilla (1967), término que él casi no utilizó. Lacan vuelve a ese texto de Jones y le da su propia vuelta al conectar la pesadilla con el goce del Otro.

Detengámonos ahora en el capítulo 5 del Seminario 10 que lleva por título “Lo que no engaña”. Sabemos que en este Seminario Lacan está interesado en la función del objeto a y en las diversas modulaciones en que éste puede presentarse. Queda claro que ese objeto no se reduce a ser el objeto causa de deseo; es también soporte no imaginarizable del cuerpo; objeto en torno al cual se satisface la pulsión; objeto resto de la operación que implica la constitución del sujeto y el nacimiento del Otro barrado; objeto ante cuya presencia en más se produce la emergencia de la angustia. También es el representante real del sujeto en el campo del Otro, habilitante de la instauración y configuración del fantasma. Es en esa línea que se introduce la vertiente del goce del Otro, como ese punto en el que el sujeto se reduce a no ser más que un objeto para el Otro. Para ello Lacan se verá llevado a interrogar la doble vertiente del genitivo: objetivo y subjetivo. Y por eso cuando afirma, en reiteradas ocasiones, que el goce del Otro no existe, siempre hace referencia a la vertiente del genitivo objetivo. Lacan deja en claro que no hay goce del Otro porque no se puede gozar del Otro, en tanto el Otro no existe. Sin embargo, afirmará la existencia del goce del Otro en la vertiente del genitivo subjetivo: solo se goza en tanto que Otro[8]. Este sesgo es crucial para leer el estatuto de la pesadilla y el goce que allí se pone en juego, el cual es preciso distinguir del goce fálico, del goce femenino y del goce de lalengua.

Lacan considera a la pesadilla como una experiencia siempre actual y afirma: “Les recuerdo su fenomenología fundamental. No se me ocurriría ni por un momento eludir su dimensión principal –la angustia de la pesadilla es experimentada, hablando con propiedad, como la angustia del goce del Otro” (Lacan, 1962-63, 73). En pocas palabras Lacan anuda angustia y goce del Otro, y agrega que

“lo correlativo de la pesadilla es el íncubo o el súcubo, aquel ser que te oprime el pecho con todo su peso opaco de goce extranjero, que te aplasta bajo su goce. Lo primero que se ve en el mito pero también en la pesadilla vivida, es que aquel ser que pesa por su goce es también un ser que interroga, e incluso que se manifiesta en aquella dimensión desarrollada de la pregunta que se llama enigma” (Lacan 1962-63, 73).

Es interesante este carácter extranjero del goce que se produce en la pesadilla. Es un goce que no se inscribe en los bordes del goce fálico, ya que en todo caso el sueño como realización de deseo se constituiría bajo sus coordenadas. Si el sueño encuentra en el esquema del peine freudiano su modelo a nivel del investimento de las representaciones o huellas mnémicas, la pesadilla se acerca a aquello que Freud ubicaba en los límites del esquema: en esos signos de percepción que se mantienen como tales, de allí el carácter casi alucinatorio de la pesadilla. Esto en Freud puede verse bajo la forma de sueños vívidos. Recordemos que en la carta 52 Freud hará referencia a una diversidad de escrituras: distingue el polo perceptivo, como lugar donde no hay huella, de los signos de percepción que ya tendrían valor de escritura pero sin constituirse aún como huella mnémica. Freud hace depender el que haya inconsciente de la inscripción de las huellas mnémicas.

En el Seminario 10, a partir de un problema de escritura, Lacan hará referencia a las neurosis de angustia. Freud ya había establecido el nexo entre sueños de angustia y fobia, y Jones leyó a las pesadillas como formas de presentación de los “ataques de angustia” (Jones 1967, 55). Lacan refiere que habitualmente él se simplifica las cosas al hablar de la histeria o de la neurosis obsesiva, “porque así dejo afuera del campo algo con lo que todavía no sabemos qué hacer, a saber la neurosis de angustia, acerca de la cual este año, con lo que hemos iniciado, espero hacerles dar el paso necesario” (1962-63, 165). Toma el problema de la borradura de las huellas para señalar que en estos casos

“no se trata del borramiento de las huellas, sino del retorno del significante al estado de huella. La abolición del paso de la huella al significante, es lo que intenté destacar para ustedes mediante una puesta entre paréntesis de la huella, un subrayado, una tachadura, una marca de la huella. El significante es lo que salta con la intervención de lo real. Lo real remite al sujeto a la huella y, al mismo tiempo, produce la abolición del sujeto, porque no hay sujeto sino por el significante, por el paso al significante” (1962-63, 165).

Para Lacan la huella tiene el estatuto de traza- signo de percepción freudiano- que debe pasar al significante para que el inconsciente se estructure. El significante no es otra cosa que la huella borrada. En las neurosis de angustia como en las pesadillas, el significante retorna al estatuto de huella. Es por eso que allí emerge un goce extranjero, que no se presenta bajo la forma del goce fálico, regido por el significante en su alternancia; pero tampoco es un goce que no está afectado por la castración. Hay entonces, tanto en las neurosis de angustia como en las pesadillas, la irrupción de un goce que conlleva un punto de real y toca el cuerpo de un modo disruptivo. En este punto el cuerpo queda claramente comprometido por un retorno que no se mantiene a nivel del significante sino que compromete a lo real de la huella o traza. Retorno que implica que el significante ha sido alcanzado al tiempo que demuestra su fracaso. También conviene preguntarse si siempre es retorno del significante al estatuto de traza, o si no sería posible que, trazas que nunca advinieron significantes, sean investidas. Nos inclinamos a suponer que sí, dado que Lacan establecerá en el Seminario 16 que no toda traza se borra y que en todo caso, las que se borran constituyen el inconsciente. Aclara además que la selección de qué trazas se borran y cuáles no, las produce el sistema mismo de las otras trazas. Y hacia el final de su enseñanza, a propósito del fin de análisis, se pregunta por la posibilidad de que el análisis produzca un significante nuevo. Si el significante puede surgir de la traza borrada, entonces hay operatorias que no son exclusivas de los tiempos de constitución subjetiva.

Finalmente en el Seminario 21 correspondiente a los años 1973 y 1974, Lacan afirma: “si en algo nos inicia la experiencia analítica es en la circunstancia de que lo más cercano a lo vivido, a lo vivido como tal, es la pesadilla” (s/f, p. 76).

Trazas del trauma

La insistencia del sueño de angustia o pesadilla, hace signo de lo no-ligado y de aquello que busca escritura. En el libro de Ángela Pradelli titulado En mi nombre. Historias de identidades restituidas (2014) la autora reconstruye -a partir de las entrevistas realizadas a cinco nietos restituidos- la historia, sus historias. Historias que requirieron suturas para poder entramar lo acontecido, bordear un agujero, permitir un duelo. Nos detendremos en una de estas historias: la de Ángela Urondo Raboy, para leer el valor que allí cobraron una serie de sueños que insistieron hasta la resolución de aquello que pugnaba por hacerse saber. Paco Urondo y Alicia Raboy son los padres de Angela, quien al nacer recibe solo el apellido de su madre porque a Urondo ya lo perseguían. Estando en Mendoza, son interceptados en un operativo cuando iban en un auto ellos dos, una compañera de ellos y Ángela de un año apenas. El cuerpo de Paco Urondo será entregado a la familia, negándoles que puedan enterrarlo con su nombre y Alicia Raboy permanece desaparecida.

A Ángela primero la ingresan como NN a una institución. Quien la recibe allí destaca que le llama la atención que no parecía una niña abandonada tanto por su estado general como por cómo estaba vestida. Tiempo después, la entregan a la abuela materna quien decide junto con una tía de la niña, que la crie una prima de su madre que no tenía hijos. El silencio atraviesa su infancia, nadie habla de Alicia, nadie le habla de lo acontecido. Sólo una prima dos años mayor que ella, le pregunta cuando tenía tres años, si ella recordaba a su mamá. Ángela recuerda su rostro como si la tuviese enfrente. Hablar, preguntar, genera nerviosismo, violencia verbal en los otros. Ángela calla y sueña y dibuja.

Su infancia estará atravesada por una serie de sueños:

Son sueños feos, que se repiten y vuelven una y otra vez. Cuando se despierta, por un instante cree estar todavía en el sueño. Hay otros días, en cambio, en los que, mientras sueña, Ángela se pregunta a sí misma, como si estuviera despierta, dónde está, cómo hace para salir de ahí, qué es todo eso. Sueña con lugares, dónde están esos lugares. Olores, autos. A veces sueña con oficinas, escaleras, con ventanas, con ruidos. A Ángela le dan miedo esos sueños suyos pero no se los cuenta a nadie. (Pradelli 2014, 66)

Retornos de otra escena que no termina de inscribirse en la trama familiar, en su historia, e insiste una y otra vez. Ángela sueña también “con un pasillo, que da a una escalera, que da a otro pasillo. Alguien la mira desde la ventana. Sueña con un agujerito de metal, hay que acercar bien el ojo para mirar y ver que hay adentro” (Pradelli 2014, 67)

Otro de los sueños que se repiten, es el que ella llama el sueño del jardín de infantes, porque hay muchos nenes chiquitos.

Algunas noches, incluso dormida, se da cuenta que va a empezar el sueño y quiere despertarse. En el sueño ese lugar es muy grande y hay muchos nenes. Todos están solos y Ángela siente miedo. Este sueño la angustia. El lugar tiene muchas habitaciones y ella está perdida, va pasando de un cuarto a otro y en su desesperación no puede encontrar a nadie, sale de la habitación y camina por un pasillo interminablemente largo hasta que encuentra otro cuarto en el que está perdida también, y otra vez ese pasillo largo. Habitaciones, pasillos. Ángela, la perdida. (Pradelli 2014, 68)

Laberinto del sueño donde no hay salida. Perdida para el Otro, sin encontrar la huella que la lleve de regreso. Ángela se atreve a preguntarle a su madre adoptante por sus padres y recibe una respuesta breve: que murieron en Mendoza en un accidente. Localización que duplica la búsqueda y la certidumbre de estar perdida. Y los sueños insisten y los dibujos también. Ambos enmarcan unos trazos a ser leídos. Ángela no entiende sus sueños, tampoco sus dibujos. Cree que lo que dibuja “ya lo ha visto antes en algún lado, pero no sabe dónde.” (Pradelli 2014, 69)

Y sueña con puertas, ventanas, tragaluces por donde asoman tubitos de metal que apuntan desde arriba. Ya siendo adolescente, los sueños siguen siendo horribles pero un día se da cuenta que “en los que ella va de una habitación a otra, nadie la persigue: que ella, en realidad, está buscando algo que está adelante; que lo que busca es salir. En cada habitación busca eso la salida. Y que mientras va detrás de aquello que busca, se encuentra.” (Pradelli 2014, 71) Y es por esa época que se entera que sus padres fueron asesinados y desaparecidos por el Estado. Ángela empieza a buscar los fragmentos que quedan de esa historia, las trazas que le permitan una escritura. Busca a quienes conocieron a sus padres, a la amiga que estuvo en el operativo y que logró escapar, viaja a Guaymallén, Mendoza. Y a partir de ahí, empieza a entender los sueños: “conoce esos espacios que está recorriendo porque, en sus sueños, ella ya estuvo allí. Al recorrerlos, comprende más sobre sus sueños. Recién ahora puede decir que adentro de los tubitos de metal con los que soñaba, se veía todo negro y al final, había un ojo negro que la miraba fijo.” (Pradelli 2014, 79) Los sueños eran parte de una “memoria cierta”, antes “creía que esos sueños horribles que le daban miedo eran un delirio. Se acordaba de algunas cosas, episodios y lugares que nadie nombraba, y entonces creía que podían ser parte de una fantasía.” (79) Los dibujos que tanto le gustaba hacer, también tenían que ver con esos lugares. Las trazas estaban a la búsqueda de un lector.

Insistencia del sueño entonces en la búsqueda de una salida, una sustracción a ese encierro que la dejaba a expensas de un Otro que goza. Mirada que se recorta como un ojo que todo lo ve. Y ausencia de texto que entrame y bordee el agujero. Instituir el apellido paterno para una niña, restituir a una niña a quienes la antecedieron permitieron hacer con el horror. Ángela Urondo Raboy dice, que solo la justicia permitió poder “entregar ese horror a alguien más”, para “no seguir llevándolo en nuestras manos” (Pradelli 2014, 87).

Conclusiones

Este trabajo se propuso desplegar de un modo preliminar la articulación entre cuerpo, afecto y goce a partir de interrogar los sueños de angustia.

Para ello recorrimos parte de los desarrollos de Freud y Lacan sobre el tema y luego propusimos una lectura posible de la incidencia de estos sueños, valiéndonos de un texto que al modo de una crónica, recoge el testimonio de Ángela Urondo Raboy. Pudimos seguir allí, por un lado la afectación del cuerpo que conlleva el silencio respecto de la propia identidad, así como también la afectación del cuerpo como efecto de la retiración de esos sueños que insisten y que en esa insistencia, buscan producir una solución al agujero del trauma.

En el borde de la desfiguración, el sueño de angustia, pone en primer plano la exigencia de una letra que no logra trazarse. En Función y campo de la palabra y el lenguaje Lacan señala: “Sabemos efectivamente que devastación, que va hasta la disociación de la personalidad del sujeto, puede ejercer ya una filiación falsificada, cuando la constricción del medio se aplica a sostener la mentira.” (Lacan 1953, 267) No se trata simplemente de lo no dicho al modo de lo reprimido secundariamente, sino aquello que permanece como resto de lo visto y lo oído a la espera de ser leído y configurado como tal.

Entonces el trabajo del sueño hace memoria para que aquello que no debe ser omitido pueda tener su lugar. ¿Qué fui para el Otro? Esa es la pregunta que soporta la escena onírica y el trazo del dibujo. Pregunta que subyace a toda asunción identitaria. Desplazamientos posibles, que permitirán el despliegue de las preguntas, que habiliten la inscripción de una historia.

Material suplementario
BIBLIOGRAFÍA
Freud, S. (1900) Punto III. El sueño es un cumplimiento de deseo; Punto VI apartado H; Los afectos en el sueño; punto VII apartado D, El despertar por el sueño. La función del sueño. El sueño de angustia. La interpretación de los sueños. Obras completas. Tomos IV y V. Buenos Aires: Amorrortu, 1990.
Freud, S. (1916-17) 14° Conferencia. El cumplimiento de deseo. Obras Completas. Tomo XV. Buenos Aires: Amorrortu, 1990.
Iuale, L & Colab. (2018) Cuerpos afectados. Del trauma de lalengua a las respuestas subjetivas. Buenos Aires: JCE.
Iuale, L. (2019) Versiones del goce del Otro. Buenos Aires: Escabel.
Iuale, L. & Colab. (2020) Disrupción de los afectos en la clínica y en la época. Buenos Aires: JCE.
Iuale, L. (2017a) Variaciones en la afectación del cuerpo. Lacan y el fenómeno psicosomático. Anuario de Investigaciones. Vol. XXIII. Buenos Aires: Facultad de Psicología- UBA. Se-cretaría de Investigaciones. Pp. 83-91
Iuale, L. (2017b) Todos farfullados: incidencias del trauma de lalengua en el serhablante. MEMORIAS del IX Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXIV Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología XIII Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. “Psicología, Culturas y Nuevas Perspectivas”. Buenos Aires, 29 de noviembre a 2 de diciembre de 2017. Buenos Aires: Facultad de Psicología.
Jones, E. (1967). La pesadilla. Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (1953) Función y campo de la palabra y el lenguaje. Escritos II. Barcelona: Siglo XXI, 2003.
Lacan, J. (1962-63) El seminario 10. La angustia. Buenos Aires: Paidós, 2006.
Lacan, J. (1968-69) El seminario 16. De un Otro al otro. Buenos Aires: Paidós, 2008.
Lacan, J. (1973-74) El seminario 22. RSI. Inédito.
Lacan, J. (1975) Conferencia en Ginebra sobre el síntoma. Intervenciones y textos II. Buenos Aires: Manantial, 1990.
Pradelli, A. (2014) En mi nombre. Historias de identidades restituidas. Buenos Aires: Paidós.
Notas
Notas
1 Proyecto UBACyT (20020150200027BA) Variaciones en la afectación del cuerpo en el serhablante. Del trauma de lalengua a las respuestas subjetivas. (2016-17) Directora: Dra. Lujan Iuale
2 Proyecto UBACyT (20020170200138BA) Cuerpos afectados: los afectos en la experiencia analítica. (2018-19) Directora: Dra. Lujan Iuale.
3 Iuale, L. (2019) La pesadilla. Versiones del goce del Otro. Buenos Aires: Escabel.
4 Nuestro trabajo como equipo se ha plasmado en múltiples publicaciones científicas con referato y en dos libros que hemos publicado: Iuale & Colab. (2018) Cuerpos afectados. Del trauma de lalengua a las respuestas subjetivas. Buenos Aires: JCE y Iuale, L & Colab. (2020) Disrupción de los afectos en la clínica y en la época. Buenos Aires: JCE.
5 Itálicas en el original.
6 Itálicas en el original
7 Itálicas en el original.
8 Hemos trabajado ampliamente este tema en Iuale, L. (2019) Versiones del goce del Otro. Buenos Aires: Escabel.



Y agrega:

La angustia es el indicio de que el deseo reprimido ha resultado más fuerte que la censura, le ha impuesto su cumplimiento de deseo o estuvo a punto de hacerlo. Concebimos que eso que para él es cumplimiento de deseo, para nosotros, que nos situamos del lado de la censura onírica, sólo puede ser ocasión de unas sensaciones penosas y de la defensa. La angustia que entonces emerge en el sueño es, si lo prefieren, una angustia frente a la fuerza de estos deseos ordinariamente sofrenados {Niederhalten}. (1916 [1915], 198-199)

La angustia es indicio de otra cosa, en este caso de esos deseos sofrenados. Deseos que para Freud- tal como dijimos- se entrelazan con el factor pulsionante que pugna por satisfacerse. No hemos de confundir entonces el indicio con aquello a lo cual el indicio remite.

Define finalmente el sueño de angustia como “un sueño de despertar” y afirma que “solemos interrumpir el dormir antes de que el deseo reprimido del sueño haya impuesto, contra la censura, su cumplimiento pleno.” (1916 [1915], 199) Pero “No obstante, muchas veces se logra seguir durmiendo aunque el sueño empiece a ponerse peliagudo y a volcarse a la angustia. Nos decimos, dormidos: «Esto no es más que un sueño», y seguimos durmiendo.” (1916, [1915], 199) Bajo la egida de otros afectos, muchas veces podemos seguir durmiendo mientras que la angustia es el punto de alerta máxima para el guardián del dormir, quien frente a ese peligro, se ve llevado a abandonar su posición y propiciar el despertar.

Cuando el sueño de angustia cobra además la forma de la compulsión de repetición, cuando insisten noche tras noche, los cuerpos no solo acusan recibo de la angustia que los invade, sino de los efectos devastadores que tiene no poder soñar. Fracasos de la función onírica que darán cuenta de un real que irrumpe buscando escritura.


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