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FUNCIÓN DEL CRIMEN EN LA ECONOMÍA LIBIDINAL: CONCLUSIÓN Y GANANCIA. EL HOMICIDIO DE CHRISTOPHER WATTS
ROLE OF CRIME IN THE LIBIDINAL ECONOMY: CONCLUSION AND GAIN. THE MURDER OF CHRISTOPHER WATTS
Anuario de Investigaciones, vol. XXVII, pp. 253-258, 2020
Universidad de Buenos Aires

Psicoanálisis



Recepción: 30 Marzo 2020

Aprobación: 20 Octubre 2020

Resumen: Este artículo aborda la pregunta del proyecto de investigación UBACyT aprobado para la programación 2020-2022 acerca de las funciones psíquicas del crimen en la economía libidinal.

A tal efecto despliega la pregunta acerca de las dos variables con las que se delimitó el objeto de estudio. Desde allí interroga la relación posible entre dos dimensiones de estas variables: la dimensión conclusiva de la variable temporal y la dimensión ganancia de goce de la variable económica.

El referente clínico-criminológico utilizado como dato empírico al que articular la matriz conceptual es el caso Watts establecido en el documental homónimo.

Del estudio cualitativo del caso mencionado se desprende que las dimensiones abordadas (conclusión y ganancia) no se comportan como lo hacen usualmente en los que casos de psicosis desencadenadas o crímenes seriales ya estudiados.

La referencia conceptual de personalidades “como si” interpela la matriz conceptual y operacional propuesta.

Palabras clave: Crimen, Conclusión, Ganancia, Desencadenamiento.

Abstract: This article addresses the question of the UBACyT research project approved for the 2020-2022 programming about the psychic functions of crime in the libidinal economy.

For this purpose, it displays the question about the two variables with which the object of study was delimited. From there, he questions the possible relationship between two dimensions of these variables: the conclusive dimension of the temporal variable and the dimension of profit from enjoyment of the economic variable.

The clinical-criminological referent used as empirical data to articulate the conceptual matrix is ​​the Watts case established in the homonymous documentary.

From the qualitative study of the aforementioned case, it appears that the dimensions addressed (conclusion and gain) do not behave as they usually do in cases of triggered psychosis or serial crimes already studied.

The conceptual reference of personalities “as if” questions the proposed conceptual and operational matrix.

Keywords: Crime, Conclusion, Gain, Trigger.

Función del crimen en la economía libidinal: conclusión y ganancia. El homicidio de Christopher Watts.

Este artículo se inscribe en el marco del proyecto de investigación sobre las funciones psíquicas del crimen acreditado para la programación UBACyT 2020-2022 de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y se corresponde con el trabajo que se ha venido desarrollando en el contexto del dictado de la asignatura Psicología del delito y del delincuente, materia electiva del ciclo de grado de la mencionada casa de estudios.

El proyecto, perteneciente al área de la Psicología Jurídica, se enmarca dentro del Psicoanálisis dialogando con el campo de la Criminología. Se centra sobre el estudio de la función psíquica del crimen, entendiendo que el mismo desempeña algún papel dentro de la economía libidinal de un sujeto, es decir, que de algún modo le aporta a éste alguna solución respecto de alguna conflictiva –por más que lógicamente se plantee al respecto la dimensión paradojal de dicha solución.

En este sentido, el proyecto aísla dos variables en torno de las cuales identificar las funciones posibles del crimen en la estructura subjetiva. La variable temporal, especificada puntualmente en dos dimensiones: la dimensión conclusiva y la suspensiva. Y la variable económica (contabilidad del goce) especificada en dos dimensiones: pérdida (menos) y ganancia (plus).

El presente artículo explorará la posible relación entre ambas variables.

Método

Este estudio se enmarca en un proyecto de investigación de exclusivo alcance cualitativo. Su diseño descriptivo basado en la metodología de estudio cualitativo de caso ha permitido aplicar la matriz conceptual y operativa construida durante las etapas preliminares de este proceso. Posteriormente, se ha logrado articular dicha matriz con el dato empírico.

A los fines de delinear los ejes metodológicos del trabajo, se avanza en la definición conceptual y operacional de las variables y sus dimensiones. Dado que, este estudio explora la relación de las variables que participan en la delimitación del problema del proyecto de investigación (la determinación de las funciones psíquicas del crimen en la economía libidinal), este artículo dará cuenta de la relación posible entre la variable temporal y la variable económica.

Desde una perspectiva que atañe a la modulación temporal en la posición del criminal respecto de la acción, hay crímenes que suponen una función conclusiva mientras que otros en cambio, suponen una dimensión suspensiva. He ahí las dos dimensiones de la variable en juego.

De igual modo, en torno de la variable económica, es posible ubicar crímenes que implican un menos de goce, una suerte de acotamiento del mismo a partir de su realización y otros por el contrario cuya comisión entraña una ganancia, un plus de goce, incluso bajo el modo del hallazgo.

En otros sitios (Llull Casado, 2020 a; Llull Casado, 2020 b) se ha desplegado ya en torno de dos casos célebres (Jeffrey Dhamer y Edmund Kemper) el comportamiento de la variable temporal, en sus dos dimensiones.

En esta ocasión, el análisis procurará articular el caso con la matriz conceptual en torno de ambas variables: la temporal y la económica, al tiempo que postulará la posible presentación de una de las dimensiones de la primera junto con otra de las dimensiones de la segunda –presentación diversa a la usualmente atribuida por ejemplo a las psicosis esquizofrénicas o las paranoicas.

Sobre lo novedoso de esta presentación es que se fundará el despliegue de este artículo. Se verá si efectivamente tal maridaje entre dimensiones puede sostenerse.

El caso que se tomará como referente será el de Christopher Watts abordado por el documental El caso Watts: el padre homicida[1].

Resultados y Discusión

La particularidad del caso de Christopher Watts radica precisamente en la novedad respecto de la serie de desarrollos hasta aquí efectuados. Lo novedoso de su cuádruple crimen –según lo entendió la justicia estadounidense- reside en la aparente relación entre variables. El homicidio parece introducir la modalidad conclusiva en relación con la ganancia –es decir, da cuenta de una participación de la variable temporal, asociada a una dimensión de la variable económica que no suele ser la usual.

En otros sitios (Lacan, 1932; Maleval, 2001; Tendlarz, 1995 ; Allouch, 1990; Allouch, 1995; Alvarez, 1998, Llull Casado, 2015, 2018) se ha desarrollado ampliamente el tema alrededor de la relación entre el pasaje al acto y su función en la economía psíquica de la psicosis. Concretamente, se ha abordado el interrogante respecto de las coordenadas de producción del pasaje al acto y su orden de causalidad.

En los distintos planteos reseñados el crimen ha tenido una función vinculada a la estabilización de la estructura o, al menos, en vistas de cierta regulación del goce implicando una suerte de liberación o cese de la perturbación –a nivel de la economía libidinal.

Si quisiera aplicarse la matriz conceptual de la investigación en curso a la lectura de cualquiera de los casos mencionados –tómese como referente el de Aimeé– podría ubicarse el modo en que a la función conclusiva del crimen –en su carácter resolutivo– se le agrega a su vez una función de pérdida de goce que introduce una suerte de alivio a nivel de lo perturbador del objeto hostil –el kakon del que se trata.

Ya sea en el caso de las esquizofrenias (Guiraud & Cailleux, 1928) como en la paranoia misma (Lacan, 1932), el crimen (sea éste un homicidio o un hecho heterolesivo menor) puede tener como consecuencia un efecto de punto de basta y con ello, de regulación de la perturbación introducida por el kakon en la economía libidinal. Es decir que, en los términos de la investigación actual, la dimensión conclusiva de la variable temporal se presenta acompañada de la dimensión pérdida (o menos) de la variable económica.

Por esta razón, en la lectura que se hace de la función del crimen en esos casos, se plantea la idea de un pasaje al acto que, concluyendo con la acumulación de tensión previa, introduce en esa resolución un efecto de menos que reordena el balance libidinal y produce un efecto de cese a nivel de la perturbación introducida por el goce. Esta lógica por la cual la variable temporal en su dimensión conclusiva se presenta asociada a la variable económica en su dimensión de pérdida, constituye un esquema habitual en la presentación de los crímenes de las psicosis desencadenadas.

Precisamente, tal como se indicara líneas arriba, el homicidio de Watts tiene la particularidad de impresionar una novedad al respecto. Sin presumir que se trate aquí de un caso de psicosis, habrá no obstante que situar que la estructura de su homicidio múltiple se asemeja más a la de un desencadenamiento psicótico que a la de un fenómeno de serialidad criminal.

Sin embargo, lo singularmente significativo radica en el hecho de que lo conclusivo del crimen no parece estar ligado a ninguna perturbación gozosa previa. Es decir, no parece encontrarse en las coordenadas de producción del crimen ninguna presencia del kakon a nivel de la economía libidinal de Watts. Para decirlo lisa y llanamente, no hay antecedentes de desencadenamiento previo en el homicida y no es posible ubicar por tanto la función del goce perturbador situado en el campo del Otro o del cuerpo. No hay allí una presencia que comande la realización del pasaje al acto como corte.

No es posible rastrear presencia de delirios, alucinaciones, fenómenos en el cuerpo o a nivel de la realidad psíquica… Todo parece dar cuenta de una aparente normalidad previa que no tiene punto de contacto alguno con la presentación enajenada de la psicosis. Y entonces, ¿cómo se explica este homicidio y a qué responde el pasaje a la acción que tiene como desenlace el exterminio de una familia? ¿Será posible leer este homicidio con la matriz conceptual y operacional delineada en la investigación?

¿Conclusión y ganancia?

Tal como la justicia entendió el crimen, Watts necesitó deshacerse de su familia. Su mujer embarazada y sus dos hijas pequeñas constituían un obstáculo en su idílico proyecto de nueva vida junto a su amante. Sin embargo, el punto de exceso es claro. No era necesario un cuádruple homicidio para tal fin. Bastaba con divorciarse o cuanto menos, separarse. ¿Qué fue lo que ocurrió allí y qué estatuto tuvo esa conclusión para Watts? ¿Se trató verdaderamente de una conclusión o comportó por el contrario un acto fundacional?

Tal como la investigación en curso ha delineado los términos en los que se entiende la dimensión conclusiva de la variable temporal de un crimen, la misma implica el estatuto resolutivo del acto en su relación con la tensión acumulada en torno de lo perturbador del objeto. La comisión de un delito bajo la modalidad de pasaje al acto –sea un homicidio o un hecho heterolesivo– puede aportar el modo de instaurar un corte con la escena de padecimiento.

Si se analiza con detalle el estatuto del homicidio de Watts, el carácter conclusivo del mismo pareciera reducirse al criterio instrumental: debió deshacerse de su familia para dar inicio a una nueva vida junto a una nueva mujer. Ahora bien, ¿había en la coyuntura previa una descompensación tal de la economía libidinal que ameritara el corte, la extracción del objeto kakon –malo y perturbador? Nada en la historia de Watts parece indicarlo. ¿Y entonces? ¿Cómo entender ahí la conclusión?

Tal como se especifica en la reseña del caso, Watts se sostenía en la escena familiar a partir de una idea (de pareja, de paternidad, de escena doméstica). Es decir que, su inclusión en la misma no estaba ligada a una posición subjetiva que pudiera sostenerse más allá del imaginario –fundada por ejemplo en un significante amo que tradujera su identificación primaria.

La idea (en términos de un ideal sin fundamento simbólico o lastre real) era allí su soporte. La aparición de una mujer que lo convocó sexualmente y le planteó al mismo tiempo una idea de un nuevo proyecto (en principio de pareja), le produjo probablemente a Watts una egodistonía. No era posible incluirse idealmente en dos escenas. El imaginario desprovisto del simbólico impide la co-habitación simultánea o paralela o sucesiva –incluso– de dos escenas por parte de un sujeto.

¿Y si así lo hubiera entendido Watts? ¿Y si hubiera necesitado establecer un corte real en esa vida de simulacro en la que transcurría? ¿Y si el homicidio fuera el punto de discontinuidad en esa historia de “como si” que había recorrido hasta entonces? Quizás el único acto que realmente haya protagonizado en su vida. ¿Y si tal atravesamiento se presentó para Watts probablemente como la única condición de posibilidad de la nueva historia?

Puede ubicarse allí que, lo que en principio parece tratarse de una conclusión, no obedece a la lógica con la que esta investigación entiende la dimensión conclusiva en torno de un homicidio que se presenta como una resolución en términos de economía libidinal. Acá, lo perturbador no era el objeto de goce cuya presencia es necesario extirpar. Aquí lo disruptivo fue que la idea que aportaba el mantenimiento del sujeto en la escena dejó de operar como un sostén. Lo que se presentó bajo el modo de una conclusión no fue quizás otra cosa que un desanudamiento.

Este tipo de personalidades “as if” ha sido suficientemente descripto por Deutsch (1934) tal como lo evoca lateralmente Lacan (1955) y explícitamente Maleval (1996). Ahora bien, ¿qué hay detrás de esta cáscara vacía? ¿Cuál es la estructura que sustenta una (im)-postura similar? ¿Cómo se ordena la economía libidinal de este tipo de subjetividades y en qué punto esta noción puede servir para pensar la lógica de este homicidio?

Maleval (1996) sigue el rastro de Deutsch (1934) que toma el propio Lacan (1955) cuando sitúa la importancia de la identificación imaginaria en la compensación de la estructura esquizofrénica. Sin embargo, Maleval intenta ir un poco más allá. Su planteo apunta precisamente a fundamentar cómo la identificación imaginaria del sujeto bajo algunas de las modalidades descriptas por H. Deutsche puede funcionar como un anudamiento que evite o postergue el desencadenamiento de una psicosis.

Así, Maleval (1996) recurre a la descripción de las personalidades “as if” o “como si” para abonar su hipótesis. ¿Y si esas identificaciones imaginarias que brindan al sujeto una consistencia -al modo de una identidad fabricada con préstamos del semejante- fuera acaso no otra cosa que un modo de establecer algún anudamiento que haga las veces de realidad psíquica? ¿Y si entones tras ellas no hubiera otra cosa más que un vacío del ser, desprovisto del rasgo unario que le permitiera orientar la función de su Ideal en relación con algún significante amo?

El crimen de Watts brinda una pista: lo familiar es una idea surgida del préstamo que ha tomado a partir del otro. Es ese ideal ofertado por Shannan en base al cual él montó durante todos esos años una identidad de hombre-padre- esposo que le permitió hacer “como si” hiciera lazo. No se trata allí de un Ideal que opere articulado a un S1, sostenido sobre el fondo de una identificación primaria en la que se haya fijado ya el rasgo unario.

La precariedad resulta precisamente de la falta de ese fundamento simbólico que deja al sujeto a merced del plano imaginario, condenándolo a no existir más que a nivel de los semblantes de simulacro que puede tomar prestados del otro especular. Se trata en estos casos de la evidencia indiscutible de la forclusión del Nombre del padre.

Ese ideal, venido del otro se sostiene en la medida que el semejante se sostiene en su función de tal. Cuando su identificación imaginaria a este otro se ve cuestionada por la presencia real de un tercero, el ideal deja de ordenar la economía psíquica desanudando así la trama. En el caso de Watts las coordenadas del crimen son elocuentes. Efectivamente, la presencia real de su amante viene a desterrar el ideal de familia de Shannan en el que el sujeto se sostenía hasta entonces.

A partir de allí la subjetividad en cuestión se encuentra habilitada para actuar conforme a esa nada que hay detrás de la apariencia. Ya no será el hombre de familia, el esposo soñado o el padre ejemplar. Mostrará sin más quién hay detrás del simulacro. Y lo que hay es precisamente eso: un hombre cuya única existencia real queda reducida a un único momento en su historia, el homicidio de lo que parecía ser su familia.

Watts no mata en tanto padre o esposo. Mata habilitado por ese vacío sobre el cual montó la farsa –en principio para sí mismo y su Otro– de la familia en la que jamás creyó realmente. Watts no mata a sus hijas o a su hijo por venir porque allí no hay linaje posible. El homicidio de Watts testimonia sobre la forclusión del significante del Nombre del padre.

Watts mata simplemente a los objetos que en ese momento ya han perdido su valor idílico. Puede desprenderse sin más de ellos porque estos ya no comportan para sí el valor que tenían anteriormente en cuanto a su economía subjetiva –cuando ocupaban su lugar en la idea–sostén (idea que ordenaba la existencia del sujeto en ausencia del significante que fundara el anudamiento de su realidad psíquica).

He ahí por qué este caso no puede leerse desde la lógica conclusiva en los términos en los que se leen los crímenes de la esquizofrenia o la paranoia desencadenadas. No es lo real bajo la especie del goce lo que empuja aquí al crimen. Es ese desanudamiento entre imaginario y real sostenido por esa idea lo que produce el pasaje a la acción.

El pasaje a la acción no se verifica como la resultante de un empuje. Antes bien, se plantea como la consecuencia lógica de la continuidad entre registros (imaginario y real).Ahí el Ideal no opera en su función simbólica anudado a un S1 sostenido en el rasgo unario. Por tanto, la familia, como ideal, no se encuentra fundada sobre un anudamiento de tres (simbólico-imaginario-real) permitiendo fundar así la posición del sujeto.

Lo que sostiene a Watts durante tantos años en una escena que en verdad no habita libidinalmente no es una posición. Él no encarna allí una posición como hombre, esposo o padre. De lo que se trata es de otra cosa. Él se incluye en una escena montada sobre la idea de su semejante y sobre el fondo de esa identificación a la idea que toma del otro arma con eso una suerte de identidad. Cuando ese semejante ya no vale y el ideal ya no opera, la escena se desmonta sin más.

Watts ilustra claramente que el lazo de familia no siempre se funda sobre un anclaje real vinculado al deseo y al amor como tal. Para algunas subjetividades, el lazo es imposible, y lo único que hay como posibilidad es el mundo de una apariencia en la que intentan creer, hasta que algo sacude la estructura y los arranca de la escena en la que se sostenían. El final puede ser entonces absolutamente abrupto.

Watts se rige con esa lógica: la lógica del absoluto. No implicado ya más en esa vida familiar que ya no le aportaba nada más que obligaciones decide dar el paso que le asegure su libertad. Lo que obtiene, como correlato es la condena a prisión perpetua. El cálculo sale mal. Lo que él no cuenta es que esa familia tenía una existencia real y la ley se lo hace saber y pagar. El ideal (desprovisto de su anclaje simbólico) suele jugar una mala pasada.

Es en ese punto en que no puede pensarse que haya habido allí un crimen que pueda leerse con la lógica de la conclusión en los términos de la extracción del objeto mal. Por el contrario, la conclusión que se verifica en Watts deja traslucir ese continuo entre imaginario y real que devela la verdad de la estructura: la ausencia de lo simbólico y la falta de fundamento real para la función del Ideal.

Y aún más, podría pensarse, ¿hubo allí un final, o se trató en cambio de un acto inaugural tendiente a inscribir lo real en su valor propio?

¿Y qué decir de la dimensión de ganancia de la variable económica? ¿Es posible situar allí un hallazgo en torno de una oscura satisfacción que implica una ganancia directa como ocurre en el caso de los crímenes seriales? ¿Se verifica aquí algo del orden de un plus de goce que implique la obtención de un placer en los términos por ejemplo de la puesta en acto de un fantasma?

Lo significativo de este caso radica tal vez en este punto en el hecho de leer la ganancia sin asociarla a la dimensión suspensiva del crimen serial. Aquí no se trata de un goce que aporta un placer que se busca repetir, volver a encontrar una y otra vez… Aquí la lógica de la ganancia debe ser leída en su carácter episódico. Se trata de una ganancia circunscripta a esto que parece plantearse como un acto fundacional –probablemente único.

El carácter siniestro del caso y los elementos que lo componen harían que Watts puntúe en los niveles más altos de cualquier escala de predicción de riesgo de violencia futura –en otros términos, a juzgar por sus antecedentes, sería poco probable que cualquier evaluación estandarizada no arrojara un resultado en el que se previera la ocurrencia de un próximo homicidio.

Sin embargo, un análisis del caso a partir de la matriz conceptual y operacional de esta investigación permite introducir otra lectura. Más allá de la obvia referencia a la cadena perpetua que afronta y a la improbabilidad cierta de que vuelva a encontrarse en libertad- la hipótesis a las que conduce el análisis que se viene desarrollando apunta a situar el carácter único y fundacional del homicidio de Watts. Se trata de una vivencia de pasaje en la que el sujeto –por el atravesamiento mismo del registro imaginario en el que habita– hace por primera vez la experiencia de lo real.

¿Puede eso adquirir el estatuto de hallazgo y deparar a partir de allí la búsqueda de la repetición del encuentro con ese real? ¿Puede obtener de allí un plus con el que acceder a un goce inédito? De ser así ya se estaría introduciendo en la lectura del caso la dimensión suspensiva de la variable temporal, por la cual el crimen se repetiría al infinito. Con los elementos de que se dispone a los fines de esta investigación, la ganancia subjetiva no pareciera leerse en los términos de la criminalidad serial.

Por tanto, del estudio desplegado en torno del cuádruple homicidio de Watts y en la articulación con la matriz conceptual y operacional de la investigación, es posible sostener que, la aparente conclusión y ganancia obtenida por aquel a partir del homicidio, no se ajusta a los términos en los que en este proyecto se especificaron las variables homónimas.

Despejados así estos espejismos, será posible preguntar: ¿de qué modo las llamadas personalidades “as if” interpelan tal matriz conceptual y operativa y cómo puede esta investigación hacerles un lugar dentro del cual pensarlas?

Apéndice

El monstruo de Denver[2]

El homicidio de Watts impresiona por su brutalidad. Los titulares repiten “mató a sus dos hijas pequeñas y a su mujer embarazada”. Eso ya constituye per se un hecho impactante. Ahora, la cosa se torna aún más escalofriante cuando se coteja lo horroroso del crimen con la actitud del homicida inmediatamente posterior al mismo.

El modo en que se sostiene frente a la presencia policial en su casa el día de la desaparición de Shannan (incluso apenas horas después de haberle dado muerte); la entrevista periodística en la que manifiesta su anhelo de que regresen a su casa con vida –cuando él ya conoce el final–; incluso la sonrisa y el gesto de risa con el que acompaña ese pedido…

¿Cómo puede ser capaz de mantener la calma y aún más, cómo puede realizar semejante despliegue frente a la policía y las cámaras de televisión hablando de Shannan y sus hijas como si no las hubiera matado –cuando él sí sabe que lo hizo?

¿Cuál puede ser el oscuro mecanismo por el que Watts puede transitar el triple homicidio –o cuádruple, tal como fue considerado por la justicia estadounidense considerando el embarazo de veinte semanas de Shannan– e inmediatamente después mostrarse aparentemente tranquilo e incluso colaborador con la investigación policial? ¿Alcanza con apelar a la ausencia de empatía o a la falta de afectividad del psicópata?

El sentido común se ve trastocado con el crimen que enciende tal vez como pocos la alarma social. “Un padre mata a sus dos hijas pequeñas y a su mujer embarazada”. Atenta contra el concepto mismo de familia sobre el que se edifica la trama social. Y aún más, devela que los lazos de familia –aún los de sangre– no siempre se fundan en sentimientos amorosos. He ahí lo siniestro de este crimen.

¿Cómo pudo haber matado a sus hijas a las que parecía amar? ¿Cómo pudo haber matado a su mujer embarazada si se mostró feliz con la noticia del embarazo al recibirla? La fiscalía y el juez tienen una respuesta: Watts quería empezar una nueva vida junto a su amante y –lejos de considerar la simple opción de la separación– optó por una alternativa más radical: eliminar a su familia de su universo de referencia. Ya no tendría que responder llamados de la madre de sus hijas –a quien ya no amaba–, ni soportar sus demandas, ni ocuparse de las niñas. Tendría todo el tiempo que quisiera para pasar con su nuevo amor.

Una vez más el sentido común responde: pero no necesitaba matarlas para hacer eso, alcanzaba con que se fuera de su casa y se desentendiera, como de hecho hacen tantos hombres. Pero Watts no habitaba la lógica de tantos hombres. Su lógica era otra. El planteo utilitario y casi instrumental de la justicia parece explicar el móvil del homicidio, sin embargo, no logra dar cuenta del exceso, de lo desproporcionado del crimen respecto de la finalidad.

Si no era necesario semejante acto, ¿por qué Watts no pudo hacer otra cosa que exterminar a su familia realmente? ¿Por qué no le alcanzó con la idea del divorcio o la representación de una separación de hecho? ¿Por qué dio ese paso de más? O, dicho en otros términos, ¿qué fue lo que le impidió habitar paralelamente dos escenas, o restarse de una e incluirse en otra –su vida familiar y su vida erótica clandestina– sin pasar por una solución extrema?

Un hombre que atenta contra la vida de sus hijos es alguien que no está situado allí como padre. Es decir, el filicidio devela allí la verdad de la estructura. Ese hombre muestra en acto que no hay allí cadena generacional, que no se sostiene la línea simbólica de sucesión, que esos niños o niñas no tienen allí un estatuto simbólico ni real que le permita a él representarse su trascendencia. Hay allí una transmisión imposible. El homicidio lo único que hace es develarlo.

Para la opinión pública efectivamente no hay nada más difícil de comprender que el hecho de que Watts haya matado a sus dos niñas pequeñas a quienes –se supone– debía amar y a su mujer que, estando embarazada, le daría nuevamente descendencia. Sin embargo, ni va de suyo que un hombre ame a sus hijos, ni que su deseo se funde en un orden genealógico que sostenga su inscripción en un linaje.

Para decirlo de otro modo, si Watts puede atacar sin mayor trastorno psíquico su propia implicación en el linaje paterno-filial, es precisamente porque él no se encuentra allí implicado. El lazo con las niñas –como él las llama– es completamente subsidiario a la relación con Shannan. Suelto él de su vínculo con Shannan, esas niñas no entrañan para él un valor en su economía subjetiva.

Watts no las mata a pesar de quererlas. Watts las puede matar porque no las quiere. De igual modo que hace con su mujer. Él lo dice claramente, ya no la amaba. Algo de lo que lo ligaba a ella, ya no lo hacía más. Desprenderse así de esos objetos que comportaban para él un gasto psíquico innecesario no es otra cosa que una acción lógica –y hasta por qué no, justa.

Nada inhibe a Watts para el homicidio. La lógica es exactamente la inversa que la que se deriva del sentido común.

Watts no estaba comprometido en el proyecto de familia que antes pareciera haber compartido con Shannan. Habiéndose desprendido de ese ideal, las niñas y la idea de familia vinculada a esa estructura, carecía para él de cualquier sustento real. Él ya no estaba ahí. ¿Alguna vez lo había estado realmente? No hay signos discursivos que den cuenta de la presencia de algún tipo de afecto vinculado a las hijas o su mujer.

¿Qué tipo de subjetividad encarnaría un personaje capaz de desplegar semejante nivel de ominosidad? Seguramente la categoría de psicópata o personalidad narcisista pueden venir a aportar algún elemento con el cual conceptualizar el perfil psicopatológico de este homicida. Sin embargo, tal vez resulte más esclarecedor salir de los lugares comunes y tratar de pensar un poco más allá.

Lo siniestro, lo ominoso del homicidio de Watts, radica justamente en el hecho de haber introducido la dimensión del crimen al interior del lazo familiar. Muy freudianamente, se asiste a la aparición de lo inquietante a nivel del lazo que por excelencia debiera dejar lo aterrador por fuera (Freud, 1919).

Watts representa no solamente la frialdad, la falta de empatía, el descaro, la amoralidad, o cuantos sentidos quieran atribuirse al hecho de haber dado muerte a su familia y haberse presentado luego como un damnificado por la tragedia, sino fundamentalmente, un hombre que, sin haber habitado nunca realmente el lazo paterno filial, logró instalarse en él “como si” lo hubiera hecho.

He ahí tal vez el punto clave del asunto. ¿Y si Watts había habitado hasta entonces su vida conyugal, su paternidad, en suma, su existencia familiar “como si” estuviera implicado libidinalmente, pero sin estarlo? Es decir, ¿y si el modo de lazo que él hubiera establecido allí hubiera estado ligado más a una idea de familia, a una idea de pareja, a una idea de paternidad, que poco anclaje real hubiera tenido por la vía de un deseo decidido?

Tal vez eso explicaría por qué, desenlazado del ideal, se habría sentido habilitado para deshacerse de los objetos-estorbo. Watts, salido del “como si” en el que había vivido hasta entonces, arrancado de esa experiencia por la presencia de su amante, habría necesitado hacer un movimiento. Un corte absoluto con la escena que hasta entonces lo había sostenido. ¿He ahí el sentido –incomprensible– del múltiple crimen? ¿O acaso haya que pensar en algo de otro orden? ¿Y en vez de un final se trate de algo más ligado a un acto instituyente?

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Allouch, J., Porge, E. & Viltard, M. (1995). El doble crimen de las hermanas Papin. México: Editorial Edelp.

Álvarez, J.M. (1998). Líneas de interpretación del caso Wagner. El caso Wagner (Gaupp, R). Madrid: Asociación Española de Neuropsiquiatría.

Deutsch, H. (1934). Algunas formas de trastorno emocional y su relación con la esquizofrenia. Revista de Psicoanálisis. Vol. 25. Buenos Aires: Asociación Psicoanalítica Argentina. 1968.

Freud, S. (1919). Lo ominoso. Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu Editores. 2006.

Guiraud, P. & Cailleux, B. (1928). El homicidio inmotivado. Etiem. Caracterología. Buenos Aires: Edigraf.

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Llull Casado, V. (2015). ¿Enajenados? Responsabilidad en la locura criminal. Buenos Aires: Letra Viva.

Llull Casado, V. (2018). Homicidio adolescente. Premio Facultad de Psicología. Buenos Aires: Facultad de Psicología. UBA.

Llull Casado, V. (2020 a). El crimen serial leído desde la temporalidad. Artículo presentado a evaluación.

Llull Casado, V. (2020 b). La temporalidad del crimen. Artículo presentado a evaluación.

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Maleval, J. C. (2001). Crimen inmotivado y función del pasaje al acto para el sujeto psicótico. Escuela de la Causa Freudiana. Nº 71.

Tendlarz, S. (1995). Guiraud: la inmotivación del homicidio en la psicosis. Etiem Nº 1. Caracterología. Buenos Aires: Edigraf.

Notas

1 El caso Watts: el padre homicida. Documental realizado por Jenny Popplewell. Disponible en Netflix.
2 Artículo publicado en https://www.psicocrimen.com


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