Psicoanálisis
VICISITUDES DE LA DUPLA DE LO UNARIO Y LO UNIANO: EL SEMINARIO 17 DE JACQUES LACAN
THE UNARY AND THE UNIAN IN THE 17th SEMINAR OF JACQUES LACAN
VICISITUDES DE LA DUPLA DE LO UNARIO Y LO UNIANO: EL SEMINARIO 17 DE JACQUES LACAN
Anuario de Investigaciones, vol. XXVII, pp. 293-296, 2020
Universidad de Buenos Aires
Recepción: 01 Agosto 2020
Aprobación: 20 Octubre 2020
Resumen: El propósito de este trabajo es examinar los antecedentes de la oposición entre lo unario y el campo de lo uniano en relación con la trama conceptual del Seminario 17 “El reverso del psicoanálisis”, también llamado Seminario de los cuatro discursos. Este seminario no aborda de manera explícita la oposición entre lo unario y lo uniano, la cual se va a constituir dos años más tarde; sin embargo, encontramos en él que esta oposición repercute y se manifiesta en tres registros diferentes, a saber: la delimitación de dos estadios del lenguaje, la distinción entre dos modalidades del saber, y la relación con el goce. En los tres casos juega un papel decisivo el significante amo y el discurso del amo, tema predominante introducido en este seminario.
Palabras clave: Rasgo unario, lo Uno, Campo uniano, Significante amo.
Abstract: The purpose of this paper is to examine the antecedents of the opposition between the unary and the field of the unian in relation to the conceptual plot of Seminar 17 “The reverse of psychoanalysis”, also called the Four Discourses Seminar. This seminar does not explicitly approach the opposition between Unary and Unian, which will be established two years later; however, we found that this opposition affects and manifests itself in three different registers: the delimitation of two stages of language, the distinction between two modalities of the knowledge [savoir] and the relationship with the benefit [jouissance]. In these three cases, the significant master and the discourse of the master, predominant subject introduced in this seminar, play a decisive role.
Keywords: Unary trait, the One, Unian field, Master significant.
El 3 de marzo de 1972, en la que ahora está publicada como clase VII de su Seminario 19 “… o peor”, Lacan promueve una reflexión sobre el Uno: “vamos por el camino en el que debe interrogarse rigurosamente la irrupción de la cosa más extraña, a saber, la función del Uno” (p.107); reflexión que lo conduce, dos clases más tarde, a formular la proposición “Hay Uno”: il y a de l’Un, la que también escribe con la contracción “Haiuno”: Yad’lun (p.125). Esta proposición llega a adquirir un lugar predominante en la red conceptual de la faz final de su enseñanza. Ha sido caracterizada por Jacques-Alain Miller como el axioma del último período de la enseñanza de Lacan, el cual ha suplantado el que considera fue el axioma inicial de esa enseñanza: “Hay lenguaje”. Este axioma inicial implica que el lenguaje es primero, nada podemos interrogar como anterior a él ya que para hacerlo debemos contar con su existencia. Por el contario, el Uno, que ha entrado en nuestro lenguaje, es anterior a él, y aún exterior al lenguaje. Aun en el caso en que no hubiera acuerdo en calificar como axioma la fórmula “Hay Uno”, no se podría poner en duda el lugar predominante y la importancia que llega a adquirir en el último Lacan: En esa clase él mismo afirma: “nada es más peligroso que las confusiones que atañen al Uno” (p.104)
Ahora bien, al introducir de esta manera el Uno, en la clase IX de ese seminario Lacan lo distingue del rasgo unario, concepto formulado una década antes y que es original de su enseñanza, a pesar de que él sostenga haberlo encontrado en los textos de Freud:
“Lo Unario yo no lo inventé. En 1962 creí poder extraer de Freud el rasgo unario, al traducir de ese modo lo que él denomina einziger Zug, la segunda forma de identificación que distingue. […]. Por el contario, el término con el que abarcaré lo que hoy les diré es absolutamente nuevo.
Este término surge de una suerte de precaución, porque hay muchas cosas diversas que interesan en el Uno. Intentaré a continuación desbrozar algo que sitúe el interés que mi discurso, en la medida que a su vez desbroza el discurso analítico, tiene en pasar por el Uno. Ante todo consideren el campo designado genéricamente como lo Uniano.
Éste es un término que nunca fue dicho y que sin embargo presenta cierto interés, por aportarles una nota de despertar cada vez que el Uno interese”. (p.124)
Lacan establece de este modo una distinción entre lo unario y el campo de lo uniano que adquiere su sentido en la trama conceptual de ese momento de la enseñanza de Lacan. Sin embargo, aun cuando esta distinción entre lo unario y lo uniano se establece en este seminario de los años 1971-72, debe reconocerse que ha sido precedida por numerosos antecedentes, uno de los cuales constituye el tema de este trabajo.
En efecto, desde el mismo momento en que Lacan introdujo en su Seminario 9 “La identificación” el concepto de rasgo unario como origen del lenguaje y componente de la identificación del sujeto, este concepto ha sido siempre acompañado por alguna referencia que lo distingue de lo Uno, constituyendo de ese modo una dupla que se desplaza a lo largo de la elaboración lacaniana, asumiendo entonces diferentes valores en función de la variación del contexto conceptual en el que sucesivamente se va insertando.
El propósito de este trabajo es examinar los antecedentes de la oposición entre lo unario y el campo de lo uniano específicamente en relación con la trama conceptual del Seminario 17 “El reverso del psicoanálisis”, también llamado Seminario de los cuatro discursos.
Este seminario no aborda de manera explícita la oposición entre lo unario y lo uniano, la cual, como ya afirmé, se va a constituir recién dos años más tarde; sin embargo, encontramos que esta oposición repercute en las diferentes nociones del mismo, manifestándose en tres registros diferentes, a saber: la delimitación de dos estadios del lenguaje, la distinción entre dos modalidades del saber, y la relación con el goce. En los tres casos juega un papel decisivo el significante amo y el discurso del amo, tema predominante introducido en este seminario.
Examinemos entonces esos tres registros. En primer lugar, en referencia al significante amo, Lacan distingue dos estadios del lenguaje, antes y después de su constitución. Hay un estadio original del lenguaje, donde no ha surgido un significante amo y, en consecuencia, todos los significantes son equivalentes entre sí, definiéndose cada uno por sus diferencias con todos los otros. Y hay un estadio ulterior, en que alguno de esos significantes se erige en significante amo, dando origen así al discurso de esta denominación.
“Volvamos a lo que hay que entender por significante amo partiendo de lo que hemos adelantado a este respecto.
Al comienzo, ciertamente, no lo hay. De algún modo, todos los significantes son equivalentes, porque sólo juegan con la diferencia de cada uno respecto de todos los demás, por el hecho de no ser los otros significantes. Pero por eso también cada uno de ellos es capaz de adquirir la posición de significante amo, precisamente por lo siguiente, porque su función eventual es representar a un sujeto para cualquier otro significante. (p.93)
Podemos reconocer en estos dos estadios del lenguaje características que definen el campo de lo unario y el campo de lo uniano respectivamente. El estadio original se rige por las características del rasgo unario; y el estado ulterior, por el contario, asume cualidades propias de lo Uno.
El rasgo unario se define por la diferencia. Consiste en la diferencia que sigue existiendo entre dos elementos a pesar de que se hubieren eliminado todas las diferencias cualitativas entre ellos: aun en este caso, en que ambos son cualitativamente iguales, son diferentes: uno sigue siendo uno, y el otro, otro. De allí que Lacan lo califique como la pura diferencia. Como componente esencial del lenguaje, el rasgo unario determina el carácter diacrítico de éste, es decir, la naturaleza diferencial de los significantes, a raíz de lo cual no sólo un significante es la diferencia respecto de todos los otros sino que, además, es diferente de sí mismo.
El rasgo unario está presente entonces desde el comienzo mismo del lenguaje ya que constituye su rasgo esencial. O tal vez, deberíamos usar el plural, porque justamente por consistir en la diferencia, el rasgo unario, dice Lacan, nunca está solo. Nunca es uno, siempre es varios. Está en el origen de la repetición en la que, el significante al repetirse, ya es diferente.
Desde luego, el rasgo unario no está nunca solo. Así pues, el hecho de que se repita – que se repita para no ser nunca el mismo – es propiamente el orden mismo, el orden en cuestión por el hecho de que el lenguaje esté presente y esté ya ahí, con su eficacia. (p.166)
El significante amo (S1), por el contario, está solo. Por eso Lacan lo llama significante único. Y opera, en la red conceptual de este seminario, por una distinción secundaria, no inicial, al separarse de todos los otros y tratarlos como un conjunto (S2).
Este significante único opera por su relación con lo que ya está ahí, articulado, de modo que sólo podemos concebirlo por una presencia del significante que ya está ahí, diría, desde siempre. En efecto, si este significante único, el significante del amo, escrito como ustedes quieran, se articula con algo de la práctica que ordena, dicha práctica está ya tejida, tramada, por lo que, es cierto, todavía no se desprende de ella, a saber, la articulación significante. (p.164)
Por sus efectos y consecuencias sobre el resto de los significantes, al reunirlos en un conjunto, Lacan caracteriza al significante amo como unificante, como todo.
De ahí que lo que aprehendemos en el discurso analítico – el Uno unificante, el Uno-todo – no es lo que está en juego en la identificación. La identificación pivote, la identificación mayor, es el rasgo unario, […]. (p.166)
Podría también considerarse que esta distinción entre dos estadios del lenguaje anticipa la que Lacan establecerá varios años después entre lalangue y el lenguaje. Este último no es inicial, es secundario, y constituye una elaboración estructural de aquélla.
Pasemos ahora a considerar el segundo registro: la distinción entre dos modalidades del saber. En este caso la distinción, también estructural, acentúa la dimensión diacrónica. Es decir, se la puede abordar en la perspectiva de su valor histórico. En el desarrollo de la cultura humana el discurso del amo ha surgido en un determinado momento de la historia; marca entonces un antes y un después donde el saber asume características distintas. El discurso del amo se asocia, en Occidente, con el surgimiento del saber filosófico, que contribuye a su sustento. Previo al saber de la filosofía regía el saber mítico.
Encontramos la huella de la presencia primera de este saber [mítico] incluso allí donde ya queda lejos, porque ha sido adulterado en gran medida a lo largo de lo que se llama la tradición filosófica – juicio del embrague del significante del amo sobre este saber. (p.164)
En otros pasajes de este mismo seminario Lacan se refiere a esta distinción entre dos modos del saber, pero no ya en referencia a la filosofía sino a la religión. Opone así el saber mítico al del monoteísmo de la religión judía. Ubica un antes y un después entre el surgimiento del Dios de los judíos y los cultos que éste viene a sustituir. Se trata de Baal, y las premisas de una concepción en que la fertilidad supone la existencia de la relación sexual.
[…]. Por supuesto, si tuviéramos necesidad aquí de algo que evocara no sé qué océano de saber mítico que debía regular la vida de los hombres -- ¿y cómo saber si era o no armónico? – la mejor referencia podría muy bien ser lo que Yahvé maldice, en lo que he llamado su feroz ignorancia, con el término prostitución. (p.164)
Por último, en tercer lugar, podemos reconocer la distinción entre el rasgo unario y lo uniano, tal como se despliega en el desarrollo del Seminario 17, en la relación con el goce.
En este seminario reencontramos el concepto de rasgo unario tal como Lacan lo formuló originalmente en el Seminario 9, pero con un agregado sustancial. Su función ya no se relaciona sólo con el origen del lenguaje y con el sujeto, sino intrínsecamente con el goce. El rasgo unario surge como marca de goce y, al repetirse, lo tramita.
Y ahora viene lo que aporta Lacan [en este seminario]. Se refiere a esta repetición, esta identificación del goce. En este punto, tomo algo prestado del texto de Freud, dándole un sentido que éste no indica, la función del rasgo unario, es decir, la forma más simple de la marca, que es el origen del significante propiamente dicho. (p.49) […].
Este saber muestra aquí su raíz en el hecho de que, en la repetición, y para empezar bajo la forma del rasgo unario, resulta ser el medio del goce ---del goce precisamente en tanto supera los límites impuestos, bajo el término de placer, a las tensiones usuales de la vida. (p.51) […], ¿la marca es ya en sí misma conductora de voluptuosidad? (p.52)
El rasgo unario en su repetición es medio de goce, pero también su tramitación metonímica. En la repetición no se reproduce el goce original, hay siempre una diferencia, una pérdida de goce.
Lo que precisa de la repetición es el goce. En la medida en que hay búsqueda de goce en tanto repetición, […] lo que nos interesa como repetición y que se inscribe por una dialéctica del goce, es propiamente lo que va contra la vida. […].
Como todo nos lo indica en los hechos, la experiencia, la clínica, la repetición se funda en un retorno del goce. Y lo que el propio Freud articula en este sentido es que, en esa misma repetición, se produce algo que es un defecto, un fracaso. (p.48)
[…], lo que se repite no puede estar más que en posición de pérdida con respecto a lo que es repetido. […] Freud insiste, en la misma repetición hay una mengua de goce. (p.49)
Ahora bien, a diferencia del rasgo unario, lo Uno del significante amo induce y determina la castración. La atribución de esta función al significante amo constituye una de las tesis fundamentales introducidas por Lacan en el Seminario 17. Quien determina la castración ya no es el significante del Nombre del Padre, sino que ésta es un efecto directo del significante amo, cualquiera sea el significante que asuma ese lugar. El padre continúa asumiendo la función de agente de la castración, pero ahora en un sentido muy diferente, no agente en su significado de determinación o causa, sino agente en tanto representante o delegado del sujeto. Además, ya no se trata del significante del Nombre del Padre sino del padre real. El Edipo no es sino un sueño, el sueño de Freud.
El efecto de la castración implica también un tratamiento del goce pero de un orden muy distinto, no metonímico sino metafórico. No se trata ya de la pérdida de goce en su reproducción en la temporalidad significante, sino de su estatuto estructural como goce prohibido. El discurso del amo determina la pérdida de goce que se deriva de la castración y localiza el objeto a en el lugar de la producción, objeto que es una recuperación de goce, un plus de gozar, pero de una manera circunscripta y discreta, es un Uno de goce. El objeto a es también una de las formas de lo Uno.
Como el desarrollo de este tema excede el propósito de este trabajo, me contentaré entonces con tres breves citas en referencia a la relación entre significante amo, castración y objeto a.
Lo que yo introduzco, lo que voy a enunciar hoy de nuevo, es que al emitirse hacia los medios del goce que son lo que se llama el saber, el significante amo no sólo induce sino que determina la castración.(p.93).[1]
El discurso del amo […], al entrar en el mecanismo de su aserción repetida, tuvo que captar la pérdida por su propia entrada en el discurso y, por decirlo de una vez, ver surgir este objeto a que hemos señalado como plus de goce. (p.84)
Se trata ahora de saber qué quiere decir esta castración, que no es un fantasma, y de la que resulta que sólo hay causa del deseo como producto de tal operación […], (p.136)
Conclusiones
En síntesis, en el Seminario 17 “El reverso del psicoanálisis”, la oposición entre lo unario y el campo de lo uniano se despliega en tres registros, todos ellos en relación con el significante amo.
En primer lugar, en la distinción entre dos estadios del lenguaje: por una parte, un estadio inicial en el que predomina el rasgo unario y, en consecuencia, los significantes son equivalentes entre sí; y, por otra, un estadio ulterior en el que uno de esos significantes se separa del resto y se erige en significante amo, como Uno unificante.
En segundo lugar, se expresa en dos modos del saber; el saber mítico y otro saber que lo sucede y sustituye, sea en la forma del monoteísmo judío, o fuere con la del que, en Occidente, tiene su origen en el saber filosófico.
Finalmente, en tercer lugar, la distinción entre lo unario y lo uniano remite a las relaciones con el goce. El rasgo unario es desde su origen marca de goce y lo reproduce en la repetición. El significante amo, en cambio, induce la castración, determina el goce como prohibido, recuperándolo parcialmente en forma del objeto a.
La oposición entre el rasgo unario y lo uniano tal como se presenta en el Seminario 17, muestra diferencias significativas con las características y el valor de esta dupla en momentos anteriores de la enseñanza de Lacan; y, a su vez, asumirá nuevas diferencias en su elaboración posterior, las cuales estarán determinadas no tanto por una nueva modificación del concepto de rasgo unario sino por una transformación radical en la concepción de lo Uno: recién entonces surgirá lo uniano propiamente dicho.
Referencias
Lacan, J. (1969-70). El seminario, libro 17: El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1992.
Lacan, J. (1971-72). El seminario, libro 19: … o peor. Paidós, Buenos Aires, 2012.
Notas