Psicoanálisis

EL TIEMPO EN LA PANDEMIA: LA PERCEPCIÓN TEMPORAL EN LA CLÍNICA Y EN EL COTIDIANO

TIME IN THE PANDEMIC: THE TEMPORAL PERCEPTION INSIGHT THE CLINIC AND IN EVERYDAY LIFE

Tábata Romani Hernández
Centro de Estudos Psicanalíticos (CEP), São Paulo, Brasil., Argentina

EL TIEMPO EN LA PANDEMIA: LA PERCEPCIÓN TEMPORAL EN LA CLÍNICA Y EN EL COTIDIANO

Anuario de Investigaciones, vol. XXVII, pp. 325-330, 2020

Universidad de Buenos Aires

Recepción: 19 Agosto 2020

Aprobación: 20 Octubre 2020

Resumen: El presente artículo tiene como propósito investigar la experiencia en la noción de tiempo tanto en el cotidiano como dentro del trabajo clínico psicoanalítico, en el contexto actual que vivimos. Una vez que toda la humanidad, hoy en día, enfrenta las limitaciones, concretas y psíquicas, de una situación de pandemia, es posible cuestionar cuales son los efectos y significados señalados en nuestra percepción acerca de cómo comprendemos el atravesamiento del tiempo.

Palabras clave: Pandemia, Tiempo, Percepción temporal, Clínica psicoanalítica, Cotidiano, Psicoanálisis.

Abstract: The purpose of this article is to investigate the experience in our notion of time both in everyday life and in psychoanalytic clinical work, in the current context we live. Once all of human kind today faces the concrete and psychic limitations of a pandemic situation, it is possible to question what are the effects and meanings identified in our perception of how we understand the passing of time.

Keywords: Pandemic, Time perception, Psychoanalytic clinic, Psychoanalysis.

Desde hace mucho, y de forma paulatina, la humanidad aspira dominar el tiempo. Entenderlo más profundamente sigue siendo una cuestión relevante. Nuestra investigación, en los últimos siglos, nos ha llevado a comprender lo complejo de su subjetividad. La noción temporal es elástica. ¿Cómo delimitar algo tan potente y plural en una definición fija?

Solemos definir el tiempo como algo que habita el reloj. Esta es una medición establecida a través de un convenio colectivo histórico. La creamos nosotros para controlarlo no para saberlo. Para ello, necesitamos asimilar que nos afrontamos aquí con un tema relativo, no absoluto.

La noción de relatividad fue estudiada por grandes mentes de la Física, como Einstein en su teoría fundamental, de la Filosofía y, por supuesto, del Psicoanálisis. Las ciencias humanas, por supuesto, nos invitan a reflexionar sobre este tema más allá de lo que es lógico. Es posible pensar, a partir de esto punto de vista, que la idea de tiempo para uno surja a través en la de experiencias vividas por el sujeto y registradas por su inconsciente.

El interesante artículo de Jô Gondar (2006), psicoanalista y destacada estudiosa brasileña, intitulado Winnicott, Bergson, Lacan: el tiempo y el psicoanálisis, nos transporta a una oportuna cita de San Agustín: “Entonces, ¿qué es el tiempo? Si nadie me pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo a quienes me hacen la pregunta, no lo sé”[1].

Con tal reflexión, San Agustín explicita el carácter irrepresentable del tiempo, algo que está perfectamente de acuerdo también con las enseñanzas freudianas. Esto significa decir, por lo tanto, que hay partes de este material que somos incapaces de representar psíquicamente en su totalidad.

Sigmund Freud, en innúmeras oportunidades, aportó nociones igualmente imposibles de ser simbolizadas en su integralidad. Como ejemplos, citamos los problemas de la diferenciación sexual y la muerte, juntamente a la cuestión del tiempo.

Algunas consideraciones relevantes respecto a estos temas son encontradas en textos como Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte (1915), Transitoriedad (1915) y Más allá del principio de placer (1920).

En Transitoriedad, Freud describe la conversación que tuvo, en el medio de los campos floridos de la ciudad italiana de Dolomitas, con el poeta Rainer Maria Rilke y su amiga Lou-Andreas Salomé, sobre la finitud de las cosas.

La obra, escrita durante el estallido de la Primera Guerra Mundial, presenta el psicoanalista oponiéndose al pesimismo de Rilke. Al revés de mirar a la existencia de lo efímero en la vida con dolor, él la valora. Freud plantea que solamente de esta forma sería posible comprender la importancia de todas las cosas.

Las ideas de destrucción y de finitud exigen del sujeto un profundo proceso de duelo. Hacerse cargo de los límites y fronteras en nuestro psiquismo es un proceso sumamente necesario. De esto se infiere, entonces, que el carácter transitorio de la vida es precisamente lo que nos permite reconocer el paso del tiempo y, con ello, su importancia.

Concomitantemente con estas ideas, encontramos la publicación Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte. El texto de 1915 sorprende por estar muy cerca de nuestro tiempo presente. En medio a un escenario de guerra o de pandemia, aquí, Freud plantea lo complejo que es vivir en una realidad demasiadamente volátil. Él escribe[2]:

Desde hace mucho, y de forma paulatina, la humanidad aspira dominar el tiempo. Entenderlo más profundamente sigue siendo una cuestión relevante. Nuestra investigación, en los últimos siglos, nos ha llevado a comprender lo complejo de su subjetividad. La noción temporal es elástica. ¿Cómo delimitar algo tan potente y plural en una definición fija?

Solemos definir el tiempo como algo que habita el reloj. Esta es una medición establecida a través de un convenio colectivo histórico. La creamos nosotros para controlarlo no para saberlo. Para ello, necesitamos asimilar que nos afrontamos aquí con un tema relativo, no absoluto.

La noción de relatividad fue estudiada por grandes mentes de la Física, como Einstein en su teoría fundamental, de la Filosofía y, por supuesto, del Psicoanálisis. Las ciencias humanas, por supuesto, nos invitan a reflexionar sobre este tema más allá de lo que es lógico. Es posible pensar, a partir de esto punto de vista, que la idea de tiempo para uno surja a través en la de experiencias vividas por el sujeto y registradas por su inconsciente.

El interesante artículo de Jô Gondar (2006), psicoanalista y destacada estudiosa brasileña, intitulado Winnicott, Bergson, Lacan: el tiempo y el psicoanálisis, nos transporta a una oportuna cita de San Agustín: “Entonces, ¿qué es el tiempo? Si nadie me pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo a quienes me hacen la pregunta, no lo sé”[1].

Con tal reflexión, San Agustín explicita el carácter irrepresentable del tiempo, algo que está perfectamente de acuerdo también con las enseñanzas freudianas. Esto significa decir, por lo tanto, que hay partes de este material que somos incapaces de representar psíquicamente en su totalidad.

Sigmund Freud, en innúmeras oportunidades, aportó nociones igualmente imposibles de ser simbolizadas en su integralidad. Como ejemplos, citamos los problemas de la diferenciación sexual y la muerte, juntamente a la cuestión del tiempo.

Algunas consideraciones relevantes respecto a estos temas son encontradas en textos como Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte (1915), Transitoriedad (1915) y Más allá del principio de placer (1920).

En Transitoriedad, Freud describe la conversación que tuvo, en el medio de los campos floridos de la ciudad italiana de Dolomitas, con el poeta Rainer Maria Rilke y su amiga Lou-Andreas Salomé, sobre la finitud de las cosas.

La obra, escrita durante el estallido de la Primera Guerra Mundial, presenta el psicoanalista oponiéndose al pesimismo de Rilke. Al revés de mirar a la existencia de lo efímero en la vida con dolor, él la valora. Freud plantea que solamente de esta forma sería posible comprender la importancia de todas las cosas.

Las ideas de destrucción y de finitud exigen del sujeto un profundo proceso de duelo. Hacerse cargo de los límites y fronteras en nuestro psiquismo es un proceso sumamente necesario. De esto se infiere, entonces, que el carácter transitorio de la vida es precisamente lo que nos permite reconocer el paso del tiempo y, con ello, su importancia.

Concomitantemente con estas ideas, encontramos la publicación Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte. El texto de 1915 sorprende por estar muy cerca de nuestro tiempo presente. En medio a un escenario de guerra o de pandemia, aquí, Freud plantea lo complejo que es vivir en una realidad demasiadamente volátil. Él escribe[2]:

Arrastrados por la agitación de este tiempo de guerra, informados unilateralmente, sin distancia de las grandes transformaciones que ya se han producido o están comenzando a producirse y sin vislumbrar el futuro que ya se está configurando, nos hemos descarriado en el sentido que nos atribuyen las impresiones que nos dan. nos oprimen y el valor de los juicios que formamos. Quiere parecernos que ningún evento habrá destruido tantos y tan preciosos bienes comunes a la humanidad, trastornado tantas inteligencias lúcidas y degradado tan profundamente las cosas más elevadas. (Freud, p. 04)

Más adelante, en la segunda parte de la obra, titulada Nuestra actitud ante la muerte, Freud afirma:

Nos basamos en el método de investigación del psicoanálisis, el único que llega a tales profundidades. Nos preguntamos: ¿cómo se comporta nuestro inconsciente ante el problema de la muerte? La respuesta rezará así: casi exactamente como el hombre primordial. En este sentido, como en muchos otros, el hombre de la Prehistoria sobrevive inalterado en nuestro inconsciente. Por tanto, nuestro inconsciente no cree en la muerte en sí, se comporta como si fuera inmortal. Lo que llamamos “inconsciente” - los estratos más profundos de nuestra alma, constituidos por movimientos pulsantes - no conoce, en general, nada negativo, ninguna negación - las contradicciones se funden en ello - y por tanto, no conoce la muerte misma, al que solo podemos dar contenido negativo. Por tanto, nada pulsional favorece la creencia en la muerte en nosotros. Quizás este sea incluso el secreto del heroísmo.[3]

Nos atrevemos, con esto, a colegir que bien como en una situación de guerra el actual momento pandémico nuestros psiquismos se encuentran una muy difícil simbolización, provocando experiencias del orden de lo traumático y en carácter universal.

Percepción temporal en la vida cotidiana

En vista de ello, sabemos lo difícil que es elaborar la experiencia del contemporáneo. Actualmente, vivimos una paradoja en el tiempo: sentimos como si fuéramos rehenes de la eternidad sin futuro pero, al mismo tiempo, presenciamos el Real en la finitud que suele convocarnos con las diarias muertes y pérdidas.

En la obra del año 1901 Psicopatología de la vida cotidiana, donde Freud investiga, entre tantas cosas, el acto fallido, encontramos el olvido como mecanismo de defensa. El acto de no estar presente se transforma en un instrumento de manejo de la angustia.

Sigmund Freud plantea ahí:

También en personas sanas, no neuróticas, hallamos abundantes indicios de que una fuerte resistencia se contrapone al recuerdo de impresiones penosas, a la representación de pensamientos penosos. Pero el cabal significado de este hecho sólo se puede medir si se ahonda en la psicología de las personas neuróticas. Uno se ve precisado a hacer de este afán defensivo elemental contra representaciones que pueden despertar sensaciones displacenteras. (pp. 145/146)[4]

Con esto, podemos deducir que, en la presencia de momentos de guerra, de hambre o pandémicos, intentamos defensivamente mantener partes del cotidiano sin representación psíquica. Y, por consiguiente, el registro del propio tiempo se queda entonces aturdido en nuestros recuerdos.

El psicoanalista y psiquiatra brasileño, Sergio Kehdy, de la provincia de Minas Gerais, aporta una interesante perspectiva sobre el tema. Según él, el presente estado de cuarentena ha traído una abrupta falta de contorno en nuestra rutina y debido a ello perdimos la sensación de seguridad.

Esto sería uno de los fatores principales para el malestar que vivimos hoy. La demarcación cotidiana en nuestra vida tiene un efecto fundamentalmente importante, pues genera en el psiquismo un efecto de contorno familiar. Se podría afirmar, dice Kehdy, que tal estabilidad nos proporciona algo semejante a la idea de holding winnicottiano.

La palara hold en inglés significa sostener, amparar. Donald Winnicott, como vemos en su obra Sostén e interpretación[5] (y prácticamente por todo el recorrido de su trabajo), nos brinda con el concepto de holding al trasladar la importante función del ambiente en ofrecer al sujeto una sensación de sostenimiento y de seguridad para la técnica psicoanalítica.

En las palabras de Winnicott encontradas en su libro Los bebes y sus madres de 1987: “Por mi parte, me conformo con utilizar la palabra sostén y con extender su significado a todo lo que la madre (padre o sustituto) es y hace en este período [dependencia absoluta].” (p. 23)[6]

El enlace que Kehdy propone entre el aislamiento durante la pandemia y esta noción de Winnicott nos cuenta de una pérdida psíquica colectiva de contorno estructural.

En estos tiempos el espacio y el contacto humano están restringidos. No podemos caminar por cualquier lado, charlar con el vendedor de periódicos, ir al café vecino al oficio donde trabajábamos. Lo que nos ha ayudado a demarcar el paso de la vida, hoy, no encuentra forma de existir.

Hay que mencionar, además, el punto de vista económico y social que desde mucho tenemos sobre el tiempo. La activista y filósofa española Patricia Manrique en su potente artículo Hospitalidad e inmunidad virtuosa, que integra la importante publicación de 2020 Sopa de Wuhan (una recopilación de textos que reúne grandes nombres del pensamiento actual), nos recuerda de la creencia impuesta de que time is money:

La prisa está ligada al productivismo, a la obsesión por mantener el ritmo productivo que caracteriza al capitalismo, y no solo al sistema económico sino, sobre todo, a las subjetividades modeladas para sostenerlo. (p. 148)[7]

Ganamos tiempo. Perdemos tiempo. Entonces, ¿cómo manejar una vida que ha cambiado tan repentinamente? ¿Qué hacemos con esta crisis mundial que nos provoca la angustiosa sensación de pérdida de control (el que creíamos tener) y la falta de esperanza en un futuro cercano?

La inviabilidad de imaginar algún posible dominio sobre nuestros días hace que, a veces, el tiempo nos parezca más elástico que antes. Está impredecible. Las angustias e incertidumbres creadas nos tienen claro que, de hecho, estamos ante a un concepto muy poco definible.

De igual modo a la publicación Sopa de Wuhan surgieron en el obscuro año de 2020 otros escritos en el intento de colectivamente simbolizar algo de la realidad. Un interesante ejemplo es The Decameron Project, del periódico The New York Times, que reunió 29 autores y sus aportes respecto al momento actual.

Como frase inaugural al proyecto se puede leer: “cuando la realidad es surrealista solo la ficción puede tener sentido”[8]. Todos nosotros nos ubicamos en este mismo lugar, el lugar de buscar algún sentido al no sentido.

Volviendo a Freud, el texto El inconsciente[9](1915), bien como otras obras del psicoanalista austriaco, nos presenta planteamientos relevantes acerca la percepción del mundo exterior en nuestro mundo interior.

La obra recalca el funcionamiento del proceso del sistema psíquico del inconsciente. Lo describe como atemporal y subjetivo. Ser capaz de comprender esta subjetividad temporal en nuestras experiencias personales cotidianas nos puede ayudar a reducir la carga de confusión y de angustia de la actualidad.

Más allá de la experiencia cotidiana, vale la pena cuestionarnos respecto a la noción de tiempo en la clínica psicoanalítica: ¿Cómo se teje la temporalidad en el trabajo analítico y cómo vivirla allí ha cambiado en la pandemia?

Percepción temporal en la clínica

En el presente momento gran parte de los atendimientos pasaron a ser, de forma emergencial y sin notificación previa, en la modalidad virtual. Desde entonces, los operadores del Psicoanálisis hemos tratado de elaborar las particularidades de este formato y ampliar el debate acerca de temas anteriormente rechazados.

Sin embargo, de alguna manera, podemos decir que algo importante cambia en la clínica: la mirada, los cortes y los malentendidos. Pero sí sigue existiendo presencia y encuadre en estos atendimientos. Sigue el vínculo.

A continuación, hacemos hincapié en la percepción temporal de las sesiones. Investigaremos, por lo tanto, los momentos antes, después y durante del encuentro clínico en sus conceptuaciones, juntamente sus probables cambios, en el manejo de un(a) psicoanalista en su oficio en medio a la pandemia.

El antes en el trabajo analítico

Teniendo en cuenta el período que antecede a la sesión, podemos decir sobre lo interesante que demuestran ser cuando no pueden estar todavía en el cotidiano.

El recorrido habitual de uno hacia el consultorio, bien como los minutos de espera en la sala, poseen la importante función de crear espacio y traer a la luz algo del material psíquico. No es raro, en el inicio, escuchar que de camino a la sesión pensaron en algo significativo a nuestro trabajo analítico.

Cierta vez, a modo de ejemplo, un analizante entró contento en el consultorio contándome un sueño que recién tuvo mientras esperaba que lo llamara. Aquellos instantes que precedieron nuestro encuentro le permitieron contactarse con elementos psíquicos más profundos. A partir de ahí arrancamos la sesión.

Debido a la cuarentena, estos momentos se volvieron infrecuentes. El beneficioso del propio traslado o de la quietud en la pausa de las tareas del día fue perdido ante la masiva presentificación de las demandas externas del hogar y de una fuerte incertidumbre en el mundo. Entrar en consonancia con el ritmo de un análisis empezó tal vez a costarnos más.

Empero, no es cierto decir que se haya extinguido por completo la situación inicial en los atendimientos psicoanalíticos. Quizás podemos entender que se trata, de hecho, de una modificación en tiempo que antecede el encuentro y no de su agotamiento.

Debemos hacernos cargo, cada uno de nosotros, de encontrar nuevos espacios de conexión interna en este cotidiano provisional, respetando nuestros tiempos y demandas internas.

O durante el trabajo analítico

Luego, una vez que comienza la sesión, se viene la pregunta: ¿cambia también la percepción del tiempo durante el encuentro clínico? La respuesta, bien como prácticamente todas las argumentaciones en Psicoanálisis, sería: sí y no.

En definitiva, hay algo que nos llama la atención hoy en día. Nos aventuramos a afirmar que sigue emergiendo en los discursos de los analizantes, principalmente en los primeros meses de cuarentena, un contenido más denso y más (llamémoslo) íntimo.

Una posible explicación sería el grado de inseguridad y de aislamiento provocados por una pandemia. Nos quedamos más angustiados y, con ello, se nos acerca lo traumático.

Nos parece que tanta profundidad súbita es responsable por sesiones tal vez más arduas. Algunas, en vista de ello, suelen presentarse muy difíciles de finalizar. Otras convocan el analista a una inmersión brusca al comienzo de la sesión.

Por otro lado, recordamos que cada sesión posee características más o menos densas según el momento del análisis, el propio sujeto y los hechos de esa semana. Nada es previsible aquí. Quizás lo que destaca en estos tiempos pandémicos sea el volumen de casos con una densidad más significativa, pero no la profundidad analítica per se.

El trabajo analítico posterior

Por último, pero no menos importante, el período posterior a la sesión conlleva una complejidad estudiada a la profundidad en Psicoanálisis. Freud, por ejemplo, formuló un concepto específico sobre el tiempo de reformulación en el proceso analítico, llamado Nachträglich.

Tal noción clínica, traducida por los franceses como après-coup, o como deferred action por parte de los ingleses, explora la necesidad de una temporalidad distinta de elaboración psíquica posteriormente a una sesión.

Freud planteó que parte del contenido analítico será representado por el sujeto a lo largo del tiempo, solamente a posteriori. En diciembre de 1896, él escribió una carta a Wilhelm Fliess y mencionó este tema:

“Ya sabes que en mí trabajo parto de la hipótesis de que nuestro mecanismo psíquico se ha establecido por un proceso de estratificación sucesiva, porque de vez en cuando el material preexistente de huellas mnémicas experimenta, em función de nuevas condiciones, una reorganización, una reinscripción”.[10]

A partir de esta declaración, por tanto, entendemos que el psiquismo no funciona de forma lineal. Él “cambia constantemente su sentido”[11], presentando una flexibilidad en lo que percibimos. El recuerdo no es necesariamente igual a la experiencia vivida en el pasado.

Es importante recalcar que, en este momento posterior, para Freud, sobresalen las experiencias psíquicas que no pudieron integrarse y simbolizarse en la psique. Y, sumado a las postulaciones freudianas, podemos nombrar a otros psicoanalistas que contribuyeron al tema de la continuidad o de la temporalidad en el proceso analítico.

Por ejemplo, de suma relevancia, el analista francés Jacques Lacan rescata el concepto de Nachträglich al presentar la noción de tiempo lógico y lo divide en tres momentos.

En obras como El tiempo lógico y la afirmación de la certeza anticipada: un nuevo sofisma (1945)[12], presente en sus Escritos, y La topología y el tiempo (1978/1979), en el Seminario 26, él describe y fracciona los momentos del aprés-coup en el instante de mirar, el momento de comprender (lo que se llamaría perlaboración, en Freud) y el momento de concluir.

En el primer texto, con una clara influencia heideggeriana (filósofo que nos propone entender la anticipación de una certeza como la condición fundamental para la temporalización), Lacan retoma la importancia de saber diferenciar la vivencia del momento y su elaboración.

Para que esto ocurra, es fundamental que el individuo atraviese el tiempo: deduzca, investigue, anticipe, reflexione. Utilizando las palabras de Jô Gondar, en su artículo anteriormente mencionado:

El sofisma del tiempo lógico exige que el sujeto precipite su certeza en un acto, y es esta dimensión la que rige las sesiones de duración variable: el acto del analista, el corte apunta a acelerar el tiempo de comprensión para precipitar la aserción subjetiva. La vacilación, la espera, debe dar paso a la prisa, un llamamiento del futuro, una urgencia del momento para concluir. (Jô Gondar, 2006)[13]

Por lo tanto, la cuestión del corte en las sesiones, para Lacan, no porta consigo el significado de un atendimiento necesariamente corto, como uno podría suponer, indica sino un movimiento por parte del con el propósito de producir movimiento en la psique en dirección a la elaboración.

El psicoanalista francés añade también el tema de las mociones suspendidas, períodos de vacilación entre los tres momentos mencionados. Hasta que el sujeto llegue a una afirmación subjetiva, ansioso por concluir algo, él(ella) vacila a fin de que sea capaz de comprender.

Juntamente a Lacan y Freud, en este punto, aquí incluimos los aportes del analista inglés Donald Winnicott. Él también subraya en sus investigaciones la existencia de un tiempo no lineal en el inconsciente bien como la importancia de lo que hay entre los momentos. Winnicott, a partir de esto, nos presenta el concepto de espacio potencial.

Según él, se puede ver “un área intermedia de experimentación entre lo interno y lo externo, entre lo que se concibe subjetivamente y lo que se percibe objetivamente”[14]. Apenas en esta temporalidad se permite la elasticidad de la brecha, es posible simbolizar el material psíquico.

Lo que se convertirá en un factor diferencial entre las proposiciones teórico-clínicas de Lacan y Winnicott concierne, entonces, al manejo del analista. Mientras que el primero asegura que el profesional debe basarse en cortes a fin de acelerar el proceso de comprensión, el segundo afirma la importancia de la presencia de un espacio posible, potencial, para que el sujeto se sienta lo suficientemente seguro para llegar a alguna conclusión.

Dentro de la práctica analítica que mejor se adapta a cada uno, la relevancia del tiempo y del espacio temporal, para el Psicoanálisis en general es clara: desde este punto fructífero pueden surgir muchas cosas cuando lo sabemos aprovechar. Pues que el trabajo clínico comporta ambas las técnicas, a veces en el mismo caso.

Podemos concluir que esforzarse con vigor por controlar su entorno sería, por lo tanto, una respuesta natural (y, principalmente, neurótica) al malestar cotidiano. Nuestra tendencia va a ser defendernos de las frustraciones y los dolores antes de que puedan aparecer. El problema es que, para evitar la angustia, muchas veces acabamos yendo exactamente en su dirección. Para creer que estamos protegidos, experimentamos la incomodidad antes de que ella exista. Ya sea en terapia o en nuestra vida diaria, tratamos de asir con uñas y dientes el futuro y, fallando en proporciones pandémicas, sometidos a situaciones nunca vividas antes, nos sobrecoge la sensación de descontrol y falta de contorno. Lo que puede comenzar a servir como posible salida a la angustia es precisamente permitirnos adentrar en el momento de comprender lo que pasa ahora, de formular hipótesis. Al aceptar que la vacilación, el espacio de experimentación, esté incluida en nuestra vida, podemos dejar de lado al menos parte de la ansiedad que nos aflige. Lo que no podemos elaborar se desborda más allá de lo que se le da significado. Merece tiempo. Se merece territorio. Aquí vale la pena citar las palabras de Thomas Ogden, un psicoanalista estadounidense: Las palabras, cuando están vivas y respiran, son como acordes musicales. Debe dejarse oír la plena resonancia del acorde o frase en toda su sugerente imprecisión. En nuestro uso del lenguaje, tanto para hacer teoría como para nuestra práctica analítica, debemos intentar hacer música en lugar de tocar notas.[15] No caemos en exageraciones al decir que todos estamos pasando por un momento traumático. Muy poco se puede deducir o asegurar hoy en día y esto requiere una profunda reflexión antes de cualquier posible conclusión. Algo en este texto es hipotético y empírico. Todo lo que podemos hacer, y ya tiene un buen tamaño, es entender que ni todo puede ser representable. Quizás esta sea una lección para aprender. Hablamos aquí, por tanto, de respetar la castración. Una posibilidad de enterarnos de nuestra incapacidad de poseer el tiempo. Como san Agustín, que con razón alcanza la serenidad de decir que poco sabe sobre el tiempo.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Freud, S. (2009). Escritos sobre a guerra e a morte. Tradução de Arthur Morão. Covilhã. Lusofia Press Editora. (Trabalho original publicado em 1915).

Freud, S. (2006). O inconsciente. In: Freud, S. Escritos sobre a psicologia do inconsciente. .2. Rio de Janeiro: Imago, pp. 13-74. (Trabalho original publicado em 1915)

Gondar, Jô. (2006). Winnicott, Bergson, Lacan: tempo e psicanálise. Ágora: Estudos em Teoria Psicanalítica, 9(1), 103-117. https://doi.org/10.1590/S1516-14982006000100008

Lacan, J. (1998). O tempo lógico e a asserção de certeza antecipada: um novo sofisma. In Jacques Lacan, Escritos (V. Ribeiro, trad.). Rio de Janeiro Jorge Zahar, pp. 197-213. (Trabalho original publicado em 1945)

Laplanche, J., Pontalis, J. B. (1996) Vocabulário da Psicanálise. São Paulo: Martins Fontes, p. 33.

Ogden, T. (2013). Reverie e Interpretação: captando algo humano. (T. M. Zalcberg, trad.). São Paulo: Escuta, p. 22.

Notas

1 AGOSTINHO. (1984) Confissões. Porto: Apostolado da Imprensa, p. 304, apud GONDAR, Jô. (2006). Winnicott, Bergson, Lacan: tempo e psicanálise. Ágora: Estudos em Teoria Psicanalítica, 9(1), pp. 103-117. https://doi.org/10.1590/S1516-14982006000100008
2 FREUD, S. (2009). Escritos sobre a guerra e a morte. Tradução de Arthur Morão. Covilha. Lusofia Press Editora. (Trabalho original publicado em 1915)
3 Ibid. p. 21
4 FREUD, S. (1991). Psicopatología de la vida cotidiana. In: FREUD, S. Obras Completas (Volumen VI). Buenos Aires: Amorrortu editores. (Trabajo original escrito en 1901)
5 WINNICOTT, D. Winnicott, D.W. (1986). Sostén e interpretación. Fragmento de un análisis. Barcelona: Paidos, 1992
6 WINNICOTT, D. (1987). Los bebes y sus madres. Buenos Aires: Paidós. 1990, p. 23.
7 MANRIQUE, P. (2020). Hospitalidad e inmunidad virtuosa. In: Sopa de Wuhan, pensamiento contemporáneo en tiempos de Pandemias. Editorial ASPO, pp. 145 - 162. multimedia.archivo.87933d78d7abbeae.536f706120646520577568616e204153504f2e7064662e7064662e706466.pdf (documentado.com.ar)
8 The Decameron Project. 2020. NY: The New York Times Magazine. The Decameron Project: New Fiction - The New York Times (nytimes.com)
9 FREUD, S. (2006). O inconsciente. In: FREUD, S. Escritos sobre a psicologia do inconsciente. .2. Rio de Janeiro: Imago, pp. 13-74. (Trabalho original publicado em 1915)
10 LAPLANCHE, J. PONTALIS, J. B. (1996) Vocabulário da Psicanálise. São Paulo: Martins Fontes, p. 33.
11 Ibid., p. 34
12 LACAN, J. (1998). O tempo lógico e a asserção de certeza antecipada: um novo sofisma. In: J. Lacan, Escritos (V. Ribeiro trad., pp. 197-213). Rio de Janeiro: Jorge Zahar Editora. (Trabalho original publicado em 1945)
13 GONDAR, Jô. (2006). Winnicott, Bergson, Lacan: tempo e psicanálise. Ágora: Estudos em Teoria Psicanalítica, 9(1), 103-117. https://doi.org/10.1590/S1516-14982006000100008
14 Ibid.
15 OGDEN, T. (2013). Reverie e Interpretação: captando algo humano. (T. M. Zalcberg, trad.). São Paulo: Escuta, p. 22.
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