Reseña
La invención de la Masonería. Revolución cultural: religión, ciencia y exilios de Dévrig Mollès
Recepción: 20 Agosto 2016
Aprobación: 30 Septiembre 2016
La historiografía argentina desde siempre se ha caracterizado por su calidad y por la gran influencia que ha ejercido entre los investigadores de la región. Nombres como los de Halperin, Romero, Chiaramonte bastan para corroborar esta aseveración. Sin embargo, en lo que respecta a la historia de la Francmasonería, la situación es muy diferente.
Por algún motivo, que resulta complejo dilucidar, la historiografía académica argentina se ha mantenido al margen en el estudio de la Orden. Probablemente el acceso restringido a las fuentes o el tipo de literatura dominante, fundamentalmente libros de esoterismo de dudosa calidad, ha servido como estimulo para dejar de lado la temática.
El resultado salta a la vista, a pesar de contar con una comunidad académica de excelencia, la investigación historiográfica sobre la masonería argentina se caracteriza por su escaso nivel de profesionalismo.
El vacío dejado por los historiadores ha sido llenado, entre otros, por grandes maestros quienes, a golpe de mallete, han ido forjando una historia institucional completamente al margen del estudio riguroso del pasado. Los casos más paradigmáticos son los de Emilio Gouchon, Alcibíades Lappas y Fabian Onsari1, quienes preocupados del tema de la masonería durante las guerras de independencia, forjaron un cumulo de mistificaciones que hoy en día son tremendamente complejas de extirpar del imaginario masónico.
Igualmente encontramos trabajos de masones con cierto nivel de erudición quienes desde el periodismo han intentado entregar ciertas luces sobre el tema. El más destacado, y
sobrevalorado, es Emilio Corbiere, quien en 1998 publicó el primer volumen de su obra “La masonería” entregando una visión general aceptable del tema, no obstante que en su relato mezcla elementos de literatura académica con obras de divulgación sin ningún valor, quitándole credibilidad a su obra.
Un lugar destacado, pero excepcional, tiene la historiadora radicada en Francia Pilar González Bernaldo, quien durante la década de 1990 dedicó varios artículos sobre el tema y una parte importante de su libro “Civilidad y política en los orígenes de la nación argentina” (2001). Sin embargo, su propuesta, hasta ahora, no había tenido continuidad.
De hecho, afortunadamente, esta situación esta cambiando gracias a los esfuerzos del historiador Franco-argentino Dévrig Mollès, quien no solo se ha preocupado de realizar un magnifico trabajo de recuperación patrimonial del Archivo de la Gran Logia de Libres y Aceptados Masones de Argentina, sino que además, ha impulsado a la fecha dos congresos de historia de la masonería que prometen convertirse en el punto de partida de una nueva etapa en la investigación académica sobre el tema.
En el marco de ese notable trabajo, Dévrig Mollès acaba de publicar un libro de divulgación titulado “La Invención de la Masonería” en el cual recoge los avances de los últimos 40 años de investigaciones científicas sobre el tema2.
La propuesta del autor es temeraria en el contexto de precariedad existente en el campo de la historia de la Masonería de América Latina ya que, como hemos señalado, al no existir una comunidad académica de investigadores, el tema ha estado a merced de estudiosos bien intencionados, pero carentes del mínimo rigor.
De allí que Mollès se propone recrear los orígenes de la masonería al margen de “mitos fundadores y leyendas apócrifas” cuyas “pseudohistorias” se han perpetuado en la memoria de masones y no masones.
El libro está dividido en tres partes desde donde articula un relato rico en fuentes y propuestas que van desde la diferencia existente entre historia y memoria, para seguir en el proceso de “invención de la masonería” y el contexto de “revolución cultural” que define el carácter de la Orden.
El libro comienza con el capitulo “la invención de la tradición” donde establece que una tradición inmemorial, no obstante que se considere fija, invariable y sagrada, suele ser producto de construcciones modernas o de numerosas adaptaciones. Así ha sido el caso de la masonería, donde el texto fundador de 1723 reinventa la tradición del antiguo gremio de constructores adaptándolo a las necesidades de la época.
Al apropiarse de esta tradición, la masonería moderna le brindó identidad a la nueva asociación pero, al mismo tiempo, produjo gran confusión al reivindicar para sí una antigüedad inmemorial.
El responsable de este problema fue el pastor James Anderson quien introdujo un texto en las constituciones donde desarrolló una genealogía mítica a la usanza de las genealogías medievales. Si bien esa parte de las constituciones “no puede ser considerada seriamente” como señala Daniel Ligou, ha sido interpretado de forma literal, generando interminables querellas que se proyectan hasta el día de hoy.
En efecto, la tradición que postula que la masonería proviene de la antigüedad fue una invención de James Anderson a la cual se le fueron añadiendo otros orígenes míticos que transformaron la fisionomía de la Orden, dividiéndola y multiplicándola.
Entre estas destaca el discurso de Andrew Michael Ramsay quien proyectó el pasado de la Orden al mundo de las Cruzadas creando con ello una genealogía Caballeresca- medieval que serviría de base para la multiplicación de ritos y grados masónicos.
El giro que produjo el discurso de Ramsay, dejó abierta la puerta para otra genealogía apócrifa: la descendencia de los templarios y rosacruces la cual, no obstante que la historiografía se ha manifestado unánime en descartar cualquier vínculo, hasta hoy permanece en la literatura masónica.
Lo cierto es que frente a la diversidad, la masonería anglosajona emprendió a partir de la segunda mitad del siglo XIX un proceso de recopilación de información para establecer sus “verdaderos” orígenes. Si bien la finalidad de esta empresa era fundamentalmente legitimar un tipo de masonería como la única “regular”, autores como Albert Gallatin Mackey en Estados Unidos, Johann Georg Kloss en Alemania y Robert Freke Gould en Inglaterra dieron paso a la llamada “escuela autentica” de historia de la Masonería, y a través de la erudición y el positivismo metodológico, buscaron establecer un canon en la investigación al margen de los delirios de escritores místicos y esotéricos.
De allí surge en Inglaterra en 1884 la logia Quatuor Coronati, el primer taller dedicado exclusivamente a la investigación masónica. En el seno de este, se desarrollaron las principales teorías sobre la formación de la masonería moderna de la mano de autores como Douglas Knoop, Gwilym Peredur Jones, pero sobre todo Harry Carr3 quien le dio vida a la teoría de la “Transición” la cual sostenía que la masonería operativa evolucionó en especulativa a través del recambio generacional entre masones constructores y gentleman.
Se habría tratado de una transición, en la cual los masones operativos fueron paulatinamente desapareciendo.
Lo cierto es que dicha teoría fue reemplazada por la tesis de Eric Ward, quien a fines de la década de 1970 sostuvo que la masonería moderna tomó prestada la tradición operativa para dotar de identidad a la nueva organización. Vale decir, no existió ninguna filiación directa.
Mollès da cuenta de forma exhaustiva de este debate y retoma la tesis más aceptada en la actualidad, la masonería fue una invención del siglo XVIII, la cual vio en el pasado una forma de dotarse de legitimidad. Se construyó sobre la base de diferentes procesos que a lo largo de la centuria la fueron dotando de un alto nivel de plasticidad, variando con el tiempo y los lugares donde se fue implantando.
Demostrada la veracidad de la tesis histórica sobre el origen de la masonería, el autor desarrolla en la última parte de su libro los procesos sociales que la fueron moldeando y el papel que jugó en la revolución cultural del siglo XVIII.
De allí, entonces, que uno de los momentos más importante de la naciente masonería especulativa, y del cual podemos trazar una línea genealógica directa, data de 1719 cuando Jean Théophile Désaguliers accedió a la Gran Maestría de la Gran Logia de Londres.
Este hecho cambió completamente la dirección de la Orden, ya que Désaguliers era un ilustre discípulo de Newton y abrió las puertas de la Royal Society, lo que permitió el ingreso de un importante número de hombres de ciencias y letras. Sin ir más lejos, entre 1725 y 1730 más de 80 de sus miembros eran masones ( de un total de 250), vale decir, el 30% de los “fellows”. Más extraordinario aun, todos los Grandes Maestros entre 1719 y 1727 y todos los Diputados Grandes Maestros entre 1718 y 1728 fueron “fellows” de la Royal Society4.
De este sustrato social, y no de constructores de iglesias, la masonería moderna se sumo a una de las revoluciones más importantes del siglo XVIII: la creación de la sociedad civil.
El autor demuestra como la masonería se desarrolló en directa ruptura con el mundo medieval, creando un espacio asociativo internacional normado sobre las bases de la libertad de conciencia, el humanismo y el cosmopolitismo.
La masonería desarrolló una utopía democrática, basando su gobierno interno, al menos teóricamente, sobre la base de constituciones, la elección de autoridades y la disolución de las diferencias sociales.
En síntesis, como señala el autor, el siglo de las luces fue el que inventó a la Francmasonería. Esta surgió en el marco de una profunda revolución cultural de la cual esta fue un agente activo.
Ahora, si la masonería desciende de una parte de la elite intelectual del siglo XVIII y es un agente de transformación del Antiguo Régimen, ¿por qué los masones insisten en defender su filiación con los gremios medievales? El autor entrega una respuesta que nos parece sumamente interesante de explorar para comprender los usos de la memoria. Al respecto señala:
la leyenda de los orígenes medievales caballerescos generalmente fue instrumentalizada por los reaccionarios, los conservadores y los partidarios de las jerarquías tradicionales. Creada, según ellos, durante las Cruzadas, la masonería era la heredera del Occidente cristiano; era en esencia cristiana y aristocrática, y la presencia en su seno de elementos heterodoxos era una desviación5.
La obra que ha publicado Dévrig Mollès es un libro de divulgación que se realizado con el máximo rigor, ofrece una bibliografía exhaustiva y entrega un panorama preciso del estado del conocimiento especializado sobre el tema.
Se trata de una obra mayor, un trabajo de referencia para el mundo masónico latinoamericano que insiste en la defensa de una genealogía “creacionista” y que está mal acostumbrado a escribir la historia a “golpe de mallete” o través del “éxtasis místico” de escritores de escaza credibilidad. Es, en suma, un destello de luz entre las sombras del pasado.