Resumen: Este artículo examina la historia de los Boy Scouts de Arica, organización infantil coordinada por la masonería chilena. Sugiere comprender las prácticas nacionalistas del escultismo ariqueño como derivaciones naturales de un proyecto de transformación social mayor: la chilenización. Basado en fuentes históricas hemerográficas y secundarias, este estudio detecta la ambivalencia producida por los scouts en el mundo laico y católico; detalla su vinculación con el Instituto Comercial y establece las formas en que el discurso hegemónico apoyaba la “civilización” de la ciudad, condicionante de las manifestaciones públicas simbólicas de los brigadistas. Las conclusiones reflexionan sobre: a) la visión masónica hacia la infancia, b) las estrategias de control social e ideologización hacia ella y c) la importancia de la trascendencia del nacionalismo chileno en un grupo infantil elitista llamado a ocupar un sitio privilegiado en la sociedad fronteriza del futuro.
Palabras clave: Boy ScoutsBoy Scouts,masonería chilenamasonería chilena,nacionalismonacionalismo,chilenizaciónchilenización,Arica.Arica..
Abstract: In this article, we examine the early history of the boy scouts of Arica, children’s organization coordinated by Chilean Freemasonry. It is suggested that the ultranationalist practices of Arican scouting are a natural derivation of a mayor project of social transformation: the chileanization. Based on newspapers and secondary sources, this paper detects an ambivalence produced by these Boy Scouts in the lay and Catholic world; it details its ties with the “Instituto Comercial” and shows how the hegemonic discourse supported by the “process of civilization” of the city, was a conditioning factor of the public symbolic manifestations of the Brigades. The conclusions reflect about a) Freemasonry’s vision of childhood b) its strategies of social control and “ideologization” c) the importance of Chilean nationalism in the elite’s children group assigned to hold a future privileged position within the society of the border area of Chile.
Keywords: Boy Scouts, Chilean Freemasonry, Nationalism, “Chilenization”, Arica..
Artículos
La flor de lis en el erial: Impronta masónica sobre los scouts de Arica (Chile, 1912-1929)
The Fleur-de-Lis in the Desert: Marks of the Freemasonry on the Boy Scouts of Arica (Chile, 1912-1929)
Recepción: 05 Abril 2017
Aprobación: 12 Abril 2017
“El scout se honra con su fe y le somete su vida”
“El scout es hijo de su patria y buen ciudadano”
“El deber scout empieza en casa” 1
La historia de Arica es vasta. Si bien su origen exacto es impreciso, la antropología ha demostrado que allí se realizaron las momificaciones más antiguas del mundo2, datadas en unos 7000 años antes del presente. Su desarrollo posterior es importante, porque desde el siglo XVI la Corona española incorporó las culturas prehispánicas hasta comienzos del siglo XIX, cuando la República del Perú integró en su seno a la ciudad.
Por diferencias en aspectos de política económica, Perú en alianza militar con Bolivia enfrentó a Chile en la guerra del Pacífico (1879). Una de sus consecuencias territoriales más importantes fue, según lo estableció el Tratado de Ancón (1883), la cesión de Arica a Chile por un plazo de diez años. En 1894, según sugirió ese documento, los gobiernos de Perú y Chile debían organizar un plebiscito que resolviera la pertenencia soberana definitiva de Arica. El plebiscito, por divergencias entre la diplomacia chilena y peruana nunca se realizó, teniendo como telón de fondo, según acusó el gobierno peruano, una política agresiva para expulsar a los peruanos y fundar una conciencia colectiva nacionalmente chilena por medio de la chilenización.
Las investigaciones sobre el papel de la masonería durante esa época son escazas3, por el contrario, la chilenización ha sido estudiada profusamente, entre otras razones, por la cuantiosa documentación estatal producida4. Esta situación se debe, entre otros factores, a la discreción y reserva con que la logia Morro de Arica no. 29 observa su documentación histórica. Salvo pequeñas reseñas de su misma autoría que dan a entender una “época dorada” desde su fundación (8 de mayo de 1917), caracterizada por acciones sociales centradas en beneficiar a los menesterosos, su historiografía carece de brillo.
La constatación de esa particularidad heurística así como de las dificultades para elaborar un estado de la cuestión sobre la historia de la masonería en Arica obliga prestar atención sobre las huellas masónicas estampadas en productos culturales elaborados por miembros distinguidos de la hermandad. Ello, metodológicamente, impone buscar en documentos no institucionales, siendo la prensa ariqueña uno de los más sugerentes. Por ejemplo, en El Ferrocarril, cuyo director desde 1920 fue el profesor y masón Abraham Vera Yanattiz, se encuentran informaciones de agrupaciones fundadas por la masonería. Una de ellas, de importancia por su repercusión social, fueron los Boy Scouts.
Su fundación es ambigua. Por un lado se sostiene que el profesor, masón y director del Instituto Comercial de Arica, Horacio Amaral Molina, fundó la primera brigada en 19125, constituyéndose al año siguiente una dependiente de la Escuela Superior de Hombres. Por otro lado, René Placencia6 asegura que el origen de la brigada se remonta a 1914, misma fecha en que Del Brutto afirmó que las habían “desde Arica a Punta Arenas”7, lugares donde la propuesta realizada por Robert Baden-Powell en Santiago hacia 1909 tuvo buena acogida. En la capital chilena el masón Alcibíades Vicencio coordinó la obra8. De esas fechas salta a la vista una incoherencia, pero también surge el problema de la anterioridad del movimiento scouts al masónico. No es extraño que la confusión cronológica o la autoría de la masonería en la creación de los Boy Scouts hayan intentado resolverse desde la Iglesia católica con escritos de carácter difamatorio. Con mayor certeza, sabemos que connotados masones chilenos en Arica dirigieron la Sociedad de Instrucción Popular9, haciéndose cargo esta, entre otras instituciones, del escultismo infantil10.
Estos antecedentes determinan la forma y el fondo del problema histórico que deseamos resolver. Desde un plano general, creemos importante analizar las prácticas sociales de los Boy Scouts en la Arica de la chilenización y, desde un plano particular, centrarnos en la configuración de una mentalidad infantil nacionalista que recibía desde una élite ideológica, la masonería chileno-ariqueña, los valores consignados como sagrados e importantes de cuidar y reproducir socialmente.

Abraham Vera Yannatiz, venerable maestro de la logia Morro de Arica no. 29, escribió en 1924 la obra intitulada Labor educacional chilena en Arica. En ella hizo un reporte del progreso realizado por el Estado chileno en materia de enseñanza pública. Escrito enmarcado dentro de una modernidad ilustrada que vio en la educación un camino eficiente hacia el progreso, por su retórica y grandilocuencia, tiene características de propaganda nacionalista. Tal finalidad parece plausible. El problema territorial chileno- peruano, parecía finalizar: un arbitraje estadounidense estudiaba los alegatos de las partes, quienes establecían sus títulos soberanos en la región.
Para Vera, una de las obras importantes creadas por el Estado al servicio de los niños fueron los Boy Scouts. Fundada por Horacio Amaral con el apoyo de Horacio Molina, sargento de ejército y espiritista suicidado en 191311, la brigada alcanzó un número importante de socios y una “correcta disciplina”12. Vera recordó que durante los primeros años de la institución los problemas económicos se resolvieron recaudando fondos con actividades populares. Eso permitió realizar ejercicios al aire libre donde se inculcó a los niños el amor patrio. Por ejemplo, la excursión realizada a Tacna, desde donde caminaron hacia el Alto de la Alianza, escenario de la Batalla de Tacna (1880). En otra expedición al mismo lugar, los niños recibieron una conferencia del “anciano y glorioso general retirado don Estanislao del Canto”13 distinguido miembro de la masonería chilena14. Otros paisajes donde se formaron escultistas fueron los valles cercanos a la ciudad. Vera mencionó los sitios visitados en el valle de Azapa, donde eran recibidos por los terratenientes, Vítor, Lluta, Las Maitas, Hospicio, etcétera.
Las prácticas y los discursos de los scouts tenían un marcado acento militar. En 1914, aprovechando la conmemoración no. 36 de las batallas de Tacna y Arica, ganadas por Chile, los guías scouts organizaron el recorrido íntegro realizado por el ejército en 1880. En Tacna los niños presenciaron la teatralización in situ de la batalla. Vera, refiriéndose en tercera persona a su participación, indicó:
El sub-Director, que es a la vez profesor de historia, aprovechó los momentos de reposo en la marcha para ir dando explicaciones a los pequeños expedicionarios acerca de los sucesos que precedieron a la batalla del Campo de la Alianza, de este hecho de armas, y del alcance del general Lagos hasta la toma del Morro15.
El movimiento scouts declinó entre 1915 y 1918, año este último donde “algunos caballeros amantes de tan noble sport de la juventud, se reunieron en el local de la Sociedad de Instrucción Popular con el fin de restablecerla”16. El éxito de la nueva directiva en la gestión, según Vera, se evidenció desde el primer momento. Se asoció el movimiento al Directorio General de Santiago. Dos años más tarde se acordó formar el cuerpo de ex scouts al cual pertenecerían “todos los scouts mayores de 18 años”17.
La visión apologética del movimiento tuvo su contraparte en la satanización elaborada por “Véritas”, órgano perteneciente a la Iglesia católica. El libro La Francmasonería y sus obras en Chile (Estudio documentado sobre las obras masónicas en nuestro país) (1920) dedicó un capítulo a una de las instituciones masónicas más funestas, en su decir, para la infancia chilena.
Para “Véritas” la acción masónica sobre los niños afectaba sus relaciones con la iglesia y con la familia. La interpretación de los editores era contundente: la agrupación de Boy Scouts tenía propósitos satánicos, pues deseaba alejar a los niños de la palabra de Dios. Los directores de las brigadas, masones, ocupaban para las excursiones “coincidentemente” los días de culto u otros feriados religiosos con la intención de “descristianizar” a los inocentes chiquillos. De modo similar, los momentos en que los muchachos debían compartir con las familias eran utilizados para deambular por lugares distantes del hogar. La Francmasonería y sus obras… si bien no detalla la existencia de scouts de sexo femenino en Arica, criticó la inmoralidad reinante en los terrenos de grupos de niños y niñas quienes se perdían entre las montañas sin la supervisión de los adultos.
Para esos píos analistas, los Boy Scouts eran una secta de la masonería. Sus miembros adultos trabajaban para paganizar a los menores, haciendo de ellos “una falange de Satanás”18. El lenguaje altisonante del escrito tenía un objetivo revelador y pragmático. El libro deseaba denunciar a los masones que estaban detrás de los scouts y de otras organizaciones escolares que ayudaban a los pobres. Solo así se lograría “que los católicos y especialmente los señores Curas, conozcan [ … ] a los individuos que las impulsan y dirigen, a fin de que puedan combatirlas frente a frente y cara a cara”19. El profesorado, remataba, salvo algunas excepciones, era completamente masónico y tenía la misión de corromper al pueblo con su ideología anarquista, revolucionaria y atea.
El Instituto Comercial se fundó en 1909. La ceremonia contó con el presidente chileno, distinguido francmasón20, Pedro Montt, quien fue recibido por una ciudad embanderada, con arcos y guirnaldas y un pueblo entonando el himno nacional. Acompañado de una extensa comitiva compuesta por ministros, senadores, diputados y periodistas, firmó el 14 de abril el decreto21 que daba origen a ese centro educacional aún vigente.
La importancia del instituto era fundamentalmente económica. Sus alumnos aprendían mediante la teoría y la práctica comercio avanzado. Ese énfasis se basó en la envergadura que adquiriría la ciudad para Bolivia, con quien se comunicaría mediante el ferrocarril Arica-La Paz, como lo estableció el artículo tercero del Tratado chileno- boliviano de 1904. Este compromiso atenuó las consecuencias económicas de la cesión boliviana absoluta de su salida al Pacífico en favor de Chile. El éxito del ferrocarril fue sobrevalorado por los países interesados en ello. Por eso, quizás, no fue extraño que la matrícula del instituto tuviese alumnos chilenos, peruanos y bolivianos, estos dos últimos incluidos en el campo “extranjeros” del cuadro ulterior:

La condición multinacional del instituto no impidió que la base cívica educativa estuviese determinada por el nacionalismo e historicismo predominante. Por esa época, desde un plano general, el problema más acuciante de Arica era su definición nacional. Por ello, cada institución incrementó los insumos ideológicos constructores de la nación desde espacios socialmente importantes como la educación y sus derivados (grupos scouts). La enseñanza certificaba al Estado que en un futuro, electoral o militar, se defendería el territorio sin miramientos. Asimismo, como institución moralizante y de control social, permitió “civilizar” la conducta anárquica de los niños22, higienizándolos para superar las condiciones sanitarias deficientes del puerto23 heredadas de la época peruana24.
Para efectuar su plan civilizatorio, el instituto contó con recursos materiales y humanos. Dentro de los últimos, el número de profesores y sus nacionalidades, y el número de alumnos y su asistencia media, fueron variables. Por ejemplo, el número de profesores estuvo dentro de los márgenes de nueve y trece, los que salvo excepciones fueron 99 % chilenos. La matrícula tuvo un incremento desde los 119 alumnos en 1912 hasta los 223 en 1929. Ello no quiere decir que el crecimiento fuese sostenido, pues en determinados años el número de matriculados era inferior al año anterior. El dinero fiscal destinado para su funcionamiento también fue fluctuante, aunque desde 1915 los capitales invertidos ascendieron constantemente. Una relación concreta de lo dicho se presenta en el siguiente cuadro.

Horacio Amaral, fundador de los scouts, con motivo de una supresión parlamentaria de presupuestos para el instituto discutida en 1913 fue entrevistado por El Mercurio, explicando que ante aquella, el cierre del recinto era inminente. Tal presupuesto no bastaba para mantener el internado, dos preparatorias, un sub-director y un inspector general25. Vale decir, la educación chilenizadora decaería irremediablemente. En palabras de Amaral:
las familias peruanas que viven en los pueblos del interior de la provincia de Tacna y aún en la de Tarapacá, mandan anualmente a sus hijos al Instituto de Arica. Suprimiéndose el internado habrán de mandarlos a Lima, pues no existen en ninguna de las tres provincias del norte otro establecimiento de instrucción que cuente con internado, con evidente perjuicio para la obra chilenizadora que el país tiene el derecho de esperar de la labor de este plantel26.
El profesor Amaral estaba consciente de la importancia de una educación estatal que forjara y puliera el amor hacia Chile. En la misma entrevista explicó que “la obra de arraigamiento de las familias chilenas en aquella región nunca podrá ser completa si no se les proporcionan los medios de educar a sus hijos manteniendo establecimientos de instrucción”27.

La vinculación entre los Boy Scouts, el Instituto Comercial y la masonería permite preguntarse por el fondo y las formas de las prácticas sociales de los primeros. Lo anterior incluye atender las modalidades discursivas del contexto histórico, así como la intervención simbólica que en el espacio público tuvieron los scouts. Cada campo -discurso y práctica- será abordado por separado en los siguientes acápites, solo con una intención esquemática, pues su relación, obviamente, fue dialéctica.
A comienzos del siglo XX, Arica tuvo una soberanía nacional incierta. Su posición fronteriza entre Chile y Perú, Estados que incumplieron el artículo tercero del Tratado de Ancón, recrudeció el proceso chilenizador, prolongándolo hasta 1929, cuando la ciudad fue cedida por Perú perpetuamente a Chile. Este país, al gozar del ejercicio transitorio de soberanía, infundió la ideología patria con mayor fluidez sobre el colectivo social. Contaba de iure con la administración del aparato estatal y con los agentes que trabajaban en terreno por el objetivo chilenizador. El poder de la comunicación encontró resistencia por parte de la comunidad peruana, la que siempre tuvo un porcentaje importante de población, tal como lo demostraron los censos plebiscitarios efectuados por el Ministerio de Relaciones Exteriores en la provincia.
Diversas fuentes históricas de este periodo contienen indicios que permiten reconocer un discurso nacionalista acentuado. Si bien este es constatable desde los años de la guerra, escogimos como inicio de la recolección documental 1910, fundamentalmente porque ese año se celebró el centenario chileno. El patriotismo recorrió no solo el país, sino también la región anexada28 y creó una base sentimental hacia la nación que se mantuvo, lógicamente, hasta la fecha de la fundación de los Boy Scouts en Arica e in crescendo durante el resto de siglo. Valga apuntar aquí que empleamos el concepto discurso en un sentido restringido, entendiendo por él una tesis o punto de vista y no como lo sugieren los Estudios del Discurso29.
Las principales características constituyentes de la chilenización de Arica, tipografiadas en la prensa, incluían las siguientes ideas-meta: 1) civilización, 2) modernidad, 3) orden y progreso, 4) razón, 5) unidad nacional, 6) homogeneidad racial, 7) militarismo, 8) masculinidad, 9) disciplina laboral y 10) perspectiva de futuro y trascendencia. Abordaremos parte de este conjunto de representaciones desde la cultura escrita metropolitana (Santiago) considerando el centralismo político del país30.
El Mercurio, La Nación y Las Últimas Noticias, por ejemplo, publicaron en variadas ocasiones noticias relacionadas con la política nacionalista de Chile en Arica. Luego de treinta años de ocupación, escribió una, y usando todos los recursos imaginables para incorporar esos territorios “ha invertido ingentes sumas en derramar los beneficios de la civilización en poblaciones que no mantienen con el Perú sino débiles lazos tradicionales”31. En otra ocasión, refiriéndose a la importancia de establecer fronteras bien delimitadas señaló su anhelo de “ver a Chile resguardado por buenas fronteras [ … ] De ahí la cuestión de Tacna y Arica. Chilenizar en este caso, tiene que ser también sinónimo de civilizar, de mejorar en todo sentido [ … ] ”32.
En estos discursos, el poder civilizatorio chileno en Arica conllevaba una modernización social. Asumiendo que el Perú había barbarizado el territorio ariqueño, El Mercurio sugirió militarizar la frontera, estrategia medianamente cumplida33. Modernidad como sinónimo de militarización hacía pensar que el porvenir y la seguridad chilena dependían de que “tanto el Ejército como la Armada [ tuvieran ] fortificaciones amplias y completas, poderosas y modernas”34. En el mismo campo, el “servicio de información de frontera, debe ser aprovisionado con los medios que hoy posee el servicio de comunicaciones moderno en los ejércitos del día”35. Con espíritu castrense se dijo nota bene que la retención chilena de Arica guardaba relación con su “amor propio militar, de sacrificio guerrero, de capacidad diplomática administrativa [ … ] ”36. En un sentido similar, la consecuente seguridad de soberanía en el territorio permitiría acrecentar los beneficios económicos de Arica que aprovechando el comercio boliviano tendría posición de privilegio en los momentos en que “la vida moderna pone en juego todas sus actividades para el logro de un proceso efectivo”37.
El orden, progreso y la unidad nacional se manifestaron sobre todo a mediados de 1925 cuando el plebiscito prometido en 1883 se realizaría. Para ese entonces, Chile creyó haber organizado eficazmente la administración pública y la ciudadanía. Una prueba concreta de ese orden ocurrió abiertas las mesas inscriptoras: el primero en registrarse fue “el nativo chileno Juan Nolberto Worm [ … ] A ninguna de las Juntas Inscriptoras que quedan dentro del radio de comunicaciones [ … ] han concurrido los peruanos”38. El canciller Beltrán Mathieu, confiado, explicó a un diario: “Mi impresión de Arica, es muy halagadora; allí hay una fe absoluta en el triunfo de Chile, y los chilenos, funcionarios o simples ciudadanos, trabajan con inteligencia y patriotismo”39. El expresidente y masón40 Arturo Alessandri, al pie del Morro, arengaba a los patriotas declarando que la bandera “jamás sería arriada mientras quedara vivo un chileno para luchar por su defensa”41.
La autodefinición de lo chileno así como las supuestas ventajas éticas sobre lo peruano para la administración de Arica formaron el contexto discursivo de la época. Dentro de este, la institucionalización del cuerpo de Boy Scouts favoreció la cristalización de aquellas ideas que ligaban el militarismo a la modernidad y a la civilización. Así, parece plausible que un número importante de actividades de los escultistas guardara relación con una educación espartana de la cual, tempranamente, un destacado profesor señaló: “Es indispensable dar a la institución de los Boy Scouts en Chile un carácter más bien pedagógico que militar, puesto que el principal elemento lo componen los niños [ … ] ”42.
Tras de esa disciplina se encontraba el trabajo ilustrado de la masonería chilena en Arica.
La particularidad geopolítica de Arica condicionó las prácticas de los scouts. En la frontera emergió con claridad su participación en actividades públicas nacionalistas. En ello, el calendario republicano de Chile, con un número importante de efemérides guerreras43, facilitó la participación ritual de esos infantes.
Los scouts experimentaron momentos de patriotismo. Por ejemplo, en 1914 el Gobierno coordinó el traslado de las cenizas de los muertos en La Batalla de Arica (1880) desde la Iglesia Parroquial hacia la Virgen del Carmen, en los faldeos de esa formación rocosa. Para la ocasión, el vicario general castrense pronunció palabras que reforzaron el pasado heroico de los pueblos chileno y peruano, siendo escuchado por la “tropa de Artillería de Costa, que guarnece el puerto, algunos miembros de la sociedad de veteranos del 79, los Boy Scouts del Instituto Comercial, las diversas escuelas públicas y todas las sociedades obreras”44. Frente a ellos se abrió paso una comisión que transportó cinco sarcófagos.
Otro de los ceremoniales significativos para los muchachos fue el “Juramento a la Bandera”, donde se probaba su fidelidad con la patria. Los documentos señalan que desde 1917 realizaron tal actividad. Para otorgarle mayor eficacia simbólica, un grupo militar viajaba desde Tacna, capital provincial, hacia Arica, donde un teniente del Regimiento Rancagua coordinaba la ceremonia que alcanzaba su clímax con la oración patria:
¡Juro por Dios y por esta bandera servir fielmente a mi patria ya sea en mar o tierra o en cualquier lugar hasta rendir la vida si fuese necesario, cumplir con mis deberes y obligaciones militares conforme a las leyes y los reglamentos vigentes, obedecer con prontitud y puntualidad las órdenes superiores, poner todo empeño en ser un soldado valiente, honrado y amante de mi patria!45.

En el acto iniciático, los niños eran acompañados, entre otros, por el Grupo de Artillería de Costa, el Batallón de Reservistas “Vicuña Mackenna” y los Veteranos del 7946. Los momentos posteriores al juramento se caracterizaban por el recreo y la distensión infantil. Algunas actividades planificadas por los adultos eran los torneos deportivos, los certámenes de volantines, los campeonatos de fútbol, las danzas y otros juegos diversos.
El mismo ceremonial se realizó dos años después, cuando los discursos iniciales estuvieron a cargo del masón Carlos Grebe47 y el teniente Hernán Vergara. Un diario local afirmó que el “acto del juramento a la bandera por los boy scouts fue emocionante”48. En otra ocasión, después de la misa de campaña los scouts fueron conducidos al frente de la casa del gobernador, donde en presencia de las autoridades y el pueblo se realizó la jura de la bandera. el mismo Grebe, presidente de los scouts, ofició de orador comentando la importancia moral del acto. El comandante de la brigada, profesor Miguel Ahumada, pronunció las siguientes palabras:
Scouts: Con el juramento que acabáis de otorgar, adquirís un compromiso solemne. De hoy en adelante estáis más que nunca obligados a ser respetuosos con vuestros superiores, modelos de hijos y hermanos en vuestro hogar y ejemplo de todas las virtudes cívicas que comprometen más a los miembros de esta Institución que a cualquier simple ciudadano. Siempre listos, es vuestro lema, siempre listos para toda labor benéfica y patriótica en pro de la humanidad; para obedecer en el acto cuantas órdenes emanen de vuestros jefes, para socorrer al pobre; para ayudaros unos a otros y para practicar el bien en cuanto esté al alcance de vuestras fuerzas. Desde este momento formáis parte de una cadena cuyos eslabones circundan el mundo entero; procurad hacerla cada vez más sólida en beneficio de la fraternidad universal y que jamás el odio anide en vuestros corazones49.
En 1920, la agrupación estuvo comprometida con una de las primeras manifestaciones obreras50 que solicitaba al gobierno chileno la anexión definitiva de Tacna y Arica51. El Ferrocarril, dirigido por Vera y que años antes había demostrado un profundo antimarxismo52, publicó el llamado para asistir a la movilización nacionalista53.
Anteriormente, con el mismo entusiasmo, los scouts habían participado de las celebraciones que conmemoraban el Combate Naval de Iquique. Como lo editó un diario: “A las 9:50 poco más o menos se encontraban reunidos en la Plaza de Armas las tropas del grupo Artillería de Costa, con los alumnos del Instituto Comercial y escuelas públicas, la Brigada de Boy Scouts y el Orfeón de Policía”54, para cantar al unísono la canción nacional55. Luego del desfile los alumnos fueron al balneario de Chinchorro para disfrutar al aire libre; “vigilados por sus profesores”56.
A mediados de ese año reaparecieron rumores de guerra entre Chile y sus antiguos enemigos. El gobierno chileno -según un historiador de ese país- había obtenido información militar y diplomática sobre el armamentismo de Perú y Bolivia y de la concentración de tropas que realizaban en la frontera. El ministro de Guerra chileno,
Ladislao Errázuriz Lazcano, “ordenó una movilización general de alto costo [ … ] Los regimientos se dirigieron al norte, en medio de inconmensurable efusión patriótica”57. La guerra no estalló. Las tropas circularon por Tacna y Arica tras un enemigo imaginario. Los coordinadores de los Boy Scouts ofrecieron la ayuda militar de sus niños. En Arica, rápidamente se tomaron las medidas necesarias para cumplir la orden central y profundizar la instrucción militar de la brigada. La prensa escribió:
La simpática institución de los Boy Scout que fundó en Santiago el general Baden Powell y que se ha difundido por todo el país, ha resuelto en vista de la situación internacional actual, que todas las brigadas reciban instrucción militar para estar preparados en un caso dado de servir de portadores de mensajes y de otros servicios similares en los regimientos. El Presidente de la Institución en este puerto recibió la comunicación del Directorio General de Santiago en que le daban cuenta del acuerdo adoptado quien inmediatamente hizo las gestiones del caso para conseguir instructores militares [ … ] 58.
La primera guerra mundial demostró la importancia de la aviación, idea que en esos momentos permitió el surgimiento de un movimiento popular nacionalista que impulsaba la compra del avión Arica al ejército. El aporte monetario de los Boy Scouts no estuvo al margen. Con entusiasmo patriótico, hicieron el depósito del dinero en una de las alcancías disponibles en la ciudad59.
Aplacados los aires de guerra, en noviembre de 1920, el presidente chileno Arturo Alessandri Palma, visitó Arica. Para la oportunidad, la cúpula de la Sociedad de Instrucción Popular decretó la participación de todas sus escuelas en el recibimiento del mandatario. Decenas de sociedades chilenas también fueron invitadas, al igual que la de los veteranos del 79 y la “brigada Arica de Boy Scouts”60. Esta imagen demostraba que los hombres chilenos, desde la niñez hasta la ancianidad, cargaban con orgullo todos los símbolos de la nación.
La conmemoración de la Batalla de Arica también actualizó la memoria nacionalista. En ocasiones, como el 7 de junio de 1923, las estrategias para activar el recuerdo heroico se diversificó. Se sumó al tradicional desfile, canciones patrias y embanderamiento de la ciudad, el simulacro del combate entre las tropas chilenas y las peruanas (personificadas por chilenos). La ausencia de scouts en la actividad se debió al viaje realizado por los alumnos del instituto a la capital del país. Desde allí, según un diario, honraron el recuerdo. Esa nota remarcó la labor chilenizadora del establecimiento educacional: estudiantes de padres extranjeros compartieron la emoción de la remembranza militar. Esos hechos mostraban:
la uniformidad de pensamiento, sentimiento y acción de todos los que habitamos estas regiones en que con más vehemencia e intensidad se profesa y se hace florecer el culto a la Patria. Es por eso que el gesto de los profesores y estudiantes de Arica en estos precisos momentos en que se pretende disputar la soberanía de Tacna y Arica, son voces elocuentes que proclaman ante el mundo a una nueva generación chilena61.
La nota, en su última parte, refirió al estudio que el presidente de los Estados Unidos realizaba sobre la validez del plebiscito acordado por Chile y Perú en 1883. Ambos países habían decidido resolver sus diferendos limítrofes acudiendo a la Casa Blanca como árbitro. Para 1925 el fallo del presidente Coolidge decretó realizar la votación. En este nuevo panorama internacional la participación de los scouts, así como de todas las organizaciones sociales nacionalistas cobraron mayor importancia. Una modalidad recurrente para demostrar la filiación nacional fue la movilización pública.

En las manifestaciones del 26 de julio y del 24 de agosto de 1925 los scouts tuvieron una participación distinguida. El objetivo de la primera, organizada por la gobernación departamental, era recibir a los miembros de la comisión plebiscitaria de Chile, encabezada por Agustín Edwards McClure (fundador de El Mercurio). El lugar de reunión fue el puerto. Por la mañana, escribió un periodista:
llegaban al muelle el orfeón de Policía, la brigada de Scouts del Instituto Comercial y los alumnos de este establecimiento; delegaciones de las sociedades Unión de Socorros Mutuos, Unión de Empleados, Bomba O’Higgins, Veteranos del 79’, Asociación de los Hijos de Tacna y Arica, de la Liga de Fútbol, y otras, y numeroso público, que, en los momentos de pisar tierra firme, tributó al señor Edwards y acompañantes entusiastas recibimientos64.
Para la segunda concentración acudió un gran número de chilenos de Tacna. Arica estaba embanderada a la espera del paso de los marchantes. Formaron parte de esta actividad “las sociedades y gremios chilenos del puerto y los boy scouts y alumnos de las escuelas”65. La colosal manifestación, como la catalogó un periódico, esperaba realizar la más grande de todas las demostraciones de nacionalismo efectuadas hasta entonces. Cada institución participante portaba su estandarte. Finalmente, el desfile que reunió a más de treinta asociaciones fue encabezado por los Boy Scouts66.
Todas estas colaboraciones de los scouts permitieron a sus coordinadores situarlos en el “escaparate” de lo social. De tal forma se mostraba, no solo a los paisanos, sino también a los enemigos militares (peruanos y bolivianos), que la infancia chilena estaba instruida militarmente. Además, se socializaba la chilenidad por contacto con otras instituciones civiles y armadas. El siguiente cuadro detalla las organizaciones con las cuales los scouts compartieron la ritualidad nacionalista.

Este periodo 1925-1926 no solo se distinguió por la alta movilización nacionalista, sino también por los innumerables episodios callejeros de violencia xenofóbica67. Si bien este tipo de prácticas violentistas fue ejecutado por varones de edades más avanzadas y no específicamente niños, los scouts también estuvieron implicados -indirectamente- en algunos hechos. Así, por ejemplo, dio cuenta el diario dirigido por Vera, en la noticia titulada “El eterno ridículo”68 refiriéndose al miedo experimentado por los ciudadanos peruanos.
Siguiendo el testimonio chileno, un grupo de cinco Boy Scouts embromaron a unos peruanos que habitaban la periferia ariqueña. Por este tiempo, la justicia de la región estaba ambiguamente ejercida por tribunales chilenos y estadounidenses, estos últimos recibían e investigaban las denuncias de los peruanos violentados. Un historiador chileno, al respecto, comentó: “Los peruanos [ … ] tomaron la costumbre de romper sus propias ventanas, a palos, y dar gritos de socorro para que se les salvase de chilenos imaginarios”69. En ese contexto judicial, un ciudadano peruano de apellido García, “con una cara de vela de cebo [ … ] casi lloraba ante los norteamericanos diciendo que a él era a quien habían querido matar [ unos scouts ] y que los crímenes seguirían sino se ponía remedio inmediato a este mal”70.
La policía dio con los escultistas, poniéndolos después a disposición del capitán Backus quien “les recomendó decir la verdad como buenos scouts”71. La retórica del diario para referirse a la conclusión de este bochornoso episodio se encuentra cargada de racismo y misoginia:
Cuál no sería la sorpresa de nuestro distinguido militar al tener frente a él a cinco jóvenes entusiastas que hacían vida de campaña y trabajaban al igual que los norteamericanos enseñando a sus hijos. Oídas las declaraciones de los Scouts, examinadas las armas, comprobándose que eran dos rifles de salón, se procedió a sacar una fotografía para presentarla en cualquier caso de reclamación, mientras el resto de espectadores, entre ellos varios americanos soltaron la risa al ver al cholo todo amostazado, mientras alguien decía: Estos peruanos ya empiezan a cansar, son como las mujeres [ … ] 72.
A comienzos de 1927 el arbitraje estadounidense abortó. Los hechos de sangre entre chilenos y peruanos convencieron a los enviados de la Casa Blanca que el plebiscito era impracticable. Estos se retiraron del territorio. La cuestión de Tacna y Arica entraba en una fase delicada, continuando las expresiones públicas de chilenidad. La marcha de abril, que solicitó la exclusión de los Estados Unidos en el diferendo, concluyó con un espectáculo en el Teatro Nacional organizado por la profesora Jovina Naranjo, esposa del vicepresidente de la Sociedad de Instrucción Popular, Adrián Zúñiga, quien fuera director del Instituto Comercial. La obra ejecutada por la docente era un carro alegórico que simbolizaba a la república “rodeada de un soldado de la Artillería de Costa, otro del Regimiento Velásquez, un marinero, un guardián de la policía del orden, un carabinero, dos bomberos [ y ] dos boy scouts”73, entre otros sujetos de relevancia social.
En la fase posplebiscitaria, la importancia geopolítica adquirida por Arica permitió que la visitaran ministros de diversas áreas. Para julio, se elaboró una programación cívica para recibir al canciller Conrado Ríos Gallardo, quien había pasado parte de su juventud en la ciudad, realizando allí el servicio militar y quien también había participado en 1920 en la “Guerra de don Ladislao”74. Como en ocasiones pasadas, las agrupaciones chilenas lo aclamaron y desfilaron ante él. La comunidad se hizo presente con los colonos extranjeros, los portuarios, los funcionarios públicos y los niños del “Instituto Comercial, Brigada de Boy Scouts, Escuela modelo”75, etcétera. Una presentación similar se realizó en honor del ministro de Guerra, Bartolomé Blanche, quien visitó Arica el 19 de octubre. La Comandancia de Armas dispuso que fuera recibido por el regimiento de artillería montada Velásquez no. 5 más un grupo de dos baterías de bandas de músicos. La prensa informó: “Concurrieron a la estación las brigadas de boy-scouts del Instituto Comercial y de la Escuela Modelo, además de numeroso público”76.
La investigación historiográfica del ligamen Boy Scouts-masonería nos permite reflexionar, a modo de conclusión, en torno a tres aspectos: a) la visión masónica sobre la niñez y la adolescencia, b) las estrategias de control social e ideologización hacia ella y c) la trascendencia del nacionalismo chileno en un grupo infantil elitista llamado a ocupar un sitio privilegiado en la sociedad fronteriza del futuro.
El pensamiento masónico hacia la niñez y la adolescencia tuvo una centralidad innegable en el caso estudiado. La importancia dada a ese grupo social se manifesto mediante la creación de instituciones, en general, relacionadas con la educación pública y en particular en agrupaciones para-escolares disciplinarias como los Boy Scouts. El interés puesto en los infantes fue, sin duda, un interés moral, preocupado por contribuir a la creación de un sujeto social activo y ético según los valores fundamentales de la vida en sociedad: el respeto hacia los hermanos y los padres, las autoridades y la nación.
Sin duda, la masonería chilena establecida en la Arica de incertidumbres soberanistas sabía que su aporte al Estado no concluía con las tenidas, debiendo realizar acciones sociales hacia el segmento infantil y adulto de la población. El primero era fundamental: la salvaguarda de la nación debía partir desde su raíz, es decir, desde la niñez. Por ello, la creación de la brigada de scouts representó la obra más importante, pues no solo, como hemos visto, formaron parte de ella chilenos, sino también de otras nacionalidades que por razones diplomáticas fueron otredades primarias y enemigas del país.
Ese contexto fronterizo materializado por el temor constante hacia la guerra y, en efecto, un sentimiento de superación del mismo definido por el militarismo de las costumbres, favoreció que la masonería efectuara técnicas de control social. Este tipo de control se aplicó sobre los scouts, con una disciplina rígida que fortaleció los rasgos adscritos a la masculinidad y forjaba la conciencia nacional. El control sobre los cuerpos se pudo efectuar mediante el ejercicio y se enmarcó en un estilo eugenésico de concebir el sustento material de la psique. Esta última, por el contrario, se fabricó con discursividades y retóricas fantásticas sobre lo chileno. En síntesis, controlar el cuerpo y la mente de los jóvenes escultistas permitía tener certeza de que los lazos tendidos entre ellos y la patria no se romperían en los momentos donde más se requeriría de ellos: en los sufragios y en la guerra. El control, por último, seguía las pautas de los coordinadores de las brigadas, masones convencidos de que la defensa del territorio nacional era venerable e imperativa.
Por esa razón dimos importancia al nacionalismo chileno. Del análisis de las fuentes parece difícil distinguir otra ideología con tanta potencia, alusiones directas, claridad y performatividad. La educación de los scouts, aprendices de ciudadanos, fue de corte cívico- nacionalista, afirmación que obliga detallar la modalidad de construcción nacional que se quería con aquella. Si bien, para el caso ariqueño, el trabajo masónico con los niños reforzaba la edificación “interna” de la patria, potenció más su defensa “externa”. En otras palabras, la importancia de la masonería local y su trabajo con scouts en la frontera estuvo dada por su posición geográfica. De todos modos, aún falta realizar un trabajo microhistórico con todas las brigadas chilenas existentes por estos años, comparándolas con las agrupaciones fundadas en el Perú y Bolivia.
Los Boy Scouts del Instituto Comercial, centro educacional de vanguardia y lugar llamado a producir la elite comercial y cívica del futuro, debían trascender, si se nos permite, en un sentido kantiano: los valores portados por ellos tenían que acompañarlos durante toda la vida y una vez finalizada la experiencia humana trasmitirse, por reproducción, en los nuevos portadores de los ritos escultistas. Los scouts, quizás sin saberlo, se transfiguraron en símbolos eficaces del nacionalismo. Sus particularidades existenciales cedieron paso a la uniformidad del pensamiento y la homogeneidad del acto racional y subalterno. In absentia de testimonios orales de antiguos scouts del instituto, obligatorios para evaluar el impacto de la educación nacionalista de esos años, retomamos las percepciones un grupo de historiadores ariqueños que, hacia 1980, saludaban a esos educandos “pletóricos de superación, característica que identifica a la juventud de hoy, impetuosa, patriótica, de nobles y sanos ideales”77. La flor de lis en el erial, pese a las dificultades del terruño, había germinado.






