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Antonio Ibarra
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Universidades, núm. 69, pp. 2-3, 2016
Unión de Universidades de América Latina y el Caribe
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Presentación

Antonio Ibarra*
Universidades, núm. 69, pp. 2-3, 2016
Unión de Universidades de América Latina y el Caribe

La internacionalización de la educación superior se ha convertido, a la vuelta del cambio de siglo, en la estrategia generalizada de cooperación, intercambio, convergencia y estandarización de patrones de construcción, transmisión y apropiación de conocimientos. Los beneficios de la circulación de saberes, a través de sus demandantes y/o portadores, se centran en cerrar brechas de desarrollo entre comunidades científicas y tecnológicas, pero también en una decisión de los gobiernos para dotar a sus sociedades de un capital humano que promueva a través de la enseñanza, la investigación y la transmisión de valores culturales, el desarrollo científico, tecnológico y civilizatorio que se reclama.

La construcción de espacios comunes de conocimiento, a través de la movilidad del capital humano en formación, la convergencia entre grupos de investigación y la transferencia de conocimientos e innovaciones tecnológicas, es hoy en día el principal aporte a la agenda de integración universitaria en la sociedad del conocimiento. Sin embargo, los procesos de integración regional han sido marcadamente diferenciados, tanto en su estrategia como en sus posibilidades y activos culturales: el espacio común europeo ha marcado una trayectoria, relativamente exitosa, para cerrar brechas y compartir una cultura científica y tecnológica común; por su cuenta, en el mundo anglosajón la primacía del modelo universitario norteamericano es indiscutible y mantiene una significativa distancia con otros sistemas educativos; así, también, la emergencia de los polos asiáticos de educación superior, presididos por China y Japón, recala en los países del sudeste asiático con un extraordinario dinamismo y competitividad. América Latina y el Caribe, por su parte, dispone de una agenda acordada en la Conferencia Regional de Educación Superior (CRES) celebrada en Cartagena, Colombia, en 2008, pero sus resultados son señaladamente divergentes y carecemos de un espacio común de educación superior que fortalezca y direccione los esfuerzos regionales.

La formación de bloques culturales de la educación superior ha precedido, empero, a la conformación de espacios económicos y la integración global de un mundo competitivo que se ve determinado por la disyuntiva entre una educación como “bien público” y otra como “servicio transable”: los sistemas educativos se debaten en esa contradicción. En América Latina y el Caribe, dada su condición de atraso y desigualdad, los estados nacionales son responsables de hacer de la educación superior una herramienta de capilaridad social y crecimiento económico distributivo. Empero, tanto el bajo nivel de inversión en investigación así como la compleja configuración de sus sistemas educativos, asociados en su expansión a los “jalones” de prosperidad y su contracción a las fases de estancamiento o crisis han marcado una desigual trayectoria de crecimiento y convergencia. Estamos hablando de una geopolítica de la educación superior que no escapa a los proyectos de gobiernos, las iniciativas de las universidades y las aspiraciones de equidad social de sus pueblos.

En este número, con la colaboración de la Red de Internacionalización y Movilidades Académicas y Científicas (RIMAC) y la iniciativa de Silvye Didou Aupetit, conjuntamos un dossier de enorme importancia para el momento en que empeñamos esfuerzos por construir el Espacio Común de Educación Superior en América Latina y el Caribe. En esta entrega, se pueden seguir los derroteros de larga duración de la movilidad, el intercambio y la convergencia académica para casos relevantes como los estudios sobre Asia en México, el intercambio y movilidad en la Alianza del Pacifico como un bloque latinoamericano frente a los polos asiáticos de conocimiento, las divergencias entre Brasil con Portugal, desde una perspectiva descolonizadora que reivindica un nuevo modelo de formación de capital humano, así como el notable desafío ecuatoriano por construir, desde sus cimientos, un sistema de ciencia, tecnología e innovación que procure inscribirse en una nueva matriz productiva de crecimiento económico.

Por su singularidad, el proyecto ecuatoriano de vincular el desarrollo científico y tecnológico con un ethos social del “buen vivir” nos devuelve la confianza en modelos de reciprocidad, compromiso público con el conocimiento y la investigación científica centrada en un criterio de utilidad, vinculación y rentabilidad social. Las dificultades del modelo saltan a la vista en una sociedad tradicionalmente desigual, económica y culturalmente, pero donde las asimetrías culturales se transforman en riqueza y pluralidad de saberes y posicionamientos sociales frente a los desafíos del conocimiento aplicado tanto a la resolución de problemas de escala planetaria, como el calentamiento global y la protección de la biodiversidad, hasta la construcción de una “infraestructura tecnológica” que agregue valor a la economía local y promueva una matriz productiva distributiva. Es el ejemplo del Sistema Nacional de Innovación (SIN), lo que nos permite advertir las distintas trayectorias practicables cuando existe decisión política y consenso social para inscribirse ventajosamente en la globalización, a través del conocimiento y la innovación.

En una exploración distinta, mediante la política de atracción, arraigo e inscripción de científicos formados en el exterior con recursos públicos, se examina como se han ensayado en México una serie de tentativas de política científica para retener talentos frente a la pérdida significativa de capital humano, principalmente entre las universidades norteamericanas que son las principales instituciones de atracción de becarios mexicanos. El desafío de un recambio generacional en el sistema mexicano de educación superior, así como la urgencia de una transformación del contexto institucional de la investigación científica y tecnológica, ha llevado a la agencia gubernamental a ensayar programas de retención de talentos que han tropezado con los desaciertos de la política pública y las dificultades de financiamiento de largo plazo.

En su conjunto, los trabajos revelan la urgencia de procurar coordinación de iniciativas desde los actores universitarios, valorar sus juicios y diagnósticos a la vez que poner a las instituciones de educación superior en el centro de la política pública en materia de ciencia, tecnología e innovación. Construir un espacio latinoamericano y caribeño de educación superior reclama superar fragmentaciones regionales, erráticas políticas públicas y una decidida afirmación por asociar el crecimiento económico con la educación, la ciencia, la tecnología autogenerada y la innovación con un ethos social distributivo.

La agenda tiene una larga data, como se desprende de la intervención del rector de la Universidad de Panamá, el doctor Octavio Méndez Pereira, quien ya planteaba en 1949 los desafíos de la internacionalización en el Congreso Fundacional de la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe, realizado en la Universidad de San Carlos de Guatemala, hace casi siete décadas! En 2008, el también rector de la universidad panameña doctor Gustavo García de Paredes, impulsó la idea de crear ese Espacio de Educación Superior regional como ENLACES, siendo presidente de la UDUAL. Es del acervo histórico de la UDUAL, como lo muestra Analhi Aguirre, que podemos documentar la línea de continuidad de esta vocación universitaria por cooperar, integrar y desarrollar el espacio común de educación superior que imaginaron sus promotores y que estamos obligados a consolidar. Por último, la aparición del reciente libro de Claudio Rama, Mutaciones universitarias latinoamericanas, es ocasión para seguir su agudo análisis sobre las transformaciones de los distintos sistemas educativos regionales, preguntarnos sobre los caminos de su convergencias, las brechas que nos separan y los esfuerzos que reclama un agenda de cambio que va a la saga de una veloz mutación global de la educación superior en su plataforma, prácticas, recursos tecnológicos, necesidades de mercado y compromisos sociales. Es un libro para la acción desde la reflexión.

En este número recordamos al desaparecido pintor irlandés Phil Kelly, gracias a la generosidad de su viuda, quien hizo de su vivencia mexicana una explosión de color que iluminó los íconos cotidianos de la Ciudad de México con rasgos gruesos, sólidos en su coloratura y sutiles en su trazo, para hacer de la grisura urbana “un cuadro de pasiones y colores”, como señala Sergio Cabrera. Es un recorrido por imágenes que trae de la memoria desde su natal Irlanda, al Sena parisino, al Arno florentino y al callejero Río Tíber de la capital mexicana. Kelly nos dejó un continente de colores y un haz de emociones que se expresan en volumen, luz y pasión.

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