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Libros sí, represión no: los avatares de una autonomía académica pisoteada por las botas de la dictadura latinoamericana

analhi aguirre
UDUAL, México

Libros sí, represión no: los avatares de una autonomía académica pisoteada por las botas de la dictadura latinoamericana

Universidades, núm. 76, pp. 59-61, 2018

Unión de Universidades de América Latina y el Caribe

Libros sí, represión no: los avatares de una autonomía académica pisoteada por las botas de la dictadura latinoamericana

A partir de la última represión paramilitar en Nicaragua, la poeta Gioconda Belli dijo que “nunca pensó que volvería a vivir lo que vivimos en ese tiempo con Somoza, y más con alguien que salió de esa lucha contra la dictadura”. Ante las manifestaciones contra el presidente Daniel Ortega, cientos de universitarios de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua fueron reprimidos brutalmente a golpes de uniformes mientras gritaban: “No somos delincuentes, somos estudiantes”.

Parece mentira que en Latinoamérica se repitan incansablemente ciertas fórmulas de violencia crónica, donde los apaleados sean los universitarios y universitarias. Generación tras generación nuestros jóvenes han sido partícipes –y, demás está decir, que lo seguirán siendo- de la defensa de su gente, de sus derechos, de su autonomía universitaria.

Desgraciadamente, el año en que estamos transcurriendo, en el que somos testigos de este tipo de arbitrariedades, cuenta con antecedentes conocidos por nuestro medio académico, que han sido igual de vehementes y dolorosos.

Hace 52 años ocurrió lo mismo en Argentina. El fin de la presidencia de Arturo Illia en 1966 (una década antes del peor suceso de la historia argentina, el golpe de Estado de 1976), dejó una represión de estudiantes que quedó signada en una frase que trasciende por su metonimia: “¡Libros sí, botas no!”. Las botas eran las de los militares, las mismas que forman parte de un atuendo análogo cuando se trata de generar terror en nuestros países, y del dictador Juan Carlos Onganía, que desde el 28 de junio y de la mano de la llamada “Revolución Argentina”, se disponía a poner “orden” en una Nación con una antesala lista para el pavor.

Estados Unidos publica en el New York times que el 22 de agosto de 1966 y “al grito de ¡Libros sí, botas no!’ turbas de estudiantes indignados desafiaron (…) a los cuerpos fuertemente armados de la policía, en los diversos edificios (…) de la Universidad de Buenos Aires”. 1 Y sí, los estudiantes agredidos tenían un correlato bien oscuro en contra: el establishment imperante de aquella época y a un Juan Domingo Perón cómplice desde el exilio. Así, como siempre, las nuevas autoridades de la UBA estaban colindadas. La autonomía universitaria, por supuesto, caía en el arresto y clausura de su ejercicio. Los estudiantes ponían freno y pedían que el nuevo rector, Luis María Botet, renunciara a su cargo.

Pero el problema era que el interventor y los universitarios argentinos –como hace poco los nicaragüenses- no tenían la misma idea de libertad de aulas: “’El principio de autoridad debe ser restablecido en el país. Se obrará con severidad ante toda acción subversiva (…). Serán castigado quienes sencillamente declaren que tienen intenciones de resistir’”2, así se dirigía Botet ante el espectáculo revolucionario de los jóvenes. De este modo, una vez más, el nacionalismo recalcitrante y el liberalismo económico a ultranza lograban que el empobrecimiento, en todo sentido, fuera un hecho. La incomprensión siempre es un error. Es imposible no tener presente que casi un mes antes de este atropello, el 29 de julio de ese mismo año, ya se había marcado en la despiadada “Noche de los bastones largos” que la universidad debía ser ocupada, censurada, restringida. He aquí otro de los gérmenes inmediatos de la también actual “fuga de cerebros”: un alud de intelectuales despedidos y expulsados de su país.

Es válido mencionar que casi tres años después los estudiantes se volvían a movilizar, ahora con un grupo de obreros que tenían eco con compañeros y compañeras en Rosario y Corrientes. Nuevamente, la dictadura de Onganía intentó detener a esta horda de trabajadores y universitarios que vulneraban un acontecer de opresión estatal, avalado por un Ejército voraz. Las masas lo intentaban una vez más por un pueblo que comenzaba otro nuevo hito en la historia obrera y universitaria:el Cordobazo de 1969.

¿Acaso en la actualidad no ocurre lo mismo entre estados desafortunados que castigan a trabajadores dejados de lado y a una libertad académica ignorada? Entonces, quizás, ¿es necesario reiterar ad infinitum cuáles son los principios de una autonomía universitaria que en lugar de apalearla sería justo agradecer y apuntalar? Habrá que hacer los deberes, aprender de los errores y, sobre todo, tomar apuntes de nuestra historia. No hay más que dirigirnos a nuestros archivos para (re)conocer que esta clase de irrupciones “a la vida universitaria representa claramente el estilo policiaco en el manejo de los problemas sociales. Lo han extendido del terreno universitario a la juventud en general”.3

Notas

1 Foja 144. Archivo General de la UDUAL.
2 Foja 144. Archivo General de la UUDAL
3 Foja 145.2. Archivo General de la UDUAL.
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