Dossier
Resumen: La presencia del libertador Miguel Hidalgo en Guadalajara, más allá de los consabidos acontecimientos políticos ya conocidos en nuestra historiografía patriótica nacional, es el propósito de este trabajo, en particular lo relacionado con el vínculo que entablaron los insurgentes encabezados por el propio Hidalgo y la Real Universidad de Guadalajara, a través del claustro de doctores, órgano máximo de gobierno. Acompañan esta trama las circunstancias referidas al arribo de los revolucionarios, los antecedentes de la Universidad para ubicar su importancia y actitud, y el desenlace respecto a este encuentro. Se toman como fuentes los documentos mismos del claustro universitario, así como referencias documentales y bibliográficas que evidencian el contexto histórico local.
Palabras clave: Miguel Hidalgo, Insurgentes, Guadalajara, Real Universidad de Guadalajara, Claustro universitario.
Abstract: The presence of the liberator Miguel Hidalgo in Guadalajara, beyond the well-known political events already known in our national patriotic histography, is the purpose of this work; in particular, the link between the insurgents led by Hidalgo himself and the Royal University of Guadalajara, through the cloister of doctors, maximum organ of government. Accompany a plot the circumstances referred to the arrival of revolutionaries, the background of the University to locate its importance and attitude, and the outcome of this meeting. University cloister documents were took as sources, as well as documentary and bibliographical references that evidence the local historical context.
Keywords: Miguel Hidalgo, Insurgentes, Guadalajara, Real Universidad de Guadalajara, University cloister.
La relación entre la universidad colonial de Guadalajara y la lucha insurgente es poco conocida, en parte porque los historiadores liberales fueron cautos en no mencionar el rechazo y condenas que la institución y sus dirigentes hicieron del movimiento; en particular cuando el libertador Miguel Hidalgo abandonó la ciudad1, pues siendo la universidad uno de los símbolos de la grandeza de la región neogallega, poco venturoso era para ellos mancharla con la imagen de condena que manifestó durante la lucha emancipadora. Se ocultó al exterior que los directivos de la Universidad de Guadalajara se habían unido a la condena a los rebeldes, pues como era obvio, esa posición coincidía con la oposición generalizada por parte de las jerarquías de las instituciones coloniales, incluyendo a la universidad nacional.2
A la luz de fuentes documentales y de versiones posteriores producidas por una historiografía regional más reciente y crítica sobre el asunto, es posible ahora ir dilucidando diferentes evidencias que ayudan a entender esa relación partiendo del enriquecimiento interpretativo del contexto histórico. La construcción de la explicación parte del contacto entre los insurgentes y la universidad local para aclarar una más amplia interpretación de esos acontecimientos.
Papel de las instituciones coloniales neogallegas ante la insurgencia
La inminente llegada del libertador Miguel Hidalgo a Guadalajara poco después de su levantamiento en 1810 concitó desde entonces por parte de la Iglesia una actitud de defensa del régimen, buscando no vincularse y rechazar a los sublevados. El Obispo Cabañas, quien no obstante se había distinguido por hacer críticas públicas a las injustas políticas de la Corona que habían provocado despojos, injusticias y pobreza de los indios, al conocer el levantamiento, de inmediato se opuso a él y en la primera oportunidad huyó por el Puerto de San Blas (Dávila Garibi, 1984, pp. 276-296). Antes de ello actuó con diligencia, haciendo exhortos y recomendaciones para la defensa de la ciudad, con recomendaciones al Cabildo Eclesiástico para que siguiese funcionando aun durante su ausencia y dejando firme el contacto permanente con las autoridades.3
Las órdenes religiosas asentadas en Guadalajara, que habían estado en contacto con los pobres y eran testigos de las formas en que mestizos e indígenas de las comunidades eran duramente tratados, asumieron sin embargo una defensa a ultranza al Rey, al régimen y a las instituciones eclesiásticas.4 Los franciscanos, destinados a ser pobres por su propia voluntad “se habían amparado en su convento cerrando las puertas a los insurgentes y acogiendo al intendente Roque Estrada para protegerlo de alguna posible injuria”, dice el historiador Refugio de la Torre, aunque más bien para protegerlo físicamente de sus captura, enjuiciamiento y ejecución (Pérez Verdía, 1989), tal como sí sucedió en cambio con decenas de españoles propietarios que fueron fusilados por Hidalgo a los pocos días de llegar este a Guadalajara.
Los frailes procedieron monolíticamente para oponerse a la lucha insurgente, condenarla y actuar en consecuencia; De la Torre muestra a través de documentos internos y correspondencia de los franciscanos cómo fueron orillados a no apoyar a Hidalgo y las causas por las que actuaron también por su propia cuenta. Esta política de cerrar filas por el régimen no evitó desde luego que hubiera religiosos que se unieron a la causa insurgente (De La Torre, 2001, pp. 195-201).
Por su parte las instituciones civiles operaron acelerada pero inútilmente para enfrentar el peligro inminente, pues todos los dispositivos organizados fueron insuficientes ante la llegada de las fuerzas del amo Torres y luego de Hidalgo.
El Ayuntamiento de Guadalajara, al conocer sobre el levantamiento, le propuso a la Audiencia organizar las fuerzas realistas para que salieran a combatir a los insurgentes en las poblaciones de La Barca y de Zacoalco, con la finalidad de evitar que tomasen la ciudad. Insistió ante la junta de seguridad para que tomara medidas más enérgicas y oportunas, al considerar que el peligro hacia a la ciudad capital crecía conforme los insurgentes se iban acercando.5
El gobierno realista se instaló en la región de Santa Catarina, cerca de Zacoalco. Envió un ejército de entre 500 y 600 hombres al mando de Tomas Ignacio Villaseñor, pero el ejército insurgente los derrotó. De este modo se hizo de armas, municiones, dinero y equipo. Asimismo fue hecho prisionero Villaseñor, a quien el Amo Torres perdonó la vida. El triunfo le valió a Torres la adhesión de un número considerable de simpatizantes. El 10 de noviembre de 1810 inicio su marcha hacia Guadalajara con más de 20,000 hombres.6
Es poco entendible que siendo Guadalajara una ciudad pujante y con tantos capitales atesorados y en circulación, e instituciones emblemáticas y con acaudalados recursos, no hubiese sido defendida a piedra y lodo.7 Tal vez no hubo tiempo para fortificarla. O nunca les pasó por la cabeza a autoridades virreinales que los contingentes rebeldes, aunque en su mayoría desarmados, eran muy numerosos y se trasladarían a la región. Además, la tensión y zozobra, derivada de la situación provocada por los insurgentes desde su levantamiento en Dolores, motivó que particularmente las autoridades hicieran un recibimiento amistoso para evitar represalias, así que renunciaron a enfrentarlo. Hidalgo tuvo que ser recibido con honores en la ciudad.
Miguel Hidalgo en Guadalajara
El 26 de noviembre Miguel Hidalgo entró en Guadalajara. Por las circunstancias que privaban en la ciudad desde hace tiempo, muchos pobladores, que estaban cansados de la opresión de las leyes restrictivas, los impuestos, despojos y una permanente represión, fueron a recibirlos efusivamente.8 Existen ya bastantes evidencias documentales en los contantes juicios de infidencia contra habitantes de la ciudad que muestra la firme agitación y participación -si se quiere soterrada o clandestina-, pero recurrente-, atestiguando un determinado nivel de malestar e indignación por las condiciones que imperaban en el reino y en la ciudad, y de quienes estaban en contra del régimen y buscaban manifestarse y organizarse.9
La reacción política y violenta en ocasiones ante hechos de injusticia era, en su mayoría, de simples pobladores indignados, pero otros habían estudiado en la Universidad de Guadalajara o en el Seminario,10 lo que muestra que no obstante el espíritu corporativo y virreinal de ambas instancias, las posiciones críticas proliferaban:
Al día siguiente, lunes 26 de noviembre, Guadalajara, profusamente engalanada para recibir al proclamador de la independencia, despierta toda llena de inusitado bullicio. Sus 45 mil habitantes se echan desde las primeras horas a las calles y plazas. Invadiéndolas para vaciarse luego, en cuanto la multitud empieza a dirigirse en la calzada que conduce a San Pedro, en seguimiento de las comitivas que allá de nuevo se encaminan, acompañadas ahora del general José Antonio torres, con todas sus tropas. (Olveda)
Así que no era solamente el miedo lo que prevalecía, sino determinadas convicciones que se manifestaron con el recibimiento de Hidalgo. Existen evidencias de que subyace ya en la ciudad como en tantas otras, un imaginario emancipador que irradiaba la conciencia política, la cual se mantuvo latente.11 Un lenguaje emblemático, diría Thomas Calvo. Hay muchos signos que muestran que la capital neogallega ejercía ya, aunque fuese de manera intermitente y muy elemental, evidencias de rebeldía política y reclamos, incluso de infidencias que mostraban ya incipientes muestras de organización clandestina.12
Aún antes de pisar tierras cercanas a la ciudad, ya 22 coches provenientes de Guadalajara fueron a darle recibimiento en la Hacienda de Atequiza, a cuya cabeza iba el comandante Miguel Gómez de Portugal, quien había reclutado ya un importante contingente de tropas para integrarla a las fuerzas de Hidalgo.13
Hubo desde luego un número importante de seguidores que de manera entusiasta lo recibieron cuando entró a San Pedro Tlaquepaque,14 población aledaña a Guadalajara, a una legua. No solo habitantes pobres, mestizos e indios, sino también comerciantes y artesanos lo recibieron, entre ellos, la Audiencia, el Ayuntamiento, el Cabildo Eclesiástico y la Universidad. Es aquí, cuando se inicia el primer contacto de la institución con Hidalgo.
El carácter de ese primer contacto entre los pobladores y las instituciones con los insurgentes, ayuda a entender el pulso que mantenía la población en torno a la insurrección, pues siendo una ciudad con importantes instituciones coloniales, lo que implica su lógica defensa del statu quo y, por lo tanto, su natural influencia conservadora en la población, en realidad, no obstante lo repentino que había sido la llegada de esos contingentes insurrectos, una parte importante del pueblo fue mostrando algarabía y júbilo en el tiempo que estuvieron los rebeldes donde además todas las autoridades civiles y militares estuvieron para recibirlo el 25 de noviembre de 1810.15
Es significativo que en ese forzado, pero solemne primer contacto de Hidalgo con los neogallegos se congregaran representantes de las altas jerarquías políticas. Productiva y civil la insurgencia entabló relación con las autoridades de la Universidad de Guadalajara con su representación de profesores y un contingente de alumnos.16 En el primer recibimiento en la población de San Pedro, se apersonaron ante el libertador cuatro doctores del Claustro: Juan José Cordón y Luque (español, además Rector del Colegio Seminario Tridentino del Señor San José, institución de gran trayectoria en Nueva Galicia; después, Obispo de Almería, España),17 Toribio González, Francisco Antonio de Velasco y Fray José Mestres.18 Este hecho sería de gran significación, pues desde ese momento Hidalgo se percató de la importancia cultural e institucional de la ciudad que además de tener Universidad, tenía ya imprenta, casa de moneda y consulado de comercio.
La actuación de Hidalgo ya en Guadalajara fue muy activa y diversa. En el terreno propagandístico, está sin duda un hecho de gran trascendencia incluso de toda la América española: la publicación del primer periódico insurgente, que muestra la gran importancia que le dio Hidalgo a la ciudad.19 En el terreno político decidió reorganizar el movimiento formando dos ministerios, uno de Gracia y Justicia y otro de Estado, al frente del primero quedó el licenciado José María Chico y al mando del segundo el licenciado Ignacio López Rayón.
La universidad
Había sido fundada en 1792, en la época de influencia de la revolución francesa, lo que motivó que estuviera concebida para funcionar corporativamente y protegerse de asechanzas innovadoras del movimiento revolucionario francés,20 concibiendo a las Carreras de Teología y Cánones, como las más importantes. Era la segunda de la Nueva Galicia. Tuvo desde entonces una gran importancia política y educativa. Para 1810, había pasado en su corta historia por diversos acontecimientos cruciales. Apenas en 1812 tuvo que jurar a la Constitución de Cádiz no inclinación al absolutismo monárquico. Y a los 21 años de fundada, le tocaría encarar la guerra de independencia en su propio campus.
Siguiendo con la conseja de que por sus obras los conoceréis, la Universidad si bien mantiene un sistema instituido corporativo en su funcionamiento y de alguna manera en su currículo21 son los procesos instituyentes relativos al aprendizaje de determinados valores y visiones de la vida social en los alumnos lo que muestra otros tamices. Ese monolitismo institucional no se vio reflejado en todos sus egresados. Recordemos simplemente que uno de sus rectores, entonces como catedrático, José Simeón de Uría, fue constituyente a Cádiz y ahí jugó un papel relevante al mostrar su perfil ilustrado haciendo propuestas de transformación económica y social para la Nueva Galicia, entre ellas, separar la Nueva Galicia de la Nueva España y convertirla en un reino soberano.22 Está también el antecedente de Miguel Gordoa, presidente del constituyente de Cádiz y cuyo discurso republicano de clausura del congreso el 14 de septiembre de 1814 es memorable.23 Para 1798 ya había obtenido los grados de licenciado y doctor en Sagrada Teología por la Universidad de Guadalajara, materia de la que fue profesor sustituto en la Cátedra de Melchor Cano. Otro universitario ilustre es el fundador de El Despertador Americano y pionero de la economía política, Francisco Severo Maldonado, quien estudió Teología en la universidad local distinguiéndose como un alumno y luego maestro excepcional. Se graduó como Doctor en Teología y Filosofía en esa misma institución con altos honores en 1802.24
Seguramente que la Universidad era una institución de altura, pues muchos eminentes egresados figuraron en diferentes ámbitos del poder político y eclesiástico,25 lo que muestra que por la influencia del proceso formativo y por la influencia del convulsionado y cambiante contexto se dieron diversas tendencias ideológicas y filosóficas.
De las aulas universitarias, egresaron en los primeros años del siglo XIX: los héroes de la Independencia y otros importantes hombres celebres: Juan Antonio Montenegro y Arias, José María Mercado, Pedro Moreno y Francisco Lorenzo de Velasco y Palafox; los presidentes de la República Valentín Gómez Farías, Anastasio Bustamante, Pedro Vélez, Melchor Muzquiz y José Justo Corro; el primer arzobispo de Guadalajara, Pedro Espinosa y Dávalos; el primer cardenal mexicano designado y obispo de Michoacán, Juan Cayetano Gómez-Portugal; el séptimo obispo de Monterrey, Salvador Apodaca y Loreto y el obispo electo de Valladolid quien excomulgó a Hidalgo y detractor de la Independencia; Manuel Abad y Queipo; el primer matemático universitario, José María Mancilla; el primer embajador de México ante el Reino de Brasil y las repúblicas bolivarianas, Juan de Dios Cañedo; el Padre del Federalismo, diputado a las Cortes de Cádiz y deán de la catedral de Puebla de los Ángeles, Miguel Ramos Arispe; el autor de la primera Constitución del Estado de San Luis Potosí, Manuel María de Gorriño; el diputado del Congreso Constituyente del Estado de Nuevo León, Francisco Arroyo y quienes llegaron a ser gobernadores del Estado de Jalisco Juan Nepomuceno Cumplido y Pedro Tamez. Fue además rector de esa Universidad, José Ángel de la Sierra, liberal y colaborador del periódico insurgente El Despertador Americano.26
La Universidad era también muy importante y no cerró sus puertas tal vez porque entre sus miembros no había ningún español a quien los insurgentes pudieran recriminar. Además, porque, aunque de haberse clausurado el recinto, corrían el gran riesgo de que se tomase como una afrenta por parte de los rebeldes.
Cuando el Claustro Universitario se percató de la llegada inminente de Hidalgo a la ciudad fue cuando ideó nombrar esa comitiva que fue a recibirlo en San Pedro Tlaquepaque para darle sus parabienes. De esa manera se quitaban el pendiente de invitarlo al recinto, situación que para el claustro era odiosa, pues en el fondo condenaban la lucha emancipadora. Situación que se verá reflejada una vez que los contingentes revolucionarios abandonaron la ciudad y cuando se enteraron de la muerte del libertador y de sus Estado mayor. Otro vínculo que se estableció entre los rebeldes y la Universidad fue la presencia de José María Gómez y Villaseñor, quien estuvo representando al gobierno de la Mitra y era por lo tanto Vicario General del Reino –pues su cabeza principal, el Obispo Cabañas había ya huido por San Blas–, en el recibimiento a Hidalgo en San Pedro. Villaseñor había sido el primer rector de la Universidad y se reeligió varias veces, convirtiéndose en el hombre fuerte de la institución.27 Como gobernador de la Iglesia y una vez que se fueron los insurgentes, “aplicó el cuchillo espiritual” de la censura e intentar restituir las pertenencias robadas por los rebeldes., expidiendo un Edicto el 18 de febrero de 1811.28 Además de que expuso públicamente su condena a ellos.29
La Revolución habla en la universidad
Las actividades de Miguel Hidalgo en los primeros días fueron particularmente intensas. Un asunto operativo fue lo relativo a tomar medidas referentes al sostenimiento material de los contingentes, pues se calcula que el número de combatientes oscilaba entre 40,000 o 50,000. ¿Dónde duermen? ¿Dónde comen? ¿Dónde atienden su salud y dónde pueden mantener su vestimenta? Se requería más allá de expropiaciones, donativos forzosos e incautaciones, la solicitud entre comedida y forzosa, a aquellas instituciones que por su importancia mantenían en su poder cuantiosos caudales.30
El licenciado Pedro Avendaño, representante de Hidalgo llegó el 11 de enero de 1811 a las puertas de la Universidad y llamó.31 Enseguida fue pasado a la sala del Claustro e hizo una exposición de la lucha emprendida y solicitó la comprensión de todo el cuerpo de doctores que dirigían la Universidad, así como un apoyo económico para la causa insurgente. El fragmento de esta acta levantada por la universidad da cuenta de la situación:
Acta de claustro Universitario fechada el 11 de enero de 181132 dice el alcalde:
Hizo presente el señor Rector que el Lic. don Pedro Avendaño a nombre de su titulado jefe Miguel Hidalgo y costilla lo instruyó que esperaba de su parte contribuyese tanto por su parte quanto por los fondos de la Universidad de un donativo decente a favor de la presente guerra así como lo habían verificado los demás cuerpos;33 lo que entendido y habiendo conferenciado sobre la materia: acordaron no hace contribución alguna ni por sí ni de la arca, comisionado a los señores doctores don Esteban Huerta y don Miguel Cerviño para que lo hiciesen saber al comisionado de Hidalgo, instruyéndole no haber de que disponer con el motivo de los gastos corrientes y no cobrarse redito alguno, y por lo respectivo a los individuos que aún estaban cubiertos de sus rentas por las mismas causas, con lo más que tuvieren a bien exponer… y por esta Acta así lo acordaron…34
Es obvio que la negativa de la universidad para aportar de sus caudales a la causa insurgente indignó a los revolucionarios y seguramente al propio Hidalgo, por lo que el representante volvió a ir a la Universidad, seguramente, ya con un plan más estricto o amenazante, pues de todos era conocido que la Universidad era solvente, era prestamista, tenía casas en renta, pagaba con holgura a sus catedráticos, además de mantenerla como un recinto hermoso, bien conservado y arreglado, digno de una institución superior.
La jerarquía corporativa de la Universidad reflexionó sobre su respuesta negativa a los insurgentes. Así que, temiendo represalias, actúo en consecuencia y recabó una cantidad, si se quiere, muy mínima respecto a lo que otras corporaciones habían aportado, mientras esperaba al representante que había prometido volver. Dos días después, en acta del 13 de enero se refleja lo que sucedió:
Instruyó el señor Rector a los Doctores Huerta y Ceviño habiendo cumplido con la comisión del día anterior le habían informado que el Lic. Avendaño después de haber significado extrañar mucho la negativa havia concluido diciendo que daría cuenta a su jefe quien creía estar instruido de que no faltaban a la Universidad y su Claustro con que subvenir por su parte a las actuales urgencias y que temeroso de que se usase de algunas violencias con todo el Claustro, havía hecho en aquella misma hora volver a los expresados señores doctores para que impusiesen al comisionado en que efectivamente no había sobrante alguno en Arcas, que solo había un capital de cuatro mil pesos que se habían cobrado pertenecientes a una obra pía, para volverlos a imponer, que no obstante los ofrecieron y que en cuanto al donativo particular volvería a juntas el claustro, lo que habiéndose oído convinieron todos a la entrega del capital propuesto por el señor Rector y pasando después al donativo hicieron sus contribuciones parciales de que resultó la cantidad de trecientos sesenta y cinco pesos, mandado que recaudados por el señor Secretario, esto y los cuatro mil aceptados pasase uno y otro al poder del referido comisionado recogiendo recibo suyo.35
Temiendo una nueva visita a la institución, la Universidad permaneció cerrada por su propia voluntad hasta el 26 de enero de 1812, cuando entró a la ciudad el ejército realista, una vez que las fuerzas insurgentes, después de la derrota del puente de Calderón, se dispersaron y los líderes del movimiento se trasladaron al norte del país. A Guadalajara, entró triunfante el General Feliz María Calleja, a quien el claustro universitario llamó libertador de la ciudad, según el acta levantada ese día. Con ello, se revela que cuando menos el cuerpo dirigente de la Universidad y gran parte de sus catedráticos estaban en contra de la insurgencia. Lo cierto es que, si bien las autoridades universitarias con los revolucionarios fueron tacaños, en cambio, con las fuerzas realistas fueron generosos:
El señor Rector hizo presente al claustro y que los demás cuerpos había explicado su gratitud habiendo depositado en sus manos algunos donativos para fomento de las armas y para con el Señor General don Félix María Calleja que gratifique a sus triunfadoras tropas y que acaso se extrañaran de que la Universidad no se manifestase en los mismos términos lo que entendido acordaron desde luego hacer el donativo determinando los presentes la cantidad con que cada uno concurriría y mandando se requiriese a los demás individuos y empleados de la Universidad para que al pie continuasen haciendo lo mismo y colectada la cantidad que resultase hiciese entrega de ella al presente secretario al Sr. General con oficio al señor rector a nombre del Claustro, y lista exacta de la contribución de cada uno recogiendo el correspondiente recibo.36
Los recursos no se escatimaron, por el contrario, fueron amplios, lo que muestra claramente la posición de la institución durante este y todo el período de la guerra. Fue tanto el fervor por el control nuevamente de la ciudad por parte del gobierno virreinal, que la Universidad solicitó, semanas después al Virrey junto con el Cabildo Eclesiástico37 y otros cuerpos institucionales, mantuviera en el cargo a Villegas cuando estaba por concluir su mandato como gobernador de la provincia.38 Para entonces la Universidad, como todas las instituciones coloniales, empezó a enfrentar una serie de circunstancias inéditas y coyunturales resultantes de los acontecimientos que en todo el territorio español estaba sucediendo con la invasión napoleónica, las abdicaciones de Bayona y el inicio de la guerra de resistencia en la propia España, aspectos todos que impactaron en las colonias. En acta del 9 de febrero de ese 1811, las Cortes españolas recién instaladas obligaban a jurar su reconocimiento acerca de que se habían instalado a todas las instancias de gobierno y sus súbditos, y desde luego a la Universidad.39
Desenlace
El modelo corporativo colonial que caracterizaba a Guadalajara, Nueva Galicia y Nueva España, pronto se desplomó una vez que se instauró el régimen independentista, exactamente 11 años después de la visita del representante de Hidalgo a la Universidad. Así que los criterios cambiarían radicalmente y entonces muchos acusadores quedaron como acusados. Las instituciones desaparecieron o mudaron. La Universidad quedó en esta disyuntiva. Ya unos años antes de la consumación de 1821, los barruntos del sistema representativo auguraban un cambio y la Universidad se había visto obligada a reconocer y jurar fidelidad a las Cortes Generales en 1811 en un acuerdo que implementaron sin chistar,40 preámbulo de lo que sería la Constitución de Cádiz, la cual se vio obligada a jurar también en 1813, a pesar de que su Claustro mantenía una posición monolítica en contra de cualquier cambio político;41; pero la mayoría de los miembros de ese cuerpo corporativo pertenecían a la Iglesia en calidad de dignatarios.
La instalación de la diputación provincial del reino implicó por lo tanto otro factor que involucró un instrumento contrario al monolitismo imperante universitario. Los directivos de la Universidad no cuestionaron ese órgano provincial por propia conveniencia, no obstante que rompía la ancestral forma de organización política provincial a la que estaban totalmente adheridos; pero, no osaron por convicción ni por omisión verse involucrados42.
La evidencia de que la Universidad no obstante su significativo trabajo educativo al servicio de la región al producir un número importante de profesionistas, particularmente, de derecho y medicina, era considerada por los grupos más ilustrados que lograron comandar la dirección de la provincia a partir de 1825, como una rémora e inútil, por mantener una filosofía anticuada y estéril. Fue clausurada de manera fulminante por el primer gobernador constitucional de Jalisco: Prisciliano Sánchez en enero de 1826.43
La hipocresía, poca apertura y cerrazón que mantuvo la universidad ante los días que el libertador y sus ejércitos permaneció en la ciudad de Guadalajara -concreción de su modelo de institución colonialista aun con su fiel y eficiente carácter formativo durante los 34 años en que funcionó abierta- determinó su disolución en 1826, por considerarla el nuevo gobierno republicano irreformable.
Los miembros del Cabildo que estaban incrustados en el órgano rector de la Universidad, el propio rector en turno, Juan José María Sánchez Leñero,44 y casi la mayoría de su cuerpo de dignatarios se refugiaron en el ostracismo durante un tiempo pues no tuvieron cabida en el nuevo modelo de educación superior como lo fue el Instituto de Ciencias.45
Palabras finales
El acontecimiento narrado, más allá de su vertebración anecdótica, intenta servir como afluente para contextualizar una trama que expanda una explicación del proceso de transición del viejo régimen colonial desde sus estertores. Como diría Bertolt Brecht, un régimen que no acaba de morir, y el nuevo no acaba de nacer. La Universidad, ente complejo, se nos presenta como un caleidoscopio, con luces y sombras, enfrentado con todo el peso de su racionalidad corporativa erudita y justificativa de su labor cultural y educativa, a la voluptuosidad y fuerza de un rayo, relámpago revolucionario de la emancipación. Violenta y cauta a la vez.
Nueva Galicia fue, en un momento dado, el centro del destino de un país que quería nacer. La Universidad representó en ese momento las cualidades y convicciones de la lucha del libertador y su causa que, no obstante que moriría seis meses después, el 30 de julio de ese mismo año de 1811 en Chihuahua, había ya herido de muerte al viejo régimen.
Colofón: el representante de Hidalgo
Para documentar a un personaje: ¿quién era el licenciado Pedro Avendaño, personero que envío Hidalgo como representante del movimiento insurgente a la Universidad? Regularmente desconocido, este licenciado patriota fue un colaborador cercano a los dirigentes de la insurgencia; Ignacio Allende lo menciona en carta enviada a Hidalgo, apenas unos días después del levantamiento, cuando después de la batalla de las Cruces y al plantear la preparación del arribo a Guadalajara, dice: “El licenciado Avendaño acompañó a Huidobro a Guadalajara para el arreglo del gobierno y lo demás, y también hice lo acompañase Balleza. A las órdenes de Huidobro...”46 El historiador Ledón también lo refiere como un gran intelectual, a la estatura de Rayón. Al referirse a la trayectoria de Ignacio Aldama, expresa que es uno de los más notables intelectuales de la Guerra de Independencia, “que uni do a los licenciados Rayón, Chico, Avendaño y otros trataron de arreglar en Guadalajara el gobierno revolucionario.”47 Su nombre completo era Pedro Alcántara Avendaño y fue nombrado por el propio Hidalgo Oidor de Guadalajara48 -Gobernador de la sala del Crimen-49.
En la lista de los patriotas fusilados en Chihuahua, conjunto con Hidalgo, no aparece su nombre.50
Notas