Educación inclusiva: ¿Por qué y para qué?

Educação inclusiva: Por quê e para quê?

Inclusive education: why and what for?

María Antonia Casanova
Universidad Camilo José Cela, España

Educación inclusiva: ¿Por qué y para qué?

Revista Portuguesa de Educação, vol. 31, pp. 42-54, 2018

Universidade do Minho

Recepción: 01 Mayo 2018

Aprobación: 01 Mayo 2018

Resumen: Las características de la sociedad democrática exigen generalizar el modelo de educación inclusiva, para ofrecer igualdad de oportunidades, equidad y calidad a toda la población dentro de los sistemas institucionales. El respeto a la diferencia es una de las peculiaridades que distingue a la sociedad actual, por lo que resulta imprescindible promover los aportes que cada persona puede realizar al conjunto social. Desde un enfoque ético, sociológico y psicopedagógico se justifica plenamente esta afirmación. Si la sociedad pretende convivir en la diversidad, este hecho debe comenzar en las aulas. El logro de la sociedad inclusiva pasa por una educación que apoye sus principios desde los primeros años de vida. Por otra parte, son numerosas las normas y recomendaciones internacionales que obligan a practicar la educación inclusiva, destacando la Convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad (2006), a la cual se adhirió la Unión Europea como tal e, igualmente, la mayoría de los Estados miembro de la misma.

Palabras clave: Educación inclusiva, sociedad democrática, igualdad de oportunidades, equidad, accesibilidad.

Resumo: A caracterização da sociedade democrática exige a generalização do modelo de educação inclusiva, por forma a garantir igualdade de oportunidades, equidade e qualidade a toda a população dentro dos sistemas institucionais. O respeito pela diferença é uma das características que distinguem a sociedade atual, e é por isso essencial promover a contribuição que cada pessoa pode trazer ao seu grupo social. Numa abordagem ética, sociológica e psicopedagógica, esta afirmação é plenamente justificada. Se a sociedade deve coexistir na diversidade, isso tem de começar na sala de aula. A conquista da sociedade inclusiva passa por uma educação que sustenta os seus princípios desde os primeiros anos de vida. Além disso, existem inúmeras normas e recomendações internacionais que exigem a prática da educação inclusiva, das quais destaco a Convenção das Nações Unidas sobre os Direitos das Pessoas com Deficiência (2006), à qual a União Europeia aderiu, assim com a maioria dos seus Estados-Membros.

Palavras-chave: Educação inclusiva, sociedade democrática, igualdade de oportunidades, equidade, acessibilidade.

Abstract: The characterisation of the democratic society demands the generalization of the model of inclusive education, to ensure equal opportunities, equity and quality to the whole population within the institutional systems. Respect for difference is one of the peculiarities that distinguishes today's society, so it is essential to promote the contributions that each person can make to the social group. From an ethical, sociological and psycho pedagogical approach, this affirmation is fully justified. If society shall coexist in diversity, this must start in the classroom. The achievement of an inclusive society goes through an education that supports its principles since the first years of life. Furthermore, there are numerous international standards and recommendations that require the practice of inclusive education, highlighting the UN Convention on the Rights of Persons with Disabilities (2006), to which the European Union adhered, as did most of its Member States.

Keywords: Inclusive education, democratic society, equal opportunities, equity, accessibility.

Introducción

La realidad de una sociedad democrática exige que el modelo educativo que se seleccione para la formación de las generaciones futuras esté en concordancia con el previsible mundo en el que se han de desenvolver. En los momentos actuales y en los países desarrollados, el sistema democrático es el que está vigente, por lo que la educación deberá disponer de las características apropiadas para permitir que los estudiantes se incorporen a la sociedad en condiciones de igualdad de oportunidades y con posibilidades de llevar adelante una vida satisfactoria, tanto a nivel personal como dentro del grupo.

Por ello, resulta imprescindible apostar con convicción por un modelo de educación inclusiva, dado que es la única que ofrece el contexto y las condiciones reales para desarrollar una educación conforme con las competencias que serán necesarias y útiles en esta sociedad democrática.

Con objeto de partir de un mismo concepto de educación inclusiva, para que la lectura de estos breves comentarios tenga sentido o se comprenda desde el mismo enfoque utilizado en ellos, avanzo la concepción de la misma, entendiendo que

el modelo de educación inclusiva supone la implementación sistémica de una organización educativa que disponga de las características y posibilidades necesarias para atender al conjunto de la población escolarizada, diversa por principio y por naturaleza, en estos momentos de la historia. Dicho planteamiento implica la disponibilidad de un currículum abierto y flexible, es decir, democrático, y una organización escolar que permita su práctica óptima. Además, la educación inclusiva debe constituir un núcleo aglutinador de la sociedad, que colabore con el centro educativo para que este se convierta en una comunidad de aprendizaje, en la que todos participen y aporten su riqueza individual y grupal a la mejora de cada uno de sus integrantes. (Casanova, 2017, pp. 49-50)

Características de la sociedad democrática

Si se parte del análisis, aunque sea de forma somera, de la sociedad democrática y de las consecuencias que derivan de su práctica coherente en el quehacer diario en todos los ámbitos de la vida, la educación inclusiva se pondrá de manifiesto como la única razonable y posible para formar a ciudadanos que puedan desenvolverse en ella con independencia y autonomía de criterio.

Una sociedad democrática es la que acepta a todo tipo de personas, valora sus aportaciones en cualquiera de los campos de actuación posible y desde cualquier enfoque ideológico, respeta las diferencias personales como un elemento que enriquece al resto de los grupos, protege las culturas minoritarias como expresión razonable de esas diferencias, permite y favorece la convivencia entre individuos y grupos distintos; en definitiva, un todo social que se complementa mediante la participación y las aportaciones de todos y cada uno de sus miembros y resulta beneficioso para ellos. Además, desde uno u otro pensamiento político, las democracias deben promover de forma real la igualdad de oportunidades entre los ciudadanos a lo largo de toda su vida. La educación permanente constituye, sin duda alguna, una de las bases para la convivencia social en la diversidad.

El incorporarse a un modelo escolar o a otro, muy diferente, ofrece distintas oportunidades a los estudiantes. Educarse en una escuela especial para alumnos con algún tipo de discapacidad supone, de entrada, distinto nivel de exigencia, distinto tipo de compañeros y distintas relaciones humanas a las que se presentan si estos se educan en una escuela ordinaria, ya sea pública o privada. Igualmente, el carácter de pública o privada o la escolarización ahora denominada “diferenciada” (segregada por sexos) también derivará en diferentes oportunidades futuras, pero quizá, en la mayoría de los casos, no tan distanciadas como las que intento explicar ahora. Siguiendo con el razonamiento, además de las exigencias del profesorado hacia los alumnos y, consecuentemente, del nivel de expectativas puesto en ellos, este será menos estricto o riguroso, de manera que implicará, con seguridad, menor esfuerzo del alumno y, por lo tanto, menor grado de consecución de competencias y de objetivos educativos.

Por el contrario, el educarse en una escuela común, regular u ordinaria obliga a cada alumno o alumna a esforzarse para estar a la altura de los demás, para responder a las esperanzas de su maestro hacia él, por una parte. Por otra, es un hecho que los niños aprenden unos de otros (una de las ventajas de la escuela unitaria) y procuran no “desmerecer” ante sus compañeros. La imagen que el grupo social devuelve a la persona influye de modo decisivo en su autoimagen y en su autoestima, e incluyo en ese grupo social importante que es el centro docente, tanto a compañeros alumnos como a profesores.

Ese compañerismo y ese conocimiento mutuo favorecerán, sin duda, la igualdad de oportunidades que, por un lado, ofrece la misma escuela a todo su alumnado y, por otro, ofrecerán posibilidades reales de empleo y de inserción social, en un futuro no lejano, promovidas desde unos compañeros hacia otros, dado su mayor conocimiento mutuo. En ambas situaciones, en una sociedad que se proponga como objetivo conseguir ciudadanos demócratas, hay que decantarse por la escuela inclusiva en cualquiera de las modalidades de carácter jurídico que haya en cada país.

Por estas razones, aunque sea de forma breve, resulta importante caracterizar el contexto social en el que vivimos, porque además de los modelos de sistemas democráticos que gobiernan en buen número de países y que son los aceptados como mejores dentro de la relatividad de nuestras diferentes realidades, aparecen una serie de circunstancias que están influyendo decisivamente en la vida de cada persona y en la sociedad a nivel mundial. No es fácil resumir las peculiaridades del modelo social que nos rodea – especialmente por los cambios permanentes que se producen, en buena parte por la influencia de las redes sociales –, pero voy a destacar las características que más pueden influir para decidir sobre el mejor modelo de educación:

La sociedad actual: sus exigencias educativas

Resultan numerosas las exigencias que se dirigen desde la sociedad hacia el sistema educativo. Bien es verdad que la educación puede (y debe) resolver ciertas situaciones que aparecen en los grupos sociales, mediante la formación apropiada de las nuevas generaciones. Ese es el sentido fundamental de la organización de los sistemas en todos los países, sin duda. Pero también es cierto que la sociedad, en la mayoría de los casos, no colabora con efectividad para el logro del tipo de ciudadano que pretendidamente quiere conseguir.

La coherencia no es una característica que abunde en la sociedad, sobre todo entre el “discurso” y los “hechos” que se perciben alrededor. Es habitual cargar la responsabilidad de todo lo que ocurre en el modelo educativo implantado, cuando los mensajes que el alumnado recibe nada más salir de su aula son absolutamente contradictorios con lo que se le está inculcando desde ese criticado sistema.

Hay problemas de exceso de consumo, de escasez de consumo (según el momento económico que se viva), de accidentes de tráfico en los jóvenes, de embarazos no deseados, de maltrato de animales, de violencia de género, de desigualdad entre los géneros, de destrozos en la naturaleza, de consumo de drogas y alcohol…, en fin, una gama inacabable de acciones negativas tanto para la sociedad como para el individuo: unas tienen efectos inmediatos y otras los tendrán a medio y largo plazo. Si oímos la intervención de expertos y no tan expertos en los medios de comunicación (radio, prensa, televisión, blogs, redes sociales…), es “la escuela” el lugar donde se deben abordar esos problemas y donde se debe alcanzar la concienciación apropiada de los jóvenes para evitar estas conductas nocivas. Pero esta convicción no implica que cambie la realidad social: en los mismos medios se continúa estimulando el éxito fácil, el modelo de vida juvenil que impele al consumo de todo, la publicidad invasiva que conduce a la apetencia de lo que interesa a unos pocos, no del interés general…, en fin, que se plantean situaciones enfrentadas de falta de cohesión y de coherencia entre familia y escuela, entre sociedad y escuela, entre política y escuela, que difícilmente se superarán sin la colaboración activa de todos los sectores.

La sociedad exige educación de calidad, pero no sabe definir esa calidad ni su contenido, duda sobre cómo plantear un sistema que dote de los recursos personales para incorporarse a la vida y a la sociedad de forma integral, digna… Parece evidente la afirmación de Braslavsky (2004):

el concepto de calidad de la educación varía con el tiempo, no es homogéneo en un determinado momento y su heterogeneidad se asocia a razones objetivas y subjetivas, es decir, a las situaciones, pero también a las necesidades, intereses y convicciones de diferentes grupos y personas. (p. 22)

Se oyen voces desde muchos ámbitos que claman por la mejora de la educación, pero son incapaces de llegar a acuerdos básicos que garanticen la continuidad en una línea de actuación que ayude a aprovechar los buenos vientos cuando estos lleguen (y ya se sabe que “no hay viento bueno para el que no sabe adónde va”) y a progresar en lo técnico-pedagógico, en lo relacional, en la colaboración social, familiar… En cualquier caso, solo quiero corroborar, en este sentido, la afirmación de Joaquín Prats (2010):

Lo que sin duda constituye un error es pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor y que, por tanto, las soluciones a los problemas deben buscarse en modelos educativos e ideologías pedagógicas pretéritas. Lo que está en crisis es el andamiaje, el paradigma tradicional, tanto en sus formas progresistas, como conservadoras. Lo que procede es repensar los problemas a la luz de los nuevos modelos de organización social, de los nuevos sistemas de comunicación e información, de la actual concepción y producción del conocimiento y, por último, de las formas contemporáneas de entender los valores. (p. 3)

Hay que mirar al futuro, está claro, desde la situación actual, y no pensar que la mejora del sistema pasa por volver a las tarimas del siglo XIX y recuperar así la autoridad del profesorado. Los saberes que promueve Morin constituyen una base filosófica para los nuevos currículos y los fundamentos de los sistemas venideros, con posibilidades de acierto. Las exigencias de la sociedad llegan a los profesionales de la educación y hay que buscar respuestas adecuadas a las necesidades del ciudadano del siglo XXI, si bien considerando las características de ese educando, nacido ya en este siglo y con entornos avanzados científica y tecnológicamente que, en algunos casos, cuando entra en su escuela, da un paso atrás de cincuenta años, por lo menos.

Recuperar la educación como derecho (Moya, 2015) implica su planteamiento inclusivo, sin duda, pues es un derecho de todos que deriva en la igualdad de oportunidades y, por lo tanto, de incorporación a una sociedad sostenible, equitativa, inclusiva…, es decir, democrática.

Como quedó señalado, los comentarios vertidos hasta aquí deberían tener repercusiones inmediatas en los planteamientos educativos de los sistemas, de la formación institucional. Todo lo que no se acometa ya, en este momento, supondrá rémoras irrecuperables para nuevas generaciones que, una tras otra, habrán dedicado tiempo y esfuerzo a conseguir una educación absolutamente inadecuada para el presente y el futuro de nuestra sociedad.

Fundamentación de la educación inclusiva

Abordaré de modo sintético el análisis que justifica (si es que fuera necesario, a estas alturas de la civilización) la incorporación de un modelo inclusivo para la educación desde tres puntos de vista válidos y complementarios entre sí: desde la ética, desde la sociología y desde la psicopedagogía.

Por todo ello, parece totalmente justificada la importancia de generalizar el modelo de educación inclusiva a nivel internacional, como se propone en convenciones y normas que nos obligan, tanto por nuestra pertenencia a los organismos que las emiten, como por la adhesión directa de nuestro país, especialmente por lo que se refiere a la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (ONU, 2006). Resulta evidente la urgencia de implementar las medidas necesarias para proponer un modelo válido y viable que haga posible las aulas inclusivas sin más dilación, porque el futuro inmediato de las sociedades desarrolladas está reclamando soluciones innovadoras en el ámbito de la educación.

Referencias

Ainscow, M. (2001). Desarrollo de escuelas inclusivas. Madrid: Narcea.

Braslavsky, C. (2004). Diez factores para una educación de calidad para todos en el siglo XXI. Madrid: Fundación Santillana.

Casanova, M. A. (2017). Educación inclusiva en las aulas. Madrid: La Muralla.

Colegios Oficiales de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y Ciencias (2010). Código Deontológico de la Profesión Docente. Madrid: Consejo General de Colegios Oficiales de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y Ciencias.

De la Herrán, A., & Izuzquiza, M. D. (2010). Discapacidad intelectual en la empresa. Las claves del éxito. Madrid: Pirámide.

Galeano, E. (1998). Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Madrid: SIGLO XXI.

Informe Nolan (Normas de conducta pública) (1996). GAPP, números 5-6, enero-agosto.

Morin, E. (2001). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Barcelona: Paidós Studio.

Moya, J. (2015). La educación como derecho. Bases para un consenso razonable. Madrid: La Muralla.

ONU (2006). Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Nueva York: ONU.

Prats, J. (2010). La crisis de la educación no es una crisis de la educación. Escuela, nº 3881, Madrid, 28 de octubre.

Notas de autor

María Antonia Casanova, Universidad Camilo José Cela. Calle Almagro, 5. Madrid 28010, España.

HTML generado a partir de XML-JATS4R por