DEL REINO DE ESTE MUNDO
Pongamos que hablo de La Habana…
Let’s Say I’m Referring to Havana
Pongamos que hablo de La Habana…
Arquitectura y Urbanismo, vol. XL, núm. 3, pp. 96-101, 2019
Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría
Recepción: 01 Mayo 2019
Aprobación: 01 Octubre 2019
RESUMEN: Este artículo expresa la necesidad de tomar en cuenta los valores que caracterizan una metrópolis como La Habana. Sigue los principios del planeamiento conservativo y, por tanto, subraya el papel de la cultura y el patrimonio en el planeamiento y diseño urbanos. Es parte de las conclusiones derivadas de décadas de estudiar La Habana, principalmente desde el punto de vista de la teoría del urbanismo y la conservación. Los estudios mencionados han sido actualizados a partir de las tendencias recientes expresadas en Hábitat III, al igual que en el Congreso Megalópolis. Resiliencia en la gran urbe, en que la autora participó en representación de ICOMOS.
PALABRAS CLAVE: Patrimonio cultural, valores culturales, ciudad, planeamiento conservativo.
ABSTRACT: Based on previous research, this paper expresses the need to take into account all values that characterize a metropolis such as Havana. It follows the principles of conservation planning, therefore underlining the role of culture and particularly heritage in town planning and design. It is a result of decades studying Havana and its preservation, mainly from a theoretical point of view. Former works have been improved and updated following recent tendencies that, as happened with Habitat III, have at last included heritage as a significant issue, as well as at the Megalopolis Congress on Resilience, where this author represented ICOMOS.
KEYWORDS: Cultural heritage, cultural values, Conservation Planning.
Introducción
“Las áreas urbanas han desarrollado históricamente una particular cultura que actúa como aglutinadora de sus ciudadanos, lo que es esencial como contrato social para la coexistencia pacífica y la cohesión social” [1 p.194], pero no es solo hasta Hábitat III que el patrimonio cultural se reconoce como un aspecto significativo a considerar en el ordenamiento urbano [2]. Este artículo pretende mostrar la necesidad de tomar en cuenta los valores que caracterizan una metrópolis como La Habana, los cuales no se limitan a los más reconocidos y divulgados. Se ha partido de la tendencia actual en la conservación del patrimonio de la gran ciudad: el reconocimiento de la diversidad y por ende, la articulación del valor patrimonial con la estructura metropolitana en todos sus niveles.
La Habana, metrópolis patrimonial
La conciencia del valor del patrimonio cubano se fue desarrollando a lo largo del siglo XX. Primero fue lo colonial, después Centro Habana, el eclecticismo y la armonía de las tramas compactas (Figura 1). Más adelante El Vedado y la modernidad. Se trata de una ciudad en la que no es posible considerar valioso solo el centro histórico, lo que condujo a la ampliación conceptual de la legislación al incluir las zonas de protección1, las cuales abarcan principalmente las avenidas y calles donde se concentran, fuera de La Habana Vieja, los principales valores de la ciudad. Aun así, queda mucho por identificar y proteger.

La diversidad estilística. La Habana frágil [3]
Muestra la ciudad una complejidad y contradicción que habría hecho las delicias de Venturi: las homogeneidades valen para el centro tradicional; El Vedado y Miramar, gracias a sus tramas en las que se inventó la flexibilidad un siglo antes de que Colin Buchanan la “descubriera”, admiten casi cualquier cosa, y por ello, esconden entre ocujes y almendros la arquitectura ecléctica, la modernidad estilo Morris Lapidus y los guiños de algunos googies. La Habana humilde del siglo XX, sin embargo, es la que más peligra.
Esa arquitectura, para muchos todavía menor, abundante y por tanto, no excepcional, es tan diversa que resulta difícil definir una tipología, una clasificación. Y en esa variedad está su interés, pues la expresión del conjunto no puede obviar la arquitectónica, y ésta no debe ser reducida a proporciones y volúmenes, sino que es necesario descubrir el mínimo detalle (Figura 2), en el que, muy frecuentemente, reside el mayor encanto.

Habría que analizar hasta dónde la minimización, muchas veces kitsch, expresa la identidad habanera. La frecuencia de los “jónicos enanos” y otras locuras, la propia calidad formal (movimiento, discreción, armonía, gracia…2) y, sobre todo, la variedad extraordinaria, son atributos que portan valores suficientemente altos para que deban ser considerados en cualquier proceso de conservación. La población, además, los ha hecho suyos.
Pero La Habana más frágil es la ciudad sin empaque, la que no tiene cornisas ni portales, la de muchas casas de El Vedado, Miramar, La Víbora, que respetan alineaciones aunque son de un eclecticismo loco que importó castillitos, cortijos andaluces y cottages ingleses (Figura 3).

El valor de la nostalgia
La nostalgia es añoranza por lo perdido, aunque también es el deseo de apropiación de lo que pasó o lo que nunca se alcanzó. La nostalgia, y también el concepto reciente de solastalgia, desempeñan un papel muy importante en el planeamiento urbano a partir del reconocimiento del valor cultural en toda su significación para la población.
Hay espacios en La Habana muy poco divulgados: la escalera de la calle Franco, las espectaculares vistas desde las lomas de Santos Suárez y la Víbora, la plazuela de San Nicolás…, por lo que desconocerlos conduce a no aprovecharlos para su disfrute y, peor aún, a eliminarlos, como ocurrió con el cierre de la comunicación entre el Instituto de La Habana y el Capitolio Nacional. Por muy importante que sea una nueva función, siempre deberá ser compatible con el valor urbano.
Desconocer valores también conduce a demoliciones de edificios, necesarias según algunos, pero que deberían implicar al menos la evocación de lo que había. Tal es el caso del edificio Alaska, cuyo mayor valor era testimonial, pues la historia de lo que sería La Rampa comenzó allí [4].
Es necesario considerar el espíritu del lugar. “Es quizás en la poesía de El Vedado, en ese halo un tanto misterioso…donde reside su carácter de paradigma…A pesar de las aceras maltrechas y las mansiones vetustas, sigue siendo un excelente ejemplo de la traducción de lo sublime parásito, pues muchas imágenes actuales de El Vedado constituyen la versión cubana de los grabados de Piranesi” [5 p.7]. (Figura 4)

Toda esa mezcla de nostalgia con Genius loci debe ser usada para bien de la ciudad o el barrio. Habría que utilizar los lugares valiosos a cualquier escala como componentes significativos de la ciudad, de su estructura funcional, con lo que contribuirían a dinamizarla, ordenarla y hacerla más legible y querida.
Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera
La integridad se va perdiendo con el tiempo, pero también la autenticidad de la no-autenticidad. Es decir, una arquitectura que no fue realmente auténtica en sus inicios, pues transmitió la insatisfacción de una clase con menos recursos, por lo que trató de aparentar lo que hacían los más poderosos. Fueron imitaciones, copias ridículas. Son, sin embargo, ahora, la muestra de toda una época, de una cultura muy característica que aún persiste.
La búsqueda de la supuesta identidad puede destruir la autenticidad al utilizar los recursos trillados del farol, la teja, el balaustre y el falso colorido (Figura 5). La calidad de la escena urbana en La Habana y gran parte de Cuba se ve amenazada por la banalidad, el falso folklorismo, el concepto limitado de los intereses de los turistas, los estereotipos y en general el reduccionismo cultural.

Existe, además, el deseo de embellecer lo que ya es bello o, más bien, dejar la impronta del decisor o el propietario. La heladería Coppelia, símbolo de varias generaciones de habaneros, protegida como parte del Monumento Nacional que es La Rampa, solo necesitaba ser restaurada, no transformada en una caricatura de lo que fue.
Diferente tendencia aunque con igual raíz es la de quienes desean “modernizar”, “renovar” la ciudad. La actitud actual de los arquitectos cubanos varía: algunos creen en lo contemporáneo armónico, otros están muy identificados con el axioma de la identidad, mientras que aquellos más relacionados con los negocios buscan diseños espectaculares, pobres réplicas de la Starchitecture [6], o sea, la diseñada por las estrellas del firmamento arquitectónico global. Se dan casos en que el repertorio internacional que inspira a los arquitectos, cubanos o extranjeros que diseñan para Cuba se basa en obras como la Hearst Tower (Norman Foster, 2006) de Nueva York, para La Habana Vieja, o Heron City -de la anónima periferia de la sierra norte de Madrid- para Varadero.
En el caso de las inserciones en contextos valiosos la carga expresiva del nuevo edificio deberá estar en función de la significación del emplazamiento. Más que una reinterpretación dramática contemporánea, la discreción sencilla, pues muchas veces no es solamente un problema de armonía, sino de significado. Y, sobre todo, el pensar no sólo en los edificios aledaños sino en el papel que desempeña la nueva arquitectura en la morfología urbana: considerar los lugares significativos en el primer nivel de lectura de la ciudad, en donde se producen cambios o articulaciones de la trama.
Aunque el papel simbólico de lo nuevo es importante a todas las escales, éste es mayor cuando alcanza la ciudad en su conjunto, lo que sucede con el Capitolio de La Habana o el Monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución. En esos casos y otros similares, el efecto de hito3 domina sobre lo armónico e incluso sobre articulaciones o transiciones [7], por lo que dan las pautas para la estructura visual y significativa.
Es por tanto absurda y dañina la pretensión de, en aras de ser más modernos y actualizados, generar las altas torres, esos objetos muchas veces grotescos, que transformarían la lectura de La Habana y, lo que es peor, modificarían la significación simbólica al limitar la preponderancia en el paisaje de los hitos por derecho propio.
El concepto de paisaje urbano histórico (PUH) [8-9] respalda lo planteado con respecto a la morfología, pues, entre otros aspectos, revaloriza la teoría de la forma urbana desarrollada entre los años 50 y 60 fundamentalmente. Uno de los aportes del concepto de PUH es reconocer los valores del significado del paisaje urbano y otorgarle una trascendencia semejante a la del valor histórico. Cualquier análisis de un territorio implicaría un estudio de la forma urbana que permitiera identificar atributos que portan valores de esa ciudad o barrio, los cuales no están definidos solamente por la historicidad. Sin embargo, el enfoque basado en el PUH no llega al nivel de la concreción física de la pequeña escala, aquella que estudió Gordon Cullen y que, en la gran ciudad, es el anclaje físico con lo inmaterial, sobre la cual se ha comentado en la primera parte de este trabajo.
Lo interesante es que en Cuba y algunos otros países de las Américas hay un conocimiento acumulado con respecto a los principios del diseño urbano, muy anteriores al Memorandum de Viena -génesis del PUH- y que deberá ser utilizado siempre en el estudio de las áreas edificadas, no solo en los proyectos de nuevo desarrollo. Pero no puede quedarse en el nivel de la abstracción, sino llegar a los matices que están a medio camino entre lo intangible y lo material.
Complejidad sin contradicción
En este artículo se han abordado dos aspectos de un mismo fenómeno, totalmente imbricados y dependientes entre sí, pues se trata de la misma ciudad y, sobre todo, de una misma cultura. Si se insistió en La Habana del detalle ignorado, del kitsch auténtico y del googie criollo es porque a pesar de su aparente nimiedad hay que partir de ahí pues es donde actúa la agresión más indetenible, la cotidiana.
Habrá que tener en cuenta aquellos bienes culturales que, aún sin gozar de protección legal, representen un claro valor identitario, emocional o de evocación para una determinada comunidad de ciudadanos, que, en el caso de La Habana pueden ser múltiples comunidades.
A la vez, tendría que evitarse el deslumbramiento con los inhóspitos y anónimos downtowns en los que se ignora, no solo al peatón, sino a las huellas de la historia. No hay nada más retrógrado que la imitación acrítica de modelos ajenos solo por considerarlos novedosos. Esa actitud agrede al patrimonio de la metrópolis cuyo grado de integridad es, hasta ahora, el más alto de la región.
No se puede continuar copiando fórmulas de supuesto éxito dentro de una mediocridad recurrente que convertiría áreas de La Habana en anónimos no-lugares [10], sino buscar en lo que ya existe y se mantiene ignorado. Precisamente, en todos esos detalles mencionados, los que provocan nostalgias, los espacios que comunican, para convertirlos también en protagonistas de la estructura de la ciudad.
“La Habana tuvo, y tiene, ciudadelas y barrios. Ruido, carros viejos, gritos, cláxones. Música, pregones, olores y colores…La Habana del Latino, de las discusiones del Parque Central, más industrialista que metropolitana. Hoy, es una ciudad inmensa, la más grande del país, la capital. En ella se insertan muchas Habanas, pero, así y todo, son muchas en una sola” [11 p.71].
Referencias bibliográficas
[1] Araoz G. The View from ICOMOS. En: UNESCO. Culture: Urban Future, Global Report on Culture for Sustainable Urban Development. París: UNESCO; 2016. (Traducción de la autora).
[2] Hosagrahar J, Soule J, Fusco Girard L, Potts A. Cultural Heritage, the UN Sustainable Development Goals, and the New Urban Agenda (ICOMOS Concept Note for the United Nations Agenda 2030 and the Third United Nations Conference on Housing and Sustainable Urban Development (HABITAT III). París: ICOMOS, 2016. Disponible en: http://www.usicomos.org/wpcontent/uploads/2016/05/Final-Concept-Note.pdf.
[3] Rojas Ávalos Á. La Habana Frágil. Carta de La Habana, Boletín del Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital. 2005;12(36):8-9.
[4] Rigol I, Rojas Ávalos Á. Entre nostalgie et sauvegarde, les hauts et les bas de La Rampa. L’architecture d’aujourd´hui. 2004;350(enero-febrero):54-63.
[5] Rojas Ávalos Á. El Genius Loci de una retícula. Prólogo a Otero C. El Vedado. Historia de un reparto habanero. La Habana: UH; 2017.
[6] McNeil D, citado por: Knox P. Starchitects, starchitecture and the symbolic capital of world cities. In: Derudder B, editors. International Handbook of Globalization and World Cities. Cheltenham/Northampton: Edward Elgar; 2012. p. 275-83.
[7] Lardinois S, Arato Goncalves AP, Matarese l, Macdonald S. Contemporary Architecture in the Historic Environment. An Annotated Bibliography. Los Angeles: GCI; 2015.
[8] Bandarin F, Van Oers R. The Historic Urban Landscape. Managing Heritage in an Urban Century. Oxford: Blackwell Publishing; 2012.
[9] UNESCO. Actas Conferencia General 36ta Reunión. Volumen 1. Resoluciones. París; 25 de octubre-10 de noviembre de 2011. Paris: UNESCO; 2012.
[10] Augé M. Los “no-lugares”. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa; 2004.
[11] Rojas Mirabal A. Patrimonio inmaterial en la ciudad. Cárdenas, una ciudad que se crece desde lo intangible [Diploma]. La Habana: Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana; 2017.
Notas
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