Entrevista
Received: 10 February 2025
Accepted: 20 February 2025
RESUMEN: Entrevista a los arquitectos Eduardo Luis Rodríguez y Ayleen Robainas Barcia, Presidente y Secretaria General del Docomomo Cuba, en la que se aborda el estado actual del Patrimonio Moderno en la isla. A partir de la reflexión sobre las singularidades de este legado y una llamada de atención sobre la urgencia de su toma en consideración, se plantean una serie de estrategias para su preservación y puesta en valor. Entre estas, la necesidad de aplicar figuras de protección acordes a sus valores patrimoniales para garantizar su preservación y la definición de estrategias de intervención sensibles a sus valores. Se apunta a la investigación - que suma perspectivas contemporáneas, como la de género o la interacción entre disciplinas - y a la divulgación como herramientas para acercar este patrimonio a la sociedad, incidiendo en el valor identitario de estas arquitecturas como escenarios ligados a la vida y memoria de una sociedad.
PALABRAS CLAVE: Patrimonio Moderno, Docomomo Cuba, protección patrimonial, rehabilitación arquitectónica, arte-arquitectura, valores inmateriales.
ABSTRACT: Interview with architects Eduardo Luis Rodríguez and Ayleen Robainas Barcia, President and General Secretary of Docomomo Cuba, about the current state of Modern Heritage in the island. Starting from the reflection about the singularities of this legacy and a call to attention to the urgency of taking it into consideration, a series of strategies are proposed for its preservation and enhancement. Among these, the necessity to apply levels of listed heritage protection in accordance with their values to guarantee their preservation and the definition of intervention strategies sensitive to their values. Research - adding contemporary perspectives, such as gender of interaction between disciplines - and dissemination are tools to approach this heritage to society, stressing the identity value of these architectures as scenarios linked to the life and memory of a society.
KEYWORDS: Modern Heritage, Docomomo Cuba, Heritage listed levels, Architectural refurbishment, Art-Architecture, inmaterial heritage.
Introducción
Con motivo de una estancia de investigación en la Facultad de Arquitectura de la CUJAE, en diciembre de 2019, tuve la oportunidad de conocer de primera mano algunas de las obras más representativas de la arquitectura moderna en La Habana. Una experiencia única para una arquitecta europea que, aterrizada en Cuba, descubre una Modernidad sorprendente tanto por su calidad como por su cantidad y que disfruta del estudio y la exploración de este patrimonio que constituye algunos de los escenarios más significativos de la ciudad.
Esta entrevista recoge una conversación con los arquitectos Eduardo Luis Rodríguez y Ayleen Robainas Barcia sobre este legado, Presidente y Secretaria General, respectivamente, de Docomomo Cuba desde el año 2013. Anteriormente, desde su creación en 2002, ejercerán como presidentes, el arquitecto José Antonio Choy (2002-11) y la arquitecta María Victoria Zardoya (2011-13), con la puesta en marcha de seminarios, talleres, etc. y la publicación del Boletín 1
Los dos arquitectos entrevistados, además de constituir el ejecutivo de la entidad en la actualidad, son figuras clave en la puesta en valor del patrimonio arquitectónico cubano, con una implicación directa y muy activa en su conservación; Eduardo Luis Rodríguez a través de una vida dedicada a la investigación y divulgación, como atestiguan sus numerosas publicaciones sobre el tema, entre otras, La Habana. Arquitectura del Siglo XX[1][2], o la Selección de obras del Registro Nacional de Docomomo Cuba[2][3]; y Ayleen Robainas, a partir de su amplia experiencia de rehabilitación desde espacios como la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
A lo largo de la conversación, se van desgranando aspectos específicos de la Modernidad cubana, el papel representativo de las arquitectas en su construcción, el estado actual de estas intervenciones, su consideración patrimonial por parte de la sociedad y a nivel legislativo, el gran interés internacional que generan en la actualidad, las estrategias para su puesta en valor en el presente y de cara al futuro o los retos a los que se enfrenta este valioso patrimonio.
Entrevista
Luz Paz Agras (LPA): Para Docomomo Cuba será un orgullo contar con tanta obra reseñable pero, a la vez, el trabajo de elaboración de su registro será intenso y abierto a la incorporación continua de nuevas piezas. ¿Cómo es su experiencia?, ¿Qué consideración reciben las arquitecturas más “ordinarias” (en términos de los Smithson) al lado de piezas tan objetivamente representativas?
Eduardo Luis Rodríguez (ELR): Desde que comencé a investigar en profundidad la arquitectura cubana del Movimiento Moderno, hace más de cuatro décadas, hice lo obvio: ir de lo general a lo particular, establecer categorías, e incluir en el inventario mucho de lo “ordinario” y todo lo excepcional. Las principales fuentes suministradoras de exponentes a considerar fueron los cientos de recorridos por la ciudad a lo largo de diez años. En aquel entonces no existía ninguna publicación integral sobre el Movimiento Moderno cubano. Esta carencia era casi total respecto a los años cincuenta, tan excepcionales en su arquitectura, y que solo se mencionaban brevemente para dar paso a una crítica superficial. Pero también lo poco que se había publicado sobre la primera década de la Revolución -etapa muy creativa y rica- era sorprendentemente incompleto en todo sentido. Esa increíble falta de información fue el estímulo principal inicial que me llevó a embarcarme en la aventura de desentrañar la historia no contada de uno de los momentos más brillantes de la cultura cubana.
Paralelamente al trabajo de campo, desarrollé el de archivo y documentación, lo que me permitió llegar a muchos descubrimientos valiosos [3]. Un aspecto importante que desde el principio incluí en las fichas fue el estado de conservación -o de transformación- de las obras, lo cual permite hoy conocer la evolución en el tiempo -el antes y el después y el más tarde…- de los edificios.
Esta etapa incluyó también entrevistas a los protagonistas del Movimiento aún vivos, residentes en Cuba y en el extranjero, como Max Borges Recio, Frank Martínez, Manuel Gutiérrez, Humberto Alonso, Ricardo Porro y muchos otros. Agradezco a la vida esa oportunidad. En los casos de arquitectos muy importantes que, lamentablemente, ya habían fallecido por entonces, establecí contactos con sus familiares. También entrevisté a arquitectos extranjeros que habían realizado proyectos para Cuba, como Philip Johnson. Nuestro encuentro en el restaurante “Four Seasons”, diseñado por él en el edificio Seagram, de New York, proyectado conjuntamente con Ludwig Mies van der Rohe, fue una ocasión memorable. Todo este trabajo conforma mi archivo personal.
LPA: La existencia de dos etapas claramente identificables en la Arquitectura Moderna cubana y de valor patrimonial equiparable, antes de la Revolución y de la época de la Revolución, ¿lleva a establecer consideraciones particulares, en cada caso?
ELR: Si te refieres a consideraciones particulares de tipo político-ideológico, la respuesta es no, en lo absoluto. Años atrás, este tipo de condicionamiento marcó muy negativamente la evaluación del patrimonio construido cubano, al punto de que se obvió casi por completo el estudio profundo, inclusivo, de la arquitectura republicana y en particular, el de la década más productiva y creativa, los años cincuenta, como reconoce en una entrevista el arquitecto argentino Roberto Segre, Profesor Titular de Historia de la Arquitectura en la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría (CUJAE), cuando afirmó: “… lo que me duele es no haberme dedicado a la arquitectura de antes de la Revolución, así, no haberme dedicado a investigar, a guardar cosas. Eso no lo hice... ¡Y mejor arquitectura que la de los años 50… no la hay!” [4, p. 200-201]
Afortunadamente, hoy se han superado los criterios erróneos que atendían a factores extra arquitectónicos. En nuestro trabajo, la única diferenciación que establecemos, además de las obvias particularidades cronológicas, se deriva de los contenidos específicos y las características propias de cada obra en cada período. No creemos que el condicionamiento social es el único factor importante. Damos mucho valor a los aspectos de tipo formal y estético, la funcionalidad, la materialidad, la relación con el contexto físico y cultural, la asimilación o no de las tradiciones, la expresión de la identidad, la autenticidad, e incluso, a la originalidad a nivel local e internacional. Aunque esta categoría a veces se sobrevalora peligrosamente -muchas atrocidades se cometen en aras de la originalidad- reconocemos que ella introduce un elemento de importancia en la evaluación.
LPA: Una de las claves para la puesta en valor de este Patrimonio es su conocimiento. ¿Cómo está siendo la labor de documentar estas piezas a partir de fuentes originales y el registro de su estado actual?
ELR: Cuando se crea Docomomo Cuba en 2002, ya contábamos con un inventario muy completo de obras en la ciudad de La Habana, pero también mucho se había hecho, y se sigue haciendo, en otras provincias. El Registro Nacional se sigue enriqueciendo ocasionalmente, y tanto lo que se ha divulgado, como lo inédito, permite afirmar, sin duda alguna, que el patrimonio cubano del Movimiento Moderno es muy rico, tanto en cantidad como en calidad, que en los años cincuenta y sesenta se alcanzó una cúspide no igualada ni superada después, y que mucho de lo hecho entonces merece, de inmediato, atención y protección. Nos gusta decir, aunque sea de manera simbólica, que el tiempo de la documentación histórica ya pasó, y hemos entrado en el tiempo de estimular y luchar por la conservación física de las obras inventariadas, tarea hacia la que debemos encaminar los esfuerzos. Esto no quiere decir que se cierren los inventarios, sino que no se puede esperar a cerrar los inventarios para emprender acciones concretas de salvación. Como afirmamos enfáticamente en el evento “Hablemos de Arquitectura Moderna”, que Docomomo-Cuba organizó en marzo de 2024: “La arquitectura moderna no puede esperar más”. En aquel entonces enumeramos algunas acciones y objetivos urgentes. Entre ellas, una de las principales es la obtención, para el resto de La Habana fuera del territorio de La Habana Vieja, así como para otras ciudades con importante presencia de patrimonio del siglo XX, del mismo régimen de gestión que fue aprobado excepcionalmente según el Decreto Ley 143, de 1993, que otorgó a la Oficina del Historiador de La Habana facultades especiales para favorecer la restauración arquitectónica en el municipio La Habana Vieja. Pero no solo la documentación es importante: también lo es la divulgación. Otra actividad primordial es la colaboración regular en las revisiones de proyectos de las Comisiones Nacional y Provincial de Monumentos, y las consultas y asesorías que ofrecemos. Asimismo, hemos logrado efectuar ocho seminarios nacionales.
Dada la actual circunstancia económica por la que atraviesa el país, es muy difícil gestionar financiamiento para restaurar un edificio moderno, en lugar de para construir viviendas dignas. Estamos conscientes de todo ello, pero creemos que ambas acciones podrían ser posibles algún día.
LPA: La presencia de arquitectas en este legado es muy importante, ya desde un primer momento - algo que no es muy habitual en otras modernidades - con figuras como Gabriela Menéndez, en equipo con Nicolás Arroyo, o el fructífero trabajo de Josefina Rebellón en la dirección del Grupo de Obras Escolares. ¿Cuál es su valoración?
Ayleen Robainas Barcia (ARB): Pertenezco a una generación de arquitectas formada después del triunfo de la Revolución, más que de la modernidad, soy de la postmodernidad. Al evocar mi paso por nuestra escuela, creo que, aunque la mayoría del claustro estaba integrado por hombres, tuve muy buenas profesoras.
Durante los estudios apenas nos familiarizábamos con la vida y obra de las arquitectas cubanas con una práctica desarrollada antes del triunfo revolucionario, tal vez esa circunstancia haya cambiado algo en la actualidad, pero en mi época, salvo casos como el de Margot del Pozo, quien permaneció en Cuba después de la Revolución, o el de Mercedes Álvarez, vinculada como profesora a la facultad, era como si las arquitectas de los años cincuenta no hubiesen existido, casi todas habían emigrado y no se les mencionaba en las clases ni en las publicaciones del momento, eran parte de un pasado reciente del que se nos enseñaba cómo la arquitectura reflejaba intereses y necesidades de una minoría privilegiada, doctrina que obviamente resultaba incompatible con el momento que vivíamos correspondiente a la Revolución Socialista.
En los años ochenta, el conocimiento sobre las contribuciones de los arquitectos y arquitectas del Movimiento Moderno cubano comenzó a llegar. Sin embargo, en cuanto a la participación de la mujer en la arquitectura moderna no creo que el caso cubano sea tan diferente al de otros países. Tampoco aquí la mujer pudo llevar la voz cantante en una práctica desde sus inicios predominantemente masculina, lo que no significaba ausencia femenina en el gremio, ni falta de talento o de deseos de despuntar y prevalecer.
Los planes y proyectos a gran escala iniciados por la Revolución cambiaron ese panorama, ampliaron la participación de la mujer e incrementaron su peso en la composición de los equipos de trabajo. Desde ese momento, en lugar del nombre de una firma, o de los nombres de los creadores principales, la autoría de los proyectos pasa a reflejar equipos de trabajo mucho más amplios. En 1961, el proyecto de la Unidad Vecinal no. 1 recoge, entre otros, el nombre de las arquitectas Mercedes Álvarez y Ana Vega. La arquitecta Josefina Rebellón es la figura de más amplia participación vinculada a los proyectos de centros educativos y viviendas en la década de los 60 aunque también sobresalen las arquitectas Thelma Ascanio y Mercedes Álvarez.
De esos años es también el proyecto del Centro Nacional de Investigaciones Científicas -CNIC-, donde se destacan las arquitectas Onelia Payrol y Sonia Domínguez [5, p. 265]. La mención de los proyectistas mujeres u hombres en décadas posteriores ha tendido lamentablemente a diluirse en un contexto que destaca más a las entidades constructoras que a las diseñadoras, aparentemente es una arquitectura “sin nombre” (cita del historiador del arte Suizo Heinrich Wölfflin) [6]
Es importante mencionar que a partir de los años ochenta -XX- aumenta la presencia de las arquitectas en los escenarios de la rehabilitación y restauración del patrimonio, espacio donde la participación femenina se ha mantenido en obras relevantes en casi todas las ciudades patrimoniales del país, sobre todo en el centro histórico de la capital. En los últimos tiempos se han realizado varias exposiciones sobre la mujer restauradora y recientemente se presentó el libro Ellas están donde deben estar[7] donde se reconoce la presencia mayoritaria de las mujeres arquitectas e ingenieras.
LPA: En un lugar que cuenta con un gran abanico de patrimonio arquitectónico de distintas épocas y referente a nivel internacional en su preservación, como es el trabajo llevado a cabo por la Oficina del Historiador en La Habana Vieja, ¿Qué consideración social tiene la arquitectura del Movimiento Moderno en este ambiente?, ¿La sociedad cubana es sensible a sus valores?
ARB: El trabajo de la Oficina del Historiador a lo largo de décadas se ha concentrado fundamentalmente en el rescate del patrimonio de la época colonial y de algunas obras destacadas de las primeras décadas del siglo XX localizadas mayormente en La Habana Vieja. En su momento, algunos de esos edificios irrumpieron en la escala y el tejido de la ciudad colonial y cambiaron la imagen urbana de muchas zonas trazadas y consolidadas en siglos precedentes. El Movimiento Moderno más tarde hizo algo similar, irrumpió con una nueva imagen, a veces con edificios demasiado altos que afectaban la armonía del tejido antiguo; esas presencias, desde la práctica de la Oficina del Historiador, no se han asimilado de la misma forma.
En el Centro Histórico se han efectuado algunas remodelaciones que no han respetado los valores formales y funcionales de edificios modernos, aunque algunos profesionales a título individual hemos discrepado con las soluciones propuestas, han terminado por aprobarse tanto en la Oficina como en las Comisiones de Patrimonio. La realizada al Palacio de Bellas Artes, una obra excepcional por su función y contenido [8, p. 202] no respetó los valores formales y artísticos del edificio existente. La segunda, fue realizada para la actual sede del Colegio San Gerónimo de La Habana, que transformó radicalmente el edificio. La gran pérdida patrimonial que dejó espacio a que en los años 50 se construyera ese edificio moderno descontextualizado y sin pretensiones de sobresalir, era tal vez el mejor argumento para haberlo conservado tal y como era.
Un último ejemplo contrario a la conservación del patrimonio moderno en el Centro Histórico La Habana es el reúso del antiguo Banco Pedroso [8, p. 201] como albergue temporal de familias que han perdido sus viviendas por derrumbe. La situación de la vivienda en el Centro Histórico es realmente dramática, y para mitigarla se ha aprobado el reúso de antiguos edificios industriales y de oficinas subutilizados o vacíos. Lo lamentable es que se procede de forma improvisada, sin un análisis o proyecto previo que permita reorganizar los espacios adecuadamente, perdiendo la oportunidad de lograr soluciones coherentes que protejan los valores de la arquitectura.
Docomomo Cuba ha trabajado y trabaja para proteger y revalorizar el patrimonio moderno en el Centro Histórico, desde el convencimiento de que el urbanismo y la arquitectura modernos son parte esencial del patrimonio cultural cubano.
LPA: El interés suscitado por el patrimonio cubano a nivel internacional, empieza a replicarse ahora con la Modernidad arquitectónica cubana. En estos últimos años, se ha celebrado la segunda exposición en el MOMA de Nueva York sobre Arquitectura Moderna Latinoamericana, se han publicado varios libros a nivel internacional, etc. ¿Cómo valoran esta atención internacional?, ¿Puede tener un efecto positivo en la contribución en la puesta en valor de esta arquitectura?
ELR: La exposición efectuada en el MOMA en 2015 fue una acción interesante y positiva, liderada por el historiador del arte Barry Bergdoll, profesor de la Universidad de Columbia y, en aquel entonces, curador principal de arquitectura del Museo. Barry y su equipo tuvieron el cuidado, la ética y el respeto de no asumir la curaduría de una gran exposición latinoamericana con una mirada “desde arriba”, excluyente, como si ellos lo supieran todo y no necesitaran de la colaboración de autores e historiadores locales, de cada país involucrado. En el caso de Cuba, fui invitado en 2010 a participar como miembro del Comité Asesor Internacional para la exposición, que finalmente se llamó Latin America in Construction. Architecture, 1955-1980[9] y pretendía ser una continuación de la famosa exposición organizada por el mismo Museo en 1955, curada por Henry Russell Hitchcock: Latin American Architecture, 1945-1955[10].
En cuanto a la publicación de libros sobre Cuba en el extranjero, es un fenómeno que comenzó tiempo atrás y que ha evolucionado muy negativamente en fechas más recientes, sobre todo en lo relacionado con el Movimiento Moderno. No quiero extenderme en este tema porque estoy escribiendo un ensayo para otra publicación, y no deseo repetirme. Pero puedo adelantarte que no tengo una visión positiva de esta tendencia por muchas razones: en la gran mayoría de los casos -y son muchos- el afán de los “autores” no es hacer avanzar el conocimiento científico sobre el tema en cuestión gracias a la publicación de resultados inéditos producto de sus propias investigaciones desarrolladas por años, como toda investigación seria requiere, sino apropiarse de lo investigado por autores cubanos y presentarlo como de su autoría para la obtención de beneficio propio, muchas veces sin siquiera haber visitado las obras que describen, por lo que incurren en innumerables errores.
LPA: Algunos de los edificios del registro Docomomo Cuba cuentan con protecciones patrimoniales de diverso grado, pero ¿Son suficientes, o deberían de aplicarse a más casos?
ELR: La Comisión Nacional de Monumentos (CNM), adscrita al Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, ha aprobado la categoría de Monumento Nacional para varias obras del Movimiento Moderno, tales como la Unidad Vecinal 1 de La Habana del Este (1996), el Cabaret Tropicana (2002), la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas (2008), las Escuelas Nacionales de Arte (2010) (Figura 1), y la CUJAE (2024). Creo que en total no son mucho más de diez, lo que resulta poco en comparación con la gran cantidad de obras excepcionalmente valiosas del período en cuestión. Esto se debe a varias razones: el entendimiento y la aceptación actual de los valores patrimoniales del Movimiento Moderno llegaron en fecha relativamente tardía y se le otorgaba una connotación negativa. Por otra parte, las muchas obras excelentes de los años sesenta no se consideraban con la “suficiente antigüedad”. Asimismo, la estructura que plantea la Ley (tanto la anterior como la aprobada en 2022) puede causar confusión en lo referente a las declaraciones patrimoniales, al no hacer distinción entre los tipos de monumentos nacionales. En Cuba, luego de 1959, es fácil entender que una construcción modesta, sin ningún valor arquitectónico o estético, sea clasificada como Monumento Nacional por el hecho de que alguna personalidad de la historia o la política del país haya residido o pernoctado en ella. Sin embargo, es difícil aceptar, para muchos, el caso contrario; que una residencia con altos valores estéticos, artísticos y arquitectónicos, y diseñada por alguno de los mejores arquitectos que el país ha tenido, sea nominada como Monumento Nacional, si no posee valores históricos o políticos además de los arquitectónicos. Este conflicto podría resolverse si en lugar de usar para todos los casos la denominación de Monumento Nacional, se establecieran categorías tales como Monumento Histórico, Monumento Arquitectónico, y otras, como sucede en España y otros países. La nueva Ley 155 de Protección del Patrimonio Cultural y Natural (2022), introduce mejoras respecto a la anterior, pero también algunas dificultades y complicaciones adicionales para alcanzar la categoría de Monumento Nacional.
En Docomomo Cuba preparamos, en el año 2004, un documento titulado Propuesta de Grados de Protección 1 y 2 para Obras de la Arquitectura del Movimiento Moderno en la Ciudad de La Habana, el cual incluía una selección inicial de 187 obras, a ampliarse posteriormente. Sin embargo, la sola clasificación patrimonial no es suficiente ni efectiva sin un accionar apropiado, urgente y firme de las instituciones y personas que deben hacer cumplir lo establecido.
LPA: Hablar en general del estado de conservación actual de estos edificios es complicado, ya que las casuísticas son muy diversas, pero en términos genéricos, ¿cómo valoran su situación actual, y qué medidas urgentes podrían ser de ayuda en la preservación de este patrimonio?
ARB: En un archipiélago donde el salitre llega a todos los rincones, con ciudades cálidas y húmedas, muchas nacidas y desarrolladas junto a litorales costeros o cerca de los ríos, mantener en buen estado el patrimonio moderno con obras que ya llegan a un siglo de vida, resulta un verdadero desafío, más en las condiciones actuales de crisis económica.
La arquitectura moderna está hecha, en su mayor parte, con materiales de cuya durabilidad y comportamiento todavía se está investigando y aprendiendo. Mantener en buen estado técnico constructivo esos materiales y elementos puede implicar decisiones tales como revitalizar tecnologías constructivas que ya forman parte del pasado, documentar con exactitud antes de proceder a reconstruir, entre otras acciones que pueden resultar costosas y complejas y que han sido bastante postergadas en el contexto cubano. Al no existir o desconocerse en profundidad los métodos y técnicas más avanzados para conservar y restaurar las estructuras modernas, estén o no en estado de deterioro, y sin disponer de los materiales y tecnologías necesarias, a menudo se opta por demoler. Esa producción se pudo garantizar gracias a una potente industria de materiales de construcción, complementada por equipos, implementos y materiales fundamentalmente importados desde los Estados Unidos que en muchos casos ya no se fabrican o no están disponibles en el país.
El estado constructivo del patrimonio moderno en muchos casos tiene un deterioro alarmante, algunas obras se han perdido o están en peligro de desaparecer por falta de mantenimiento, por estar carentes de usos adecuados, de proyectos de restauración o rehabilitación.
LPA: A los valores arquitectónicos a preservar, se suma el de las intervenciones artísticas que completan estas obras, como las del paseo en la Rampa o los murales y esculturas en la CUJAE, pero también valores inmateriales derivados del propio uso y con alusiones a la memoria del lugar y los modos de vida, por ejemplo, la interacción social en las colas de los cines, en el Coppelia para tomar helado... ¿Forman parte estos valores de las premisas de preservación de ese Patrimonio?
ARB: Creo que los valores vinculados a la historia, a la memoria, a las tradiciones y a la identidad deben protegerse como parte esencial de los proyectos de rehabilitación, aunque a veces estos atributos son descartados o poco considerados, con excepción de aquellos de contenido político e ideológico donde esas premisas se cuidan más. La nueva Ley de Patrimonio Cultural les concede más relevancia, esperemos que sea posible su implementación.
El malecón de La Habana, ese largo y serpenteante paseo popularmente reconocido como espacio público fundamental, enlaza varias etapas históricas que contienen significados, memorias, identidades y tradiciones diferentes. A pesar de ser un eje vial poco amigable para el peatón, sus amplias aceras y el muro dando al mar siguen siendo poesía, amor, festividad, desafío, duelo, encuentro y desencuentro.
El eje de La Rampa es otro de esos espacios que mencionas en tu pregunta (Figura 2), sitio evocador de la cultura de los años 50 y también la de los 60, con un significado muy especial como epicentro de la cultura y la vida nocturna habanera en esas décadas. El Pabellón Cuba, la música del feeling en los clubes nocturnos, la moda cubana en el centro de diseño, las meriendas en el Wakamba y el Karabalí, el jazz en el Gato Tuerto, los programas de la cinemateca y la Sala Thalía son parte de esa sensación de ir “Rampa arriba-Rampa abajo” disfrutando el arte empotrado en las aceras, esquivar las multitudes a la entrada del cine Yara en una noche de estreno y disfrutar “del Coppelia” (Figura 3) con su ya legendaria carta de sabores helados sin ingredientes importados o del lobby del Habana Libre, espacio arquitectónico que en su vínculo con el exterior adquirió relevancia urbana junto a otros edificios de esa zona.
Fuera de La Habana, en la memoria de varias generaciones está la playa de Varadero, relevante por sus cualidades naturales y por atesorar importantes obras modernas. Lamentablemente ha habido muchas pérdidas porque se han demolido obras importantes, como el Hotel Internacional de Varadero y el Conjunto de las Cabañas del Sol, para construir grandes hoteles carentes de atractivo y de memoria.
Como último ejemplo quiero mencionar al Hotel Habana Riviera, porque ha sido y merece volver a ser un espacio fundamental para la cultura cubana, especialmente para los habaneros; por su arquitectura, a la que se integran magistrales obras de arte. Mereció en 2011 la declaratoria como Monumento Nacional. El Riviera, como La Rampa o como La Torre, en el edificio FOCSA, o el Cabaret Tropicana, es para muchos de nosotros mucho más que buena arquitectura, para varias generaciones es la suma de recuerdos felices vinculados a la juventud, al amor, al verano, al disfrute del jazz cubano, de la música bailable, escenario de la literatura. Cuando estas obras se deterioran y destruyen, junto a la pérdida de la imagen urbana y arquitectónica también desaparecen los valores intangibles asociados a esos espacios y se transforma la noción de esos valores hacia el futuro.
LPA: ¿Qué expectativas de futuro consideran sobre el Patrimonio Moderno en Cuba?, ¿Creen que podremos seguir hablando de un patrimonio vivo, o se corre el riesgo de musealizar en exceso estos edificios?
ELR: Nuestras expectativas de futuro -como llamas a la esperanza de tener éxito en la labor de salvar todo lo mejor del patrimonio del Movimiento Moderno cubano- han ido cambiando con el paso del tiempo. El optimismo desbordado e ingenuo y el entusiasmo juvenil dio paso a una perspectiva más realista de los problemas y de los posibles éxitos e inevitables fracasos. Hoy, tratamos de ser realistas, y nuestra realidad actual es muy difícil. Nos enfrentamos a enormes desafíos y su resolución depende de cómo evolucione la situación del país. La arquitectura no es un ente abstracto que flota impoluta, aislada e intocable, todo lo contrario, tal como la definió el gran escritor mexicano Octavio Paz, “es el testigo insobornable de la historia”.
Algunos éxitos parciales a obtener serían la restauración, de manera ejemplar, de al menos, un edificio muy valioso que pudiera servir de ejemplo y estímulo para seguir por esa senda; la publicación de varias investigaciones realizadas desde años atrás, que todavía esperan por su oportunidad y que permitirían llamar la atención aún más sobre el patrimonio moderno. En este mismo sentido, mucho ayudaría, en el terreno de concienciación, la creación de un Museo de la Arquitectura Cubana del Siglo XX, período relegado enormemente en comparación con la importancia dada a la arquitectura colonial. Asimismo, contribuiría grandemente el otorgamiento de la categoría de Monumento Nacional a cada obra que así lo amerite -que son muchas-; así como el fortalecimiento de las relaciones de trabajo con instituciones tales como el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, las Comisiones Provinciales y Nacionales de Monumentos, y la Escuela de Arquitectura de la Universidad Tecnológica de La Habana.
Preguntas si no se corre el riesgo de “musealizar” en exceso los edificios valiosos del Movimiento Moderno. Ojalá fuera así. Ya habrá tiempo y ocasión en el futuro para tratar de evitar una “musealización” excesiva, pero actualmente, parte de lo que necesitamos es precisamente que los que usan los edificios, y la población en general, y los que deciden sobre su presente y futuro, se acerquen a ellos con la solemnidad y el respecto con que habitualmente se entra a un museo. No se trata de convertir en museo cada edificio a salvar. Lo que se requiere con urgencia es el reconocimiento definitivo, profundo, abarcador e irrevocable de que la arquitectura del Movimiento Moderno es una parte importantísima del patrimonio que hemos heredado de nuestra historia, y que nada justificaría su pérdida.
Sé que no son pocos los que consideran utópicos estos esfuerzos. Y lo son, como lo fueron hace cuarenta años los sueños de salvar La Habana Vieja. Sé también que no lograremos todo lo propuesto, pero me conformo con la utopía. Porque como afirmó otro poeta latinoamericano, el uruguayo Eduardo Galeano: “La utopía no existe para ser alcanzada, sino para hacernos avanzar en el camino”.
Conclusiones
Comienza esta entrevista con la consideración personal, desde una perspectiva externa, de la magnitud del fenómeno moderno en Cuba y el interés por las metodologías de aproximación a esta realidad. A lo largo de la conversación, las voces de los especialistas, equipo ejecutivo de Docomomo Cuba en la actualidad, confirman la complejidad y riqueza de este legado y van abordando sistemáticamente algunos de los aspectos más relevantes sobre su consideración y puesta en valor.
En primer lugar, el conocimiento de estas arquitecturas pasa por una investigación rigurosa y sin prejuicios ideológicos que, desde una actitud contemporánea, suma líneas de estudio, como la perspectiva de género, tan importante en la conformación de la Modernidad cubana, o la interacción entre arte y arquitectura en muchas de estas obras. En paralelo, la labor de divulgación cobra especial relevancia en el objetivo de acercar a la sociedad el reconocimiento de un patrimonio más difícil de entender como tal que otros ya consolidados. Tarea que se amplifica no solo a los valores más disciplinares, sino en al reconocimiento de los aspectos identitarios de estas piezas intrínsecamente ligadas a la memoria y las experiencias de la sociedad que las habita.
Coincide la urgencia del momento con la toma de posicionamiento claro en la defensa de este legado en un contexto económico poco favorable y que, comprensiblemente, prioriza otras necesidades más inmediatas. Sirva este texto como llamada a la acción frente a la pérdida irreparable que supondría la destrucción de este legado vivo.
Agradecimientos
A Eduardo Luis Rodríguez y Ayleen Robainas Barcia, por su generosa entrevista, y a las profesoras de la CUJAE, Mabel Matamoros y María Victoria Zardoya, por acercarme al conocimiento de la arquitectura de La Habana, y por su amistad.
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Notes
Author notes
* E- mail: luz.paz.agras@udc.es
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