Artículo
Jorge Gelman y la historia del comercio, las élites y los mercados coloniales
Jorge Gelman and the history of the colonial commerce, elites and markets
Jorge Gelman y la historia del comercio, las élites y los mercados coloniales
Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, vol. Homenaje, Esp., pp. 18-32, 2022
Universidad de Buenos Aires

Recepción: 16 Marzo 2021
Aprobación: 20 Abril 2021
Resumen: Se propone un análisis de los estudios de Jorge Gelman sobre las élites, el comercio y los mercados coloniales, buscando las claves del funcionamiento mercantil de antiguo régimen, y poniendo a la vez de relieve sus complejidades.
Palabras clave: comercio, élites, mercados, época colonial, biografías, Jorge Gelman.
Abstract: An analysis of Jorge Gelman's research on elites, commerce and colonial markets, looking to show the keys of the ancien régime mercantile system, showing at the same time its complexities.
Keywords: commerce, elites, markets, colonial period, biography, Jorge Gelman.
Como sabemos, Jorge llegó a París después de haber pasado más de tres años de cárcel tras su arresto durante la huelga de Villa Constitución. A pesar de la dureza de la experiencia y de las condiciones de su salida del país gracias a la intervención de la embajada israelí, durante su exilio mantuvo una importante militancia en las organizaciones de exilados políticos argentinos. Le gustaba contar cómo en los años de prisión se refugió estudiando historia, al menos en los libros disponibles en esa particular biblioteca. Fue un bagaje que habría de contar. Gracias a él y a su inteligencia, supo aprovechar la oportunidad que, en aquel entonces, todavía ofrecía el sistema francés de organizar carreras inhabituales; e inició la investigación que habría de acabar en su tesis doctoral mientras completaba sus estudios de grado. Si menciono estas circunstancias conocidas, no es solo porque el dolor de su tan temprana desaparición me hizo volver a esos años originarios de nuestra amistad. Creo que explican en parte su original mestizaje conceptual. Jorge llegó con las preocupaciones y concepciones que le conocemos. Los puntos de la sociabilidad latinoamericana en París eran espacios de intensas discusiones y de creación de amistades, algunas de las cuales habrían de durar. Entre esos puntos estaban los seminarios como el de Ruggiero Romano. Y en su caso es difícil saber si el seminario se prolongaba en las discusiones en la sala de estar de su departamento o si el primero era el anexo del segundo. En cualquier caso, Romano repetía obsesivamente que los latinoamericanos debíamos construir nuestros propios modelos. Y Jorge los construyó. Estas páginas van en homenaje a un amigo cuya ausencia me pesa. Me costó escribirlas, pero fueron escritas con mucho afecto.
I
Los estudios de Jorge sobre las élites, el comercio y los mercados coloniales componen una imagen que reúne la configuración de las primeras con el funcionamiento mercantil; y esto a ambos extremos de los dos siglos de soberanía hispana en la región. Si se debiera resumir en una sola oración su rica contribución, creo que se podría decir que esta ha buscado construir el rostro complejo y multifacético del sujeto económico especifico a un contexto político particular –el del antiguo régimen colonial, naturalmente, pero sin darle a la expresión ningún peso substancialista–. Como bien sabemos, sus primeras investigaciones están centradas en la emergencia, configuración y auto-transformación de la élite social y política que habría de dominar la ciudad de Buenos Aires desde finales del siglo XVI y principios del XVII; mientras que su estudio sobre Belgrano Peri bosqueja la figura de esa oligarquía mercantil y analiza los mecanismos por los cuales esta aseguraba su preeminencia durante los años de madurez de dicho régimen que precedieron a su derrumbe. Así situadas en dos momentos de obvia centralidad, las contribuciones de Jorge en este terreno constituyen un perímetro de problemáticas y un temario de reflexión sobre la evolución de las oligarquías indianas y el funcionamiento de los mercados que constituye materia de renovación historiográfica.
El principal esquema conceptual de su enfoque está ya formulado en las conclusiones de su estudio sobre el Cabildo y la formación de la élite local entre los últimos años del siglo XVI y las primeras décadas del XVII. La emergencia de esos “grupos dirigentes” resultó de una “combinación de elementos, en la cual no podemos comprender a uno sin los otros”. Combinación, entonces, que configuró una “élite polivalente”, cuya intervención en el comercio a gran distancia –ultramarino y hacia el hinterland en formación– con su consecuente participación en la circulación y apropiación de metales preciosos –principalmente plata potosina, claro, amonedada o no– se articulaba con la acumulación de tierras y el acceso a una mano de obra forzada –esclavos, indios encomendados…–. Esta articulación reposaba a su vez en la coexistencia de distintos ámbitos de circulación, la monetaria, que no solo concernía al gran comercio, y la natural, cuyo irregular perímetro incluía principalmente el acceso a la tierra, la circulación de productos locales y la movilización de la mano de obra. Mientras que la progresiva colonización del Cabildo por esa élite polivalente no solo le daba acceso a los dispositivos institucionales que aseguraban la mediación entre los ámbitos natural y monetario, también transformaba a alguno de sus principales actores en jefes de la comunidad política local.
He aquí entonces los elementos que componen la combinación en la cual no se puede comprender “a uno sin los otros”: “comercio-actividades de la tierra/ mano de obra compulsiva/ administración”.1 Un siglo y medio más tarde, la región había naturalmente cambiado, pero lo esencial de esas actividades y mecanismos habrían de construir la carrera ascendente de un gran negociante como Belgrano Peri, uno de los más ricos de la ciudad. Como veremos, dicha carrera se confundiría con la incorporación de nuevas actividades y rutas comerciales sin abandonar a las anteriores, inversiones en tierra y propiedades urbanas y la progresiva integración al orden político e institucional.2 El enfoque de Jorge, al poner el acento en la diversificación como mecanismo de movilidad ascendente y preminencia social, representaba una muy importante renovación de las ideas que entre los años ’70 y ’90 dominaban la literatura sobre las élites coloniales.
II
El paisaje historiográfico de esos años en que Jorge preparó su tesis es demasiado conocido para detenerme demasiado en él: Lockhart, Brading, Ladd, Socolow… Lockhart formuló la sintaxis de unos enfoques que identificaban un sector de actividad, así como las categorías censales y corporativas, con una estructura de grupos sociales discretos a la Merton: encomenderos, hacendados, comerciantes, funcionarios, profesionales; y cada grupo con sus estrategias específicas. Como tan bien sabemos, en los años ’80 esa literatura se centró más en la noción de familia patriarcal que ya había comenzado a emerger.3 Aunque la clasificación de una producción tan rica traicione los matices de esas contribuciones, podemos decir que Brading y Ladd eran quienes más se alejaban de esas claves mientras Socolow se mantenía cercana. Sin embargo, todos compartían una visión de la tierra, el comercio y el poder político como ámbitos separados de acción.
La manera de proceder de Jorge es completamente distinta. Parte de unas condiciones iniciales creadas por la fundación de la ciudad, para seguir la trayectoria por la cual una trama de actores conectados por la migración, la consanguineidad y la alianza, aprovecharon las oportunidades creadas por la formación del centro minero potosino y la política de venta de cargos concejiles. Crearon así la configuración del grupo dominante que habría de permanecer, imbricando tierra, comercio e intuiciones políticas. Jorge fue así el primero o uno de los primeros en formular la idea –que compartimos varios de los que nos ocupamos de temas vecinos– de una historia económica que atendiese a las imbricaciones de lo económico y lo político para comprender su especificidad.4 Hay que decir sin embargo que, en los años ’80, nuestra visión de las instituciones de la comunidad política local era inadecuada. Un visión ingenuamente weberiana, a veces asociada a la idea de “Estado colonial” nos dificultaba la tarea. Los trabajos de Amadori y Barriera –así como toda una nueva historia política del antiguo régimen hispano– nos enseñaron a pensar esas formaciones políticas como un mundo articulado en jerarquías plurales y soberanías fragmentadas en el cual las comunidades políticas locales encontraban su espacio de autoconstrucción.5 Pero dejo en manos de Darío esta parte de la discusión. Por mi parte, me parece, sin embargo, importante señalar que este interés por atender a la dimensión política de lo económico nacía de la idea de unos mercados articulados por distintos niveles de circulación.
Para explicitar el alcance de este argumento conviene detenernos en los dos aspectos centrales de la noción, tal como Dospch la formula. El primero, el más conocido y mejor admitido, es que “economía natural” y “economía monetaria” no constituían dos etapas sucesivas de la evolución económica, sino distintas formas de organización (hoy diríamos formas de institución) económica que se combinaron en proporciones cambiantes. Mientras que el segundo aspecto, menos conocido y aún menos admitido, subraya que en el sector “natural” dominaban distintas formas de intercambio directo de productos y no las economías domésticas cerradas. Así lo leyeron Bloch y Heckscher en sus comentarios en los años 1930, así como, de manera independiente, Garzón Maceda.6 En cuanto a Romano, su fascinación por la historia económica chilena estaba marcada por su experiencia de medievalista: Chile del siglo XVIII, productor de metales preciosos pero afectado por la escasez monetaria, ilustraba –con una documentación prodigiosamente abundante para un medievalista– la fuga de metálico desde el occidente medieval hacia el Levante mediterráneo.7 Y a partir de este bagaje da forma a su declinación propia de las ideas de Dospch: la existencia de un ámbito de circulación natural y otro monetario, la forma en que ambos se articulaban dando lugar a la explotación del primero por el segundo, constituían un elemento central del dispositivo que reproducía asimetrías sociales en la economía colonial latinoamericana. Dispositivo en el cual se combinaban la escasez monetaria, una pluralidad de formas de trabajo forzado y de apropiación política –coactiva– de recursos utilizados en la producción de bienes destinados al mercado.
Garavaglia se apropia de este esquema desde otra historia: su conocida participación en el debate sobre los modos de producción en América latina. Mientras que, con los mismos elementos, Jorge produce su propio mestizaje: la construcción política de la dominación económica de una oligarquía indiana. La trayectoria de Juan de Vergara encarnaba esa evolución: jefe de la comunidad política local, señor del cabildo, de tierras y de hombres gracias a los recursos de la acumulación de plata. Los análisis de la compra de cargos concejiles y de las monedas de la tierra se leen entonces juntos, como dos aspectos de una dinámica. Esto nos da el hilo conductor de una antropología política de las dinámicas económicas o una antropología económica del juego institucional. En este entre dos podemos entender esa institución que eran los mercados. ¿Por qué una antropología? Porque necesitamos pensar el sujeto económico cuya lógica es específica a su contexto, pero discernible, contrariamente a la idea de unas economías tradicionales reducidas a la administración de la casa señorial y a la gramática de la antropología católica.
Para ir a la raíz de una de las principales visiones de la historia económica de las sociedades “tradicionales” que sería una no economía, analizando al crédito –otro tema de Jorge– Clavero reduce las transacciones al don, al beneficio y al reconocimiento antidoral, diluyendo toda posibilidad de sujeto económico. Nos llevaría demasiado lejos detenernos en la crítica a Clavero contenida en el análisis de Todeschini sobre el papel de la teología franciscana en la emergencia y articulación de mercados medievales.8 Solo recordemos su afirmación de que las relaciones de patronazgo no solo no se oponen a los mercados, sino que los forman. Jorge nos dio material para entrar en la discusión desde otro ángulo. Lo dicho sobre la coexistencia de economías monetarias y naturales como objeto de historia económica es otra entrada a la misma idea.
III
La imagen de Juan de Vergara personificando las dinámicas –al mismo tiempo económicas, sociales y políticas– que construyen el orden colonial local en la formación de Buenos Aires, prefiguran, como he dicho, el perímetro de problemáticas y el temario con los cuales Jorge habría de encarar más tarde su estudio sobre Domingo Belgrano. Los debates que presenta en la introducción ubican sus objetivos en un cuerpo de preocupaciones más amplio que no habría de abandonar: la construcción y la institución de asimetrías sociales. Se trata, como bien sabemos, de observar el carácter del capitalismo mercantil y las articulaciones por las cuales este dominaba distintos modos de producción en un contexto colonial. O, dicho de otra manera, estudiando la carrera de un comerciante, Jorge se proponía analizar los mecanismos del comercio colonial –sus modos de apropiación de excedentes, los cuales modos incluían formas de entrelazamiento entre el ámbito mercantil y los espacios políticos o socio-políticos que encarnaban la soberanía local de la monarquía hispana–.
La combinación de esta problemática –desgranar los dispositivos del capital comercial como mecanismo de dominación colonial– y de esta manera de proceder –analizar la trayectoria ascendente de un gran comerciante– evita lo que, en mi opinión, constituyen los principales puntos ciegos de la historiografía que se ha ocupado del papel de las relaciones interpersonales y del parentesco en la formación de la empresa comercial y el papel de la movilidad atlántica o transnacional en la configuración de dichas elites coloniales –dos aspectos centrales de las oligarquías indianas–. Puntos ciegos como los creados por la visiones substancialistas presentes en los mencionados estudios de los años ’70 / mediados de los años ’80: por un lado la idea, utilizada entre otros por Kicza, de familia patriarcal, pero tratada como organización en el sentido que la sociología de las organizaciones le da al término, cuyo perímetro coincidiría con el de la empresa familiar y de la cual el Patriarca sería una suerte de Presidente ejecutivo;9 por otro lado, el recurso a categorías confusamente mertonianas que, en la manera como las utiliza Balmori, separa la tierra, el gran comercio y las estructuras administrativas o de poder político en ámbitos segmentados de notabilidad, para formular su modelo de racimos familiares –el cual modelo incluye, como sabemos, un esquema de ascenso intergeneracional, cada una de cuyas secuencias comprende una combinación específica de esos ámbitos–.10 Como veremos, ambos enfoques tornan borrosos los mecanismos de la empresa de comercio a gran distancia pues desdibujan las relaciones con actores y empresarios subalternos, dispositivo central del capital comercial como mecanismo de dominación colonial; eje igualmente central del análisis de Jorge.
Si esta discusión subraya la renovación que el texto de Jorge representó en el momento de su publicación, los puntos ciegos historiográficos presentes en los trabajos dedicados a las movilidades atlánticas destacan la importancia que dicho texto conserva en el debate con contribuciones recientes. La presencia de don Domingo Belgrano Peri en Buenos Aires desde finales de la década de 1750 resultó de uno de los tantos recorridos dentro de la diáspora genovesa desplegada, en la segunda mitad del XVIII, entre el Mediterráneo occidental y el Atlántico hispano, a la cual Brilli le ha dedicado recientemente su fino y elegante libro. Esto explica sin duda que el principal agente de Belgrano en Cádiz fuera Juan Enrile, destacado miembro de la comunidad genovesa además de bien conectado con diferentes instancias del gran negocio y con agentes de Madrid, La Coruña y puertos franceses, así como asociado a otros agentes de Belgrano en Salta.11 Aunque Brilli matice la noción de diáspora y muestre la complejidad del fenómeno –insistiendo, entre otras cosas, en los matrimonios mixtos y las interacciones con empresarios de otros orígenes– no deja de arrastrar los límites de la noción de diásporas mercantiles adoptada de Curtin. Esta desdibuja los mecanismos locales que construye el recorrido de una notabilidad y que a su vez puede o no afectar o retroalimentarse con las posiciones cambiantes en el seno de una diáspora.
La necesidad de tomar en cuenta el complejo cruce de dinámicas transnacionales y locales quizás suponga una imposible combinación de escalas. En cualquier caso, la dificultad es más clara en los excelentes trabajos de Imízcoz Beunza –y en los que inspiró su extenso trabajo como organizador de investigaciones–. Aunque siempre con matices sobre los cuales es imposible detenerme aquí, en estos enfoques, las explicaciones sobre el ascenso de los inmigrantes navarros están vinculados, más estrechamente que en el relato de Brilli, a las solidaridades nacidas de la comunidad parroquial en la aldea de origen y en las dinámicas centrifugas de la familia troncal del espacio vasco-navarro, que expulsaba segundones hacia el servicio en la corte o el comercio de Indias.12
En cambio Jorge, al reconstruir la trayectoria ascendente de Domingo Belgrano, explica los mecanismos económicos, sociales y políticos –“uno no se puede entender sin los otros”, pero cabe aquí recordar el peso específico de los primeros– que lo situaron en el centro de una red que, desde una localidad periférica del imperio como Buenos Aires, se extendía hacia este y el otro lado del Atlántico –Brasil, España como vimos, pero también hacia otros puertos de Europa– y abarcaba el interior –todos los puntos de la ruta Potosí-Buenos Aires, el eje Mendoza-Valparaíso-Lima, la ruta fluvial del Paraguay y su presencia en el la Banda Oriental–. En el centro de una red, porque era la suya, como la de cada uno de sus agentes. No constituye una empresa-familia, sino cambiantes configuraciones de conglomerados empresarios, como lo muestran los análisis de Jorge del encadenamiento de compañías y su superposición con una pluralidad de modos de transacción. La autoridad y el margen de negociación de Domingo Belgrano en este conjunto era naturalmente función de su notabilidad social, cuya construcción tenía su propia dinámica, pero reposaba igualmente en la articulación de dispositivos del capital comercial.13 El análisis de Jorge y otros trabajos muestran la pluralidad de espacios sociales que atravesaban esas configuraciones de negocios, hacia abajo y hacia arriba: refrescar, transportar más allá de la cordillera y reembarcar en Valparaíso una carga de esclavos; acopiar y exportar cueros; adquirir y transportar yerba por el río; intervenir en el comercio interno del espacio andino; hacer favores; ejercer la protección; movilizar peones; etc.14 ¿Empresas coloniales? La discusión es pertinente, pero no es la pregunta aquí.
En la discusión que intento presentarles importa subrayar que esas configuraciones suponen relaciones más o menos estables construidas con una diversidad de materiales o recursos sociales, combinados o usados alternativamente. La consanguineidad o la alianza, como el hijo don Domingo, Carlos José Belgrano que operaba en Potosí; o los yernos Gregorio de Espinosa, que invierte en los negocios de su suegro, y Calderón de la Barca que se ocupa de los negocios de su suegro en España; etc. Las relaciones con otras familias notables, cuya proximidad social es más difícil de definir, a las cuales los Belgrano estaban vinculados de manera estable por una diversidad de tráficos sociales: Jorge menciona los Gregorio de las Heras, pero también estaban los Altolaguirre, presentes en la Casa de Moneda de Potosí y en la Real Hacienda de Buenos Aires. Hacia abajo la diversidad de lazos e interacciones es aún mayor, desde las que Belgrano o sus hijos y parientes entablaban con agentes menores, hasta las relaciones más o menos salariales y la esclavitud del universo laboral de la estancia administrada por Domingo Belgrano, pasando por relaciones con empresarios subalternos que aseguraban algunos de los servicios mencionados. Hemos visto que no faltan contratos que formalizan la naturaleza de las transacciones. Los ejemplos que nos da Jorge corresponden a compañías en comenda, en las cuales Domingo Belgrano aparece como el socio comanditario o capitalista. Pero como se ha dicho, no delimitan una empresa, sino que se superponen con formas de cooperación que las desbordaban. Entre los pares sociales de Belgrano, no se encuentran rastros de vínculos de un origen étnico común; lo cual no puede sorprender dadas las cifras de genoveses en Buenos Aires indicadas por Brilli, cuyos ejemplos muestran por lo demás la complejidad del mundo social de aquellos. Pero si exceptuamos el caso mencionado de Cádiz –obviamente importante– los vínculos con compatriotas tampoco estaban particularmente presente entre los corresponsales de Belgrano en España. Baste citar el ejemplo de Ximénez de Meza, procurador en Madrid, quien no solo se ocupaba de los asuntos de Belgrano ante la corte, sino también de orientar, dar noticias y controlar a sus hijos y yerno presentes en España. Era el hermano de ese Francisco Ximénez de Meza, administrador de la aduana de Buenos Aires, del cual Belgrano era el fiador de su oficio ante la Real Hacienda, con quien se asoció en algunas de sus mejores operaciones comerciales, pero quien también causó la ruina de Belgrano cuando se le acusó de un importante defalco en la aduana. Quizás la mejor ilustración de la complejidad de los lazos sociales entre pares sociales de la oligarquía mercantil.15
IV
Se puede objetar que esta insistencia en la diversidad del mundo social de un gran comerciante –que incluye una visión de la complejidad de las posiciones relativas y las asimetrías en una trama de relaciones sociales– no es más que una manera de forzar puertas abiertas, subrayando lo que es obvio para el sentido común: el mundo social de Álzaga no se limitaba a los vascos, ni el de Romero a los andaluces, ni el de Alsina a los catalanes... Sin embargo, los puntos ciegos mencionados –los de la década del ’80 y los más recientes– solo dejan visible, en el estrecho segmento de los grupos que dominaban la sociedad colonial rioplatense, el espacio y las relaciones sociales del mundo doméstico de las redes de familias notables, así como los vínculos sociales del espacio jurisdiccional de la organización corporativa de los grandes negociantes. Y esta visión de la configuración de los grupos dominantes deja fuera de escena las contribuciones de Jorge sobre los mecanismos del capital comercial y desdibuja su actualidad en la evolución reciente de la historiografía sobre los grandes comerciantes. Por supuesto que las relaciones del universo doméstico y la organización corporativa eran centrales en la dominación social, política y económica de la oligarquía indiana. Respecto de la segunda, los trabajos de Kraselski muestran que la creación del consulado fue fruto de un lento proceso de estructuración jurisdiccional. Proceso que cristalizó –según la feliz expresión de Adelman– en la propiedad política del comercio atlántico.16 Pero el encumbramiento reposaba en el complejo de interdependencias que atravesaban los espacios sociales, articuladas por los mecanismos estudiados por Jorge, en particular los de la circulación monetaria, los avances no monetarios y el contrapunto del crédito y de la deuda.
Para argumentar sobre la actualidad de las ideas de Jorge, quisiera pasar por una digresión. La mencionada imagen de Clavero sobre las economías “tradicionales” –dibujada precisamente a través del análisis del crédito– constituye una de las principales fuentes de una caja negra dentro de la cual se traban unas relaciones conceptuales sobre el orden social que articulan, como corolario, distintas claves de interpretación dadas por sentado. En el centro de este dispositivo está la idea según la cual la especificidad de las sociedades “tradicionales” residiría en un orden compuesto de un océano de comunidades domésticas reguladas por el ideal de autarquía y de islas corporativas, que eran el espacio del capitalismo comercial. Entre las principales claves interpretativas están el papel de los “lazos tradicionales” o “vínculos comunitarios”, las transacciones como simples mecanismos de don y contra-don (o el reconocimiento antidoral de la gracia, diría Clavero), el ‘encastramiento’ de lo que hoy designamos como economía en otros ámbitos de lo social y lo cultural, con la consecuente inadecuación de los conceptos actuales de la teoría económica para analizar aquello que en las sociedades tradicionales no constituía un ámbito específico de actividad, etc.17 Entre quienes comparten este enfoque, no todos utilizan todo el contenido encerrado en esa caja negra conceptual. Pero todas las nociones están conectadas en un artefacto analítico cuya visión del orden social y de sus claves de interpretación está dada por sentado, va de suyo. Sería entonces superfluo abrir la caja negra. Basta con decir “economías” o “sociedades de antiguo régimen” y ya sabemos de lo que estamos hablando y de lo que no viene a cuento hablar. Como hace Grieco cuando afirma que estamos ante una “sociedad de antiguo régimen”, delegando en el solo potencial invocatorio de la caja negra la explicación de los auxilios de los grandes comerciantes a la Corona.18
No es aquí el lugar para debatir sobre el profundo eurocentrismo de los enfoques de Clavero, ni de su no poco simplismo antropológico. ¿Por qué entonces evocarlo? Pues porque creo que las ideas de Jorge sobre el capitalismo comercial y los mecanismos del gran comerciante rompen la caja negra. Y la manera como selecciona y lee sus fuentes le permiten desmontar los dispositivos de esos mecanismos, a la manera como Levi desmonta el funcionamiento y la formación de precios de un mercado de la tierra en el siglo XVII. Tres elementos componen a mi entender dichos dispositivos: un sistema monetario en el cual coexistían diferentes niveles de circulación cuyo funcionamiento alimentaba la exportación de metales preciosos hacia los mercados externos, donde estos encontraban, naturalmente, mejores términos de intercambio (“la escasez y sentido de la circulación monetaria”); el uso del crédito y la compensación de deudas como modo de circulación (“fiado y deuda generalizada”); y la integración del gran comerciante en las estructuras locales de la autoridad soberana (“el poder político, pieza clave del dominio del gran comerciante”). Sobre ellos reposaban la capacidad de arbitrar entre, por un lado, mercados externos e internos fragmentados y, por el otro, las pautas de inversión.
La racionalidad de estas últimas explica la trayectoria de ascenso del gran comerciante como un sendero de diversificación. Comenzando por la multiplicidad de ocupaciones y funciones mercantiles, desde el comercio minorista local o como comisionista de otros comerciantes, hasta sus desempeños como comitente y habilitador de otros pares o de mercaderes menores, pasando por sus actividades de crédito (avanzando productos a fiado y otorgando y recibiendo crédito monetario). Y siguiendo por sus inversiones en distintos sectores de actividad: propiedades urbanas, chacras y estancias, arriendo de diezmos, fábrica de ladrillos. “…Esta diversificación de actividades, así como la extensión máxima de su radio de operaciones, tienen que ver con el carácter especulativo y de alto riesgo del comercio que realiza Belgrano y en general todos los comerciantes coloniales (…) A lo largo de su carrera, Belgrano pasa del área más cercana a las más alejadas y del comercio al por menor y las compañías, al comercio al por mayor y con empleados y comisionistas…”.19 En cuanto a la coexistencia de distintos niveles de circulación, estos combinaban el pago en productos –como por ejemplo el casi 60% del total de salarios de la estancia “Las Vacas” y el 65% de los pagados a los peones en 1792-1794–, como el uso de monedas de diferente calidad, con sus respectivos premios, a mismo valor nominal, de las mejores respecto de las peores. Enriqueciendo sus reflexiones sobre la coexistencia de economías naturales y monetarias a principios del siglo XVII, Jorge muestra cómo esos mecanismos permitían minimizar el pago en moneda metálica en las transacciones hacia el interior y así favorecer su acumulación para transacciones en las cuales su uso era más rentable. En fin, las vías por las cuales Domingo Belgrano construyó su importante espacio en las jerarquías de la comunidad política local, siguiendo, como todos sus pares sociales, el contrapunto del mérito y la merced. Dinámica socio-política que la historiografía posterior al libro de Jorge ha estudiado más detalladamente, desmintiendo la idea de Lynch de un desinterés por los empleos concejiles a finales del siglo XVIII. En el caso de Belgrano Peri, esta dinámica se traducía, por un lado, en el ejercicio de cargos y oficios en las milicias, el cabildo y la administración de entidades para-eclesiásticas y, por el otro, en su práctica como fiador y prestamista de altos oficiales del virreinato, incluidos algunos de los principales. Unas y otras se cruzaban confiriéndole una autoridad socio-institucional desde donde negociaba y estructuraba los lazos y las asimetrías sociales de sus negocios. El análisis de la operación de pago en productos de los sueldos atrasados de las milicias de Corrientes reúne todos estos elementos, ilustrando así la trama social del negocio a la que me he referido.20
Mi intención con este rápido resumen de algunos de los principales aspectos –que todos conocemos– no es tanto subrayar los méritos de sus contribuciones en un contexto historiográfico dado, como destacar la importancia de su manera de proceder como guía de una renovada historia económica de las sociedades que podemos calificar de “tradicionales”, sin hacer del término una etiqueta substancialista. Desmontar los mecanismos para restituir un modelo y un relato de la específica complejidad del capital comercial nos permite intervenir con nuestros materiales en los debates internacionales. Una de las partes que me parece más original en su libro, es su análisis del adelanto de mercancías a fiado. Combinadas con la cesión de deudas a terceros como modo de pago, el mecanismo daba lugar a una generalización de las deudas, cuya expresión era el propio inventario del testamento de Belgrano, donde el saldo acreedor de esas deudas representaba el 70% del patrimonio. Los instrumentos formales eran la escritura de obligación y de cesión de deuda, combinados con la libranza cuyo endoso era otra forma de hacer de la deuda un instrumento de pago y estos mecanismos. Los recientes trabajos de Wasserman muestran el alcance temporal de estas prácticas y abren una discusión que supera los límites de este texto.21 Pero la correspondencia, a la diferencia de los instrumentos notariales y los testamentos analizados por Wasserman, revela que la gran mayoría de esas compensaciones de deudas con otras deudas se limitaban a una ágil operación contable entre corresponsales.
Y estos mecanismos abren distintos hilos de discusión. Entre ellos, los análisis de Dalla Corte sobre los instrumentos que daban valor jurídico a la confianza, o los de Trivellato –en un contexto totalmente distinto– sobre el papel de las relaciones personales en su lenta construcción en las transacciones a gran distancia. Más cerca de las preocupaciones de Jorge, pero en un mundo igualmente distante, dos años después de la salida de su libro, Ago publicaba su estudio sobre el mercado de Roma en el siglo XVII. Un mercado barroco donde la debilidad de la demanda y la escasez monetaria imponían, como en el espacio rioplatense, la generalización de la venta a crédito y el uso de las deudas activas para saldar las pasivas.22 En el análisis de Jorge, la venta a fiado –que distingue del crédito monetario– era también una respuesta a la escasez de moneda metálica, pero que al mismo tiempo la alimentaba gracias a la capacidad de negociación que conferían las relaciones políticas. Ambos construyen el sujeto económico en el contexto de las sociedades y mercados estudiados. Lejos de los mercados competitivos. Pero más lejos aún de la ausencia de sujeto económico construida por Clavero a través de la lectura de textos teológicos sobre el crédito y la usura.
***
De Juan de Vergara a Domingo Belgrano, Jorge dibujó la evolución y transformación del grupo que dominó el Río de la Plata colonial y cuya acción determinó la configuración cambiante de los mercados. Trazó así el perfil de uno de sus sujetos económicos mostrando la importancia de la historia de las economías coloniales. Nos dejó pistas y materiales para el continuo trabajo de renovación, en diálogo interdisciplinar y comparativo. Discutirlos es ya un alegato en favor de la historia económica que el compartiría.
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Notas