Artículo
La dimensión latinoamericana en la construcción de un liderazgo político: el Rosas de Jorge Gelman
The Latin American dimension in a political leadership’s construction: the Rosas by Jorge Gelman
La dimensión latinoamericana en la construcción de un liderazgo político: el Rosas de Jorge Gelman
Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, vol. Homenaje, Esp., pp. 72-78, 2022
Universidad de Buenos Aires

Recepción: 21 Agosto 2020
Aprobación: 30 Septiembre 2020
Resumen: Consideraciones sobre el estudio de la figura de Juan Manuel de Rosas por Jorge Gelman, y el ensayo de Julio Pinto en torno a las formas del liderazgo político en el siglo XIX.
Palabras clave: liderazgo político, siglo XIX, Juan Manuel de Rosas, biografías, Jorge Gelman.
Abstract: Some thoughts on the works by Jorge Gelman on the political leader Juan Manuel de Rosas, and Julio Pinto's essay on political leadership in the 19th Century.
Keywords: political leadership, 19th Century, Juan Manuel de Rosas, biography, Jorge Gelman.
En una entrevista a Jorge Gelman y Raúl Fradkin publicada en la Revista Ñ en julio de 2015, en ocasión de la publicación de la biografía de Juan Manuel de Rosas que escribieron conjuntamente, señalaban la importancia del régimen rosista con relación al estudio de la cultura política popular en la Argentina y su pervivencia en el tiempo. Decían:
La construcción del exitoso liderazgo político de Rosas fue posible, entre muchos factores, porque logró atraer, encuadrar y luego disciplinar el protagonismo político que las clases populares habían adquirido con la revolución. En este sentido, indagar el rosismo como fenómeno histórico ayuda a comprender una fase clave de la experiencia política popular, quizás más perdurable de lo que puede parecer a simple vista. Entender el rosismo puede ayudar a identificar signos perdurables de las tradiciones que conformaron las culturas políticas populares y sus modos de relacionarse con la ley, el poder y la autoridad. Y quizás también ayude a entender la potencia del protagonismo plebeyo en la vida política y la cultura de una nación como la Argentina (Gelman y Fradkin, 2015).
Gelman examinó en detalle la relación construida por Rosas con las clases populares bonaerenses de la primera mitad del siglo XIX, cuestión que ofrecía el atractivo adicional de la persistencia del “protagonismo plebeyo” a lo largo de la historia política argentina hasta tiempos recientes. Para comprender este fenómeno puso en juego su familiaridad con la historia latinoamericana. De todos modos, la construcción del liderazgo político de Rosas fue un tema relevante pero no central en la agenda de investigación de Jorge Gelman, que se concentró en particular en la historia económica rioplatense de las últimas décadas coloniales y las primeras posteriores a la independencia.
La ponencia de Julio Pinto nos invita a reflexionar justamente sobre el protagonismo plebeyo en el proceso de formación de los estados latinoamericanos en la primera mitad del siglo XIX, ese convulsionado periodo que siguió al súbito y violento derrumbe del orden colonial introducido por la revolución. Si bien este es un tema clásico de la historiografía latinoamericanista, las transformaciones de esa misma historiografía en los últimos treinta años han modificado sustancialmente el enfoque con que se lo estudiaba. Mucho se ha dicho y discutido acerca de los avances y limitaciones de la nueva historia política, pero es indudable que esta corriente renovadora ha puesto en el mapa historiográfico del siglo XIX varios tópicos de los cuales el más abarcador y de consecuencias más profundas y duraderas ha sido el del establecimiento de repúblicas, denominador común de los regímenes políticos hispanoamericanos decimonónicos más variados que compartían la entronización de la soberanía del pueblo como principio de legitimidad. Este principio, ampliamente difundido en América Latina desde la revolución, engendró desde el inicio de su aplicación un desafío desde abajo a un sistema político con un edificio institucional endeble y a unas elites debilitadas y políticamente fragmentadas después de la guerra revolucionaria.1
El desafío a la autoridad de las elites provino de una plebe convertida en parte componente del “pueblo” que brindaba, al menos teóricamente, su consentimiento a los actos de gobierno por delegación. A la pregunta sobre cómo lograron las elites latinoamericanas establecer el orden en el siglo XIX, Pinto propone concentrarse en la “construcción social del estado”, proceso que involucra al mismo tiempo a elites y clases populares. Esta construcción estatal ordenadora no se transmitía de arriba hacia abajo sino que involucraba un sinnúmero de situaciones de coerción y consenso que Pinto prefiere llamar de “seducción e imposición”. En este aspecto la aproximación de Pinto difiere del enfoque avanzado por la “nueva historia política” en la que prima el análisis de discursos, instituciones, representaciones y prácticas políticas sin referencias directas a su connotación social.2 Para Pinto la construcción de estos regímenes tuvo “también una dimensión inequívocamente ‘social’, o si se prefiere ‘social-popular’”. Creo que Gelman no podría estar más de acuerdo con esta afirmación.
Gelman concentró sus esfuerzos de investigación en esta línea en el estudio de la construcción del liderazgo político de Rosas en la sociedad bonaerense de las décadas de 1820 a 1850. No creo necesario detenerme en los detalles de esa construcción que él examinó tan bien en tantos de sus trabajos, que encontraron finalmente su lugar en la biografía de Rosas (que es mucho más y un poco menos que eso) que escribió a cuatro manos con Raúl Fradkin. Lo que me interesa destacar es el marco historiográfico en el que Gelman produjo esos textos que enriquecieron nuestra imagen del Restaurador como conductor.3
Desde sus primeras aproximaciones al tema, Gelman buscó inspiración en la historiografía latinoamericana que había frecuentado durante los años en que se desempeñó como profesor de Historia de América Colonial en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y en los cursos impartidos en su estancia en universidades españolas. Su análisis sobre la construcción del orden en la provincia de Buenos Aires en el periodo rosista abrevó en libros con enfoques innovadores sobre la implantación del sistema judicial y la formación de una cultura legal en el Perú y México coloniales.4 Gelman tomó de ellos la concepción de un gobierno que empleaba a la vez la coerción y el consenso para implantar el orden mediante el establecimiento de instituciones judiciales ubicadas en el centro de la resolución de los conflictos. Si bien la apelación a la justicia española por parte de las poblaciones indígenas y mestizas ponía límites a las autoridades coloniales, creaba a la vez un consenso general de aceptación del orden colonial. Este esquema parece haber funcionado también en el Río de la Plata tardo-colonial, pero fue descalabrado por la movilización popular provocada por la revolución y la guerra. Rosas emprendió una reconstrucción pragmática del orden mediante la expansión de la justicia en la campaña bonaerense. De la mano de los jueces de paz, logró implantar un ordenamiento de la sociedad posrevolucionaria lento pero efectivo en base “a un consenso muy amplio que atraviesa la mayor parte de esa sociedad” que si bien se impone firmemente, deja espacio para arreglos y negociaciones locales (Gelman, 2000).
Gelman retoma la dimensión latinoamericana en Rosas bajo fuego, libro en el que reelabora de manera más detallada y profunda su estudio sobre la construcción del orden y del liderazgo político bajo el rosismo. Los análisis de Florencia Mallon sobre el campesinado y la formación nacional en México y Perú y el seminal volumen editado por Gilbert Joseph y David Nugent sobre los aspectos cotidianos de la formación del estado mexicano sirvieron de inspiración al análisis de Gelman sobre la construcción del liderazgo rosista. Estos trabajos analizan la dificultosa implantación del orden sobre las poblaciones rurales mediante una mezcla de coacción y consenso de inspiración en el marxismo de corte gramsciano. Ambos enfocan el problema sobre el terreno, plano local que Gelman también eligió para su estudio de la construcción del estado bonaerense y del liderazgo de Rosas. Esta mirada desde abajo abre un espacio a los condicionamientos y negociaciones locales cuyo reconocimiento por las autoridades constituye la condición de posibilidad de la construcción estatal y a la vez le imponen límites provenientes de las negociaciones con los pobladores rurales (Mallon, 2003; Joseph y Nugent, 2002).
La interlocución con la historiografía latinoamericanista fue muy fructífera en los estudios de Gelman sobre el liderazgo de Rosas y le permitió situar el caso del rosismo en clave latinoamericana.5 De todos modos, hacer una historia explícitamente comparada de la construcción de los estados latinoamericanos, como ha hecho Julio Pinto para los casos de Chile, Buenos Aires y Perú, no estuvo en la agenda historiográfica de Gelman (Pinto Vallejos, en prensa). La historiografía latinoamericanista fue para él una fuente de inspiración, una instancia de diálogo y, en ocasiones, también un motivo de rechazo. Me refiero aquí a la ya clásica refutación que Gelman impulsó de la tesis de John Lynch sobre la naturaleza y el origen del liderazgo rosista. Lynch hacía depender el poder de Rosas de su condición de patrón de estancia, una suerte de señor de vidas y bienes en el Buenos Aires post-independiente. Su tesis derivaba de estudios del caudillismo que en la década de 1960 intentaban superar a los análisis impresionistas basados en el carisma de los caudillos para explicar el ascendiente sobre sus seguidores. Para esta perspectiva de corte estructural a la que Lynch suscribe, el poder de los caudillos surgía de la relación de tipo clientelar establecida entre patrón-peón al interior de las grandes haciendas latinoamericanas.6 Lynch aplica esta perspectiva (que reconocía como laboratorio el caso mexicano) a la Argentina del siglo XIX en su influyente libro sobre Rosas, imagen que unos años más tarde traslada y generaliza al estudio del caudillismo en Hispanoamérica (Lynch, 1982, 1984, 1993).
La renovación historiográfica de la historia agraria rioplatense (en particular de Buenos Aires y el Litoral) desde mediados de la década de 1980, en la que el propio Gelman tuvo un papel destacado, trazó un panorama de la campaña bonaerense muy distinto del que Lynch había tomado de estudios clásicos de historia agraria del Río de la Plata sobre los que construyó su explicación estructural del liderazgo político de Rosas. Estos avances, que hicieron decir alguna vez a Tulio Halperin que estaban “mexicanizando la historia agraria argentina”, dotaron a esa historia de una densidad, un dinamismo y una diversidad desconocida hasta entonces y redibujaron el mapa de la estructura agraria rioplatense tardo-colonial y de comienzos del siglo XIX. A los terratenientes, que eran poco numerosos y no tan ricos (aunque se irían enriqueciendo y aumentando en número desde la década de 1820) se contraponía una campaña poblada por campesinos pequeños y medianos propietarios, arrendatarios, agregados, pobladores fronterizos, familias establecidas y población inestable que entraba y salía del trabajo con una rotación insospechada.7 ¿Cómo se condecía esta sociedad tan compleja y diversa (y a esta diversidad debería agregarse la étnica, variable que los estudiosos del liderazgo político rioplatense aún no han contemplado lo suficiente) con un liderazgo impuesto desde la gran propiedad por un patrón omnipotente (pero a veces también paternal: algunos estudios estructurales del caudillismo insistían más que Lynch en aspectos sociales como el compadrazgo que cimentaba la relación entre caudillos/patrones y seguidores/campesinos) sobre peones sometidos y pasivos? Imposible.
Los historiadores argentinos, Jorge Gelman de manera decidida, reaccionaron contra esa tesis reduccionista de una relación compleja que se acomodaba bien al sentido común derivado de una historiografía a la que le había faltado inventiva e inspiración para plantear nuevas hipótesis pero que no se acomodaba al mapa de la sociedad agraria rioplatense trazado por nuevas y profundas investigaciones. Gelman nos presenta un Rosas obsesionado por el orden, que canalizaba los impulsos y las acciones de las clases populares urbanas y rurales (aunque sus estudios tenían más para decir de las segundas que de las primeras, a las que se abocaría con éxito Gabriel Di Meglio), a las que movilizaba en momentos de crisis política y enfrentamientos contra fracciones de la elite bonaerense que impugnaban su gobierno, como en las coyunturas críticas de 1832-1833 y 1838-1840 (Di Meglio, 2006). Pero también lo muestra como un líder que en sus estancias no podía implantar de manera completa las relaciones sociales derivadas de la propiedad privada y que a regañadientes debió tolerar o hacer la vista gorda a derechos establecidos de antiguo entre la población rural que ocupaba tierras que no eran legalmente suyas en los márgenes de sus estancias, las más de las veces sin permiso, o que cazaba ñandúes y nutrias a pesar de la prohibición expresa del propietario. Gelman nos recuerda que el Restaurador fomentaba en ocasiones el establecimiento de pobladores en los márgenes de sus estancias, si más no fuera para mantenerlos cerca de su control aunque no pudiera someterlos por completo al orden de la estancia. Pero también nos señala que en sus gobiernos (y sobre todo en el segundo periodo, desde 1835) Rosas estableció un sistema bastante sólido de justicia rural con poderes de policía en la campaña bonaerense en un intento de autonomizar de la sociedad que la rodeaba, tanto cuanto fuese posible, el control de la población por parte de estas incipientes agencias estatales instaladas en territorio rural. Coerción en la implantación de instituciones de control, consenso en el imaginario de una sociedad federal, con valores compartidos y con cierta flexibilidad para la negociación local y respeto a las costumbres del país.
La imagen del Rosas líder político cuidadosamente construida por Gelman nos recuerda (salvando las distancias geográficas y temporales) a la del presidente mexicano Porfirio Díaz tal como ha sido analizada en los últimos tiempos por la historiografía mexicana: un líder poderoso pero no omnipotente (Falcón y Buve, 1998). El Rosas “latinoamericanizado” de Gelman (y Fradkin, en su biografía conjunta) ha sido tomado por la historiografía latinoamericana reciente, como se observa en el libro de Julio Pinto y colaboradores en el que comparan la construcción del orden rosista con el Chile portaliano. La conclusión a la que llegan los colegas chilenos es que el régimen de Rosas se mostró “consistentemente más sensible y respetuoso frente al ‘ser plebeyo’ que su contraparte chilena”. En la base de esa comparación se reconoce al Rosas de Gelman (Pinto Vallejos, 2015: 49).
Quisiera hacer una última observación sobre los aportes de Jorge Gelman al tema de la construcción de liderazgos políticos y los sectores populares. Una vez me dijo que, a pesar de sus amplios intereses historiográficos, él no podía abarcarlo todo. A lo largo de los años fui observando la manera generosa con la que él iba sugiriendo o encaminando temas de tesis de posibles discípulos y discípulas. Nombro aquí solo aquellos en los que me vi involucrado de una u otra manera y que conocí más de cerca. El libro de Sol Lanteri Un vecindario federal fue en su origen una tesis doctoral premiada sobre la política de reparto de tierras y asentamiento de pobladores en la frontera sur de la provincia; el de Laura Cutrera Subordinarlos, someterlos y sujetarlos al orden fue asimismo una tesis bajo su dirección que estudiaba la relación entre Rosas y los “indios amigos”, tema que ya había sido explorado de forma pionera por Silvia Ratto bajo la misma dirección; más recientemente, Dante Barbato estudió en su tesis de licenciatura el papel que jugaron varios personajes intermediarios en la construcción del orden rosista en la campaña bonaerense.8 Todos ellos son temas sobre los que Jorge había posado su enorme curiosidad de historiador, inspirados por su lectura de la historiografía latinoamericana, y que mediante una equilibrada mezcla de coerción y consenso (que tan bien había estudiado en Rosas) legó a sus estudiantes.
Bibliografía
Di Meglio, G. (2006). ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el rosismo. Buenos Aires: Prometeo.
Falcón, R. y Buve, R. (Comp.) (1998). Don Porfirio presidente… Nunca omnipotente. Hallazgos, reflexiones y debates, 1876-1911. México: Universidad Iberoamericana.
Gelman, J. y Fradkin, R. (2015). Rosas, constructor de poder solitario, Revista Ñ, 14 de julio.
Gelman, J. (2000). Crisis y reconstrucción del orden en la campaña de Buenos Aires. Estado y sociedad en la primera mitad del siglo XIX. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 27.
Joseph, G. y Nugent, D. (Comps.) (2002). Aspectos cotidianos de la formación del estado. La Revolución y la negociación del mando en el México moderno. México: Era (original en inglés de 1994).
Lynch, J. (1982). Rosas y las clases populares en Buenos Aires. En AA.VV., De historia e historiadores. Homenaje a José Luis Romero. Buenos Aires: Siglo XXI.
Lynch, J. (1984). Juan Manuel de Rosas. Buenos Aires: Emecé.
Lynch, J. (1993). Caudillos en Hispanoamérica, 1800-1850. Madrid: Mapfre.
Mallon, F. (2003). Campesino y nación. La construcción de México y Perú poscoloniales. México: CIESAS (original en inglés de 1995).
Pinto Vallejos, J. (en prensa). Caudillos y plebeyos. La construcción social del estado en América del Sur (Argentina, Perú, Chile), 1830-1860. Santiago: LOM.
Pinto Vallejos, J. y otros (2015). El orden y el bajo pueblo. Los regímenes de Portales y Rosas frente al mundo popular, 1829-1852. Santiago: LOM.
Notas