DOSIER: ESCLAVITUD, VIDA COTIDIANA Y DINÁMICAS DE MESTIZAJE EN LOS MUNDOS IBÉRICOS (SIGLOS XVI-XVIII): ESPACIOS, MOVILIDAD, ACUERDOS Y CONFLICTOS
Esclavitud, dinámicas de mestizajes y movilidad en una sociedad en formación: Vila Rica de Ouro Preto en los albores de la fundación (ca. 1710-1730)
Slavery, dynamics of miscegenation, and mobility in a society in formation: Vila Rica de Ouro Preto at the dawn of its foundation (ca. 1710-1730)
Esclavitud, dinámicas de mestizajes y movilidad en una sociedad en formación: Vila Rica de Ouro Preto en los albores de la fundación (ca. 1710-1730)
Varia Historia, vol. 41, e25023, 2025
Pós-Graduação em História, Faculdade de Filosofia e Ciências Humanas, Universidade Federal de Minas Gerais
Received: 08 May 2024
Revised document received: 12 November 2024
Accepted: 23 October 2024
Funding
Funding source: The Ministry of Universities of the Government of Spain and the European Union
Funding source: Ministry of Science and Innovation
Funding source: State Research Agency
Funding source: CNPq
Funding source: UFMG
Contract number: PID2022-138444OB-100
Funding statement: This study was conducted under the “Ayudas para la Recualificación del Sistema Universitario Español (2021-2023)” program, specifically within the “Margarita Salas” modality. The Ministry of Universities of the Government of Spain and the European Union - NextGenerationEU provided the funding. It is also part of the R&D Project “Slavery in the economy and society of 16th century in Spain” (PID2022-138444OB-100), funded by the Ministry of Science and Innovation/State Research Agency. Additionally, it is affiliated with the National Council for Scientific and Technological Development, CNPq–UFMG Research Group “Slavery, miscegenation, transit of cultures and globalization – 15th to 19th centuries.”
RESUMEN: Este artículo trata de explorar cómo la formación y las características de la estructura sociodemográfica de Vila Rica durante el primer tercio del siglo XVIII, una etapa marcada por los profundos desequilibrios generados por la afluencia masiva de migrantes y esclavos al calor de la fiebre del oro, propició un universo relacional lo suficientemente flexible para que una porción minoritaria pero significativa de la población esclava, especialmente de mujeres y sus hijos, pudieran transitar desde la sujeción de la esclavitud a la libertad, ascender social y económicamente y llegar a convertirse en señoras de esclavos incluso cuando todavía eran esclavas. Para ello, se han empleado de forma sistemática los registros de bautismos, matrimonios y óbitos de sus dos matrices, inventarios post-morten de la Casa do Pilar, y las series de “termos de aforamentos” y de las listas de pago del Real Donativo del Arquivo Público Mineiro. El cruzado sistemático de los diversos tipos documentales ha posibilitado reconstruir múltiples trayectorias individuales y familiares e insertarlas en el marco de una realidad social caracterizada por el desarrollo de una esclavitud urbana, la escasa presencia de mujeres de origen portugués, la extensión de tipologías de familias no sacramentadas, las dinámicas de mestizajes y la movilidad socioeconómica.
Palabras clave: Esclavitud, movilidad socioeconómica, Minas Gerais.
ABSTRACT: This study explores how the formation and characteristics of the sociodemographic structure of Vila Rica during the first third of the 18th century, marked by profound imbalances and the zenith of gold mining, fostered a sufficiently flexible relational universe sufficiently flexible to allow a minority yet significant portion of the enslaved population, especially women and their children, to transition from slavery to freedom, rise socially and economically, and even become slave owners enslavers while still remaining enslavedslaves. To achieve this, we worked with an extensive and varied documentary corpus, analyzing baptisms, marriages, and burials from the two parishes, post-mortem inventories from the Casa do Pilar, land tenure registers, or “termos de aforamentos,” and payment lists of the Real Donativo from the Public Archive of Minas GeraisArquivo Público Mineiro. The systematic cross-referencing of these various sources has enabled the reconstruction of multiple individual and family trajectories, integrating them into the framework of a social reality characterized by the development of urban slavery, the scarce presence of women of Portuguese origin, the prevalence of non-sacramentalized families typologies, the dynamics of miscegenation, and socioeconomic mobility.
Keywords: Slavery, socioeconomic mobility, Minas Gerais.
LA FORMACIÓN DE LAS MINAS GERAIS: UNA INTRODUCCIÓN1
La monarquía lusa y los habitantes de las capitanías brasileiras anhelaron el hallazgo de metales preciosos en las regiones del interior desde mucho antes de su descubrimiento. Este no se produjo hasta el último decenio del siglo XVII, desatando una fiebre de implicaciones difícilmente imaginables. La noticia del descubrimiento de oro en la sierra del Espinhaço desencadenó a los “sertões” de las Minas Gerais un torrente de inmigración que tiene pocos paralelos en la historia de la humanidad (Zemella, 1990, p. 45). Este vasto espacio interior ubicado entre las capitanías de Bahía, Río de Janeiro y São Paulo, hasta entonces ocupado por tribus tapuias y objeto de las razias protagonizadas por bandeirantes paulistas, se convertiría en pocas décadas en la región más poblada y con mayor dinamismo económico del Brasil del Setecientos (Paiva, 2022, p. 70-84). La acción erosiva de la orografía propició que la emergente minería aurífera se localizase, fundamentalmente, en los lechos de los ríos y los arroyos. La fiebre desatada por el oro, con pobladores libres y esclavos llegados a borbotones desde Europa, África y el litoral brasileño, la debilidad de las instituciones de la monarquía y la propia geografía del territorio, determinaron su ocupación. Así, las primeras poblaciones de las Minas Gerais surgieron en los valles fluviales, con viviendas construidas con muros de adobe o madera y techos de paja, el reflejo de un urbanismo caracterizado por la improvisación y lo provisorio. Estos campamentos o “arraiais”, que podían despoblarse ante el rumor de mejores yacimientos auríferos o por el envite de las hambrunas y las carestías de alimentos, constituyeron el germen de las futuras villas mineiras, como es el caso del núcleo de población que se aborda en este estudio: Vila Rica de Ouro Preto (Veloso, 2018, p. 40-72).
El establecimiento de los “arraiais” de la que sería sede política de la capitanía de Minas Gerais desde 1720 fue el resultado de las exploraciones bandeirantes en el valle del río Carmo y sus afluentes durante los últimos años del siglo XVII, a cargo de Manuel García, Antônio Dias de Oliveira y el padre João Faria de Fialho. Son relativamente pocas las noticias existentes sobre la vida sociodemográfica en estos campamentos. En el memorial de autoría anónima encargado por el “ouvidor” Caetano Costa Matoso en torno al año 1750, se perfila una imagen de núcleos poco poblados y construcciones realizadas con materiales perecederos (Borrego, 2004, p. 44). Con todo, la llegada masiva de migrantes al calor del oro y, con ellos, de esclavos, acabaría por multiplicar el número de asentamientos junto a las explotaciones mineras, generando los topónimos que darían forma a la geografía urbana de la futura Vila Rica y que son, de oeste a este: Passa-Dez, Caquende, Ouro Preto, dos Paulistas, Antônio Dias, Barra, Alto da Cruz das Almas y Padre Faria (Veloso, 2018, p. 52-53). Las disputas entre paulistas y “forasteiros”, que devinieron en la guerra de las Emboabas (1708-1709), junto a la creciente preocupación por parte de la Corona para aumentar su control sobre aquellas tierras, propició la creación de las primeras villas (Veloso, 2018, p. 44-46). En el caso de Vila Rica, los “arraiais” anteriores fueron reunidos en una sola villa por el Auto de Ereção, compuesta asimismo de dos parroquias: las matrices de Nossa Senhora do Pilar de Ouro Preto y Nossa Senhora da Conceição de Antônio Dias.2
Este artículo trata de explorar cómo la formación y las características de la estructura sociodemográfica de Vila Rica durante el primer tercio del siglo XVIII, marcada por profundos desequilibrios y atravesada por la fase apogeo de la minería del oro, propició un universo relacional lo suficientemente flexible para que una porción minoritaria pero significativa de la población esclava, especialmente de mujeres y sus hijos, pudieran transitar desde la sujeción de la esclavitud a la libertad, ascender social y económicamente y llegar a convertirse en señoras de esclavos incluso cuando todavía eran esclavas.
Para ello, se ha trabajado con un corpus documental extenso y variado. Por un lado, se han vaciado las series de bautismos, matrimonios y enterramientos de sus dos matrices, sumando más de 2.300 registros. En el caso de la parroquia del Pilar, se ha empleado el Banco de Dados da Freguesia do Pilar;3 mientras que con la de Antônio Dias, cuyos libros se encuentran microfilmados y disponibles en la web Family Search, se ha procedido a la transcripción de todos los registros contenidos en los mismos. No se encuentra en esta plataforma, sin embargo, el libro de bautismos número dos, correspondientes a los años 1727-1740. Este se encuentra microfilmado en la Casa dos Contos de Ouro Preto, a la que se acudió para proceder a su transcripción.4
Por otra parte, también se ha aportado una muestra de once inventarios post-mortem del Arquivo Histórico do Museu da Inconfidência – Casa do Pilar, de Ouro Preto, que ha arrojado un total de 122 esclavos. La muestra, aunque menor, reproduce no obstante los resultados de una más amplia en cantidad y cronología (Corona Pérez, 2023b), sirviendo para expresar la distribución de estos en función de los criterios de la calidad, la nación y el sexo de los esclavos inventariados.
El último de los fondos trabajados se corresponde con el Arquivo Público Mineiro, en Belo Horizonte, colocándose el foco en la documentación municipal y fiscal relativa a la Cámara de Ouro Preto. Así, se han vaciado, asiento a asiento, los registros de “termos de aforamento” para los años 1712-1722, y cinco de las listas de pago del impuesto del Real Donativo para el año 1730, las correspondientes al núcleo de población de Vila Rica. Los “termos de aforamentos” fueron el mecanismo a través del cual la cámara municipal cedía parcelas de tierra sin ocupar a particulares para la construcción de casas, ranchos y huertas, a cambio del pago de una tasa según la extensión. Estos registros son muy útiles porque permiten analizar el acceso a la propiedad según la condición socioeconómica de los compradores y seguir la evolución urbana al ubicarlos en el espacio (véanse por ejemplo los magníficos trabajos de Borrego, 2004; y Veloso, 2018). En cuanto a las listas del Real Donativo, se han transcrito, entrada a entrada, las listas de los barrios circunscritos a las matrices de Vila Rica para el año 1730, con idea de obtener una idea complementaria a la cronología de los “termos de aforamentos”. Estas listas identificaban, a través de entradas nominales, a los moradores económicamente activos y sus barrios de residencia, cuantificando y describiendo las propiedades comerciales y esclavistas de cada uno de ellos (Gaspar, 2021).
Esa ingente documentación ha sido analizada, procesada y cruzada en una base de datos que ha permitido reconstruir de forma cualitativa trayectorias individuales y familiares y, al mismo tiempo, la cuantificación. En efecto, se parte del presupuesto epistemológico de que la Historia Social es una historia de las personas y de sus complejas relaciones, “y que el acercamiento de la lupa a la realidad muestra esta con mucho mayor claridad”. Pero, asimismo, también se recurre sistemáticamente a la cuantificación para poder insertar todas esas trayectorias y estudios de caso en su realidad histórica (Fernández Chaves; Pérez García, 2009, p. 28).
ESTRUCTURA DE UNA SOCIEDAD EN FORMACIÓN
La ocupación de las Minas Gerais respondió, fundamentalmente, a dos flujos de población exógena de migrantes y contingentes esclavos, en tanto la creciente demanda que se generaba en los primeros retroalimentaba la llegada forzosa de los segundos. ¿Es posible cuantificar estos grupos para conocer sus volúmenes y lugares de procedencia? El estudio demográfico de Vila Rica durante el primer tercio del siglo XVIII ha de contar con la ausencia de censos que recojan las cifras globales de su población y de los diferentes grupos que la conformaron. En el caso de los migrantes, no obstante, el cruzamiento sistemático de los registros de matrimonios y enterramientos de sus dos matrices ha posibilitado conocer la naturalidad de 223 agentes libres y horros. Evidentemente, no todas las personas que se desplazaron a Vila Rica pasaron por el altar ni fallecieron durante la horquilla temporal estudiada, de manera que la muestra no puede representar la totalidad de estos grupos. Sin embargo, los resultados de la Tabla 1 permiten caracterizar el perfil geográfico de estos pobladores durante los primeros dos decenios de existencia de la villa.

Los portugueses dominaron el grupo de los inmigrados, con una proporción superior a los dos tercios. La mayor parte nacieron en “freguesias” ubicadas en obispados de la mitad septentrional del reino, destacando por su volumen las diócesis de Braga, Lisboa y Oporto. Aunque en estos registros no se concretiza el lugar de procedencia de una cuarta parte de los portugueses reseñados, llama la atención que no se documente a personas procedentes del Algarve o el Alentejo. Por el contrario, sí que se han localizado a sujetos oriundos de los archipiélagos de las Azores y Madeira. El otro gran grupo que componía la población migrante de Vila Rica estaba formado por los naturales del Brasil. Entre ellos destacaron los nacidos en las capitanías de Río de Janeiro, Bahía y Pernambuco, especialmente en las ciudades de Río, Salvador y Recife. Asimismo, y en menor cuantía, se constata también a personas procedentes de otros núcleos de población de las Minas Gerais y el mantenimiento de una pequeña porción de inmigrados de la capitanía de São Paulo.
Más allá de la divergencia cuantitativa y geográfica, los migrantes del reino de Portugal y de las islas macaronésicas presentaron diferencias importantes respecto a sus homólogos brasileños. Primeramente, en la distribución de los sexos. Los nacidos en Brasil, en lógica correspondencia con la reproducción natural, registraron un equilibrio entre hombres y mujeres, con una ligera superioridad de estas. Por el contrario, los portugueses presentaron una proporción de nueve hombres por cada mujer. De este modo, y dado el peso demográfico alcanzado por este grupo, los migrantes registraron un marcado predominio masculino. Otro detalle en el que divergen portugueses y naturales del Brasil tiene que ver con los perfiles vinculados con calidades, inéditos entre los lusos, como Domingos da Costa, nacido en Río de Janeiro y calificado como “pardo solteiro”5; como Maria, “carijó”;6 o como la persona enterrada anónimamente y descrita como “mestiça da terra”.7 Asimismo, entre los oriundos del Brasil también pueden encontrarse a personas horras, como Lourenço, pardo nacido en Río de Janeiro;8 Narciza de Almeida, “mulher parda” natural de Olinda;9 o la soltera Inácia de Souza, “preta crioula” natural “da cidade da Bahia”.10 Sin embargo, la mayor parte de los horros documentados en esta horquilla temporal nacieron en África, de manera que llegaron a Brasil como esclavos y en él se liberaron.
Como se ha constatado en las comarcas mineiras de los ríos das Mortes y das Velhas para el siglo XVIII (Paiva, 2022, p. 126) y en la propia Vila Rica durante la primera mitad de la centuria Corona Pérez, 2023b), el análisis de los inventarios post-mortem de su término durante la década de 1720 vislumbra una población esclava con un perfil predominantemente africano (Tabla 2). No en vano, tres de cada cuatro esclavos procedían, sobre todo, de la región del golfo de Guinea, entre los que destacaron los “mina”, y de la zona del centro-oeste del continente, desde donde embarcaban esclavos “congo”, “angola” y “benguela”. Este contingente llegaba a las Minas Gerais, fundamentalmente, a través del Caminho dos Currais do Sertão o da Bahía y del Caminho Novo, que la conectaban respectivamente con los puertos de Salvador y Río de Janeiro. Por su parte, los esclavos nacidos en Brasil, es decir, “crioulos”, “carijós” y grupos amestizados como “mulatos” y “cabras”, tuvieron menor presencia cuantitativa. Sin embargo, a diferencia de los esclavos africanos, entre los que por cada dos mujeres se constataron ocho hombres, los naturales del Brasil registraron una proporción que –aunque el tamaño de la muestra documental otorga mayor peso al sexo femenino– mostraba una mayor inclinación hacia la equidad. Y es lógico: mientras el perfil sociodemográfico de los esclavos del tráfico transatlántico obedecía a las lógicas mercantiles y a las coyunturas políticas africanas, los oriundos del continente americano tendieron al equilibrio entre ambos sexos al estar más vinculados con los patrones de la reproducción natural. Con todo, el predominio de los esclavos africanos en el conjunto de la población esclava propició que el balance general arrojase una preeminencia clara del sexo masculino de, prácticamente, tres hombres por cada mujer. ¿Cómo se distribuía la sociedad de Vila Rica en función de la condición jurídica?

Ante la falta de padrones que recojan los diferentes perfiles jurídicos de los moradores de Vila Rica, los registros de bautismos permiten mensurar el volumen alcanzado por los grupos sociales según la condición jurídica de los recién nacidos una vez descontados del cálculo los sacramentados en edad adulta, para no redimensionar la natalidad (Cortés Cortés, 1987, p. 94). Así, los resultados expresados en la Tabla 3 ilustran la composición social de la sede política de las Minas Gerais. Efectivamente, dos tercios de los neonatos bautizados lo hicieron como esclavos por el principio jurídico del partus sequitur ventrem. Es decir, los hijos de las esclavas mantenían la condición jurídica de sus madres. El carácter esclavista de aquella sociedad se refuerza si se tiene en cuenta que las madres de los horros recién nacidos eran esclavas, de manera que estas mujeres fueron las responsables de algo más del 80% de la natalidad. Estos neonatos, que fueron liberados en la pila bautismal en el momento de recibir el sacramento, alcanzaron una proporción significativa de los hijos de esclavas, ofreciendo una idea sobre la complejidad de aquella sociedad (Corona Pérez, 2023b).

De este modo, la estructura sociodemográfica de la Vila Rica del primer tercio del siglo XVIII estuvo determinada por la arribada continua de una población exógena tremendamente diversa entre sí, tanto con relación a las procedencias como a las condiciones jurídicas y las calidades. El influjo de las lógicas mercantiles en los perfiles de los esclavos suministrados por el tráfico transatlántico africano y de la movilidad socioeconómica entre los migrantes dio como resultado la carencia de mujeres, especialmente de origen europeo (Figueiredo, 1997, p. 28). Inexorablemente, este escenario demográfico, atravesado por profundos desequilibrios generados por la llegada continua de contingentes desde el exterior, propició un marco de relaciones lo suficientemente flexible para el desarrollo de las dinámicas de mestizajes y para la movilidad social. La sociedad mineira constituyó un universo cultural caracterizado por un amplio conjunto de diferentes y diferencias, en movimiento constante, pero, también, chocándose, antagonizándose y superponiéndose, tanto de manera armoniosa como conflictiva (Paiva, 2022, p. 86). El fenómeno de la esclavitud se encuadró fundamentalmente en ambientes urbanos y se caracterizó por la desconcentración de los planteles, con muchos pequeños propietarios. No en vano, y aunque en Vila Rica existían potentados con más de 50 esclavos, como los capitanes Henrique Lopes Araújo o Antônio Ramos dos Reis, la mayor parte de los señores se movieron en el rango de uno a cinco esclavos, como ha revelado la documentación fiscal de las listas de los quintos y del Real Donativo (Gaspar, 2021, p. 801-817). Ello es indicativo, necesariamente, una situación de proximidad: los contingentes esclavos no conformaron realidades separadas, sino que convivieron y coexistieron en los espacios de sociabilidad del conjunto de la sociedad (Paiva, 2022, p. 206-207). Las casas, las “senzalas”, las calles, las fuentes y las plazas, los talleres y las minas, las tiendas, las posadas, los prostíbulos, la cárcel, las iglesias y capillas… Todos estos lugares se convirtieron en espacios de sociabilidad entre agentes sociales de diferentes calidades y condiciones jurídicas, en un abanico, por otra parte,’ infinito de circunstancias y posibilidades. De hecho, los múltiples usos económicos dados a estas personas, como su arrendamiento a terceros, la figura del “escravo de ganho”, amplió las posibilidades de establecer nuevas relaciones humanas (Pérez García, 2018, p. 252). ¿Cómo se desarrollaron y caracterizaron esas relaciones en clave familiar y laboral?
EL MARCO FAMILIAR
La historiografía no había considerado la existencia de núcleos familiares al margen del modelo tridentino de padre y madre unidos en legítimo matrimonio y su descendencia hasta hace pocas décadas. Esta visión de familia, basada en el poder de un jefe patriarcal que dirigía una casa y establecía lazos consanguíneos y de dependencia sobre un grupo de personas libres y esclavas (Silva, 2016, p. 123-137), limitó la aproximación al estudio de la familia, ocultando, consecuentemente, otras formas de organización familiar practicadas por las sociedades del pasado.11 En Vila Rica, el cruzado de los registros de bautismos, matrimonios y enterramientos de sus dos matrices ha revelado que la mayor parte de los “núcleos primarios”, es decir, los consanguíneos o matrimoniales (Florentino; Góes, 1997, p. 73), no pasaron por el altar.
Sólo un 22% de las familias documentadas estuvieron sacramentadas (Tabla 4). El resto de los núcleos familiares respondieron a diferentes tipologías que escapaban al modelo tridentino. Las parejas no sacramentadas con hijos representaron el 12%. Sin embargo, el modelo más extendido en Vila Rica durante el primer tercio del siglo XVIII fue el monoparental. Casi dos tercios del total de los núcleos constatados se corresponden con madres solteras. En el registro de bautismo de los niños de estas mujeres se solía omitir la figura paterna o, en menor medida, se indicaban fórmulas tales como “sem nomear pai”, “e não se nomeou pay”, “não se deu pay”, “pay inçerto” o “pay incógnito”. No obstante, es muy posible que parte de estas madres solteras estuviesen inmersas en relaciones no sacramentadas y que han quedado invisibilizadas por la naturaleza sacramental de estos registros. Por último, también se documenta un modelo que, aunque minoritario, tuvo que ver con familias reconstituidas o compuestas. Estos núcleos estuvieron formados por agentes que tuvieron descendencia con personas diferentes, como Jerônimo de Araújo Tinoco, que tuvo hijos naturales con su esclava Catalina12 y con la crioula horra Cristina Enes;13 Joana de Jesus de Brito, parda libre, que se casó con Inácio [Side] da Rosa, también pardo libre,14 cuando ya había sido madre de Luiz, hijo de padre no conocido;15 o Luisa Ferreira de Mello, que tuvo una hija con José Ferreira Passos cuando era esclava,16 y más tarde, siendo ya horra, otro hijo del que no constó padre.17 Evidentemente, las diferentes tipologías familiares constatadas en la documentación tuvieron mayor o menor extensión en función de la condición jurídica de sus miembros.

En efecto, la condición jurídica fue un elemento determinante en la conformación familiar. Entre las nacidas libres, relacionadas fundamentalmente con migrantes, el modelo más extendido fue el tridentino (Tabla 5). Las mujeres de esta condición habrían encontrado, lógicamente, mayores facilidades para entablar relaciones sacramentadas. Las horras, por su parte, presentaron una mayor variabilidad, con los modelos de madre soltera y pareja sacramentada casi empatados, seguidos de cerca por el de las relaciones no sacramentadas. Por el contrario, entre las esclavas, mayoritariamente africanas en este periodo, la tipología familiar más generalizada fue el de la madre soltera, como en las comarcas mineiras de los ríos das Velhas y das Mortes (Paiva, 2022, p. 150) y otros espacios ibéricos, como la villa neogranadina de San Gil (Salazar Carreño, 2017, p. 216) o la ciudad de Sevilla (Corona Pérez, 2023a, p. 7). Lógicamente, este cuadro hubo de influir en la distribución de la legitimidad entre los recién nacidos (Tabla 6). Si entre los libres alcanzó al 60% del total de los neonatos de esta condición, entre los horros y esclavos no llegó al 5%. Por tanto, la inmensa mayoría de los hijos de mujeres esclavas y horras nacieron, al igual que otras villas y ciudades de los mundos ibéricos de los siglos XVI-XVIII, al margen del matrimonio (Tabla 6).18 ¿Por qué?


Según Figueiredo (1997, p. 28), la extensión de la ilegitimidad en las Minas Gerais del Setecientos pivotó en torno a tres factores. La primera se vincularía con la estructura sociodemográfica. El carácter masculino de la migración lusa propició, dada la ausencia de mujeres europeas, que los portugueses mantuvieran relaciones no sacramentadas con mujeres negras o mulatas. La segunda se derivaría de la burocracia eclesiástica. La Iglesia trató de combatir el concubinato y el amancebamiento por medio de las visitas pastorales. No en vano, la familia tridentina era entendida como un mecanismo para el establecimiento del orden social (1997, p. 26-27). Sin embargo, los trámites exigidos para acceder al matrimonio dificultaban su difusión. Por un lado, las tasas cobradas por la Iglesia podían llegar a ser inasumibles para una parte importante de la población mineira. Por otro, las numerosas certificaciones exigidas por el derecho canónico a fin de impedir prácticas bígamas dificultaban el proceso (1997, p. 36). Por lo tanto, la Iglesia, tratando de solventar el problema, no creaba los mecanismos apropiados para su solución, de manera que las trabas institucionales multiplicaron las relaciones libres y consensuadas al margen del modelo tridentino (1997, p. 38-39). El tercero de los elementos se derivaría de las dificultades de las poblaciones esclavas para acceder al matrimonio, pues la vida maridable entrañaría una cierta autonomía que chocaba frontalmente con el dominio señorial (1997, p. 36).
Las explicaciones que la historiografía ha proporcionado sobre estas relaciones han girado en torno a los márgenes que las mujeres, especialmente las esclavas, pudieron encontrar para establecer lazos familiares estables en un contexto marcado por la violencia y la explotación sexual. Nada revelan las fuentes trabajadas para este estudio, pero los abusos sexuales cometidos contra estas madres solteras debieron formar parte del cotidiano de aquella sociedad, como ha revelado la documentación judicial del término de Vila Rica para la segunda mitad del Setecientos (Aguiar, 1999, p. 161-234). Asimismo, la vida conyugal también constituyó un espacio de conflictos. Muchas mujeres fueron víctimas de malos tratos ejercidos por sus maridos. En este sentido, la transgresión del principio de monogamia y la inversión del tratamiento debido a las esposas habría constituido una de las motivaciones. Es decir, hombres libres casados que dispensaban todo tipo de buenos tratos a sus amantes, en no pocas ocasiones sus propias esclavas, mientras trataban mal a sus esposas. La misoginia de la familia tridentina colocaba a las esposas en una posición de inferioridad y susceptible de sufrir manifestaciones de violencia (Figueiredo, 1997, p. 88-89).
Sin embargo, limitar en términos exclusivistas el marco de las relaciones sociales a la dicotomía entre hombres-mujeres/señores-esclavos, y sostener que ellas sólo podían ser víctimas pasivas de las estructuras de dominación, sería un error (Salazar Carreño, 2017, p. 34). Sin duda, el universo relacional de la sociedad mineira del primer tercio del Setecientos estuvo repleto de tensiones, pero también de afectos e intereses. En este sentido, no puede perderse de vista que las poblaciones esclavas y horras constituyeron formas de vida familiar sin necesidad de pasar por el altar (Libby, 2007, p. 418). En un escenario esclavista marcadamente africano, se ha de considerar el mantenimiento de costumbres y prácticas afectivas y relacionales. En efecto, la poligamia y las relaciones sexuales libres entre los jóvenes antes del matrimonio eran aceptadas en muchos grupos bantúes del África central sin que entrañasen una desvalorización de la mujer (Velázquez Rodríguez, 2006, p. 80-81). Por lo tanto, es plausible que, en la sociedad de Vila Rica, donde muchos esclavos africanos eran llevados directamente desde los puertos del litoral hasta las Minas Gerais, donde eran catequizados y sacramentados,19 mantuviesen patrones sociales procedentes de las sociedades de origen y no necesitasen del matrimonio para entablar relaciones afectivas.
El cruce de los registros de bautismos, matrimonios y defunciones ha posibilitado reconstruir 281 parejas (Tabla 7). Los resultados son interesantes porque muestran un patrón relacional según la condición jurídica y el sexo de los miembros de las parejas documentadas. Cuando ambos eran esclavos y tenían por señor a la misma persona, estos emparejamientos tendieron a pasar por el altar. Parece por tanto que podrían haber encontrado más facilidades para casarse que los esclavos que no compartían propietario, con una proporción equitativa de relaciones sacramentadas e ilegítimas. Para los amos, el matrimonio de sus esclavos permitía un mejor control sobre estos, mientras que para los propios esclavos significaba la construcción de lazos de solidaridad, de ayuda mutua y de soporte material y espiritual en el seno del dominio señorial (Paiva, 2009, p. 130). Asimismo, los datos del cuadro revelan que el número de relaciones entre hombres esclavos y horros y mujeres horras y libres fue mínimo y siempre al margen del matrimonio. Las mujeres horras entablaron relaciones más frecuentemente con hombres libres, fundamentalmente portugueses, pues ello podía generar mejores perspectivas vitales para ellas mismas y sus hijos. Lo mismo podría decirse de las mujeres libres. Es verdad que la representatividad demográfica de estas en el conjunto de la sociedad de Vila Rica fue menor que el de las esclavas. Con todo, las relaciones de las mujeres libres con horros y esclavos fueron prácticamente inexistentes: estas se relacionaron, fundamentalmente, con hombres de su misma procedencia y condición jurídica.

Más allá de los datos requeridos para la administración de los sacramentos y para la formalidad del enterramiento, los registros parroquiales son harto parcos en informaciones sobre calidades, colores y naciones: nueve de cada diez agentes documentados no presentan estas indicaciones. Sin embargo, no son pocas las madres que no comparten la calidad con sus hijos, lo que da cuenta de la intensidad de los mestizajes en la sede política de las Minas Gerais, como Isabel, esclava de Alexandre Ferreira dos Santos y “do gentio de Guinê”, que tuvo por hija a Maria, parda que sería ahorrada en la pila bautismal.20 La misma suerte corrió también Maria, en este caso mulata, que, hija de Anna, de nación mina y esclava, acabaría siendo ahorrada por su señor, Manuel Antunes Ferreira, que la “deixaua a dita mulatinha forra e livre de todo o captiueiro”.21 Asimismo, y aunque las calidades no se indiquen en el registro de bautismo, la extensión de las relaciones entre hombres libres (aparentemente) blancos y mujeres esclavas y horras también son testigos indirectos de estas dinámicas. En mayo del año 1712 se bautizaron Raphael, hijo que nació de la relación entre Antônio Luis Chaves y su esclava Inácia;22 Caterina, hija de Simão de Meireles y de su mulata Ângela de Campos;23 o Francisco, hijo de Francisco de Lucena y de Marcela, “mulata sua escraua”.24
No parece casualidad que Simão y Francisco reconociesen la paternidad de estos hijos con sus esclavas. No fueron los únicos: 56 de los 715 hijos de esclavas que se contabilizan en ambas parroquias durante el periodo de estudio, el 8% del total, fueron reconocidos como hijos por sus amos. El dato, aunque puede parecer menor, es ciertamente significativo. Más aún si se tiene en cuenta su más que posible infraestimación debido a la ausencia generalizada de los padres en los libros de bautismos. La documentación no permite penetrar en las vicisitudes de la formación de estas relaciones ilegítimas. No obstante, estas uniones también pudieron ser estables, conformando familias no sacramentadas que perduraron en el tiempo. Este podría ser el caso de la relación entablada por el capitán Manuel Martins Carneiro y su esclava Isabel.
La primera referencia que documentamos sobre esta pareja se corresponde con un registro anterior a la fundación de la villa, en abril de 1710. Se trata del bautismo del hijo de ambos, Antônio, al cual Manuel dio “por forro como seo filho que reconhecia ser”.25 No sería el único vástago. En marzo de 1713 bautizaron a João, al que Manuel también liberó en la pila bautismal.26 Este niño debió morir porque, dos años después, en junio de 1715, volverían a bautizar a un recién nacido con ese nombre, y al que también ahorrarían.27 Esta trayectoria es tremendamente interesante. Su estabilidad en el tiempo y la movilidad social experimentada por los hijos a través de la concesión de la alhorría en el bautismo señalaría que esta relación, formada en el seno del dominio señorial, se habría fraguado y asentado sobre el afecto. Algo que se refuerza si se tiene en cuenta que Manuel no actuó así con todos sus esclavos, ni siquiera con los nacidos bajo su dominio. No en vano, el capitán bautizó al menos a ocho esclavos durante el periodo de estudio —los adultos Miguel,28Pedro,29 Antônio y Manuel,30 y los recién nacidos João, del que no consta madre,31 y Domingas, hijas de las esclavas Teresa32 y Paula33 respectivamente—, pero en la pila sólo liberaría a los hijos que tuvo con Isabel.
El de Manuel Martins Carneiro e Isabel no fue la única pareja no sacramentada compuesta por señores y esclavas que permanecería estable en el tiempo. El capitán Francisco da Costa Oliveira, que declaró poseer entre 18-24 esclavos a lo largo de los años 1718-1730,34 tuvo un primer hijo con su esclava parda Florencia, llamado Antônio. Según indicó en la partida bautismal el párroco de la iglesia de Nossa Senhora da Conceição, Francisco de Queirós Monteiro, “diçeme o dito capitam Francisco da Costa hera seu filho, que assim era da dita sua escraua Florençia, e que pelhos bons seruissos que tinha da dita escraua, avia por forra e liure de toda a seruidão”.35 Tres años más tarde, Francisco y Florencia, calificada como “parda e escraua”, bautizaron a José, del que no consta alhorría en la pila.36. No obstante, el último de los hijos documentados sí que presenta diferencias notables respecto a los registros anteriores. Se trata de Francisco, que fue consignado solamente como “filho natural”, sin referencias a la condición jurídica y la calidad. En el caso de su madre, ahora llamada “Florencia da Costa”, no sólo no aparece su condición, sino tampoco la calidad “parda” con la que había sido calificada en las partidas bautismales anteriores. Habían pasado seis años. Durante ese tiempo, Florencia había sido liberada —desconocemos en qué momento, pues no se han conservado los libros de notas para este periodo— lo que, junto a su relación con el capitán, a todos los efectos su pareja aunque no pasaran por el altar, le permitió redefinir su condición social y presentarse como una mujer libre.37 Nos situamos, pues, ante una sociedad esclavista provista, no obstante, de jerarquías fluidas (Guedes, 2008, p. 101-102).
Otro ejemplo similar sería la relación entre Félix de Souza Porto y Páscoa, calificada como “cativa” en el bautismo de su hija Maria, pero sin indicar quién era su señor o señora.38 En el bautismo de la segunda, Josefa, Páscoa Maria, como se le denomina ahora, aparece sin condición jurídica. No obstante, habría de ser esclava porque su hija fue asentada como “forra” en el libro sacramental.39 En el bautismo del tercero de los hijos, Alexandre, Páscoa Maria fue calificada en la documentación como “parda e forra”,40 pues debió ser liberada en algún momento entre el nacimiento del segundo y del tercer hijo.
Esas mudanzas de condiciones y calidades no sólo fueron fruto de las relaciones afectivas entre señores y esclavas. En diciembre de 1718, los esclavos Mariana y Caetano fueron padres de Agostinho. El señor de ambos, Vicente de Souza, otorgó su libertad en la pila bautismal “pelos bons servisos que tem recebido de seus pais”.41 Casi cinco años más tarde, en junio de 1723, Mariana y Caetano bautizaron a Antônia, el segundo de sus hijos. En esta ocasión, y mientras su marido continuaba sujeto a esclavitud, la mujer fue registrada como “forra”.42 Como en otros casos, la pérdida de los registros “cartoriais” de esta época nos impide conocer en qué circunstancias fue liberada. Con todo, la concesión de la alhorría al primero de los hijos por parte del señor, como premio al buen trabajo, a la fidelidad, indicarían, cuanto menos, un trato “favorable” para con estos esclavos. Ello nacía, por supuesto, de la negociación cotidiana entre señores y esclavos. Nada era gratis: estas relaciones estaban atravesadas por juegos de intereses de reciprocidad, por motivaciones religiosas y, por supuesto, económicas (Soares, 2022, p. 108). Algo perceptible también en la participación de estas mujeres en el mundo del trabajo.
EL MUNDO DEL TRABAJO
En los “termos de aforamento” de la cámara municipal de Vila Rica, João Veloso de Carvalho aparece registrando varios lotes de tierras sin ocupar en el “arraial” del Pilar. En abril de 1713 pagó por tres “braças” de parcela en el “caminho nouo que vai deste Ouro Preto para o Pilorinho desta Villa, da parte do morro”43. Unos meses más tarde, en el mes de noviembre, volvió a pagar por una parcela en el “caminho nouo”, esta vez de una sola “braça” y “da parte direita, fazendo frente ao morro, e parte com cazas de Manoel Ribeiro”.44 Y, ya en enero de 1720, registró cuatro nuevas “braças” en la rua Nova, junto a las casas “da câmara”.45 Estamos, por tanto, ante un agente con posibles económicos. No en vano, en las listas de los Quintos del año 1715, João Veloso de Carvalho aparece como uno de los mayores pagadores, con 100 octavas de oro (Gaspar, 2021, p. 789). Francisco Rodrigues Godim pagó una parcela en la rua Nova junto a un “rancho”. Los “ranchos”, hechos de barro y cubiertos de paja, constituían un abrigo de las intemperies para los trabajadores de las explotaciones mineras y los esclavos, así como también depósitos de herramientas. Estas construcciones modestas, que reflejaban el carácter provisorio de las primeras décadas del siglo XVIII, tuvieron una importancia fundamental en la fijación de la población mineira (Veloso, 2018, p. 190-191). Lo interesante, es que este rancho aparece registrado como “de huma Negra de João Vellozo, por nome Joana”.46
Joana estaba casada con Antônio, esclavos ambos de João Veloso, con el que tenía un hijo.47 La mujer, fruto de la negociación con su señor, había conseguido que este le permitiese regentar el rancho. Es posible que la parcela adyacente le posibilitase cultivar plantas hortícolas, tanto para subsistir como para el pequeño comercio de alimentos, lo que, consecuentemente, le facilitaría la obtención de peculio. No fue el único caso. Nazario Carvalho solicitó a la cámara una parcela con tres brazas de extensión en la rua Nova da Praça. Este solar lindaba de un lado con el rancho de una “preta” llamada Susana, y por otro con el rancho de Bento Cabral, donde “tem uma negra com uma venda”48 o “ranxhino”, como se colige de la inscripción de tierras de Joana, “preta forra”.49 Evidentemente, la tenencia de parcelas por parte de estas mujeres fue excepcional. Sólo siete de los más de 270 registros —una vez descontados los repetidos y los incompletos— los realizaron mujeres, de las cuales tres aparecen calificadas como “pretas forras”.50 Se trata de un hecho que cobra valor si tenemos en cuenta que, a pesar de que los hombres fueron mayoría entre los esclavos, sólo se documenta a un “preto forro” aforando tierras, Manuel da Graça Tomé.51
La dedicación de las esclavas y horras en la producción y venta de alimentos constituyó un elemento crucial en la obtención de peculio y, por lo tanto, en las posibilidades de movilidad social de estas mujeres en las Minas Gerais del siglo XVIII (Dantas, 2016; Lima, 2023, Paiva; Lima, 2023; Barros, 2023). El empleo en estas actividades toma aún mayor cariz si se atiende otra serie documental, esta vez de naturaleza fiscal: las listas de pago del Real Donativo.
Los hombres constituían el grueso de los declarantes del Real Donativo, y estos eran fundamentalmente libres. Sin embargo, en el taxón de las personas horras y esclavas, que supusieron más del 15% de la muestra, la mayor parte de los registrados son mujeres (Tabla 8). Esta distribución choca con la estructura sociodemográfica de la población esclava, masculina en un 70% (Tabla 2). El dato revela, por sí sólo, la enorme capacidad de estas mujeres para poder transitar desde la sujeción de la esclavitud hacia la libertad, y su autonomía y capacidad de inserción en el mundo del trabajo para obtener peculio y retroalimentar los procesos de manumisiones, tanto de ellas mismas como de sus hijos.

No todas las mujeres horras las declararon, pero las “vendas”, puestos ambulantes para la venta de alimentos y otros objetos cotidianos, parece constituir la actividad económica más generalizada (Dantas, 2016, p. 89-90; Lima, 2023, p. 299), como en los casos de las pretas horras Maria da Silva Liria,52 Anna de Jesus53 o Leonor Gonçalves.54 Eso no significa que los hombres horros no trabajasen. Por ejemplo, en estas listas pueden encontrarse a zapateros, como Antônio da Silva, preto;55 a barberos, como Frutuoso Pereira, pardo,56 Luiz dos Santos, pardo57, y Tomé Rodrigues, preto;58 a “alfaiates” o sastres, como João Lopes59 y Manuel [Brito];60 a cazadores, como Domingos Velho61 y Domingos da Rocha,62 o a poseedores de “vendas”, como Antônio do Vale, pardo.63 No obstante, ellas revelaron mayor capacidad para la movilidad socioeconómica, y el acceso al mercado esclavista constituyó una de esas facetas. Las mujeres horras de la muestra declararon poseer 194 esclavos, por sólo 31 los hombres de su misma condición. Como recientemente han llamado la atención Paiva y Lima (2023, p. 108), la transición de persona esclavizada a señor o señora de esclavos fue frecuente en las Minas Gerais. Estos agentes no hacían más que reproducir la lógica que los había sometido a esclavitud y que también les había posibilitado alcanzar la libertad y la movilidad socioeconómica para tornarse en señores de esclavos. En aquella realidad social no existía contradicción alguna. Ni siquiera para los propios esclavos.
Efectivamente, las personas reducidas a esclavitud también aparecen como declarantes de bienes tasables para el pago del Real Donativo. Y entre ellos destacaron, con más fuerza si cabe, las mujeres. Asimismo, llama la atención la poca diferencia cuantitativa entre horras y esclavas, a pesar de la sujeción jurídica de las segundas. No obstante, estas pudieron conseguirlos o regentarlos fruto de la negociación y/o relación afectiva con sus señores, ya fuese cedidos temporalmente o donados por estos, o bien adquiridos por ellas mismas. La carencia de los libros de notas impide realizar un cruzamiento de la documentación notarial con esta fuente, pero es posible que muchas de estas esclavas estuviesen “coartadas”. De este modo, habrían podido disfrutar de una cierta autonomía laboral y acumular peculio. Entre los bienes declarados por las esclavas de Vila Rica destacan las “vendas”, aunque generalmente son catalogadas como “pobre” o “muito pobre”, como en los casos de Vitória, esclava de Francisco Ribeiro;64 Joana, esclava de Simão Ribeiro;65 o Rosa, esclava de Manuel Teixeira da Cunha.66
La esclavitud y sus limitaciones socioeconómicas explica que la mayor parte de las esclavas no declarase esclavos. Con todo, un tercio de ellas lo hizo, incluso con varios cautivos. Como por ejemplo Antônia, esclava de Antônio Teixeira, que además de una “venda pobre sortida”, declaró dos esclavos;67 o Josefa, esclava de José Pacheco, que hizo lo propio con tres.68 La tenencia de esclavos por parte de agentes sociales de igual condición no es más que una muestra de hasta qué punto la esclavitud formó parte de aquella sociedad.
A MODO DE CONCLUSIÓN
El descubrimiento del oro a finales del siglo XVII generó un flujo migratorio hacia las Minas Gerais de proporciones colosales. Esta “nueva” sociedad se asentó sobre la institución de la esclavitud, un grupo compuesto fundamentalmente por africanos procedentes de un amplísimo arco geográfico que abarcaba desde las islas de Cabo Verde a Mozambique, lo que ofrece una idea de la heterogeneidad del contingente. Las mujeres de esta condición, a pesar de su reducido número, ostentaron un papel protagonista, y la limitada presencia de portuguesas no hizo más que reforzarlo. Los profundos desequilibrios sociales y demográficos de aquella sociedad propiciaron, por el contrario, formas flexibles de sociabilidad que posibilitaron la movilidad y ascensión socioeconómica de una minoría muy significativa de esclavas. A ello colaboró, sin duda, el carácter urbano en el que se desarrolló la esclavitud mineira, que favoreció los contactos entre diferentes grupos humanos y el establecimiento de las dinámicas de mestizajes. El estudio ha constatado que la mayor parte de los diversos modelos familiares conformados se generaron y desarrollaron al margen de la institución del matrimonio, lo que no fue óbice, sin embargo, para que fuesen duraderos en el tiempo. De este modo, ha podido comprobarse que las relaciones afectivo-familiares generadas en el seno del dominio señorial entre señores y esclavas propiciaron un primer escenario favorable para la movilidad social de estas mujeres y de sus hijos. No en vano, un 15% de todos los recién nacidos esclavos, la mayor parte hijos reconocidos de sus propios señores, fueron ahorrados en la pila bautismal. En paralelo, sus madres también podían conseguir la libertad. Este marco señorial-familiar facilitó, asimismo, el acceso y un desempeño más ágil de estas mujeres en el mundo del trabajo, como se constata del análisis de los “termos de aforamento” y de las listas del Real Donativo de Vila Rica. En estas fuentes se las puede encontrar regentando “ranchos”, “vendas” o esclavos, incluso cuando todavía se encontraban bajo el cautiverio. La movilidad contriubuía, precisamente, a la preservación de la diferenciación social.
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